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domingo, 13 de junio de 2010

ME NIEGO

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Ceremony of Driving Away the 72 Malignant Spirits, Canton, China, circa 1886, Photographer unknown

(Ceremony of Driving Away the 72 Malignant Spirits, Canton, China, circa 1886, Photographer unknown)

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ME NIEGO a ir comentando online lo que va sucediendo alive en el panorama político cubano, tanto dentro como fuera, porque es muy difícil ser verdaderamente objetivo y lo que yo considero verdad no suele complacer a muchos que acomodan mentalmente las maniobras por la supervivencia disfrazadas de disidencia “civilizada” y políticamente correcta a no entiendo qué imagen que quieren dar al exterior y en el exterior.  En realidad se me hace muy difícil congeniar y compartir espacios comunes con mis compatriotas porque termino con deseos de pasar con un bulldozer por encima de ellos.  No los entiendo, o quizás deba decir mejor que NO QUIERO ENTENDERLOS porque sería pensar demasiadas cosas sucias de la mayoría de ellos.

Simplemente hay que partir del hecho de que cuando mediáticamente, según los cánones del comportamiento de la izquierda imperante y que se da por hecho que coincide con el concepto de lo civilizado, hablan de más libertad, quiero creer que la mayor parte de ellos (como yo) no nos estamos refiriendo a “más” dentro del orden establecido a la fuerza durante medio siglo en Cuba, y cuando dicen “cambio” no se refieren a una mejora de las condiciones ni más oxígeno ni turistas americanos ni latas de cóctel de frutas DelMonte (que según lo leído del marido de YS y otros, parece ser que los únicos turistas que valen de verdad, lo cual es un menosprecio a los cientos de miles de turistas de otras nacionalidades que yo, en su caso, anularía inmediatamente cualquier reserva concertada).  SE ESTÁ HABLANDO DE QUE TERMINE EL COMUNISMO, el maldito comunismo cubano de los Castro y de toda esa sociedad enferma, y nadie tiene cojones de decirlo así, claramente, porque saben que los anulan, no solamente para la remota y patética posibilidad de ser llamados a un “debate” televiso, sino porque inmediatamente te acusan de ultra. (Leer el post “Atrapados en la semántica”) Según toda esa marea que se reúne en fundaciones y asambleas, yo soy un ultra, y yo digo asimismo que a mi generación (los nacidos alrededor del 50) nos importó un pito –y un pito bien grande— la invasión de Girón y los héroes de la brigada 2500nosécuántos (lo siento, patriotas) y que nos alegramos mucho cuando los cambiaron por compotas y alimentos (que el pueblo llano nunca vimos, solamente la elite de gobernantes y acólitos entre la que fue repartida la transacción) porque años después terminamos agotando en las farmacias la dexedrina compuesta con la que nos colocábamos. ¿Eso es ser ultra?  Yo jamás hablo de Martí, precisamente por lo mucho que lo respeto.  Pero yo jamás enarbolo la figura manoseada de Martí y la bandera cubana porque tengo también fobia de ellos por la saturación de la que hizo uso y abuso la Revolución, ni siquiera ensalzo al último de los muertos porque no me da la gana, porque este señor antes de convertirse en “disidente” y dejarse morir de hambre, pertenecía a las brigadas de acción rápida que dan bateos y actos de repudio, y con ese pasado no se puede.  Como judío de Auchwitz, suponiendo, ¿qué me compensa a mí que un día antes de terminar la guerra Himmler se retracte de su trayectoria?  No, NOOOO, la gente se mete en cualquier cosa –siempre con una justificación, claro— y luego quiere que los demás se olviden de su pasado.  Pues yo no olvido.

De las pocas cosas que sé es que soy un buen poeta, no soy un genio pero soy mejor que la media.  ¿Cómo tengo que “comerme” que una persona cuyo nombre no quiero mencionar porque me aprecia y yo le aprecio, se le escape públicamente delante de mí, que al “pobre” Antonio José Ponte no le quedó más remedio que caer en (Des)Encuentro porque qué iba a hacer… cuando después he leído escrito por el mismo AJP que Jesús Díaz le llamó a Cuba desde la creación de la revista para que se integrara al staff de tan prestigiosa maniobra de neutralización del exilio y la intelectualidad.  Pues ya, se acabó la amistad con este señor que apreciaba; me ha costado tiempo y trabajo pero en la vida hay que hacer decisiones.  Porque yo no olvido.

