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viernes, 31 de julio de 2009

ROGER SALAS - Pina Bausch

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Pina Bausch. Un obituario

Este segundo artículo sobre Pina Bausch pretende ser un obituario más detallado, de cara al lector interesado en su biografía y en los enlaces estéticos de su obra, y contiene coincidencias con el anteriormente publicado. La lista de coreografías que se adjunta al final es una selección personal alrededor de catálogo que necesitaría mucho más espacio y un estudio más dentro de la ciencia coréutica. El legado de Pina Bausch, como recientemente me dijera su amiga, la bailarina y coreógrafa Susanne Linke (que bailó hace más de 30 años con ella “La consagración de la primavera”) está destinado a permanecer dentro de los grandes repertorios de la danza, tal como lo han hecho los clásicos del siglo XIX.

(C) 2009 ROGER SALAS

PinaBauch_scene from Nelken_photo Ursula Kaufmann

(C) Ursula Kaufmann

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La bailarina y coreógrafa Pina Bausch murió el pasado martes 30 de junio de manera repentina en el Hospital de Wuppertal. Padecía un cáncer que le había sido notificado apenas cinco días antes. Hasta el domingo anterior, la eminente creadora se mantuvo en activo y en contacto con su compañía de danza, según comunicó en mismo día 30 Ursula Popp, portavoz del conjunto en la Ópera de Wuppertal. Había nacido de nombre Philippine el 27 de julio de 1940 y en plena segunda guerra mundial en la ciudad industrial de Solingen, reputada por la calidad de su acero y la manufactura de tijeras y cuchillos. De pequeña, convivió con sus mayores en un restaurante-bar que regentaba su familia en esa ciudad, y allí recibió unas clases de folclore que revelaron sus dotes físicas. A los 15 años, Pina fue enviada en 1955 a la ciudad de Essen, a la reputada institución de danza moderna Folkwangschule, dirigida por Kurt Jooss y heredera de los preceptos de Rudoph von Laban. Entre otros maestros importantes además de Jooss, allí recibió enseñanzas de la exbailarina finlandesa Cleo Nordi (que había bailado con Pavlova y fue la primera en aparecer bailando ballet en la televisión alemana), de Sigurd Leedor y en su segunda etapa en Essen, de Jean Cebron. A los 19 años, Pina obtuvo la primera beca para ir a completar estudios a Norteamérica. Jooss, que había vuelto a Alemania en 1949, la animó y así llega a la recién creada Dance Division de la Julliard School de Nueva York. Sus principales maestros e influencias fueron Antony Tudor y Mary Hinkson. Después Tudor la lleva como bailarina a la Metropolitan Opera y también trabaja para Paul Taylor, con quien estrena “Ballet Tablet” (1961). En estos años, Pina conoce un maestro importante en su vida: Alfredo Corvino, que será en adelante “su” maestro de ballet y que luego será también un habitual de Wuppertal. En esta época aparece en su currículo La Mari, una maestra de flamenco y danza española. En Nueva York bailó en las compañías de Paul Sanasardo y Donya Feuer.

Al regresar a Essen, Pina baila y comienza a experimentar con la coreografía. En 1968 estrena “Fragment” (Bartok) y poco después gana el premio en el segundo certamen coreográfico de Colonia con “Um wind der Zeit”. En 1969 asume el cargo de directora de la compañía y es en 1972 cuando Arno Wüstenhöfer, sobreintendente de la Ópera de Wuppertal se interesa por su obra y la llama para que coreografíe en el “Tannhäuser” dirigido por Hans Peter Lehmann, el “Venusberg ballet” (Wagner). Poco después le piden que asuma la dirección del ballet y le permiten agregar a la plantilla de Wuppertal los elementos de la Folkwang-Tanzstudio de Essen. Esta reunión de bailarines sería decisiva también para el futuro.

Con toda seguridad Pina Bausch fue la artista más influyente en la década de los ochenta y noventa del siglo XX no sólo sobre la danza. Sus trazas se encuentran en Robert Wilson, en William Forsythe y en prácticamente toda la danza y el teatro que subsiguieron, a veces bajo cuerda, a veces con una literalidad que nunca la molestó y que a veces, hasta la hacía sonreir; su satirización fría del cotidiano creó escuela hasta en el cine.

En cierto sentido, Pina Bausch fue víctima de los mercaderes, a los que nunca tuvo la fuerza suficiente para expulsar del templo. De los avariciosos “managers” se puede responsabilizar la explotación de ese filón que representaba hacer una epidérmica estancia en una ciudad, y luego firmar una obra, ampliamente pagada por las autoridades locales. Algunas salieron bien, como “Palermo, Palermo”, la de Estambul o de Lisboa. La mayoría se quedaban en el trámite, como la de Madrid, siempre en un envoltorio de calidad, factura y pulimento propios de la factoría Bausch, pero a distancia abismal de sus títulos señeros. En 2007 recibió el León de Oro de la Bienal de Venecia; el Premio Goethe en 2008 y también el Premio Europa. En 2006 fue nombrada Doctora Honoraria de la Julliard School. Ha sido excepcional la relación de Bausch con la Bienal de Venecia. Bailó por primera vez en la Ópera La Fenice como parte de la Bienal de Teatro de 1985, cuando la dirigía Franco Quadri, que le organizó una retrospectiva antológica; por última vez lo hizo también en La Fenice en 2007 con la obra “Agua”, inspirada en Brasil.

