Mostrando entradas con la etiqueta Revueltas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Revueltas. Mostrar todas las entradas

viernes, 11 de marzo de 2011

La suerte de los malos (SHAME ON YOU, EUROPE! 3)

.

Stela of the lector priest of Amun Siamun and his mother the chantress Amenhotep ca. 1420 B.C.

(Stela of the lector priest of Amun Siamun and his mother the chantress Amenhotep ca. 1420 B.C.)

.

.

La suerte de los malos

Dícese que mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Yo me iría más al extremo y enmendaría el refrán por “mejor lo pésimo conocido que lo malo por conocer”, y tanto “pésimo” como “malo” pueden, a su vez, ser cambiadas por una numerosa batería de posibilidades --no me digan que ya no estoy aprendiendo a expresarme como los gobiernos… ¿eh?— La baronesa Ashton esgrime que deben actuar como UE (UE significa Unión Europea, pero perfectamente también puede interpretarse como “Únete y Escapa”); a la ONU ni nombrarla siquiera. ¿Para qué existe? ¿Sólo era para la guerra de Irak? ¿Cabe, a todas estas organizaciones internacionales, algún crédito perdido, alguna moral rescatable? La decisión de Sarkozy y Cameron de reconocer a los rebeldes libios y deslegitimar al revolucionario criminal (o viceversa) Muammar al Gaddafi, obviamente tardía, ya al menos es algo, aunque no les exonera de haber sido sus compañeros de jaima. Zapatero busca “legitimidad”. Da risa. Todos dan mucha risa. Mientras tanto, Gaddafi ataca y se recobra. Ahora se dice que bajo su colchón tiene toneladas de dólares –ay, son tan elementales los nativos españoles que hasta pueden llegar a imaginarse al asesino sacándose un pañuelito atado de entre las tetas… ¿En qué quedaron las confiscaciones o congelaciones de la neutral Suiza, de pronto aquejada de un virus letal de buena moral?

Y ya por último, con Los Malos siempre aparece algo que de pronto les salva del juicio: la búsqueda de una exoneración de culpabilidad (que es lo que expende la ONU a manera de mandatos) amenaza con convertirse en más lenta que la justicia española; o de pronto, una desgracia natural que casi barre Japón y borra como un tsunami (palabrita que como “hoja de ruta”, ha devenido en parte del diccionario de esquemas, frases hechas y palabras dadas) lo que parecía una revancha plenamente justificada.

Mi libertad de no ser nadie me vuelve a dar la posibilidad de repetir algo que escribí hace pocos días: están esperando que, después de los ríos de sangre, todo vuelva a ser como antes y no pare de correr el otro río negro del que todos estamos colgados como de una droga dura por la cual mentimos, matamos, olvidamos, obviamos, y estamos dispuestos –ya ni siquiera de forma consciente— a hacer cualquiera otra cosa, inclusive protestar enérgicamente.

© 2010 David Lago González

miércoles, 9 de marzo de 2011

SCHLOMO BEN AMI - Salvando la revolución egipcia

.

 

.

SHLOMO BEN AMI

Salvando la revolución egipcia

SHLOMO BEN AMI 09/03/2011

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Salvando/revolucion/egipcia/elpepuopi/20110309elpepiopi_4/Tes

.

Las revoluciones a lo largo de la historia demostraron devorarse a sus hijos. Sus resultados fatales rara vez son congruentes con las intenciones de quienes las impulsaron. Con demasiada frecuencia, las revoluciones son apropiadas por una segunda ola, ya sea más conservadora o más radical de lo que contemplaron en un principio los iniciadores del cambio.

Para mantener la amistad de Egipto con Occidente habrá que limitar el papel político del Ejército

Lo que comenzó en Francia en 1789 como un levantamiento de las clases medias en alianza con los sans culottes terminó con el retorno de la monarquía en la forma de la dictadura de Napoleón. Más recientemente, la primera ola de la revolución iraní, bajo la presidencia de Abolhassan Banisadr, de ninguna manera era exclusivamente islamista; la segunda ola, liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, lo fue.

El interrogante para Egipto es si la agenda de una democracia verdaderamente pluralista -proclamada por los manifestantes jóvenes de vanguardia en la plaza Tahrir, la generación Facebook y Twitter que admirablemente se vale por sí misma- puede prevalecer frente a las fuerzas resistentes del pasado. De hecho, según una encuesta del Pew Research Center, solo el 5,5% de la gente tiene acceso a Facebook, mientras que el 95% quiere que el islam juegue un papel esencial en la política, el 80% cree que los adúlteros deben ser apedreados, el 45% son prácticamente analfabetos y el 40% vive con menos de dos dólares al día.

