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sábado, 19 de febrero de 2011

De querencias y aversiones hacia las revoluciones, y del miedo a la basura

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“We do not know how big the crowd is, and what opposition it is…until we get out of step with it.”

“We do not know how big the crowd is, and what opposition it is… until we get out of step with it.”

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REPORTAJE: IDA Y VUELTA

La revolución y las basuras

ANTONIO MUÑOZ MOLINA 19/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/portada/revolucion/basuras/elpepuculbab/20110219elpbabpor_6/Tes

  • Decía Mark Twain que algunas de las peores cosas de su vida no habían llegado a sucederle. Algunas de las revoluciones mejores de la mía les han sucedido a otros. La primera alegría política desbordada de la que tengo recuerdo me sucedió una tarde de finales de abril en Madrid, en 1974, cuando compré el diario Informaciones, que era el que leíamos los antifranquistas, y vi el titular que anunciaba la Revolución de los Claveles en Lisboa. La dictadura acababa de caer, pero había caído al otro lado de la frontera. Para muchos de nosotros la ebriedad de la liberación no era menos estimulante porque fuesen otros los que estaban viviéndola. Tenía un reverso de esperanza, y otro de melancolía. Igual que veía uno las películas queriendo imaginarse que era él quien abrazaba a Faye Dunaway y no Warren Beatty, así miraba las fotos de la gente que se lanzaba vestida a las fuentes de la plaza del Rossio o que trepaba a las orugas de los carros de combate para poner claveles en los fusiles de los soldados. El hábito fortalecido por la literatura y el cine de vivir vicariamente las vidas de otros y de imaginar que las cosas que nos importaban sucedían en lugares y tiempos ajenos a los nuestros se trasladaba intacto a la experiencia política. Aquella primavera del 74 yo me pasaba la vida en el reino encantado que fundó para siempre Víctor Erice en El espíritu de la colmena o en las manifestaciones italianas de las películas en blanco y negro de Bernardo Bertolucci que ponían en la Filmoteca. La cámara recorría morosamente la marcha de una multitud de puños cerrados y banderas con hoces y martillos y cuando la acción pasaba a otro asunto se levantaban en la oscuridad silbidos y gritos de protesta, porque suponíamos que las imágenes de la manifestación habían sido abreviadas por la censura, no por la decisión del director de no seguir recreándose en ellas.

Algunas formas radicales de alegría civil no hemos llegado a experimentarlas nunca. No me quejo. Las cosas son lo que son

Lo que vaya a pasar mañana o el mes que viene no se sabe. Lo que pasa hoy nadie lo vaticinaba hace sólo un mes

Salíamos aturdidos del cine a la borrosa realidad y comprábamos Informaciones o Triunfo para sumergirnos por delegación en las muchedumbres portuguesas, que lo inundaban jovialmente todo, las plazas y las avenidas de una Lisboa en la que no habíamos estado nunca, los balcones, los tejados, los parques públicos, los pedestales con elefantes o con reyes a caballo. La libertad era posible, aunque fuera en otra parte. Nosotros imaginábamos que una dictadura era como una fortaleza de muros de hormigón y troneras blindadas que sólo sería posible tomar por asalto o derribar a cañonazos: pero en Portugal el edificio entero de la dictadura se había desmoronado sin que los militares alzados contra ella dispararan sus fusiles, y sin que los carros de combate tuvieran otra misión que la de servir para que la gente feliz escalara sus torretas. En nuestro país los esbirros de la Brigada Político Social torturaban a los detenidos: en Portugal sus congéneres, los policías de la PIDE, huían como ratas de la ira incruenta de los revolucionarios, que asaltaban las comisarías y tiraban por los balcones los siniestros archivadores metálicos con las fichas de identidad de los perseguidos. Con mi Informaciones de cada día o mi Triunfo de cada miércoles recién comprados en un kiosco de la Puerta del Sol yo miraba los balcones de la Dirección General de Seguridad y me imaginaba entrando por su puerta principal entre un río de gente, corriendo escaleras arriba hacia los despachos de los torturadores, o descendiendo hacia los sótanos donde estaban las celdas, donde abriríamos los cerrojos para soltar a los presos.

Pero la misma Puerta del Sol era el escenario de otra revolución delegada, de la que nos separaban las fronteras del tiempo, más irrevocables todavía que las del espacio. Caminando por ella uno imaginaba la revolución posible que se parecería a la de Lisboa y la otra revolución verdadera que la había llenado de gente el 14 de abril de 1931. En las fotos de Santos Yubero que pudieron verse tan magníficamente ampliadas hace unos meses en Madrid la muchedumbre del 14 de abril se convertía en un conjunto asombroso de retratos individuales, de personas concretas que gritaban o sonreían o trepaban con alpargatas a las copas de los árboles o a los techos de los tranvías. Yo, que tantos hombres he sido, no haber sido nunca -dice el poema de Borges- aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach: ni yo ni ninguno de los que compartían aquella felicidad aplazada de 1974 en Lisboa alcanzamos nunca su cumplimiento en nuestro país, en nuestras propias vidas. Tampoco nos echamos a las calles de Teherán en enero de 1979, ni a las de Managua en el verano de aquel mismo año. En eso nos parecíamos a nuestros padres y a nuestros abuelos, que se tuvieron que conformar con ver en los noticiarios del cine el júbilo de París en el día de la Liberación en agosto de 1944. Algunas formas radicales de alegría civil no hemos llegado a experimentarlas nunca.

No me quejo. Las cosas son lo que son. El pasado es inmodificable, aunque tantas personas en España dediquen sus mejores esfuerzos a corregirlo, y la calidad de la democracia española no es inferior a la de la portuguesa, aunque su nacimiento fuera más vacilante, más confuso. En cuanto a las alegrías de Teherán y Managua, nuevos sátrapas con inclinaciones policiales se encargaron muy pronto de desbaratarlas. En noviembre de 1989 el hundimiento súbito de las tiranías comunistas y el gozoso delirio de quienes se encaramaban al muro de Berlín debieron de habernos traído alguna otra felicidad delegada, o al menos solidaria, pero al ensimismamiento español le quedaban lejos aquellos países del corazón de Europa, y una parte considerable de nuestra clase intelectual y periodística aún juzgaba de mal tono la resistencia contra dictaduras que no fueran fascistas. Por una casualidad de la vida me tocó ver en televisión las imágenes de la caída del muro de Berlín en una casa en la que estaban reunidos algunos escritores, editores y críticos de inclinación al parecer progresista. Miraban las imágenes de la gente abrazándose en Berlín como si asistieran lúgubremente a la transmisión de un entierro.

