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viernes, 24 de septiembre de 2010

Un poema inédito de Heberto Padilla. A diez años de su partida

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Un poema inédito de Heberto Padilla. A diez años de su partida
http://www.belkiscuzamale.blogspot.com/
Belkis Cuza Malé

Durante años he cargado de un sitio a otro con los archivos de Linden Lane Magazine, y los míos propios, que incluyen la papelería de Heberto Padilla y las fotos familiares de esas casi tres décadas que estuvimos casados.

Ahora que se cumplen diez años de su partida (hacia ese punto infinito que es el cielo espiritual), me han asaltado la tristeza y la nostalgia por tantos años de amor, vividos y compartidos. Por eso, desempolvando mis papeles y buscando algo nuevo que pudiera ofrecer a sus lectores, a ésos que no olvidan sus poemas, no sólo los más polémicos de Fuera del juego, sino también los de El justo tiempo humano y El hombre junto al mar, encontré uno inédito, escrito de su puño y letra.

Los grandes poetas lo son porque sus poemas pueden ser memorizados, tarareados, convertidos en canciones, como hacían los juglares en el medioevo. Y les echamos mano cuando queremos susurrar nuestras emociones o llorar con nuestros fracasos. Y eso está pasando con la poesía de Heberto, aunque no fuese un hombre de escribir muchos libros. Prefería vivir, viajar, compartir un trago con los amigos, hablar de política, leer a su modo los libros que le interesaban y fumar sus habanos. A pesar de su gran talento, fue un melancólico y depresivo (y ni él mismo lo sabía). Yo, que estaba acostumbrada a oirlo, presentía que debajo de su sarcasmo y jocosidad (siempre mezclaba una cosa con la otra), sufría. No dejó nunca de sentirse fuera del juego en todos los sitios. Detrás de ese ser bullicioso y alegre, al extremo de que podía parecer superficial y desafiante -- tono que pareció molestar a Jorge Edwards, según cuenta en su famoso Persona non grata--, estaba el Heberto tímido.

*Yo siempre he vivido en Cuba*, dice en uno de sus famosos poemas. Pero en realidad, era un hombre que prefería el universo como hogar, y en especial los países escandinavos. Sí, era contradictorio. Muy, mucho.
No voy a hablar aquí de su autocrítica en la UNEAC, la noche del 27 de abril de 1971, ni de lo que sufrió hasta su salida de Cuba, el 16 de marzo de 1980. Quiero sólo recordarlo como el Heberto que fue parte de mi vida y del que aprendí muchas cosas, aunque nunca *a rimar*. Y verán por qué.

Buscando, como dije antes, entre mis archivos, encontré una vieja agenda que alguien, creo que un amigo alemán, no recuerdo si fue el poeta Hans Magnus Enzensberger, o Gunther Mask, le regaló a principio de los setenta. Allí, a ratos, solía escribir algunos textos que nunca usó. Hay un pequeño ensayo sobre Paradiso, de José Lezama Lima, apuntes para su novela En mi jardín pastan los héroes, y otras notas. Pero hay también un poema, que nunca publicó, que nunca pulió, y que sin duda fue escrito en la época de El hombre junto al mar. El tono es lóbrego, duro con él mismo, y sarcástico al final. Está escrito con tinta roja, al igual que otras cosas que aparecen allí.

Sus poemas han sido siempre para mí esbozos biográficos. Tres cosas hay en éste que también lo confirman. En primer lugar, habla de nuestro pequeño apartamento en La Rampa, donde se produjo nuestra detención. Y aunque lo describe como *una covacha* (era sólo un pequeño apartamento), hace referencia a un sofá cama y un aire acondicionado. Sí, eso era todo, aunque también estaban las paredes llenas de libros y cuadros. Al menos, se reconoce feliz porque tenía mucho amor en su corazón.

