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NOTA DEL BLOGGER: Me he retrasado en reproducir el primer texto (el último de abajo) por razones involuntarias, pero como dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga”, porque ahora puedo reunirlos todos. Para el primero de ellos me dio permiso su autora, Isis Wirth (blog La Reina de la Noche), para los demás me lo tomé yo, pues me parecía apropiado hacer un bloque con los fragmentos de una misma historia.
Los he ordenado en sentido ascendente. Si alguien considera que debo hacer lo contrario, me puede dejar un comentario. You know, drop me a line.
Gracias a Isis.
-o-
sábado 31 de julio de 2010
Lo que David comprendió
"Formalmente" durante la Revolución, fue que el arte sometido a ésta, al ser dominado por la coerción y el conformismo, debía ser más abstracto.
(Continuando en ese punto de vista "formal", si uno de sus más grandes discípulos, Gros, prefigura a Picasso, o bastante más, Ingres, el del violín, no es pura coincidencia. Como tampoco que el abstraccionismo -como movimiento- quizás resultante, luego, en las denominadas "vanguardias artísticas del siglo XX", haya sido profundamente revolucionario, más allá de la acepción per se del término, por su alineación ideológica intrínseca con la negación. Que también, luego, pasado el momento de euforia iniciático, la propia Revolución -rusa- se haya volcado en contra del abstraccionismo "decadente" que la figuró proféticamente, es tan sólo la inversión necesaria del espejo.)
Mientras David está pintando su "Marat" asesinado en la bañera, es justo cuando el Terror jacobino se recrudece.
Como si el "mártir", a medida que se iba representando crísticamente, con el pincel del pintor, estuviese llamando a su venganza por parte del "peuple", al que "su amigo", Marat, le había ofrendado su vida. Pero diferentemente al Cristo, que murió en la cruz para que no hubieran más sacrificios humanos, pues su sola redención bastaba para la de todos por los siglos de los siglos, hasta el Juicio final, el nuevo Cristo revolucionario, Marat en la ocurrencia, reclamaba sangre sin cesar.
Así, la apropiación crística, en tanto reciclación oportunista del símbolo anclado ya en el inconsciente (oportunista, porque la Revolución francesa intentó borrar el cristianismo, y sin embargo no pudo deshacerse de él, lo que más tarde comprendió un tal Bonaparte, mucho más astuto que Robespierre y David juntos), se revelaba ser todo lo contrario: en una operación alquímica, más pintaba en su estudio David al mártir Marat, más la guillotina bajaba rápidamente en las plazas de París, y dondequiera en Francia.
Es en este curioso momento de "magia artística" donde se estaba fundando la sed de sangre de todas la revoluciones, invirtiéndose a conveniencia, pero sin que se notara, lo que habría significado religiosamente Cristo.
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lunes 2 de agosto de 2010
Ser mejor revolucionario que buen pintor. David
No deja de sorprenderme, David, por su audacia ideológica, precursora conceptual de las políticas culturales de las revoluciones. (Bueno, en realidad la Revolución francesa sí tuvo una política cultural, con todas las de la "ley", incluyendo el exilio de artistas no suficientemente "comprometidos", o la humillación a otros, como Marie-Joseph Chénier, a quien le quemaron en público una obra suya, algo "antiterrorista", lo que sirvió para que el poeta entrara en el redil.)
Un jurado de pintura que él había constituido en el año II (el duro del Terror), que otorgaría un Gran Premio (jacobino, desde luego), estipulaba que la norma para juzgar en consecuencia era preocuparse "menos de la perfección de las partes prácticas del arte que de la manera de crear, en la obra, en tanto hombre libre, como un verdadero republicano".
O sea, ser mejor revolucionario que buen pintor.
Quien hacía erigir esto como "canon" era un pintor extraordinariamente preocupado por la perfección de su arte.
Pero en el año III, tras la caída de Robespierre, la "reacción" thermidoriana se había instalado, y el régimen era más suave.
David estaba en prisión, y el concurso de ese año otorgó el premio a Gérard, precisamente por su competencia excepcional, la maestría de la estética. En tanto que un pintor de formación insuficiente como Fougea, con "Funerales de Marat" (el pobre, no había comprendido el cambio de tuerca del régimen, o sencillamente había estado pintando el lienzo desde antes), fue desestimado.
