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sábado, 19 de febrero de 2011

¿Por qué no me uno a las campañas internáuticas que exhortan a un levantamiento popular en Cuba?

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© Malleon Ma

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¿Por qué no me uno a las campañas internáuticas que exhortan a un levantamiento popular en Cuba?

(Postura absolutamente personal, y no recomendable de secundar.)

 

Independientemente de que deseo que esto sucediera y, sobre todo, trajera un cambio total, radical y absolutamente nuevo (y no un acomodamiento a la lentísima y casi eterna y repetida sesión de maquillaje de la Revolución Cubana), no me manifiesto al respecto ni me uno al coro.

Es obvio y evidente de que mi posición física, social, económica y política, una vez asumidos todos y absolutamente todos los pormenores del significado y trascendencia de la terrible y gozosa experiencia de la migración, desde el inicio y el fondo de esa reconstrucción del ser humano, y careciendo –gracias a todos los dioses del Olimpo y al miserable reciclaje de los compatriotas— de prebendas, privilegios, facilidades, asilos políticos (que me negué a solicitar, aun teniendo mucho más derecho a ellos que muchas otras personas que vinieron antes y después, y muchas de las cuales ni siquiera lo agradecen y lo toman por humillación), favores y/o abrazos de fraternales hermanastros que provienen de los antiguos oficiales y oficiosos compañeros, me protege, digo me protege y pone a salvo que cualquier represalia directa de un régimen, un ejercito y un pueblo, cubanos, en los que lamentablemente no confío gran cosa.

Por tal razón, me cuido muy mucho de instigar a posibles acciones y reacciones cuyas consecuencias sobre terceras personas son impredecibles para mí, y que podrían acarrearme un añadido más a los distintos sentimientos de culpa que porto y transporto desde mi infancia.

Recuerdo que en los años 60, las emisoras radiofónicas (no se dice “radiales” aunque sea de uso común en el habla popular cubana) del exilio “radical” (EL EXILIO, PARA QUE SEA EXILIO, SIEMPRE TIENE QUE SER AL MENOS VERTICAL EN SUS PRINCIPIOS), arengaban a que los cubanos que estábamos o quedábamos en la Isla, saliéramos a la calle a protestar. Mi madre --que, por suerte, siempre fue más madre y ser humano y mujer que otras muchas cosas colaterales y fantocheras— se encaraba con la bocina del radio, exhortando a su vez a quien estuviera del otro lado a que fuera él quien volviera de su mísera o sublime vida fuera de El Horror y se pusiera a gritar por la calle en contra del gobierno.

Tuvo otras muchas formas de demostrar su valentía, que por suerte no estaba empobrecidamente limitada a una función patriótica que por lo general casi siempre termina en patriotera, o interesada y productiva individualmente.

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© 2011 David Lago González