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viernes, 4 de febrero de 2011

LEYENDO EN WOOSTER (viernes, 4 de febrero de 2011) (around Egypt…)

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FALTA DE PAGO 003

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¡Por fin! Primera vez que leo sobre papel de prensa llamar a las cosas por su nombre (“revuelta” o “rebelión” por “revolución”). Y creo que uno de los mejores análisis que he leído sobre el conflicto actual y los posibles venideros.

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TRIBUNA: YASMINA KHADRA

No son revoluciones

Aunque los levantamientos en los países árabes tienen una misma motivación, sus regímenes son muy diferentes. Y falta una estrategia y cabecillas que sean catalizadores eficaces de esos movimientos

YASMINA KHADRA 04/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/opinion/revoluciones/elpepuopi/20110204elpepiopi_12/Tes

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Si los levantamientos que se encadenan en determinados países árabes tienen en común una misma motivación, a saber, la expresión ultrajada de un hartazgo y de una necesidad vital de emancipación y de libertad, los regímenes totalitarios contestados son muy diferentes los unos de los otros. En Yemen se trata de una dictadura estática, esclerotizada, sin proyecto real de sociedad y sin dinámica, basada exclusivamente en las alianzas tribales. Una dictadura virtual, sorda, opiácea, que ha instalado al pueblo en el estoicismo y la renuncia.

La noticia en otros webs

En la insurrección de 1988 en Argelia cometimos la torpeza de no contar con guías prevenidos

Túnez podría arreglárselas. En Egipto, se trata de las relaciones de fuerza de la región

En Túnez, el régimen, nacido a partir de una esperanza de renovación y de progreso, cayó en la trampa de una espantosa estrechez de miras que condujo a Ben Ali a perder de vista la oportunidad de poder inscribir su nombre con letras de oro en la historia de su país. Ben Ali era, sin duda alguna, el más convincente de los presidentes árabes. Disponía de un pueblo magnífico, instruido, moderno, emancipado y no violento. Su reino era pan bendito. Pero, al no hacer la gloria estremecerse más que a las almas que son dignas de ella (Gogol dixit), el soberano de Cartago optó por la depredación bulímica y por una represión policial que no tenían ninguna razón de ser. Privilegió el reino de sus allegados y de su familia política en detrimento de su propio reino y acabó por verse superado por el giro de los acontecimientos. Podríamos decir que la dictadura de Túnez era sobre todo un poder crapuloso sobre el país, basado en el nepotismo, la corrupción y el tráfico de influencias.

En Egipto se trata de un régimen fantoche, deseado y alimentado por los intereses estadounidenses e israelíes. Considerado como la punta de lanza del mundo árabe, se ha convertido en su eslabón débil. Su incondicional alianza con los norteamericanos ha perjudicado mucho al destino de Palestina y dispersado considerablemente a la unidad árabe. Al concentrar en su seno a las principales instituciones árabe-africanas (políticas, económicas, culturales y deportivas), Occidente ha hecho de él su único interlocutor y su principal peón en la región. Valiéndose de ese privilegio, el régimen de Mubarak trocó deliberadamente su estatuto de hermano mayor por el poco brillante papel de cómplice y de traidor, actitud que el pueblo egipcio, considerado como el más intelectualizado del mundo árabe, no ha acabado de digerir. En la dictadura egipcia se da el ejercicio flagrante de una creciente injerencia de los intereses geoestratégicos occidentales, en particular los de Estados Unidos e Israel. Su vocación consiste esencialmente en amordazar el orgullo y la dignidad nacionales en beneficio de ambiciones vampirizantes exteriores.