Ahora me acuerdo de aquellas revoluciones siempre ajenas, triunfales o fracasadas, viendo imágenes de las multitudes en esa plaza que de pronto se ha agregado a la geografía de la libertad, la plaza Tahrir, escuchando voces de egipcios en la radio pública americana y en la BBC, leyendo los reportajes admirables de The New York Times, donde el periodismo se sigue ejerciendo como un oficio responsable de adultos. Las decepciones de tantos años, el cinismo instintivo español, no llegan a malograrme la alegría, la antigua alegría delegada por la libertad súbita de otros. Lo que vaya a pasar mañana o el mes que viene no se sabe. Lo que pasa hoy nadie lo vaticinaba hace sólo un mes. La economía, la politología, la sociología han demostrado tener el mismo rigor predictivo que la ufología. Pero esta mañana me ha alegrado el día ver en la portada de The New York Times a la gente joven de la plaza Tahrir recogiendo hacendosamente la basura acumulada en los últimos días. En mi país las grandes alegrías colectivas suelen tener un origen alcohólico o futbolístico, y dejan tras de sí un rastro de toneladas de basura que siempre recogen otros.

antoniomuñozmolina.es

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La Reina de la Noche

febrero 18, 2011

“Odio las revoluciones”. Por Jacobo Machover
http://isiswirth.wordpress.com/2011/02/18/odio-las-revoluciones-por-jacobo-machover/#comment-847

Archivado en: Uncategorized — isiswirth @ 11:37 pm

(Agradezco a Jacobo Machover por este artículo.)


ODIO LAS REVOLUCIONES


Jacobo Machover

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“Odio las revoluciones y a sus admiradores. Parafraseando a Claude Lévi-Strauss y su provocador “Odio los viajes y a los exploradores” (en “Tristes trópicos”), se podría llegar a una conclusión parecida: hay que acabar con las ilusiones, con esos sueños recurrentes, que acaban SIEMPRE por transformarse en pesadillas. Hablando de la revolución francesa, la madre de todas las rebeliones que acaban adquiriendo una significación mayúscula, el filósofo René Girard escribe: « La revolución es violencia, y la violencia no tiene orígenes, está allí desde siempre, nada la crea, y no produce nada.”


No hay nada que salvar de las revoluciones y, menos aún, de las actuales, las que han tenido lugar en dos países árabes y amenazan con extenderse por toda esa región, amenazando la paz, aunque fuera “fría”, con Israel, lo cual, confieso, es lo que más me importa.


Los regímenes comunistas nunca han tenido ni tienen nada que ver con esas autocracias ancladas en las tradiciones locales, como las de Ben Ali o la de Mubarak. Pero los sistemas implantados por ellos no eran totalitarios en lo más mínimo. Se basaban en una represión despiadada, en la corrupción a todos los niveles y en la utilización de la religión a su conveniencia, para aplacar a los islamistas que amenazaban sus propias prebendas. Los “pueblos” que salieron a la calle no son ni más ni menos valientes que otros. No tienen tampoco más espíritu de sacrificio. Parte del “pueblo” tunecino hoy día huye de ese “tunisami” (que podría desembocar en un islamismo puro y duro) para ir a buscar refugio en la isla de Lampedusa, en Italia, y de allí buscarse la vida y el sustento en la vieja Europa, tan aburridamente democrática, pero que aplaude a las “masas revolucionarias”, con una nostalgia trasnochada de los “sans-culottes” franceses, de los “bolcheviques” rusos y otros “republicanos” españoles. Esta vez, sin embargo, los aplausos no son tan nutridos como los que saludaron la victoria del castrismo, por ejemplo. Muchos intelectuales (entre los mejores) se quedan callados, o escépticos, recelosos ante lo que vendrá, sin duda, no un aire de “fiesta” tropical como antaño, sino un cambio brutal nada “sexy”, con la sharia por ley suprema y ejércitos de mujeres enlutadas, envueltas en trapos de la cabeza a los pies. Ay, sí, y la amenaza de una guerra (otra más) contra Israel. En Egipto, un viejo predicador islamista, otrora exilado, ha dado cita, en la Plaza de la Revolución (perdón, de la Liberación), a 2 millones de sus fieles (el doble de los “fieles” de los Castro), el año próximo en Jerusalén (pero en la suya, vista desde la mezquita Al-Aqsa). ¿Quién coño puede estar entusiasmado con esa perspectiva, sabiendo que algunos “hermanos” ya se han lanzado a la caza de las prostitutas en Túnez (como en nuestra “noche de las tres P”) y que todas las manifestaciones de masas tienen lugar los viernes, en esa mezquita al aire libre en que se ha vuelto la Plaza de cuyo nombre no me quiero acordar?


En otros tiempos, cuando los comunistas vietnamitas acabaron con el “imperialismo” americano y sus “fantoches” autóctonos, ya se produjo algo así: decenas de miles de hombres, mujeres y niños se tiraron al mar, prefiriendo enfrentar los peligros de una travesía sin rumbo, y a los piratas que los desvalijaban sin piedad, en lugar de esperar el futuro luminoso que supuestamente les iba a aportar la nueva sociedad. ¿Y los cubanos? ¡Cuántas veces se han lanzado en botes, en lanchas, en balsas, votando con sus pies y gritando: “No future”! Es exactamente lo que sucedería en Cuba en caso de que hubiera una rebelión del “pueblo”.


Todos ellos, así como los camboyanos, los albaneses y tantos más por el mundo no hacían más que ilustrar la sentencia de Francesco Guicciardini, amigo de Maquiavelo: “Para escaparle a un tirano bestial y cruel, no hay regla ni medicina que valga, excepto la que se aplica con la peste: huir lo más lejos y lo más rápido que se pueda.”


