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domingo, 10 de julio de 2011

ROLANDO D. H. MORELLI - “Escribir borrando”, o viceversa

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Another tea party

Another tea party

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Escribir borrando, o viceversa.

(O del viejo artificio de dorar la píldora

e intentar hacérnosla tragar con té de camomila).

 

Por enésima vez en Cuba se habla de cambios. Debe tratarse de la más traída y llevada de las falsas promesas de un sistema que ha vivido a base de engaños y excusas en cualquier caso inexcusables, argumentos manidos y medias verdades cuando alcanza a no decir una mentira entera. También la administración Obama vuelve a las andadas características de las administraciones demócratas estadounidenses, propiciando un puente de una sola dirección, abierta “al entendimiento” entre “las dos orillas”. Entiéndase, el régimen cubano y el régimen cubano de este lado, o en su defecto quienes representan sus intereses o sienten nostalgia de haber quedado fuera del juego y aspiran a reciclarse. ¿Por qué será que quienes menos entienden de nada —particularmente de la naturaleza y artificios de un sistema que gracias a ellos perdura más de medio siglo ya— siempre insisten en “entendimientos” de toda clase, o peor aún, en que “entendamos” o nos entendamos por el simple procedimiento del buenismo complaciente y la práctica del credo cuáquero más ortodoxo. Es decir, declarar la paz a quienes estén determinados a imponernos la guerra, o en cualquier caso sus convicciones y sus juicios. Se trata de una mala película que vimos una vez y vuelve a exhibirse de tiempo en tiempo como si se tratara de una novedad, de modo que no sólo de la cinta se trata sino de un intento por confundirnos haciéndonos creer que se trata de una nueva versión, o eso que en Hollywood llaman un “re-make”.

Las jornadas de “intercambio” entre Cuba y los Estados Unidos, favorecidas por la administración Obama, han traído a las costas de La Florida y otras plazas, entre músicos, cantantes y gente de letras, a Reina María Rodríguez, todos ellos gente no sólo tolerada sino aupada y sostenedora del régimen castrista. No hay entre los cultivadores de la poesía, o entre los cantantes procedentes de la isla, ninguno con una historia creíble de disidencia, para no hablar de enfrentamiento a la tiranía. La tiranía no promueve a sus enemigos internos cuando lo son convencidamente, a menos que intente desacreditarlos por esta vía tortuosa de las concesiones, arrojar sobre ellos sospechas de una u otra índole. Nada cambia en Cuba, especialmente cuando se habla de cambios. Así pues, la visita de Reina María Rodríguez y la pre-eminencia concedida en ciertos círculos miamenses a su presentación en la Alliance Française de esa ciudad, forman parte de la pantomima que sirve, precisamente para ocultar la inmovilidad impuesta a la sociedad cubana por la tiranía que la oprime y empobrece hasta haberla dejado exhausta.

Las notas de prensa que dan cuenta elogiosamente de eventos como la presentación de la señora Rodríguez, amén de su inconciencia, revelan una ignorancia supina. Alguna crónica entusiasta señala entre otras cosas el crecido número de los concurrentes entre los que parece haberse hallado un verdadero, conocido o distinguido poeta, se nos dice, no sé si confundido —concluyo por mi parte— o atraído por el incentivo nada desestimable de ser “recuperado” como ya ha venido haciéndose con otros ilustres descarriados que no están más entre nosotros para protestar porque les sea impuesta esta condición de “hijos pródigos” de la llamada Revolución: Novás Calvo, Lezama, Piñera, Lydia Cabrera entre otros. Los amigos exiliados (o mejor, acogidos a sagrado) de la residente isleña se explayan en conceptos que hablan no sólo de la amistad que los une, sino de la famosa tertulia de la señora Reina María, a la que se compara —alabanza y auto-bambolla aparte— a la que en el siglo XIX sostuviera un Domingo Delmonte, “el cubano más útil de su tiempo” para citar o parafrasear a Martí. Podría creerse ingenuamente, que esta alusión procura hacer obvio el paralelo de la situación de esclavitud e indignidad en que son obligados a vivir los cubanos de hoy con la esclavitud y general opresión del momento en que vivieron Delmonte y sus contertulios, pero nada indica que sea este su propósito. Recuérdese que de Heredia al propio Delmonte terminaron todos en el exilio verdadero o en la cárcel, o en la desgracia y la miseria como sería el caso del desamparado Manzano, con lo que las tertulias y los innumerables proyectos encaminados al mejoramiento de la sociedad y la cultura cubanas de su momento se interrumpieron o vinieron a nada, tal y como pretendía que sucediera el gobierno colonial español. Naturalmente que no son las tertulias, especialmente las toleradas en época de aciago atropello contra los que disienten, las que amenazan a un régimen opresivo hasta el detalle (es decir, totalitario y absoluto como el actual de Cuba) sino más bien las que le sirven de coartada de cara a la galería exterior. “Vean. Aquí no reprimimos a nadie. Tertulia tenemos”. No dudo que en la azotea habanera de Reina María Rodríguez, en los años ochenta se reunieran poetas y escritores —incluso de calidad— acogidos a una permisividad que no está a mi alcance explicar ni comprender siquiera, a menos que nos atengamos a los textos que por entonces escribía la poetisa, y le eran publicados sin dificultad ni contratiempos —repito— en época de particular saña contra quienes eran tenidos por “potencialmente peligrosos” en todos los terrenos, según la llamada ‘Ley contra la Peligrosidad Social’ por entonces en pleno vigor. Me refiero, entre otros libros, al poemario Cuando una mujer no duerme por el que se le concediera a la autora el premio de poesía de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba el año 1980. ¡Año cuando menos simbólico que no podría disociarse fácilmente de los acontecimientos políticos ocurridos a partir de la toma de la Embajada del Perú en la capital cubana por una multitud desesperada, y los acontecimientos ulteriores relacionados con el puente marítimo del Mariel, hechos todos que cortan precisamente la historia del proceso político cubano en un antes y un después ineludible! Se trata de un poemario de amor al sesgo. De amor que se declara a un ente “otro” no correspondido. ¿Será por eso que algunos de los poemas están dedicados a exaltar, loar y amar figuras indiscutiblemente asociadas con la tiranía? En primer lugar Haydee Santamaría, los llamados “combatientes internacionalistas” y el propio Fidel Castro. Me parece notable que de todos los hechos catastróficos que tenían lugar a su lado, ese año 1980 la poetisa sólo parece percibir el suicidio de la Santamaría, temprana compañera de ejercicios revolucionarios de los Castro; hermana de otro dirigente de la oposición contra Batista, Abel Santamaría; fundadora y presidenta de la “Casa de las Américas”, y esposa del Ministro de Cultura Armando Hart Dávalos, cercano colaborador del sátrapa, cuyo suicidio se halla indudablemente ligado a los hechos de la Embajada del Perú y los conocidos como “actos de repudio” organizados y estimulados por el régimen. Se ha hablado de una carta de despedida de la suicida nunca hecha pública por el régimen, en la que se especula que la suicida expresaba su desencanto con los excesos del régimen. Muchos de quienes la conocieron aseguran que Haydée Santamaría era, entre otras cosas, una mujer verdaderamente ingenua. La elegía que le dedica Reina María en cuestión, “En un país” está fechada al pie, el 29 de julio de 1980. Recoge una consternación, que es tanto la del pequeño que pregunta a su madre “qué es la muerte” como la de la voz poética de ésta, que acude a las simplificaciones por respuestas, suponiendo en el niño la misma ingenuidad o capacidad de autoengaño que su progenitora. «¿Dónde está la muerte, mamá? / —pregunta mi hijo que tiene cuatro años—/ ¿Es un país? ¿Y tiene casas y ventanas?/ Yo le digo que sí (…)» (44). A renglón seguido la voz poética se pregunta a sí misma: «¿La gente muere?». Y se da esta respuesta evasiva: «—Nadie me ha respondido aún a esa pregunta». ¡Vaya despiste!, ¿no les parece? El resto constituye una evocación de la muerta prominente siempre recordando a su amado Abel, hermano torturado a manos de las fuerzas del dictador Batista luego del ataque al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, tras lo cual, la voz lírica se permite una alusión a su propio dolor por un hermano también muerto. Lo que no dice la poetisa, lo que oculta con esta argucia por comparación, es lo que se sabe por otras fuentes. El que ese hermano, «tuviera novia» —tal y como nos afirma Reina María—, o no, fuera «Secretario Organizador de la UJC/ en su Facultad de Ciencias Exactas (y) primer expediente» (45) y hasta “revolucionario” confeso y adepto, o se tratara de un simulacro, lo cierto —lo que nos oculta Reina María— es que ese hermano terminó suicidándose por supuestas acusaciones de homosexualidad. De manera que el paralelo evidente, más que establecerse con el hermano revolucionario y mártir de la evocada a quien se dedica la elegía, habría correspondido hacerse con la suicida misma. Y habría que preguntarse: ¿Por qué se suicidan los revolucionarios en la plenitud de la gloria revolucionaria, sin motivos aparentes para ello, y cuando la tradición y la ética del Partido ha condenado siempre el suicidio como contrarrevolucionario y cobarde? No indagaré más en las razones de los suicidas, sino en las de los vivos que les sobreviven para dar gato por liebre a sus expensas, incluso componiendo elegías que queden muy distantes de ser tenidas por herejías.

En otro poema que antecede al citado, la poetisa seguramente explica algunas cosas, como su apego al “Ahora” al hablar a un escurridizo “otro” de esta suerte: «Hablábamos de internacionalismo proletario/ de este tiempo nacido entre nosotros/ que amo atropelladamente/ que me dura poco y me cansa la imagen/ este tiempo donde sembramos catástrofes y sueños/ sobre un horizonte que sufre por alcanzar el alba (…)». No es Silvio Rodríguez con sus alferecías líricas, es peor aún, pero a lo dicho por esta señora habría que atenerse. Sabiamente, los poemas de este libro no estuvieron entre los leídos públicamente en Miami por la poetisa invitada. Quizás al viejo poeta de indudable prestigio que se hallaba presente en la ocasión, le hubiera bastado para recobrarse de su confusión. O no.

El penúltimo de los poemas de este poemario presuntamente de amor, lleva por título: “Hoy habla Fidel”. ¿Cómo titular de este modo un poema de amor? Vuelvo a recordar la lírica ‘comprometida’ (con el oportunismo político) de Silvio Rodríguez, con sus piruetas conceptuales y de todo tipo, donde es concebible “matar” al prójimo “por amor” al ideal más puro, sin ser acusado de haber escrito un bolero ramplón. La ideología es así de parcial en sus amores, furores y delirios. Y la comunista ha demostrado una y otra vez ser la más fundamentalista de todas las ideologías.

