sábado, 17 de septiembre de 2011

QUOTES TO REMEMBER - María Palacios

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DAVID 004

(Camagüey, 1979.  IMC, Avda. de Finlay km. ??, frente a la oficina donde trabajaba)

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Mi querida, inolvidable e irrepetible amiga María Palacios –de Camagüey, claro—, a quien no sé si algún día volveré a ver, me dijo al principio de conocernos:

“Desconfía siempre de la gente que acabas de conocer y enseguida te acorta el nombre, lo infantiliza o te pone un ‘mote’ cariñoso.”

Amén.

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domingo, 11 de septiembre de 2011

Deuda pendiente, deuda saldada (nunca del todo…)

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DAVID 001

(Camagüey, c. 1979)

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Una noche del año de 2006

para Isabel

 

Una noche del año de dos mil seis

yo estaba para morir.

Cerca ya de abrirse la madrugada

Isabel limpiaba las decadencias

de mis años que se iban.

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Al sentir tantas cosas inusuales

le pedí que llamara a la doctora M…

La doctora contestó que su guardia terminaba

y que mejor esperara a la entrada del nuevo turno,

frialdad y rutina de fábricas.

Yo pensé, con tan pobre disposición

poco puede hacer por mi cuerpo y sus anclajes.

No insistí. No me puse pesado.

Isabel me arropó y me besó en la frente,

o yo creí, o yo vi que me besaba

y me decía “Hasta mañana.”

Entonces me morí por un rato,

pero al cabo de unas horas

volvieron las mismas decadencias a devolverme la vida.

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(Hospital “Ramón y Cajal”, Madrid, 1 de septiembre de 2011)

© 2011 David Lago González

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domingo, 28 de agosto de 2011

La frivolidad y la superficialidad

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Hay una diferencia abismal entre ellas: la frivolidad es consciente, la superficialidad es congénita. ¡Hasta Boris Izaguirre se pone serio y habla de política!

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BORIS IZAGUIRRE Gente

Chávez y sus 'cadenas'

BORIS IZAGUIRRE 27/08/2011

http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/Chavez/cadenas/elpten/20110827elpepirdv_12/Tes

La última semana de agosto me encuentro en Caracas, rodeado de las distintas tormentas tropicales que conforman el temible huracán Irene. Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte. Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis. Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia. Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.

El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'

La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción

En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez. Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada. El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana. A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos. La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente. Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos. La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos. He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando". Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas. "Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.

Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana. Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador. Nadie se atreve a describir cómo se ve. Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos. La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta. "Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción. A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.

En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi. Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela. Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo. "Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería". A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba. Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges. Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto. "Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma. "Esta boda debería ser una Cadena", concluye.

-OO-

En cambio, la de la oreja Sinde se pone a hablar de Pablo Milanés, que parece que es el Nóbel del momento.

Y ¿quién es “querido Pablo”?

Y ¿quién es Pablo?

Y ¿quién es Pablo Milanés?

Y ¿quién es Silvio Rodríguez?

Y ¿Amaury Pérez, Vicente Feliú, Van-Van, Ñacata-tata-agua?

Incluso, ¿quién es Fidel Castro, sino el espejo vuelto del revés, la parte que ya a nadie interesa?

(Su hermano siempre fue un asesino burdo de voz afeminada, del que no vale la pena hablar.)

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Yoani Sánchez - Querido Pablo

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Querido/Pablo/elpepiopi/20110827elpepiopi_5/Tes

-OO-

 

Adiós, que me vuelven las fiebres.

martes, 16 de agosto de 2011

Armando Valdés-Zamora - Imaginarias de un velero sugerido

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‘Saint Nicholas Saves Travelers at Sea’ from The Belles Heures of Jean de France illustrated by the Limbourg brothers, 1405–1409

‘Saint Nicholas Saves Travelers at Sea’ from The Belles Heures of Jean de France illustrated by the Limbourg brothers, 1405–1409

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ARMANDO VALDÉS-ZAMORA - IMAGINARIAS DE UN VELERO SUGERIDO

(Editorial Verbum, Colección Verbum Poesía, Madrid 2010)

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Yo no puedo volver y tú me enseñaste que tiene que existir el cielo.

Armando Valdés Zamora

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IMAGINARIAS se me antoja como la contestación de todos aquellos personajes reales y ficticios, ciudades y parajes (el todo imaginario), que le son devueltas a Armando Valdés-Zamora, autor del poemario, cuando las circunstancias le imponen o le brindan --no queda claro— contrastar el mundo y el tiempo hechos realidad con respecto a aquel otro de cuando recorría en su imaginación caminos que muy posiblemente ni siquiera podía llegar a sospechar que un día se convertirían para él en trechos trillados o visitaciones consumadas.

“El todo imaginario,” dije antes. O “el todo imaginado”, incluso lo más cotidiano y pueril. Un libro edificado sobre el convencimiento del supuesto de que todo lo que en realidad es verdad, única y exclusivamente, es lo imaginado; precisamente lo no real, hablando en estricto sentido literal. Quizás el convencimiento no es tal, pero a fuerza de reforzar tal sospecha lo real queda suplantado por la obsesión de que, en este caso “vivido”, el más allá del horizonte, lo absolutamente ignoto pero fabricado con lo que se vislumbra o se cree vislumbrar tras las puertas abiertas de la mente es lo que en verdad le impulsa a soportar la existencia hasta que llega el ansiado momento de la vida. A tal punto de contradicción llega el hombre cuando no es libre y la atmósfera circundante le es hostil.

Son muchos los personajes que recobran movimiento en el mundo recuperado. Y hay momentos de saturación en que se echa en falta la soledad íntima de una calleja. Hay veces en que la referencia de la erudición empaña París. Buen verso, pero excesivo cuando por momentos lo imaginario se hace imaginado, o viceversa, y tanta alusión opaca los verdaderos sentimientos del transterrado.

© 2011 David Lago González

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sábado, 13 de agosto de 2011

Dave Matthews Band - Crash into me

 

Me sigue gustando igual que el primer día que la escuché.

Luego pude comprar el CD en Clifton Park, Philly.

CRUSH…

into me

-o-

C u tomorrow… maybe

jueves, 11 de agosto de 2011

Huir del fuego y caer en las brasas

Decía Papini que la historia de los hombres apenas es otra cosa que el terror de la inferioridad. Y el muy leído Maquiavelo aseguraba que, es un defecto común a todos los hombres (yo diría a ciertos hombres) no preocuparse de la tempestad cuando el mar esta en calma. Ahora  les decimos con la mejor fe del mundo que, el mejor modo de vengar la injuria es no imitar al que la hizo. Porque ya sabemos que la libertad también es resistir las tentaciones que nos ponen en el camino, aquellos que solo están pensando como torcernos el cuello... Por eso es de admirar aquella sentencia de Byron cuando dijo: Aunque me quede solo, no cambiaría mis libres pensamientos por un trono. 

Saludos,

RBordao

www.revistasinalefa.org

miércoles, 10 de agosto de 2011

La sonrisa de la ignominia

http://www.granma.cubaweb.cu/2011/08/10/cultura/artic01.html

Barquet, los puentes y la Patria

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ
madeleine@granma.cip.cu

Aunque la mayor parte de la producción poética de Jesús Barquet no ha sido concebida en suelo cubano, la Patria, entera y virginal, reviste su obra asaltándola a tan cortos intervalos que casi se le puede percibir —además de en la "superficie"— en cada una de las entrelíneas, aun cuando el texto en cuestión no guarde en apariencia relación con esa realidad espiritual.

Foto: Ricardo López HeviaPara constatarlo basta con contemplar a vista de pájaro, las páginas de Cuerpos del delirio, volumen donde por primera vez reúne este poeta habanero radicado en Estados Unidos lo mejor de su poesía y que acaba de ser presentado por el poeta y crítico Virgilio López Lemus, en la sala Villena de la UNEAC.

