http://www.granma.cubaweb.cu/2011/08/10/cultura/artic01.html
Barquet, los puentes y la Patria
MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ
madeleine@granma.cip.cu
Aunque la mayor parte de la producción poética de Jesús Barquet no ha sido concebida en suelo cubano, la Patria, entera y virginal, reviste su obra asaltándola a tan cortos intervalos que casi se le puede percibir —además de en la "superficie"— en cada una de las entrelíneas, aun cuando el texto en cuestión no guarde en apariencia relación con esa realidad espiritual.
Para constatarlo basta con contemplar a vista de pájaro, las páginas de Cuerpos del delirio, volumen donde por primera vez reúne este poeta habanero radicado en Estados Unidos lo mejor de su poesía y que acaba de ser presentado por el poeta y crítico Virgilio López Lemus, en la sala Villena de la UNEAC.
"Siento mucha alegría por presentar la primera compilación de mi obra aquí, pues el público cubano es el público natural de mi poesía, es para él para quien escribo —comentó a Granma Barquet visiblemente feliz con el resultado del trabajo que, acuñado por Letras Cubanas, nace de un cuidadoso proceso de selección por parte del propio autor, quien consigue incorporar a su antología, a pesar de poseer una obra de más de tres décadas de existencia, una unidad que estriba en esa percepción de la que no puede escapar fácilmente.
Sin decir el mar, Un rompido sueño, Naufragios... , por solo citar algunos de sus poemarios, ofrecen desde su propia titulación una añoranza que para palparle los motivos no hay que tocar demasiado fondo, si se tiene en cuenta que a flor de piel de los textos flotan, en un lenguaje al que la metáfora no atenúa las precisiones emocionales, las remembranzas de un pasado pertrechado de vivencias irreemplazables.
La antítesis sentimental, leitmotiv insoslayable en esta factura, halla la expresión perfecta en el poema Eco, donde queda reducido a una economía lingüística impresionante una buena parte del dilema: "Cuando estábamos/ la pregunta era salir./ Hoy que no estamos/ la respuesta es regresar".
Aparecida a partir de 1971 y desde entonces ininterrumpida, la poesía de Barquet sostiene la voz dolorida de la diáspora que no consigue la plenitud del espíritu fuera de "amigos, amores, ángeles, sorpresas y la familia, la verdadera patria".
Portadores de valores simbólicos, conceptos como la casa, el mar, el amor, los puentes y el sexo afloran una y otra vez para incorporar inusitados matices en los que suele hallarse al autor atrapado en su propia red: "La verdad son los restos de esta mentira. La mentira es esta verdad en la que vivo. (... ) A veces me siento como un árbol que anda buscando su terruño. No todas son tierras de vivir, por eso mi casa es (... ) ese dormir siempre tan despierto".
El diálogo sostenido a ratos con la sociedad norteamericana, no lo exonera de la crisis de identidad que suele embargar al espíritu en el exilio: "No sé ahora ni quién soy, tras este haberme vaciado tanto: Adiós a las playas de infinitas holguras". Y aunque tal vez por eso en sus versos los levadizos adquieran, a modo de esperanzadora salvación, una presencia vital. "Pensemos en la paz que nos trajeron los puentes. Pensemos en los puentes que nos traería la paz."
miércoles, 10 de agosto de 2011
La sonrisa de la ignominia
martes, 19 de julio de 2011
ROLANDO D. H. MORELLI - De “chocolate”, de “fresa”, y hasta de “menta”, si hace falta (Lo que podemos esperar y más.)
