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domingo, 26 de junio de 2011

MOISÉS NAÍM - Inmigrantes, periódicos y periodistas

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MOISÉS NAÍM

Inmigrantes, periódicos y periodistas

MOISÉS NAÍM 26/06/2011

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Inmigrantes/periodicos/periodistas/elpepiint/20110626elpepiint_9/Tes

La noticia en otros webs

"Esta es mi casa. Pero mi país no me trata como a uno de los suyos", dice el reportero Vargas

La primera sorpresa es que The New York Times acaba de publicar un importante artículo que fue originalmente conseguido, revisado y preparado por su rival, The Washington Post. La segunda sorpresa es que esto ocurrió con el consentimiento del Post. La tercera es que un joven periodista estrella, ex empleado del Post, utiliza ese artículo para confesar un delito que lo puede llevar a la cárcel o a ser deportado de Estados Unidos, país donde vive desde los 12 años. La cuarta sorpresa es que todo esto ilustra los prejuicios colectivos, las tragedias personales y los espinosos dilemas que afrontan los Gobiernos a la hora de tratar a los inmigrantes. Por ello, y finalmente, esta es una sorprendente historia individual con enormes repercusiones globales: pocos países saben cómo manejar la cuestión migratoria, a pesar de que cada año se torna más problemática.

Comencemos por el principio. José Antonio Vargas es un periodista nacido en Filipinas, que ha trabajado para los más prestigiosos diarios estadounidenses, compartido un premio Pulitzer y entrevistado a importantes personalidades, incluyendo a Marc Zuckerberg, el fundador de FaceBook. Desde marzo pasado venía trabajando con el director de la sección dominical de The Washington Post, Carlos Lozada, en un importante artículo que iba a ser publicado este domingo. En él, Vargas confiesa que es un inmigrante ilegal y que ha falsificado documentos y mentido sobre su nacionalidad desde los 16 años. Había decidido hacer pública su historia con el propósito de ilustrar vívidamente al público estadounidense sobre las contradicciones y crueldades de las actuales leyes migratorias.

Pocos días antes de la publicación, Lozada fue informado de que sus jefes habían decidido no publicar el artículo. Al enterarse, Vargas contactó The New York Times. Sus directores se dieron cuenta inmediatamente de que les había caído del cielo un tesoro periodístico. Cambiaron los planes para su revista dominical y publicaron allí el texto de Vargas, ya diligentemente revisado, corregido y verificado por Lozada y sus colegas. Los jefes de Lozada aún no han explicado por qué tomaron esa decisión, que ha provocado un encendido debate en círculos periodísticos.

Pero aún más feroz es el debate que ha suscitado la revelación de Vargas. Para muchos fue una sorpresa descubrir que no todos los inmigrantes se dedican a cuidar niños o a recoger tomates. Se han enterado, por ejemplo, de que desde 2007, en EE UU, los inmigrantes con títulos universitarios son más numerosos que aquellos que no terminaron la secundaria. Otros no saben cómo responder a lo que plantea Vargas: "He crecido aquí. Esta es mi casa. No obstante, a pesar de que me considero americano y considero que América es mi país, mi país no me trata como a uno de los suyos". Vargas cuenta cómo, al ganar el premio Pulitzer, telefoneó a su abuela. En vez de felicitarlo, su primera reacción fue preguntarle: "¿Y qué pasa si la gente se entera?". Vargas no pudo responder: "Dejé el teléfono, corrí al baño de la redacción de The Washington Post, me encerré y me puse a llorar", escribe. También cuenta que, al igual que muchos indocumentados en todas partes, hace 18 años que no ve a su madre o a su hermana. Nunca se ha encontrado con su hermano de 14 años.

Vargas forma parte de los millones de inmigrantes que -siguiendo una vieja tradición estadounidense- están transformando el país y contribuyendo a su progreso. La población hispana, por ejemplo, se va a triplicar en los próximos 50 años. Su poder adquisitivo se incrementa a una tasa tres veces mayor que el promedio nacional, al igual que su ritmo de creación de nuevas empresas. La clase media hispana de Estados Unidos es hoy una de las de mayor crecimiento del mundo: en 20 años aumentó un 80%.