"Siento mucha alegría por presentar la primera compilación de mi obra aquí, pues el público cubano es el público natural de mi poesía, es para él para quien escribo —comentó a Granma Barquet visiblemente feliz con el resultado del trabajo que, acuñado por Letras Cubanas, nace de un cuidadoso proceso de selección por parte del propio autor, quien consigue incorporar a su antología, a pesar de poseer una obra de más de tres décadas de existencia, una unidad que estriba en esa percepción de la que no puede escapar fácilmente.

Sin decir el mar, Un rompido sueño, Naufragios... , por solo citar algunos de sus poemarios, ofrecen desde su propia titulación una añoranza que para palparle los motivos no hay que tocar demasiado fondo, si se tiene en cuenta que a flor de piel de los textos flotan, en un lenguaje al que la metáfora no atenúa las precisiones emocionales, las remembranzas de un pasado pertrechado de vivencias irreemplazables.

La antítesis sentimental, leitmotiv insoslayable en esta factura, halla la expresión perfecta en el poema Eco, donde queda reducido a una economía lingüística impresionante una buena parte del dilema: "Cuando estábamos/ la pregunta era salir./ Hoy que no estamos/ la respuesta es regresar".

Aparecida a partir de 1971 y desde entonces ininterrumpida, la poesía de Barquet sostiene la voz dolorida de la diáspora que no consigue la plenitud del espíritu fuera de "amigos, amores, ángeles, sorpresas y la familia, la verdadera patria".

Portadores de valores simbólicos, conceptos como la casa, el mar, el amor, los puentes y el sexo afloran una y otra vez para incorporar inusitados matices en los que suele hallarse al autor atrapado en su propia red: "La verdad son los restos de esta mentira. La mentira es esta verdad en la que vivo. (... ) A veces me siento como un árbol que anda buscando su terruño. No todas son tierras de vivir, por eso mi casa es (... ) ese dormir siempre tan despierto".

El diálogo sostenido a ratos con la sociedad norteamericana, no lo exonera de la crisis de identidad que suele embargar al espíritu en el exilio: "No sé ahora ni quién soy, tras este haberme vaciado tanto: Adiós a las playas de infinitas holguras". Y aunque tal vez por eso en sus versos los levadizos adquieran, a modo de esperanzadora salvación, una presencia vital. "Pensemos en la paz que nos trajeron los puentes. Pensemos en los puentes que nos traería la paz."

para dormir mejor… buenas noches

martes, 9 de agosto de 2011

Javier Marías rechazaría el Cervantes

 

No está dispuesto a recibir ningún galardón oficial en España.

08 de agosto de 2011. Estandarte

http://www.estandarte.com/noticias/autores/javier-marias-rechazaria-el-premio-cervantes_703.html

Qué: Javier Marías rechazaría el Premio Cervantes.

Lo ha asegurado en Austria: Javier Marías no aceptaría el Premio Cervantes, ni el Nacional de las Letras o de Narrativa, porque tiene por norma no aceptar nada de lo que venga del Estado de mi país, menos aún algo que lleve aparejado dinero. Creo que el Estado no tiene por qué dar nada a un escritor. Dado que ésa es mi norma, si alguna vez se me ofreciera algún premio de los que llamamos estatales u oficiales, pues no lo aceptaría. Si alguien le barajaba como posibilidad para alguno de los que se conceden este otoño, ya puede descartarle.

Javier Marías aseguró esto a propósito de la concesión del Premio Austríaco de Literatura Europea, convocado desde hace casi cincuenta años y entre cuyo palmarés el propio Marías destacó presencias como la de Auden, Italo Calvino o Simone de Beauvoir, ídolos de la primerísima juventud. A su juicio, este tipo de galardones son probablemente más limpios que los españoles o más desprovisto de factores tal vez espurios, y Javier Marías añadió que es posible que haya simpatías y antipatías que intervienen. Y es posible que dentro de lo que podemos llamar el 'establishment' literario español tal vez tenga más antipatías que simpatías, y eso haya podido influir.

A estas alturas, en cuarenta años de carrera literaria, ninguna de sus obras ha recibido ni siquiera el Nacional de Narrativa, pero su nombre suena insistentemente para el Premio Cervantes o incluso el Nobel. Sobre esta última posibilidad, Javier Marías considera que una de las razones por las que creo que no hay ninguna base para pensar en ello es precisamente que en Suecia se me ha traducido poco, comparado con otros países. Se dice más en el mundo anglosajón que en la propia España, que no se dice apenas. Es una cosa que no me preocupa lo más mínimo.

Lectores y lectoras de Javier Marías, posibles candidatos rivales, tomen nota...

Las celebraciones impuestas

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Resulta que hoy es el Día Mundial del Orgasmo Femenino y ya llevan ocho años celebrándolo.  Leí que tal celebración nació en Brasil, no sé si al norte o al sur, que poco tienen que ver.  A mí esto de los “días mundiales” de cualquier cosa me parece una aberración.  Además, ya hay tantas cosas que se celebran que han convertido la vida en una fiesta, totalmente falsa e impuesta.  La obligación de ser feliz, de estar alegre, de mostrar dientes –como le decía La Pantoja a su marindango ladrón por las calles de Marbella—, pero dientes, claro, de esos blanquísimos que valen un pastón.

Anoche soñé con mi antigua amiga Isabel, que vendió el barco antes de que se deteriorara la madera: en fin de cuentas, para qué invertir sentimientos en algo que sabes que se va a podrir.  Coincidíamos en la cafetería de El Corte Inglés, y yo ya comía unos noddles y tomaba un Coca Cola.  Entonces la veo delante de mí, diciéndome: “¡Qué bien te veo, David!” –esa expresión tan manida y estúpida que quiere decir “ni se te ocurra contarme lo que de verdad te pasa”.  “Fenomenal, como Carmina la Divina”, le contesté. “Pero tu pragmatismo no me permite ser sincero.”

Entonces desperté y hoy me encuentro con que es el día del chocho corriéndose.  ¿Qué se celebrará mañana?

2Cellos play Nirvana

domingo, 7 de agosto de 2011

El sutil exterminio de los muertos vivos

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Paul Tremblay

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(PROHIBIDA la reproducción de este texto salvo permiso escrito del autor.)

EL SUTIL EXTERMINIO DE LOS MUERTOS VIVOS

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Cuando tratamos de repudiar el pasado, éste tiene,

como ya sabía Horacio, un modo disimulado de volver

sobre nosotros bajo una forma apenas disfrazada.

Arnold J. Toynbee

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A MODO DE INTRODUCCIÓN

Creo que cursaban todavía los años 80 del siglo pasado cuando una tarde, recorriendo la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que ocupaba la mayor parte del Paseo de Recoletos, en Madrid, hube de dar con un libro de tapa dura gris en cuyo lomo se leía “Literatura Rusa Clandestina”. Sin pensármelo mucho, decidí birlar a mis deberes la para algunos exigua cantidad de 500 pesetas (algo más de 3 euros de hoy) y hacerme con el libro de marras. Era una recopilación de relatos escritos por patronímicos desconocidos, que han seguido siéndolo a lo largo del tiempo transcurrido y a pesar de las sorpresas históricas acontecidas posteriormente. Habían sido editados artesanal e inicialmente en los célebres Samizdat,publicaciones clandestinas” que circularon en la Unión Soviética y cuyo nombre era una abreviatura de la Gosizdat, que correspondía a la Editora Estatal soviética.

Años después vendría la lectura de los demoledores testimonios de los “Archivos Literarios de la KGB”, compilados por el historiador ruso Vitali Shentalinski, pero esos relatos ya me habían impresionado lo suficiente como para sentirme reflejado en el espejo de esos artistas que prácticamente perdieron sus nombres, sus obras, y hasta sus vidas, y también el significado de las mismas bajo el anonimato impuesto por una ideología bestial y sutil a la vez y que me ha hecho hermanarme a sus destinos. En ellos pienso también cuando escribo este trabajo.

El Autor.

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I (UNO)

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Aprendes a moverte por el mundo de la censura sin perder el equilibrio, y tú, desdichado, lo tomas entonces por un juego divertido. A veces te dan palmadas en el hombro por tu “valentía”.