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De `chocolate', de ‘fresa’, y hasta de `menta', si hace falta
Lo que podemos esperar y más
Rolando D. H. Morelli
Otra película hace furor en La Habana. Se trata de la cinta "Fresa y chocolate", del cineasta Tomás Gutiérrez Alea, con guión de Senel Paz, y basado en el muy traído y llevado cuento del propio autor, El hombre nuevo, el bosque y el lobo. Esta película, a diferencia de “Alicia en el pueblo maravilla”, que suscitara igual desafuero a su estreno en Cuba, (y que luego casi nadie ha podido ver), ha contado hasta con una buena acogida del periódico Granma, según afirma El País de España. Reseñas entusiastas de cierta prensa, que no podían faltar tampoco en esta ocasión, y exégesis de los sempiternos "amigos de Cuba" en el extranjero, dan por un hecho cierto que las cosas están cambiando. Ejemplo de ello, nos dicen, la película en cuestión. Si la acogida de Granma no constituyera en sí razón bastante para alertarnos, habría aún otras razones para tomar las cosas con un grano de sal, o dos.
Recuerdo que hace unos años, cuando salió la película “Conducta Impropia”, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, (1984) uno de los impugnadores más tenaces de esta importante película que nunca se ha exhibido en Cuba, fue el propio Gutiérrez Alea. De unos cuantos plumazos Alea tachaba los testimonios de cuantos aparecen en la cinta, como "exageraciones", y se preguntaba —nada retóricamente— por qué al cabo de tanto tiempo de transcurridos aquellos hechos, (que él, naturalmente daba por cosa del pasado), es decir, muertos y enterrados, se hacía el documental. Las respuestas de Jiménez Leal y de Néstor Almendros a esta pieza vergonzosa de Alea titulada “Cuba sí, Almendros no” se hallan —para el que las quiera repasar— en el Village Voice (14 de agosto de 1984). No se trata del único intercambio de esta índole, pero bastaría a dar una idea aproximada del asunto y de los términos del debate iniciado por el cineasta del ICAIC. Con igual derecho al que le asistiera, y mejores razones, cabría preguntarle ahora al señor G. Alea, (casi una mermelada) por qué de repente se interesa en resucitar el tema, que según él había quedado resuelto.
No esperaré por las respuestas del realizador cubano, o más bien sus excusas — que cualquiera podría anticipar a la luz de sus presupuestos conocidos—, sino que señalaré aquí varias razones obvias. Hacer ahora esta película no sólo es conveniente para el régimen cubano, de ahí que sea posible hacerla y exhibirla a bombo y platillo, sino sobre todo rentable políticamente. Castro sigue aferrado al poder, y dice y redice que de éste no cederá a las buenas ni una uña. Su elocuencia es puro Castro: "Si das la uña te piden el dedo, si das el dedo te reclaman la mano, y si das la mano, te cortan la cabeza". (citado por Franqui no recuerdo ahora exactamente donde). La oposición interna y externa pide participación, y soluciones a la crisis cubana, y el poder la reprime y rechaza sistemáticamente, según estén o no a la mano los opositores, pero entre tanto, el poder juega a hacerse su propia oposición. El titular con que El País de España reseña la película, es revelador de hasta qué punto el engaño penetra porque está bien instalado: "Una película contra la hipocresía castrista, gana el festival de La Habana", reza el titular. Pero ¿quién auspicia, controla y autoriza dicho festival de cine? ¿No es más hipócrita hablar de "hipocresía castrista" cuando se hace el juego a los hipócritas, y se alarga de este modo, su vida política? Sin embargo, no hablaré aquí de “El País” que quiere ser España.
Los aplausos de La Habana a la película de Alea son indicativos de varias cosas. Mencionaré dos: Primero, de la necesidad de espacios abiertos en la sociedad cubana, a la par que el régimen procura ocultar o reparar su desgaste, elementos ambos que obligan al régimen a “hacer el juego”, cosa que antes se permitía desdeñar y rechazar categóricamente como cuestión de principios. Segundo, de hasta qué punto puede el poder castrista, en un alarde de tozudez y determinación, estar dispuesto a jugar a la oposición consigo mismo, siempre y cuando se respeten sus reglas: "dentro de la Revolución, todo". La "Revolución", naturalmente, "soy yo", que diría su Máximo Líder.