Los levantamientos que tienen lugar en esos tres países responden también a una urgencia capital. En Yemen, como en Túnez y en Egipto, los pueblos reclaman la libertad, el honor y la posibilidad de acceder a una vida decente. Los regímenes denostados han sido, para nuestros pueblos, la causa principal del marasmo y de la descomposición socioeconómica que nos deniegan el derecho a poder ascender en el concierto de las naciones. Pero de ningún modo se trata de revoluciones. Se trata de una reacción espontánea, incoherente y sin orientación precisa, cuyo objetivo es el de expulsar al tirano sin prever ni preocuparse por lo que vendrá después. Una revolución es un acto pensado, maduramente articulado en torno a una hoja de ruta, de una estrategia, y conducido por actores identificados y determinados. No vemos a cabecillas titulares designados en las calles de El Cairo, de Túnez o de Adén. Privados de catalizadores eficaces, estos vastos movimientos de protesta van a tener que seguir hasta el final y desbaratar todos los ardides que los Gobiernos amenazados van a multiplicar para cambiar la situación a su favor. Nos hallamos ante la duda sideral, de ahí que se haga imperativo el recurso inmediato a conciencias intelectuales o políticas capaces de encarnar la cólera popular y la saludable alternancia exigida por el pueblo. Sería desastroso seguir sitiando las plazas públicas sin erigir en ellas tribunas y sin hallar para ellas una voz fuerte y creíble que desbanque los discursos falaces y las llamadas a la calma de los regímenes acorralados. Como sería desastroso aceptar un compromiso, que, con toda evidencia, no sería sino una trampa inesperada y una tentativa de ganar tiempo para los Mubarak y sus esbirros. Cometimos esa torpeza en Argelia con ocasión de la formidable insurrección de octubre de 1988. Al no contar con guías prevenidos que nos evitaran las trampas de la recuperación y nos precavieran de los fallos de nuestra inadvertencia, aplaudimos la proclamación de la democracia y del multipartidismo para desengañarnos algunos años más tarde bajo el tsunami islamista. No quisiera que esta catástrofe se operara en Túnez y en Egipto. Esa es la razón por la que resulta de extrema importancia, para esos dos países, escoger a hombres y mujeres aguerridos, vigilantes y dispuestos a erradicar toda traza de los antiguos aparatos represivos del Estado y a impedir las tentativas de instrumentalización y desviación ideológicas que reducirían a cenizas la instauración de una auténtica democracia laica y republicana.

Sin embargo, si el caso tunecino suscita la simpatía de Occidente, el de Egipto le quita el sueño. Porque en Egipto no se trata del porvenir del pueblo egipcio, sino de una nueva configuración de las relaciones de fuerza en la región. Si el régimen de Mubarak se hundiera, la "paz" de Oriente Próximo ya no estaría garantizada. Entendiendo por "paz" la estabilidad de Israel y su impunidad. Estados Unidos va a emplear todo su peso para mantener el régimen, a riesgo de sacrificar a Mubarak. Y los egipcios están viviendo las horas más peligrosas de su historia republicana. O aceptar la "transición" o la guerra civil. Personalmente, no soy nada optimista. Cada día que pasa lo hace en beneficio del régimen, que ha elegido la guerra de desgaste. Ya no es la calle la que gestiona el asedio. La economía está parada, la gente no percibe sus salarios y los estómagos empiezan a acusar el hambre. El régimen lo sabe y va a tratar de prolongar las manifestaciones pacíficas para volver a desplegarse, restablecer sus redes de propaganda y de disuasión y sembrar la duda en los ánimos. En el momento en que escribo, Mubarak habría confiado ya el destino de Egipto a los expertos del Pentágono. Esa "transición" que reclama Washington es la trampa mortal que destruirá toda oportunidad de recuperar su honor y su salvación al pueblo egipcio.

Hay dos preguntas que hacerse:

1. ¿Podrían extenderse estos levantamientos a Libia, Argelia, Marruecos y Jordania? Para Libia, la cuestión ni se plantea. Para los libios, Gadafi no es un dictador sino un líder iluminado. Tardaremos en ver sumidas en la cólera a las calles de Trípoli. Respecto a los otros tres países, a pesar de la corrupción generalizada, el desempleo, el empobrecimiento galopante y la falta de perspectivas para la juventud y los nuevos diplomados, no habrá insurrecciones en ellos. Los Gobiernos actuales prometerán la introducción de vastas y urgentes reformas para satisfacer las reivindicaciones de sus pueblos y seguirán sin comprender que es la alternancia lo que la nación exige. El brazo de hierro será flexible, pero nadie podrá prever la reacción popular a corto plazo. Una cosa es cierta, gracias a lo que ocurre en Túnez y en Egipto, los pueblos saben ya dónde están sus verdaderas fuerzas. Nada será ya como antes.

2. ¿Van a cambiar algo estos levantamientos? En Yemen, nada concluyente. Al régimen le bastaría con hacer algunas concesiones para dispersar a las multitudes. Las alianzas tribales están demasiado corrompidas como para renunciar a sus conquistas en beneficio de sus comunidades. Túnez podría arreglárselas. Tiene bazas reales de salir bien parado de la transición, pero los excluidos del aparato del poder no renunciarán a su parte del pastel. En cuanto a Egipto, se velan las armas, o, por seguir con la tradición musulmana, es "la noche de la duda". Se juega todo a una carta. Y todo lleva a creer que se va a armar una buena. Los envites geoestratégicos son de tal calibre que gustosamente aceptarían el sacrificio de algunas decenas de miles de muertos.