Aun así, no diría que emprendí abiertamente el camino de la rebelión, pues nunca había sido yo un espíritu rebelde; sólo aumento mi asco. Sí, el asco se encargó del resto. Quien no ha vivido en el mundo de las causas ininteligibles, quien no se ha despertado nunca con el sabor de este asco en la boca, quien no ha sentido nunca cómo se extiende por su organismo y lo domina, por último, esta epidemia de la impotencia universal, no sabe de qué estoy hablando.

Imre Kertesz

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Matar no es la única forma de eliminar. Existen otras muchas artes para hacerlo, y una de ellas es anular a la persona. La Revolución Cubana (que llegó al poder en 1959 tras las sublevaciones iniciadas en 1952, ostentándolo hasta el día de hoy) ha sido un gran laboratorio en el que se han experimentado y aplicado numerosas técnicas de exterminio --insisto en que no me refiero a las que conllevan delitos de sangre--, que no solamente han afectado a las cobayas de laboratorio sino también a los químicos que, por ser los ejecutores del ensayo, han creído inocentemente haber quedado a salvo, o cuando menos al margen.

Me refiero a generaciones y al mismo tiempo hablo de grupos indistintos, de colectividades y de individuos. Establecer márgenes generacionales estrictos para lo que en este texto intento exponer es algo sumamente difícil. Los números (y acaso las estadísticas) ofrecen una perspectiva demasiado rígida, y esa rigidez se adapta mal a la evolución creativa, y también a la propia involución del creador cuando su vida y sus circunstancias, más allá de las generales y comunes a toda una nación, transcurren íntimamente ligadas a su posición y proyección éticas.

Vida y obra se encuentran relacionadas mutuamente, entrelazadas sobre todo en el caso de los poetas, pues la una y la otra se alimentan entre sí, se reflejan la una en la otra y casi llega a suceder esa simbiosis que se da caprichosamente entre los perros y sus amos cuando ambos terminan pareciéndose, si no fusionándose, sin poder determinar a posteriori quién fue el primero en semejarse al otro.

Tal vez por eso quizás sería mejor proponer una barrera, una línea divisoria que, aparte de la edad de las partes concurrentes, establezca esa aproximación a la diferenciación que se escapa a lo generacional cuando el creador —y especifico “el creador”— es un ente que, aún de manera inconsciente o subconsciente, trata siempre de superponer su albedrío a las reglas de mercado, a las normas de conducta y/o a los intereses políticos que lo rodean y de los que, a su pesar, forma parte.

Por ello, es aconsejable intentar proveer de un cierto orden a la improvisación vertiginosa, para poder expresarme con mayor claridad —y, espero, que con mejores resultados—. Partamos entonces la Revolución Cubana en dos. Obviemos esta cola última de dos o tres años que superan al medio siglo, quedémonos con la cifra redonda de cincuenta años (1959-2009), y hagamos dos mitades.

El año 1980 en Cuba constituye una buena y palpable referencia para establecer diferencias, definiciones y prolongaciones, ya sea de forma general o en el caso particular que nos ocupa: los artistas --incluyendo poetas y escritores, y cualquier otra disciplina artística-- y el poder. Hay un antes y un después del año 1980 que nos trajo una cascada de acontecimientos demarcatorios: trágicos en lo social y palpables físicamente; bochornosos en lo ético-social; ominosos en lo humano; y también, en cierta forma, compensatorios, o consoladores, en la medida que los actos oficiosos de rechazo y hostigamiento político populares totalmente planificados, generaron respuestas humanas de manera natural y espontánea; y ese breve y violento paréntesis en una vida que se desarrollaba bajo una abulia resignada se erigió en lindes absolutamente definitorias para unos bandos y otros respecto al porvenir a corto, medio y largo plazo, tanto en la proyección que protegiera una subsistencia como en lo referente al compromiso personal de cada cual consigo mismo. El periodo de mayor intensidad de estos sucesos se extiende desde últimos del mes de abril a casi los últimos días de del mes de mayo (unos treinta a grosso modo), como ya he dicho, durante el año 1980, y constituyen nuestra Noche de los Cristales Rotos. Por esa corta y a la vez larga noche, en medio del desorden que caracteriza a esas latitudes del mundo, desfilaron las más bajas pasiones. Institucional, legal o jurídicamente, hay allí en Cuba muchas cosas que antes de esa fecha eran tratadas de una forma y, después de mayo de 1980, pasaron a ser tratadas de otra; por ejemplo, la consideración de muchos correctivos políticos y la clasificación delictiva de numerosos actos que hasta entonces así se consideraban (por ejemplo, intentar escapar del país cruzando el Estrecho de La Florida, comprar carne de vacuno de contrabando, hablar “mal” de la Revolución o de alguno de sus dirigentes, etc.) pasaron a la categoría de delitos comunes. Otros simplemente se “institucionalizaron” bajo otras justificaciones rocambolescas y arbitrarias, así la pesada carga política que constituía la tenencia de dólares y de moneda anterior a la Revolución (sobre todo, los primeros), “delitos” que eran castigados con el paredón de fusilamiento o con largas condenas penitenciaras dependiendo del monto de las divisas, pasaron a ser admitidos y con posterioridad sometidos a un “caprichoso” baremo estatal de canje monetario imprimiéndose papeles-billetes que denominaron CUC, a semejanza de aquellos vales que los grandes latifundistas usaban con el personal que trabajaba en sus plantaciones de caña de azúcar o en las bananeras.

Una vez que ya hemos partido la Revolución a la mitad, debe apuntarse que en esos primeros 25 años se guillotinó a muchas maríaantonietas y los bucles quedaron a la deriva, rodando desordenadamente por el suelo. Más allá de limitarse a dos mitades, se fraccionaron en disímiles fragmentos muchos conceptos y formas de ser y estar, ideas y gestos en –y de-- los que habíamos nacido y crecido antes de la Revolución, y que conformaban en nosotros “el fuerte” de nuestra cultura social, en el que se apoyaba o se apoyaría lo que luego seríamos, el sustrato del que, de una forma u otra, floreceríamos, o del que floreceríamos en unas formas o en otras.

Para defender este propósito —incluso sin percatarnos de lo que hacíamos—, una vía era mantener nuestra esencia personal y nuestra individualidad, nuestra libertad para decidir cualquier cosa en cualquier aspecto de nuestra vida, nuestra innegable e irrefrenable necesidad de selección y nuestra exigencia por determinar, establecer, fijar, definir —es necesario que los mencione todos, aun cuando resulte cansino o repetitivo—, sentar, adoptar, optar, elegir, tomar e incluso, si podíamos, declarar el YO que había en nosotros, por encima de ese “TODOS” (compuesto por Cuba, Revolución, pueblo, José Martí, Camilo Cienfuegos, Che Guevara, Fidel Castro, unidad, antiimperialismo, espíritu internacionalista, militarización obligada, energía, dinamismo forzado y siempre manifiesto, disposición positiva a cualquier tema que se nos comunicara (que se nos comunicara simplemente como una orden más, no que se nos preguntara como opción), y un gran y casi infinito etcétera del colectivismo que nos tragaba, nos anulaba y quería sustituir lo natural (y orgánico) del ser humano con la imposición de unos excelsos valores de hojalata, plomo y manual para principiantes. El fenómeno histórico lo logró: nos tragó. Como la ballena a Jonás. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos: final de algo que nadie gusta de reconocer, o que alimenta y mantiene a algunos otros.

La otra forma de comportarnos era capitular ante el aplastante poder de la fuerza, ante la subyugadora fuerza del poder, y ser brizna arrastrada por esa corriente, pero simulando ser esa misma corriente (nunca la brizna) y llevándonos a nuestro paso cualquier impedimento, ambición, afán, premio, caramelo o persona, que encontráramos en el camino. Y ambos, la Revolución y nosotros, lo logramos, cada cual en su medida: ella nos tragó, nosotros nos creímos que nos la habíamos tragado (simplemente porque pensamos erróneamente que la habíamos esquivado, y que, al hacerlo, nos dejaría en paz, y no exigiría más de nosotros). Y, como en el párrafo anterior, después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, y por mucho que nos reciclemos siempre vamos a ser lo que somos, que es decir “lo que ellos hicieron de nosotros.”