En segundo lugar, se refiere a los poemas de su esposa (es decir, yo) y dice que eran como imperdibles que herían. Y agrega que yo no sabía rimar. ¿Por qué eran como imperdibles que hincaban? Porque mis poemas de entonces, los de Juego de damas, una especie de, sin yo pretenderlo, contrapartida femenina de su Fuera del juego, hablaba de muchas cosas que a él de seguro le molestaban. Un libro donde intuía mi juicio crítico sobre su machismo, que yo hacía extensivo a la mayoria de los hombres. Y sí, es cierto, no sabía ni sé rimar, no sé hacer cantarín el verso. Y tengo que sonreirme ante su ocurrencia.

Y en tercer lugar, están esas líneas proféticas del final, donde señala que una vez más nuestra perrita (Titina, una salchicha no pura, que trajimos de nuestra *prisión* en Cumanayagüa) había defecado en algún sitio de la casa. Y usa el término honomatopéyico plaf, plaf, para señalar que de seguro hasta en sus funerales lo haría, como si aplaudiera.

Tres días antes de su fallecimiento (y se lo comenté a él por teléfono el viernes 22 de septiembre de 2000), mi salchicha Pattern, de súbito, perdió el control de sus paticas traseras y comenzó a arrastrarse como un reptil. Este doloroso hecho venía acompañado de diarreas incesantes, al extremo de que su grave enfermedad me impidió asistir a los funerales de Heberto. ¿No lo había profetizado en este *Poema póstumo*, que dejó inédito? El, que parecía avergonzarse de mis dotes de *pitonisa*, se ha convertido en fuente de información espiritual desde ese cielo en que ahora habita, y que yo imagino todo azul, como el de Cuba.

Les copio el *Poema póstumo*, y les incluyo nuevas fotos, para recordarlo como él merece, como un gran poeta y ser humano, no lo duden.

Poema póstumo

 

Heberto Padilla fue un gran artista

mientras vivió en la covacha

sin agua. Allí fue suficiente

el aire acondicionado y el sofá cama

porque recién tenía mucho amor en el corazón.

Ahora, ¿quién puede leer su poesía?

¿Quién habrá de leerla

cuando ya se haya ido?

Los poemas de su mujer

eran como tragarse imperdibles,

todos hincaban. Además, no sabía

rimar.

La vida fue para él como

una herida abierta.

La juventud se encargó. En

la pared de su cueva aún

se incrustaba su casa

de madera.

Plaf, plaf --sigue cagando

la perrita.

Plaf, plaf, hasta

en sus funerales.

Fue como si aplaudiera.

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Belkis, estoy contigo.  El poema me ha conmovido.  Siempre he pensado que Heberto Padilla, sí, excelente poeta, quedó también truncado por la historia que le tocó vivir.  Este amargo, amarguísimo poema, lo pone de manifiesto.  Y qué significa hoy para esa depredadora generación de poetas, filósofos (?!) y advenedizos que inundan Miami y la neo-disidencia cubana?  Nada, simplemente nada.  Esa gente no respeta a nadie, y es una gran pena que otros poetas y artistas anteriores se hayan plegado a su afán desmedido de protagonismo simplemente por conveniencias editoriales.  Ah, vanitas…

domingo, 15 de noviembre de 2009

BELKIS CUZA MALÉ - Roberto Ampuero y `El caso Neruda'

Especial/El Nuevo Herald

Hoy, antes de tomar otro avión a Chile, Roberto Ampuero (1953, Chile) presentará, en la Feria del Libro de Miami, su nueva novela El caso Neruda, que ya ha vendido más de 25 mil ejemplares en Chile y se está traduciendo a varios idiomas. Su exitosa carrera como escritor a lo largo de estos pocos años está asociada en parte a ese personaje, Cayetano Brulé, detective cubano viviendo en Valparaíso, a quien Ampuero se resiste a ver como sualter ego.

"No es mi alter ego'', insiste. "Es un cubano-chileno que conoce las diversas sensibilidades del ser latinoamericano''.

"El Caso Neruda", ¿es una biografía novelada?