En términos ideales, el nuevo orden democrático debería basarse en una plataforma común adoptada por las fuerzas de cambio, tanto seculares como islámicas, y en un pacto de transición entre estas fuerzas y aquellas que representan el viejo sistema, primero y principal de todos, el Ejército. De hecho, una de las características curiosas de la revolución egipcia es que ahora opera bajo la exclusiva protección de un Ejército conservador.

Las verdaderas revoluciones ocurren solo cuando el viejo sistema represivo es minuciosamente desmantelado y purgado. Pero la revolución de Egipto es una revolución cuya etapa inicial terminó con el poder plenamente en manos del aparato represivo del antiguo régimen. El riesgo es que los lazos fraternales entre el Ejército -no exactamente inocente de las prácticas represivas del régimen de Mubarak- y los manifestantes puedan tener corta vida.

Hasta ahora, el Ejército solo ha accedido a una de las demandas centrales de los manifestantes -deshacerse de Mubarak-. No respaldó la amplia gama de demandas liberales manifestadas por los revolucionarios de la plaza Tahrir.

Podría decirse que el Ejército aceptó la demanda de los manifestantes de derrocar a Mubarak como la mejor manera de evitar que se instalara una república dinástica bajo el mando del hijo de Mubarak, Gamal. Las masas reclamaban una revolu-ción, mientras que el Ejército llevó a cabo su propio golpe de Estado con la esperanza de salvar lo que es esencial en el sistema sacrificando al mismo tiempo al hombre que lo encarnaba.

La tentación del Ejército de limitar el cambio refleja el perfil conservador de su jerarquía, los privilegios extraordinarios de los que goza y los intereses económicos con los cuales ha estado asociado. Egipto estuvo gobernado como un Estado policial y, con un aparato de seguridad gigantesco y omnipresente, el Ejército podría verse tentado de asumir el rol de guardián del orden y la estabilidad si la democracia terminara resultando demasiado caótica. Afortunadamente, la capacidad del Ejército egipcio para impedir el cambio es limitada. Un Ejército proclive a Occidente, financiado y entrenado por Estados Unidos, no puede permitirse la libertad de disparar a manifestantes pacíficos. De hecho, limitar el papel político del Ejército seguramente será una condición fundamental para mantener las relaciones amistosas de Egipto con Occidente. Un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y un mejor acceso a los mercados de la UE podrían ser fuertes incentivos que Occidente puede ofrecer a la joven democracia de Egipto.

De manera que, no importa lo condicionado que pueda estar el Ejército egipcio por su visión del mundo y sus intereses creados, no tiene otra opción que facilitar el proceso de democratización. Sin embargo, debería aceptar que ninguna democracia árabe que se precie de tal podría negarse a abrirle las puertas electorales al islam político.

Por cierto, la tarea tremendamente histórica de Egipto hoy consiste en rechazar el antiguo paradigma según el cual la única elección del mundo árabe es entre la autocracia secular y represiva o la teocracia oscurantista y represiva. Pero el régimen que surja está obligado a estar más en sintonía con las condiciones locales, y por ende con el papel vital de la religión en el tejido social.

Una democracia que excluya a la religión de la vida pública por completo, al estilo de Francia, no puede funcionar en Egipto.

Después de todo, una democracia de esas características no funciona en Israel, ni siquiera en Estados Unidos, un país al que G. K. Chesterton describió como poseedor del "alma de una iglesia". Construir un Estado secular moderno para un pueblo devoto es el principal desafío de Egipto.

Dicho esto, un escenario en el que la Hermandad Musulmana usurpe la revolución no parece plausible, aunque más no sea porque esto podría llevar a otro hombre fuerte a caballo a asumir el mando. Aunque todavía inspirada por conservadores incondicionalmente antioccidentales que creen que el "estandarte de la yihad" no debería abandonarse, la Hermandad hoy no es la organización incondicionalmente yihadista que el régimen de Mubarak le mostraba a Occidente. Desde hace mucho tiempo que repudia su pasado violento y demuestra un interés por la participación política pacífica.

La tensa relación entre los regímenes árabes y el islam político no es necesariamente obligada. Es en este contexto que el frustrado "acuerdo de la Meca" palestino entre lo religioso (Hamás) y lo secular (Fatah) para formar un Gobierno de unidad nacional para Palestina podría haber establecido un nuevo paradigma para el futuro del cambio de régimen en el mundo árabe. Estos acuerdos pueden ser la única manera de frenar la caída en una guerra civil, y posiblemente invitar a los islamistas a sellar un acuerdo con Israel y un acercamiento con Occidente.

© Project Syndicate, 2011.

Shlomo Ben Ami, exministro israelí de Asuntos Exteriores, es en la actualidad vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz.

lunes, 7 de marzo de 2011

Los domingos -SHAME ON YOU, EUROPE (2)

.

MADRID_Lavapies 117 (3)

.