Quizás hay un punto intermedio entre las exposiciones de los dos párrafos anteriores: el que se lo creyó y/o el que quiso, ha querido y quiere dar la imagen de que se lo creyó. Esta proyección va acompañada de una entelequia: las ideas son puras y no traicionan, son las bocas y las manos las que tuercen estas ideas al ejecutarlas. Pero, no obstante, las ideas las genera el hombre, no son una suerte de milagro externo o ajeno a la condición humana. La Biblia fue escrita por los hombres, no la escribió Dios.

En un estado totalitario y represivo, sutil o brutal, lo anteriormente dicho se materializa, pues, en tres clases de individuos:

1) el consecuente consigo mismo,

2) el arribista, y

3) aquel otro

que, llevado por el humano y lógico afán de subsistir, accede íntimamente –presumiblemente, de manera dolorosa-- a ceder parte de sus convicciones a favor de una proyección pública que lo contradice, pero que le resulta tolerable porque puede sobrellevarla con una cierta asepsia. O eso cree él. El problema está en que el tiempo avanza, los años vuelan y las dictaduras —específicamente aquéllas que nos han sido reservadas para algunos escogidos para la gloria: las comunistas— exigen cada vez más terreno individual a favor suyo. Cuanto más avanzan en el tiempo, más viscosas y enrevesadas, e inteligentes y maquiavélicas, se hacen. Por supuesto, también se expanden casi infinita, insaciablemente, en el terreno colectivo, pero no es ése el tema de estas palabras tan malamente reunidas para dar forma a un desgarro tan, tan subjetivo que infiere el más profundo y paralizante dolor.

La Revolución Cubana lleva ya más de medio siglo de vida. Sin duda alguna, en su primera mitad los métodos de convencimiento y atracción fueron diseñados de manera más cruelmente sutil, angelicalmente diabólica, brutalmente refinada, porque tenían que vencer y convencer a un abanico de pensamiento mucho más amplio. Ya muchos de los “apresados” en aquella horquilla histórica, eran hombres hechos y derechos cuando triunfó la Revolución. La misión de convertir (o llevarlos a su redil ideológico) a estos era dura. La labor de convertir a aquellos otros cuyas ideas recién habían comenzado a brotar de entre su sustrato personal, individual y único, fue, sencillamente, criminal. Jugaban con la infancia. Torcían sus manifestaciones, encorsetaban sus libertades, incriminaban sus pensamientos espontáneos, y, por supuesto, velaban y observaban muy de cerca, y con cierto empeño policial (más que didáctico o pedagógico), sus gestos y ademanes naturales. Una buena parte de la población tuvo que buscar sus caminos sometida a estas coyunturas. Para algunos, estas particularidades se hicieron y fueron definitivas y los marcaron de por vida, inutilizándolos. En otros actuó como propulsión de una ola de oportunismo que barría todo lo que hallara a su paso. Entre ambos, están los del montón, los del “no pero sí”, los del aparentado, los del “hay que vivir”.

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II (LA EXPRESIÓN OBVIADA)

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Perteneció a esa generación de artistas que como gorriones de Mao, la Revolución obligó a volar lejos de su hábitat, hasta reventarlos. No tuvieron respiro, ni pudieron llegar. Cuando entraron a la universidad, los expulsaron. Y cuando salieron a la calle, los encarcelaron. Después los deportaron, y los mandaron a ese campo de concentración que es Miami. El Exilio se presentaba como un inmenso arrozal donde, ya por costumbre o por miedo, evitaron posarse. Muchos artistas desahuciados y desconocidos deambulan por las calles de la ciudad: son como muertos vivos.

Néstor Díaz de Villegas

(In Memoriam Carlos Victoria)

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En el panorama cubano de la creación literaria y artística existen especialmente dos generaciones (grupos generacionales, grupos a secas, grupos circunstanciales) que han sufrido o experimentado, con mayor crudeza y consecuencias, el rigor represivo de La Revolución Castrista y su peculiar comunismo insular.

La primera “generación” fue el grupo identificado como EL PUENTE, que reunía espontáneamente a jóvenes artistas, mayormente literarios, que al triunfo de la Revolución habían alcanzado ya una definición en el primer paso de la evolución creativa. Es lógico y totalmente admisible que este conjunto de sensibilidades diversas, pero provistas todas del germen anárquico (y también contestatario) que todo acto creativo lleva implícito, se sintiera esperanzado y entusiasmado ante lo que les parecía —y aparecía— como “un cambio”, algo nuevo y fresco que política y socialmente estuviera más en la línea de su sentido de la irreverencia con respecto a los estrechos cánones de una sociedad burguesa, objetivamente obsoleta, que todos rechazaban. Muy pronto iban a saber cuán más estrechos aún eran y serían para siempre los parámetros de aquel cambio de dirección con que la Historia, y la terrible historia de las confusiones, comenzaba a cercenarles y a definir los destinos de sus vidas y carreras, y no solamente las suyas propias sino las de todo un pueblo, tanto para bien como para mal, a lo largo de los próximos 70 o 100 años futuros, por poner una cifra tentativa, ya fuera por contacto directo como por las consecuencias de por vida derivadas de una experiencia tan singular. Es de significar que esa “terrible historia de las confusiones” no iba a limitarse a las cotas jurisdiccionales de su pequeño e insignificante territorio nacional, sino que contagiaría a la mayor parte del mundo, sobre todo occidental, tanto desde lo más primario como hasta lo más intelectual y “biempensante” del momento e, incomprensible e irónicamente, de lo que entonces era futuro, y hoy es presente y continuamente pasado. Este absurdo serviría de muro de resonancias para la represión que ya comenzaban a experimentar en su propia casa. EL PUENTE simplemente no estaba previsto en el “stablishment revolucionario” (aún incluso no auto-declarado aún como comunista), y sucedía por iniciativa propia y personal de un conjunto de jóvenes que ese gran poder incipiente (pero excesivo y totalitario desde su cimiente) no había creado ni controlaba, y que, al intentar hacer (o imponer) lo segundo, dio al traste con el movimiento, dispersándolo y anulándolo a través de la represión y el terror, sirviendo de involuntarios e inocentes conejillos de Indias en los que experimentarían toda la amplia gama de los métodos posteriores de disuasión y control de la personalidad artística individual. La Revolución, lejos de ser un elemento aglutinador, es un monstruoso mecanismo de separación y anulación de la voluntad individual, así mismo como de manipulación colectiva, y de una tergiversación propagandística, amén de maquiavélica, convincente a los seguidores con una fe de base (irracional, como suelen ser todas las variantes de la fe). A los jóvenes de EL PUENTE les tocaría ser los primeros en estrenar toda los diferentes métodos de disuasión: exilio temprano, represión carcelaria, procesos por asociación con extranjeros y expulsión del país, métodos “correctivos” psiquiátricos (internamiento en clínicas, aplicación de electroshocks y provocación de shocks de insulina, aplicación de “curas” psicotrópicas contra la homosexualidad), sometimiento, auto-control, auto-censura, ostracismo, resignación acomodaticia y oportunismo voraz, pasando, claro, por todo tipo de traiciones y contradictorios lazos umbilicales mitigantes de la mezquindad que en ocasiones furtivas reúnen (todavía, aún a estas alturas) alrededor de una mesa (que no es precisamente “La Mesa de la Verdad”) situada en cualquier ciudad fuera del territorio insular a la que los “adaptados a representar al sistema comunista cubano puedan tener acceso, a comensales que la Historia y las decisiones personales convirtieron en antagonistas”. Todo un lamentable y tristísimo muestrario de lo que entonces se perfilaba como futuro inevitable.