En España el descubrimiento fue tardío. Actuó y bailó por primera vez en el Teatro de La Zarzuela de Madrid en octubre de 1985 y apareció por última vez en un escenario español en el Liceo de Barcelona en septiembre de 2008 con la misma obra: “Café Müller”. A su lado se ha mantenido siempre una artista española, la bailarina madrileña Nazaret Panadero. Pero su conexión española iba más lejos a su pasión por el flamenco. Conoció uno de los templos del género: el café Candela, en Madrid, donde vivió noches de arranques y “honduras”. Trabó una amistad verdadera con Eva La Yerbabuena, y la llevó a bailar a Wuppertal a partir del las festejos por el 25 aniversario de la compañía. Su repertorio abarca cerca del medio centenar de títulos, y de entre ello se destacan: “Fragment” (Bartok), 1968; “Um wind der Zeit” (premio en Colonia, 1969-1970); “Tannhäuser” [“Venusberg ballet”] (Wagner), 1972; “Fritz” (Hufschmidt), 1974; “Ifigenia en Taúride” (Gluck), 1975; “Orfeo y Eurídice” (Gluck), 1975; “La consagración de la primavera” (Stravinski), 1975; “Los siete pecados capitales” (Kurt Weill / Bertold Brech, 1976; “Barbarroja”, 1977; “Renate emigrate”, 1977; “Café Müller”, 1978; “Kontakthof”, 1978; “Arien”, 1979; “Legend of Chastity”, 1979; “1980, Una pieza de Pina Bausch”, 1980; “Bandoneon”, 1980; “Walzer”, 1982; “Nelken”, 1982; “On the mountains…”, 1984; “Dos cigarros en la oscuridad”, 1985; “Viktor”, 1986; “Palermo, Palermo”, 1989; “Una tragedia”, 1994; “Danzon”, 1995; “Nefés”; “Vollmond”; “Masurca Fogo”; “Agua”, 2006; “Bamboo blues”, 2007; y una última creación inspirada por un viaje a Chile, estrenada en Wuppertal hace apenas unos días y que la crítica alemana no ha dudado de calificar como su “resurrección estética” después de una larga etapa algo sombría. La compañía tiene previsto mantener sus compromisos hasta julio de 2010 en Atenas, y en noviembre de este año, inaugurarán en Festival de Otoño de Madrid en los Teatros del Canal con “Kontakthof”. El día 4 de julio, la compañía de Pina Bausch bailó en el Festival de Spoleto (Italia) “Bamboo blues”.

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(C) artwork Gearld Uferas

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Pina Bausch: una selección de sus obras:

“Fragment” (Bartok), 1968

“Tannhäuser” (Wagner), 1972

“Fritz” (Hufschmidt), 1974

“Ifigenia en Taúride” (Gluck), 1975

“Orfeo y Eurídice” (Gluck), 1975

“Consagración…” (Stravinski), 1975

“Los siete pecados capitales”, 1976

“Barbarroja”, 1977

“Renate emigrate”, 1977

“Café Müller”, 1978

“Kontakthof”, 1978

“Arien”, 1979

“Legend of Chastity”, 1979

“1980”, 1980

“Bandoneon”, 1980

“Walzer”, 1982

“On the mountains…”, 1984

“Dos cigarros en la oscuridad”, 1985

“Viktor”, 1986

“Palermo, Palermo”, 1989

“Una tragedia”, 1994

“Danzon”, 1995

“Nelken” 1982

“Bamboo blues”, 2007

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(artwork) David Lago González

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jueves, 2 de julio de 2009

ROGER SALAS - La danza escénica pierde a su diosa

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"I'm not interested in how people moves, but in what moves them."

"No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve."

Pina Bausch

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(C) Peggy Jarrell Kaplan

Pina Bausch fallece de un cáncer a los 68 años - Genialidad, humor corrosivo y angustia vital pueblan la obra de una creadora que cambió el destino del género

ROGER SALAS - Madrid - 01/07/2009

http://www.elpais.com/articulo/cultura/danza/escenica/pierde/diosa/elpepicul/20090701elpepicul_2/Tes

Coreografió durante 40 años. La semana pasada estrenó en Wuppertal su última pieza, aún sin título, inspirada en un viaje a Chile. Ayer murió. Tenía 68 años.

