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viernes, 15 de julio de 2011

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS en cuanto al arte o la bajeza de comentar (O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

EN CUANTO AL ARTE O LA BAJEZA DE COMENTAR

(O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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El Penthouse de Heriberto” lo concebí pensando en amigos valiosos que carecían de otra forma de que la gente supiera que otros estaban escribiendo cosas verdaderamente hermosas pero que las mismas estaban predestinadas a dormitar en el fondo de la gaveta de arriba o en la oscuridad tecnológica de los circuitos informáticos (más o menos, lo que ha pasado siempre a personas como nosotros, tan poco dadas a hacer lo oportunistamente correcto). Con el paso del tiempo, y debido a distintas razones, esto fue variando; y hoy es un lugar donde yo mismo escribo y expongo textos de opinión, reflexiones, memorias, asuntos personales, música, vídeos de música, y textos y poesía de otras personas, amigos, muy amigos y desconocidos, basta que me guste o que me interese aquello que dice. Es un reflejo de mi propio piso, en el que no logro poner nada en orden y a cada rato el desorden me ataca de forma violenta y entonces tengo que darme un respiro para desbrozar la maleza. Otras, simplemente, el follaje me traga como si fuera un dragón de hojarasca.

Pero a pesar de todo ese desorden que inevitablemente ya va conmigo dondequiera que me mueva, nunca ha dejado de existir un mínimo de preocupación por mantener un nivel de buen gusto y de concordancia con lo que yo pienso (desde siempre) y con la forma en que soy, tanto artística como políticamente. En este segundo aspecto la característica predominante se llama VERTICALIDAD. Comprendo las debilidades del ser humano, pero creo que todo tiene un precio, como también lo tiene esa misma verticalidad e independencia mía. Nunca me puse una chaqueta que tuviera que cambiarme. Por el contrario, con suma frecuencia y facilidad me he visto afectado por la impostación correspondiente que acompaña a cada chaqueta que otros muchos han usado y siguen alternándose entre ellos como si se tratara de un préstamo interminable.

Llámesele “síndrome de Estocolmo” o como se quiera, pero en gran parte debo agradecer al ostracismo y la anulación vivida social y políticamente bajo el comunismo cubano, el que nunca me haya visto expuesto ni tentado a escalar peldaños superiores. Siempre he tenido miedo de que me descubrieran. ¿Pero de que me descubrieran QUÉ? Que yo tenía vida propia, allá dentro, muy adentro, muy escondida, que en los arrebatos extremos de extroversión, se comunicaba por jeroglíficos. Pero si me expresaba de tal manera, entonces ¿qué quería decir aquel lenguaje de códigos? ¿Y por qué no podía manifestarme como el resto de las cuquitas koljosianas? ¿Por qué tenía que ser “especial” según ellos? Mi cuerpo se ha desarrollado dentro de un ceñido corsé de silencio, gestos y miradas veloces, que el otro –si había otro— debía aprehender en pleno vuelo, y luego, cuando estuviera lejos de las cuquitas koljosianas, volver a pensar en lo que había visto u oído, o en lo que le parecía haber entendido. No soy una persona normal, lo cual no me hace ni mejor ni peor, sino simplemente extraña, y esa extraña proyección se siguió manifestando aun a pesar de haber alcanzado otro margen de libertad. La libertad no cura las heridas ni los traumas ni las paranoias. Esa pudrición que nos dejó dentro la ideología y el totalitarismo se abren paso a través de los resquicios de luz y opacan su diafanidad: soy una persona enferma.

En mis escritos yo no suelo tratar magnificencias sublimes. No me interesa insultar, ni siquiera ridiculizar, a los dioses del Olimpo que han marcado esa enfermedad mía. Dudo de las causas nobles, de los aspavientos heroicos, de palabras altisonantes. Insisto una vez más que las ideas –acertadas o no- no las mueve el viento, sino el hombre. Y si de una idea aviesa se aprovecha un hombre para utilizar a su antojo, entonces vamos a tener unos cuantos afectados, o unos cuantos desafectos, o unos cuantos afectos. Además, ustedes no pueden valorar lo doloroso que es darse cuenta de que todos hablan en el mismo tono, utilizan los mismos modismos, se pasan los gestos y ademanes unos a otros como si fueran balones de rugby; y todos están contagiados de una pobreza infinita, que es “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”.