La segunda generación a la que quiero referirme, y que es el objeto de este trabajo –o de este esbozo o proposición de una investigación futura más enjundiosa--, es la que atañe principalmente a personas que habíamos nacido alrededor del año 1950 y que al triunfo de la Revolución en Cuba estábamos entre la niñez y la pubertad, gente que en un momento vital de tránsito y formación del carácter, recibimos de lleno el impacto de un fenómeno político-histórico-social, único en sí mismo, que se permitió cambiar todo el orden establecido, con sus valores correspondientes, en apenas unas 24 horas que se hicieron eternas y dejaron desnudo —o al menos, sumamente confundido— al protagonista y receptor involuntario de tal transformación. Fue como hacernos hombres y mujeres en el transcurso de una noche, de una forma que de ninguna manera puede catalogarse como natural. Fue como una violación, en la que ni siquiera llegábamos a atinar del todo, no ya la comprensión, sino las formas borrosas, los contornos, de lo que había sucedido. Esta aceleración brusca de la historia nos ponía en la disyuntiva de aceptar o rechazar drásticamente lo que el paso natural de la vida anteriormente nos había ido enseñando, y abrupta -y puedo decir también que violentamente— debíamos dilucidar sobre lo bueno y lo malo, lo acertado y lo errado, que se escondía “malévolamente” en la educación, forma de vida, costumbres, tradiciones, que habíamos ido recibiendo desde nuestro nacimiento y en nuestros entornos particulares. Se nos forzaba a decidir cuando aún no teníamos la capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos, teniendo que asumir con la rapidez de un relámpago un acto que era una labor y un deber que mayormente correspondía a nuestros progenitores, a nuestros mayores.

Al mismo tiempo fuimos culpados abierta, y públicamente, de lastres de los que no éramos conscientes. No fuimos los primeros “niños (naturales) de la Revolución”, sino los niños que la Revolución había heredado de lo que se dio en llamar poco después “la pseudo-República”, en alusión a que todo lo que no había sucedido bajo el catalizador de la pureza “revolucionaria” era en lo absoluto válido en el largo período del siglo XX que va desde las Guerras de Independencia (1868-1898-1900) hasta el 31 de diciembre de 1958. De modo que, a partir de aquel momento, nuestra educación en cierta forma pasó a ser un “correctivo” de supuestas desviaciones que acarreábamos de la influencia pequeño-burguesa y acomodaticias de nuestros padres y familias. Creo que nuestros mayores intentaron protegernos físicamente, humanamente, ante esta avalancha de insultos vedados que propinaban a su papel de educadores a través de una posición conciliadora hacia la conveniencia de que sus hijos y descendientes aceptáramos los nuevos cánones, aun a costa de la posibilidad de perdernos como hijos (como sucedió en muchos casos, de ahí aquello de que los hijos denunciaran a sus padres, etc.) Puedo intuir perfectamente el (razonable) pánico que un hecho de tal calibre despertaría en ellos, y, por consiguiente, aquella primera estampida hacia cualquier nación exterior que les acogiera, de familias enteras con el propósito de “salvar” a sus hijos de algo que no sospechaban en toda su magnitud y que de cualquier forma sospechaban mal y entonces por debajo de toda realidad. Fue la explosión de la posible pérdida de la patria potestad, que dicho ahora suena ridículo y anticuado pero que para ellos debe haber parecido simplemente atroz.

Todo esto ocurrió de forma generalizada con todos “los niños del 59”, pero se intensificó especialmente con aquellos de nosotros que comenzamos a experimentar “inquietudes artísticas”, y lo pongo entre comillas porque ello sirvió como motivo de recelo y persecución sistemática por la potencialidad del ingrediente homosexual supuesto en el arte así como el germen de desviación de una conducta recta (y, en fin de cuentas, igualmente burguesa, aunque se le aplicaran las etiquetas propias de la dictadura del proletariado y la descabellada obcecación pre-fascista encabezada por el Comandante Ernesto “Che” Guevara hacia la construcción de un prototipo ideal de hombre, el llamado “hombre nuevo” solo concebido en los guiones estalinistas y los celuloides de los Estudios Mosfilm); asimismo, la ideología maoísta cultivó su visión particular del “hombre nuevo” y a principios de los años 60 también influyó en los ambientes más ortodoxos cubanos). Este sistema de sospecha generalizada hacia todo el mundo fue propiciatorio para dedicarnos un seguimiento personalizado y policial. Todo parecía indicar que, más bien lejos de precaver que nuestra generación degenerara en un atajo de inservibles viciosos nada dispuestos a seguir la senda del “hombre nuevo” perfecto únicamente posible en las mentes estrechas del Che Guevara y elementos afines, estuvieran, por el contrario, absolutamente deseosos e interesados en crearnos con todos los defectos posibles según este prisma, para así proceder a aplicar sobre esa parte de juventud “desviada” (a la fuerza o por decantación natural) más y más métodos de corrección en su afán de criba, perfeccionamiento y exquisitez del sistema represivo totalitario y la anulación total de la personalidad individual. No solamente querían crear “el hombre nuevo” sino también eliminar del todo cualquier vestigio que no nos permitiera convertirnos en robots y en modelos únicos de orfebrería exclusiva. ¿Era más importante la creación del “producto” Frankestein, o la eliminación total y definitiva del cuerpo que sirvió de base a un cerebro que finalmente fracasó en su propia mesa de operaciones? Incluso parecía planificado: éramos los que no íbamos a integrarnos de ninguna manera en la maquinaria del poder, ni siquiera como oportunistas y vividores a expensas de contribuir a la mentira con la propia mentira de nuestra falsa colaboración, que, por otra parte, siempre se entendía que debía ser lo suficientemente entusiasta y dinámica como para disfrazar convenientemente cualquier atisbo de razonamiento personal: debía, tenía que ser enérgica, en pie de lucha constante, única manera de aceptar y cubrir la apariencias de cuán bien se mentía, sin importar, u obviando, que El Poder siempre era tan omnipresente y todopoderoso para ser absoluto conocedor de la falsedad de tal simulación, reservándose el derecho de descubrirlo y aplicar el castigo que considera oportuno y ejemplificador cuando el oportunista de turno se sintiera lo suficientemente confiado como para creer que era más inteligente que La Revolución, lo cual siempre ha constituido uno de los pecados que menos clemencia han generado en jueces e inquisidores.

Al fin y al cabo, como todos esperábamos --y todos los puntos cardinales a los que miráramos así lo indicaban--, delinquimos. Si “delinquir” se entiende porque comenzamos a escribir, a pintar, a componer canciones, a existir, todo ello al margen de las organizaciones oficiales que se supone eran las encargadas, no solamente de enseñarnos a hacerlo, sino también de conducirnos por el camino correcto del reconocimiento y la aceptación; eludimos, despreciamos olímpicamente los talleres literarios, y eso no nos fue perdonado, ni por la Oficialidad ni por los que sí habían aceptado las reglas del juego, nuestros contemporáneos integrados en la maquinaria de aquella revolución cultural. Decidimos no auto-censurarnos, sino auto-marginarnos, intuyendo ya perfectamente la diferencia existente entre las dos acciones, y anticiparnos a la marginación que el stablishment nos aplicaría o, en su caso, al tratamiento que nos aplicaría en su labor de reconducir lo que escribíamos y producíamos a través de otros conceptos más acordes con la Revolución. No era en definitiva que hiciéramos nada abiertamente condenatorio del sistema, sino que lo que hacíamos no se ajustaba a lo establecido, ni en contenido argumental ni en proyección estética, ni siquiera en la forma de decirlo o darle forma. Había un divorcio total de formas y contenidos; y para ser “admitidos” (aun con reparos) en las sendas que nos condujeran a ser “alguien” (Brigada Hnos. Saínz, Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, u otras sindicaciones adyacentes al control político de los artistas), teníamos que renunciar a ser nosotros para convertirnos en ellos. En esta disyuntiva no éramos los únicos: había personas claramente pertenecientes a otras generaciones anteriores que también decidieron dejarse excluir por razones semejantes o parecidas (por cuestiones que, simple y llanamente, tienen que ver con la dignidad personal). Pienso específicamente en un poeta cuyo nombre prudentemente omito, con el peso específico suficiente como para ser tratado con un respeto especial y que está muy por encima de cualquier poetastro de ocasión que, valiéndose de su producción al servicio del Estado y su ideología, haya sido reconocido —y “reconocido”— como algo a tenerse en cuenta tanto dentro de sus fronteras como más allá de ellas (esto produciría un capítulo aparte).