El problema, por supuesto, es que de acuerdo con las leyes vigentes, cerca del 28% son delincuentes: son inmigrantes ilegales.

Por lo tanto, para algunos estadounidenses, la situación de Vargas es clara: violó varias leyes, debe ser enjuiciado, penalizado y luego deportado. Estados Unidos, dicen, es un país cuyo éxito se debe al respeto por el imperio de la ley -the rule of law -. Otros, en cambio, enfatizan que ese éxito también se debe a que Estados Unidos es un melting pot, un país que se fortalece gracias a su capacidad para atraer y absorber a gente de todas partes.

En todo caso, Vargas está apostando por otra característica del país: su flexibilidad política. Acaba de lanzar un amplio movimiento nacional cuyo objetivo es cambiar las leyes inmigratorias. El artículo es solo su primera salva.

Sígame en Twitter @moisesnaim

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Efectivamente.  Pero en España el reportero Vargas, cuando mucho, solamente habría llegado a limpiar los waters de Miguel Yuste (redacción sede de El País).  Porque los que se abren “paso” son los que vienen “recomendados” por la oficialidad hermana de Cuba, y ya me extraña que no suceda lo mismo con Venezuela, país de origen de Moisés Naím.

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viernes, 17 de junio de 2011

Un nuevo término comodín: “guerrilla urbana”

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Jack Nicholson_The Joker

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No sé si se deba realmente a La Concha –como la llaman finamente— o si es la prensa o esa pléyade de escribidores siempre prestos a echar mano de las “palabras hechas” para ahorrar, más allá de la utilización enriquecedora de nuestro amplio idioma, opiniones personales que puedan comprometerles más allá de lo “by default”.

Hoy he apreciado, en dos artículos, secciones o noticias distintas, en el diario El País (no he revisado los demás: “envejece mal, y además es pobre”, dijo de mí la loca parisina de Birán) el uso del término “guerrilla urbana” aplicado a los “indignados” calmados o furiosos como Orlando, del 15M o de lo que sea que sea el 15M.

Desde hace tiempo vengo advirtiendo signos del “neo-bolchevismo” (“Nu-Bolchevism”, vamos a llamarle en inglés). Por entonces, todavía no había leído a Todorov, cuya actualidad (específicamente en España, here and now) estremece.

Es tiempo de Anonymus y jokers, caretas de sonrisas burlonas que realmente no sé si se ríen del stablishment o del individuo en busca de no sé cuál pavoroso colectivismo.

Me paso todo el día cantando la canción de Chico Buarque de Hollanda: -Quem é você? -Adivinha, se gosta de mim!”o haciéndome la pregunta sustituta en castellano: ¿Quién eres tú, mascarita?, que no se canta.

© 2011 David Lago González

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Caitlin Worthington, ”this is pressure”

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domingo, 12 de junio de 2011

MOISÉS NAÍM - La conversión del idiota

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Alessandro Bavari

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MOISÉS NAÍM

La conversión del idiota

MOISÉS NAÍM 12/06/2011

http://www.elpais.com/articulo/internacional/conversion/idiota/elpepiint/20110612elpepiint_6/Tes

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"Cree que somos pobres porque ellos son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquellos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el ciberespacio, sentirse online y (sin advertir la contradicción) abominar del consumismo... ¿Quién es él? Es el idiota latinoamericano". Esto lo escribió Mario Vargas Llosa en 1996 como introducción al Manual del perfecto idiota latinoamericano, el excelente libro de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, su hijo. Tanto la introducción como el libro hacen una demoledora disección de las malas pero populares ideas que han tenido a América Latina empantanada en el subdesarrollo y la corrupción. También ofrecen un muy preciso retrato hablado del tipo de personas que creen en estas ideas y las promueven.

