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viernes, 15 de julio de 2011

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS en cuanto al arte o la bajeza de comentar (O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

EN CUANTO AL ARTE O LA BAJEZA DE COMENTAR

(O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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El Penthouse de Heriberto” lo concebí pensando en amigos valiosos que carecían de otra forma de que la gente supiera que otros estaban escribiendo cosas verdaderamente hermosas pero que las mismas estaban predestinadas a dormitar en el fondo de la gaveta de arriba o en la oscuridad tecnológica de los circuitos informáticos (más o menos, lo que ha pasado siempre a personas como nosotros, tan poco dadas a hacer lo oportunistamente correcto). Con el paso del tiempo, y debido a distintas razones, esto fue variando; y hoy es un lugar donde yo mismo escribo y expongo textos de opinión, reflexiones, memorias, asuntos personales, música, vídeos de música, y textos y poesía de otras personas, amigos, muy amigos y desconocidos, basta que me guste o que me interese aquello que dice. Es un reflejo de mi propio piso, en el que no logro poner nada en orden y a cada rato el desorden me ataca de forma violenta y entonces tengo que darme un respiro para desbrozar la maleza. Otras, simplemente, el follaje me traga como si fuera un dragón de hojarasca.

Pero a pesar de todo ese desorden que inevitablemente ya va conmigo dondequiera que me mueva, nunca ha dejado de existir un mínimo de preocupación por mantener un nivel de buen gusto y de concordancia con lo que yo pienso (desde siempre) y con la forma en que soy, tanto artística como políticamente. En este segundo aspecto la característica predominante se llama VERTICALIDAD. Comprendo las debilidades del ser humano, pero creo que todo tiene un precio, como también lo tiene esa misma verticalidad e independencia mía. Nunca me puse una chaqueta que tuviera que cambiarme. Por el contrario, con suma frecuencia y facilidad me he visto afectado por la impostación correspondiente que acompaña a cada chaqueta que otros muchos han usado y siguen alternándose entre ellos como si se tratara de un préstamo interminable.

Llámesele “síndrome de Estocolmo” o como se quiera, pero en gran parte debo agradecer al ostracismo y la anulación vivida social y políticamente bajo el comunismo cubano, el que nunca me haya visto expuesto ni tentado a escalar peldaños superiores. Siempre he tenido miedo de que me descubrieran. ¿Pero de que me descubrieran QUÉ? Que yo tenía vida propia, allá dentro, muy adentro, muy escondida, que en los arrebatos extremos de extroversión, se comunicaba por jeroglíficos. Pero si me expresaba de tal manera, entonces ¿qué quería decir aquel lenguaje de códigos? ¿Y por qué no podía manifestarme como el resto de las cuquitas koljosianas? ¿Por qué tenía que ser “especial” según ellos? Mi cuerpo se ha desarrollado dentro de un ceñido corsé de silencio, gestos y miradas veloces, que el otro –si había otro— debía aprehender en pleno vuelo, y luego, cuando estuviera lejos de las cuquitas koljosianas, volver a pensar en lo que había visto u oído, o en lo que le parecía haber entendido. No soy una persona normal, lo cual no me hace ni mejor ni peor, sino simplemente extraña, y esa extraña proyección se siguió manifestando aun a pesar de haber alcanzado otro margen de libertad. La libertad no cura las heridas ni los traumas ni las paranoias. Esa pudrición que nos dejó dentro la ideología y el totalitarismo se abren paso a través de los resquicios de luz y opacan su diafanidad: soy una persona enferma.

En mis escritos yo no suelo tratar magnificencias sublimes. No me interesa insultar, ni siquiera ridiculizar, a los dioses del Olimpo que han marcado esa enfermedad mía. Dudo de las causas nobles, de los aspavientos heroicos, de palabras altisonantes. Insisto una vez más que las ideas –acertadas o no- no las mueve el viento, sino el hombre. Y si de una idea aviesa se aprovecha un hombre para utilizar a su antojo, entonces vamos a tener unos cuantos afectados, o unos cuantos desafectos, o unos cuantos afectos. Además, ustedes no pueden valorar lo doloroso que es darse cuenta de que todos hablan en el mismo tono, utilizan los mismos modismos, se pasan los gestos y ademanes unos a otros como si fueran balones de rugby; y todos están contagiados de una pobreza infinita, que es “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”.