Es un intento por contar los últimos meses de la vida de Neruda y del Chile de Allende en clave de novela negra o detectivesca. Nadie nunca había colocado a Neruda en una novela detectivesca y eso que Neruda era un gran lector de ese género, un admirador de Simenon. Pero, atención, es un intento por mostrar a Neruda como un hombre de carne y hueso. Fue un ser contradictorio: era comunista y vivió como un burgués, apoyaba al PCUS, pero entre Moscú y París prefería París, fue estalinista y luego renegó del estalinismo, tuvo una historia amorosa turbulenta y, algo interesante, jamás pasó a Fidel Castro, nunca confió en él y le bastó un encuentro con él para no querer volver a verlo nunca más.

¿Lo conociste?

La casa de mi infancia estaba en Valparaíso, nada lejos de la casa La Sebastiana, de Pablo Neruda. Crecí viendo esa casa, con la conciencia de que allí vivía un poeta de alcance universal, lo vi varias veces paseando a pie o en auto por nuestra avenida, incluso una vez, con Salvador Allende.

Neruda y las mujeres: ¿inventó a la birmana Josie Bliss?

En El caso Neruda exploro ese mundo del descubrimiento de la pasión sexual del poeta, un descubrimiento que tiene lugar en la distancia, en el Oriente, en ese mundo entonces absolutamente exótico.

Como Hemingway, Neruda escogió mujeres no sólo capaces de apoyarlo, sino de vivir para él. Fue el caso de su esposa Delia del Carril "la hormiga'', como le decían, gran artista también. ¿Se le reconoce en Chile o sigue siendo "la mujer de Neruda''?

En los últimos veinte años eso ha cambiado, y está determinado fundamentalmente con el cambio cultural en la visión de la mujer en general, porque la obra pictórica de Delia del Carril ha estado siempre allí. Ella "creó'' al Neruda que conocemos.

Beatriz de Bracamonte: ¿existió o es pura invención?

Todo eso existe en la ficción de mi novela, pero esa ficción ha contagiado la realidad. Muchos leen El caso Neruda como historia real. Y ese es el poder de la literatura, es capaz --a través de sus miles de lectores-- de escribir o re-escribir la historia.

¿Te hiciste escritor en Cuba?

Siempre había querido ser escritor. Pero los primeros cuentos que escribí en La Habana se los mostré a Heberto Padilla. Heberto fue un maestro para mí. No sólo en materia de escritura y cultura, sino también porque me enseñó el rostro verdadero del socialismo real, me ayudó a sobrellevarlo y me enseñó que ese sistema sólo era posible conocerlo a través de la experiencia propia o la literatura.

Muy conmovedor y doloroso momento cuando Cayetano Brulé llega a la clínica a donde han llevado a Neruda y lo descubre muerto, y llora.

Sí. Para escribir El caso Neruda investigué a fondo y por años la historia de Neruda, en especial lo que decían las mujeres que lo conocieron. El peligro al escribir esta novela era que Neruda apareciese acartonado o como modelo de estatua del realismo socialista, y creo, el gran éxito de lectores lo demuestra, que el Neruda de esta novela es un ser de carne y hueso, con luces y sombras, lleno de contradicciones, grandezas y pequeñeces.

Retratas muy bien esos días del golpe de estado de Pinochet.

Si, los aviones y helicópteros de guerra en el cielo, las patrullas militares, el eco de disparos y metralla, los camiones cargados de presos políticos. Es un recuerdo traumático de un Chile dividido por la política. Salí de Chile el 30 de diciembre de 1973, llegué a Berlín oriental y luego desembarqué en La Habana, donde pasé cinco años de mi vida.

El caso Neruda termina con un Chile moderno, que parece haber superado los días de Pinochet. ¿Qué está sucediendo?

En Chile, un país próspero y estable, los temas políticos cruciales han cambiado. Si hasta hace unos años la línea divisoria del país pasaba por quienes estuvieron a favor o en contra de Allende o Pinochet, hoy esa división no juega un papel en las nuevas generaciones... Chile mira hacia el futuro sin olvidar su pasado, y eso me llena de optimismo.•

BelkisBell@Aol.com

Roberto Ampuero se presenta en la Feria del Libro hoy dentro de `Serie negra iberoamericana' de 4:45 p.m. a 6 p.m. Salón 3313-14.