La pregunta inevitable es si el Humala que gobernará Perú es el original o el que abrazó el liberalismo

Ollanta Humala, el recién electo presidente del Perú, calificaba hace dos meses como uno de estos perfectos idiotas. El programa de gobierno que inicialmente ofreció al electorado peruano pareciera haber sido copiado casi textualmente del Manual... Pero mientras que el libro se burla de esas ideas, y muestra cómo han fracasado dondequiera que han sido puestas en práctica, Humala y sus aliados las proponían seriamente como su plan para gobernar al Perú. La trayectoria política del exteniente coronel Humala, sus declaraciones, discursos y entrevistas, su cercanía a las pamplinas de la doctrina etnocacerista (ni pregunte de qué se trata), su golpismo y militarismo y su alianza con Hugo Chávez y otros personajes similares lo hacen un ejemplo icónico de lo que describe el Manual.

Pero eso era antes. Ahora -y súbitamente- Ollanta Humala es otro. Se ha convertido. Botó su programa de gobierno inicial y propuso otro purgado de las ideas que el Manual llama idiotas, se distanció de sus más estridentes familiares y de aliados inconvenientes como Hugo Chávez, se puso corbata y adoptó un discurso moderado y más sereno. También se tornó más conciliador con sus anteriores objetos de escarnio: los empresarios, Estados Unidos, los inversionistas extranjeros, las empresas mineras de las que tanto depende el Perú y de adversarios políticos como, por ejemplo, el expresidente Alejandro Toledo, contra quien auspició un golpe de Estado en 2005.

¿Qué pasó?

Pues que Ollanta Humala no tiene nada de idiota. Se dio cuenta de que si no se convertía no ganaba las elecciones. En la primera vuelta de las presidenciales peruanas el 70% de los votos fueron para candidatos que repudiaban las ideas que Humala entonces defendía. Era obvio que si no ajustaba su oferta a lo que el país pedía, en la segunda vuelta sería derrotado por Keiko Fujimori, la hija del expresidente. Humala cambió y ganó.

Ahora la pregunta inevitable es si el Humala que gobernará al Perú es el original, el seguidor del Manual, o el recién converso -el que abjuró del etnocacerismo (repito: ni pregunte)- para abrazar el liberalismo. Todo parece indicar que, por ahora, el próximo presidente del Perú intentará emular más a su actual mejor amigo, Luiz Inácio Lula da Silva, que a su exmejor amigo, Hugo Chávez. Y ¿por qué no? Brasil es uno los grandes éxitos del momento y Venezuela una de las grandes oportunidades perdidas. Habría que ser idiota para no darse cuenta. Y las realidades políticas económicas, institucionales e internacionales del Perú le imponen a Humala limitaciones que Chávez nunca tuvo. Además, no hay nada más educativo que estar en el palacio presidencial y descubrir que las ideas que parecen buenas en la oposición son en realidad imposibles de implementar desde el Gobierno.

Nadie, sin embargo, puede garantizar que de la misma manera que Ollanta Humala experimentó una repentina conversión al liberalismo económico y político no vaya a sufrir una recaída en la cual reaparezcan los instintos, ideas y mentores que guiaron su conducta hasta hace un par de meses. Afortunadamente, su pragmatismo nos da una pista acerca de cómo monitorear su compromiso con sus nuevas creencias: los precios internacionales de los minerales que exporta el Perú. Si se mantienen altos, las políticas de Humala se parecerán más a las de Lula. Y si los precios caen, se le enreda la economía y se le hace más tentador apelar a las tácticas usuales de los populistas, sus políticas se parecerán más a las de Hugo Chávez. Al final, su cálculo será determinado por factores tan poco ideológicos -y tan poco idiotas- como estos.

Sígame en Twitter: @moisesnaim

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domingo, 27 de febrero de 2011

¿Qué va a pasar?