De modo que lo que bautizo en este texto como LA GENERACIÓN OBVIADA viene siendo más bien “un grupo circunstancial” de personas que nos mantuvimos al margen de los cauces oficiales cubanos (haciendo especial hincapié en que no existían ni siquiera “cauces oficiosos” pues, como en el repetido slogan de principios del Estado Revolucionario Cubano, se mantenía en todo la premisa de que “Con la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada”). En ese estrecho margen –por momentos, casi imperceptible e imposible--, hemos desarrollado, sobre todo, la iniciación personal, individual y desconocidamente colectiva dentro de nuestra única razón de ser (el arte y la literatura), mantenida en todo tiempo a pesar y en contra de cualquier nula posibilidad de reconocimiento. Como he querido sugerir hace un momento, esa marginación también en cierta forma ha viajado con nosotros dondequiera que hayamos ido y nos sigue acompañando en el llamado “exilio” (en definitiva, otra manifestación de “oficialidad”, con sus propias reglas del juego y su particular gama de valores, reconocimientos y exclusiones, y, paradójicamente, continuador y valedor del escritor y el artista oficial comunista (no sé si por inercia, por auto-validarse o por pretender una ley no escrita ni siquiera susurrada de punto final que les exima de toda responsabilidad de colaboracionismo y representatividad de un régimen dictatorial y totalitario, absolutamente imposible de justificar). Existe, por otra parte, una gran confusión orgánica en los espacios fuera del alcance físico del largo brazo revolucionario; dado el prolongado tiempo de ese exilio y lo sutilmente preparado —por no decir “alerta”— que hay que estar para detectar precisamente la sutileza de una ratificación a la que el escritor o artista proveniente de los organismos oficiales insulares aspira y al que La Revolución le ha hecho creer merecedor de tal derecho.

Como fue un grupo que, salvo en cada núcleo (“o individualidad: islas dentro de la isla”), se desconoció a sí mismo en el sentido de su extensión a lo largo de Cuba, teniendo en cuenta que entre nosotros sólo existía el lazo de las circunstancias temporales o accidentales, nunca existimos como “movimiento”, y mucho menos estuvimos organizados (como, curiosamente, la Seguridad del Estado se obstinaba en “ver” a toda costa en mis visitas obligadas a sus villas de interrogatorios y otras oficinas de requerimiento). Es posible que ésta pudiera ser una tarea a completar a partir de los diferentes momentos más o menos simultáneos en que fuimos accediendo a un margen mayor de libertad (de toda índole) a través, sobre todo, del éxodo masivo de los que abandonaron Cuba por el puerto de El Mariel durante los meses de abril-mayo de 1980, así como al incesante goteo de los que habíamos precedido o sucedido a tal acontecimiento. Estoy seguro de muchos nombres, pero carezco del conocimiento documental suficiente del pasado como para incluir con justicia a todo los que mantuvieron actitudes semejantes y específicamente a los que comprende ese periodo.

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III (TRES)

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Pero en ese medio siglo hay una segunda mitad. Para los últimos 25 años la Revolución Cubana tenía algo ya ganado: no tenía que lidiar con generaciones que arrastraban reminiscencias propias de otros tiempos distintos. Ya tenía las suyas propias, nacidas después del año 1959, más puras o menos contaminadas que las anteriores y en la práctica más maleables, más moldeables. Aunque, por muchas revoluciones que sucedan al unísono, no es posible barrer del todo con una ética de naturaleza más humana, intrínsecamente histórica, tradicional, prácticamente genética, es lógicamente aceptable, y aceptado es, que nuevos significados éticos se vayan produciendo y sucediendo a lo largo del tiempo; o cuando menos, grandes o pequeñas variaciones de ese gran corpus ético y dialéctico. Las proporciones éticas están compuestas por una pequeña isla de objetividad flotando en un obscuro océano de subjetividades. Aunque miradas desde fuera, ciertas cosas y actitudes pudieran ser vistas desde una misma perspectiva, es absolutamente admisible que esa óptica no fuera aplicable, no al hacer un zoom sobre el punto, sino a nacer, crecer, vivir y morir en ese punto y desde allí proyectarse al exterior.

Me hago muchas preguntas sobre la naturaleza humana. Sobre la pureza, o sobre la consistencia de esa naturaleza. El condicionamiento existe en todo tiempo y lugar, y cuanto más cerrado y asfixiante es el espacio, más métodos se ingenian para obtener más oxígeno. Pero ¿todo es válido? ¿Todo es “ético”? ¿Dónde están los límites? Y ¿cómo probarlos, cómo medirlos? Dudo sobre cómo juzgar a la gente (o ni siquiera si deben ser juzgadas). Los valores del escrúpulo han variado, eso está claro. Pero ¿podemos afirmar categóricamente que todos los venidos después son oportunistas desalmados? Lo ignoramos; lo ignoro, verdaderamente. No sé acusar a todo el mundo por igual; además la parte más humana de mi ser me enfrenta a no cometer los mismos excesos de clasificación y condena que se hizo con nosotros. Y tampoco somos iguales, salvo en la categoría de la cobaya del experimento científico. Tal vez los primeros sufrimos más experimentos, mayor experimentación, mayores errores, y, sobre todo –y muy importante-- carecíamos de los anticuerpos que los segundos han ido ya generando sobre nuestra experiencia acumulada y sobre la suya propia.

Para unos, la vida en el laboratorio ha mermado definitivamente el interés por otra opción vital, cualquiera que ésta sea. Nos alimentamos de auto-engaños pero los resultados son letales. Si la Revolución cavó la fosa, el agotamiento que nos ha producido sella el agujero con su pesada losa.

Para otros, la vida comienza a partir de su egreso del recinto de los experimentos. Y están prestos a demostrar su capacidad y las habilidades ganadas durante el entrenamiento.

No obstante, debe existir un equilibrio en alguna parte. O, ¿habrá muerto del todo aquello que José Martí llamaba “mejoramiento humano” y en lo cual basaba su fe?

(Madrid, 2007-2010)

© 2010 David Lago González

(PROHIBIDA la reproducción de este texto salvo permiso escrito del autor.)

Comentarios

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Querido David, acabo de terminar la lectura de tus libros. Bellísimos. Dolor y resignación. Pero también goce. Contigo he padecido La Resaca del Absurdo. Y también contigo he sufrido Los sonidos del silencio. Un abrazo. Y gracias.

Luis Ruiz (Berlín)

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Los insultos

Los insultos son inducción al suicidio.

© 2011 David Lago González

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sábado, 6 de agosto de 2011

ROGER SALAS - “Noche española” con sabor cubano

'Noche española' con sabor cubano

La gran danza del Cuban Classical Ballet of Miami debuta con éxito en el Festival de El Escorial

ROGER SALAS - San Lorenzo de El Escorial - 06/08/2011

http://www.elpais.com/articulo/madrid/Noche/espanola/sabor/cubano/elpepuespmad/20110806elpmad_6/Tes

Lorena_Feijoo -- Lorena Feijóo, del Cuban Classical Ballet of Miami, durante el ensayo en El Escorial.- ANDRÉS DE GABRIEL

Lorena Feijóo, del Cuban Classical Ballet of Miami, durante el ensayo en El Escorial.- ANDRÉS DE GABRIEL

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En el verano de 2010 el Cuban Classical Ballet of Miami (CCBM) o, lo que es lo mismo, el Ballet Cubano de Miami, se quedó con las maletas hechas y los decorados en enormes contenedores en el puerto de Santander. Las malas artes de una empresaria sin escrúpulos los dejaron colgados. Estaban programados en una gira española que comenzaba precisamente donde actuaron ayer día 5 y lo hacen hoy sábado: el teatro auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Anoche hicieron vibrar al público ofreciendo un baile espléndido y una energía que solo la gran danza es capaz de transmitir.