«Aunque no supiéramos/ qué iba a decirnos/ aunque sólo fuera verlo/ sentirlo detrás de la pantalla/ la casa se acomodaba en silencio/ y las palomas quedaban quietas» (52). Declara Reina María. Estábamos en el año 1980, la sociedad cubana había sido sacudida por un espasmo de libertad suicida. El discursante no hablaba de otra cosa que de “la escoria” que quería a toda costa abandonar el país. ¿Cómo saber en cualquier caso “lo que iba a decir” exactamente? Pero seguro que sabíamos de qué hablaría: “los que no tengan genes revolucionarios… Los que no tengan espíritu de sacrificio… No los queremos. No los necesitamos. ¡Qué se vayan!” (cito de memoria de uno de los discursos del líder Máximo, dados por ese tiempo). ¿Cómo olvidarlo? Entre “la escoria” a la que hacía alusión, (clasificada de tal por él) estaban muchos homosexuales o tenidos por tal. A muchos los expulsaron del país, o les empujaron a irse, en tanto a otros, caprichosa y arbitrariamente no les permitirían salir para que quedaran convertidos luego en apestados dentro de un país de parias, ‘marielitos’ potenciales y frustrados dentro de una cárcel llamada Cuba. ¿Habrá pensado en algún momento la poetisa en lo que habría sido de su hermano suicidado de haber estado con vida durante las jornadas del Mariel, o después, de no habérsele permitido salir de Cuba?

«Hoy habla Fidel y yo he crecido/ por sus pequeñas arrugas ha pasado este tiempo/ vuelvo por su voz/ que va llenando el barrio/ de una calma que todos conocemos». Entona la poetisa. ¿Calma? ¿Habré leído mal? No. “Lo escrito, escrito está” como afirma la sentencia latina. Dejo pues a los lectores el juicio apropiado a semejante tirada lírica.

«Alguno tropezó con sus ojos en la fábrica/ (que visitaba el tirano, es de suponer) y ya no lo olvidó/ abuela lo guarda en su cartera/ junto con sus lirios y los amores que se fueron. Comprendo por qué/ allá en la Sierra/ ponían su retrato como un santo». Aquí pasamos de Silvio al devoto de Ernesto Cardenal. Estimada poeta, le aclaro que no fue en la Sierra donde primero se colgó la foto del tirano tomándolo por un santo, sino cuando entró en La Habana disfrazado de Cristo, y su por entonces admirador y amigo Miguel Ángel Quevedo, dueño de la muy leída revista Bohemia (otro suicidado tardío por arrepentimiento) decidió convertirlo en Cristo de portada. El mito comenzó a cultivarse a partir de entonces como corresponde a toda una campaña publicitaria, y no terminó siquiera cuando el barbudo máximo se echó contra la iglesia y la religión y se declaró marxita-leninita. Las grandes campañas de propaganda tienen eso, que nos convencen de lo bueno de un producto a pesar de su mala calidad.

«Sólo hay una forma de quererlo: / hemos crecido dentro de él como un gran árbol/ por eso lo cuidamos/ con tanta vanidad y tanta fuerza/ hoy habla Fidel/ mis hijos quieren boinas y barbas/ no saben del hambre y de la guerra/ no pueden con la palabra Nicaragua/ pero se sientan frente al televisor/ y cuando pasan por los parques/ las calles las escuelas/ lo reconocen» (53). (¡Ovación clamorosa!). La imagen del árbol es confusa cuando menos, porque sugiere un tronco carcomido en el que se guarecen estos niños entre los que yo no podría reconocerme, habiendo sido advertido de no acercarme ni a la sombra del urticante guao. Lo de la vanidad de quienes quieren al tirano es justo. ¿De qué otro modo podría quererse al espejo sino en la vanidad del ego que refleja? Los niños de que habla la voz poética aún son pequeños, naturalmente, por eso quieren disfrazarse de barbudos, y prueban a hacerse una idea del mundo frente al televisor. ¿No preferirían los muñequitos como todos los niños? Cierto, la guerra todavía les resultaría desconocida… Así que tengan dieciséis años… ¡Cualquier guerra en aras del internacionalismo proletario sirve! En cuanto a no haber conocido el hambre… A menos que por sus vínculos con la casa de los Hart-Santamaría, u otros a que no alude en su poemario, a la señora poetisa le correspondiera una ración aparte y distinta de la que en teoría correspondía entonces a cada cubano: (“Eso no dan”. “No te toca”. “Lo siento, no ha llegado todavía”. “No alcanzó el reparto de la leche de hoy”. “El gas vino al almacén, pero se acabó enseguida”. “¿Pan? ¿Desde cuando?” Etc.), de qué modo se las arregló para que sus niños no conocieran el hambre como tantos otros. Porque ya basta de la hipocresía de afirmar que en Cuba, mal que bien todo el mundo come (o comía). Mentira. En Cuba mucha gente ha pasado un hambre cainita. Cuestión de grados más o menos. Ni siquiera el mercado negro, y muchos otros ardides bastaron nunca a saciar el hambre del cubano. Lo impensable hubiera sido que en un suelo feraz como son pocos, y en un constante jugarle cabeza al sistema con tal de comer algo, la muerte por hambre hubiera sido la regla. Pero al cabo sí ha llegado a serlo, aunque las estadísticas oficiales no den cuenta de ello, como siempre ha ocurrido con las cifras y todo lo demás, desde que los Castros se hicieron con el poder absoluto.

El peso de este librito de Reina María Rodríguez, un poemario de apenas treinta y tres títulos, es apabullante en la trayectoria de esta señora que recientemente visitara Miami, a quien acogiera en sus salones la Alliançe Française de esta ciudad, y a la cual por intercesión de un embajador socialista francés en La Habana se le concediera con antelación la orden de Caballero de las Artes del estado franco.

¿Sería posible simplemente ignorar la contribución de esta señora a sostener con sus versos, de cara al exterior, la fachada buenista y justiciera de la tiranía castro-comunista a pesar de su interminable lista de víctimas entre las que me encuentro —uno más—? Quienes le otorgan a la poetisa con residencia habanera no sólo espacios, sino aplausos y una atención inmerecida —amparándose en un cómodo y falaz exilio que les va grande al cuerpo— no pueden ignorar que a su vez contribuyen con su aquiescencia y complicidad a servir a la causa de la tiranía que oprime a su pueblo y representa la caducidad de todo discernimiento. No son intelectuales, puesto que han renunciado a pensar por sí mismos, aunque la argucia de que se valen sea precisamente declarar que de eso se trata. Ni siquiera de verdaderos creadores podría tratarse, sino de corifeos y bufones al servicio de una corte de capa caída. ¿Dónde están la dignidad y el patriotismo de toda esta gente? Y no me refiero sólo a algunos recién llegados, sino a muchos que llegaron antes y saben muy bien lo que hacen y de lo que se trata. La mala uva está en la naturaleza de toda esta gente. Dios quiera perdonarlos. Yo no puedo.

© Rolando D. H. Morelli, 2011.

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COLETILLA DEL BLOGGER:  Mucho antes de que Reina María Rodríguez abriera la azotea de su edificio a los delfines de la intelectualidad cubana, en los últimos años 60 y muy tempranos 70, de manera espontánea y sin mediar efecto llamada de Facebook o Twitter que por entonces ni soñaban existir (siguen sin existir en Cuba), a los jóvenes de la contracultura nos dio por acudir a la casita del escultor Fonticiella, artista pionero en la utilización del reciclaje de objetos como vehículo para crear (en alguna parte de este desastre de casa, tengo las fotos que Liliane Hasson hiciera en aquellos momentos, tanto de la persona-personaje como de su obra).  Allí coincidíamos todos los no afiliados: Carlos Victoria, los dos hermanos Espasande, Bárbara Sifille, Junior, Rogelio Quintana, Rafael Zequeira, Rapi Diego, Roger Salas, amigos todavía hoy en Cuba, yo, y muchos, muchos más que no puedo recordar en su totalidad.  Por supuesto, también acudirían los infiltrados oficiales de turno “husmeando” (o “hueliendo”) por una “conspiración”, término por el que sentían y sienten verdadera debilidad.

Pero hay una diferencia abismal entre las reuniones en la famosa azotea (por lo visto, al menos permitidas, por no pensar demasiado mal) con aquellas otras que se realizaban en no sé qué reparto (barrio) de La Habana al que se llegaba después de no se cuánto tiempo en las “guaguas” de la época.  LA GRAN DIFERENCIA ES QUE, OBSTINADO POR LA SEGURIDAD DEL ESTADO y por sabe Dios cuántas presiones, FONTICIELLA TERMINÓ PONIENDO FUEGO A TODA SU OBRA Y A SU CASA, Y SE QUITÓ LA VIDA.

Nunca le premiaron ni con un viaje a Montego Bay.

© 2011 David Lago González

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jueves, 2 de junio de 2011

Rememorando la pesadilla…

Rememorando la pesadilla de los actos de repudio, a colación de un vídeo colocado en Facebook.

 

  • David Lago-González pues eso no es nada para los que yo recuerdo...

    Hace 4 horas · Me gustaYa no me gusta

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  • is Sánchez Curbelo Y yo, David! De todos modos te juro q ver esas imágenes me transportó a los 70 y 80. Vi arrancar los pelos a una amiga mía, when I was 13, una de esas niñas decentes del entonces Camagüey. Decir enjambre lo q tenía alrededor, gritándole puras ofensas, es poco. En fin, qué te voy a contar q no sepas (tú!). No sé, me cuesta imaginar q eso se supere, sólo con linchamientos.

  • Hace una hora aproximadamente. · Ya no me gustaMe gusta · 1 personaCargando...

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  • David Lago-González Luisi, no sé si hay quien lo supere. Lo de mi amigo Rolando (Vertientes) fue hoRRRRRRRRRRRRible, y posteriormente para los padres que quedaron allí. Mi madre y yo fuimos unos privilegiados porque Frangelina se negó a que los Miranda y otros vecinos nos dieran el acto de repudio; y en mi centro de trabajo el director (Rolando Acuña) y el del sindicato (que se llamaba Cristóbal) también se negaron al que querían darme Marta Verdugo (San Ramón, cerca de la Plaza), Aidita (una pija de Puerto Príncipe) y más gente, que seguramente vivirán en Miami. Aún así, yo me incorporé después al trabajo cuando no nos dejaron salir (estaba de vacaciones mientras sucedió el Mariel) y me entrevisté con el director, que me dijo que lógicamente no me podía mantener en la misma plaza (de mierda) que tenía antes, y entonces me mandaron a dar pico y pala. El pobre encargado de la brigada, muy consternado, no sabía qué hacer conmigo. Por fin me mandó al fondo de unos talleres en donde se habían dejado secar trozos de cemento sobre el suelo y allí me pasé las 8 horas, mientras desde las naves de los talleres me tiraban piedras y cosas (ninguna me dio ciertamente) y me gritaban ya te puedes imaginar de todo lo que se podía decir en aquellos momentos. La empresa tenía transporte propio, que naturalmente yo no cogí, y me fui andando desde allí (más allá de El Pollito, o Chicken Picking) hasta mi casa. Por supuesto, ya no volví.

    hace pocos segundos · Me gusta

  • domingo, 29 de mayo de 2011

    ME ASUSTAN las asambleas vecinales

    O de barrio.  ME ASUSTAN, ME DAN PÁNICO, TERROR.  Me pongo a temblar como un gorrión cuando sopla de pronto el viento de la Sierra en invierno y no ha logrado guarecerse.