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King Of The Black Isles ~ Maxfield Parrish

King Of The Black Isles ~ Maxfield Parrish

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Como decía anteriormente en un brief-post antes de irme a comer, El País de hoy (domingo, 27 de febrero de 2011) viene cargado. (Parece) Bastante completo en cuanto a información y a análisis de la situación del mundo árabe que, para nada, se circunscribe solamente a esas comunidades sino que afectan y de alguna manera tendrán (o deberían) que variar la forma de actuar de Occidente, no sólo frente a Oriente sino, sobre todo, ante sí mismo, tanto en lo externo como de forma mucho más importante y profunda, en lo interno. Si los árabes están dando estos pasos verdaderamente sísmicos para bien de ellos, la experiencia se constituye por sí misma en una llamada de atención a los occidentales que, de ninguna manera, debería caer en saco rato. Como simple observador a ras de suelo, mi escepticismo abarca a los dos bandos. Por una parte, los militares no han abandonado en lo absoluto su papel hegemónico; potencialmente, puede derivar en la repetición renovada de lo ya conocido, o puede complicarse de manera infinitamente proporcional a la locura si se conjuga con el tema “religión”. Que sigan pasando los días sin que se limpie de forma más contundente la basura heredada y se “civilice” lo militarizado, representa uno de los mayores peligros para que la posibilidad de que el fundamentalismo religioso musulmán o islamista –perdón si por mi parte no hay una precisión exacta al respecto— aproveche el vacío de poder.

Por otra parte, es evidente de que el mundo en general vuelve a dar un giro radical y las circunstancias reales imponen otro comportamiento en concordancia. En mi humilde opinión, considero que éste es un momento aún mucho más crucial que cuando se vino abajo el sistema comunista y el capitalismo (el capitalismo malo) se adueñó del vacío de poder para dar entrada a un liberalismo feroz. Ese error de cálculo, ese punto de la avaricia, continuando la marcha galopante de una euforia vana, han catapultado la crisis económica hasta presiones insoportables por parte de los cimientos de paja de estas “torres gemelas” que hincaban todopoderosas el cielo y se vinieron abajo en escasa media hora. Pieza de esos cimientos es el ser humano que habita esos ricos territorios que contienen la marcha del mundo en el subsuelo de palacios de encanto e inconcebibles escenarios de miseria. Otro elemento somos, en la versátil ribera occidental primer-mundista, las clases pobres y medias pero considerablemente más ricas en comparación con las de esas sociedades. Acepto indiscutiblemente que un grupo de personas debe ocuparse de que todo eso se coordine y marche en función de que las diferentes y numerosas partes interactúen aceptablemente y con la más ínfima y lejana perspectiva de roce, enfrentamientos e injusticias posibles. Acepto, por supuesto, que halla ricos y pobres.  Mas no se puede volver a la esclavitud ni al medioevo para unos sí y para otros no.  Quizás, sólo estoy hablando tonterías y, como apuntaba un verso de Alexander Blok, “el Universo es un lugar perdido”.

© 2011 David Lago González

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MOISÉS NAÍM Ola de cambio en el mundo árabe - La diplomacia

Ni Facebook, ni Twitter:

son los fusiles

MOISÉS NAÍM 27/02/2011

(http://www.elpais.com/articulo/internacional/Facebook/Twitter/fusiles/elpepiopi/20110227elpepiint_6/Tes)

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La de Túnez fue la Revolución de Wikileaks y la de Egipto fue la Revolución Facebook. Gracias a Wikileaks, los tunecinos conocieron el cable donde el embajador estadounidense revelaba la extraordinaria corrupción del dictador y su familia. En Egipto, fueron los jóvenes hartos de Hosni Mubarak y su régimen quienes se encontraron y organizaron a través de Internet. Facebook y Twitter hicieron posible que, por fin, el pueblo se lanzara a las calles. El resto es historia.

Quitar los privilegios al Ejército egipcio exigirá mucho más que el uso de las redes sociales

Pues no. Esta no fue ni es la historia. Esta incompleta visión de lo que allí sucedió no ayuda a entender la marea árabe y su posible evolución de aquí en adelante.