En Cuba no se produciría nada semejante a lo que ocurrió en los países del Este. En la ex – Unión Soviética, todo vino de arriba, de la mano de Mijaíl Gorbachov, de Boris Yeltsin y de unos cuantos más, que realizaron, al cabo de más de 70 años, que Moscú “no aguantaba más”. En los demás satélites de la “hermana República”, fue más o menos lo mismo, incluso la caída del muro de Berlín, provocada por gente que huía, refugiándose en embajadas de la República Federal (como los cubanos en la embajada del Perú en 1980), para unirse a sus compatriotas del Oeste. En las llamadas “revoluciones”, tampoco hubo movimientos “heroicos”, ni durante la “revolución de terciopelo” en Checoslovaquia, ni en Rumanía, cuando los ex – comunistas liquidaron a los esposos Ceaucescu para que no hubiera juicio. En ninguno de esos países se hizo el proceso del sistema, ni, desgraciadamente, me lo temo, se hará.


Pero era son ellos con quienes los cubanos tenían verdaderos puntos en común, por haber vivido los mismos terrores, los mismos horrores, la misma vigilancia, la misma delación, la policía del pensamiento, la doble moral, el ateísmo militante, las colas, el caos económico, la felicidad impuesta por aclamación, el culto a la personalidad, al Jefe, al Partido, o el exilio eterno. En aquel entonces, los hermanos Castro acabaron con cualquier veleidad de cambio al fusilar a los militares que acaso tuvieron la tentación de introducir cualquier amago de “perestroika” en la isla. Poco antes, los chinos habían acabado sin contemplaciones con los estudiantes de Tiananmen.


En Cuba, las Brigadas de Respuesta Rápida y el contingente Blas Roca se encargarían de enviar a todo el mundo a casa o a la cárcel y, si no fueran suficientes, lo harían los cederistas y, si éstos tampoco fueran suficientes, intervendrían las “avispas negras” y otros cuerpos represivos especialmente entrenados para ello. No se trata sólo de “irresponsabilidad”, hay ignorancia de la realidad en los que convocan a un motín generalizado. Qué bonito espectáculo ¿verdad? Con cámaras de televisión por doquier, con “twits” y páginas Facebook retomados por toda la blogosfera. Pues no. Tan bello no sería. Tendríamos que tragarnos otra vez el mito de una nueva revolución, con nuevos líderes autoproclamados, con viejos y nuevos eslóganes repetidos a saciedad, sin la profundización democrática necesaria para no caer más en la utopía sangrienta que significó, un día ya lejano, la huida de un dictador para desembocar en una total ausencia de libertad durante medio siglo.


¡Que se vayan Fidel y Raúl! Claro que sí que nos gustaría a todos, pero con alguna esperanza que proponer, para que los presos de conciencia salgan todos, por fin, de las cárceles aún repletas, para acabar con las leyes absurdas de la revolución, con la organización deliberada de la escasez, para volver a un Estado democrático sin brillantez pero nuestro, del que los cubanos no tengan que huir por todos los medios para construir una vida más o menos decorosa en un exilio que, a pesar de las mejoras que significa, se vuelve cada día más insoportable y que, si el tan cacareado “levantamiento popular” se llegara a producir por obra y gracia del Espíritu Santo, se vería incrementado con la llegada a las costas de la Florida de cientos de miles de fugitivos para quienes la palabra “revolución” o cualquiera de sus sinónimos no significa nada más que destrucción de su familia y de la vida, de sus propias vidas.”

Comentarios (4)

4 comentarios »

  1. clip_image001

Qué se vayan Fidel y Raúl? Hay que estar alucinando.
Si mal no recuerdo en Chile el final del régimen de Allende comenzó con “La Revolución de las Cacerolas”

Comentario por Frida M — febrero 19, 2011 @ 12:26 am | Responder

  1. clip_image002

Yo también odio las revoluciones salvo… incluso si, como sabes, en este país no nos tienen permitido el odio a las revoluciones, ni el odio, tout court… Insisto, y me perdonas de nuevo, con mi comentario en el post anterior: No creo que lo que está ocurriendo en los países árabes sean revoluciones, creo que son fenómenos nuevos, expeditivos, sin los trámites habituales de las revoluciones… Es un fenómeno inédito, y claro que no debemos quedarnos callados, no sólo los intelectuales, que tienen como norma callarse, además y sobre todo los políticos, que son los que tienen que exigir un mínimo de seguridad internacional, y esa seguridad sólo se consigue presionando para que estos países entren en un sistema democrático lo más rápido posible. Pero claro, aquí los políticos se dedican a gozar de prebendas que le facilitan los dictadores.
En cuanto a las prostitutas perseguidas, que también leí hoy, es fatal, estoy de acuerdo contigo; pero en Cuba, como sí fue una revolución pura y dura a la manera estalinista, aunque con una guerrita de merengue de por medio, donde se fusiló más de lo que se batalló, esas persecuciones fueron maquilladas como una profilaxia social insoportable e imperdonable que todo el mundo aceptó y aplaudió. No es el caso en Túnez, no hasta ahora. Y la prueba es que la prensa ha hablado, y muchos tunecinos lo desaprueban.
En cuanto a lo de la página en Facebook, que es muy diferente de Twitter, creo que te refieres a lo de Por un levantamiento popular, yo estoy de acuerdo con el levantamiento, porque tú y yo nos hemos preguntado en algunas ocasiones qué podría pasar para que acabe la pesadilla, yo sí creo que sólo podría acabar si eso sucediera, me lo dicen todos los años vividos en Cuba, la propia historia de Cuba, y la historia de su exilio. Yo odio la palabra revolución por lo destructivo que el término conlleva cuando nos referimos a cambio político, pero revalorizo las revoluciones, por el contrario, que han conducido a algo positivo, creo que la revolución de Yeltsin fue más importante que la de Gorbachov, pero Gorbachov fue el impulso, y pienso que la caída del Muro fue una apoteósica revolución, y así…
Lo otro que nos quedaría es esperar a que siga la casta de los Castro, o que un grupito coja el mando cómodamente y el traspaso dure 50 años más. Pero la vida es una sola, igual no nos toca verlo, igual estoy equivocada… Veremos, si todavía nos quedan ganas…

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:00 am | Responder

  1. clip_image002[1]

Mira esto: http://twitter.com/#!/DirectorioCuba
Cuando golpean a una anciana, y la encierran en un calabozo, qué creen que pueden hacer los hijos? Plantarse en masa frente a la estación de policía, eso puede ser el inicio de algo nuevo, diferente, porque lo no que aceptaríamos ninguno de nosotros es esperar tranquilos dándonos sillón a que un familar nuestro caiga en las garras de los asesinos.