Yasmina Khadra es escritor argelino. Traducción de Juan Ramón Azaola.

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De tenebrosa me parece la calificación de Jamenei y del presidente iraní de impronunciable nombre definiendo estos hechos como “el despertar del mundo islámico”. Alah aqbar (الله أكبر) esperemos que también muestre un poquito de su grandeza para nosotros, “los infieles”.

miércoles, 23 de junio de 2010

¡Ay, Carmela!

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Un amigo aquí en Madrid se lee todo, absolutamente todo lo que se publica en relación con esas monsergas políticoides cada vez más enrevesadas y, al mismo tiempo, más claras y evidentes. Siempre me aconseja hacer lo mismo, pero confieso que me cuesta mucho trabajo “dispararme a bocajarro” esa metralla --¡Ay, Carmela!

El País hoy se viste de largo para exhibir en su “La Cuarta Página” un panfleto escrito por Carmelo Mesa-Lago, catedrático cubano de Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, United States of America.

¿Cómo puedo seguir leyendo cuando este señor presenta avales de haber sido uno de los dialogueros en aquellas conversaciones entre “personalidades distinguidas de la comunidad cubana en el exterior” (la definición fue la estatal cubana, por supuesto) y la dictadura cubana, y que dio paso a toda la debacle que vino después y que yo viví en primera persona, como un inmundo gusano más, hasta cuajar en la toma de la Embajada del Perú y el éxodo del Mariel (nada es espontáneo en Cuba)? Según sus fechas, sitúa el principio de esos coloquios en 1978. Supongo que el plan subrepticio comienza mucho antes.

Ya me parece inaudito lo que está sucediendo, y conste que no me sorprendo fácilmente pues viajo siempre con una mosca constante y machadiana danzando en el pabellón de mi oreja.

Primero comenzamos con el aval de la UNEAC. No sólo no les bastó con optar a los premiecitos con loas a los CDRs, sino que eso, según lo que ya todo el mundo da por admitido, es que fue como una especie de diplomatura, un subrayado de calidad literaria cuando por entonces lo que menos importaba era el talento del escribiente. No sé en qué tiempo, posterior a 1982, comenzaría a ser tomado en cuenta el talento aludido, y dudo mucho que en todos los casos tenga que darse por sentado esa cualidad.

Están los asilados que han representado algo en La Revolución, que de repente dicen “¡Oh, me he equivocado: esto no era lo que yo pensaba!” y se quedan por cualquier parte: Madrid, París, Viena, Stokolmo, Grenoble, Mozambique o La Cochinchina, para ir a parar indefectiblemente a un master degree y un Ph. D. en alguna universidad norteamericana.

Luego están los ex guardaespaldas. Si le has cubierto las espaldas a matones asquerosos como Fidel y Raúl hacia abajo, se supone que puedes ser también bueno cuidando el trasero de David Beckam o Anita Obregón, aunque al final termines largando todo lo encubierto por un puñado de monedas.

O el aval de ser descendiente o familiar de. Estamos a un paso de que el hecho de haber pertenecido al Partido Comunista Cubano o a los paredones de fusilamiento o a los condecorados con honores por sus servicios al Departamento de Seguridad del Estado, pase a ser un respetable y muy considerable punto en el curriculum vitae de la infamia.

¿Adónde lleva esta carrera? ¿Esta absoluta confusión y trasiego de valores inexistentes?

A mí todo esto me resulta sumamente familiar a lo que ha venido sucediendo con ETA en España, desde más atrás del gobierno de Zapatero, pero especialmente en el suyo, y actualmente, aunque la compostura de lo políticamente correcto tienda sobre la realidad su manto de pudor.

© David Lago González, 2010.

lunes, 5 de abril de 2010

JORGE SEMPRÚN - Mi último viaje a Buchenwald (publicado en La Cuarta Página, El País, lunes 5 de abril de 2010)

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Andrei Tarkovsky - film still from Stalker, 1979

(Andrei Tarkovsky - film still from Stalker, 1979)

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TRIBUNA: JORGE SEMPRÚN

Mi último viaje a Buchenwald

Los escritores son los únicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. En ese campo de concentración, que fue nazi y después estalinista, pueden encontrarse las raíces de la construcción de Europa

JORGE SEMPRÚN 05/04/2010

http://www.elpais.com/articulo/opinion/ultimo/viaje/Buchenwald/elpepiopi/20100405elpepiopi_15/Tes

Ya no se trata de luchar contra los totalitarismos, dice Magris, sino combatir los particularismos