    Lo peor es que en este caso de la indignación y la “organización” de las asambleas, ni ellas y lo posterior son tan pasajeras como el viento frío serrano ni yo soy un simple gorrión.  Ya a principios de los 60 viví algo de asambleas de barrio, y lo que vino después fue el comunismo, el fascismo y todos los ismos posibles hasta dejarme a mi de por vida en un puro y eterno nerviosismo.

    Simplemente, NO VOY A ESPERAR A QUE LA INDIGNACIÓN SE CONVIERTA EN OTRA COSA MUCHO MENOS JUSTIFICABLE y mucho más inhumana, y sumamente indigna.  No sé cuándo va a ser, pero no voy a quedarme mirando la transformación.  No voy a leer “Así se templó el acero” ni siquiera el “Indignaos” ni voy a secarle la baba a Sampedro apoyándolo.  YO HE VIVIDO INDIGNADO DESDE EL AÑO 1953 cuando el ataque al Cuartel Moncada y comenzó a desarrollarse toda la degeneración que ha motivado la degeneración y defenestración de la provincia de ultramar en que nací, Y CADA VEZ ME INDIGNO MÁS.

    DAVID LAGO GONZÁLEZ

    (Madrid, 29 de mayo de 2011)

    lunes, 2 de mayo de 2011

    Los altos de La Maravilla

    (EDFICIO HABITADO CON VEGETACION NATURAL)

    (Habana, 25 abril 2011)

     

    Justo en esos balcones donde florece la piña (la piña de mierda del deterioro y –oh, sí, cómo no: la belleza de la decadencia) era donde vivían Aurora, la madre de Enrique Bedoya Sánchez, y él mismo, en los tiempos en que estaban amigados entre sí.  Creo que es uno de los deshechos más fotografiados de La Habana, pero ahí sigue La Maravilla con sus fantasmas.  Hasta he visto crecer en la distancia esos árboles... ¡Increíble!  ¡Que tristeza!

    Recuerdo que la primera vez que Enrique me llevó a conocer a su madre (con la cual hice una muy bonita amistad), al empezar a subir la escalera, me restregó por la cara: “Esta es una casa del siglo XVII. Debes cuidar los escalones…”

    Allí se parapetó cuando El Mariel, a la espera de que le avisaran.  Nuestro amigo Janusz le llevaba comida.  Y desde allí, acompañado por éste, partió hacia La Ventura.

    A los dos años se suicidaría, arrojándose a toda velocidad en un coche prestado, por el puente de una expressway en Miami.

    El mejor cuento de Carlos Victoria (“Halloween”) está dedicado y basado en él.

    © 2011 David Lago González

    --o--

    (AÑADIDO – UPDATE)  (Mensaje de respuesta a uno mío por parte de la persona que tomó la foto en Las Islas Desafortunadas)

    “¡Ay Dios mío! ¡Qué cosa más grande!

    Que dentro de toda esa destrucción me venga a llamar la atención precisamente ese edificio.

    Ya te contaré.

    La Habana vieja y Centro Habana, así como gran parte del Vedado, ya se perdieron, es como si hubiese estado bajo un bombardeo por mucho tiempo. El agua albañal, ahora mismo sin lluvias, el agua apestosa y negra sale de las cloacas, sale a borbotones por todas partes, ya podrás imaginarte la peste. Son imágenes tan fuertes que todavía estoy en "shock".

    No, a Camagüey no fui, era caro el único transporte seguro: unos ómnibus chinos que se pagan en divisas y ruedan por toda la isla, y además cuando fui al Rincón de San Lázaro atravesamos dos o tres pueblos pequeños y ahí sí se cayó el tabaco. No vi tanta pobreza y deterioro en mi vida.  Además todo el que viene del interior de la Isla dice lo mismo.

    Te veo pronto.”

    domingo, 1 de mayo de 2011

    Primero de Mayo

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    Seguramente algunos –ojito, que he dicho solo “algunos”—del ghetto cubano (también llamado diáspora o con otra retahíla de nombres) recordarán, en sus horas más oscuras consigo mismo, ya sea en la cama o en el water, haber cantado alguna vez, casi fuera de sí, estas estrofas mientras desfilaban entre la turba.

    Primero de Mayo, Día del Trabajo,

    dame tu mano, trabajador.

    Todos unidos, codo con codo,

    será más fuerte nuestra razón.

    Ya a partir de ahí, todo se me confunde con los demás himnos revolucionarios y los convierto en una especie de conga que espontáneamente monto para mí mismo o para terceros:  “Estudio, trabajo, fusil, lápiz-cartilla-alfabetizar-¡Venceremos!” para seguir con “La sangre que en Cuba se derramó, no la podemos olvidar, por eso unidos debemos estar, recordando aquellos que muertos están…”, para después de a cabaret moment que obedece a la palmada de Nikitina Joplin ordenando “¡Pista, muchachitas!”, coronar el happening con aquel primer himno soterrado que cantaban cogidos de la mano Ramón Veloz y Coralia… Coralia… bueno, Coralia QuéSéYo, y mirando al infinito arriba (porque el infinito siempre está arriba, y cuando se habla del infinito nunca se señala hacia abajo, ¿no se han dado cuenta?), temblar de emoción:

    “…y un Fidel, que vibra en la montaña,

    un rubí, cinco franjas y una estrella.”

    Aquí otro manotazo de la Joplin camagüeyana y se desataba la chusmería cabaretera: “Cuba, qué linda es Cuba, quién la prefiere la quiere más, eah…”

    En fin, querido ghetterío, la cosa sigue igual.

    DLG

    domingo, 17 de abril de 2011

    Cuadernos de Camagüey (2)

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    BODA 228

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    De:

    Mi CorresponsalA en Camagüey <…>

    Para:

    David Lago Lago Lago-Gonzalez <david2305@yahoo.es>


    Me acabo de enterar de que la compañía de seguros MED-LIFE acaba de pagar allá en la isla, la suma de $30.000.00 a un cubano que murió y que había decidido regresar a vivir a Cuba. Y el embargo? bien, gracias.


    Ésta es una nueva modalidad que ahora están usando muchos "exiliados políticos" que han salido huyendo del COMUNISMO porque ése es el ticket de entrada que nos abre las puertas del Imperio y que automáticamente nos da el estatus de refugiado  para comenzar a vivir dentro de las entrañas del monstruo.  Ahora es natural el encontrarse a esta gente viviendo en Cuba COMO CARMELINA mientras el TIO SAM los mantiene desde el corazón del norte revuelto y brutal. ¿Y el embargo? Bien, gracias.


    Esto lógicamente el gobierno cubano lo sabe de sobra pero al final del día, es básicamente lo mismo que están haciendo con la pandilla de delincuentes, narcotraficantes y fugitivos de otros países que se han refugiado al abrigo del "Padrino", aunque, por supuesto, mientras con ellos entren sus infladas cuentecitas bancarias. Es obvio y de todos sabido, que los exiliados le están -o le estamos-resolviendo "la papeleta" a una gran parte de los que viven allá y eso es la especie de chantaje emocional que utilizan contra nosotros pues saben que no dejaremos que se jodan nuestros padres, amigos o hermanos porque no tengan un par de zapatos que ponerse ni medicinas para controlar sus enfermedades. Mi madre es diabética y yo no puedo dejar de enviarle, desde el azúcar para diabéticos hasta otras medicinas, medias y zapatos para ayudarla y resolverle su condición. Aunque también se que -como cubanos al fin- muchos no tenemos noción de lo que es el límite de las cosas y ahí es donde empiezan a aparecer, como flores en un jardín, los Plasma TVs, Motocicletas, etc., etc.  

    Te decía en mi carta anterior que, ahora somos los cubanos los que estamos levantando aquello de la misma forma en que los americanos lo hicieran con anterioridad. Tú no tienes idea de la cantidad de casas particulares que se dedican a vender cuanta cosa les lleven o les envíen sus familiares desde hache. Las tiendas "el comercio" están para vender cosas mayores: televisores, refrigeradores, aparatos de aire acondicionado y cosas de mas valor y tamaño que son más difíciles tratar de encontrarlas "en bolsa negra" aunque esto no quita que aparezcan!! Nada más tienes que hacer los contactos adecuados para que  te los pongan en la puerta, siempre en un jeep o en un carro del estado PARA QUE NO LLAME MUCHO LA ATENCION. El resto de las cosas como ropas, zapatos y cosas por el estilo, eso lo manda la gente de Miami para que sus familiares los vendan y los distribuyan allá en la ciudad y en el campo ¡ASI COMO SUENA! Nadie va a las tiendas de ropas conocidas allá como "trapi-chopi" porque ahí lo que venden son las cosas usadas que nosotros y ustedes donamos para que los regalen a los necesitados pero que allá el estado vende a precio de mercancía nueva y eso luego que éstas pasan por "el tamiz" de los responsables de su distribución, quienes, como de costumbre, se quedan con lo mejor para venderlo "por debajo de la mesa". Cuando tú dices de ir a comprar algo, lo que sea, siempre te aconsejan que lo compres a los particulares pues, "lo que vende el estado es más caro y es una mierda". Esto es una idea generalizada que te convence cuando tu entras a una de esas tiendas bien montadas a nivel de aire acondicionado pero te encuentras con los precios y la calidad de lo que te quieren meter por los ojos (y por el culo) que no son comparables con la calidad y precios de lo que se vende en la calle y que es, o mandado de Miami o "birneado" con los extranjeros pues estos últimos son la competencia de nosotros los exiliados. estos son los que llevan y venden carros, motos y cosas de mayor envergadura.

    Sobre la experiencia de ir de compras a una de estas tiendas: en El Encanto (remodelado luego de que lo quemaran) El Globo, La Sultana y todo establecimiento que tenga puerta de entrada y de salida, siempre te vas a encontrar una serie de porteros que, aparte de no abrirte la puerta para que entres, no te permiten pasar dentro del establecimiento con tu maletín o cartera y te espetan entonces que LO TIENES QUE DEJAR CON LA COMPANERA DE LA TAQUILLA y recogerlo cuando vayas a RETIRARTE (estoy usando la diarrea bucal que ellos utilizan), entonces te entregan EL NUMERO que te toca y que aparece escrito con lápiz en un pedacito de cartulina cortado a mano que te servirá como comprobante. Ah, y cuando vas a RETIRARTE, tienes que entregarles el recibo de pago donde aparece la lista de todo lo que compraste y por lo que pagaste para que ellos, como si en realidad estuvieran haciendo algún trabajo serio, abran las javas, miren lo que hay dentro, lo comparen con el recibo y entonces, cuando están "convencidos" de que no te estás robando nada, entonces te dejen pasar a que RETIRES tu maletín o tu cartera.

