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jueves, 4 de agosto de 2011

EL AMIGO DE KAFKA (Carlos Victoria, “Seis poemas para mi madre loca en Camagüey”)

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1931

(1931)

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Como hiciera el amigo de Kafka con respecto a la obra de uno de los más grandes escritores de la historia de la literatura, yo no destruí los originales de este y otros poemas que devolví a Carlos Victoria hace años, una vez ambos fuera de Camagüey, aunque él me hiciera jurar –bajo compromiso de terminar definitivamente nuestra amistad- y asegurarle su destrucción total.  No respeté su deseo, y de ello me alegro mucho y me complazco.

Resulta verdaderamente inimaginable el espíritu aniquilador de la Revolución Cubana entre personas que hemos compartido momentos muy importantes de la vida, nos hemos querido, nos hemos admirado hasta casi rozar el fanatismo.  Lo cierto es que en cierta forma rechazo pensar muy detenidamente en por qué Carlos Victoria hasta públicamente defendió y justificó su relación de compañeros universitarios durante dos años con Abel Prieto y de cuya presunta continuación más allá (o más acá) nunca tuve la menor constancia, creo que como el resto de amigos de CV de Camagüey.  Tuve serios problemas con Carlos Victoria a partir de que –ignoro por qué- decidiera acercarse a la revista Encuentro y sus fundadores, Anabel Rodríguez y Jesús Díaz, incluso con declaraciones a favor de este monstruo que todos detestábamos, no ya indignantes sino totalmente babosas.  En fin, me es un tema sumamente desagradable de tratar.

Carlos Victoria sentía vergüenza de Estrella, su madre, debido a su locura y su comportamiento nada agresivo pero evidentemente ajeno a la realidad.  Durante muchos años ignoramos incluso dónde vivía exactamente Carlos con su madre.  Y fuimos Nikitín y yo quienes nos impusimos y una mañana o una tarde emprendimos la calle del Reparto Jayamá y nos aparecimos allí.  Así conocimos también a los tíos que habían hechos de padres de CV, Caco y Roselia (junto con su hijo Leonel, más joven que CV y nosotros), personajes entrañables e inolvidables, a quien la hondureña con la que Carlos se casó para dejarle la nacionalidad americana intentó recurrir el pago de un seguro de vida que él había dejado a nombre de Roselia.

La vida después se complicaría más, tocándome el desagradable papel de mentir hasta el infinito a su madre Estrella Victoria Olivera, en la sala de mi casa, cuando desesperada iba en busca de noticias, y de la verdad, en los 52 días que duró la detención de CV entre Villa María Luisa (Camagüey) y Villa Maristas (La Habana), y que a ella le habían dicho que correspondía a un premio y unas vacaciones en la R.D.A., que su hijo se había ganado.  Esas necesarias mentiras mantenidas fueron uno de los peores episodios de mi vida.

Por esa y por otras ya infinitas razones, NO PERDONO a la Revolución Cubana y rechazo y desprecio totalmente a los que me quieran vender otra cosa.

David Lago González (Madrid, 4 de agosto de 2011)

--o--

Carlos Victoria  -  SEIS POEMAS PARA MI MADRE LOCA EN CAMAGÜEY

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I

El invierno vino sólo por ti,

mujer que cruzaste desde la vieja

escuela

hasta la muerte de tus padres,

y tus hermanos y primos se casaron

y procrearon

como Dios manda en

El Libro.

Nada de viernes ni fiestas ocultas,

sólo el invierno fue

en tu corazón.

El azar despoblando

tus hermosos labios

me vuelve a recordar

la niña que dejaste,

abandonada y fría

en un pozo de Marzo,

y el invierno la olvida

y la dibuja

contra toda ceniza de ti misma.

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Niña y madre,

el reposo tardío busca

en vano

tu cuerpo en otro cuerpo.

Tus muñecas, las pálidas y sucias,

juegan a perecer

en el frío y la tristeza.

Y tú eres la novia de mis tardes,

siempre adiós, no me olvides,

y hacia inviernos más tuyos,

donde nadie te besará jamás

los ojos y los labios

solos.

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II

Solías decir:

“el jardín es un cielo inviolable,

y los ángeles flores”.

Tu pañuelo a capricho se ocultaba

en el verde,

y tu madre, llena de ingenuidad,

creía en las flores.

La tierra del jardín

fue una sombra de muerte

hasta el día de tus lágrimas.

Y años más tarde llegaron

los claveles, rosas de dedos rojos,

amapolas contritas,

girasoles con cabeza llorosa,

lirios temblando,

todos te conocieron.

Y tú empolvabas rostros dentro

de cada flor,

la cara de mi padre,

la de tus dos abuelos cuando fuiste pequeña,

las de tus más queridos novios,

viajeros de muy lejos, fatigados,

y en los ojos una tibia nostalgia.

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“El jardín ya se puebla

de flores...”

y tú estabas llorando, laboriosa,

en medio de recuerdos y de ángeles.