Allí, en ese lugar de donde parte esta enfermedad que padezco, todo está organizado e institucionalizado según monopolios de control. Por encima de todo está el Monopolio de la Represión, del que se ramifican todos los demás. Uno de ellos es el Monopolio del Intelecto y las Artes, ubicado en una bella mansión de El Vedado, barrio otrora y actualmente burgués con unas ciertas zonas deprimidas. El sitio se llama Unión de Escritores y Artistas de Cuba, conocido popularmente por sus siglas UNEAC. Es donde fabrican la literatura, la poesía, el baile, las artes plásticas, y hasta las ideas filosóficas. Y entre ellos se premian, se alaban, se besan socialmente, se soban unos a otros. Se tiran confeti y se ofrecen entre sí representaciones en el extranjero o becas (siempre en el extranjero, pero el extranjero para ellos es un universo que excluye a Corea del Norte, por ejemplo, porque eso sería como mandarlos al lado de atrás del espejo). Eso que hablan de EL CAMBIO lo comenzaron ellos, cuando se dieron cuenta de que no serían parte del efecto dominó y entonces supieron que era el momento en que debían aprovechar para hacerse con el poder. La política les siguió, ellos fueron más rápidos. Así se fueron esparciendo por el mundo con una pátina de disidencia intelectual, ligera, comedida, que no ofreciera bruscos cambios al cambio para que no los acusaran de extremistas, sino paulatinas y suaves, de nuevo otra vez con “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”. Claro, a alguien tenían que poner de “malo” y escogieron a Abel Prieto (ya defenestrado “a lo dicremón” como decían las locas cursis de Camagüey tipo PacaGarza LaActiva), Nancy Morejón y Miguel Barnet (estos dos últimos, miembros iniciales del desaparecido ipsofacto Grupo de El Puente), pero, sobre todo, este último, con mucho mejor bagaje y más porte intelectual que el resto de ellos. Sea lo que sea, no es un ser indigno: hasta ahora sigue en su papel, defendiendo lo que representa y le da de comer. Los seres indignos son los cientos que han dejado el barco pero que consideran mucho más importante el curriculum repleto de insignias de la UNEAC que sus propias vidas, pues no tienen otras que aquellas que una vez disfrutaron durante diez minutos representando lo irrepresentable y que quieren perpetuar durante el resto de sus miserables vidas, que, claro está, consideran muy por encima del resto de los que por suerte nunca nos pusimos esa chaqueta. Y esos son, paradójicamente, los que reconocen los escritores e intelectuales del supuesto mundo libre, los Vargas Llosa, los Muñóz Molina, los Javier Marías, cualquiera. ¿Alguien arregla eso?

Nadie.

Si Cuba comunista hubiera caído en aquella fila de fichas de dominó, nadie los conocería. ¿Quiénes eran los homólogos de estos tristes y oscuros personajes en tierras eslavas y rusas? Ya nadie lo sabe. Se los tragó la rapidez del cambio. Y ese si fue un cambio, para bien, para mal, para todo.

En los últimos tiempos, el paripé del “intercambio cultural Cuba-USA” (que se produce solamente desde Cuba hacia Estados Unidos) ha tomado un cariz especial pues se ha introducido la figura de una poeta oficial del Monopolio del Intelecto y las Artes. Indiscutiblemente yo no tengo influencias para saber de dónde parte el dinero con que se sufraga ese viaje y las lecturas y presentaciones de la poeta, parece ser que muy bien acogida por el resto de sus antiguos compañeros con los que comparte curriculum y viejas representaciones de un régimen totalitario que, como el nazismo y el fascismo, no debía ya existir sobre la faz de la tierra. Y los que sí tienen, o forman parte de ese asqueroso entramado de influencias de no sé qué oscuras intenciones, han salido a defender a su poeta fetiche.