    No es lo humillante de toda la experiencia sino que, te das cuenta que esos estúpidos no saben siquiera ni contar ni les interesa lo que están haciendo. Yo, en mas de una ocasión me escondí cosas en mis bolsillos nada más para comprobar que esos inútiles ni saben lo que hacen ni les importa un pito. Ellos son un grupo de más de diez individuos por establecimiento, atravesados en las puertas y cobrando un salario cada uno de ellos por no hacer ni cojones nada más que molestar. Entonces, por otro lado te enteras de que los Sábados cierran a las doce del día y los Domingos no abren!!!  luego se quejan de que la economía no avanza. Y es ahí cuando los Cubanos con "FE" (familia en el extranjero) hacen zafra pues la gente entonces se vuelca a comprar mercancías en sus casas particulares.

    El gobierno se encarga de intervenir las casas particulares de gente que se han ido y que no han tenido a quien dejárselas, esa es otra película de horror el hacer el tramite de traspaso a algún familiar que puede ser hijo o madre o padre. De ahí en lo adelante, la casa pasa a manos del gobierno y esto implica que, con el paso del tiempo pues, la propiedad se derrumba porque no hay quien la arregle y además, como regla general, ésta empieza a ser bandalizada por los propios vecinos que necesitan, desde un fregadero, una taza de servicio hasta las mismas puertas para reponer las de ellos o para utilizarlas en la casa nueva que se están construyendo. Esto ultimo, siempre y cuando esta familia tenga "FE". También estas propiedades pueden ser vendidas prácticamente en pedazos, comenzando por las tejas del techo hasta las tomas eléctricas y los cables de la luz que aun existan y que sean solicitadas por quien esté construyendo su nueva casita.

    Ahora se están viendo muchas remodelaciones y muchas fabricaciones de nuevas casas por donde quiera que uno va, esto se debe gracias a los bajos precios en que se puede conseguir una casa vieja o un solar vacío donde se nota que en tiempos pasados ahí existió una vivienda y que pertenezca esta a un cubano o una cubana que no tuvo ni tiene dinero para arreglarla. En este caso, el comprador o compradora se  casa con el propietario o propietaria para al cabo de unos meses divorciarse y entregar la casa como "repartición de bienes" (Ya para ese entonces un par de miles de dollars han pasado de una mano a la otra) y ahí se cumple con lo que la ley exige. Es entonces cuando las nubes se abren en el cielo y de lo alto desciende, montado como Aladino en una flamante alfombra repleta de dollars, el abominable y detestable marielito, Gusano, traidor a la patria, PIN-PON-FUERA pariente, que vive en Miami y que, inexplicablemente, en menos de lo que un mono se rasca el culo, fabrica una súper mansión con cocina y baños de azulejos, pisos de granito, todo tipo de comodidades, efectos eléctricos y hasta AIRE ACONDICIONADO!!!! que el gobierno no pudo hacer  ni resolver en cincuenta y un anos, según ellos, POR CULPA DEL BLOQUEO. 

    Lo triste de esto que uno tira a jodedera es que, mientras el pueblo tiene que vivir en casas que literalmente se están derrumbando, no hay una etapa del año en que no se estén construyendo plazas, parques y obras monumentales que sean siquiera necesarias. Ahora mismo están construyendo una especie de MOLE DE CONCRETO en lo que era el parquecito de la pizzería "El Gallo" que, aparte de ser una cosa desproporcionadamente grande para el espacio que ocupa, es algo tan feo y falto de gusto que ofende. Súmesele que están renovando la calle Maceo OTRAVEZ y ahora han eliminado las aceras que terminaron de reconstruir el año pasado. "El Boulevard" como ellos le llaman ahora, es plano, sin aceras y exactamente al nivel de las entradas de los establecimientos y lo mas notable es que, según los propios constructores, cuando comiencen las lluvias, no habrán suficientes desagües como para que el agua no se acumule, lo que creara el nuevo problema de las inundaciones dentro de las tiendas, pero entonces quizás se vuelvan a romper las piezas de granitos del boulevard para hacerlo, otra vez,  de modo que no se inunden las tiendas.
    PARQUEO PLAZA DEL GALLO

    Uno de los crímenes mayores contra lo que ellos consideran "el casco histórico" fue el repellar y poner "bonita" la iglesia de la misma “Plaza del Gallo" (no recuerdo el nombre) con lo que gastaron una fortuna en repararla matando lo que la hacia peculiar que fue su aspecto de edificio viejo y sus paredes de ladrillos, cosa que podía haberse restaurado sin tener que llegar a lo del repello Y LOS COLORES ROJOS Y ROSADO QUE LE HAN METIDO que la hacen lucir como un Cake gigantesco!!

    Pero, las casas se están cayendo, por culpa del Bloqueo.

    Hace un par de años, un político recién electo vino con la idea de abrir una zanja para pasar una tubería de desagüe y aliviar el problema de las inundaciones en el barrio. Ya sabes que, con el tiempo los tubos nunca aparecieron y los vecinos se dieron cuenta de que era mas fácil botar la basura en dicha zanja lo que con el paso del tiempo se convirtió en el basurero del barrio y como es lógico el hueco se llenó de mierda. Bueno, a aquel político "lo plancharon" y ahora estrenaron uno nuevo que, sin pensarlo dos veces, mandó unas aplanadoras para emparejar la calle y sepultar el mierdero que sirvió como relleno. Dice este individuo que próximamente y cuando haya recursos materiales,  pavimentarán la calle. Los vecinos dicen que si, que eso va a pasar luego que el imperialismo ataque!!

     DSCN0336 (2)2011

    Ja,ja,ja,jaa!!!!

    LUEGO TE CUENTO MAS!!!!!!!

    UN BESO!

     

    (Post vinculados: http://heribertopenthouse.blogspot.com/2011/04/cuadernos-de-camaguey.html)

    domingo, 20 de febrero de 2011

    ROGER SALAS - La pasividad de Oblomov (mensaje y poema)

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    Andrei Tarkovsky - film still from Zerkalo [The Mirror], 1975

    Andrei Tarkovsky - film still from Zerkalo [The Mirror], 1975

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    subject: la pasividad de Oblomov

    ...

    De: ROGERSALAS@…………

    Para: david2305@yahoo.es


    me he vuelto a leer tu artículo y por eso debemos conceder su lugar, el que merece, a la poesía en nuestra vida (a pesar de lo que dice Olga Savonarola o La Cruel). En 2008 yo escribí LAS NIEVES DE OBLOMOV y te lo dediqué, cuando regresamos de aquella manifestación en Sol que, al menos a mí, marcó un antes y un después en mi condición de exiliado. ¿Por qué Oblomov? Hoy, más de dos años después, tenemos la respuesta. El personaje homónimo de la gran novela de Iván Goncharov de 1858 se ha convertido en el paradigma de la pasividad ante los hechos de la historia en tanto sus dimensiones mayores o domésticas, a la que agrego eso que decía mi madre machaconamente:

    "no hay nada que hacer: en Cuba edificaron el odio encima de la miseria".

    Para que no tengas que buscar, te lo pego aquí en su versión definitiva del libro.

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    LAS NIEVES DE OBLOMOV

     

    (para D.L.G. Manifestación en Sol)

     

    Merecemos la nieve, no es ajena ni copiosa

    como extraño podemos entender su silencio.

    Al bajar en forma de telón abisal, su gesto

    se transforma sobre nosotros en gran sudario.

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    ¿A quién conocerá cuando derretida, sucia

    arrastre nuestras mejores ideas o recuerdos

    que pueden contener banderas, otra bandera?

    Cada enseña es un puñal, un torpe afeite.

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    No podría levantar la voz ni tampoco escuchar.

    Es tan simple como agitar un jirón de la mortaja.

    Estamos rodeados de cientos de banderas

    Como vestiduras de hielo, sangre, o cristal.

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    Banderas a rayas azules y nieve espolvoreada.

    Pero advierte que el distante triángulo rojo

    es una lámina de sangre seca, húmeda

    por mor de los copos que cayendo sentencian.

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    La pintura es tan trágica como presumible:

    cuando el dique teatral da paso a la escarcha

    las sombras bajo abrigos anticuados corren

    y abandonan el sendero de abedules desnudos.

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    Respiran costosamente desdichados incautos

    invocan la letanía de los mártires destronados,

    recitan la hebra del fruto confitado en hiel,

    la que se adorna con bayas de la cobardía.

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    Ansia estúpida del orante al deseo de la nieve

    que no cuaja bajo la tierra y se hace peor barro

    en la torpe memoria de la isla cruzada a cuchillo.

    Alzan aves muertas, complacen como banderas.

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    Migajas en la mesa del banquete de Oblomov

    respetable entonces como ahora, mintiéndose;

    hay triángulos rojos, trozos del pastel baratario

    en aguanieve trufados de sangre, hielo, cristal.

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    (Madrid, 2008)

    © Roger Salas

    sábado, 5 de febrero de 2011

    ROLANDO MORELLI - Gastón Baquero: Del silencio digno a la palabra reveladora

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    Gastón Baquero: Del silencio digno a la palabra reveladora

    Thursday, February 3, 2011 | Por Rolando D. H. Morelli

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    FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org - En mi artículo anterior, que ha gozado de la inmejorable fortuna de ser reproducido en varias partes, y acogido en todas ellas con imprescindibles y siempre muy pertinentes comentarios, escribí sobre lo que dijo, lo que insinuó y lo que muy probablemente quiso decir a propósito de un artículo de Gastón Baquero en el Diario de la Marina (19 de abril de 1959), monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal, quien tales cosas escribía recientemente, para una publicación católica cubana: Palabra Nueva (nro. 200, oct. 2010, sección «Apostillas»). Como lo prometido es deuda, y resulta además mucho más grato e instructivo dialogar con un poeta que escaldar a un monseñor, en esta segunda parte de mi trabajo abordaré sin más rodeos el mencionado texto de Baquero, poniéndolo así, de paso, a disposición de los lectores.

    Comienza así su carta de “despedida” el que se marcha, indicando en ella que se trata a la vez que del anuncio de una partida la confirmación de un regreso fugaz a las páginas del Diario, o si se prefiere un fugaz pasar por ellas luego de algún tiempo de ausencia. Quien escribe está obligado a alejarse físicamente ahora porque ya antes, después de haber examinado de cerca el objeto de su reflexión, tomó distancia —más que prudencial, consternadamente.

    «Al iniciar un viaje que por muchos motivos puede denominarse “de vacaciones”, consideramos obligado ofrecer a los lectores amigos —los otros se lo explican todo a su manera— algunas consideraciones sobre la actitud de este columnista antes y después del primero de enero. Veníamos en silencio, sin escribir, desde la aparición de la censura [impuesta por Batista]. Meses y meses previos al desenlace de una etapa histórica, nos vieron callados, y posiblemente interpretados por algunos frívolos o por algunos ciegos apasionados como indiferentes a un dolor patrio, o como partícipes de la mentalidad y ejecutoria que producía esos dolores. A cada cual su juicio, su interpretación, su creencia, que sólo puede modificarla el tiempo. Es inútil razonar contra los prejuicios».