No hay duda de que las redes sociales, en especial Facebook y los mensajes a través de Twitter, o las filtraciones de Wikileaks, tienen algo que ver con los alzamientos populares en el mundo árabe. Algo. Pero explicar lo que sucedió en Túnez, Egipto o Libia primordialmente en términos del impacto que allí han tenido las nuevas tecnologías de información es una exageración.

Esta perspectiva no nos explica, por ejemplo, por qué Libia, un país con una bajísima penetración de Internet (cerca de 350.000 usuarios en una población de más de seis millones) o en Yemen, con índices aún más bajos, han sido de los países más sacudidos por las revueltas populares. Una de las sorpresas de las protestas callejeras en Egipto ha sido su diversidad social, religiosa, generacional y regional. Y aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet.

Claro que, una vez que surge un grupo de líderes coordinados por Internet y que logra movilizar a un número mayor de seguidores, muchos otros que comparten sus exigencias y deseos de cambio se les unen, habiéndose enterado a través de canales distintos a Internet. Aquí, la frase más importante es "que comparten sus exigencias y deseos de cambio". Es esta frustración generalizada, producto de décadas de malas políticas económicas, combinadas con vasta corrupción, creciente desigualdad y una amplia desesperanza, lo que crea la motivación para tomar las plazas. Y ver por televisión que en otros países esto da resultados y que el pueblo en la calle logra derrocar a un dictador que hasta hace poco era intocable también es una potente fuerza movilizadora. Y en esto los canales de noticias en árabe que llegan vía satélite han sido una fuerza mucho más poderosa que Internet.

Pero, quizás, lo más relevante es que la fascinación con el papel de las nuevas tecnologías en los cambios políticos en el mundo árabe ha opacado la importancia que en todo esto ha tenido una vieja tecnología: los fusiles. El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedo más opción que irse. Si bien inicialmente fueron los grupos en Facebook quienes convocaron a los egipcios a la plaza de Tahrir, fue el Ejército el que hizo posible que la plaza se transformara en el lugar donde las familias podían ir sin miedo a manifestar su repudio al régimen. Afortunadamente, los militares egipcios no tuvieron la propensión genocida de algunos de sus colegas libios. En Libia, las Fuerzas Armadas se han fragmentado y algunas unidades y los mercenarios de Gadafi han estado dispuestos a liquidar a sus opositores. Otros uniformados están luchando al lado del pueblo. Si los militares no se hubiesen dividido y todos hubiesen acatado las órdenes de Gadafi de "matar como ratas" a quienes protestan en las calles, el futuro del régimen libio no estaría en duda.

Como ya he escrito en otras columnas, al final los que definen cuándo y cómo muere una dictadura son los militares. ¿Y qué tiene que ver Internet con todo esto? Mucho menos de lo que estamos leyendo y oyendo en las noticias de estos días.

Reconocer esta realidad ayuda a vislumbrar mejor el futuro político de los países sacudidos por estas revueltas populares. En Egipto, por ejemplo, a menos que la presión popular continúe, obligando a las Fuerzas Armadas a aceptar reformas más profundas, la revolución solo habrá servido para reemplazar una pequeña élite corrupta por otra. Los militares egipcios son un importante factor económico y obtienen enormes beneficios de las malas políticas que tienen a miles de jóvenes egipcios sin empleo y sin futuro. Y quitar los privilegios al estamento castrense seguramente exigirá mucho más que montar una página en Facebook o denunciarlos en Twitter. mnaim@elpais.es

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REPORTAJE: EL NEGOCIO DEL TIRANO

No era Saladino, era Nerón

Gadafi, por extraño que parezca ahora, fue un joven guapo y que se pretendía revolucionario

JAVIER VALENZUELA 27/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/era/Saladino/era/Neron/elpepusocdmg/20110227elpdmgrep_5/Tes

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Este Nerón greñudo, de rostro acartonado y estrafalaria vestimenta que vocifera mientras acribilla a su pueblo quiso ser Saladino en su juventud. Lo fue, de hecho, por un tiempo en los más salvajes y húmedos sueños de algunos. Lo sé, resulta difícil de aceptar para los que no vivieron los años setenta y ochenta del pasado siglo, para los que tan solo lo han seguido en los últimos tres o cuatro lustros. Pero, créanme, Gadafi fue guapo en su juventud y no iba de tirano, sino de revolucionario. ¿Como Fidel Castro? Algo así.