Allí, en ese lugar de donde parte esta enfermedad que padezco, todo está organizado e institucionalizado según monopolios de control. Por encima de todo está el Monopolio de la Represión, del que se ramifican todos los demás. Uno de ellos es el Monopolio del Intelecto y las Artes, ubicado en una bella mansión de El Vedado, barrio otrora y actualmente burgués con unas ciertas zonas deprimidas. El sitio se llama Unión de Escritores y Artistas de Cuba, conocido popularmente por sus siglas UNEAC. Es donde fabrican la literatura, la poesía, el baile, las artes plásticas, y hasta las ideas filosóficas. Y entre ellos se premian, se alaban, se besan socialmente, se soban unos a otros. Se tiran confeti y se ofrecen entre sí representaciones en el extranjero o becas (siempre en el extranjero, pero el extranjero para ellos es un universo que excluye a Corea del Norte, por ejemplo, porque eso sería como mandarlos al lado de atrás del espejo). Eso que hablan de EL CAMBIO lo comenzaron ellos, cuando se dieron cuenta de que no serían parte del efecto dominó y entonces supieron que era el momento en que debían aprovechar para hacerse con el poder. La política les siguió, ellos fueron más rápidos. Así se fueron esparciendo por el mundo con una pátina de disidencia intelectual, ligera, comedida, que no ofreciera bruscos cambios al cambio para que no los acusaran de extremistas, sino paulatinas y suaves, de nuevo otra vez con “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”. Claro, a alguien tenían que poner de “malo” y escogieron a Abel Prieto (ya defenestrado “a lo dicremón” como decían las locas cursis de Camagüey tipo PacaGarza LaActiva), Nancy Morejón y Miguel Barnet (estos dos últimos, miembros iniciales del desaparecido ipsofacto Grupo de El Puente), pero, sobre todo, este último, con mucho mejor bagaje y más porte intelectual que el resto de ellos. Sea lo que sea, no es un ser indigno: hasta ahora sigue en su papel, defendiendo lo que representa y le da de comer. Los seres indignos son los cientos que han dejado el barco pero que consideran mucho más importante el curriculum repleto de insignias de la UNEAC que sus propias vidas, pues no tienen otras que aquellas que una vez disfrutaron durante diez minutos representando lo irrepresentable y que quieren perpetuar durante el resto de sus miserables vidas, que, claro está, consideran muy por encima del resto de los que por suerte nunca nos pusimos esa chaqueta. Y esos son, paradójicamente, los que reconocen los escritores e intelectuales del supuesto mundo libre, los Vargas Llosa, los Muñóz Molina, los Javier Marías, cualquiera. ¿Alguien arregla eso?

Nadie.

Si Cuba comunista hubiera caído en aquella fila de fichas de dominó, nadie los conocería. ¿Quiénes eran los homólogos de estos tristes y oscuros personajes en tierras eslavas y rusas? Ya nadie lo sabe. Se los tragó la rapidez del cambio. Y ese si fue un cambio, para bien, para mal, para todo.

En los últimos tiempos, el paripé del “intercambio cultural Cuba-USA” (que se produce solamente desde Cuba hacia Estados Unidos) ha tomado un cariz especial pues se ha introducido la figura de una poeta oficial del Monopolio del Intelecto y las Artes. Indiscutiblemente yo no tengo influencias para saber de dónde parte el dinero con que se sufraga ese viaje y las lecturas y presentaciones de la poeta, parece ser que muy bien acogida por el resto de sus antiguos compañeros con los que comparte curriculum y viejas representaciones de un régimen totalitario que, como el nazismo y el fascismo, no debía ya existir sobre la faz de la tierra. Y los que sí tienen, o forman parte de ese asqueroso entramado de influencias de no sé qué oscuras intenciones, han salido a defender a su poeta fetiche.

Debido a tales acontecimientos, tanto yo como otras personas, hemos publicado textos que no están de acuerdo con lo sucedido, y con lo que irremediablemente seguirá sucediendo porque forma parte de una trama política bien delineada por La Habana. No se trata de ser más facha o menos facha, se trata de ser consecuente. Y yo no puede tenderle la mano a esa señora porque yo nunca he escrito ni escribiré un solo verso loando a Fidel Castro, y ella sí lo ha hecho. Eso quiere decir que no somos iguales.

Producto de ello, al buzón del blog llegan bastantes comentarios sin autoría en términos ofensivos tanto hacia mi persona como hacia otros. Yo sé diferenciar entre un anónimo y un “anónimo”.

Simplemente quiero volver a señalarles que mantener un blog que, entre otras cosas, toca temas sobre Cuba, aunque por lo general de manera no convencional ni conservadora en lo patriótico-patriotero, con un mínimo de presencia, cuidando la relación texto-ilustración, es algo que a veces me lleva algunas horas. Y no voy a permitir que ningún desaprensivo lo estropee.

 

David Lago González

Madrid, 15 de julio de 2011.