    Aunque el tono de este opúsculo —más que un mero artículo periodístico— no es ajeno a la ironía cuando habla el autor por ejemplo de su próximo viaje al exilio como “de [unas] vacaciones”, resume sobre todo un profundo dolor. Dolor consecuente de una doble derrota, moral y material de la que el trabajo en cuestión se hace eco. Véase que Baquero habla de la censura, del silencio en que se había sumido en los últimos tiempos (los de la dictadura de Batista) y la más definitiva e inapelable de todas las censuras, la de la tiranía totalitaria, de la que ni siquiera le es dado hablar por las claras. Ambas (la tiranía comunista y la censura que ésta conlleva siempre) se nos venían encima a trancos y por barrancos, aunque todavía se disfrutaba formalmente de ‘libertad de expresión’ en el país. Desde su larga experiencia de reflexivo, y de hombre bien informado, Baquero anticipa lo que está a la vista y pocos quieren (o pueden) ver todavía.  Contrario a lo que sugiere en su apostilla monseñor de Céspedes, Gastón no escribe para esos presuntos amigos de lleva y trae a que parece referirse, sino a “los lectores amigos”, es decir, quienes echan de menos la falta de su palabra sagaz y oportuna. Para nada le importan al escritor “los otros” lectores, es decir, esos que “se lo explican todo a su manera”. Periodista en serio, de los que no categoriza un artículo salido de su mano por debajo de otros empeños de su escritura, Baquero se dirige a “un lector amigo” —el adjetivo y el sustantivo no deben trastocarse aquí— es decir, alguien capaz de entender y de solidarizarse con su disyuntiva. De manera que con el propósito de hacerse entender, apelando a la vez a la razón y a la emotividad de sus argumentos, procede a explicarse en llano y por derecho, salvando los evidentes escollos. No en vano había de ser esto lo último que escribiría para la prensa cubana de la isla el gran poeta y periodista.

    «Las personas de nuestra manera de pensar nos veíamos cada día, más arrojadas a un callejón sin salida. Estábamos contra el crimen y la violencia, pero no podíamos irnos con la revolución. Comprendíamos que ya la tragedia cubana avanzaba con violencia arrasadora y que no tenía nada que hacer la voz del periodista, y menos si éste pertenecía a la ideología conservadora. Se habían gastado las palabras persuasivas, los llamamientos al cese de la lucha, las apelaciones a buscar una salida incruenta. La palabra pertenecía a las armas, que no se han hecho para propiciar el entendimiento[i]. A quienes no podíamos ni aplaudir lo que ocurría, ni dar por bueno lo que venía, no nos quedaba otra postura que la del silencio. Y al silencio fuimos».

    Sería bueno en este punto, recordar que tanto el historial delictivo de Fidel Castro Ruz, quien venía del pandillerismo estudiantil con al menos dos muertes de rivales atribuidas a su gatillo alegre, y cuya participación en el llamado ‘bogotazo’ que sacudió con incendios y asesinatos la capital colombiana a raíz del asesinato de Eliecer Gaitán, presidenciable liberal asesinado, ha quedado fuera de toda duda. Castro había viajado como representante de un sector del estudiantado universitario habanero, con la excusa de participar en un cónclave auspiciado por Perón, como contraparte de una reunión de estadistas americanos que debía celebrarse en Bogotá.  Luego vendrían para Castro y sus seguidores los asaltos al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y al Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Es decir, que todas las evidencias indicaban en 1959 a quienes conocían su trayectoria de matonismo y de ambicioso sin escrúpulos que de tal sujeto nada bueno ni edificante podía esperarse. Lo sabía Baquero, lo sabía el director del Diario de la Marina José Ignacio Rivero, lo sabían el senador y ex cuñado de Castro, Rafael Díaz Balart y muchísimos otros.  Conociéranlo o no, las mejores mentes de la nación cubana abogaban por un diálogo nacional que trajera una solución pacífica y una salida práctica a la crisis provocada por la permanencia de Batista en el poder. A estimular y conseguir ese diálogo dedicaron sus mejores esfuerzos y palabras, personalidades como la de Orestes Ferrara, Raimundo Lazo y la mediación del ínclito y avezado político y veterano de la última guerra por la independencia de Cuba, don Cosme de la Torriente[ii]. Frente a la posibilidad de este diálogo nacional como salida incruenta, se pronunciaban Castro y sus seguidores ofreciendo como única ‘salida’ la ‘solución’ revolucionaria, es decir, violenta. Años antes, ante el senado de la nación, el senador Rafael Díaz Balart oponiéndose al voto unánime de sus compañeros al otorgar un indulto a Fidel Castro, encarcelado por los ataques a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, ocurridos en julio del año 53 había advertido a sus compañeros y colegas, y a todo el que quisiera oírlo:

    «He pedido la palabra para explicar mi voto, porque deseo hacer constar ante mis compañeros legisladores, ante el pueblo de Cuba y ante la Historia, mi opinión y mi actitud en relación con la amnistía que esta cámara acaba de aprobar y contra la cual me he manifestado tan reiterada y enérgicamente. (…) Fidel Castro y su grupo han declarado reiterada y airadamente, desde la cómoda cárcel en que se encuentran, que solamente saldrán de esa cárcel para continuar utilizando todos los medios en la búsqueda del poder total al que aspiran. Se han negado a participar en todo proceso de pacificación y amenazan por igual a los miembros del gobierno que a los de la oposición que desean caminos de paz, que trabajan a favor de soluciones electorales y democráticas que pongan en manos del pueblo cubano la solución al actual drama que vive nuestra patria. Ellos no quieren paz. No quieren solución nacional de tipo alguno, no quieren democracia, ni elecciones, ni confraternidad. Fidel Castro y su grupo solamente quieren una cosa: el poder, pero el poder total, que les permita destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía, una tiranía que enseñaría al pueblo el verdadero significado de lo que es tiranía; un régimen totalitario, inescrupuloso, ladrón y asesino que sería muy difícil de derrocar por lo menos en 20 años (…)»

    Con tales antecedentes, que aquí me ha parecido necesario recordar, se explica aún más elocuentemente a tantos años de escrito el artículo de Baquero lo dicho por éste, soslayando las amañadas acotaciones y escolios de monseñor de Céspedes García-Menocal o de cualquier otro ‘sociolisto’ asotanado, o sin sotanas.

    «Las personas de nuestra manera de pensar» afirmaba pues Baquero a continuación en su trabajo, «nos veíamos cada día más arrojadas a un callejón sin salida». Y reflexionaba al respecto, saliéndose de las fronteras inmediatas que «los tiempos cubanos, como los de casi todos los países en esta hora del mundo, se inclinaban visiblemente hacia las soluciones extremas». Pasa así en su análisis, de un momento fugaz en la historia de Cuba, el final del batistato, a la proclamación de un tiempo estático en el que ya se habría entrado, el cual si bien no calcula en años concretos como hiciera Díaz Balart en su discurso, le parece haber llegado para durar intolerablemente. «Muchos creían que se gestaba simplemente la caída del gobierno con su reemplazo por otro mejor, pero adscrito en definitiva a una línea jurídica, económica, social, política, dentro de una tradición inaugurada en la Carta Magna de 1940. Quienes veíamos que la nueva generación iba mucho más allá, y propugnaba una revolución y no un simple cambio de gobernantes abogábamos     —por no tener fe en las revoluciones— por salidas de otro tipo, que eliminaran el gobierno malo y que no abrieran la terrible incógnita de una revolución social siempre más radical y profunda de lo que —afortunada o desdichadamente— Cuba puede y debe intentar en esta hora».

    En el próximo segmento, Baquero declara su posición frente a la revolución en el poder, que es al mismo tiempo la que lo enfrenta a la concepción revolucionaria en general, como presunta solución única a los males políticos, económicos y sociales de una sociedad cualquiera.

    «¿Y por qué no tenemos [las personas de nuestra manera de pensar] fe en las revoluciones? No es [solamente] porque ellas produzcan trastornos, lesionen intereses, vuelquen las costumbres. No tenemos fe en ellas porque siempre se fijan tareas que requerirían la asistencia de grandes genios, la milagrosa autoridad de ángeles  y santos para cambiar de la noche a la mañana la naturaleza humana. Las revoluciones quieren hacer por decreto que en un instante se precipite el progreso, y nazca el hombre nuevo, y surja por encanto la ciudad soñada. Su gran paradoja consiste en que no quiere dar al tiempo lo que es del tiempo, ni al hombre lo que es del hombre, sino que intenta saltar a pies juntillas, por encima del tiempo y del hombre para llegar de una vez a la meta teóricamente fijada».

    Hombre de pensamiento conservador, y pese a su protesta en el sentido de que no lo arredran trastornos o sacudidas de ninguna índole, Gastón no entra a cuestionar la presunta legitimidad misma de los empeños revolucionarios, (ese despropósito de soñar por otros y con destino a ellos un mundo que se presume superior en base a una cierta elucubración pseudo-científica y desatinadamente romántica) sino que se limita a apuntar el descarrío de unos propósitos que se declaran altruistas y edificantes, por cuenta de la desproporción entre el deber y el haber de la cuestión misma. La experiencia histórica del hombre enseña, nos dice a continuación el articulista, que las revoluciones «provocan sufrimientos y conmociones que alteran a fondo y por mucho tiempo el desarrollo, el desarrollo normal y seguro, el avance lógico y humano hacia el mejoramiento constante de las formas de vida. [La revolución] quiere la perfección de la noche a la mañana y es en definitiva una noble, pero trágica terquedad ideológica, soberbia intelectual, que quiere desconocer la naturaleza humana y piensa que las grandes ideas, el afán por la justicia, la sed de verdad, no han aparecido [todavía] en el mundo porque a éste le han faltado revolucionarios». Andando aquí sobre una cuerda floja que lo reconcilie con el momento histórico que es, pese a todo, el suyo, y a la vez con una tradición intelectual de vieja andadura, anclada en el pensamiento cubano, afirma seguidamente el comentarista:  «La historia muestra que los revolucionarios han contribuido como nadie a la aparición de nuevas ideas, de mejoramiento y de justicia, pero que los revolucionarios, cuando triunfan, ya no saben sino saltar hacia el porvenir de un golpe, ignorando la dura materia del tiempo y la resistencia del hombre».