La película de G. Alea, como el cuento de Senel Paz en el que está basada, no pasa de ser una pieza más en el arsenal de trucos y embustes del castrismo. El ángel de Sodoma, relato de Alfonso Hernández Catá, publicado en 1929, o la novela Hombres sin mujer de Carlos Montenegro, de 1933, (nunca editadas, leídas o reconocidas en la Cuba de los Castros, Paces y Aleas), a pesar del paso del tiempo en que fueron concebidas tendrían mucho más que decir sobre los homosexuales y la homosexualidad, que todos los cuentos de camino del castrismo. Al cabo de treinta y tantos años de política oficial anti-homosexual, (defendida, justificada u ocultada por los Aleas del mundo, con sus consecuencias concretas sobre miles de seres humanos) se produce una película sobre el tema, y se pretende con ella hacer borrón y cuenta nueva. ¡No señores! Ni el argumento de la película, ni el cuento convencen. Y si aquí y allá se dicen verdades de perogrullo, a lo largo de la cinta, con muchísima tardanza además, no se trata de que las actitudes hayan cambiado. Lo que cambia, a pesar del poder y sus acólitos, son los tiempos. Pero estemos alertas, el poder nada puede respecto a la administración de la economía, o la producción de bienes de consumo —eso está más que demostrado—. El país del que se apoderaron los revolucionarios, y destruyeron con sistemática pasión marxista, se desmorona, no obstante, entre lo que sí pueden hacer quienes disponen de todos los medios para ello, están esos trucos, viejos como el poder mismo: producir la sensación de un sabor de helado que se añora, sea este chocolate, menta, o incluso fresa, si viene al caso. En fin, dar gato por liebre.
Con muchísima penetración, señalaba Heberto Padilla en su novela En mi jardín pastan los héroes, que el castrismo había heredado del capitalismo anterior una maquinaria intacta, y soberanamente bien equipada —añado yo— de propaganda, de la que se sirvió para divulgar su propia imagen. Gente altamente entrenada en tales menesteres sigue cumpliendo esta función, en cuyo desempeño han adquirido una habilidad inigualable. Los medios se han refinado cada vez más, y no guardan relación con la involución sufrida por el país. Consiguen impedir todavía, con afeites y efectos de toda clase, disimular las grietas en las bases. Pero las grietas están, y empeñados como se hallan en ocultarlas, los Aleas y Paces las han perdido de vista. Cuando el tinglado acabe de caer, si es que no los aplasta en su caída, se verá claramente que se trató siempre de una aldea Potemkim, de un montaje con luces y espejos que habría hecho la envidia de Eisenstein o Buñuel.
Relataré seguidamente una anécdota próxima en el tiempo y por su carácter mismo a lo ocurrido en La Habana con “Fresa y chocolate”. Hace poco menos de un par de semanas, asistí con varios amigos a la anunciada presentación en Nueva York de un documental hecho en Cuba para la televisión cubana por dos jóvenes cineastas que se presentarían en el Hunter College. (No sería necesario aquí entrar en explicaciones acerca del papel que juega desde quién sabe cuánto tiempo esta institución newyorquina penetrada por la Seguridad del Estado cubana y sus acólitos de toda índole, en el empeño de presentar “la verdad sobre Cuba”). La noche del estreno, después de prolongarse bastante la espera, se anunció impersonal y sucintamente que en lugar del “material anunciado” se presentaría otra película cubana, sobre los avances de los gays en la Cuba revolucionaria. La película en cuestión había sido exhibida en numerosas ocasiones y pocos de los presentes en realidad quería volver a verla. Las protestas no se hicieron esperar. El otro documental trataba del SIDA en Cuba, y se había anunciado como algo revelador y poderoso. A la consternación del público entre el que me encontraba, uno de los realizadores apareció con una declaración de principios bastante “ambigua” para explicar lo inexplicable. A las presiones del público este mismo individuo (ambos realizadores “se quedarían” posteriormente) se apartó del mamotreto que leía para explicar que los promotores del film —no ellos— habían decidido no mostrar su película porque éste no satisfacía la imagen sobre el asunto que buscaban representar ya que les parecía parcializado. Que el Hunter College censurara de esta manera desvergonzada la proyección de una película anunciada por la propia institución a bombo y platillo con anterioridad, porque de repente les parecía contraria a “la imagen” que buscaban dar no podía si no sorprendernos a quienes por más que estuviésemos acostumbrados a las falacias y truculencias del