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© Serge Cornellet
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Iba a comentar este post en el blog de mi amiga Zoé Valdés (http://zoevaldes.net/2010/07/20/el-pasaporte-de-la-hija-de-normando-hernandez-tambien-dice-salida-definitiva/#comments) pero prefiero pasármelo al mío y hacerlo en mi penthouse, porque tal vez mi manera de enfocar las cosas pueda molestar a otros comentaristas y así mi amiga queda eximida de tener que intervenir en ningún sentido. Me parece mucho más saludable así.
“Pues OJALÁ mi pasaporte hubiera dicho SALIDA DEFINITIVA (Y REGRESO PROHIBIDO), pero si hablamos de limbos, además del cónsul español negarme la recuperación de la nacionalidad española --que ya estaba en espera desde antes de cumplir los 21 años-- engañándome con que no tenía derecho, salí (salimos) de Cuba con un VISADO DE TURISTA POR 7 (SIETE) DIAS, que teníamos que sustituir en la comisaría de policía por un permiso de permanencia que tenía validez por tres meses. Esto era formalmente así, pero informalmente era de la forma contraria, lo que pasa que de eso uno se iba dando cuenta paulatinamente mientras iba pasando la vida, e ibas acomodándote a los vaivenes de lo cotidiano. YO NO QUISE SOLICITAR ASILO POLITICO por razones que ya explicaré en mi blog.
Lo siento mucho, pero me es imposible sensibilizarme porque en el pasaporte de la hija de Normando Hernández diga "salida definitiva". Al menos eso, si se toma semánticamente, da una cierta seguridad de que no la devolverán.
Con todo ese tipo de cosas de recién llegados (no me refiero a los liberados sino en sentido general) yo me he vuelto una persona muy dura. Mi casa no era humilde y pobre ni de extracción ni de construcción, y no tengo que decir una cosa por otra, pero a veces creo que es muy saludable pasar un poco de trabajo, y recibir demasiada ayuda acabado de llegar puede ser más perjudicial que positivo.
Yo no tuve el apoyo del Centro Cubano (ni del gallego tampoco) ni de Annabella Rodríguez ni de Jesús Díaz ni de Calvo Sotelo, Fraga, Giscard D’Estaing o Truman Capote, ni de ningún partido ni de ninguna fundación ni de ninguna universidad. Ni mi salida de Cuba se debió a la intervención de nadie. Yo solo quise dejar aquella mierda para siempre y yo solo me las arreglé para sobrevivir, vivir y hacer vivir. Solamente debo el amor que algunas personas me dieron, de una forma u otra, y por desgracia tengo que admitir que la amistad de una de ellas se jodió precisamente por la Revolución cubana, de la que yo sólo viví la mitad de su existencia (y la mía) y ella ni siquiera la mitad de la suya. Puedo decir que este particular es lo único que lamento seriamente. Por lo demás, doy gracias a Dios (o a lo que sea) por no haber tenido nunca ningún tipo de relación con nadie importante públicamente y no deber la vida ni a derechas ni a izquierdas ni al más remoto de los ismos.
Solamente he agradecido, y agradezco, la presencia y la ausencia de las personas que he querido y quiero, y de aquellas que me han brindado su cariño.”
David Lago González
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