    Baquero confunde aquí, seguramente que no ignorándolo, sino con avezada cazurrería los términos, emprendedor, adelantado a su época, pionero, etc. con el de “revolucionario” a fin de propinar la estocada a fondo de su juicio siguiente: «Mientras no llegan al poder son un bien, pues traen el fermento de la inquietud y el aguijón del progreso». La obviedad de este procedimiento o razonar de Baquero se evidencia en la primera línea del siguiente párrafo. Si bien, no puede permitirse decir que antes de llegar al poder los revolucionarios han asesinado a personas inocentes mediante atentados que buscaban crear un estado de pánico generalizado (siguiendo una ‘lógica’ revolucionaria de efectos comprobados en el campo, incontables veces), afirma lo que parecería a primera vista una contradicción: «El progreso cubano culminó, como se sabe, en la fuga del dictador [Batista]; en la impotencia de la junta militar, y en el ascenso al poder de una juventud partidaria de la revolución». (El escritor parece determinado a no sucumbir al empleo de la mayúscula para la palabrita, como luego se volvería requisito hacerlo).  Es decir, que la revolución en el poder, es sinónimo de estancamiento en lugar de progreso. Una de las bromas en circulación entonces lo conjeturaba de la siguiente manera: “Batista dejó al país al borde del abismo…  Y entonces llegó Fidel y nos lanzó a dar ‘el gran salto hacia delante’”. Entre paréntesis, “este gran salto hacia delante” captaba intuitivamente ya el carácter rojo leninista de la revolución en el poder. A continuación, la emprende Baquero contra quienes por oportunismo simple y llanamente, o bien por hacer el elogio del avestruz, o por aquello de “todo tiene arreglo”, “no hay que preocuparse” y “aquí lo único que no hay es que morirse”, hicieron de la vista gorda ante el cúmulo de evidencias de lo que se nos venía encima. Y es obvio que ya Baquero no habla de meras ‘revolucioncitas’ (tormentas en un vaso de agua), sino de la revolución permanente, o permanecida, si se me permite el neologismo. Que Fidel Castro negó insistentemente su filiación comunista hasta disponer y haberse asegurado todos los resortes del poder, no contradice lo que advierte Baquero:

    «Los caracteres ideológicos [de la actual revolución] no fueron nunca disfrazados por sus dirigentes. En el manifiesto dado por el doctor Fidel Castro en diciembre de 1957[iii], al desembarcar en Cuba, están contenidas todas las ideas que hoy se van convirtiendo en leyes. Si algún capitalista se engañó, fue porque quiso; si algún propietario pensó que todo terminaría al caer el régimen, pensó mal, porque claramente se le dijo por el doctor Castro que todo comenzaría al caer [el viejo] régimen, y si alguna persona alérgica a las grandes conmociones económicas y sociales siguió y ayudó al Movimiento [26 de julio] creyendo que éste venía solamente “a tumbar a Batista”, pero no a cambiar costumbres muy arraigadas en la organización económica y social, se equivocaron totalmente, o no [leyó] con atención aquel manifiesto».

    En realidad, si bien es cierto que muchos capitalistas y gente de la clase media y media alta contribuyeron con sus fortunas a la subversión revolucionaria por aquello de “caiga el negro aunque venga el caos” que muchos de ellos decían, hubo asimismo mucho de extorsión revolucionaria y del impuesto revolucionario de que casi nadie habla, como si todos hubieran estado dispuestos a colaborar de buena gana con las exacciones que sufrían. Por otra parte, el análisis de Baquero en este punto desconoce, acaso por conveniencia de su argumento en lo inmediato, el trasfondo de confusión social que aún en nuestros días y en un país como los Estados Unidos persiste en relación a las llamadas “prestaciones sociales”, y a la “igualdad” respecto a las cuales se hace harto difícil separar la paja del grano.  Lenin afirmaba aquello de “dejemos que sean los capitalistas quienes fabriquen la cuerda con la que habremos de colgarlos”, pero ello no es óbice para que muchos capitalistas sigan jugando a día de hoy, a hacer la revolución social que estaría llamada a equilibrar todo aquello que ande mal. Cualquiera que proclame la igualdad, o mejor dicho, la palabra igualdad, cuenta de inmediato en muchos países y sociedades con el apoyo de quienes entienden a su modo y manera lo que esta palabra debe querer decir. La tradición ‘revolucionaria’ cubana, que no empezó por la Constitución del 40 —mencionada y exaltada por Baquero en su artículo— pero en ella se consagró como ideal y aspiración (bien que interpretada distintamente) se proponía determinar hasta el número de caballerías de tierra de que debía disponer un campesino para ser dichoso. En otras palabras, el intervencionismo del estado frente a la indiferencia o inconsecuencia de su gestión. Entre ambos polos parece oscilar, y Cuba no era entonces una excepción, la expectativa de un gran número de personas de todas las clases sociales alrededor del mundo. Las estadísticas de diversa procedencia nos indican que la Cuba anterior al año 59 había prosperado en lo económico y social más allá de otros países del área americana y aún europea. La pobreza existía como existía, sigue y seguirá existiendo en todas partes, porque la pobreza no es una mera cuestión de ricos malos y pobres buenos. Robin Hood pudo haber sido un mito útil en su momento y lugar de origen, pero al ser extrapolado de su contexto ha demostrado incesantemente ser peor que la enfermedad que pretende remediar. Una sociedad como la norteamericana actual habla de “sus pobres” en términos que debemos tomar como relativos porque los pobres disponen muchas veces de recursos que en otros países corresponden a la clase media. En Cuba, la revolución en el poder por más de medio siglo, ha instaurado un grado tal de dependencia de sus súbditos, que acabó por convertirlos en niños desvalidos. Y aunque ese régimen ni da ni dice donde hay, un gran número de los nacidos después del año 59 demandan (o al menos esperan como pichones en el nido) a que los abastezcan y mantengan, lo cual precisamente consigue mantenerlos en la dependencia y en la miseria. Los que logran despertar de ese marasmo, vuelan lejos en busca de otras tierras más propicias, pero aún fuera siguen esperando que “les den” determinadas cosas a las que al menos en teoría se sienten con derecho a ser servidos.  La Cuba anterior a Castro era evidentemente muy superior en todos los renglones a la actual re-creación fruto del régimen castrista. Ni siquiera el fatuo y fatídico “Che” Guevara negó en principio esta superioridad de la sociedad cubana, y hubo de admitirla en varias ocasiones bien que se refiriera a ella con cualquiera de las típicas argucias del ignorante que se cree docto: “(…) las condiciones en las que Cuba construye el socialismo son bastante difíciles (…) porque [nuestra] abundancia es menor hoy que en el pasado; porque se necesita luchar contra el recuerdo [en la mente de los obreros] de una abundancia que, hablando con objetividad (sic) era mayor [entonces](…)”(72)[iv]. «¿Qué falta le hacía [pues] a Cuba una revolución?» (113) se pregunta aún en sus memorias Contra viento y marea (Memorias de un periodista), José Ignacio Rivero, el último director que fuera del Diario de la Marina. La respuesta, no por obvia, es menos pertinente: ninguna falta. Pero tampoco le hace falta al organismo sano la enfermedad, y sin embargo, por un simple rasguño penetra el tósigo en la sangre y lo envenena y afiebra hasta causarle la muerte, o hasta dejarlo con el aspecto de un zombi.

    Volvamos nuevamente al artículo de Gastón Baquero, quien nos dice a párrafo siguiente: «(…) como este columnista no fue ni es partidario de las revoluciones, ni de las transformaciones violentas de la estructura social (lo que no quiere decir que permanezca indiferente ante los males y renuncie a la superación de estos por medios que le parecen menos dañinos y más duraderos), no creyó nunca que se debió abandonar los esfuerzos para poner fin pacífico y no revolucionario a los horrores que Cuba padecía. Por supuesto que esta idea no sólo fue derrotada por los hechos —lo que es mortal para una idea— sino que se prestó  y se presta a las interpretaciones más agresivas y mortificantes sobre el origen de la actitud». Aunque pareciera que Baquero “se explica” en retirada, lo que hace en verdad, con gran valentía y entereza, es ofrecer una fundamentación de su conducta en momentos en que siente la incomprensión y el acoso de tirios y troyanos. Véase nuevamente que el escritor se dirige en un principio a “los lectores amigos”, vale decir, aquellos con quienes es aún posible, y más bien deseable, explicar la raíz de su postura intelectual. No vaya a pensarse ni por un momento que el acoso al que me refiero tuviera una connotación metafórica. El mismo José Ignacio Rivero en el libro citado anteriormente nos da cuenta de, hasta qué punto corrió peligro la vida de Baquero en momentos en que los ‘linchamientos revolucionarios’, con o sin el aval de un juicio sumario, ocurrían o podían ocurrir por diferentes vías y con arreglo a innumerables añagazas: desde una ejecución por presuntos actos contrar-revolucionarios o ‘vínculos’ con el pasado régimen, pasando por un ajuste de cuentas ‘a manos del pueblo’, hasta un accidente bien orquestado, un suicidio, o cualquier otro medio. Nos dice Rivero:

    «[las llamadas anónimas] nos decían que la próxima vez que Baquero pusiera sus pies en el periódico, un grupo de milicianos lo iría a buscar para llevárselo a La Cabaña, fortaleza militar donde se estaba fusilando a los batistianos y a los enemigos de la revolución. Llamamos enseguida a Baquero a su casa y le dijimos que no se atreviera a ir al Diario durante algunos días y le explicamos lo de las llamadas. Él no podía creerlo y nos dice enseguida: “¿Usted cree de verdad, Director, que mi vida peligra? Seguramente esas llamadas son de algunos a quienes les he hecho algún favor”.  (…) “Déjate de ironías, Baquero, que la cosa no está para eso ahora. Yo en tu lugar, me asilaría [hasta] ver qué pasa” (135)».  Cuenta seguidamente en su libro J. I. Rivero de qué manera se produjo el asilo de Gastón en la embajada del Perú y de qué modo mientras alentaba a Baquero a buscar asilo, vinieron por otro destacado intelectual, Francisco Ichaso, quien fue arrestado y llevado al Príncipe del que tras numerosas gestiones del propio Rivero ante Castro y de otras personalidades intelectuales consiguió salir para permanecer por un tiempo bajo arresto domiciliario sin cargos definidos en su contra, hasta que tomado por la fuerza el Diario en el que laboraba, Ichaso también buscó asilo político en la Embajada de México.

    A esta luz, la denuncia de Baquero resulta no sólo transparente, sino conocidos los hechos antedichos, aún más valiente su postura.

    «Al triunfar la revolución no faltaron los atolondrados que seguían creyendo que por haber sido más o menos anti-batistianos eran ya suficientemente revolucionarios. No veían que el 1º de enero, volado ya el posible puente de una junta militar —delicia de los que querían dinamitar la casa, pero sin derribar las paredes ni el techo—, Cuba entraba a vivir una etapa histórica absolutamente distinta (sic.).  Esta etapa iba a requerir una nueva mentalidad en las clases, en los ciudadanos, en el Estado, en las costumbres, pero muy pocos lo sospechaban». Como quien escribe con plena conciencia de futuro, Baquero no sólo hace recuento del pasado inmediato sino que ofrece su evaluación del presente que ha llegado a instalarse con exigencia de cosa definitiva e incuestionable, ante la confusión o la pasividad, cuando no de la plena y simple complicidad de muchos incautos.

