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martes, 7 de junio de 2011

LOS TOSTONES DE LA REINA

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EL CUBANO QUE LE HACE LOS TOSTONES A LA REINA ISABEL DE INGLATERRA

La familia real británica es adicta a los manjares de la cocina cubana gracias a su cocinero pinareño Elio Gutiérrez, quien en una entrevista exclusiva para Olé nos reveló los secretos de la vida cotidiana en el Palacio de Buckingham.

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Elio Gutiérrez, master chef de la familia real

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El mundo entero presenció a través de satélites e Internet la preciosa y emocionante boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton.  Lo que muy pocos conocen es que tanto el Príncipe, como su abuela, la Reina Isabel y el resto de la familia real son grandes degustadores de la gastronomía cubana, la cual forma parte del menú semanal del Palacio de Buckingham.  A continuación ofrecemos una entrevista exclusiva con Elio Gutiérrez, el cocinero cubano que logró aplatanar a la familia real.

Olé:  ¡Hola Elio!  Cuéntanos como un cubano logró llegar al Palacio de Buckingham y convertirse en el chef favorito de la Reina Isabel.

Elio:  Bueno, la historia es larga.  Espero que tus lectores tengan tiempo.  Yo nací en 1975 en Pilotos, que es un pueblecito de Pinar del Río tan pequeñito que allí todo el mundo se conoce.  Es como una gran familia, pero ofrece pocas oportunidades, y dentro del comunismo aún menos.   Tengo un hermano gemelo llamado Delio.  Cuando teníamos tres años mis padres después de mucho sacrificio lograron una permuta para Consolación del Sur, que queda cerca de Pilotos pero que es un pueblo mucho más grande y donde existían más posibilidades de superación.   Allí mi padre encontró trabajo como carpintero y pudimos lograr reparar nuestra casita.  Pero en 1980, como sabes, surgió lo de la Embajada del Perú y mi padre decidió que esa era la oportunidad perfecta para salir de aquel infierno.  Nos pusimos nuestros mejores trapitos y nos lanzamos hacia El Mariel en guagua, carretones, camiones y hasta a pie.  La cuestión era llegar.  Estuvimos 5 días en El Mariel hasta que nos montaron en un bote que se llamaba El Cuñataí y en unas horas ya estábamos en Cayo Hueso.

Olé:  Debe de haber sido algo espantoso para un niño de cinco añitos.

Elio:  Todo lo contrario.  Mi hermano Delio y yo lo disfrutamos enormemente.  Era todo como una gran aventura.  Había tanta gente y de esa gente emanaba una energía y una euforia tan grande que era totalmente contagiosa.  Estábamos todos como en un trance, como viviendo un sueño del cual no queríamos despertar.  Luego, la realidad en Miami fue muy dura.  Empezar de cero.  Sin nada.  Mi padre encontró trabajo en McDonald’s, que fue su primer empleo.  Y mi madre encontró trabajo en La Tijera que era una tienda muy popular en Miami en aquel entonces, pero que ya no existe.  Pero mi padre es ebanista fino y su sueño siempre fue montar su propio negocio.  Con mucho esfuerzo lo consiguió y hoy es dueño y CEO de Gutiérrez Baby Cribs, Inc. que es una empresa que se dedica a tallar a mano cunas de maderas preciosas para bebitos de personas pudientes.  Mi padre recibe pedidos de todos los Estados Unidos, de Australia y también de Europa.  Ni te digo el precio de cada cunita  porque no me lo vas a creer, pero de veras que lo valen, porque más que cunas son obras de arte.  Entre sus clientes se encuentran figuras de Hollywood como Angelina Jolie para quien mi padre ha confeccionado las cunas y camitas de todos sus hijos  tanto propios como adoptados.  Esas las hace mi padre personalmente, no sus empleados.

Olé:  ¿Y cómo es que eliges la carrera de chef?

Elio:  Bueno, a mí lo que más me llamo la atención al llegar a Estados Unidos fue la comida.  La gran variedad de comida que existía en Miami.  Y las frutas, sobretodo las frutas.  Yo jamás había visto una manzana o una pera en Pilotos ni en Consolación, y mucho menos algo tan raro y exótico para mí como un higo o un dátil.  Ver tantas frutas, vegetales y platos hasta entonces desconocidos para mí me hizo sentir un gran aprecio e interés por la gastronomía.  Después que terminé mi high school en Miami, me fui a Boston donde estudié dos años en la Cordon Bleu East y ahí conocí a una chica nacida en la Argentina de padres ingleses llamada Martita Hunter, quien es hoy mi esposa y la madre de mis hijos.  Cuando terminamos nuestros estudios en Cordon Bleu East nos vinimos a Londres donde me matriculé en The Royal Academy of Culinary Arts.  Ahí me hice Master Chef.