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III

¡Qué isla desierta la locura,

la paz de manos grises,

la añoranza!

La tarde en que mi madre

tuvo el único hijo,

todas las calles se le volvieron muerte.

Cabezas de tiniebla

y animales sin labios

merodeaban la cuna de sus noches.

Y sus pechos estaban helados.

las salamandras llenaban

las paredes,

aunque nunca mostraban los ojos.

Y mi madre, que soñaba

con un dios en la puerta,

sentía a los muertos acercarse.

De rezos y de amor

me abrigaba en su blusa.

Y los muertos entraban

sólo a tocar

su sombra,

junto a la mecedora gris

donde ella cada noche me

arrullaba. Y había voces y llaves más reales.

Los dos éramos eco de otra eternidad.

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IV

Fue amargo

el ángel en tu cuerpo

dentro de los muros altos y habitados

que conociste.

El aire puebla allí

los meses dolorosos,

las cabezas enfermas de muerte

y vida,

la eternidad de nunca.

El niño que yo fui

te visitó tres domingos

en un largo año,

quieto y torpe como un pájaro herido.

Y hay un parque con árboles

y una nueva imagen

de la muerte

en aquel frío espacio.

Allí una mujer intentó besarte,

y otra te arrojó piedras

desde su desgracia.

Yo lloré sobre mi pubertad caída

todo el tiempo.

Un asilo más alto que un reino

vendría a ser el resumen,

una foto de angustia

o miseria

a tus veintiséis años.

Y la memoria posee esos dedos

en el rostro

de una mujer vivida,

con los ojos llenos de ceniza,

de un puñado de lágrimas,

una mujer tan dueña

del poema

como de sus dementes ojos.

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V

Los días,

presurosos en la blanca cabeza

de las nubes,

no vuelven a traer el hilo de alegría

que supieron dar en otros tiempos.

Tu rostro amarillea

el espejo del primer cuarto,

donde Dios y su fiel enemigo

luchan por poseerte cada noche.

Mientras los ojos y las manos,

mi madre,

te envejecen inolvidablemente.

Ahora todos se fueron,

te olvidaron,

y dejaron postales y nostalgias

en lugar del olvido.

Tu locura los espantó a todos,

y te quedaste con la Biblia

y la más primitiva soledad.

Camagüey ya no espera

tocar tu adolescencia,

sólo la cartera y el vestido blanco

de la justa mitad de tu vida.

Y los sueños todavía te despiertan,

aunque ya demasiado

oscuros

para ser sueños.

Sin embargo,

las calles que conoces,

los árboles del patio, las tristezas,

todo trata de imaginar acuerdos

para así parecerse a

tu infancia.

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VI

Ah mi madre,

cuando el dolor sea sólo una estatua de huesos,

un tibio y dulce polvo,

cómo voy a recordarte entonces.

Todos los manicomios del mundo

serán mi última casa, mi guarida,

porque el hogar se nos habrá quebrado

en dulces terrones y lluvia.

Y los poemas de la carne y los ojos

serán un breve sueño

desterrado.

Para el portal tendré los balances

y las persianas rotas,

y el ángel te mirará soñando.

Las faldas y los peines

de cuando eras muchacha

serán los enemigos de tu viaje.

Ah, qué cristal agudo,

qué memorias,

los nuevos niños habrán desconocido.

Cerradas con aldabas de oro y sombra

para toda la vida.

Cómo será la huida de tu boca,

de tus años y de tus visiones,

en mi propia estancia.

Colocar el mantel, las cucharillas,

la fuente junto al pan,

los platos blancos,

sentarme en la mesa frente a tu nostalgia,

y ya nunca más estarás conmigo.

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(Agosto 1969)

© Carlos Victoria Olivera 1969

viernes, 5 de noviembre de 2010

DENUNCIA-DENUNCIA-DENUNCIA - El Sabio Arte de Narrar o EL SABIO ARTE DE INFORMAR

“El Sabio Arte de Narrar”

o

EL SABIO ARTE DE DELATAR

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PACA GARZA LA ACTIVA_EL MUNDO 001

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Desde luego pienso que algo raro pasa conmigo algunas veces. No sé por qué sueño tanto con Beluca y el agua, y también con el restaurante donde trabajé cinco años y por lo general mezclado a intentos de sacarlo a flote, de que no quiebre (ya desapareció desde hace tiempo). Ayer noche de pronto pensé en una señora asidua a Wooster, y que me parece muy agradable, y reparé en que hacía días en que no coincidíamos en el desayuno, y hoy la veo y se lo dije. Ayer también, no recuerdo por qué asociación, me puse a indagar en Internet sobre algún paradero de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES, antiguo protegèe de Haydèe Santamaría, directora estrella suicida de la Casa de las Américas en Cuba. Hace un rato voy a comer a Wooster, me pongo a ver El Mundo (que, dicho sea de paso, tiene una muy deficiente edición virtual en la que no aparecen muchas de las noticias y opiniones de la edición impresa) y me encuentro en la página 10 de la sección de Ocio, suplemento de M2, cuarto y mitad de página bajo el título de “El sabio arte de narrar”, escrito por Beatriz Pulido, lo cual es lo de menos, sino que “¡oh, casualidad!” (recordando y homenajeando a Luis Carbonell), casi dedicado por completo a ensalzar la labor de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES, “cubano de nacimiento, lleva más de tres décadas embarcado en una cruzada personal por la oralidad.”