Más aún, los thermidorianos pensaban haber encontrado en Gérard el sucesor de David, pues era más dócil el primero que el irreductible "ideólogo" del segundo, y que el talento de Gérard podía estar a la altura de las exigencias estéticas del nuevo régimen.
Sin embargo, el maestro de Gérard no era otro que David...
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jueves 5 de agosto de 2010
La venganza revolucionaria de los artistas "comprometidos"
Los artistas jacobinos, la vanguardia artística de la Revolución francesa, nucleados alrededor de David, no eran todos uniformes en su ardor revolucionario.
Aunque hubo entre ellos hasta "mártires", un "artista heroico", como Basseville, asesinado en Roma (por el "populacho furioso"), donde los pintores franceses hacían labor "subversiva" al mismo tiempo que estudiaban el arte antiguo.
También, en la primera línea del militantismo revolucionario más allá de las fronteras, un cierto Girodet, con mucha más suerte que Basseville, no sin fortuna para el arte...
Pero otros, sin dejar de ser, desde luego, "revolucionarios", escogían el exilio "artístico" para ponerse a salvo de las volatilidades del período, en el que hoy cortaba la cabeza al día siguiente amanecía sin ella sobre el cuello.
Entre éstos, Jean-Baptiste Wicar, asimismo alumno de David, quien prefirió no correr los riesgos de sus colegas en Roma, y pasó el año de 1793 en Florencia.
Pero, de regreso a París tras su "exilio de terciopelo", tenía que dar pruebas de su compromiso con los principios del Terror, subiendo pues los tintes, en este caso verbales, con inusitada ferocidad. Para que no quedaran dudas.
No tardó en asumir un rol dirigente en la Sociedad popular y republicana de las Artes, el club oficial de los artistas jacobinos.
Y presentó el 29 Nivoso del año II (18 de enero de 1794) una petición incendiaria, "Aux armes et aux Arts !", que fue reproducida íntegramente en el periódico del club.
Llamaba a los artistas a dedicar todas sus energías a fijar el recuerdo en el lienzo de todos aquellos que habían dado su vida por la Revolución. "El pueblo quiere ver sus rostros ensangrentados", exclamaba. (Lo que impresionó a Robespierre, quien le pidió luego a David que recogiera lo más fielmente posible la expresión del rostro del cadáver de Marat, pero David ya no tuvo acceso a los despojos del apuñaleado en la bañera, y se las arregló como pudo respecto del dictado de su carnal Maximiliano. Por cierto, esta normativa estética no sería la única que ejerció Robespierre sobre David, aun si bien el último fue el genial ministro de propaganda del primero.)
Para cumplir la tarea de servir al pueblo, deseoso de que los pintores les otorgaran las fieles imágenes de los "Padres de la Igualdad" ( o sea, los de "la Patria"), Wicar exigía la depuración de las filas de la profesión de pintor. Una cacería de brujas. Había que vengarse de todos aquellos artistas que habían decidido esperar el fin de la lucha revolucionaria en un confortable exilio italiano, tomando así el partido de los "realistas emigrados", les royalistes émigrés, que éstos sí eran los gusanos de veras, los verdaderos exiliados, y no los tibios "diaspóricos" de esos artistas.
¡Pero si el primer "diaspórico" era Wicar!
No obstante, el descarado les pedía a los legisladores de la République que distinguieran entre los "hijos fieles al país" y los "traidores": los "viles artistas", "deshonrados y prostituidos" (con el dinero del "capitalismo", para ponerlo up-to-date), en quienes se debía descargar toda "la venganza de la nación".
Así, Wicar los ponía "fuera de la ley", hors-la-loi, que significaba derechito a la guillotina.
Y el hijo de p... hizo una excepción con, claro, un amigo, el pintor Fabre.
Si los artistas no podían ser ajusticiados, al haber escapado o no poderse encontrar, estipulaba que se quemasen sus obras, para que "no irriten más nuestros ojos revolucionarios".
Llamaba a que todos los trazos dejados por esos "traidores" fuesen "ofrecidos en holocausto".