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:06 am | Responder

  1. clip_image002[2]

Perdonen, vuelvo, porque recordé: la Embajada de Perú, Mariel, la Crisis de los Balseros, fueron movimientos abortados a través del éxodo y exilio… Y es que nos ha caído el castigo de la errancia, antes que la justicia divina.

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:16 am | Responder

  1. clip_image001[1]

Magnífico cuestionamiento de Jacobo, compartido por mí al 100%. Además, justamente me lo leo ahora, después de leerme un artículo de mi admirado Muñóz Molina en Babelia, también sobre “las revoluciones”, y ver en la calle los pasquines pegados de los grupos “revolucionarios” madrileños celebrando las revueltas en el mundo árabe (su ignorancia supina y adoctrinada por la CGT y sabrá Dios qué más) le hace celebrar cualquier tipo de revuelta de cualquier signo.

Con el permiso del autor y de la distinguida moderadora del blog, me lo subo al Penthouse –ay, esas escaleras… me van a matar…– Viene al pelo con el momento de incertidumbre.

Saludos “revolucionarios” a todos.

Comentario por David Lago González — febrero 19, 2011 @ 10:46 am | Responder

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Dos escritores (y pensadores) que admiro coinciden hoy en torno al mágico –y elemental— conjuro del término “revolución”.  El primero, el español Antonio Muñóz Molina, comenta una cierta querencia de su generación por el febril entusiasmo popular que no ha podido nunca llegar a sentir del todo.  El segundo, el judío francocubano Jacobo Machover, hace relucir el rechazo a una trascendencia insospechable.  En ambos textos hay cosas cercanas y a la vez distantes.  Pero en ambos hay un cierto (o bastante) escepticismo.  Una mezcla de él y un cierto dejarme arrastrar por la alegría cívica experimenté durante los sucesos de la caída del imperio soviético en 1989, vistos desde Madrid.  Perplejidad, incertidumbre, incredulidad y pánico, viví en carne propia durante el casi mes y medio que duró ¿la revolución? de la Embajada del Perú y El Mariel en mi ciudad natal.  Alelamiento y sorpresa incomprendida e incomprensible me paralizaron casi cuando las tropas triunfantes de los que de inmediato se destaparían como brutales y sutiles asesinos (Castros y Guevaras, y otras malas compañías) atravesaban el viejo Camagüey, y mi madre sufría unos sofocos que calmaban unas jóvenes vecinas Nelsy (muy poco después abandonaría Cuba para siempre hacia Estados Unidos) y Nancy (que finalmente se casaría con su novio barbudo Alonso, que devendría en un déspota policía de alto grado y previsiblemente experimentado torturador) y la sala de casa se llenaba de olor a monte que traían unos alzados con collares de madrejuana, rosarios al cuello y luengas guedejas rizadas que provenían de la zona de Nuevitas y venían a saludar a mi padre, que alguna vez había sido patrón de sus trabajos.  Alegría, entusiasmo, estupefacción, admiración y preocupación he estado experimentando ante las revueltas de Túnez y Egipto, y ansiando silenciosamente que se defina por fin el rumbo del futuro egipcio para bien y para que sirva de guía a los demás pueblos encolerizados del mundo árabe.  Porque sobre todo estos escenarios --pasado, presente y futuro--, sobrevuelan dos aves: una paloma y un cuervo.  Yo también odio las revoluciones.  No me gusta que nadie más en el mundo se arrogue el derecho de quebrar up-side-down el destino de un niño, como hicieron conmigo en 1959 o como hicieron con Jacobo ese mismo año fatídico.

© 2011 David Lago González

sábado, 29 de enero de 2011

IMPRESIONES SOBRE EL ACUCHILLADO DEL PARQUET (PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JACOBO MACHOVER, “El Terror ‘Humanista’”)

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IMPRESIONES SOBRE EL ACUCHILLADO DEL PARQUET

(PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JACOBO MACHOVER, “El Terror ‘Humanista’”)

 

Quizás quería preguntar, o habría preguntado, si en el libro presentado, escrito por el amigo Jacobo Machover, sobre el bautismo de sangre con que se inició la Revolución Francesa --perdón, la Cubana --de alguna manera se hacía notar la (supuesta o probada) naturaleza criminal de los “ajusticiados” por aquel peculiar “humanismo” que convocaba la sangre para detener la sangre, verdadero galimatías. Pero la pregunta se me viene a aclarar ahora, al día siguiente de haber estado allí.

Adivinaba, olía, un divorcio entre lo expuesto por Jacobo y lo que muchos de los allí presentes procesaban en sus cabezas, como si en ese trayecto espacial aquellas palabras hubieran sufrido por sí solas una transformación. Me gusta Machover porque es objetivo y crítico con la intra-realidad política cubana. Él en sí no contribuye a la santificación de heroicidades verdaderas, relativas o debida a consecuencias secundarias, pero vuelvo a insistir que mucha gente allí me daba la impresión de que se quedaba con los que ellos querían oír y lo demás era reducido al nivel de “pecata minuta” o error pasional literario.

En el acicalado salón de la Fundación Hispano-Cubana, con el parquet recién acuchillado y barnizado y casi “impisable”, estábamos anoche tres personas que con un año o dos de diferencia pertenecemos a la misma quinta --la que se mueve alrededor de 1950 --pero que las circunstancias político-personales nos separaron en cuanto a vivencias y, por tanto, en cuanto a forma de mirar hacia atrás, por lo menos hacia tan atrás como el año en que se inició El Infortunio y los inmediatos anteriores y posteriores, que es a lo que me voy a ceñir.

Por una parte, el autor. Atrapado en el cambio radical a mitad de la infancia, sale de Cuba con sus padres para establecerse en Francia. Su condición de judío y su posterior educación francesa contribuyen a consolidar en su figura un intelectual de peso, y uno de los pocos intelectuales de origen cubano que atienden y responden con la debida seriedad a la profundidad de esa cualidad.