Curioso. En esa misma “oralidad” (oral service?) le recuerdo sentado en el primer sillón (balance) a la izquierda de la saleta de mi casa en la calle García Roco 61, de Camagüey, leyendo poemas “de mi propia inspiración” y deshaciéndose en elogios hacia mi talento. De los que leyó, escogió unos cuantos (creo que no más de cinco) para publicarlos en su revista de la UNEAC o Unión o cómo coño se llamara. Niquitín me había llamado un rato antes, pobrecito –yo era de los asquerosos burgueses que contábamos con teléfono particular en la ciudad desde los años 50, particularidad que a la vez lo hacía prácticamente público--, porque de pronto a la paisana agramontina, que creo que vivía entonces por Santa Fe en La Habana bajo el manto protector de sus madrinas y el (supuesto) pago por sus servicios por colaboracionismo, le había dado un repentino interés incontenible por saber que hacían los nativos de las sábanas, paisanos suyos. Caímos entonces las bobas de la yuca Carlos Victoria, José Rodríguez Lastre y David Lago González –que sigo siendo yo--. Por supuesto, nunca jamás se vio un solo verso nuestro (CV por entonces no escribía narrativa) ni drama teatral de JRL por publicación alguna, salvo quizás en nuestros respectivos expedientes de la Lubianka cubana y/o camagüeyana. Muy poco después, éramos conducidos a las dependencias de Villa María Luisa el mencionado trío, Rafael Zequeira, y Carlos Alonso Victoria que no sé qué coño pintaba ahí. De esa “Jimi Hendrix Experience”, que la infeliz Truca Pérez/Daniel Sakuntala (bautizada como Daniel Fernández) cree que ella fue el centro del meollo, salimos con la lección aprendida: no escribir versos ni obras de ficción al margen de los cauces establecidos por el Estado Comunista (entiéndase, y léase, UNEAC y Brigada Hermanos Saínz, a las que hoy tantos fuera de Cuba llevan en su curriculum vitae como un galardón honorífico), cosa que de inmediato volvimos a hacer porque en realidad no nos querían en ninguna parte y lo que diabólicamente ambicionaban era eliminarnos. Esa visita a mi casa, la última vez que vi con vida a esa (presunta) mala mujer, aconteció en algún momento de 1978 o últimos de 1977. Aquí en este texto hay un “aparte” donde leo: “Desde 1975, Francisco Garzón ha impartido este taller pionero de cuentos orales en más de 12 países. En Madrid, donde reside habitualmente, suele realizar periódicamente este tipo de talleres.” “Donde reside <habitualmente>”, o sea, que viaja por tierra y por mar robando los corazones como La Viajera. Imagino que al incluir el año de 1975 se está refiriendo a cuando el compañero presuntamente chivato del DSC ofrecía aquellas tertulias salvajes en los bosquecillos del Parque Lenin, acompañado a la guitarra por Teresita Fernández (muñeca de trapo soy, muñeca de trapo), encuentros intelectualísimos que supongo eran rematados por suculentos almuerzos o meriendas en el lujosísimo e inaccesible Restaurante Las Ruinas (nunca mejor dicho).

Ignoro por qué razón Carlos Victoria, en todos sus años de mala y un poquito mejor vida, obvió, omitió, olvidó, se le fue de la cabeza, la realidad de aquel proceso que no fue únicamente suyo ni, de lejos, derivado de la pésima novela que había escrito por entonces Truca Pérez y que sirvió de pregunta-lanzadera en los correspondientes interrogatorios a los que nos sometieron tanto a Carlos como a los demás involucrados, o aquejados. Como otros tantos misterios, La Nariz se lo llevó a la tumba o a las cenizas que su esposa putumaya expandió por el hediondo Miami Lakes. No es el tema.

Y a lo mejor todo es más simple. Yo, en realidad, no conocía al interfecto, pero Vicky Lester y Niqui sí se reían mucho de él cuando en Camagüey era conocido como PACA GARZA LA ACTIVA y fue durante años “compromiso” de Manolito Martínez, cantante melódico de los derivados de la nefasta influencia raphaelina, allá por los tempranos 60. He de confesar –ante Dios Nuestro Señor y ante los arcángeles-- que años más tarde, a mi regreso de La Habana, MM se enamoró de mí (sí, aunque cueste creerlo) y durante una semana yo fui novio suyo porque no sabía cómo decirle que no, hasta que una noche me invitó al cine y sufrí lo indecible por el sudor frío de sus manos.