LOS DOMINGOS

 

LOS DOMINGOS, cuando luce el sol, me gusta irme a una taberna del barrio de Lavapiés (exactamente en la convergencia de las calles de Lavapiés y de Caravaca), donde por 8 euros se puede comer muy decentemente. Lo pidas o no, lo primero que te ponen es un plato de ensalada muy ricamente aliñada, y luego lo que tú quieras. Ayer me tomé unas lentejas y, de segundo, croquetas caseras; y te ponen media botella de vino o una entera a beber a discreción, pero no esa cosa miserable de servir una copa, lo que inmediatamente, sólo por llevar la contrario, a mí me dan deseos de beberme la botella completa. De postre, unas natillas [y como hay ciertas costumbres a las que no quiero renunciar –aunque la gente piense que estoy loco (cosa que es un poco verdad)--, le echo un poquito de sal a las natillas y las revuelvo (esta es una costumbre específicamente “camagüeyana”: se hervía la leche con una pizca de sal para darle “más cuerpo”; no acostumbran hacer lo mismo en el occidente de la isla porque mi madre nació en la provincia de Matanzas y era criticada –sanamente… no se me sulfuren los muertos-- por sus hermanas por haber adquirido “odiosas manías camagüeyanas”)].

En fin, allí terminé de leerme El País. Buen artículo –como suele ser— el de Moisés Naím(http://www.elpais.com/articulo/internacional/Muamar/Hugo/Dani/elpepuint/20110306elpepiint_9/Tes), que ya Zoé Valdés referencia en su blog. Y así también me leí los dos de Bernard Henry-Lévi, que en uno de ellos se preguntaba por qué el mundo no acababa de dar reconocimiento moral a los rebeldes libios como legítima fuerza potencial política en vez de continuar validando a Muammar al Gadafi en su puesto de jefe de estado. Ayer pensé por qué, pero ahora acabo de leer (en El País virtual) que Francia e Inglaterra consideran reconocer diplomáticamente a los rebeldes. Al mismo tiempo, el revolucionario y ahora --¡oh sorpresa, sorpresa!— asesino, loco y criminal Gadafi, parece que recobra poder y fuerza gracias a sus bombardeos y su ejército de mercenarios. Y ayer pensé por qué, y pensé PORQUE ESTÁN ESPERANDO POR SI GADDAFI VUELVE A RECUPERAR EL PODER total DE LIBIA, LOS POZOS DE PETRÓLEO, EL GAS y todas las corrupciones y sucios billetes que tanto gustan a todos, para no tener que enfrentarse al hecho de tener dos mandos de poder reconocidos, lo que los haría asumir obligatoriamente una nueva decisión vergonzosa: devolver el reconocimiento global al revolucionario de antes ante los revolucionarios de ahora. Ya se sabe: más vale malo conocido que bueno por conocer, y en definitiva los muertos y los que huyen van a ser siempre los primeros en ser olvidados.

5049731269_406c4df9eb_b

At last again, SHAME ON YOU, EUROPE!

 

© 2011 David Lago González

domingo, 27 de febrero de 2011

¿Qué va a pasar?

.

King Of The Black Isles ~ Maxfield Parrish

King Of The Black Isles ~ Maxfield Parrish

.

 

Como decía anteriormente en un brief-post antes de irme a comer, El País de hoy (domingo, 27 de febrero de 2011) viene cargado. (Parece) Bastante completo en cuanto a información y a análisis de la situación del mundo árabe que, para nada, se circunscribe solamente a esas comunidades sino que afectan y de alguna manera tendrán (o deberían) que variar la forma de actuar de Occidente, no sólo frente a Oriente sino, sobre todo, ante sí mismo, tanto en lo externo como de forma mucho más importante y profunda, en lo interno. Si los árabes están dando estos pasos verdaderamente sísmicos para bien de ellos, la experiencia se constituye por sí misma en una llamada de atención a los occidentales que, de ninguna manera, debería caer en saco rato. Como simple observador a ras de suelo, mi escepticismo abarca a los dos bandos. Por una parte, los militares no han abandonado en lo absoluto su papel hegemónico; potencialmente, puede derivar en la repetición renovada de lo ya conocido, o puede complicarse de manera infinitamente proporcional a la locura si se conjuga con el tema “religión”. Que sigan pasando los días sin que se limpie de forma más contundente la basura heredada y se “civilice” lo militarizado, representa uno de los mayores peligros para que la posibilidad de que el fundamentalismo religioso musulmán o islamista –perdón si por mi parte no hay una precisión exacta al respecto— aproveche el vacío de poder.