Debido a tales acontecimientos, tanto yo como otras personas, hemos publicado textos que no están de acuerdo con lo sucedido, y con lo que irremediablemente seguirá sucediendo porque forma parte de una trama política bien delineada por La Habana. No se trata de ser más facha o menos facha, se trata de ser consecuente. Y yo no puede tenderle la mano a esa señora porque yo nunca he escrito ni escribiré un solo verso loando a Fidel Castro, y ella sí lo ha hecho. Eso quiere decir que no somos iguales.

Producto de ello, al buzón del blog llegan bastantes comentarios sin autoría en términos ofensivos tanto hacia mi persona como hacia otros. Yo sé diferenciar entre un anónimo y un “anónimo”.

Simplemente quiero volver a señalarles que mantener un blog que, entre otras cosas, toca temas sobre Cuba, aunque por lo general de manera no convencional ni conservadora en lo patriótico-patriotero, con un mínimo de presencia, cuidando la relación texto-ilustración, es algo que a veces me lleva algunas horas. Y no voy a permitir que ningún desaprensivo lo estropee.

 

David Lago González

Madrid, 15 de julio de 2011.

domingo, 3 de julio de 2011

Acto de celebración por los 50 años de Palabras a los Intelectuales

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SOVIET “”We demand universal compulsory education”,” by Alexander Deineka

“We demand universal compulsory education”, by Alexander Deineka

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Después de que cosas como éstas estén sucediendo en la Casa Matriz Comunista Cubana, qué puede importar que el primer artista plástico del Gobierno cubano, Kcho, se adhiere y apoye la primera manifestación pública y oficial por parte de Fidel Castro sobre la represión a los artistas e intelectuales, que además sirvió de adelanto de guillotina a las generaciones que, como dice el tal Valiño, no estuvimos allí.  Qué importa que Reina María de las Azoteas viaje a Miami y se presente bajo los logotipos de L’Alliance Française y ZuGalería, y acudan numerosos miembros del PEN (se supone que son escritores y artistas que viven en El Exilio –¿la gente sabe lo que significa esa palabra?) a aplaudir y enseñar los dientes a mandíbula batiente, según la prueba en vídeo que ha quedado del “acontecimiento”.

No somos iguales.  No podemos ser iguales.  Haber nacido en un mismo país lo mismo une que separa.  Y buena parte de ese público puso en peligro su vida, y la de sus familiares, cruzando el Estrecho de La Florida cuando El Mariel.  Era lo que yo le decía a Carlos Victoria cuando comenzó a colaborar con Encuentro. ¿Dónde está la dignidad que teníamos?

Es una verdadera vergüenza.  Todo.  Y particularmente que se celebren los 50 años de aquel nefasto congreso.  Pronto El Cambio del Cambio estará convocando a celebrar la instauración de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).  Y Yoani sigue escribiendo mierda.

© 2011 David Lago González

 

-o-

 

(Tomado del Facebook de Rafael DiazCasas, el Viernes, 01 de julio de 2011 a las 17:59, a su vez parece que publicado el 30 junio, 2011 por iroelsanchez)

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Gracias, Fidel*

Omar Valiño

Omar Valiño, Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba

A mis hijos José Julián y Nicolás

Mi generación no estuvo sentada aquí. Ni siquiera todos los que la integramos, habíamos nacido entonces, pero tuvimos el privilegio de disfrutar, desde niños y adolescentes, la rectificación y enriquecimiento profundos de una política cultural, no nacida, pero sí trazada en este salón hace 50 años.