Cuando todos los testigos hayan desaparecido, permanecerá todavía viva la memoria judía

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En un magnífico artículo, Catherine Herszberg evocó hace poco (Libération, 13 de febrero) una visita a Auschwitz, con ocasión del 65º aniversario del descubrimiento del campo por parte del Ejército Rojo. Acompañó allí a una vieja familiar, antigua deportada. Y su relato -lleno de ironía corrosiva, una mirada precisa y una emoción contenida- confirma con brillantez una idea que comparto desde hace años: la escritura y los escritores son los únicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. Si no, si los escritores no se apoderan de esa memoria de los campos de concentración, si no la hacen revivir y sobrevivir mediante su imaginación creadora, se apagará con los últimos testigos, dejará de ser un recuerdo en carne y hueso de la experiencia de la muerte.

El texto de Catherine Herszberg se titulaba precisamente, de forma premonitoria, Los funerales de la memoria.

Sin embargo, pese a la pertinencia entristecida de ese relato, pese a su análisis lúcido y desengañado de las trampas, las dificultades y los errores inevitables de las conmemoraciones oficiales, el 11 de abril estaré en Buchenwald, en la explanada en la que se pasaba lista a los prisioneros, para tomar la palabra durante la ceremonia conmemorativa de la liberación del campo por parte de los soldados estadounidenses del Tercer Ejército del general Patton. He aceptado la invitación que me han hecho la ministra-presidenta del Gobierno de Turingia, Christine Lieberknecht, y el director del Monumento de Buchenwald-Dora, mi amigo el profesor Volkhard Knigge.

¿Por qué lo he hecho, por qué motivos?

Por una razón principal, de la que derivan todas las demás, que son complementarias: porque es la última vez. Quiero decir, desde luego, la última vez para mí. Dentro de cinco años (las conmemoraciones oficiales, probablemente para subrayar su solemnidad, se celebran con un ritmo quinquenal), en el 70º aniversario del descubrimiento y la liberación de los campos, yo ya no estaré.

Por última vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aquí, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su grisácea insipidez -que en este caso concreto son la misma cosa-, por última vez, diré lo que creo que tengo que decir.

¡Se comprenderá que no quiera perderme semejante ocasión!

En primer lugar, la explanada de Buchenwald, bajo el viento glacial del Ettersberg -un viento de una eternidad mortífera, que sopla sin cesar, incluso en primavera-, es un lugar idóneo para hablar de Europa. Porque Buchenwald fue un campo nazi hasta abril de 1945. Los últimos deportados, partisanos yugoslavos, salieron de él en junio de ese año.

Ahora bien, el campo volvió a abrirse en septiembre con el nombre de Speziallager n° 2, campo especial número 2 de la policía soviética en la zona de ocupación rusa.

Fue en 1950, tras la creación de la República Democrática Alemana (RDA), cuando el campo se cerró y se transformó en lugar para el recuerdo. Pero hubo que esperar a 1989, a la caída del Muro de Berlín y el imperio soviético y la reunificación democrática de Alemania, para que Buchenwald pudiera asumir sus dos memorias, su doble pasado de campo de concentración sucesivamente nazi y estalinista.

Es, por tanto, un lugar ideal, único, para reflexionar sobre Europa, para meditar sobre su origen y sus valores. Para recordar a los jóvenes visitantes -miles cada año-, a los estudiantes del mundo entero que hacen allí cursillos de historia, que las raíces de Europa pueden encontrarse en ese lugar, en las huellas materiales del nazismo y el estalinismo, contra las cuales, precisamente, se inició la aventura de la construcción europea. Unas huellas visibles a simple vista: en lo alto de la colina, la chimenea achaparrada del crematorio, apagada para siempre, recuerda a las decenas de miles de muertos del campo nazi, a quienes encontraron su tumba en las nubes, como escribió Paul Celan. Al pie del Ettersberg, en cambio, en los límites del antiguo campo de cuarentena, un joven bosque plantado por las autoridades de la RDA oculta las fosas comunes en las que están sepultados, en desorden, anónimos, los miles de cadáveres del campo estalinista.

Es un lugar ideal, la explanada de Buchenwald, para recordar el origen de Europa, pero también para pensar en su futuro, en este momento de crisis, involución, falta de aliento y empuje. Un momento en el que viene a la memoria la frase de Edmund Husserl, pronunciada en Viena en 1935, en pleno apogeo de los totalitarismos: "El mayor peligro para Europa es el cansancio".