La noticia en otros webs

El programa realza las relaciones entre el ballet clásico y las danzas de tradición

El director del CCBM, Pedro Pablo Peña, cambió el programa para estas presentaciones y decidió esta Noche española, donde se realzan y verifican las relaciones entre el ballet clásico y las danzas españolas de tradición, sobre todo la Escuela Bolera que tanto ha influido en el repertorio del siglo XIX y principios del XX.

Para la Noche española, Peña ha reunido a sus principales figuras habituales, artistas cubanos que están repartidos por las mejores compañías del mundo. Y además, con la intervención de dos españoles: los madrileños Carlos López, solista del American Ballet Theatre de Nueva York, y la nueva y prometedora revelación de la danza española, Sergio Bernal. López bailó en el elenco de Majísimo (sobre las danzas de la ópera El Cid de Massenet) y en una recreación de concierto de la danza española del tercer acto de El lago de los cisnes. Bernal, por su parte, bordó con virtuosismo y garra la Farruca de El Molinero de El sombrero de tres picos.

Lorena Feijóo, primera figura, hizo un pas de deux de Carmen que la corona como heredera natural y consciente del rol tras Maya Plisétskaya (para quien se creó) y de Alicia Alonso (que lo particularizó); Feijóo es poderosa en escena, afila la técnica y da el perfil de la auténtica diva de ballet en un momento de madurez espléndida.

Cerró la noche Don Quijote, con un virtuoso Rolando Sarabia y una chispeante y segura Xiomara Reyes (bailarina principal del American Ballet); ellos se comunican bien y dan al dúo su mejor sentido artístico.

Consideremos en el mismo alto nivel de expresividad y ejecutoria a Rainieris Reyes y Nelson Madrigal, el primero en Paquita y el segundo en el Don José de Carmen. El total de las obras pone de relieve unos vasos comunicantes y una retroalimentación tan viva como exitosa: la del ballet y lo español. La obra Majísimo de Jorge García es la mejor demostración de esa estilización capaz de hacer que lo esencialmente español se vincule a lo que es académico y troncal; pasos, frases, acentos y combinaciones que probablemente ya estén fundidas para siempre.

© Roger Salas / El País

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jueves, 4 de agosto de 2011

EL AMIGO DE KAFKA (Carlos Victoria, “Seis poemas para mi madre loca en Camagüey”)

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1931

(1931)

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Como hiciera el amigo de Kafka con respecto a la obra de uno de los más grandes escritores de la historia de la literatura, yo no destruí los originales de este y otros poemas que devolví a Carlos Victoria hace años, una vez ambos fuera de Camagüey, aunque él me hiciera jurar –bajo compromiso de terminar definitivamente nuestra amistad- y asegurarle su destrucción total.  No respeté su deseo, y de ello me alegro mucho y me complazco.

Resulta verdaderamente inimaginable el espíritu aniquilador de la Revolución Cubana entre personas que hemos compartido momentos muy importantes de la vida, nos hemos querido, nos hemos admirado hasta casi rozar el fanatismo.  Lo cierto es que en cierta forma rechazo pensar muy detenidamente en por qué Carlos Victoria hasta públicamente defendió y justificó su relación de compañeros universitarios durante dos años con Abel Prieto y de cuya presunta continuación más allá (o más acá) nunca tuve la menor constancia, creo que como el resto de amigos de CV de Camagüey.  Tuve serios problemas con Carlos Victoria a partir de que –ignoro por qué- decidiera acercarse a la revista Encuentro y sus fundadores, Anabel Rodríguez y Jesús Díaz, incluso con declaraciones a favor de este monstruo que todos detestábamos, no ya indignantes sino totalmente babosas.  En fin, me es un tema sumamente desagradable de tratar.

Carlos Victoria sentía vergüenza de Estrella, su madre, debido a su locura y su comportamiento nada agresivo pero evidentemente ajeno a la realidad.  Durante muchos años ignoramos incluso dónde vivía exactamente Carlos con su madre.  Y fuimos Nikitín y yo quienes nos impusimos y una mañana o una tarde emprendimos la calle del Reparto Jayamá y nos aparecimos allí.  Así conocimos también a los tíos que habían hechos de padres de CV, Caco y Roselia (junto con su hijo Leonel, más joven que CV y nosotros), personajes entrañables e inolvidables, a quien la hondureña con la que Carlos se casó para dejarle la nacionalidad americana intentó recurrir el pago de un seguro de vida que él había dejado a nombre de Roselia.

La vida después se complicaría más, tocándome el desagradable papel de mentir hasta el infinito a su madre Estrella Victoria Olivera, en la sala de mi casa, cuando desesperada iba en busca de noticias, y de la verdad, en los 52 días que duró la detención de CV entre Villa María Luisa (Camagüey) y Villa Maristas (La Habana), y que a ella le habían dicho que correspondía a un premio y unas vacaciones en la R.D.A., que su hijo se había ganado.  Esas necesarias mentiras mantenidas fueron uno de los peores episodios de mi vida.

Por esa y por otras ya infinitas razones, NO PERDONO a la Revolución Cubana y rechazo y desprecio totalmente a los que me quieran vender otra cosa.

David Lago González (Madrid, 4 de agosto de 2011)

--o--

Carlos Victoria  -  SEIS POEMAS PARA MI MADRE LOCA EN CAMAGÜEY

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I

El invierno vino sólo por ti,

mujer que cruzaste desde la vieja

escuela

hasta la muerte de tus padres,

y tus hermanos y primos se casaron

y procrearon

como Dios manda en

El Libro.

Nada de viernes ni fiestas ocultas,

sólo el invierno fue

en tu corazón.

El azar despoblando

tus hermosos labios

me vuelve a recordar

la niña que dejaste,

abandonada y fría

en un pozo de Marzo,

y el invierno la olvida

y la dibuja

contra toda ceniza de ti misma.

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Niña y madre,

el reposo tardío busca

en vano

tu cuerpo en otro cuerpo.

Tus muñecas, las pálidas y sucias,

juegan a perecer

en el frío y la tristeza.

Y tú eres la novia de mis tardes,

siempre adiós, no me olvides,

y hacia inviernos más tuyos,

donde nadie te besará jamás

los ojos y los labios

solos.

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II

Solías decir:

“el jardín es un cielo inviolable,

y los ángeles flores”.

Tu pañuelo a capricho se ocultaba

en el verde,

y tu madre, llena de ingenuidad,

creía en las flores.

La tierra del jardín

fue una sombra de muerte

hasta el día de tus lágrimas.

Y años más tarde llegaron

los claveles, rosas de dedos rojos,

amapolas contritas,

girasoles con cabeza llorosa,

lirios temblando,

todos te conocieron.

Y tú empolvabas rostros dentro

de cada flor,

la cara de mi padre,

la de tus dos abuelos cuando fuiste pequeña,

las de tus más queridos novios,

viajeros de muy lejos, fatigados,

y en los ojos una tibia nostalgia.

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“El jardín ya se puebla

de flores...”

y tú estabas llorando, laboriosa,

en medio de recuerdos y de ángeles.

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III

¡Qué isla desierta la locura,

la paz de manos grises,

la añoranza!

La tarde en que mi madre

tuvo el único hijo,

todas las calles se le volvieron muerte.

Cabezas de tiniebla

y animales sin labios

merodeaban la cuna de sus noches.

Y sus pechos estaban helados.

las salamandras llenaban

las paredes,

aunque nunca mostraban los ojos.

Y mi madre, que soñaba

con un dios en la puerta,

sentía a los muertos acercarse.

De rezos y de amor

me abrigaba en su blusa.