Tanto a este escritor de marras como a Raúl Rivero les he dicho públicamente, en presencia de Pío Serrano y de no sé cuántos asistentes a una conferencia, que ya estaba bien que los que habían representado a la UNEAC, organización tan representativa del horror como el PCC, siguieran a costa de eso representando la intelectualidad cubana.  Más bien es la oficialidad cubana.  Si vivieron a costa de la Revolución ¿no les basta con eso?: no, quieren seguir viviendo a costa de la Contrarrevolución, a la que no tienen cojones de llamar por su nombre sino por el eufemismo de “disidencia pacífica”.  Disidencia pacífica, y una pinga.  A seguir en el candelero y en el candelabro y a sacar partido de lamer el culo de otros partidos y recibir honores y cargos que están muy lejos de merecerse.  Todo, TODO, es una vergüenza.  Y además se atreven a hablar de “exilio” cuando no tienen ni idea de los huevos que hay que tener para llegar a otro país con una mano delante y la otra detrás. Pues yo no me olvido de eso.

Carlos Victoria saltó a la luz porque dio la mágica casualidad de que Liliane Hasson leyó su relato “Halloween” dedicado a Queta Pando, mi amigo del alma, que en vida en Camagüey no era tan-tan bien recibido por ellos; lo tradujo y logró que lo publicaran en Le Monde.  Si no, no hubiera llegado a ninguna parte.  Y de cualquier forma, ¿adónde llegó?  A que se haya escrito una cantidad de mierda intelectualoide y pretendidamente profunda y llena de asociaciones interpretativas cubanas sobre lo que escribió; a estar a punto de ser el tercero en la Santísima Trinidad de las Suicidas que preside Reinaldo Arenas y por suerte haber sido un poco olvidado (es mejor ser olvidado que mal recordado).  Y hay muchas cosas que me han avergonzado en el comportamiento posterior de Carlos Victoria con respecto a Jesús Díaz y Encuentro, y su compañero de universidad Abel Prieto, textos verdaderamente lamentables, que nos llevaron a un distanciamiento de años, sólo salvado por la presencia de la muerte para hablar de las cosas reales que no podía hablar con las locas cursis que pululaban alrededor del próximo cadáver dejando un rastro de e-mails que casi parecían una novela y que se creen que la vida es una rima culterana.  Nunca entendí cómo y por qué y para qué arriesgó su vida y la de su madre loca en una camaronero que cruzaba el Estrecho de La Florida para caer en brazos de esa mafia.  Como tampoco jamás lo he podido entender de una amiga que perdí por la misma razón.  Y es que, desgraciadamente, yo no olvido. No puedo olvidar.  Como me dijo una vez Rafael Zequeira, “mi desgracia es mi memoria”.

Por eso me niego a seguir en vivo y en directo el lamentable contoneo de la serpiente del oportunismo arrastrándose por todas partes.

© 2010 David Lago González

(Este texto ha sido escrito directamente al blog.  Perdonadme cualquiera inconsistencia.)

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miércoles, 26 de mayo de 2010

David Lago González - ATRAPADOS EN LA SEMÁNTICA (y "el cambio" que se avecina)

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Estamos atrapados en la semántica, en lo políticamente correcto, en lo socialmente preferible, en formalidades, en sopesar cada palabra y cada expresión tanto, tanto, que la libertad para usarlas se reduce a algo simbólico y reseñable, citable de lejos, cada vez más ausente, como una especie de autocensura.

Viví la mitad de mi vida hablando figuradamente y escribiendo a través de códigos y claves. Me había vuelto un experto en usarlas: todos mis versos de aquellos años están escritos en un doble lenguaje que todavía recuerdo. El cine inteligente que veía me llegaba también en imágenes que se desdoblaban en otros significados que yo adivinaba entre las formalidades obligadas y que entendía, o creía entender, como mensajes subliminales que me identificaban a ese otro que a miles de kilómetros de distancia estaba pasando por lo mismo. Pero en aquel mundo semi-mudo, semi-sordo-, semi-ciego, en aquel juego de retruécanos encontraba cierto placer, cierta satisfacción, incluso cierta heroicidad al lograr decir de forma tan enrevesada cosas prohibidas, que iban en contra de las normas y los poderes y que nos hacían proscriptos y criminales y nos distanciaban dignamente de todos aquellos otros que han triunfado practicando en todos los cursillos y seminarios de talleres y uniones las artes de sus ínfulas de poetas representativos del poder que defendían, y del que la mayoría ahora reniega sin renegar del todo, manteniendo el ten con ten, el parece que digo pero no digo, el digo pero a fin de cuentas qué es lo que he dicho, en fin, todo lo que sus maestros les enseñaron en las universidades del disimulo y el aparentado para hacer que el punto más alto de lo provocativo y lo contestario sea lo neutro.