Una segunda persona era un amigo que he ido conociendo al coincidir con él en las tertulias de los miércoles y compartir posteriormente, con él y otros, la “after-session” en un bar cercano. Su historia personal en cuanto a la salida de Cuba debe ser más o menos semejante a la de Jacobo, pero –aunque desconozco en sí su trayectoria extra-insular –me atrevo a pensar que nunca ha encontrado verdadero acomodo en la integración a otro país y otra sociedad, a las que por cantidad de años vividos pertenece mucho más que a cualquier vestigio autóctono. Hay en él una terrible carencia por el desgarramiento socio-cultural que le lleva a asumir o incorporar a su proyección cualquier manifestación y actitud barriobajera y de argot o jerga marginal de reciente cuño en busca de una identidad “cubana” a la que se ha negado a renunciar, lo cual podría ser hasta genuino si no fuera porque él no ha vivido el proceso degenerativo galopante –y horrendamente doloroso y alarmante –que acompaña a la Revolución Cubana desde sus inicios con una posiblemente inconsciente vulgarización que lleva aparejado todo colectivismo. Este amigo está siempre mucho más dispuesto a ver santones de la Patria en cualquier camaleón que mude de color al saltar a una nueva planta.

La tercera persona era yo, que recibió el “advenimiento” a edades semejantes, pero que por innumerables razones que no vienen al caso detallar, permanecí en Cuba hasta 1982, viviendo in situ toda la debacle y siendo cobaya del experimento revolucionario-comunista.

En su alocución, Jacobo Machover hablaba de la memoria y el olvido. Para mí también son temas primordiales, en los que insisto una y otra vez, pero con el matiz de que me extiendo en el tiempo y llego hasta el momento actual y, pesimista o realísticamente, lo continúo hacia el futuro, o hacia la nada.

Mientras Jacobo recordaba las tres primeras Bohemias de la Libertad, las fotos de los cadáveres hallados en las cunetas, los cuerpos de la gente torturada, las uñas y los pelos y los dientes arrancados, y cómo todo aquello que pertenecía a los crímenes de los batistianos se confundía con las secuencias de los fusilamientos de los (posibles) causantes de todo lo mostrado una página antes --tal vez solamente separada por un anuncio de la cerveza Polar o del jabón Camay –paralizando en ambos contenidos el mismo salvajismo, la misma injusticia --desde el punto de vista de que ninguno de aquellos muertos tuvo juicios “civilizados” --y se preguntaba cómo era posible que la gente olvidara, yo pensaba que estas dos personas a las que me he referido han mantenido intactas en sus pupilas aquel horror captado por fotógrafos siempre mantenidos en el anonimato, pero yo continué repasando y viendo las mismas imágenes de las famosas Bohemias mientras cada día iba a cagar, así hasta posiblemente un par de días antes de que nos echaran de nuestra casa y cerraran la puerta con la misma llave con la que yo solía abrirla.

© 2010 David Lago González

 

post vinculado : http://heribertopenthouse.blogspot.com/2011/01/jacobo-machover-el-terror-humanista.html

lunes, 24 de enero de 2011

JACOBO MACHOVER - El Terror Humanista

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Presentación del libro

“EL TERROR HUMANISTA. Tribunales revolucionarios y paredón en Cuba”,

de JACOBO MACHOVER.

(participan el autor y Guillermo Gortázar.

JUEVES, 27 de enero , a las 19:00 horas

en la FUNDACIÓN HISPANO-CUBANA, c/ Orfila, 8 – 1º A, 28010 MADRID)

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lunes, 25 de octubre de 2010

JACOBO MACHOVER - CÓMO CASTRO ENGAÑÓ A LOS INTELECTUALES FRANCESES (entrevista realizada por Axel Gyldèn para el diario L’Express)

NOTA DEL BLOGGER:  Esta entrevista, que ha levantado polémica en la vecina Francia, es publicada en este blog gracias a la cortesía (y traducción) del escritor entrevistado, Jacobo Machover.  Gracias por su palabra y por su amistad.

David Lago González

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CÓMO CASTRO ENGAÑÓ A LOS INTELECTUALES FRANCESES

El exiliado Jacobo Machover cuenta en su último ensayo cómo el régimen cubano supo manipular a los intelectuales franceses

Entrevista realizada por Axel Gyldèn

(L’Express, París, 20 de octubre de 2010)

Catedrático en la universidad de Aviñón y profesor en la Escuela Superior de Gestión de París, el opositor cubano Jacobo Machover publica un libro, Cuba : l’aveuglement coupable (ediciones Armand Colin), que denuncia las complicidades de los intelectuales franceses (y del mundo entero) con la dictadura castrista. Desde Jean-Paul Sartre hasta Oliver Stone, el autor, exiliado en París, analiza los mecanismos de esa “ceguera culpable”.

¿Por qué los intelectuales franceses, más que otros, han sentido esa fascinación por la revolución cubana?

Algunos de sus rasgos recuerdan la revolución francesa, sobre todo sus excesos – el Terror (la Terreur). Desde los primeros días de la revolución castrista, las ejecuciones públicas son cotidianas y se exhiben en primera plana de los periódicos y en los documentales proyectados en los cines. La muerte no sólo no se esconde sino que se transforma en un espectáculo. La revolución cubana, desde sus orígenes, muestra su verdadero rostro: ejecuciones diarias, condenas demenciales (a veinte o treinta años), censura de prensa. Y, sin embargo, los intelectuales franceses aprueban y hasta santifican lo que ocurre a cerca de 7 000 kilómetros de París.

¿Por qué?

El diario Le Monde jugó un papel importante. Su enviado especial, Claude Julien, relató la situación imperante en Cuba sin ninguna distancia crítica, haciendo creer que las ejecuciones eran el producto de una movilización espontánea, cuando en realidad la sed de venganza era exacerbada por la revista Bohemia, que comparaba la dictadura de Batista al nazismo y la justicia sumarísima cubana al tribunal de Nuremberg. Le Monde retomó también la cifra inventada de las “20 000 víctimas de Batista”. De hecho, fueron probablemente diez veces menos. Los intelectuales de Saint-Germain-des-Prés se tragaron la versión oficial sin cuestionarse absolutamente nada. Es exactamente lo contrario de lo que debe ser la posición de un intelectual, sobre todo tratándose de una dictadura. Así fue cómo Fidel Castro engañó a los intelectuales franceses.

¿Quién retomó en Francia su punto de vista?