régimen cubano y del comunismo en general, nos aferrábamos a la creencia de estar en el país más libre del mundo. Aquello terminó como no podía ser menos, entre improperios y a golpes, que propinaron como siempre ocurre los sicarios del régimen cubano con la importante ayuda de un par de puertorriqueños que debían ser “macheteros” por lo menos. Los golpes los recibió especialmente un señor algo mayor, pero muy decidido a no dejarse tupir con argucias. “Tú lo que eres es tremendo maricón” Le gritaron y ahí se armó Troya. También yo recibí y devolví algún golpe. Al final, cuando se anunció que estaba por llegar la policía —cosa que nunca ocurrió— los agresores de marcharon juntos como a una consigna: “¡Fuerzas de choque, retirarse!”. Disciplinados los muchachos. No hubo denuncias que yo sepa de lo acaecido. El Hunter ha seguido patrocinando y aupando actividades de todo tipo en “apoyo” a quienes quieren divulgar “la verdad de Cuba”. Conservo una copia obtenida más tarde de la cinta que inicialmente debía exhibirse: “Al margen del margen”, y aunque se trata por varios motivos de un documento importante, tampoco es que se trate de nada como para semejante género de censura aún en tratándose de los aliados del régimen cubano. Pero éste no funciona de otra manera, y lo que puede parecer una pifia muchas veces no lo es, y viceversa. Saben muy bien dar y recoger cuerda. Han cultivado las apariencias y si a veces parece que les falla la pierna no siempre es porque verdaderamente ocurra así. Cuentan para ello con los medios, la dedicación profesional y confesional y todo el tiempo del mundo. Hoy dicen digo y mañana Diego, y pasado dicen que dijeron Dago donde digo Diego y pasan página como si tal cosa. Dentro de unos años —seguramente no muchos— se repetirá este incidente, u otro parecido y el régimen y sus alabarderos salvaran la cara con excusas parecidas a las que siempre han empeñado. Esto, si alguien les pidiera cuenta de sus actos.
Conseguí más tarde hablar en Nueva York con uno de los realizadores —ya acogido a la condición de “quedado”— y me impuso de algunos detalles tal vez relevantes aquí. Aunque producida para la televisión cubana por ellos, estudiantes de cine, se las habrían arreglado para hacer al margen otra película de mayor duración que era la que intentaban exhibir dando gato por liebre, pero desde La Habana se habían movilizado varias voces de activistas norteamericanas, (sin dudas alertadas por las autoridades del régimen) que se dirigían a sus colegas y lazos en los Estados Unidos mediante faxes —desde Cuba, no se pierda el detalle— pidiéndoles literalmente “no exhibir la película” que tildaban de ser entre otras cosas demasiado “artsy”, además de constituir un intento de parte de los documentalistas de echar leña al fuego de los argumentos contrarrevolucionarios, habiéndose burlado de las autoridades que confiaron tan plenamente en ellos. El documental, me contó en la referida conversación el realizador, surgió de la frustración que sintieron cuando la televisión censuró de antemano algunas secuencias “muy críticas” en la que los enfermos recluidos en el sidosorio de “los Cocos” y algunos familiares de los mismos se manifiestan abiertamente contra la política de internamiento forzoso y la discriminación que sufren los homosexuales, pero de la que se exonera a un combatiente internacionalista cuya enfermedad seguramente fue consecuencia indirecta de su participación en la guerra de Angola y directamente de su conducta sexual allí. Los jóvenes “disidentes” decidieron entonces, aprovechando el viajecito al Hunter College (no averigüé de qué modo obtuvieron esta presea) restaurar la secuencia ‘maldita’ y exhibir la cinta tal y como había sido concebida inicialmente por ellos para que el público pudiera apreciarla por sí mismo. Al parecer, una prevista de la cinta, exigida por la anfitriona (profesora del Hunter) reveló el hecho y “la compañera” se apresuró a comunicarlo y a comunicarse con sus congéneres en Cuba, de lo que resultó la censura. Conservo en mis archivos copia de los mensajes cruzados entre “los compañeros” (los cuales procuré y conseguí por trasmano) entre los que priman los provenientes de La Habana con instrucciones precisas. Espero que los mismos algún día pasen a integrar una compilación oportuna acerca de la censura y la desinformación respecto a la realidad cubana por parte de quienes supuestamente no buscan otra cosa que “revelar la verdad”, y de paso, documentar el intervencionismo directo e indirecto de la izquierda norteamericana en Cuba y fuera de ella en lo concerniente a la represión.