Luego conocimos a Saritica y a su hermano, y al hermano de MM y a Sara su esposa, y todo se complicó enormemente… pero eso es otra novela.

Whatever. Aquí les dejo el número de teléfono de Madrid para que se inscriban, compañeritos y compañeritas, miembros y miembras, en este Curso de narración oral --o Curso de (presunta) Delación--. Llamen al 91 509 96 73 y pregunten por Paca Garza La Activa. A lo mejor se pone alguien…

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David Lago González

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POSTDATA:  Os avisaré a la penitenciaría española que me llevan para que alguna vez vayáis a visitarme, ya que doy por hecho que seré condenado por calumnias e injurias a tan respetable personaje.  Pero pagaré con gusto mi sentencia (con mi pensión NO) por la memoria de Carlos Victoria –aunque nunca hiciera Nico Jones por mí—, por la mía propia, por la de Nikitín y la de Rafael Zequeira cuando muramos.  Y por la verdad.  Y por la dignidad con que vivimos, entonces y ahora.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Recordando a Carlos (Positively 4th Street, by Bob Dylan)

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Positively 4th Street

You got a lotta nerve
To say you are my friend
When I was down
You just stood there grinning

You got a lotta nerve
To say you got a helping hand to lend
You just want to be on
The side that’s winning

You say I let you down
You know it’s not like that
If you’re so hurt
Why then don’t you show it

You say you lost your faith
But that’s not where it’s at
You had no faith to lose
And you know it

I know the reason
That you talk behind my back
I used to be among the crowd
You’re in with

Do you take me for such a fool
To think I’d make contact
With the one who tries to hide
What he don’t know to begin with

You see me on the street
You always act surprised
You say, “How are you?” “Good luck”
But you don’t mean it

When you know as well as me
You’d rather see me paralyzed
Why don’t you just come out once
And scream it

No, I do not feel that good
When I see the heartbreaks you embrace
If I was a master thief
Perhaps I’d rob them

And now I know you’re dissatisfied
With your position and your place
Don’t you understand
It’s not my problem

I wish that for just one time
You could stand inside my shoes
And just for that one moment
I could be you

Yes, I wish that for just one time
You could stand inside my shoes
You’d know what a drag it is
To see you

Copyright © 1965 by Warner Bros. Inc.; renewed 1993 by Special Rider Music

domingo, 13 de junio de 2010

ME NIEGO

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Ceremony of Driving Away the 72 Malignant Spirits, Canton, China, circa 1886, Photographer unknown

(Ceremony of Driving Away the 72 Malignant Spirits, Canton, China, circa 1886, Photographer unknown)

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ME NIEGO a ir comentando online lo que va sucediendo alive en el panorama político cubano, tanto dentro como fuera, porque es muy difícil ser verdaderamente objetivo y lo que yo considero verdad no suele complacer a muchos que acomodan mentalmente las maniobras por la supervivencia disfrazadas de disidencia “civilizada” y políticamente correcta a no entiendo qué imagen que quieren dar al exterior y en el exterior.  En realidad se me hace muy difícil congeniar y compartir espacios comunes con mis compatriotas porque termino con deseos de pasar con un bulldozer por encima de ellos.  No los entiendo, o quizás deba decir mejor que NO QUIERO ENTENDERLOS porque sería pensar demasiadas cosas sucias de la mayoría de ellos.

Simplemente hay que partir del hecho de que cuando mediáticamente, según los cánones del comportamiento de la izquierda imperante y que se da por hecho que coincide con el concepto de lo civilizado, hablan de más libertad, quiero creer que la mayor parte de ellos (como yo) no nos estamos refiriendo a “más” dentro del orden establecido a la fuerza durante medio siglo en Cuba, y cuando dicen “cambio” no se refieren a una mejora de las condiciones ni más oxígeno ni turistas americanos ni latas de cóctel de frutas DelMonte (que según lo leído del marido de YS y otros, parece ser que los únicos turistas que valen de verdad, lo cual es un menosprecio a los cientos de miles de turistas de otras nacionalidades que yo, en su caso, anularía inmediatamente cualquier reserva concertada).  SE ESTÁ HABLANDO DE QUE TERMINE EL COMUNISMO, el maldito comunismo cubano de los Castro y de toda esa sociedad enferma, y nadie tiene cojones de decirlo así, claramente, porque saben que los anulan, no solamente para la remota y patética posibilidad de ser llamados a un “debate” televiso, sino porque inmediatamente te acusan de ultra. (Leer el post “Atrapados en la semántica”) Según toda esa marea que se reúne en fundaciones y asambleas, yo soy un ultra, y yo digo asimismo que a mi generación (los nacidos alrededor del 50) nos importó un pito –y un pito bien grande— la invasión de Girón y los héroes de la brigada 2500nosécuántos (lo siento, patriotas) y que nos alegramos mucho cuando los cambiaron por compotas y alimentos (que el pueblo llano nunca vimos, solamente la elite de gobernantes y acólitos entre la que fue repartida la transacción) porque años después terminamos agotando en las farmacias la dexedrina compuesta con la que nos colocábamos. ¿Eso es ser ultra?  Yo jamás hablo de Martí, precisamente por lo mucho que lo respeto.  Pero yo jamás enarbolo la figura manoseada de Martí y la bandera cubana porque tengo también fobia de ellos por la saturación de la que hizo uso y abuso la Revolución, ni siquiera ensalzo al último de los muertos porque no me da la gana, porque este señor antes de convertirse en “disidente” y dejarse morir de hambre, pertenecía a las brigadas de acción rápida que dan bateos y actos de repudio, y con ese pasado no se puede.  Como judío de Auchwitz, suponiendo, ¿qué me compensa a mí que un día antes de terminar la guerra Himmler se retracte de su trayectoria?  No, NOOOO, la gente se mete en cualquier cosa –siempre con una justificación, claro— y luego quiere que los demás se olviden de su pasado.  Pues yo no olvido.