En primer lugar, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Entre febrero y marzo de 1960, efectuaron un largo viaje dentro de la isla. Subyugado por Fidel y fascinado por la juventud de los revolucionarios cubanos (tan distintos de los burócratas moscovitas), Sartre publicó una serie de artículos admirativos en el diario France Soir. Simone de Beauvoir, por su parte, justificó las ejecuciones sumarias en varias entrevistas. Luego empezó la procesión: centenares de intelectuales franceses, entre ellos los escritores Françoise Sagan, Robert Merle, el periodista Philippe Gavi, la cineasta Agnès Varda o el actual ministro de Asuntos exteriores Bernard Kouchner realizaron el viaje a La Habana. Era el sitio donde había que mostrarse. Che Guevara comprometió a varios de sus visitantes, invitándolos a asistir, junto a él, a diversas ejecuciones en la fortaleza de La Cabaña, como lo confesó el escritor rumano-brasileño Stefan Baciu en su libro Cortina de hierro sobre Cuba. En Francia, de un centenar de textos y de libros publicados en aquella época, son pocos los que formularon críticas públicas, entre ellos Castro l’infidèle, de Yves Guilbert, y Autopsie du castrisme, de Léo Sauvage. Hay que precisar que el régimen castrista sabe ofrecer a sus invitados (intelectuales, periodistas, universitarios, hombres de negocios) las condiciones más envidiables, brindándoles prostitutos(as) de ambos sexos, tomando la precaución de tomarles fotos a escondidas para poder chantajearlos.

En 1971, sin embargo, el caso Padilla significó un giro.

Heberto Padilla, autor de un poemario “subversivo”, tuvo que hacer una autocrítica pública particularmente humillante, en la que se acusaba de ser un enemigo de la revolución. Eso provocó un gran escándalo. Decenas de intelectuales, entre los cuales Sartre, abrieron los ojos y publicaron un manifiesto en Le Monde, en un tono muy respetuoso. Los firmantes le pedían al “Comandante en jefe” que volviera a los principios iniciales de la revolución… que eran, como se ha podido ver, ¡el terror y el derramamiento de sangre! Uno de ellos era el premio Nobel de literatura de 2010, el peruano Mario Vargas Llosa – quien se volvió a partir de ese momento uno de los principales críticos del castrismo. Pero otros retornaron al redil, Gabriel García Márquez por ejemplo. En Francia, L’Express, dirigido en aquel entonces por Jean-François Revel, se distinguió con la publicación de una entrega titulada “¿Adónde va Cuba?”, extremadamente crítica. Pero Fidel puede contar con apoyos indefectibles: Jack Lang, asiduo visitante de la isla, Danielle Mitterrand, un caballo de Troya utilizado por Castro para que lo invitaran a los escenarios europeos o, también, Ignacio Ramonet, el ex - director de Le Monde diplomatique, cuya “castrolatría” es de sobras conocida. Hoy día, los cineastas Oliver Stone y Michael Moore toman el relevo. El primero está acabando actualmente su tercer documental dedicado a Fidel, después de Comandante y de Looking for Fidel. El segundo, que canta los logros del sistema de salud cubano en su documental Sicko, no duda en pronunciar discursos particularmente despectivos hacia los exiliados cubanos, entre los cuales (pero eso, él seguramente no lo sabe) hay muchos ex – guerrilleros que lucharon contra la dictadura de Batista. Al igual que los que los precedieron, esos dos cineastas americanos no se dignan en ir a hacerles preguntas a los cerca de 2 millones de exiliados, contentándose con la descripción caricaturesca que hace de ellos el régimen castrista. Sin embargo, la voz del pueblo cubano sólo se puede expresar libremente en el exilio.

Aparte de esas celebridades, ¿cuáles han sido los apoyos más importantes al régimen cubano?

Fidel Castro entendió muy pronto que la base principal de apoyo a la revolución era la educación, es decir el adoctrinamiento. Y que, por ese medio, podía difundir una imagen positiva más allá de sus fronteras. Desde siempre, el gobierno invita a la isla, con todos los gastos pagados, a una cantidad impresionante de profesores universitarios, esencialmente franceses y americanos. Cuando éstos regresan a sus países respectivos, esos inestimables forjadores de la opinión pública están colocados en los lugares claves para difundir la buena nueva a través de ciertos libros de texto – en particular los de historia y de filología hispánica. Así, en un libro publicado en 1979, titulado simplemente Cuba, la jurista Francine Demichel “demostraba”, junto con su esposo, que la Constitución de 1976, totalmente copiada de la soviética, era un modelo de “democracia pluralista”. Esa admiradora del castrismo llegó más tarde a ser la presidenta de la universidad de Paris VIII entre 1987 y 1991 para, después, ser nombrada directora de la Enseñanza superior en el ministerio de la Educación nacional bajo el gobierno socialista de Lionel Jospin entre 1997 y 2002, es decir la más alta autoridad en el seno de la universidad francesa.

Consecuencia de todo ello: desde hace cincuenta años, innumerables lazos se fueron tejiendo entre las universidades francesas y cubanas, que cuajaron en la organización de muchos coloquios y en la publicación de un sinfín de libros. La universidad de Burdeos (Bordeaux III) tiene firmado desde hace tiempo un acuerdo de cooperación y de intercambio con la de Santiago de Cuba. La universidad de Cergy-Pontoise está dirigida por una propagandista conocida de la “cultura” castrista, Françoise Moulin-Civil. ¿Otro ejemplo? En el año 2007, una de las pruebas en las oposiciones para ser profesor de español en Francia ( concurso que había que preparar a través de un libro firmado por el procastrista Jean Lamore) consistía en explicar “las etapas de la construcción de la democracia socialista” en Cuba. ¡La “democracia en Cuba”! ¿Quién se puede aún creer eso?