En fin, que bien puede tratarse de “Al margen del margen”, a cargo de unos estudiantes cubanos de cinematografía, o de “Fresa y chocolate”, consentida por el régimen. Éste no gasta en salvas a menos que se trate precisamente de eso, de deslumbrar con una fantasmagoría. Desde hace ya algún tiempo, el régimen cubano ha comenzado con mayor o menor vigor una campaña destinada a contrarrestar las denuncias que desde distintos ángulos se le hacen a propósito de su homofobia institucionalizada, especialmente a partir del documental “Conducta Impropia” y de los testimonios librescos de Reinaldo Arenas y muchos otros salidos en circunstancias particulares. Algunos homosexuales vinculados al régimen, entre los que se cuenta el propio presidente del ICAIC, Alfredo Guevara (amigo personal de Fidel Castro) han insistido en “la necesidad de rectificar” esa política oficial que hizo crisis precisamente en el año 80, de cara a la galería, siempre y cuando dichos “homosexuales” sepan darse su lugar y comportarse políticamente. “Fresa y chocolate” viene a ser esa película que “abre puertas” o simula hacerlo. Los “amigos de Cuba” en el exterior le dan la bienvenida con los brazos abiertos. No es para menos. ¡Al fin! Vean. Ahí está. La política de la Revolución puede cambiar. ¡Se superan errores! Advierto que no será el único ni el último de tales intentos. A pesar de la reticencia de los Castro, en particular del Maximísimo, ellos saben que el régimen necesita “refrescar” su imagen maltrecha. Siempre podrá culparse a otros, como siempre ha sucedido, de un rumbo equivocado si éste prueba serlo. ¡Soltar un poco la cuerda para que se crean libres! Un tironcito oportuno y bastará a recordarles quién es quién y porqué. Me repito. Recién comienzan. Rectificar no consiste de otra cosa que de blanquear el muro contra el que se fusiló. Con la desaparición de las evidencias, o en todo caso con el gesto de desagravio fingido y solemne, debe bastar. Los archivos del ICAIC conservan materiales valiosísimos que pueden ser “trabajados” a cualquier fin que se requiera, y cuenta con personal calificado y bien dispuesto. Al final, puede incluso acusarse de todo lo ocurrido “antes” a gente que se tomó muy en serio, o equivocadamente “las orientaciones dadas”. Dirán que muchos de ellos están hoy en “el exilio”, y mentirán a medias al decirlo, porque en efecto hay entre los “arrepentidos” de hoy mucho desvergonzado. Pero no dirán que muchos de esos mismos no son sino “sapos” a quienes se ha permitido vivir fuera de Cuba para que en “el exilio” continúen haciendo su trabajo para el régimen. Algunos por prebendas de cualquier clase, otros porque como sucede con el alacrán de la fábula, el veneno y la maldad “están en su naturaleza”. Aquí mismo, en Philadelphia, y en Nueva York, (que no son Miami) los conozco y he llegado a cruzarme con ellos incluso en la Universidad. Y puestos a mentir y a embaucar, caramba, podría ser que hasta el propio Fidel Castro llegase alguna vez a pedir disculpas, si creyera estrictamente vital para su supervivencia e imagen hacerlo. Advierto aquí, tal vez en vano: ¡más de lo mismo! ¡Más!