Si a este pasado se une lo que ha devenido el lenguaje del presente, volvemos a una autocensura de las formas que afecta profundamente a los contenidos. La urbanidad burguesa, detestable en sí misma por hipócrita y de doble moral, se ha diversificado, y al mismo tiempo ese tronco ha incorporado también los mismos tonos de sus retoños: se ha generado una urbanidad burguesa de izquierda (generada por ésta o de la que ella se ha apropiado), fiel reflejo en su vacuidad a una urbanidad burguesa de derechas, ramificándose además en infinitas variantes, ecologistas, pacifistas, antiviolentas, celosa observante de los derechos humanos, selváticamente intrincada, que convierte cualquier debate, cualquier artículo, cualquier texto, cualquier confrontación, cualquier pasión, cualquier raciocinio, en un juego de niños al que patéticos hombres y mujeres maduros y ancianos recurren para mostrar falsamente un saber estar que es, con mucha más exactitud, un saber fingir para que todo al final resulte en un blando infantilismo, pastel y naïve.

¿Qué hacer entonces para expresarnos claramente? Tal compostura de estilos no deja otro margen que el del insulto para llamar a las cosas por su nombre, y por tanto a la condena inmediata sin derecho a reflexión, porque convierte al diáfano al papel del monstruo, y al vertical, cuando menos, en radical, y al independiente en un esquizofrénico.

En el caso de Cuba y ese anhelado "Cambio" al que una enorme y abismal diversidad de criterios se refiere como si fuera Un Único Todo cuando en realidad todas las partes son absolutamente conocedoras de que no se están refiriendo a lo mismo (de ahí ya el hecho de partir de una farsa que se ahonda a medida que más se especula sobre ella), ¿qué es lo que realmente quieren decir? ¿El concepto de cambio según Raúl Castro puede ser mi concepto de cambio? ¿De qué está hablando toda esta gran Torre de Babel alrededor de todo elmundo en torno a una minúscula isla que siempre fue un error histórico? Muy triste, la verdad, y una gran mentira.

¿Cómo puede avanzar Cuba en democratización alguna si desde hace más de medio siglo no existe allí nada medianamente parecido, e incluso se quiere, tanto desde dentro como desde fuera, legitimar una forma sui generis de concebirla para travestir una dictadura y que sea menos doloroso éticamente convivir con ella?

¿Cómo se puede desarrollar --es absolutamente necesario insistir en que ese verbo se utiliza también de forma falsa, porque nada que no ha sido "creado" previamente puede ser posteriormente desarrollado-- una sociedad civil donde durante medio siglo continuado no ha existido más que una sociedad férreamente militarizada y un implacable poder piramidal, que cada vez en periodos de tiempo más cortos hace ajustes de control (llaménsele purgas, luchas contra la corrupción o contra el fraude fiscal, "operaciones" de nombres exóticos, o simplemente la eliminación tajante --a cero, y de vuelta a empezar-- de la plusvalía natural generada en etapas de tímida liberación económica y comercial de tipo parcial) que sólo conducen a otro tipo de represión, ya que toda ideolgía comunista olvida reiteradamente que el individuo está regido por su factor humano. Esa militarización del estado y de la sociedad ha creado un universo de privilegios y prebendas para una elite que no va a renunciar tan fácilmente a su modus vivendis. Y esa sociedad militarizada ha llevado a crear un infinito engranaje de apoyo institucional, oficial y oficioso, incluso hasta lúdico, que conforma, a su vez, una segunda elite que, a diferencia de la primera (más elemental y básica) lleva años desarrollando su propia, obvia e interesada metamorfosis, y que posiblemente sean los más beneficiados en un cambio light (¿comunismo con rostro humano? e igualmente lo serán también para, no un cambio sino una sustitución total y profunda de la forma de gobernar un país porque son los que verdaderamente han sabido aprovechar los 20 años transcurridos desde "el efecto dominó" del comunismo europeo y la exclusión de Cuba de ese fenómeno (tan es así que es sobradamente evidente la corriente de considerarse que Cuba no ha formado nunca parte de lo que se dio en llamar "la órbita soviética", y este periodo tan tétricamente especial ha multiplicado geométricamentel os efectos devastadores de los primeros 25 años de Revolución en todos los órdenes).