© Jacobo Machover

© Axel Gyldèn

© L’Express

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martes, 8 de junio de 2010

JACOBO MACHOVER - LAS "FLOTILLAS DE LA PAZ" Y LA CULTURA DE LA MUERTE

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(Por cortesía del autor)

LAS “FLOTILLAS DE LA PAZ” Y LA CULTURA DE LA MUERTE
JACOBO MACHOVER


Al asaltar la « Flotilla de la paz » durante la madrugada del lunes 31 de mayo, el Ejército israelí ha provocado una furia sin precedentes entre los simpatizantes de la causa palestina. La reprobación hacia los métodos brutales de Tsahal se ha extendido mucho más allá de los círculos tradicionales. Y es justificada. Sus servicios de Inteligencia fallaron, y ése fue su gran error. Israel hubiera podido actuar de otro modo si sus responsables hubieran comprendido mejor los propósitos de los hombres y mujeres (hasta niños había, para hacer creer en los objetivos “pacíficos” de la operación) que se encontraban a bordo del Mavi Marmara, el carguero que transportaba a los centenares de militantes, autodenominados “humanitarios”, esencialmente turcos. Con el tiempo, sin embargo, ¿quién no se ha dado cuenta de que tenían muy poco de idealistas y mucho de propagandistas del gobierno islamista “moderado” de Recep Tayyip Erdogan? Y es que el hombre es hábil. Es el nuevo rais, el heredero de Nasser. Es el promotor, con el “tonto útil” Zapatero, del “diálogo de las civilizaciones”, el que se levantó, airado, cuando Shimon Peres, el presidente israelí, defendía en el Foro de Davos la guerra contra el Hamas en Gaza. Sabe aprovechar los errores de comunicación de sus adversarios (hasta hace poco sus aliados) para hacer de Turquía un elemento imprescindible en el concierto de las naciones, haciendo renacer de sus cenizas al imperio otomano. Un imperio que, en otros tiempos, había sido uno de los lugares donde se pudieron refugiar los judíos “marranos”, expulsados de España y de Portugal. Un país donde aún (¿por cuánto tiempo?) existen publicaciones (confidenciales pero significativas) escritas en ladino o “djudio”, el idioma de aquellos fugitivos. Pero es también la tierra del genocidio armenio, de la persecución sin fin contra los independentistas kurdos, del final del Estado laico instaurado por Atatürk. Erdogan es temible. Israel y los judíos a través del mundo han de temerlo.
Al lograr hacer pasar a los islamistas del IHH y a algunos más por simples activistas “pacifistas”, Erdogan ganó una primera batalla. Israel cayó en la trampa, tanto por el uso indiscriminado de la fuerza como por el miedo que originó esa reacción. Logró provocar, además, una honda división dentro de la sociedad israelí y en la diáspora judía, particularmente en Francia, que teme (con razón) un auge del antisemitismo más rancio, que considera que los judíos son “culpables”, hagan lo que hagan. Numerosos somos los que consideramos que la respuesta israelí a la “Flotilla” no era la adecuada, que había que actuar como se hizo luego con el Rachel Corrie después (que mezclaba a humanitarios más o menos sinceros con algunos malayos enviados por su Gobierno, uno de los más antisemitas del mundo, y con un cubano: no podía faltar un digno representante de la dictadura castrista pero ¿qué hacía ése allí?), con mayores precauciones y cierto respeto hacia las opiniones discrepantes sobre la política de Israel respecto a los palestinos de Gaza. Ahora, lo principal es limitar los daños causados. Pero, al querer repetir su triste hazaña enviando más barcos, el Gobierno turco y sus instrumentos (los iraníes también pretenden hacer lo mismo) podrían provocar un vuelco en la opinión pública, mostrando claramente que, para ellos, los mártires, consentidos o no, forman parte de su propaganda. Es la cultura de la muerte. Israel debe responder a ella con las armas de la razón, no sólo con una violencia inadecuada, para volver a ser un día un ejemplo de ética y de justicia, aún en las peores adversidades. 


© Jacobo Machover

Jacobo Machover, escritor, catedrático e intelectual franco-cubano, autor, entre otros títulos, de “La cara oculta del Che. Desmitificación de un héroe romántico” (Áltera, Madrid, 2007) y “El libro negro del castrismo” (Universal, Miami, 2009)
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viernes, 20 de noviembre de 2009

"EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES", entrevista a José Mario por Jacobo Machover (2000) e incluida en su más reciente publicación, "El Libro Negro del Castrismo"

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(C) Erwin Olaf

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La entrevista con José Mario es inédita en español. Se la había hecho en su buhardilla en el año 2000 y habíamos hablado del asunto en múltiples ocasiones. Había salido en francés en el libro "Le siècle des camps" de Joël Kotek y Pierre Rigoulot. Te la envío en attachment.

Jacobo Machover

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“EL TRABAJO OS HARÁ HOMBRES”

JOSÉ MARIO

“El objetivo de la UMAP era convertirnos a nosotros, a los que ellos pensaban que no servíamos para nada, en una fuerza de trabajo.”

El poeta José Mario era director de las ediciones El Puente, que publicaba libros considerados como marginales por las autoridades.

A mediados de los años 60, esas publicaciones fueron denunciadas públicamente por su contenido, que no correspondía a las normas dictadas por la moral del sistema. José Mario fue detenido en 1966. Pasó ocho meses en un campo llamado UMAP (Unidad militar de ayuda a la producción) en la provincia de Camagüey. Se exilió más tarde a Madrid, donde murió en 2002. El poeta tenía que contar su experiencia, compartida por numerosos jóvenes que fueron enviados a esos campos simplemente porque su apariencia y su actitud no cuajaban con el “hombre nuevo” definido por el régimen.

La UMAP constituyó una terrible experiencia concentracionaria, uno de los peores experimentos llevados a cabo por la revolución cubana.

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Estadios y autobuses

José Mario: “Me llamaron para el Servicio militar. Hubo una primera llamada donde se cometieron horrores todavía más grandes que en la segunda. Esa vez hubo muchísimos muertos. Durante la segunda llamada iban a hacer un experimento de colectivización para aplicárselo a más gente. Estaba planificada por Fidel. La gente estaba al corriente. Eso se corrió en La Habana. En Cuba no se publicó nada pero eso afectó a miles de personas. Eran citadas en los estadios y llamadas para el Servicio Militar. Donde yo estuve, era en el estadio de La Tropical. Allí había cuatro o cinco mil personas. Nos tuvieron allí desde las dos o tres de la tarde hasta la medianoche.

Luego nos metieron en unos autobuses Leyland. Precintaban las puertas traseras. En la puerta delantera estaban un militar armado con un rifle y un chofer. Los autobuses nos fueron a descargar en Ciego de Ávila, en la provincia de Camagüey. Amanecía cuando llegamos allí.

Íbamos de pie en el autobús, como cincuenta personas. Para orinar y cagar, teníamos que hacerlo en la puerta de atrás. Había gente que hacía sus necesidades porque fue toda una noche viajando en el autobús con las ventanas y las puertas cerradas. El agua yo no sé de dónde venía. La gente pedía agua por las rendijas de las ventanillas.