© Rolando D. H. Morelli (1993) (for “The Hispanic, Philadelphia, Penn.)
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viernes, 15 de julio de 2011
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS en cuanto al arte o la bajeza de comentar (O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)
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DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
EN CUANTO AL ARTE O LA BAJEZA DE COMENTAR
(O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)
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“El Penthouse de Heriberto” lo concebí pensando en amigos valiosos que carecían de otra forma de que la gente supiera que otros estaban escribiendo cosas verdaderamente hermosas pero que las mismas estaban predestinadas a dormitar en el fondo de la gaveta de arriba o en la oscuridad tecnológica de los circuitos informáticos (más o menos, lo que ha pasado siempre a personas como nosotros, tan poco dadas a hacer lo oportunistamente correcto). Con el paso del tiempo, y debido a distintas razones, esto fue variando; y hoy es un lugar donde yo mismo escribo y expongo textos de opinión, reflexiones, memorias, asuntos personales, música, vídeos de música, y textos y poesía de otras personas, amigos, muy amigos y desconocidos, basta que me guste o que me interese aquello que dice. Es un reflejo de mi propio piso, en el que no logro poner nada en orden y a cada rato el desorden me ataca de forma violenta y entonces tengo que darme un respiro para desbrozar la maleza. Otras, simplemente, el follaje me traga como si fuera un dragón de hojarasca.
Pero a pesar de todo ese desorden que inevitablemente ya va conmigo dondequiera que me mueva, nunca ha dejado de existir un mínimo de preocupación por mantener un nivel de buen gusto y de concordancia con lo que yo pienso (desde siempre) y con la forma en que soy, tanto artística como políticamente. En este segundo aspecto la característica predominante se llama VERTICALIDAD. Comprendo las debilidades del ser humano, pero creo que todo tiene un precio, como también lo tiene esa misma verticalidad e independencia mía. Nunca me puse una chaqueta que tuviera que cambiarme. Por el contrario, con suma frecuencia y facilidad me he visto afectado por la impostación correspondiente que acompaña a cada chaqueta que otros muchos han usado y siguen alternándose entre ellos como si se tratara de un préstamo interminable.
Llámesele “síndrome de Estocolmo” o como se quiera, pero en gran parte debo agradecer al ostracismo y la anulación vivida social y políticamente bajo el comunismo cubano, el que nunca me haya visto expuesto ni tentado a escalar peldaños superiores. Siempre he tenido miedo de que me descubrieran. ¿Pero de que me descubrieran QUÉ? Que yo tenía vida propia, allá dentro, muy adentro, muy escondida, que en los arrebatos extremos de extroversión, se comunicaba por jeroglíficos. Pero si me expresaba de tal manera, entonces ¿qué quería decir aquel lenguaje de códigos? ¿Y por qué no podía manifestarme como el resto de las cuquitas koljosianas? ¿Por qué tenía que ser “especial” según ellos? Mi cuerpo se ha desarrollado dentro de un ceñido corsé de silencio, gestos y miradas veloces, que el otro –si había otro— debía aprehender en pleno vuelo, y luego, cuando estuviera lejos de las cuquitas koljosianas, volver a pensar en lo que había visto u oído, o en lo que le parecía haber entendido. No soy una persona normal, lo cual no me hace ni mejor ni peor, sino simplemente extraña, y esa extraña proyección se siguió manifestando aun a pesar de haber alcanzado otro margen de libertad. La libertad no cura las heridas ni los traumas ni las paranoias. Esa pudrición que nos dejó dentro la ideología y el totalitarismo se abren paso a través de los resquicios de luz y opacan su diafanidad: soy una persona enferma.
