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Y qué más da que se vista de verde o de rojo, que aparezca o no aparezca, que hable o que no hable, si esa mala energía, esa odiosa presencia, aun haciéndose ausencia, siempre va a estar ahí, como esas estrellitas o mosquitas bobas que dificultan la visión de los enfermos de glaucoma… Atormentando a la gente hasta el último momento de su vida, ahora con la guerra y el final nuclear del mundo. Sí, quizás él esté muy enterado del asunto, dado su estrecha amistad con el iraní de nombre impronunciable. Pero aunque eso sea lo que vaya a suceder dentro de unos días, que nos deje vivir en paz, ser engañados en paz, ser explotados en paz. ¡No quiero padrecitos, que ya ni siquiera tienen interés en salvar a la patria! ¡Mi vida entera enganchada a ese trozo de inmundicia!
Y no sólo por culpa suya, sino también –y peor— por todos los que le han representado, aun cuando en sentido contrario.
DLG