Olé:  ¿Y como logras entrar en el Palacio de Buckingham?

Elio:  Eso me costó mucho tiempo y trabajo, pues la familia real exige los mejores cocineros del mundo.  Yo era el chef de un restaurant londinense que se llamaba Great Expectations, como la novela, y un día fue a comer allí el Duke de Rutherford-Leigh. Los dueños de Great Expectations eran dos ingleses que habían viajado por todo el mundo y eran grandes conocedores de la gastronomía de
varios países.  Habían visitado La Habana en muchas ocasiones y me pidieron que incorporara al menú del restaurant algunos platos típicos cubanos.  El menú de Great Expectations era muy variado y contenía platos de todas partes del planeta.  El Duque de Rutherford-Leigh pidió ropa vieja, congrí y yuca frita.  Plato que para nosotros
es el pan nuestro de cada día, pero que para él resultaba algo nuevo, exótico y delicioso. Le gustó tanto la ropa vieja al Duke de Rutherford-Leigh que pidió conocerme y siguió viniendo asiduamente al restaurant a probar otros platos cubanos.  Como la ropa vieja con congrí y yuca frita era el único plato cubano en el menú de Great Expectations el Duke llamaba con una semana de anticipación, pedía hablar conmigo personalmente y ahí coordinábamos un menú
especial para él y sus invitados.  Así pasó más de un año hasta que un día recibí una llamada del Duque diciéndome que había una plaza disponible en el palacio para un master chef y que él me había recomendado.  Me presenté en Buckingham y me pidieron que elaborara un menú típico cubano, lo cual era imposible pues no existe en Londres manera de conseguir los ingredientes.  Les expliqué que habría que pedirlos a Miami y se demoraría una semana.  Ya mi hermano Delio a través de su compañía de importación-exportación se encargaba de abastecer a Great Expectations de yuca y frijoles negros.  Le pedí a él una lista enorme de ingredientes y le elaboré a la familia real una soirée cubana. 
Quedaron encantados y fui contratado inmediatamente.

Olé:  ¿Y que platos cubanos come la realeza británica?

Elio:  Bueno, todos tienen gustos diversos.  Por ejemplo, a la reina le encantan los tostones de fongo rellenos de camarones al ajillo y la sopa de malanga.  A su esposo, Prince Philip lo que le priva son las frituritas de seso.  Charles es adicto a los platanitos tentación y al congrí con chicharrones.  Camila al arroz con pollo.  Los príncipes,
tanto Harry como William, son bien dulceros.  Para ellos elaboro boniatillo y buñuelos pinareños que llevan un toquecito especial de nuez moscada con canela fina de la India.  Por lo general una vez cada dos semanas confecciono un menú totalmente cubano. Los demás días el menú varía y puede ser algo típicamente inglés, o francés, o vietnamita.  No olvides que yo cocino de todo pues por algo soy master chef.  Además, en palacio hay otros 25 master chefs que trabajan full-time para la familia real y cada uno de ellos tiene sus propias especialidades.  El menú es increíblemente variado y sofisticado con platos de todo el planeta.  Los ingredientes llegan a través de British Airways o Virgin Atlantic de países tan diferentes como Corea o Senegal.  Los ingredientes para las comidas cubanas me los envía mi hermano directamente a palacio desde Miami todos los Martes en el primer vuelo de British Airways y son siempre frescos y de óptima calidad.  El tiene un contrato directo con Buckingham Palace, o sea que no sólo trabajo yo para la familia real, sino que mi hermano también, aunque lo hace desde Miami.

Olé:  Tal parece como que has encontrado tu propio paraíso terrenal.  ¿No tiene gajes el oficio?