Y los muertos entraban

sólo a tocar

su sombra,

junto a la mecedora gris

donde ella cada noche me

arrullaba. Y había voces y llaves más reales.

Los dos éramos eco de otra eternidad.

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IV

Fue amargo

el ángel en tu cuerpo

dentro de los muros altos y habitados

que conociste.

El aire puebla allí

los meses dolorosos,

las cabezas enfermas de muerte

y vida,

la eternidad de nunca.

El niño que yo fui

te visitó tres domingos

en un largo año,

quieto y torpe como un pájaro herido.

Y hay un parque con árboles

y una nueva imagen

de la muerte

en aquel frío espacio.

Allí una mujer intentó besarte,

y otra te arrojó piedras

desde su desgracia.

Yo lloré sobre mi pubertad caída

todo el tiempo.

Un asilo más alto que un reino

vendría a ser el resumen,

una foto de angustia

o miseria

a tus veintiséis años.

Y la memoria posee esos dedos

en el rostro

de una mujer vivida,

con los ojos llenos de ceniza,

de un puñado de lágrimas,

una mujer tan dueña

del poema

como de sus dementes ojos.

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V

Los días,

presurosos en la blanca cabeza

de las nubes,

no vuelven a traer el hilo de alegría

que supieron dar en otros tiempos.

Tu rostro amarillea

el espejo del primer cuarto,

donde Dios y su fiel enemigo

luchan por poseerte cada noche.

Mientras los ojos y las manos,

mi madre,

te envejecen inolvidablemente.

Ahora todos se fueron,

te olvidaron,

y dejaron postales y nostalgias

en lugar del olvido.

Tu locura los espantó a todos,

y te quedaste con la Biblia

y la más primitiva soledad.

Camagüey ya no espera

tocar tu adolescencia,

sólo la cartera y el vestido blanco

de la justa mitad de tu vida.

Y los sueños todavía te despiertan,

aunque ya demasiado

oscuros

para ser sueños.

Sin embargo,

las calles que conoces,

los árboles del patio, las tristezas,

todo trata de imaginar acuerdos

para así parecerse a

tu infancia.

.

.

.

VI

Ah mi madre,

cuando el dolor sea sólo una estatua de huesos,

un tibio y dulce polvo,

cómo voy a recordarte entonces.

Todos los manicomios del mundo

serán mi última casa, mi guarida,

porque el hogar se nos habrá quebrado

en dulces terrones y lluvia.

Y los poemas de la carne y los ojos

serán un breve sueño

desterrado.

Para el portal tendré los balances

y las persianas rotas,

y el ángel te mirará soñando.

Las faldas y los peines

de cuando eras muchacha

serán los enemigos de tu viaje.

Ah, qué cristal agudo,

qué memorias,

los nuevos niños habrán desconocido.

Cerradas con aldabas de oro y sombra

para toda la vida.

Cómo será la huida de tu boca,

de tus años y de tus visiones,

en mi propia estancia.

Colocar el mantel, las cucharillas,

la fuente junto al pan,

los platos blancos,

sentarme en la mesa frente a tu nostalgia,

y ya nunca más estarás conmigo.

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(Agosto 1969)

© Carlos Victoria Olivera 1969

miércoles, 3 de agosto de 2011

Cenizas

Sus cenizas volverán a su natal Cuba

Familiares y amigos despiden a Eliseo Alberto

México – Jesús Alejo

http://impreso.milenio.com/node/9002150

Su hija María José se comprometió a luchar para que la obra de su padre no se olvide. El escritor cubano dejó terminada una versión novelada de una ópera.

Se recibieron muchas manifestaciones de duelo, tanto personales como institucionales.

La carroza comenzó a tomar camino alrededor de las 13 horas con 20 minutos rumbo al crematorio; hubo quien dijo que hacia la eternidad: la leyenda de Eliseo Alberto de Diego empezaba a escribirse en esa tarde nublada en la Ciudad de México, aun cuando sus cenizas no se quedarán en el país que habitó desde hace dos décadas, sino regresarán al sitio donde se encuentra enterrado su ombligo: Villa Berta, en Arroyo Seco, Cuba.

Ya fueron pocos quienes acudieron a despedirse del escritor, los familiares más cercanos —encabezados por Josefina, su hermana, y su hija María José—, amigos unos cuantos, porque la gran mayoría había acudido la tarde del domingo a darle el último adiós, si bien se sintió la ausencia de representantes de la embajada de Cuba en México o de autoridades de cultura de nuestro país, más allá de los arreglos florales que los representaban.

“Hay que recordarlo como una persona alegre, cariñosa y muy buen padre”, dice María José mientras lucha por impedir las lágrimas: “Él sabía que ese transplante era lo que iba a salvar su vida. Estaba asustado, nervioso, muy esperanzado y los últimos días fueron complicados. De la operación salió muy bien, pero tuvo las complicaciones: luchó hasta donde pudo, y no pudo más.”

Unos seis años de edad tenía María José cuando llegó a México, siempre al lado de Lichi, por lo cual su relación se cimentó con una fuerza superior a la que puede establecerse entre padre-hija, al grado que dice tener ya un propósito para el futuro: luchar porque la obra de su padre no se olvide.

“Hay muchas cosas inéditas. Un poco más adelante me dedicaré a luchar porque la obra de mi papá no se olvide, porque sé que mucha gente lo quiere y está esperando eso. Hay muchas cosas que dejó ahí, aunque no hay una novela terminada como tal, pero sí muy avanzadas, además de guiones de cine y, sobre todo, tenía la novela de su padre”, destacó la única hija del narrador.

Así titulada, La novela de mi padre, se trata de una historia que empezó a gestar Eliseo Diego y cuando murió, al cabo de algunos años, Eliseo Alberto la encontró y decidió terminarla.

“Era una obra que a él le costaba mucho trabajo y siempre decía que la terminaría yo, aunque no soy escritora él tenía esa esperanza, para que terminar por también escribir la novela de mi padre: se trata de una novela un poco biográfica de la familia de mi abuelo y de mi papá.”

El autor de libros como Caracol Beach o Informe contra mí mismo, Eliseo Alberto dejó terminada la versión novelada de la ópera El día que la banda música se fue a la guerra, además de otros textos periodísticos, si bien la publicación de los textos dependerá de la familia, por lo que incluso la hija está convencida de quedarse en México, porque regresar a Cuba sería como empezar de nuevo.

“Él amaba a México, estaba eternamente agradecido, pero mi papá era Arroyo Naranjo, Villa Berta. Siempre quiso que sus cenizas fueran llevadas allá. Nosotros vamos a hacer el intento de llevarlas a Cuba.”

Aun cuando no hubo representación oficial de la embajada cubana durante el sepelio del escritor, María José no contempla dificultades para el traslado de las cenizas del escritor, en particular porque el gobierno cubano “nos tiene mucho cariño como familia”.

“No creo que eso sea un problema, que la política entre mucho. Son momentos difíciles para toda la familia y aunque él tuvo problemas por su forma de pensar, en estos momentos no creo el gobierno vaya a poner algún impedimento.”

Apenas el 18 de julio pasado, el escritor cubano recibió el riñón que había esperado a lo largo de tres años, sin embargo tuvo complicaciones que lo mantuvieron en terapia intensiva durante todo este tiempo, si bien su organismo había recibido bien al nuevo riñón, fueron complicaciones respiratorias, que devino paro cardiaco, las que le produjeron la muerte..

Los restos de Eliseo Alberto fueron cremados la tarde de ayer, en una ceremonia a la que sólo tuvo acceso la familia más cercana. Las cenizas permanecerán los próximos días en la Ciudad de México, antes de hacer el viaje hacia su Cuba querida, sin que existe fecha exacta para ello.

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Cocino mucho, en mi casa todos los días van a comer diez o doce amigos, casi todos cubanos errantes también, exiliados. Muertos de hambre que van a la casa a buscar su olla popular, digamos.

Eliseo Alberto de Diego, “Lichi”

(http://es.wikipedia.org/wiki/Eliseo_Alberto)

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