"Vestía uniformes de jefe de pista de circo austrohúngaro y andaba protegido por una guardia de amazonas vírgenes..."

Beduino, hijo de un pastor de camellos, Gadafi fue uno de los jóvenes oficiales -tenía 27 años- que en 1969 derrocaron al reyezuelo Idris Senussi, para el que, tras la II Guerra Mundial, las potencias anglosajonas habían creado un país llamado Libia en un territorio que había sido colonia de Italia y, antes, tres provincias del imperio otomano. Como tantos árabes de la época, Gadafi estaba fascinado por el panarabismo del egipcio Nasser, quien, desde Radio El Cairo, predicaba la unidad sustancial de los pueblos que van del Atlántico al golfo Pérsico. Una unidad que proponía cimentar no solo en la lengua, la cultura y la historia comunes, sino en un modelo laicista, socializante y antiimperialista.

En 1969, Nasser ya era un caudillo avergonzado por su derrota militar frente a Israel dos años antes y que se moría a chorros de tristeza. Cuentan que cuando conoció en persona al nuevo caudillo libio, Nasser dijo que le había parecido "escandalosamente puro e inocente".

El rais egipcio falleció en 1970, los árabes fueron vencidos de nuevo por Israel en 1973 y Egipto terminó firmando la paz con el Estado judío. Ahí llegó el gran momento del militar beduino. En los setenta y ochenta, la Libia de Gadafi, siguiendo la senda de Nasser, firmó, sin materializar jamás, uniones con otros países árabes, incluido, pásmense, Marruecos. Se convirtió en portaestandarte de la idea de la aniquilación de Israel. Encabezó el embargo de petróleo a Occidente. Compró armas soviéticas. Acogió o financió a cualquier grupo guerrillero o terrorista que le presentara supuestas credenciales de izquierda: el palestino Abu Nidal, el venezolano Carlos, los irlandeses del IRA, el Frente Moro filipino, el Ejército Rojo japonés, la banda alemana Baader-Meinhof... Entretanto, los servicios secretos libios asesinaban por todo el mundo a cualquier opositor.

Gadafi se veía como un revolucionario con una visión cósmica. Se inventó el concepto de yamahiriya o república asamblearia de las masas. Y, cual Mao árabe, editó su Libro Verde, un revuelto indigerible de socialismo, panarabismo, populismo e islam, como base de una "tercera teoría mundial" alternativa al capitalismo y al comunismo. Todo pagado con el muchísimo dinero de los pozos de petróleo libios.

En 1986, por órdenes de Reagan, aviones estadounidenses bombardearon Libia con la intención de liquidar a Gadafi. No lo consiguieron, pero sí mataron a una hija adoptiva suya. En búsqueda de venganza, sus servicios secretos estuvieron detrás de los atentados contra un avión de Pan Am en Lockerbie, en 1988, y un avión francés de UTA sobre Níger, en 1989.

Vi a Gadafi a finales de los ochenta en Marraquech, Argel y Trípoli. Se tomaba por un nuevo Saladino capaz de reconquistar por las armas Palestina y alzar su estandarte en Jerusalén. Ya era un anacronismo incluso para la mayoría de los demás dirigentes árabes, incluido Arafat, que iban aceptando la imposibilidad de una victoria militar sobre un Israel protegido por Estados Unidos y el carácter inevitable del Estado judío. Gadafi cultivaba su estilo: llegaba tarde o no llegaba a las reuniones; levantaba el puño cada dos por tres; calzaba botas con tacones altísimos; vestía trajes seudobeduinos diseñados en Italia o uniformes de jefe de pista de circo austrohúngaro; transportaba camellas en su avión para beber su leche; andaba protegido por una guardia personal de amazonas vírgenes... Era un niño caprichoso, de reacciones imprevisibles. Una vez, se cubrió la mano derecha con un guante blanco para estrechar la de Hassan II sin que su carne tocara la de aquel monarca que había saludado a dirigentes israelíes.