Philippine nació en plena II Guerra Mundial en Solingen, una ciudad gris de Alemania especializada en hacer tijeras de buen acero, creció en el restaurante que regentaba su familia y allí recibió su primera clase de folclore. "La niña es muy elástica", dijo un pariente, y eso decidió su vida, algo que, a su manera, se describe sucintamente en Café Müller. A los 15 años, Pina está ya en las manos de Kurt Jooss y a los 19 volaba a Nueva York.

La pregunta que se hacen los historiadores de la danza más serios es de dónde sale el estilo Bausch, cómo cristaliza; una manera de desarrollo escénico complejo, no lineal, que explora y explota las posibilidades creativas de la tropa más allá del conocido ejercicio de "fijar una improvisación". Esas raíces estéticas habría que buscarlas en aquellos inicios en Essen de la mano de Jooss (siempre mantuvo esa umbilicalidad con la Folkwangschule a través del maestro Hans Zulig) y luego en su etapa americana, donde después de los cursos en la Julliard School intervienen tres personas básicas: Antony Tudor (el interés por el desarrollo de una dramaturgia no siempre ligada a lo narrativo; bailó bajo sus órdenes en la Metropolitan Opera); José Limón (el gusto por acompañar la danza expresiva con la música barroca) y Mary Hinkson (que la acercó a los preceptos de Graham y luego la llevó a la New York City Opera).

En 1961 Jooss la reclama en Essen y hace su primer ballet: Fragment. Poco después el sobreintendente de la Ópera de Wuppertal se interesa y la invita a coreografiar elVenusberg ballett de Tannhäuser; la intuición no falló: un año después le dijo: "quédese, el ballet es suyo". E hizo Fritz (música de Hufschmidt, a la sazón, director musical del ente lírico). Y así nacen las posibilidades en la temporada de 1975 de acercarse a dos óperas de Gluck con bailables: Ifigenia en Tauride y Orfeo y Eurídice con el resultado de obras maestras que iban a cambiar el destino de la danza escénica, primero europea, y después mundial.

El tríptico de redención del género que avanza los prolegómenos de la danza-teatro contemporánea se produce ese año: La consagración de la primavera (Stravinski), hoy también en el repertorio de la Ópera de París. La superficie de la escena aparece cubierta de tierra húmeda por primera vez. Son los tiempos de trabajo junto al diseñador Rolf Borzik, responsable en gran medida del aparato estético y formal. Le siguen Los siete pecados capitales (1976). Aparecen las láminas de agua, cascadas de lluvia, trayectos escénicos que evocan ensayos, escenografías que reproducen hiperbólicamente habitaciones conocidas, parlamentos catárticos e introspectivos, collage musical variopinto, ropa second hand y una diseñadora, Marion Cito, primero bailarina y después vestuarista.

Borzik murió de cáncer a los 35 años en 1980, y Pina crea enseguida 1980, donde incluso se amortaja a un bailarín. Fue su desquite vital, pero ella nunca se repuso de esa pérdida, una ausencia que sobrevoló toda su obra y su vida, con esa dolorosa y contenida conexión con el expresionismo alemán a la vez que buscando una inasible forma nueva, una salida. Entonces, en Claveles, surgió en 1982 aquel suelo sembrado de flores rojas. Era un patético canto a lo efímero, otro elemento vital del estilo. Chispazos de humor corrosivo, autohumillaciones explícitas, Bausch rebuscaba con cierta crueldad en las almas de sus artistas, las vaciaba y las volvía a poblar de una angustia que ya era otra, coloreada por su toque abrumador. Nunca olvidaremos a Pina, pero tampoco a Dominique Mercy con el tutú; a Beatrice Libonati mordiendo el micrófono al gritar su nombre; a Nazaret Panadero en el paradójico ejercicio de ballet; a Lutz Föster iniciando un ritual con una taza de té...

Anoche en Madrid, Mijaíl Baryshnikov, otro de los grandes, aseguró: "Estoy sacudido por la muerte de Pina, porque más allá de sus cualidades artísticas era una amiga muy cercana. El mundo del arte ha perdido una de sus líderes, yo perdí a una gran amiga. Haré un homenaje a Pina con nuestro espectáculo en el Matadero con Ana Laguna y Mats Ek y, con toda modestia, bailaremos para ella".

Sus dos apariciones en el cine son anecdóticas pero entrañables, y pueden entenderse más bien como las reverencias de dos directores a una figura ante la que no se podían mantener indiferentes: el gran Federico Fellini en E la nave va y Pedro Almodóvar en Hable con ella. Son dos cosas muy distintas. Mientras en el fellini Pina actuaba dentro de la trama, sujeta a guión, el filme del manchego fue un homenaje: filmar un trozo de Café Müller. Pina dirigió también una película: El lamento de la emperatriz (1990). Wim Wenders había iniciado un documental en 3D con ella, y para ello viajó la semana pasada a Wuppertal al último estreno que aún carecía de título.

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