Reducida a una célebre frase, Palabras a los Intelectuales —el discurso conclusivo de Fidel Castro a sus tres encuentros de junio de 1961 cuyo aniversario cerrado conmemoramos hoy—, es leído media centuria después como un instrumento aleccionador de la política cultural de la Revolución; documento cuya riqueza rebasa con mucho los discutidos límites enunciados por la frase. Y de cuyo caudal pueden extraerse enseñanzas hasta el presente.

Fidel demostró las reales coordenadas para un diálogo: sensibilidad, amplitud, justicia, crítica, verdad, sentido político, principios firmes y transparencia. Hoy, en cada lugar donde surja un diferendo de cualquier índole, debe primar ese diálogo del convencimiento, la preparación, el desprejuicio y no la fuerza. Desalienar todas las relaciones es su mejor continuidad, con base en la libertad, la democracia, la horizontalidad, la participación.

Fidel propone la Revolución como un proceso, en última instancia, de construcción cultural que permitiría, por un lado, mejorar las condiciones de vida y de trabajo de escritores y artistas, y por otro, ensanchar los escuálidos segmentos poblacionales que disfrutaban del arte y la literatura. Hoy podemos reconocer con facilidad que tanto la producción cuantitativa y cualitativa de la cultura cubana actual es el resultado de una acumulación histórica potenciada por la Revolución, al tiempo que se desarrolla su creciente demanda por la sociedad como un derecho conquistado.

El prestigio de la creación artística en el seno de la nación alcanza cotas altísimas. El movimiento cultural es centro de la vida social y política.

Y esto es así porque el destino del socialismo depende de la cultura. De un humano diferente al de la nueva alienación capitalista —cuyo sello, precisamente, se produce no solo, ni tanto, a través de las relaciones de producción, sino de la hegemonía de una avasalladora superestructura pseudocultural—; un ser pensante cuyo discernimiento integre, incluso, la condición estética para la más honda y compleja explicación del mundo. Debemos hacer indivisibles ética y estética. Solo podremos ganar en ese terreno como parte de una calidad de vida que sea “calidad de emociones”.

Para conseguirlo el arte juega un papel fundamental. No podemos ver economía y cultura sino como complementarios en función de una economía más productiva y organizada, pero hecha, a su vez, por mujeres y hombres de decoro y de conocimiento. En definitiva, somos más hijos de una fuerte hegemonía social y de una educación familiar que de una economía sólida que, sin embargo, sí tuvo el valor —inmenso para mí— de existir en función de políticas al servicio de esa hegemonía social y de ser creadora de valores.

El arte puede no producir “nada” porque despliega algo —como el arte mismo—, inmensurable, y que no se produce en finca, tienda o fábrica alguna de este podrido planeta: produce y realiza felicidad. Lo hace aun cuando no vislumbre la alegría o la ternura.

Constatar a lo largo de la Isla la necesidad que el ser humano tiene del arte, es un lujo, un privilegio nuestro, no una desgracia de la que haya que ocuparse como un mal, sino una gran conquista cubana a la que no podemos renunciar. Porque esto dice mucho de nuestro desarrollo humano. Es parte de una complejidad y de una plenitud a la que hemos arribado, justamente, por ese ininterrumpido proceso cultural revolucionario y cuyo más delgado filamento puede solo tocarse en el alma con el arte.

Nada debe enfrentarnos a falsas dicotomías. Ninguna veleidad tecnocrática o economicista que nos haga perder la brújula. Porque la brújula tiene que ser siempre esa plenitud del ser humano, el culto sagrado a la dignidad plena del hombre.

Sobre la cultura debe regir, como de hecho se manifiesta en varias direcciones, una excepción desde el punto de vista económico. Sin dejar de renunciar a los dividendos probables en el plano práctico (con muchos nichos por explorar todavía), la cultura es, y debe ser, una esfera protegida por el Estado. Solo ello garantiza el nivel cualitativo de la tradición y de su renovación hacia nuevas identidades.