De las pocas cosas que sé es que soy un buen poeta, no soy un genio pero soy mejor que la media.  ¿Cómo tengo que “comerme” que una persona cuyo nombre no quiero mencionar porque me aprecia y yo le aprecio, se le escape públicamente delante de mí, que al “pobre” Antonio José Ponte no le quedó más remedio que caer en (Des)Encuentro porque qué iba a hacer… cuando después he leído escrito por el mismo AJP que Jesús Díaz le llamó a Cuba desde la creación de la revista para que se integrara al staff de tan prestigiosa maniobra de neutralización del exilio y la intelectualidad.  Pues ya, se acabó la amistad con este señor que apreciaba; me ha costado tiempo y trabajo pero en la vida hay que hacer decisiones.  Porque yo no olvido.

Tanto a este escritor de marras como a Raúl Rivero les he dicho públicamente, en presencia de Pío Serrano y de no sé cuántos asistentes a una conferencia, que ya estaba bien que los que habían representado a la UNEAC, organización tan representativa del horror como el PCC, siguieran a costa de eso representando la intelectualidad cubana.  Más bien es la oficialidad cubana.  Si vivieron a costa de la Revolución ¿no les basta con eso?: no, quieren seguir viviendo a costa de la Contrarrevolución, a la que no tienen cojones de llamar por su nombre sino por el eufemismo de “disidencia pacífica”.  Disidencia pacífica, y una pinga.  A seguir en el candelero y en el candelabro y a sacar partido de lamer el culo de otros partidos y recibir honores y cargos que están muy lejos de merecerse.  Todo, TODO, es una vergüenza.  Y además se atreven a hablar de “exilio” cuando no tienen ni idea de los huevos que hay que tener para llegar a otro país con una mano delante y la otra detrás. Pues yo no me olvido de eso.

Carlos Victoria saltó a la luz porque dio la mágica casualidad de que Liliane Hasson leyó su relato “Halloween” dedicado a Queta Pando, mi amigo del alma, que en vida en Camagüey no era tan-tan bien recibido por ellos; lo tradujo y logró que lo publicaran en Le Monde.  Si no, no hubiera llegado a ninguna parte.  Y de cualquier forma, ¿adónde llegó?  A que se haya escrito una cantidad de mierda intelectualoide y pretendidamente profunda y llena de asociaciones interpretativas cubanas sobre lo que escribió; a estar a punto de ser el tercero en la Santísima Trinidad de las Suicidas que preside Reinaldo Arenas y por suerte haber sido un poco olvidado (es mejor ser olvidado que mal recordado).  Y hay muchas cosas que me han avergonzado en el comportamiento posterior de Carlos Victoria con respecto a Jesús Díaz y Encuentro, y su compañero de universidad Abel Prieto, textos verdaderamente lamentables, que nos llevaron a un distanciamiento de años, sólo salvado por la presencia de la muerte para hablar de las cosas reales que no podía hablar con las locas cursis que pululaban alrededor del próximo cadáver dejando un rastro de e-mails que casi parecían una novela y que se creen que la vida es una rima culterana.  Nunca entendí cómo y por qué y para qué arriesgó su vida y la de su madre loca en una camaronero que cruzaba el Estrecho de La Florida para caer en brazos de esa mafia.  Como tampoco jamás lo he podido entender de una amiga que perdí por la misma razón.  Y es que, desgraciadamente, yo no olvido. No puedo olvidar.  Como me dijo una vez Rafael Zequeira, “mi desgracia es mi memoria”.

Por eso me niego a seguir en vivo y en directo el lamentable contoneo de la serpiente del oportunismo arrastrándose por todas partes.

© 2010 David Lago González

(Este texto ha sido escrito directamente al blog.  Perdonadme cualquiera inconsistencia.)