    «Al principio todo fue júbilo. La caída de una dictadura que cometió tan terribles errores y realizó tantos horrores, fue ocasión justificada para el desbordamiento oceánico de alegría pura y sincera, sin diferencias de clases ni de individuos. Todos eran felices porque había caído la tiranía, pero muchos no sospechaban siquiera que recibían entre palmas una revolución social. Ya de Batista estaban hasta la coronilla los más tenaces batistianos. El río de sangre, la inseguridad para la vida y la propiedad, la censura de prensa, el imperio del terror como norma de gobierno, habían llegado a sensibilizar hasta a los reacios al dolor ajeno. Cuba había apurado el límite de la resistencia física y de la resistencia moral. De todos sus sufrimientos parecía librarse, en jubilosa catarsis, cuando ofrecía enardecida a los revolucionarios victoriosos el laurel de la gratitud y el aplauso de la admiración. Y como en 1902, como en 1933, como en 1944, el pueblo cubano se dispuso a iniciar de nuevo, el camino hacia la honradez administrativa, la libertad ciudadana, el respeto a los derechos, la desaparición de los privilegios, y la vida reglada por la paz, la cultura y el progreso».  Al señalar el júbilo con que fue recibida la caída de Batista y la llegada de los revolucionarios, indica Baquero igualmente los motivos y aspiraciones que lo motivaban en primer lugar, y al indicarlos por sus nombres y apellidos, como si dijéramos, está al propio tiempo haciendo alusión a los incumplimientos de esas promesas y de esas aspiraciones, de lo que son evidencia los hechos constatables al presente de escribirse la columna que comentamos. «Ahora nos encontramos» —continúa diciendo poco más adelante— «en el ápice del despertar. Aquella señora que “compró sus bonitos del 26” no soñó que la revolución le iba a rebajar el 50% de sus rentas por alquileres; aquel industrial que por ideología o por miedo abrió sus arcas, creyó que tenía adquiridos títulos revolucionarios, y subsiguiente influencia; aquel sacerdote que hizo con su sotana un manto de piedad para salvar vidas de jóvenes acosados y de su iglesia un centro de conspiración, creyó que se tendría en cuenta su filosofía de la sociedad y de la vida. ¡Cuántas ilusiones, esperanzas, elucubraciones y cálculos han fallado! Pues llegó la revolución de veras, radical, inflexible, sin compromiso ante sus ojos y anhelosa de llevar a cabo un enorme cambio, un programa descomunal de contenido económico y social que ha venido gestándose en la mente de los cubanos revolucionarios desde los mismos años inaugurales de la República. Llegó la revolución en la que no tienen cabida el perdón de los errores, el pensamiento conservador, la doctrina tradicionalista ni el conformismo acomodaticio que, es cierto, ha frustrado tantas esperanzas del cubano».

    Baquero no se pronuncia (ni se las echa de comentarista político siquiera a esta hora trágica y peligrosa, no menos para él) en su artículo. Su lucidez lo lleva a reflexionar sobre lo que le resulta inevitable hacerlo, pero ni su actitud mental ni su disposición son políticas en el sentido de la acción. No analiza desde la profundidad del conocimiento histórico o de las ciencias políticas —por otra parte tantas veces equivocadas—, sino desde el sentido común y la experiencia propia. Por eso dirá seguidamente:

    «Al chocar frente a frente con la realidad, muchos se han asustado. No sabían que una revolución era así. ¡Pues así, y más, son las revoluciones! Por eso ante ellas, quienes no tenemos vocación política y no nos inclinamos a participar en “movimientos contrarrevolucionarios” —por mucho que la revolución nos persiga— no sabemos hacer otra cosa que ponernos al margen, dejar pasar el poderoso torrente y desear, sin el menor resentimiento, que triunfe y se consolide cuanto sea de bueno [en el actual proceso] para Cuba, y que se disuelva rápidamente en el vacío cuanto pueda ser un mal para esta tierra de la cual, pueden incluso hasta arrojarnos, pero no pueden impedir que la amemos con la misma pasión que pueda amarla el más revolucionario de sus hijos».

    Como se apreciará, la posición asumida por el articulista es de sentido más ético que ideológico, más una actitud personal que una disposición ‘clasista’ según debían considerarla los revolucionarios marxistas. La necesidad de ‘explicarse’, tiene a la vez que un carácter romántico, altruista, no altanero, un trasfondo de anagnórisis individual que permita al poeta ser aún, expresión colectiva y bocina de esos invocados “lectores amigos”, de quienes debe apartarse momentáneamente, pero a quienes no abandona. Allí a donde se dirige en busca de refugio —no se hace muchas ilusiones al respecto— tal vez pueda continuar su reflexionar: «Desde lejos hablaremos, en tanto Dios provea otra cosa —si nos da venia para ello el Director [del periódico] y si no se oponen ciertos defensores (sic.) de la libertad de pensamiento—, de otras tierras, de otros cielos, de otros personajes. Posiblemente, con toda posibilidad, volveremos de un modo o de otro a defender aquellas ideas en las cuales creemos, sobre la sociedad, la economía, las relaciones humanas, la libertad frente al comunismo esclavizador, ideas de las que nos sentimos orgullosos, por [más] maltratadas, incomprendidas o vilipendiadas que hoy se hallen. El mundo las necesita aunque no quiera verlo».  Expresan estas palabras, como es evidente, un optimismo de buena ley incluso frente al destino de Cuba, ante la posibilidad de un pronto regreso (¿de qué otro modo resignarse al exilio sino como algo temporal, pasajero?). Y asimismo, se revela un desconfiar ante otras posibles formas de censura en su nuevo destino español. Y ya para cerrar sus comentarios, ofrece Gastón Baquero una advertencia que es al mismo tiempo, tal vez sin conciencia de ello, la descripción más apta que corresponde por contraste, a un tipo de intelectual que tanto abundaría, y aún abunda en nuestra época. No habría que ilustrar este aserto con un listado en el que se consignen los nombres de infames luminarias del pensamiento. Porque muchos han sido los intelectuales, verdaderos o pre-fabricados, que han renunciado a serlo, es decir a pensar y a actuar en consecuencia, para adherirse como lapas y defender a todo trapo las enconadas manifestaciones del totalitarismo comunista, o las del fascismo y el nazismo, (a veces al mismo tiempo, quizás si por intuir que se trataban de lo mismo). Dice Baquero para terminar su pieza: «El miedo a defender las ideas que van contra la corriente, o que son estigmatizadas como nocivas, es la mayor de las cobardías. Vale más morir junto a una idea vencida, en la cual se cree todavía, que uncirse…». —El término empleado no es accidental— «al primer carro victorioso que pasa, renunciando a tener ideas, a defender una ideología, a proclamar la visión propia y sincera que se tiene de los hombres y del mundo».

    ¿Qué otra cosa cabría añadir a semejante concepción de uno mismo, y de su inserción en el mundo y la sociedad, sino que por ella puede sacarse el retrato de un verdadero intelectual y poeta? Uno que sucumbió al cabo a la carga de los años y al exilio —a la inconsolable lejanía del suelo querido— mas no a la momificación en vida como con tantos otros ocurriera, y para vergüenza ajena aún sigue sucediendo.

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    Notas


    [i] Subrayado en el original.

    [ii] José Ignacio Rivero en las memorias ya aludidas da cuenta de su conversación con Ferrara, a la sazón en París, y cuya entrevista apareció en las páginas del Diario de la Marina, así como de una carta que le enviara el conocido ensayista y hombre de letras, Raimundo Lazo. La activa gestión de don Cosme, por otra parte, es ampliamente conocida de los historiadores y contó en su momento en los medios públicos con la divulgación que debía corresponder a su importancia y carácter.

    [iii] En su nota-‘coletilla’ al artículo de Baquero que comenta, monseñor de Céspedes García-Menocal enmienda al primero la plana con motivo de la fecha indicada por éste como la del desembarco de Castro en playas cubanas, procedente de México, 1957 en vez del correspondiente 1956, bien que este detalle en sí carece de mayor relieve en el contexto del artículo. En consecuencia, señala monseñor, quien tanto relieve da al dato del desembarco, que G. B. podría estar refiriéndose a lo expuesto por Castro en su autodefensa por los ataques contra las guarniciones de Santiago y Bayamo. Documento hoy conocido como «La Historia me absolverá”. En realidad, aunque Baquero habría podido referirse a cualquiera de los documentos y manifiestos castristas de ese u otro momento, nos parece que lo hacía en particular respecto a la hoja suelta del Boletín ‘Sierra Maestra’, órgano oficial del Movimiento 26 de julio, que el Diario de la Marina reprodujo “para que nadie se llamara a engaño” J.I.R. (153) el 27 de julio de 1957.  Es muy posible que Baquero recordara este impreso con más claridad por haber sido reproducido precisamente en las páginas de la Marina. En todo caso, ahí están los argumentos a que hace referencia Gastón.

    [iv] En otra parte observará el mismo Guevara, sin que los datos de que dispone le sirvan para llegar a conclusiones atinadas: “Además, hay que analizar las circunstancias especialísimas de Cuba (…) un país sin flota [mercante], sin recursos (¿?) en realidad para el comercio exterior, pero con un comercio exterior fabuloso (…). Cuba durante años mantuvo un comercio [exterior] de ochocientos millones de pesos [moneda que entonces tenía paridad con el dólar norteamericano, por concepto de] importación, y otro tanto de exportación. Que para darles una idea de lo que es eso, les puedo decir, por ejemplo, que Brasil, ocho millones de kilómetros cuadrados, Cuba, cien mil kilómetros cuadrados; Brasil, sesenta millones de habitantes, Cuba, seis millones de habitantes, [Brasil] tiene un comercio exterior que no creo que llegue a ser el doble del cubano (…) [pese a] esa inmensidad de territorio, con esa inmensidad de recursos, y ya con un desarrollo industrial que lo coloca a la cabeza de América” (140) “Las bases materiales del socialismo”, en El socialismo y el hombre nuevo, siglo XXI, México, 6ta ed. p. 140.  La cita al interior del texto procede del artículo “La formación del hombre nuevo” recogido en el mismo libro.

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    Rolando D. H. Morelli, intelectual, poeta y escritor cubano exiliado reside en Philadelphia. Es co-fundador y director de las Ediciones La gota de agua.

    ENLACE: http://www.cubanet.org/opiniones/un-articulo-de-gaston-baquero-y-las-revelaciones-de-monsenor-o-la-mojigateria-duplicidad-e-hipocresia-de-algunos-capitostes-de-la-iglesia-catolica-cubana/

    http://www.cubanet.org/opiniones/gaston-baquero-del-silencio-digno-a-la-palabra-reveladora/

    sábado, 29 de enero de 2011

    IMPRESIONES SOBRE EL ACUCHILLADO DEL PARQUET (PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JACOBO MACHOVER, “El Terror ‘Humanista’”)

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    IMPRESIONES SOBRE EL ACUCHILLADO DEL PARQUET

    (PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JACOBO MACHOVER, “El Terror ‘Humanista’”)

     

    Quizás quería preguntar, o habría preguntado, si en el libro presentado, escrito por el amigo Jacobo Machover, sobre el bautismo de sangre con que se inició la Revolución Francesa --perdón, la Cubana --de alguna manera se hacía notar la (supuesta o probada) naturaleza criminal de los “ajusticiados” por aquel peculiar “humanismo” que convocaba la sangre para detener la sangre, verdadero galimatías. Pero la pregunta se me viene a aclarar ahora, al día siguiente de haber estado allí.