Construir un país mejor sobre columnas más racionales es impostergable, pero sin renunciar nunca a sueños e “imposibles” que están en los cimientos de nuestra nación, de nuestro socialismo y del pensamiento martiano y fidelista. Por asaltar “imposibles” llegamos hasta aquí y somos lo que hoy somos.

En su certero afán de unidad, Fidel prefigura la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el tramo final de Palabras a los Intelectuales. En nombre de la UNEAC, muy próxima a cumplir también 50 años, queremos agradecerte, Fidel, por hacernos saber lo que vale la matria y la patria, por desafiar al mundo siendo pequeños, por hacer primar el espíritu colectivo sobre el individual sin renunciar a ser nosotros mismos, por ser orgullosos aunque jamás aldeanos vanidosos, por colocar esta pequeña gran Isla en el globo terráqueo.

Tu obra la medirá el tiempo, la historia —como una temprana vez quisiste—, porque en todo lo que se haga bien, en todo sueño cumplido estará la dimensión de la utopía que nos fijaste en el cuerpo.

Ante el mural de tu vida, ya próxima a los 85 años, y sobre la plataforma escrita en este mismo espacio hace medio siglo, los escritores y artistas revolucionarios, te decimos, como una vez tú le dijiste a Santiago, Gracias, Fidel.

*Leído en el acto de celebración por los 50 años de Palabras a los Intelectuales, el 30 de junio de 2011, en la Biblioteca Nacional José Martí.

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jueves, 10 de febrero de 2011

ROLANDO H. MORELLI - ¡A la palestra y al podio corred, armengoleses!, que de escritores, artistas y «cederistas», dicen que se trata ahora.

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MALASAÑA 042

Remember Malasaña, 2011

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¡A la palestra y al podio corred, armengoleses!, que de escritores, artistas y «cederistas», dicen que se trata ahora.

Wednesday, February 9, 2011 | Por Rolando D. H. Morelli

 

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -Puesto que de altas nociones e ideales muy por encima de la comprensión de vuestras pobres cabecitas se trata, amigos lectores, no os sorprendáis de nada. Ni de que sea la palestra idónea la que facilita el Herald en español, ni de que el paladín blindado en armas contra empecinados molinos de viento vuelva a ser el señor que es. ¡Sí, el mismo Cid Armengol! De nuevo él. No es ocuparme de este caballero adarga al brazo —como quería el ínclito “Che” Guevara que fuera— lo que más me interesa. Ignorarlo sería a primera vista lo acertado, puesto que resulta lo más fácil, pero en esto de los infundios y las medias verdades o los cuarto de verdad en que se especializan los armengoles, conviene no perder de vista aquello de “que algo queda”, o podría quedar, si no le salimos al paso oportunamente. Y puesto que soy uno de los firmantes de la carta-protesta dirigida a las autoridades universitarias newyorquinas que invitaron y patrocinan la presentación del representante de un régimen liberticida como el cubano, en un foro libre, no quiero dejar sin precisar los hechos distorsionados por la visión del señor periodista Alejandro Armengol.

Para empezar, me fastidia ya el título de su embestida disfrazada de abuelita porque injusta y mentirosamente junta, baraja y confunde a los escritores y artistas exiliados y a los cederistas del régimen cubano. Quienes protestamos, en justo usufructo de un derecho que no concede la tiranía ni siquiera a los cederistas que le sirven, llamamos cívicamente la atención sobre la inconsecuencia de permitir la libre expresión en un foro democrático, al representante de un régimen que encarcela masivamente a periodistas independientes y agrede a las madres, hermanas y esposas de esos presos por no dejar que se olvide que estos presos son inocentes y fueron encarcelados por el delito (en Cuba) de escribir la verdad y darla a conocer al mundo. La democracia que no se defiende de sus enemigos, se suicida. No sé si alguien llegó alguna vez a producir esta afirmación. Se trata de una convicción tan arraigada que me parece mía, y si no lo es, la abrazo igualmente y me la apropio. ¡Qué me demanden por plagio!