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miércoles, 24 de febrero de 2010

Me lo dijo Adela

Adela, la del cha-cha-chá, la nacional Adela, la internacional Adela, me dijo hace unos días que la madre de crianza (su tía política Roselia) de Carlos Victoria (Olivera), que reside en el Reparto Jayamá, de Camagüey (que originalmente fue una especie de barrio de campesinos emigrados a la ciudad bajo la sombra pentecostal norteamericana), está cobrando o ha cobrado ya el seguro que su sobrino Carlos le dejó a su nombre al fallecer, y que la india zapinga y zacateca y metalecalacalaca, con la que cometió el error de casarse en pago a que la angelical centroamericana cuidaba de su madre en los últimos momentos (y seguramente despreciaba con todas sus fuerzas oscuras, ancestrales y profundas de raza trasquilada que traslada su odio al resto de la humanidad), intentó impugnar para, además, de la nacionalidad norteamericana, la posible pensión de viudedad y la miseria de la librería de Carlos subastada en un patético garage-sale, auxiliada por Daniel Fernández (t.c.c. Truca Pérez), quedarse con el dinero que Carlos había destinado a quien lo crió, persona verdaderamente especial y angelical que sufrió por él todo el sufrimiento y cariño impagable de una madre.

ME ALEGRO infinitamente que a la india zapinga se le haya torcido su aviesa intención.

David Lago

lunes, 25 de mayo de 2009

Revelación onírica

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Tunnel

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Anoche soñé con Carlos Victoria. La primera vez desde que murió. El sueño --que no llegaba a la categoría de pesadilla, sino solamente de sueño lúgubre (como correspondería ciertamente al personaje)-- también incluía la primicia de escuchar la voz de Oscar León, fallecido el mes pasado; la alucinación auditiva sucedía cuando yo contaba a Carlos la muerte de Oscar y le decía que cuando pensaba en alguna frase exacta que había dicho él, oía su voz en mi oído, y, al decir esto, de inmediato y nítidamente escuchaba en mi oreja izquierda la cantarina melodía de sus obsesiones. Los sueños tienen esos apartados dentro de sí mismos, en los que uno se desprende del cuerpo y se observa, incluso se toma como un sub-tema que se desarrolla por otra vertiente, y luego vuelve a unirse al cuerpo principal, como vagones que se apartan en ramales diferentes y después continúan camino todos juntos. Antes, los trenes en Galicia funcionaban así: yo siempre tuve miedo de quedarme en un ramal muerto.

Pero en este sueño yo llegaba a unas oficinas que estaban en el subsuelo de alguna parte que yo creo que era España, y allí tenía que hablar con un señor mayor, bastante lúgubre también, que iba a ser mi jefe. No está muy claro que yo fuera a suceder a Carlos Victoria en la labor que hiciera, pero lo cierto es que así lo parecía pues Carlos estaba todo el tiempo en plan de despedirse. Hasta me anotó finalmente el número de teléfono para que le llamara después...

Habían otros personajes pululando alrededor y de pronto yo me vi hablando con Felipe Lázaro, que me explicaba cómo tenía que regar una especie de trozos aislados de tierra que funcionaban como jardines y también como huertos. A mí lo del jardín me pareció civilizado, pero en cuanto a lo de regar el huerto, mientras él hablaba, yo pensaba "ni muerto me pongo yo a regar el huerto".

Pero lo que más me impresionó es que Carlos y yo nos pusimos a hablar de la madre de Wendy Guerra. Y yo le preguntaba que, si ella decía que era hippy, pues lo lógico era que pudiéramos haberla conocido. Sonriendo levemente, él me dijo que era una de las tantas muchachas del Campamento... y yo pensé gráficamente en una chica que aparecía en una de las fotos que estaban en mi casa. Y él seguía sonriendo levemente..., lo cual empezó a intrigarme y... Entonces me dijo: "Yo soy el hombre". Yo me quedé un poco atónito, pensando qué querría decir con aquella sentencia enigmática. Y él seguía sonriendo levemente. Yo me contagié con la sonrisa, y en ese momento en que yo le iba a preguntar, él agregó: "yo soy el padre". "Imagínate, David Lago, yo soy el padre de Wendy Guerra." Como diciéndome "yo, que no tuve padre, también hice lo mismo" pues se suponía, en el sueño, que Wendy Guerra no sabía quién había sido su padre (al revés de cómo sucede en El Relicario).

Y desperté.

-o-

Fuera del sueño y aquí en la realidad, esta mañana me llamó Felipe Lázaro, cosa que prácticamente no hace nunca.

miércoles, 29 de abril de 2009

David Lago González - Puente en la Oscuridad, de Carlos Victoria (resención)

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PUENTE EN LA OSCURIDAD

Carlos Victoria

Premio Letras de Oro 1993. Universidad de Miami, 1994

Novela corta, fácil de leer. Su trama envuelve desde el primer momento, y manteniendo una considerable carga de suspense va incitando a internarse en un laberinto que cada vez va dejando más atrás la realidad hasta alcanzar un punto en el que se mezcla lo humano y lo espiritual, no en una espiral de confusión, sino en el desarrollo de una complejidad que escapa y sobrepasa los hechos meramente objetivos.