En mis escritos yo no suelo tratar magnificencias sublimes. No me interesa insultar, ni siquiera ridiculizar, a los dioses del Olimpo que han marcado esa enfermedad mía. Dudo de las causas nobles, de los aspavientos heroicos, de palabras altisonantes. Insisto una vez más que las ideas –acertadas o no- no las mueve el viento, sino el hombre. Y si de una idea aviesa se aprovecha un hombre para utilizar a su antojo, entonces vamos a tener unos cuantos afectados, o unos cuantos desafectos, o unos cuantos afectos. Además, ustedes no pueden valorar lo doloroso que es darse cuenta de que todos hablan en el mismo tono, utilizan los mismos modismos, se pasan los gestos y ademanes unos a otros como si fueran balones de rugby; y todos están contagiados de una pobreza infinita, que es “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”.
Allí, en ese lugar de donde parte esta enfermedad que padezco, todo está organizado e institucionalizado según monopolios de control. Por encima de todo está el Monopolio de la Represión, del que se ramifican todos los demás. Uno de ellos es el Monopolio del Intelecto y las Artes, ubicado en una bella mansión de El Vedado, barrio otrora y actualmente burgués con unas ciertas zonas deprimidas. El sitio se llama Unión de Escritores y Artistas de Cuba, conocido popularmente por sus siglas UNEAC. Es donde fabrican la literatura, la poesía, el baile, las artes plásticas, y hasta las ideas filosóficas. Y entre ellos se premian, se alaban, se besan socialmente, se soban unos a otros. Se tiran confeti y se ofrecen entre sí representaciones en el extranjero o becas (siempre en el extranjero, pero el extranjero para ellos es un universo que excluye a Corea del Norte, por ejemplo, porque eso sería como mandarlos al lado de atrás del espejo). Eso que hablan de EL CAMBIO lo comenzaron ellos, cuando se dieron cuenta de que no serían parte del efecto dominó y entonces supieron que era el momento en que debían aprovechar para hacerse con el poder. La política les siguió, ellos fueron más rápidos. Así se fueron esparciendo por el mundo con una pátina de disidencia intelectual, ligera, comedida, que no ofreciera bruscos cambios al cambio para que no los acusaran de extremistas, sino paulatinas y suaves, de nuevo otra vez con “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”. Claro, a alguien tenían que poner de “malo” y escogieron a Abel Prieto (ya defenestrado “a lo dicremón” como decían las locas cursis de Camagüey tipo PacaGarza LaActiva), Nancy Morejón y Miguel Barnet (estos dos últimos, miembros iniciales del desaparecido ipsofacto Grupo de El Puente), pero, sobre todo, este último, con mucho mejor bagaje y más porte intelectual que el resto de ellos. Sea lo que sea, no es un ser indigno: hasta ahora sigue en su papel, defendiendo lo que representa y le da de comer. Los seres indignos son los cientos que han dejado el barco pero que consideran mucho más importante el curriculum repleto de insignias de la UNEAC que sus propias vidas, pues no tienen otras que aquellas que una vez disfrutaron durante diez minutos representando lo irrepresentable y que quieren perpetuar durante el resto de sus miserables vidas, que, claro está, consideran muy por encima del resto de los que por suerte nunca nos pusimos esa chaqueta. Y esos son, paradójicamente, los que reconocen los escritores e intelectuales del supuesto mundo libre, los Vargas Llosa, los Muñóz Molina, los Javier Marías, cualquiera. ¿Alguien arregla eso?
Nadie.
Si Cuba comunista hubiera caído en aquella fila de fichas de dominó, nadie los conocería. ¿Quiénes eran los homólogos de estos tristes y oscuros personajes en tierras eslavas y rusas? Ya nadie lo sabe. Se los tragó la rapidez del cambio. Y ese si fue un cambio, para bien, para mal, para todo.