Curándose en salud, afirma Armengol que “nada hay de singular en que un grupo de intelectuales y artistas exiliados [envíen] una carta de protesta [bla, bla, bla] por invitar al escritor Miguel Barnet, presidente de la oficial Unión de Escritores y Artistas de Cuba”.  Bien, si no hay nada que le parezca singular en el hecho como manifestación de la convivencia con la práctica democrática, ¿a qué buscarle cuatro patas al gato? ¡Son sólo cuatro! Ni más ni menos. Pero el periodista se adentra en la zona de los relativismos y falsas comparaciones a que son adictos los de su vena: “Que Geandy Pavón —proyeccionista de la imagen de Zapata Tamayo en embajadas y teatros de diversos países, quiera dar a conocer su rechazo al acto, una simple presentación de una novela de Barnet traducida al inglés, es un acto común en un país democrático”, sigue diciendo. Antes de pasar adelante, hay que desmontar el cúmulo de patrañas y desatinos que con tanta frescura y desfachatez acumula Armengol en tan poco espacio.  Primero, está la veloz mención del nombre de Zapata Tamayo, como si su muerte y particularmente las condiciones en que ésta se produjo no mereciera al menos una simple acotación. Contrasta frente a este silenciamiento que se hable como lo hace el periodista de la actividad desempeñada por un señor de nombre Geandy Pavón, a quien no obstante reconocer el derecho a hacer lo que hace, se lo reprocha, según hace evidente el tono empleado cuando dice: “proyeccionista de la imagen de Zapata Tamayo en embajadas y teatros de diversos países…”. Lo bueno hubiera sido, caramba, que el señor Pavón mencionado no hubiera contado con la posibilidad de proyectar nada, pero esas son o deben ser desventajas de la democracia. Y por último, en este mismo párrafo, desliza el periodista una afirmación que es una mentira redonda con aspecto de símil. ¿A qué viene todo este protestar de los intransigentes exiliados por la presencia del pobrecito de Miguel Barnet en una universidad newyorquina?  Pues al aparente hecho de que el mismo, a título de escritor cuya obra ha sido traducida al inglés por otro escritor, éste radicado fuera de Cuba, haya venido a presentarla. ¡Cuánto candor! Tanto revuelo por “(…) una simple presentación de una novela de Barnet traducida al inglés”.

Semejante afirmación, falsa de toda falsedad y naturalmente interesada, busca crear las bases para otras comparaciones y conclusiones que Armengol sabe (como sabemos nosotros) resultan más insostenibles, y en torno a las cuales girará el resto de su artículo. Porque ni Barnet viene a título personal, ni el propósito de su presentación pudiera ser una simple presentación.  De ser así, debería preguntarse Armengol porqué niega el régimen de La Habana a tantos escritores cubanos contestatarios o disidentes la posibilidad de venir aquí y de presentar sus libros. Para no ir más lejos, y para sólo poner un ejemplo, ¿porqué se le negó (y se le sigue negando reiteradamente), la posibilidad de recoger el premio Ortega y Gasset otorgado a ella por una fundación de prensa española, a la bloguera Yoani Sánchez? ¿Se le olvida a Armengol que aún contando con un visado a cualquier parte no le es dado a ningún cubano, escritor o no, viajar sin antes haber sido privilegiado con la autorización del régimen?

“Pocos meses atrás” —va directo al grano de la intriga el justo Armengol— “aunque con peor suerte de divulgación en este periódico, hubo otra carta por la entrega de una placa, que se le otorgó a Orlando Bosch en un centro académico de la Universidad de Miami.  Profesores de todo el país, entre ellos un nutrido grupo de la U.M. criticaron el evento de homenaje a Bosch que organizó el Instituto de la Memoria Histórica Cubana”. No entraré a calificar sus calificativos o su descripción respecto a un clamor poco menos que universal, según afirma, por la concesión de la placa al señor Bosch. La queja de que el periódico en que escribe (siempre) se negara a acoger entre sus páginas la mencionada carta-protesta, habría si acaso de atribuirse a una decisión editorial puesto que no puede negar Armengol que sus ataques al exilio —abierta o embozadamente expresados— han gozado siempre de amplia divulgación en las mismas páginas a las que atribuye la censura de la carta a la que se refiere. Tal vez alguien pueda dar fe de la existencia de la carta. Acaso el periódico podría disculparse retroactivamente con Armengol.