Después, cuando llegamos a Ciego de Ávila, no nos dieron nada de comer, ni desayuno ni almuerzo ni nada. Nos tuvieron en el estadio. Allí fue cuando me di cuenta de que había gente de muchos lugares, gente que yo conocía, alguna que había visto antes en La Habana.

En el estadio aparecieron cientos de mujeres, las madres que tenían hijos y que intentaban impedir, a gritos, que se los llevaran.

De allí nos mandaron a distintos campos.

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El campo

El campo tenía unos ciento cincuenta metros de largo por unos treinta de ancho. Eran unos barracones muy parecidos a los de los campos habituales. Entonces las camas eran de saco y tronco. Eran como camas dobles, una abajo y otra arriba. Ciento veinte personas había

en cada barracón de ésos. Y una especie de enfermería donde estaba el nido de ametralladoras. Tendrían como dos metros de alto las alambradas. Estaba todo cercado. Después de la entrada estaban los excusados y un comedor donde comíamos nosotros. Era una especie de nave también. Y a la punta de la nave estaban los baños, unas duchas de agua. Mientras unos se bañaban, otros tenían que darle a unas especies de palancas para subir el agua. Y en medio de las dos naves vivían los militares. Estábamos por comunidades militares.

Estaba militarizado todo. Estaban los cabos, el capitán del Ejército, que mandaba toda la compañía, y un sargento. Eso era el campo. Y allí llegamos nosotros. Tenía un cartel enorme que decía: “EL TRABAJO OS HARÁ HOMBRES”.

Eso me llamó mucho la atención porque era algo que había leído en Salvatore Quasimodo, el poeta, que había recibido el premio Nobel hacía unos años. Él tenía un poema en el que decía: “El trabajo os hará libres”, lo que ponían en la entrada de algunos campos de concentración.

Todo eso venía de los soviéticos. Los cubanos habían copiado la frase de alguno de los libros, traducidos al español, que mandaban los soviéticos de la Academia de Ciencias de la URSS a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la UNEAC.

En el campo estaban el teniente, un sargento y los cabos, que eran extraídos de la primera experiencia y eran terribles por eso. Eran ellos los que tenían trato con nosotros, los que nos formaban, los que nos comandaban, los que nos llevaban a trabajar fuera del campo y nos volvían a traer al campo. Nosotros éramos ciento veinte hombres.

La culpabilidad que crearon en la UMAP tenía como objetivo el hacernos distintos unos de otros, para que no tuviéramos contactos entre nosotros, para que no hubiera solidaridad. Era para evitar cualquier tipo de levantamiento o de subversión, para evitar que nos organizáramos.

Así y todo, la gente se organizó.

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“Detritus de la sociedad”

Donde nosotros estuvimos había de todo: Testigos de Jehová, cristianos, sacerdotes, homosexuales, gente perteneciente a las sectas religiosas, católicos, afeminados. Muchísimos negros también. Delincuentes que habían sido reincidentes. Mucha gente de diferentes extracciones de la marginalidad, a la que no podían acusar de nada o que cometía delitos muy pequeños y a la que no podían llevar hasta ningún tribunal. Esa gente había sido denunciada por los Comités de Defensa de la Revolución, los CDR. Las denuncias eran secretas. Nadie sabía quién te denunciaba.

El origen era la ideología del hombre nuevo... Había que culpabilizarnos a nosotros, hacernos creer que éramos unos detritus de la sociedad, lo peor, y que el papel de ellos era una rehabilitación. El hacernos culpables. El crear culpables.

En el discurso de bienvenida que nos dio el teniente del Ejército, él dijo que era un plan de Fidel y de Raúl Castro y, también, de Efigenio Amejeiras. Ese proyecto se había llevado a cabo en distintos países socialistas. El capitán nos dijo que nos iban a hacer hombres, que nos iban a convertir en unas personas maravillosas, pero castigándonos, por supuesto, sometiéndonos a todo tipo de vejaciones, que fue lo que hicieron.”

Madrid, 1991 – 2000

 

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Como ya he apuntado en título del post, esta entrevista se incluye en "El Libro Negro del Castrismo", de Jacobo Machover, que se presenta en la Feria Internacional del Libro de Miami el día 24.  He aquí la invitación enviada por el PEN Club.

 

Ediciones Universal

y

El Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos

Les invitan a la presentación del libro

“EL LIBRO  NEGRO DEL CASTRISMO”

del escritor y profesor
Jacobo Machover

Testimonio, y  prueba, de los asesinatos, represión,  encarcelamiento, todos los medios de los que se ha valido el régimen totalitario cubano, durante cincuenta años, para quebrantar e intentar hacer desaparecer la resistencia y la lucha por la libertad y lo elemental del espíritu humano.  Estructurado en cinco partes ("Resistencias colectivas a la opresión"; "La prisión, territorio libre de Cuba"; "Los intelectuales fuera del juego"; "La huida sin fin"; "Disidentes y marginales: todos culpables"), recoge entrevistas, realizadas durante 25 años. Ilustración de la portada e interiores por la reconocida artista cubana, residente en París, Gina Pellón.

PRESENTACION:

Armando Álvarez Bravo, ex-Presidente del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio

Pedro Corzo, Presidente del Instituto de la Memoria Histórica Contra el Totalitarismo.

Isis Wirth, critica de arte y danza

Jacobo Machover nació en La Habana.  Vive en París desde 1963. Catedrático universitario en Francia, periodista, traductor, escribe indistintamente en español y en francés. Entre sus publicaciones se encuentran los libros siguientes: Memoria de siglos. Betania, Madrid. 1990.  La Habana 1952 – 1961. El final de un mundo, el principio de una ilusión (dir.). Madrid, Alianza, 1995; El heraldo de las malas noticias: Guillermo Cabrera Infante (Ensayo a dos voces), Universal, Miami, 1996; La memoria frente al poder. Escritores cubanos del exilio: Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas. Prensas Universitarias de Valencia, Valencia, 2001; La dinastía Castro. Los misterios y secretos de su poder. Áltera, Madrid, 2007; La cara oculta del Che. Desmitificación de un héroe romántico.Planeta, Barcelona , 2008.

Martes, 24 de noviembre, 2009, 7:00 p.m.

Casa Bacardi

Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos

Universidad de Miami

1531 Brescia Avenida, Coral Gables

RSVP: Para reservar llamar al Instituto al (305) 284-CUBA (2822).

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