Hoy, para emplear las palabras del gran escritor europeo Claudio Magris, lo fundamental ya no es luchar contra los totalitarismos, sino combatir los particularismos, convertir esta problemática suma de 27 países libres en una estructura multiforme y orgánica con una misma razón democrática.

Por otra parte, parece que este año participarán en las ceremonias de conmemoración veteranos estadounidenses del Tercer Ejército de Patton. Una ocasión perfecta para recordar el papel decisivo que desempeñaron en la liberación del campo los soldados afroamericanos de los batallones de choque, los jóvenes soldados hispanos del sur de Estados Unidos, con un habla castellana fluida y melodiosa, los hijos de los granjeros de la Norteamérica profunda que descubrieron, en aquella guerra justa y terrible, los valores universales de su democracia. El 11 de abril de 1945, mientras las vanguardias acorazadas de Patton, después de vencer y dispersar a la guarnición de Buchenwald y los hombres de la división SS Totenkopf, atacaban con éxito Weimar -rodeando el campo propiamente dicho, al que los estadounidenses no volvieron hasta 24 horas más tarde-, un jeep del ejército se presentó en la inmensa entrada del recinto.

Un jeep solitario en el estrépito de la batalla. Dos hombres de uniforme. Uno de ellos era civil, quizá periodista. El otro era un oficial, primer teniente. Pero lo importante no es eso. Lo importante son sus nombres. El civil se llamaba Egon W. Fleck, el oficial, Edward A. Tenenbaum. Decid estos nombres en voz alta y contened vuestras risas, contened vuestras lágrimas. Dos judíos norteamericanos fueron los primeros en franquear la entrada al campo de Buchenwald, acogidos como vencedores por los hombres en armas de la resistencia antifascista.

En los archivos estadounidenses puede verse el informe preliminar sobre Buchenwald que redactaron Fleck y Tenenbaum el 24 de abril de 1945 para sus superiores militares. Todavía se sienten su sorpresa, su trastorno y su emoción, tanto tiempo después. Pero esta increíble ironía de la Historia, esta burla ontológica que significa la presencia de Fleck y Tenenbaum (judíos americanos, pero de origen alemán bastante reciente; la prueba está en su informe preliminar, redactado en inglés pero en el que emplean la palabra alemana panzerfaust para referirse al bazuca, el arma individual anticarros) en la puerta de Buchenwald, esta maravillosa casualidad, nos remite a una verdad indiscutible.

Cuando todos los testigos -deportados y resistentes- hayan desaparecido, pronto, de aquí a unos años, permanecerá todavía una memoria viva, personal, de la experiencia de los campos de concentración, una memoria que nos sobrevivirá, que es la memoria judía. El último que recordará, mucho después de nuestra muerte, será uno de esos niños judíos que vimos llegar a Buchenwald en febrero de 1945, evacuados de Auschwitz, después de haber sobrevivido milagrosamente al frío, el hambre, el viaje interminable en vagones de mercancías, con frecuencia a la intemperie, para dar testimonio en nombre de todos los desaparecidos, los náufragos y los escapados, los judíos y los goyim (los no judíos), las mujeres y los hombres. ¡Larga vida al tornasol judío que refleja toda nuestra muerte!

Jorge Semprún es ex ministro de Cultura. Perteneció a la resistencia comunista y fue deportado de Francia a Buchenwald en 1943. © Le Monde, 2010. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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NOTA DEL BLOGGER: Cuando el talento y el sufrimiento coinciden, el resultado es una sola palabra contundente y explosiva que contiene a todas las demás palabras del universo.

Verdaderamente, como dice aquí Jorge Semprún, si del hecho de escribir se desprende una misión social, es la de ser constancia viva del tiempo del escritor e incluso superarlo para convertirse en advertencia contra el olvido. No es regodearse en el pasado: es alertar sobre el peligro de que un hecho lamentable del pasado se regenere y adquiera nuevas formas para hacerse presente en el futuro. Y es doloroso que estas voces sean tan pocas y aisladas.

La coincidencia formalmente antagónica pero íntimamente semejante que se describe en este magistral artículo va desde el amplísimo escenario europeo a cualquier particularismo del mundo occidental contemporáneo que ha derivado de malgastar la vida tirando de los dos extremos de una misma cuerda atada a una misma razón o sinrazón. ¡Con cuánta facilidad, y con cuánto espanto, el hombre se equivoca cuando piensa alto, por encima de su pobre e insignificante cabeza!

Desde el ostracismo y la oscuridad del cajón de mi mesa, le digo simplemente:

¡gracias, Sr. Semprúm!

© 2010 David Lago González

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