Elio:  Sí, muchos.  El principal es que tengo que vivir en palacio mientras mi esposa e hijos viven en las afueras de Londres.  Buckingham tiene 188 habitaciones donde vivimos la mayor parte del staff, los de la cocina y los que se encargan de otros quehaceres en el palacio.  Yo trabajo tres semanas consecutivas y tengo una semana al mes libre para estar con mi esposa y mis hijas Blanquita y Maruja.  Para serte sincero, esa es mi única queja, que no puedo dedicarle más tiempo a mis hijas.  Pero lo cierto es que vivo en un
mundo de palacios y esplendores.  Es como una fantasía que vivo ilusionado como si fuera un cuento de hadas.  Una fabulosa fantasía de un mundo maravilloso.  He conocido a las personas más famosas de nuestro tiempo desde Elton John hasta el presidente Obama y te puedo decir que a la gran la mayoría le encanta la cocina cubana,
de lo cual estoy muy orgulloso porque sobre todas las cosas, soy cubano.  Me veo como el embajador de nuestra cultura en Inglaterra y me siento muy orgulloso de haber nacido en la tierra más bella que ojos humanos vieron.  Que un Marielito de Pilotos le haya enseñado a la realeza británica a disfrutar de un buen ajiaco y de una buena sopa de pichón tiene su cosa, ¿no?  Yo creo que los tostones de fongo rellenos con camarones al ajillo hasta le han abierto a la reina el apetito.

(Tomado de OLÉ)

lunes, 6 de septiembre de 2010

Más se perdió en Cuba

Los que supongan que ese dicho lo inventó un cubano, están muy equivocados.  Es un dicho netamente español y la pérdida se refiere a la Joya de La Corona (ya sabía yo que por algo me gustaban tanto los diamantes…) y se remonta a ese tiempo, cuando la metrópoli perdió la colonia (gracias a Dios y a los americanos).

Ahora lo traigo a colación porque, efectivamente, no sólo el imperialismo español perdió en Cuba, sino muchos otros también.  Muestro constancia gráfica.

Muestro recibo del “depósito” del dinero que presentó mi padre al cambio cuando de un día para otro instauraron la nueva moneda en Cuba, que sustituía al valedero equiparado entonces al dólar estadounidense.  Como sólo permitían cambiar fuera de cuenta, 200 pesos, ese otro resto (más de quince mil) mi padre lo entregó porque, recuerden, quedarse con billetes de la etapa pre-revolucionario era una sentencia segura de muerte al paredón (igualmente si descubrían dólares).  Por el miedo y el no saber qué hacer ni cómo reaccionar ante tanta “romántica” revolución (Antonio Elorza dixit), mi padre perdió cantidades que yo verdaderamente ignoro.

El suelo de la última habitación de casa está lleno de aquellos frascos enormes de vidrio que existían en las “bodegas” cubanas.  También había en un zulo que hizo en el trastero (o “cuarto de desahogo”), pero en los 70, un día mi padre llamó a mi madre y dijo: “dile al muchacho que venga acá”.  El muchacho fue pa’llá y se encontró con aquello.  Entonces lo sacamos y después él lo quemó en el patio.

Así que cualquier día ocurrirá como cuando yo estaba becado en los chalets de Siboney (antes y ahora, Biltmore), que cuando iban a hacer alguna obra (totalmente innecesaria por demás) encontraban sacas de dólares y joyas.  Entonces llamaban a la policía, y obreros y estudiantes éramos desalojados del lugar.

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Con aquella cantidad que permitían cambiar fuera de cuenta (y que eran, repito, sólo 200 pesos), también perdió no sé cuánto porque a mucha gente conocida que le daba para que le hicieran el favor de cambiarlo en ventanilla, se quedó con el cambio.  Entre estos está su ahijado y queridísimo sobrino José Lago Patiño, que desde los años 60 vive en Miami y que para acelerar su salida de Camagüey, dejó a su padre en la calle y entregó el “precioso” duplex en el que vivían en el Reparto Boves  (pero ésta es otra historia, que antes de morirme contaré.)

DLG 

 

martes, 27 de julio de 2010

“La Perla del Caribe” o el colmo de un anti-típico/tópico/folclórico

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needless noise

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Las cosas se me han puesto malas en Wooster. Hace un rato justamente conversaba con el dueño sobre el placer de hacer lo que yo hago: leerme el periódico mientras desayuno, lo cual proyecta una cierta imagen del hombre que tiene su vida resuelta. La realidad no es tan así, pero sí estoy totalmente de acuerdo en el placer inmenso, impagable (que en mi caso debo a distintas enfermedades), que me produce ese ejercicio matutino diario.