Por tanto. ¿En cuántos puntos coincide "el cambio" que piensa un cierto sector de la población intelectualizada, y acostumbrada a la dependencia estatal tanto en acatamiento de conceptos como en usufructo, con el que puede tener en mente cualquier ciudadano de a pie? ¿Va a prevalecer el primero sobre el segundo? Sería lamentable.

¿Qué puede hacer por "un cambio" una disidencia obligada por las instituciones internacionales y todo el poder mediático del mundo a ser absoluta y netamente "pacífica" y casi beatífica; ya que ese pacifismo, extemporáneo, obsoleto, ingenuo, basado más en la fe y en una absurda confianza en que el enemigo que la causa (el Estado Cubano) va a colaborar con ella y hacer lo contrario a lo que durante 50 años ha estado haciendo impunemente, con el beneplácito de todos los extremos desestabilizadores del sistema capitalista contra el cual ha luchado y sigue luchando en el afán y la utopía de que volverá de nuevo a renacer la dictadura del proletariado, está basada su única razón (más bien una suerte de chantaje) para ser merecedora de un débil, aparente y frágil, siempre tardío reconocimiento, al que ahora finalmente se uneni ntelectuales razonables que han hablado en defensa de lo que siempre ha sido evidente pero nunca han querido ver?

¿Se puede decir claramente que el cambio que se quiere no es cosmético ni es el que sirva para tener más libertad para el turismo sexual ni el desmostrar al mundo la riqueza folclórica de otro bembé más, sino que el cambio que en verdad queremos la mayoría es el mismo que se produjo en 1989 desde la antigua República Democrática Alemana hasta la extinta Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas, a pesar de todos los contras que puedan existir, y que ese cambio tampoco contempla el capitalismo comunista salvaje que lleva a cabo la República Popular China, gran make-up citadino que no ha mejorado sino empeorado la situación real de las áreas discriminadas y la falta de libertades? ¿Por qué nos niegan a los cubanos lo que aunque sea a regañadientes han aceptado como un derecho de la Europa del Este?

¿Qué significa un "cambio" excluyente sólo a favor de los que han permanecido en la isla? ¿Fueron excluidos los republicanos españoles en el proceso de la transición? ¿Fueron excluidos los polacos del extranjero en la reconstrucción de la actual Polonia? ¿Fueron excluidos los argentinos que escaparon a la persecución de la dictadura militar? ¿Ha sido excluida de la vuelta a la democracia en Chile toda aquella ola de chilenos --lo recordarán perfectamente los de mi generación-- que nos invadió cuando el golpe de estado de Pinochet y que en verdad tan desagradecidamente pagaron al comunismo cubano porque el 95% prefirió de inmediato buscarse la vida (y mantener sus erradas utopías continuando así su daño al mundo) desde "horripilantes" países capitalistas? ¿Qué juegos hay en este tipo de "cambio" que protege más a los que hasta el día de ayer representaban el anti-cambio?

Y no existirá cambio alguno, o será un patético y doloroso remedo, porque todas las facciones disidentes --que deben existir por cientos y cada día aparece una distinta--, tienen que hacer el juego mediático de someterse a la semántica de lo políticamente correcto, y a nada se le llama por su nombre; y unos por intereses personales y envanecidos, y otros porque la contención verbal es loque puede permitirles aparecer en un programa de televisión o ser publicados en La Cuarta Página de El País, y otros muchos, o la mayoría, porque sienten una especie de obligación de expiación ante el horror que ellos mismos construyeron, están enredados entre las cuatro patas de un inmenso caballo, repitiendo con la imitación de un simio el mismo léxico y los mismos manidos recursos patrióticos más que obsoletos y poco convincentes que el taladro de La Revolución les dejó en sus pobres cabezas escasamente pensantes.

(C) 2010 David Lago González
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martes, 24 de noviembre de 2009

DAVID LAGO GONZÁLEZ - LA PRIORIDAD

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Entre todas las cosas de las que estoy harto, una de ellas es LA PRIORIDAD.