Aunque a renglón seguido el tergiversador de oficio diga simulando una retirada prudente “claro que la comparación entre Barnet y Bosch no es adecuada”, lo hará para enterrar aún más la daga de su cinismo comparativo. El paralelo le parece inadecuado por ser Barnet un simple escritor, o en palabras más impúdicas: “no [se] puede decir que el escritor ha sido condenado por actividades terroristas en Estados Unidos. Bosch sí”.

No haré aquí la defensa del individuo Bosch, para la que no estoy capacitado. No soy abogado. Sí diré que el terrorismo ha sido práctica revolucionaria por definición desde que existen revolucionarios. La revolución cubana devenida de inmediato en la dictadura de un hombre y un partido y sus acólitos, lo que sigue siendo más de medio siglo después de entronizada, ha practicado constante y sistemáticamente la violencia sobre millones de cubanos y ha pretendido extender su acción a otras latitudes. Ésa es su razón o sinrazón de ser. Estos son hechos innegables. Bosch es de los muchos cubanos que razonan que contra el terror de estado sólo el terror puede emplearse. Pero el argumento de que Barnet no ha sido hallado culpable de terrorismo en los Estados Unidos constituye una pirueta de racionalización más que un razonamiento —una más— en el conjunto de las que sostiene consuetudinariamente Armengol en sus escritos. Barnet encarna y representa, mediante su decidido compromiso y complicidad con el régimen, a un estado terrorista por su configuración, por sus ideas y por su vocación represiva adentro y agresiva en su política exterior. Un solo botón del ramillete, que para muestras bastan, sería confirmación fehaciente de esto que afirmo: ¿Quién estuvo a punto de provocar el desencadenamiento de una tercera guerra mundial en la década del sesenta, por razones que nadie con elemental decencia podría defender?

¿A quiénes pretende engañar todavía Armengol al decir que “algo no anda muy bien en un exilio donde se rechaza tanto a Barnet y se admira tanto a Bosch”?. En su concepción del exilio y de lo verdaderamente razonable lo “bueno” sería condenar al que lucha contra una tiranía salvaje que asesina y reprime y exonerar al bueno de Miguel Barnet quien sirve con su pluma al régimen que lo aúpa. Claro, hay que decir además de lo que ya dijo que “no es que esa sea la forma de pensar de la mayoría de los cubanos que viven en Miami, Nueva Jersey o Nueva York, pero es lo que se quiere aparentar, y la prensa contribuye a ello”. ¡Vamos! Ahora resulta que la mayoría de los cubanos que han alcanzado la libertad a bordo de un tibor o cualquier cosa que pueda flotar, se decanta por perdonarle a la tiranía sus crímenes y sería partidaria de conceder a los Barnet y Armengoles de este mundo más correa para que hagan y deshagan a sus anchas. ¡Es la tesis que maneja la prensa oficialista de Cuba (única permitida, naturalmente) desde que los gusanos nos volvimos convenientemente mariposas y los traidores nos convertimos en traidólares, y el exilio pasó a convertirse por obra y desgracia de los mismos que lo imponen, en la inmigración o la comunidad cubana en el exterior. Armengol pocas veces se aparta completamente del canon periodístico que rige en la isla del doctor Castro, de sus lugares comunes y eufemismos interesados, y en esta piececita suya desgrana ese talante más propio de los tabloides Juventud Rebelde o Trabajadores. Tal vez se trate de imponer una concepción que pase sin resultar cuestionada, mediante la reiteración festinada en los medios en que escribe este señor.

