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domingo, 7 de agosto de 2011

Comentarios

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Querido David, acabo de terminar la lectura de tus libros. Bellísimos. Dolor y resignación. Pero también goce. Contigo he padecido La Resaca del Absurdo. Y también contigo he sufrido Los sonidos del silencio. Un abrazo. Y gracias.

Luis Ruiz (Berlín)

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miércoles, 15 de junio de 2011

Porca miseria

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Edward Burtnysky

Edward Burtnysky

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He vuelto a comprobarlo hace apenas un rato: lo peor no es armar el tenderete. Lo peor es cuando tienes que recogerlo y quisieras que cualquier dibujante de la factoría Disney te convirtiera en invisible para que nadie viera cómo recoges el fracaso.

Según pasaban las horas iba generando más rechazo y más odio hacia los turistas, que pasaban con la misma expresión que pondría alguien si hace, sobre todo, ese tipo de turismo que se refocila en la abstracción artística de la pobreza. A 20 metros, una muchacha que hacía una estatua humana creo que imitando a alguien fregando el suelo, acaparaba toda la atención y le llenaban su cacharrito de monedas. Era perfecta, se lo había ganado, y no sentía ninguna envidia; sentía irritación por esa implacabilidad malsana del turista que se regodea en la humillación humana.

Y entonces descendió de los cielos Eva, una argentina que entre ella, el marido y el hijo, pintaban bailes flamencos, tangos y palacios de cristal en pequeño formato. Quería pedirme cambiar el sitio porque donde estaba ella soplaba el viento y le tiraba las cartulinas. Yo aproveché en ese momento (pasada la 1) y le dejé mi lugar. Fue lo único humano que me pasó esta mañana. Una argentina, emigrante-inmigrante, nada de onanismos mentales de no sé qué merecida consideración “superior” de refugiado político cubano. Gente que viene sin becas del ICI ( Instituto de Cooperación Iberoamericana)ni de la Guggenheim ni bajo la sombrilla de ningún partido. Gente que viene y va a partirse el lomo y las manos. Como hiciera toda mi familia.

Y La Resaca del Absurdo, la puta resaca y el más que puto absurdo, que unos imbéciles llaman “romanticismo” y otros listos lo conocen como “forma de vida” pero sin admitirlo ni siquiera mientras duermen  (porque esos sí que siempre duermen bien, aun de pie).

© 2011 David Lago González

RESACA ABSURDO_TAPA

 

 

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viernes, 3 de junio de 2011

Revisitando LA RESACA DEL ABSURDO

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RESACA ABSURDO_TAPA

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Ahora que he estado repasando este libro que se fue escribiendo a trompicones para ser editado finalmente en 1998, veo que el tiempo pasa sobre uno, pero, paradójicamente, casi se mantiene inalterable. Leeré tres poemas de él (los más cortos) en la presentación de LOS SONIDOS DEL SILENCIO y los he estado escogiendo y midiendo el tiempo. Concibo la poesía leída como un espectáculo, al menos un esfuerzo de plasticidad que pueda convertir las palabras en imágenes. Si no, ¿para qué leer en voz alta?

Seguramente haré el ridículo una vez más porque esta jornada alternativa ha sido tan alternante que no conozco otros posters colocados y distribuidos por Madrid que los que yo, como invitado, he colgado en algunos sitios y café-librerías. Un desastre. Ya está comprometido, y, en fin, estoy acostumbrado a hablar conmigo mismo (algunas veces no sólo en silencio) y también con y contra las paredes de mis blogs.

Desempolvo, pues, uno de sus poemas, y lo mezclo al desorden que siempre ha existido en mí, y que cada día crece más y más.

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Oficio de poeta

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Si los espejos no le sirven para soñar

con que una rama iluminada de improviso

ante el roce de uno solo de sus viajes

pueda asumir una forma real, es porque

como un pez ha saltado de las aguas

y cruzado sobre islas enteras.

Si se ha despojado de su sombra

como a su tiempo se desentiende

la cuna de la mano que la mece,

es porque el eco que guarda siente el mismo recelo

que si escuchara venir de muy lejos

un zumbido de flechas totalmente emponzoñadas.

¡Ha cedido, St. John-Perse, ha cedido!

Ha vencido el ángel de todos esos desconocidos amigos

cuya vieja muerte real le ha sido siempre inadmisible,

porque le rescatan y le llevan consigo a su dolor.

Para él, la luz brilla dentro de lo invisible y el misterio,

y aquellos que le enseñaron a amar lo hermoso y lo terrible

vienen a sus ojos como la caricia de un padre: severa y frágil.

Ha cedido. Han penetrado en él el fuego,

la noche perfecta, la soberbia voz humana,

la zozobra del náufrago y la demencia del héroe,

la esperanza.

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Y algún que otro dios.

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(Camagüey, 1977)

© 1977 David Lago González

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Ya no escribo así. Luego me dio por desnudar el poema de metáforas y he dejado el verso en puro hueso. Por eso tal vez ahora hincan más las palabras.

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© 2011 David Lago González