El 2 de marzo de 1988, Gadafi habló ante una asamblea en Ras Lanuf: "Una pesadilla me acecha día y noche: no soy carcelero, me da pena que haya detenidos". El día siguiente, se subió a un bulldozer y embistió contra los muros del centro penitenciario de Trípoli. Por los agujeros así abiertos salieron decenas de estupefactos prisioneros. Muchos pensaron que solo hacía eso para seguir apareciendo en las televisiones occidentales.

Estuve en Trípoli en septiembre de 1989, en el vigésimo aniversario del derrocamiento del rey Idris. Ni tan siquiera en el Irak de Sadam me había sentido menos libre. Me "albergaron" en un viejo buque varado en los muelles y de donde solo podía salir escoltado para asistir a los actos de masas protagonizados por Gadafi: desfiles de hasta seis horas en los que sus amazonas ululaban al paso de las delegaciones y cuyo único interés eran los modelitos que lucía el caudillo. Solo puedo compartir lo escrito esta semana por el marroquí Tahar Ben Jelloun a propósito de una experiencia semejante en Trípoli: "Uno siente que ha llegado a un país imaginado por George Orwell y Franz Kafka juntos. Todo es fingido, absurdo y extraño".

En los noventa, decepcionado por sus "hermanos", Gadafi declaró que ya no se sentía árabe, sino africano. En 1999 celebró en Trípoli una cumbre extraordinaria de la Organización para la Unidad Africana (OUA), cuya principal novedad fue la presentación de un coche deportivo parecido al usado por Batman y fabricado en Libia, del que se afirmaba que no solo era el más rápido, sino también el más seguro del mundo. El propio Gadafi había dedicado muchas horas a colaborar en el diseño del llamado Cohete Libio.

El resto ya es más conocido: las sanciones económicas terminaron forzándole a entregar a agentes libios implicados en los atentados y a pagar indemnizaciones millonarias. A partir del 11-S comenzó su "rehabilitación" internacional. Se hizo socio en la "guerra contra el terror" de Bush, se abrazó con Blair, le regaló un caballo a Aznar, se hizo amigo de Berlusconi, plantó su jaima en Roma, Madrid y París, contrató a azafatas italianas para darles un curso sobre el Corán, denunció que enfermeras búlgaras al servicio del Mosad infectaban con el sida a los libios... Entretanto, bajo el manto del ominoso silencio impuesto por su régimen, crecía el descontento de una juventud libia que vivía en la estrechez económica y no podía ni respirar libremente. Esta semana, ante el estallido de la revolución popular, el narcisismo brutal y grotesco de Gadafi reveló su último personaje: Nerón.

domingo, 19 de diciembre de 2010

(sobre) WikiLeaks

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LLUÍS BASSETS OPINION

La flor de los secretos

LLUÍS BASSETS 19/12/2010

http://www.elpais.com/articulo/domingo/flor/secretos/elppor/20101219elpdmg_15/Tes

 

El secreto exige singularidad. Debe ser una excepción. Sin publicidad no hay secreto. Cuando nadie tiene posibilidad alguna de conocer cómo funciona un Gobierno ya no hay secretos porque el propio sistema es un secreto inextricable. Cuando todo es secreto no existen secretos singulares ni la posibilidad de revelarlos. El régimen opaco genera la reivindicación de transparencia, la glásnost de Mijaíl Gorbachov con la que abrió el régimen soviético. Queremos conocer los secretos porque vivimos en regímenes que predican de sí mismos la transparencia.