Para los signatarios de la carta que Armengol denuesta en defensa de Barnet y del régimen de Castro, asegura el periodista, “el escritor debe ser excluido, sacado del juego”. Así, “el escritor”. “Debe ser excluido, sacado del juego”. Casi parece que copia un verso del poeta Heberto Padilla cuando escribió el libro por el que la tiranía castrista lo encarcelaría y obligaría mediante torturas a retractarse en público y denunciar a otros. Yo conocí a Padilla, llegué a tratarlo y estuvo a leer su poesía en mi casa. Con él conversé numerosas veces. Me hice de él como hombre una buena opinión que se corresponde con mi valoración del poeta. Era un hombre bueno, es decir, no era maligno como Barnet, por ejemplo. Pero aún si no lo hubiera sido, aún si se tratara del peor de los hombres, someterlo a torturas que no pueden soportarse y acaban con la voluntad de cualquiera lo habría vuelto a mis ojos mejor que cualquiera de esos otros que como el asesino guerrillero argentino, o los Castro predican el odio a cualquier costo en nombre de la revolución. ¿Quién habla, señor Armengol de sacar a los escritores de circulación? Yo no. ¿Cómo íbamos los escritores y artistas del exilio a buscar la perdición para otros escritores, o para un cubano cualquiera? Miente y distorsiona Armengol como de costumbre mientras luce su armadura de caballerete entre Sancho y don Quijote. No sé quién pueda ser José Manuel Prieto, presunto prologuista de Barnet, ni me interesa averiguarlo. Cid Arme rompe lanzas también por él contra “la presunta chusma diligente”.

Y concluye poco más o menos el fatigoso escritorzuelo su trabajo afirmando que “resulta asombroso que unos cuantos escritores y artistas…”  En fin, que pese a lo que dijo o quiso decir antes, se trata al fin y al cabo no sólo de “la chusma diligente” o será que todos somos esa misma chusma lamentable, “no aprovechen el exilio para distanciarse de una valoración en que la política es la única guía, la cual por décadas imperó en Cuba”.  Observemos: el exilio es algo que como cualquier casaca o chaqueta se puede poner y sobre todo quitar y colgarse de una percha que olvidamos. La valoración política no debe ser “la única guía” de ese exilio. ¿Quién le dice que es la única? Mas, por qué no había de ser una de ellas cuando lo que nos coloca en el exilio es precisamente la tiranía, y hacer democracia es la manera que entendemos de dar por bien empleado el exilio. Y que no se nos pase por alto ese concesivo y engañoso “(…) que por décadas imperó en Cuba”, con lo que se da por zanjado el pasado y la opresión conocida por nosotros. ¿Qué le da derecho a pensar a este señor que cualquier derecho es suyo por antonomasia o con exclusividad? La estocada a fondo, que por suerte yerra, pero procede del brazo armado armengoloso categoriza: “ … un código que censuraba principalmente películas y libros, no por su falta de valores artísticos, sino porque se apartaban de un patrón cederista de fidelidad absoluta. Esa fidelidad sin Fidel es la que sigue operando en la mente de algunos exiliados”. Armengol dixit!

Dejaré sin glosar este último párrafo del artículo comentado por parecerme ocioso seguir empeñándome en una disección minuciosa de un cadáver que tras larga exposición apesta. Ojalá no falte entre los pacientes lectores quien esté dispuesto a asumir mi relevo en este empeño de exhumador, por más extenuante que se les antoje la tarea.

Rolando D. H. Morelli, Ph.D., es narrador, poeta y ensayista cubano exiliado. Co-fundador y director de las Ediciones La gota de agua. Reside en Philadelphia.

A mí me parece que ni el tal Armengol ni el tal Barnet se merecen ni el texto de Morelli ni la foto de Lago.

Como dijo Bette Davis, y después Elizabeth Taylor, en su interpretación de Virginia Woolf (Edward Albee), abriendo la puerta del “frigidaire”:

What a dump!

Puah!

(mío)