Natán Velázquez, el protagonista, es un cubano más de los muchos que viven en Miami. Un día recibe la sorpresa de saber que comparte la ciudad con un medio hermano al que le encomiendan encontrar. Pero Natán Velázquez es un personaje que realmente vive por inercia, que más que vivir "sobrevive", no en términos económicos sino en los que se refieren a su propia existencia, como si sus experiencias anteriores le hubieran dejado sin la debida fuerza para ser verdaderamente humano deviniendo en algo que intenta serlo o en una simple sombra que en la lejanía se ve cruzar un puente hacia alguna parte. La parte inicial de la novela, más anclada en los hechos, maneja un distanciamiento, una sequedad, un laconismo que recuerda un tanto a los grandes de la novela negra norteamericana. El protagonista empieza sus pesquisas en busca de ese hermano perdido al que algunos quieren recuperar, búsqueda a la que se suma sin ser capaz de precisarse a sí mismo si verdaderamente comparte ese interés y si al fin y al cabo resultaría edificante dar con otra parte de él que le descubra historias desconocidas que puedan contribuir a su fracaso como ser humano. Como muchos personajes de Hemingway, es un ser que ha aprendido a respirar más allá de la muerte y que al mismo tiempo carece del valor de dejar la vida o de retomarla con nuevos bríos. La investigación resulta para él una carga añadida a su ya cansada existencia, y, al adentrarse cada vez más en ella, la realidad va escurriéndose hacia una irrealidad que no llega a cuajar del todo como tal, llevada ex profeso hacia un campo nebuloso en que empieza a mezclarse con lo espiritual y lo metafísico. A mitad de la novela, un caprichoso giro de los ¿acontecimientos? hace que el protagonista atraviese por una especie de ritual de hechicería que es descrito magistralmente, en perfecta mezcla inseparable de credulidad, incredulidad, asombro y confusión. El personaje buscado se torna más oscuro, más escurridizo, más contradictorios los datos que dificultosamente se van recopilando sobre él, y al mismo tiempo se hace más humano, se le ve, no se le ve, se le cree distinguir del otro lado de Miami Lakes, pero nunca se deja tocar, nunca se deja encontrar, como si no fuera más que otra sombra que el espejo reflejo a la par de la del protagonista y ambas pugnaran por unirse y rechazar a la par esa unión, ese encuentro, ese simple hallazgo que posiblemente ya nada aporte a sus vidas, en plural, si es que ciertamente ese hermano existe en forma de cuerpo y no de desdoblamiento, de deseo, o quizás de rechazo.

¿Logran distinguirse realmente cruzando ese puente en el que se dispersan y se funden a otras sombras? Muertos que sobreviven como pueden en una ciudad que juega a estar viva.

© 1994 David Lago González

(Publicado en Prensa del Caribe, Año 1, nº 4, octubre-noviembre 1997)

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domingo, 19 de abril de 2009

CARLOS VICTORIA - Canción

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Para cruzar el arroyo, ay mi madre,

Tú no mueves la tiniebla,

Pero si miras al pozo, ay mi madre,

Te vas a quedar en ella.

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La noche quiebra tu casa, ay mi madre,

Y las estrellas tu sueño,

Y si me muero en la sala, ay mi madre,

Hay un niño en el espejo.

.

La novia que yo tenía, ay mi madre,

Se me volvió una paloma,

Y la esperanza y la risa, ay mi madre,

No me conocen la boca.

.

Si el camino está mojado, ay mi madre,

Los recuerdos no se pierden,

Pero si llueve en el patio, ay mi madre,

Tú verás cómo no vuelven.

.

En el jardín se oyen voces, ay mi madre,

Pero no hay quién las responda,

Y en el cielo hay dos colores, ay mi madre,

Pero no hay quién los conozca.

.

Por el mar se fue mi barco, ay mi madre,

Y no viajaré ya nunca,

Están pasando los años, ay mi madre,

Y no encuentro al que me busca.

.

Cierra los ojos el ángel, ay mi madre,

Y la tierra está vacía,

Pero si los labios abre, ay mi madre,

Qué solitaria es la vida.

.

(Enero 1970)

© Carlos Victoria Olivera 1970

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viernes, 10 de abril de 2009

CARLOS VICTORIA - Seis poemas para mi madre loca en Camagüey (1969)

.

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.

I

El invierno vino sólo por ti,

mujer que cruzaste desde la vieja

escuela

hasta la muerte de tus padres,

y tus hermanos y primos se casaron

y procrearon

como Dios manda en

El Libro.

Nada de viernes ni fiestas ocultas,

sólo el invierno fue

en tu corazón.

El azar despoblando

tus hermosos labios

me vuelve a recordar

la niña que dejaste,

abandonada y fría

en un pozo de Marzo,

y el invierno la olvida

y la dibuja

contra toda ceniza de ti misma.

.

Niña y madre,

el reposo tardío busca

en vano

tu cuerpo en otro cuerpo.

