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lunes, 2 de mayo de 2011

Los altos de La Maravilla

(EDFICIO HABITADO CON VEGETACION NATURAL)

(Habana, 25 abril 2011)

 

Justo en esos balcones donde florece la piña (la piña de mierda del deterioro y –oh, sí, cómo no: la belleza de la decadencia) era donde vivían Aurora, la madre de Enrique Bedoya Sánchez, y él mismo, en los tiempos en que estaban amigados entre sí.  Creo que es uno de los deshechos más fotografiados de La Habana, pero ahí sigue La Maravilla con sus fantasmas.  Hasta he visto crecer en la distancia esos árboles... ¡Increíble!  ¡Que tristeza!

Recuerdo que la primera vez que Enrique me llevó a conocer a su madre (con la cual hice una muy bonita amistad), al empezar a subir la escalera, me restregó por la cara: “Esta es una casa del siglo XVII. Debes cuidar los escalones…”

Allí se parapetó cuando El Mariel, a la espera de que le avisaran.  Nuestro amigo Janusz le llevaba comida.  Y desde allí, acompañado por éste, partió hacia La Ventura.

A los dos años se suicidaría, arrojándose a toda velocidad en un coche prestado, por el puente de una expressway en Miami.

El mejor cuento de Carlos Victoria (“Halloween”) está dedicado y basado en él.

© 2011 David Lago González

--o--

(AÑADIDO – UPDATE)  (Mensaje de respuesta a uno mío por parte de la persona que tomó la foto en Las Islas Desafortunadas)

“¡Ay Dios mío! ¡Qué cosa más grande!

Que dentro de toda esa destrucción me venga a llamar la atención precisamente ese edificio.

Ya te contaré.

La Habana vieja y Centro Habana, así como gran parte del Vedado, ya se perdieron, es como si hubiese estado bajo un bombardeo por mucho tiempo. El agua albañal, ahora mismo sin lluvias, el agua apestosa y negra sale de las cloacas, sale a borbotones por todas partes, ya podrás imaginarte la peste. Son imágenes tan fuertes que todavía estoy en "shock".

No, a Camagüey no fui, era caro el único transporte seguro: unos ómnibus chinos que se pagan en divisas y ruedan por toda la isla, y además cuando fui al Rincón de San Lázaro atravesamos dos o tres pueblos pequeños y ahí sí se cayó el tabaco. No vi tanta pobreza y deterioro en mi vida.  Además todo el que viene del interior de la Isla dice lo mismo.

Te veo pronto.”

viernes, 29 de abril de 2011

¡Qué hermosa es la decadencia!

Realmente me interesa muy poco lo que diga el Dr. Gates, una finura exquisita egresada de algún college norteamericano, hablando sobre la negritud en Cuba en un documental muy bien filmado (y con la calidad capitalista acostumbrada) cuyo título me aterra: “Cuba: the next Revolution”.  ¿Sabe, podrá calcular esta ricura afro-americana, montada en su descapotable, lo que es “una revolución”?  Mira, bonita, ESO es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo.  A Fidel y a todos los que han estado a su mismo nivel, y también por debajo, no les deseo la muerte, sino el verso de aquella hermosa trova del siglo XIX o principios del XX que le cantaba a la mujer perjura: “que sufra mucho, pero que no muera”.

Volver a ver las imágenes de una ciudad destruida  --que no es precisamente la mía, por lo cual no siento ninguna fascinación por ella, lo que no es óbice para reconocer la majestuosidad de sus formas aun cuando estén carcomidas por la desgracia--  me hace recordar lo que tuve que escuchar de labios de una amiga de la entonces jefa y amiga mía, refiriéndose a La Habana (198…) : “Ay, pero su decadencia es tan bella…  Me encanta la decadencia.”  Esbocé una sonrisa, y por dentro me cagué en todos sus muertos.

 

Como él dice en un momento: “I am black and I am American”, yo “me contradigo y me opongo” (como dice la Pablaza Milanesa) y manifiesto: “I am white, and I am Cuban.”

 

(El vídeo lo he tomado del facebook de Rafael Díaz Casas.)