Todo lo que es exagerado es insignificante, dice la sentencia atribuida a Talleyrand, el más camaleónico y maquiavélico de los políticos que dio la Revolución Francesa. Lo dijo para ensalzar la expresión moderada de los sentimientos y de las ideas. Era una lección de retórica política. Pero su sentencia vale también en una aproximación estrictamente científica, de estricta teoría probabilística de la información. El exceso, la exageración, mata la significación. Demasiado impuesto mata el impuesto: estimula el fraude. Vale también para nuestro caso. Descartado el régimen de la total opacidad, demasiado secreto mata el secreto.

Es lo que ha sucedido con las filtraciones de Wikileaks. Más de dos millones y medio de funcionarios tienen acceso en Estados Unidos a informaciones clasificadas, fuera del alcance del público. Se ha estimado a ojo de enorme cubero que diariamente la Administración y sus agencias pueden fabricar unos 30.000 secretos. Las tecnologías digitales han incrementado el volumen de la documentación reservada, pero a la vez también se ha incrementado el acceso de los funcionarios a los documentos y la posibilidad de que se produzcan fugas. El alcance de las filtraciones se amplifica gracias al correo electrónico, a la posibilidad de copiar, almacenar y comprimir información en enormes cantidades y a la utilización de buscadores potentísimos capaces de rastrear y escanear cualquier documento a su alcance.

Wikileaks enseña muchas cosas, pero la más notable quizás es que hay que definir de nuevo y acotar la calidad y la cantidad de los secretos. Todos podemos entender que los Gobiernos mantengan en secreto algunas informaciones sensibles. Pero es difícil aceptar que la actividad política se organice en un mundo paralelo basado en el secreto, que nada tiene que ver luego con su expresión pública. La transparencia perfecta no pertenece al reino de este mundo. Pero si no se pueden evitar los secretos, que sean los menos posibles. Si se quiere que se mantengan en secreto, que estén en pocas manos. Y si finalmente se desea salvar los muebles, deberá ser siempre bajo un escrupuloso control de su conveniencia y su legalidad.

sábado, 27 de noviembre de 2010

miércoles, 19 de mayo de 2010

ELVIRA LINDO - Periodistas

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(El País, miércoles 19 de mayo de 2010) (última página)

Ojalá que los futuros periodistas se rebelen. Ojalá que a pesar de enfrentarse a un escenario complicado intuyan que hoy el periodismo es más necesario que nunca y sean conscientes de que los medios, engolfados en el politiqueo, están ignorando esas historias anónimas que definirían el extraño momento que estamos atravesando. Ojalá que no sean cínicos, que ejerzan una crítica implacable contra esos personajillos que desde hace tiempo inundaron las pantallas y no han servido más que para sembrar la creencia de que es legítimo ganar dinero sin hacer el mínimo esfuerzo. Ojalá que no sean mansos y no se dejen arrastrar por esa corriente venenosa que consiste en acudir a las ruedas de prensa para tomar nota sin rechistar. Ojalá que sean tanhonrados como desconfiar del político que les paga un viaje convirtiéndoles en parte de su corte. Ojalá que entiendan que el mejor periodista, en contra de la práctica tan habitual en España, es el que se mantiene lejos del poder, no el que alardea de estar en la pomada. Ojalá que defiendan la dignidad de su oficio y que aspiren a ser profesionales y no eternos amateurs. Ojalá que tengan el amor propio necesario como para dar más de lo que se les pide, y que no lo hagan por el medio sino por ellos mismos. Ojalá que entiendan que en esta situación económica que va a cambiar la vida de varias generaciones es necesario darle voz a los olvidados y sólo un buen periodista puede hacerlo. Dada la precariedad delempleo, la docilidad es tentadora, pero ojalá que no sean dóciles, porque al margen de la invasión de los opinadores, que de manera gratuita exaltan (exaltamos) los ánimos de los ciudadanos, nos hace falta información. Ojalá que haya una nueva generación batalladora que demuestre que el periodismo sigue vivo, que a lo mejor los que estamos un poco muertos somos nosotros."

(C) Elvira Lindo
(C) El País


Ojalá, digo yo, que Elvira Lindo mantenga esta integridad ética durante toda su vida. Gracias.

DLG