Mostrando entradas con la etiqueta mes amours. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mes amours. Mostrar todas las entradas

jueves, 17 de junio de 2010

Be careful, it’s my heart

.

Dran - Fragile heart - from Fabriqué En France(Dran - Fragile heart - from Fabriqué En France)

.

 

Be careful, it’s my heart

Be careful, it's my heart
It's not my watch you're holding, it's my heart
.

It's not the note I sent you
That you quickly burned
It's not the book I lent you
That you never returned
.

Remember, it's my heart
The heart with which so willingly I part
.

It's yours to take, to keep or break
But please, before you start
Be careful, it's my heart

© Irving Berlin

 

-o-

 

Ten cuidado, es mi corazón.

No es un reloj lo que tienes en la mano, es mi corazón.

 

No es la nota que te envié

Y que tú rápidamente quemaste,

No es un libro que te presté

Y nunca devolviste.

 

Recuerda, es mi corazón.

El corazón que tan de buena gana comparto.

 

Es tuyo para llevártelo, guardarlo o romperlo

Pero por favor, antes de que empieces,

Ten cuidado, es mi corazón.

 

-o-

La primera vez que me acosté con …, le pedí que, por favor, nunca me hiciera daño.  Si alguna vez, pensaba, veía o creía que era inevitable hacerlo, que desapareciera antes.  Ni siquiera tenía que despedirse.

Él me miró como pensando que tenía un verdadero bicho extraño entre las piernas, un loco melancólico, un hijo de la luna, y me contestó que podía estar seguro, que nunca me lo haría.  Dijo exactamente: “Yo nunca te haré daño, David.”

Lo hablado aquella noche de 2004 se ha cumplido, sí señor, se ha cumplido con creces.

David Lago

miércoles, 17 de marzo de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - Mes amants, mes amours (I)

.

SERGIO_A

.

Dado que tengo dos vidas, como un incipiente gato, o como un cuarto de gato, en Cuba a los amantes (en el plano homosexual y lésbico) se les llamaba popularmente de una forma horrible: “compromiso”. Cierto grupo de personas preferíamos utilizar la palabra “amante”, a fin de cuentas eso es lo que éramos ya que compartir una misma casa era algo sumamente difícil, prácticamente imposible. Igual que un padre o una madre no son “amigos”; un amante, una amante, un marido, una mujer, compañero o compañera, tampoco lo eran, ni lo han sido para mí. La amistad es otra cosa, donde no interviene el sexo ni el respeto y el cariño filial. La amistad, por lo general, nos engrandece, o nos defrauda, pero no nos pierde, como lo puede hacer el sexo y el amor.

En mi vida he tenido varios amantes, y otros potenciales que se han perdido en las circunstancias.

En Cuba, la primera y última persona con la que me acosté se llamaba (o se llama) Sergio, y, entre idas y venidas, rupturas y reconciliaciones, cárceles y pases, duramos unos 13 años y terminamos el día anterior a partir de Camagüey. Me llevaba 7 años y cuando nos acostamos por primera vez yo era menor de edad y, aunque no sabía exactamente cuánto pasaría, sí sabía absolutamente lo que quería. Es una soberana tontería pensar que, porque no cumplimos la edad legal o la edad forense, no sabemos lo que nos gusta. Era un tipo bellísimo, de pasarela sin refinamiento. Nuestro “noviazgo” fue prolongado y algo morboso: llevábamos cuenta de los horarios en que él saldría de la fábrica Guarina y pasaría por frente a mi casa, y yo sabía los momentos en que tenía un receso en el trabajo tanto en el turno de la mañana como en el de tarde, así nos cruzábamos saludos y miradas. Y un día se decidió a hablarme con un pretexto tonto y falso, y al siguiente día me propuso salir juntos una noche. La noche llegó, y muchos años más tarde, escribí este poema:

TENIAS CATORCE AÑOS,

y el día a la sombra de los árboles.

En tu corazón, el torso labrado de Walt Whitman

escalaba el poniente llevando entre sus dientes una rosa de hierro;

y en mitad de la tarde, sus veintiún años paseaban con memoria intolerable

su fina sonrisa de espadachín que lucha contra la aurora de las calles sin regreso.

Eras, en el vértigo de la sangre, el reloj de la boca que arde,

el azar de una vaga palabra que alguien llamaba pecado,

y un cuerpo que se estrenaba en un nombre fugitivo.

Querías ser como el espejo que ignora el asombro de su rostro

y engaña con su espada el sueño de los jazmines.

Pero te atribulaba la tarde en su mitad cortada

por esa sonrisa que pasaba como una copa de imperturbable champaña, segura

en su paciencia de líquido que se bebe

y se agota en la sed de otra vertiente laberíntica.

Si los caminos no se hubieran cruzado en esa reyerta de falos

en la noche en que todos los arrabales se internaban en las sombras,

con sus trenes haciendo trepidar los cimientos de los túneles...

ah, amigo..., el fruto de los árboles habría caído en su madurez,

sin ruido ni escozores,

sobre el mantel dispuesto con sus cubiertos y sus platos en su sitio,

como manda el hombre en sus decretos.

Eso podrías haber pensado para ahorrarte la culpa,

pero más tarde o temprano el viejo Whitman

habría escrito sobre tu pecho sus versos con hojas de hierba.

No te arrepientas de lo vivido, jamás. ¿Por qué, para qué y para quién?

Lo vivido, bien vivido. Y déjalo estar así,

como una noche muy larga que todavía dura.

Pues no tendrías ahora aquélla: aquel cielo inolvidable

en que el mundo tenía veintiún años y la noche sólo catorce,

brillantes y alegres como las pepitas de una granada iluminándolo,

ni podrías regocijarte en este momento por aquel estupor de niño ante el universo.

Lo vivido, bien vivido: olvida el resto.

.

Tiembla otra vez, torso desnudo, ante el recuerdo.

(Madrid, 1996. 14 de Febrero)

© 1996 David Lago González

.

Verdaderamente nunca pensé que yo fuese importante para él, aunque soportase estoicamente mis rupturas de niño malcriado con un “A ver, ¿ya se te pasó?” La tarde en que nos vimos por última vez sacó de su chistera algo que tenía muy bien guardado durante años. Me dijo: “Nosotros no nos vamos a ver más. Te deseo lo mejor del mundo. Pero no me escribas porque no voy a contestar tus cartas. Hay algo que quiero decirte: durante todos estos años en que nos conocemos y estamos juntos, yo he recibido muchos rechazos y feas acciones de tu madre, que siempre ha creído que yo iba contra ti. Sé que eso es amor de madre, y nunca jamás he respondido a sus desprecios por respeto a ella y por amor a ti.”

Y en ese momento me dio la espalda y más nunca he vuelto a saber de él.

© 2010 David Lago González