Tus muñecas, las pálidas y sucias,

juegan a perecer

en el frío y la tristeza.

Y tú eres la novia de mis tardes,

siempre adiós, no me olvides,

y hacia inviernos más tuyos,

donde nadie te besará jamás

los ojos y los labios

solos.

.

.

II

Solías decir:

“el jardín es un cielo inviolable,

y los ángeles flores”.

Tu pañuelo a capricho se ocultaba

en el verde,

y tu madre, llena de ingenuidad,

creía en las flores.

La tierra del jardín

fue una sombra de muerte

hasta el día de tus lágrimas.

Y años más tarde llegaron

los claveles, rosas de dedos rojos,

amapolas contritas,

girasoles con cabeza llorosa,

lirios temblando,

todos te conocieron.

Y tú empolvabas rostros dentro

de cada flor,

la cara de mi padre,

la de tus dos abuelos cuando fuiste pequeña,

las de tus más queridos novios,

viajeros de muy lejos, fatigados,

y en los ojos una tibia nostalgia.

.

“El jardín ya se puebla

de flores...”

y tú estabas llorando, laboriosa,

en medio de recuerdos y de ángeles.

.

.

III

¡Qué isla desierta la locura,

la paz de manos grises,

la añoranza!

La tarde en que mi madre

tuvo el único hijo,

todas las calles se le volvieron muerte.

Cabezas de tiniebla

y animales sin labios

merodeaban la cuna de sus noches.

Y sus pechos estaban helados.

las salamandras llenaban

las paredes,

aunque nunca mostraban los ojos.

Y mi madre, que soñaba

con un dios en la puerta,

sentía a los muertos acercarse.

De rezos y de amor

me abrigaba en su blusa.

Y los muertos entraban

sólo a tocar

su sombra,

junto a la mecedora gris

donde ella cada noche me

arrullaba. Y había voces y llaves más reales.

Los dos éramos eco de otra eternidad.

.

.

IV

Fue amargo

el ángel en tu cuerpo

dentro de los muros altos y habitados

que conociste.

El aire puebla allí

los meses dolorosos,

las cabezas enfermas de muerte

y vida,

la eternidad de nunca.

El niño que yo fui

te visitó tres domingos

en un largo año,

quieto y torpe como un pájaro herido.

Y hay un parque con árboles

y una nueva imagen

de la muerte

en aquel frío espacio.

Allí una mujer intentó besarte,

y otra te arrojó piedras

desde su desgracia.

Yo lloré sobre mi pubertad caída

todo el tiempo.

Un asilo más alto que un reino

vendría a ser el resumen,

una foto de angustia

o miseria

a tus veintiséis años.

Y la memoria posee esos dedos

en el rostro

de una mujer vivida,

con los ojos llenos de ceniza,

de un puñado de lágrimas,

una mujer tan dueña

del poema

como de sus dementes ojos.

.

.

V

Los días,

presurosos en la blanca cabeza

de las nubes,

no vuelven a traer el hilo de alegría

que supieron dar en otros tiempos.

Tu rostro amarillea

el espejo del primer cuarto,

donde Dios y su fiel enemigo

luchan por poseerte cada noche.

Mientras los ojos y las manos,

mi madre,

te envejecen inolvidablemente.

Ahora todos se fueron,

te olvidaron,

y dejaron postales y nostalgias

en lugar del olvido.

Tu locura los espantó a todos,

y te quedaste con la Biblia

y la más primitiva soledad.

Camagüey ya no espera

tocar tu adolescencia,

sólo la cartera y el vestido blanco

de la justa mitad de tu vida.

Y los sueños todavía te despiertan,

aunque ya demasiado

oscuros

para ser sueños.

Sin embargo,

las calles que conoces,

los árboles del patio, las tristezas,

todo trata de imaginar acuerdos

para así parecerse a

tu infancia.

.

.

VI

Ah mi madre,

cuando el dolor sea sólo una estatua de huesos,

un tibio y dulce polvo,

cómo voy a recordarte entonces.

Todos los manicomios del mundo

serán mi última casa, mi guarida,

porque el hogar se nos habrá quebrado

en dulces terrones y lluvia.

Y los poemas de la carne y los ojos

serán un breve sueño

desterrado.

Para el portal tendré los balances

y las persianas rotas,

y el ángel te mirará soñando.

Las faldas y los peines

de cuando eras muchacha

serán los enemigos de tu viaje.

Ah, qué cristal agudo,

qué memorias,

los nuevos niños habrán desconocido.

Cerradas con aldabas de oro y sombra

para toda la vida.

Cómo será la huida de tu boca,

de tus años y de tus visiones,

en mi propia estancia.

Colocar el mantel, las cucharillas,

la fuente junto al pan,

los platos blancos,

sentarme en la mesa frente a tu nostalgia,

y ya nunca más estarás conmigo.

.

(Agosto 1969)

© Carlos Victoria Olivera 1969

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