Años después, en 1816, para conmemorar la victoria en Leipzig en 1813 en "la batalla de las naciones" alemanas contra Napoléon, quemaron no sólo el Código (Civil de) Napoléon, sino los libros franceses que sí encontraron los alemanes a mano.
Heinrich Heine escribió entonces que en el mismo lugar donde estaban quemando libros, en otro momento quemarían a seres humanos.
Curiosamente, el holocausto estético-político propuesto por Wicar, quien pedía que para suplantar las obras de arte que serían incineradas se trajeran a Francia, "repatriadas", las obras de arte "verdaderas", las de "la antigüedad", en su "libertad", encontró enseguida una respuesta inusitada en consecuencia: el general Bonaparte, tras su primera campaña de Italia, proporcionó a Francia, como botín de guerra, lo que reclamaba Wicar.
El verdadero Holocausto, el que bien vió Heine que sucedería, tendría lugar desgraciadamente en ese mismo suelo alemán.
Y aquí lo dejo.
(Saquen ustedes las conclusiones de esta tensión ideológica.)
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martes 10 de agosto de 2010
El Marqués de Sade, sobre la muerte de Marat
Eso sí, cuando no era marqués, sino el "citoyen Sade", compañero por la Section des Piques, y miembro de la Sociedad Popular.
Tras la muerte de Marat, David, como sabemos, organizó un grandioso culto al soi-disant "Amigo del Pueblo". Las manifestaciones eran innombrables.
Calles y más calles para Marat (hasta Montmartre), tanto en París como en provincia, sin contar el funeral espectacular y la ceremonia en el Panteón.
Se instaló el busto de Marat en la Convención, y la propaganda se extendió a abanicos, tabaqueras, anillos, relojes, con su efigie.
Alguien hasta propuso que el cadáver fuese paseado por todos los departamentos de Francia, pero ya apestaba demasiado..., y David se aprestó a enterrarlo.
Este culto religioso llegó al paroxismo cuando en una celebración del muerto en su propio Club des Cordeliers, un miembro de éste exclamó: “¿Será cierto que a la Naturaleza le haya tomado miles de años para producir dos hombres del temple de Jesús y Marat?"
Desde luego, se refería, ya, a Jesús, el "revolucionario", que la Revolución estaba en plena descristianización.
Enseguida, otro miembro le respondió al exaltado: "Como Jesús, Marat detestaba los nobles, los ricos, los curas, los "fripons". Como Jesús, Marat no cesó de combatir esas pestes de la sociedad; como Jesús, Marat fue extremadamente sensible y humano".
(Cualquier semejanza con ciertas aproximaciones cristiano-revolucionarias del siglo XX no es pura coincidencia.)
Y al otro día, se compuso un himno:
"¡Oh, corazón de Jesús!
¡Oh, corazón de Marat!"
Así como un poema, destinado a las mujeres (justo porque una mujer, la Corday, lo había apuñaleado) que se prosternaban delante del busto:
"Oh, querido Marat que nos das tu sangre/ Ven, toma la nuestra, y devuélvenos tu presencia".
Creo que el único "cuerdo" en tanta necrofilia neo-crística y propagandística, fue Sade, ci-devant marqués, que como secretario de la Section des Piques pronunció un discurso dirigido a las mujeres, muy fervoroso y "comprometido", desde luego, pero donde siento una fina ironía:
"Sexo tímido y dulce, ¿cómo vuestras delicadas manos pudieron tomar el puñal que la seducción afilaba? Vuestro apuro por venir a poner flores en la tumba de este verdadero Amigo del Pueblo nos hace olvidar que el crimen pudo encontrar brazos entre ustedes. Felizmente, el bárbaro asesino de Marat, similar a esos seres mixtos a los que no se le puede definir ningún sexo, vomitado por los infiernos en el desespero de los dos (sexos), no pertenece directamente a ninguno".
¡Pobre Charlotte Corday! El "divino marqués" la confinaba a menos que hermafrodita.
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© Isis Wirth
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1 comentario:
Querido David, el Bueno,
muchísimas gracias.
Es un honor estar aquí.
Un beso,
Isis
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