Pero resulta que hay crisis y que toda persona con un negocio quiere ganar dinero a cómo sea. Yo me siento en un rinconcito, a la entrada del establecimiento, donde sólo hay espacio para dos mesas antiguas pequeñas, y estoy mucho más alejado y protegido de los odiosos y letales humos tabacaleros y remarcadamente apestosos tales como los Ducados y el hashís (no estamos en Amsterdam, pero da lo mismo). Y como hay crisis, el dueño ha instalado allí dos máquinas de jugar, de ésas que sobre todo a los chinos arrebata.

Pero no son simples y comunes máquinas de juego. No, no, no. En mi caso tenía que haber un “añadido”, un plus, un extra, un bonus.

El plus consiste en que una de las máquinas se llama “La perla del Caribe”, y han querido hacerla tan perfecta que la voz grabada que saluda y anuncia los premios o cuando pierde, etc., tiene acento cubano. Pero acento cubano del profundo estandarizado, ese cheo habanero que ya se ha extendido a todo el archipiélago –me cuentan— y que hace que uno no entienda lo que los últimos llegados dicen porque no conocen algo tan básico como la vocalización y todo se institucionalizó con el acere, monina, hermano y broder (lo primero que el inmigrante común imita es lo peor de cada sociedad), de modo que estoy tomándome mi café con leche y leyendo cualquier noticia y de pronto escucho: “¡te la llevaste, acere! ¡qué sue’te!”, o “mete otra monedita, broder”.

Sé que eso sólo me puede pasar a mí. Es un castigo divino. O un castigo de Fidel, que también es algo divino, pero en sentido contrario.  La materialización del dicho español de “si no quieres caldo, te darán tres tazas”. Una completa batea de líquido lingüístico de los mangles recibo a veces y tengo que levantarme e irme, o refugiarme en la última de las mesas y aguantar las pestes de los fumadores, o lanzarme a la terraza donde la gente fuma igual y es más caro. No sé cuándo mi querida amiga Trini va a hacer efectiva la ley anti-tabaco (lo único bueno de la legislatura socialista), a pesar de que diariamente le paso un mensaje a su despacho.

Y ahora, esto: una máquina que habla como el tío de la esquina que dejé hace 30 años y que se ha multiplicado geométricamente, haciéndonos pasar por la vergüenza de que todo el mundo piense que los cubanos hablamos así (además de todas las otras etiquetas). Todavía no he coincidido con ningún jugador que se lleve el premio mayor. Supongo que entre el tintineo de las monedas cayendo en la bandeja, se escuchará la voz de Celia Cruz gritando “¡Asssssúca!”

 

© 2010 David Lago González

miércoles, 21 de julio de 2010

Es curioso

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The Emperor, by Mr. BORIS ORLOV.© Boris Orlov, The Emperor 

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Es curioso. Leyendo la prensa o viéndole hablar por televisión, da la sensación de que Miguel Ángel Moratinos se expresa sobre Cuba con más propiedad y seguridad de posesión que la que pueda dar Raúl Castro. ¿Sabrán las autoridades cubanas lo que representa el verbo “ningunear”, conjugado en España con suma frecuencia y hasta con un cierto deleite? No es la Cuba oficial la que se burla de la España gobernada: ¡es al revés! Debería darles vergüenza; no al Reino de España sino a la Cuba Comunista por doblegarse así a los patéticos maravedíes de los lobbies Meliá y el mafioso multimillonario Alierta y sus teléfonos, que si te pasas media hora por encima del día límite de pago lo crucifica a uno con una multa de 25 euros + iva. ¿Dónde están el arrojo, la fuerza, los cojones revolucionarios?

¡Qué vergüenza, Señor! ¡Hasta los comunistas cubanos ya no son lo que eran!

¡España, aparta de mí este cáliz!

DLG

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lunes, 21 de junio de 2010

Vergonha, vergonha

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Hace un rato estaba mirando un programa que se llama “Saber y Ganar”, de esos de preguntas y respuestas que me es, en fin, entretenido.

A un concursante le explican que existe una lengua que se llama “chabacano” y es una derivación del español.  La pregunta consistía en contestar dónde, en qué país, se hablaba esa lengua.  Y el concursante, sin dudarlo ni un segundo, dice:

CUBA

(me morí, menos mal que estaba solo y acostado).

Pero no, es un dialecto entre tagalo y español y se habla en no sé qué zona de Filipinas.

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