    Adivinaba, olía, un divorcio entre lo expuesto por Jacobo y lo que muchos de los allí presentes procesaban en sus cabezas, como si en ese trayecto espacial aquellas palabras hubieran sufrido por sí solas una transformación. Me gusta Machover porque es objetivo y crítico con la intra-realidad política cubana. Él en sí no contribuye a la santificación de heroicidades verdaderas, relativas o debida a consecuencias secundarias, pero vuelvo a insistir que mucha gente allí me daba la impresión de que se quedaba con los que ellos querían oír y lo demás era reducido al nivel de “pecata minuta” o error pasional literario.

    En el acicalado salón de la Fundación Hispano-Cubana, con el parquet recién acuchillado y barnizado y casi “impisable”, estábamos anoche tres personas que con un año o dos de diferencia pertenecemos a la misma quinta --la que se mueve alrededor de 1950 --pero que las circunstancias político-personales nos separaron en cuanto a vivencias y, por tanto, en cuanto a forma de mirar hacia atrás, por lo menos hacia tan atrás como el año en que se inició El Infortunio y los inmediatos anteriores y posteriores, que es a lo que me voy a ceñir.

    Por una parte, el autor. Atrapado en el cambio radical a mitad de la infancia, sale de Cuba con sus padres para establecerse en Francia. Su condición de judío y su posterior educación francesa contribuyen a consolidar en su figura un intelectual de peso, y uno de los pocos intelectuales de origen cubano que atienden y responden con la debida seriedad a la profundidad de esa cualidad.

    Una segunda persona era un amigo que he ido conociendo al coincidir con él en las tertulias de los miércoles y compartir posteriormente, con él y otros, la “after-session” en un bar cercano. Su historia personal en cuanto a la salida de Cuba debe ser más o menos semejante a la de Jacobo, pero –aunque desconozco en sí su trayectoria extra-insular –me atrevo a pensar que nunca ha encontrado verdadero acomodo en la integración a otro país y otra sociedad, a las que por cantidad de años vividos pertenece mucho más que a cualquier vestigio autóctono. Hay en él una terrible carencia por el desgarramiento socio-cultural que le lleva a asumir o incorporar a su proyección cualquier manifestación y actitud barriobajera y de argot o jerga marginal de reciente cuño en busca de una identidad “cubana” a la que se ha negado a renunciar, lo cual podría ser hasta genuino si no fuera porque él no ha vivido el proceso degenerativo galopante –y horrendamente doloroso y alarmante –que acompaña a la Revolución Cubana desde sus inicios con una posiblemente inconsciente vulgarización que lleva aparejado todo colectivismo. Este amigo está siempre mucho más dispuesto a ver santones de la Patria en cualquier camaleón que mude de color al saltar a una nueva planta.

    La tercera persona era yo, que recibió el “advenimiento” a edades semejantes, pero que por innumerables razones que no vienen al caso detallar, permanecí en Cuba hasta 1982, viviendo in situ toda la debacle y siendo cobaya del experimento revolucionario-comunista.

    En su alocución, Jacobo Machover hablaba de la memoria y el olvido. Para mí también son temas primordiales, en los que insisto una y otra vez, pero con el matiz de que me extiendo en el tiempo y llego hasta el momento actual y, pesimista o realísticamente, lo continúo hacia el futuro, o hacia la nada.

    Mientras Jacobo recordaba las tres primeras Bohemias de la Libertad, las fotos de los cadáveres hallados en las cunetas, los cuerpos de la gente torturada, las uñas y los pelos y los dientes arrancados, y cómo todo aquello que pertenecía a los crímenes de los batistianos se confundía con las secuencias de los fusilamientos de los (posibles) causantes de todo lo mostrado una página antes --tal vez solamente separada por un anuncio de la cerveza Polar o del jabón Camay –paralizando en ambos contenidos el mismo salvajismo, la misma injusticia --desde el punto de vista de que ninguno de aquellos muertos tuvo juicios “civilizados” --y se preguntaba cómo era posible que la gente olvidara, yo pensaba que estas dos personas a las que me he referido han mantenido intactas en sus pupilas aquel horror captado por fotógrafos siempre mantenidos en el anonimato, pero yo continué repasando y viendo las mismas imágenes de las famosas Bohemias mientras cada día iba a cagar, así hasta posiblemente un par de días antes de que nos echaran de nuestra casa y cerraran la puerta con la misma llave con la que yo solía abrirla.

    © 2010 David Lago González

     

    post vinculado : http://heribertopenthouse.blogspot.com/2011/01/jacobo-machover-el-terror-humanista.html

    miércoles, 26 de enero de 2011

    LOS GUSANOS TENÍAMOS RAZÓN

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    (gusano de seda)

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    LOS GUSANOS TENÍAMOS RAZÓN

    My theme is memory…

    Evelyn Waugh

    Una de las consecuencias del terrible accidente comunista cubano de las que verdaderamente me siento orgulloso, es la catalogación que, siendo aún un niño, hicieron de mí las autoridades, abducidas quizás por la onda expansiva de un romanticismo cegador (y segador) que como traicionera bomba etarra les explotó en plena cara. Sin decretos ni papeles de por medio, para que nunca quedase la menor prueba verificable, se me definió institucionalmente como GUSANO.

    Dejemos pasar el primer año, 1959, en que figurones tan posteriormente refulgentes como Martha Frayde, Carlos Franqui, Guillermo Cabrera Infante y un casi infinito etcétera de personalidades mayores, menores e insignificantes (y no por ello menos dañinas –aun cuando no hayan cometido “delito de sangre”, observación que se me ha hecho en diferentes ocasiones), participaron todos levitando del rubor transido de la instantánea romántica. Digamos que fue un año de mucha confusión, y también de bastante entusiasmo. Pero un par de años después ya plenamente se me colgó con total determinación y convicción el sanbenito del “desafecto”. Por entonces yo tendría entre 10 y 11 años. En fin de cuentas, bueno, era un hijo de papá, y mis padres y mi familia habían salido de los orígenes más humildes hasta ganarse una clase media baja y alta a través de trabajos y esfuerzos constantes (no me constan casos de corrupción, “botellas”, componendas con políticos o prebenda alguna). No eran intelectuales, sino gente que no había sobrepasado la educación primaria; o sea, lo que comúnmente se llama “gente del montón”.

    Esa tribu del montón componía principalmente el grueso de la gusanería, o “gusanera” como ha sido el nombre común que nos ha acompañado durante más de medio siglo. Pero rápidamente La Autoridad hizo tabla rasa de las características del “gusano” añadiéndola a la antigua clase dominante cuando la realidad era muy variopinta, y haciendo de todos un único monigote culpable al que colgar simbólica y literalmente de cualquier árbol que sirviera de cadalso.

    Para mí ser GUSANO fue anterior a escribir el primer verso, como anterior fue a enamorarme y hacer el amor. Mucho antes de tomar café (el de la libreta de racionamiento) y de terminar bebiendo como un cosaco hasta padecer amnesia alcohólica, fui GUSANO. Por lo tanto, es algo que siempre llevo por delante, y de lo que me siento tan orgulloso como de la dicha y el dolor de escribir poesía, y amar o simplemente gustar de alguien.

    Particularmente creo que la gusanera ha estado formada por personas considerablemente sinceras, de reacciones inmediatas, nada estudiadas; reflejos instantáneos, que da a toda esa familia una intrínseca valentía inconsciente que nada esperaba a cambio, y que, cuando menos, se encontró de por vida con una señal (“señalarse”) tatuada entre la piel y el aire. Ése era el pueblo. Mi vecina Blanca Mayo, que pasaba horas del lado de fuera de la ventana, “gusaneando” con mi madre y conmigo (la recuerdo bajando la voz y hablando de medio lado cuando por la calle se acercaba alguien desconocido). La “gusanera” solapada que nos sentábamos en el portal las noches del largo verano camagüeyano. El chinito de la cuartería de enfrente, vendedor de perejil y hortalizas (hasta que lo dejaron) que desde la otra acera se ponía a comentar con mi madre (de pie en su puerta) y le gritaba a voz en cuello: “comunimo malo, comunimo malo”. Y mi madre: “Cállate, chinito, que te van a llevar preso.”

    Pero esa gente sencilla, aparte de los grandes ojos y orejas de los Comité de Defensa de la Revolución que todo lo veían y lo escuchaban –y lo anotaban --tenía también otro adversario que siempre le subestimó y lo despreció: La Intelectualidad.

    Una revolución se convierte en gobierno y en estado, y crean, inevitablemente, su propia sociedad. Esa sociedad, al igual que la anterior suplantada, genera su propio sistema de clases, aun cuando en la superficie no esté movida por la acumulación material. El peso del dinero se trueca en el peso del poder. La burguesía fácilmente se sustituye por el nepotismo (cuando menos), y recorre todo el vía crucis de la implantación del totalitarismo. La guardia pretoriana no son solamente los aparatos de represión, sino toda la naturaleza humana en su nivel más bajo: oportunistas sociales, oportunistas intelectuales, oportunistas políticos. Y se vuelve al dinero, travestido o no (por ese camino andamos también hacia El Cambio del Cambio).

    Las elites son indispensables.

    Y aunque paulatinamente o de forma abrupta, inesperada y ¡oh! sorprendente, asuman de forma pública pero con sigilo, comedidamente, “a lo dicremón” y manteniendo una conveniente fachada “crítica” (a veces autocrítica en el sentido de reconocer “su error” pero siempre reafirmando una sinceridad, dudosa sinceridad), ellos están por encima del pueblo que dijeron y juraron un día responder por él y representar. Y en ese pueblo está EL GUSANO. Aun cuando los vientos le lleven a asumir una radicalización furibunda, exactamente situada al otro extremo de su anterior dedicación y entrega a la causa, también rabiosa (y doblemente enajenada por venir del oportunismo y la conveniencia), nunca jamás admitirán su condición de “gusanos” y “desafectos”. Y en el fondo llevan razón: no lo son. Siguen siendo no más que meros oportunistas de la patria, el himno, la bandera y José Martí, el sagrado apóstol que casi han elevado al nivel de Mahoma.

    © 2011 David Lago González

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/EE/UU/retrata/corrupcion/Cuba/elpepuint/20110122elpepuint_4/Tes

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/Iglesia/ha/capitulado/elpepuint/20110122elpepuint_6/Tes

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/Raul/Castro/Otmar/Issing/elpepiint/20110123elpepiint_3/Tes

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