Por lo general, la prioridad siempre va en contra de uno. Desde los tiempos remotos en que uno vivía en Cuba, la Revolución decidió priorizar el futuro de “nuestros hijos” (decía) en base a sacrificar en vida la existencia de generaciones enteras. Eso no es invención de Fidel ni de ninguna lumbrera cubana, sino que es harto conocido que procede del comunismo. No sé a qué hijos se refería, o si más bien estaba hablando de los hijos de los hijos de los hijos de los hijos porque llevan cincuenta años en ello y no es que el futuro sea más negro, sino que el futuro terminó convirtiéndose en pasado pretérito y pluscuamperfecto. En España se da prioridad a que la juventud en pareja (preferiblemente “convencional”) opte a una vivienda de protección oficial con mayor puntuación que cualquier otro conglomerado social. Desde hace mucho tiempo, laboralmente se da prioridad también a la juventud en detrimento de la experiencia de la madurez, y esto, que comenzó de cierta forma proletaria o administrativa, se ha ido extendiendo a cualquier otro aspecto de la vida, de manera que ya a los 30 se ingresa en el umbral de la tercera edad. Abarca así al arte, a la política, al periodismo. A todo.

Las fundaciones del llamado “exilio cubano” que, a pesar de todas las crisis económicas habidas y por haber, hacen ingentes esfuerzos de sacrificio, priorizan la edición de libros de poesía (o de recetas de cocina) que escriben los presos políticos en las cárceles cubanas, dando con ello una validación literaria a quien pueda ser un hombre o mujer valiente, un extraordinario luchador por la libertad de su país, pero que no es, en ningún caso, poeta ni escritor. ¿Es que esta cualidad u oficio no vale nada? De la misma forma que no se puede servir a dos señores a la vez (lo dice La Biblia), tampoco se puede ser muchas cosas al mismo tiempo. Quien es capaz de hacer una cosa tan poco útil como escribir un buen poema, es muy probable, prácticamente seguro, que nunca podrá ni convertirse siquiera en zapatero remendón. Como estas instituciones están, por lo general, presididas por personas con ínfulas intelectuales pero de escasísima enjundia creadora, el birlibirloque de convertir a un patriota en un genio de la literatura no hace más que redundar en el fiasco y en el globo que se desinfla solo porque no ha sido bien anudado. ¿Por qué ese afán de convertir a alguien con un valor determinado en un ente total? ¿Son también víctimas del “síndrome del hombre nuevo?

Hace mucho tiempo, cuando todavía se realizaban las tertulias dominicales del Comité de Derechos Humanos (off Cuba) en el salón trasero del Café Central, sufragadas por el millonario Víctor Batista, no sé quién ni por qué razón decidió priorizar la ocasión para leer fragmentos y comentar el infame libro de Eliseo Alberto, “Informe contra mí mismo”. Hube de comprar y leerme (dispararme) “aquello” que al autor abrió las puertas del mundo capitalista de una manera nada “migratoria”, y cuando terminé de hacerlo me puse a escribir una carta a la Sra. Martha Frayde, presidenta del comité. No guardo copia de la misma: se la tragó el éter. Pero en dicha carta venía a decir que no comprendía cómo El Exilio se hacía ecos y apoyaba a quienes se las habían agenciado para vivir dentro de la Revolución y también fuera de ella, y subrayaba mi opinión de que esos esfuerzos deberían mejor ir orientados hacia talentos más lastimados por las circunstancias, como el de Carlos Victoria (que, por entonces, todavía no había publicado La Travesía Secreta, pero que yo conocía desde su primer borrador supuestamente definitivo). La carta fue leída en público por Pío Serrano, y quien la había escrito, nunca jamás volvió a pisar el saloncito del Café Central ni siquiera por el café gratis que se tomaba allí.

Pasado el tiempo, muchos años también, Martha Frayde me recordó aquella carta y me dijo que ella la guardaba porque era una de las cosas que había que guardar. Había pasado demasiado tiempo, pero, de todas formas, se lo agradecí.

Cuando Carlos Victoria vino a España, habiendo ya publicado la novela, tuvo la prioridad de visitar a la Sra. Frayde en su piso cercano a la antigua estación del norte. Yo hube de acompañarle hasta la puerta, y hube de esperar en un café a que saliera, ya que había sido convenientemente apartado del encuentro. Me dio esa prioridad. Nunca me dio ninguna otra. No obstante, defendió el riesgo de su amistad con Abel Prieto en las página de (Des)Encuentro.

Eso: cuestión de prioridades...

© 2009 David Lago González