En los últimos tiempos, el paripé del “intercambio cultural Cuba-USA” (que se produce solamente desde Cuba hacia Estados Unidos) ha tomado un cariz especial pues se ha introducido la figura de una poeta oficial del Monopolio del Intelecto y las Artes. Indiscutiblemente yo no tengo influencias para saber de dónde parte el dinero con que se sufraga ese viaje y las lecturas y presentaciones de la poeta, parece ser que muy bien acogida por el resto de sus antiguos compañeros con los que comparte curriculum y viejas representaciones de un régimen totalitario que, como el nazismo y el fascismo, no debía ya existir sobre la faz de la tierra. Y los que sí tienen, o forman parte de ese asqueroso entramado de influencias de no sé qué oscuras intenciones, han salido a defender a su poeta fetiche.
Debido a tales acontecimientos, tanto yo como otras personas, hemos publicado textos que no están de acuerdo con lo sucedido, y con lo que irremediablemente seguirá sucediendo porque forma parte de una trama política bien delineada por La Habana. No se trata de ser más facha o menos facha, se trata de ser consecuente. Y yo no puede tenderle la mano a esa señora porque yo nunca he escrito ni escribiré un solo verso loando a Fidel Castro, y ella sí lo ha hecho. Eso quiere decir que no somos iguales.
Producto de ello, al buzón del blog llegan bastantes comentarios sin autoría en términos ofensivos tanto hacia mi persona como hacia otros. Yo sé diferenciar entre un anónimo y un “anónimo”.
Simplemente quiero volver a señalarles que mantener un blog que, entre otras cosas, toca temas sobre Cuba, aunque por lo general de manera no convencional ni conservadora en lo patriótico-patriotero, con un mínimo de presencia, cuidando la relación texto-ilustración, es algo que a veces me lleva algunas horas. Y no voy a permitir que ningún desaprensivo lo estropee.
David Lago González
Madrid, 15 de julio de 2011.
martes, 12 de julio de 2011
Los muertos, los vivos y los demasiado vivos del Mariel (& beyond)
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Mucha gente murió durante el éxodo masivo del Mariel (abril-mayo 1980) y sus preliminares. Recuerdo que un vecino llamó a su familia y les dijo: “Salgan como puedan porque yo no vuelvo más con ningún barco. Me llenaron la embarcación de locos y en alta mar aquellos locos se volvieron aún más locos y se tiraban al agua, no sé si para salvarse o para matarse. Y los demás nos volvíamos locos entonces tratando de rescatarlos.” Cosas como ésta sucedieron muchas veces y apenas se han contado. La mal llamada “Generación Mariel” prefiere referirse a los triunfos y a los ganadores, porque también eso forma parte de la tónica general del país de acogida: valen los triunfadores; los perdedores, en el mejor de los casos, al olvido o, a lo que es peor, a IGNORAR que una vez existieron. No hay acción más malévola ni más malintencionada que la de “ignorar” al otro, como si no existiera.
Mi amigo Rolando D. H. Morelli, que, a su llegada a uno de los campamentos, se prestó voluntario para asistir a recién llegados con problemas, guarda historias espeluznantes.
Solo sé que visto lo visto –y lo que voy a decir seguramente será tildado de “barbaridad” y seré enviado a la hoguera con tanta buena gente—, tal vez bastantes de los que llegaron a Key West o a donde fuera en territorio americano, deberían haberse quedado en el mar acompañando a los tiburones o en la propia Cuba haciendo frente a los tiburones humanos, comunistas o no, y al rechazo y al abandono de la familia y de viejas sólidas amistades.
Son indignos de haber tenido tal posibilidad de rehacer sus vidas para, en el caso de muchos “intelectuales” y “para-intelectuales”, servir ahora de puente de plata a los mismos que les despreciaron y les siguen despreciando y que por exigencias del maquiavélico guión, hoy se desnudan juntos y se lanzan todos a la misma piscina.
Si tuvieran vergüenza, no deberían dormir tranquilos.
© 2011 David Lago González
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