Por otra parte, es evidente de que el mundo en general vuelve a dar un giro radical y las circunstancias reales imponen otro comportamiento en concordancia. En mi humilde opinión, considero que éste es un momento aún mucho más crucial que cuando se vino abajo el sistema comunista y el capitalismo (el capitalismo malo) se adueñó del vacío de poder para dar entrada a un liberalismo feroz. Ese error de cálculo, ese punto de la avaricia, continuando la marcha galopante de una euforia vana, han catapultado la crisis económica hasta presiones insoportables por parte de los cimientos de paja de estas “torres gemelas” que hincaban todopoderosas el cielo y se vinieron abajo en escasa media hora. Pieza de esos cimientos es el ser humano que habita esos ricos territorios que contienen la marcha del mundo en el subsuelo de palacios de encanto e inconcebibles escenarios de miseria. Otro elemento somos, en la versátil ribera occidental primer-mundista, las clases pobres y medias pero considerablemente más ricas en comparación con las de esas sociedades. Acepto indiscutiblemente que un grupo de personas debe ocuparse de que todo eso se coordine y marche en función de que las diferentes y numerosas partes interactúen aceptablemente y con la más ínfima y lejana perspectiva de roce, enfrentamientos e injusticias posibles. Acepto, por supuesto, que halla ricos y pobres.  Mas no se puede volver a la esclavitud ni al medioevo para unos sí y para otros no.  Quizás, sólo estoy hablando tonterías y, como apuntaba un verso de Alexander Blok, “el Universo es un lugar perdido”.

© 2011 David Lago González

-o-

MOISÉS NAÍM Ola de cambio en el mundo árabe - La diplomacia

Ni Facebook, ni Twitter:

son los fusiles

MOISÉS NAÍM 27/02/2011

(http://www.elpais.com/articulo/internacional/Facebook/Twitter/fusiles/elpepiopi/20110227elpepiint_6/Tes)

.

La de Túnez fue la Revolución de Wikileaks y la de Egipto fue la Revolución Facebook. Gracias a Wikileaks, los tunecinos conocieron el cable donde el embajador estadounidense revelaba la extraordinaria corrupción del dictador y su familia. En Egipto, fueron los jóvenes hartos de Hosni Mubarak y su régimen quienes se encontraron y organizaron a través de Internet. Facebook y Twitter hicieron posible que, por fin, el pueblo se lanzara a las calles. El resto es historia.

Quitar los privilegios al Ejército egipcio exigirá mucho más que el uso de las redes sociales

Pues no. Esta no fue ni es la historia. Esta incompleta visión de lo que allí sucedió no ayuda a entender la marea árabe y su posible evolución de aquí en adelante.

No hay duda de que las redes sociales, en especial Facebook y los mensajes a través de Twitter, o las filtraciones de Wikileaks, tienen algo que ver con los alzamientos populares en el mundo árabe. Algo. Pero explicar lo que sucedió en Túnez, Egipto o Libia primordialmente en términos del impacto que allí han tenido las nuevas tecnologías de información es una exageración.

Esta perspectiva no nos explica, por ejemplo, por qué Libia, un país con una bajísima penetración de Internet (cerca de 350.000 usuarios en una población de más de seis millones) o en Yemen, con índices aún más bajos, han sido de los países más sacudidos por las revueltas populares. Una de las sorpresas de las protestas callejeras en Egipto ha sido su diversidad social, religiosa, generacional y regional. Y aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet.

Claro que, una vez que surge un grupo de líderes coordinados por Internet y que logra movilizar a un número mayor de seguidores, muchos otros que comparten sus exigencias y deseos de cambio se les unen, habiéndose enterado a través de canales distintos a Internet. Aquí, la frase más importante es "que comparten sus exigencias y deseos de cambio". Es esta frustración generalizada, producto de décadas de malas políticas económicas, combinadas con vasta corrupción, creciente desigualdad y una amplia desesperanza, lo que crea la motivación para tomar las plazas. Y ver por televisión que en otros países esto da resultados y que el pueblo en la calle logra derrocar a un dictador que hasta hace poco era intocable también es una potente fuerza movilizadora. Y en esto los canales de noticias en árabe que llegan vía satélite han sido una fuerza mucho más poderosa que Internet.

Pero, quizás, lo más relevante es que la fascinación con el papel de las nuevas tecnologías en los cambios políticos en el mundo árabe ha opacado la importancia que en todo esto ha tenido una vieja tecnología: los fusiles. El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedo más opción que irse. Si bien inicialmente fueron los grupos en Facebook quienes convocaron a los egipcios a la plaza de Tahrir, fue el Ejército el que hizo posible que la plaza se transformara en el lugar donde las familias podían ir sin miedo a manifestar su repudio al régimen. Afortunadamente, los militares egipcios no tuvieron la propensión genocida de algunos de sus colegas libios. En Libia, las Fuerzas Armadas se han fragmentado y algunas unidades y los mercenarios de Gadafi han estado dispuestos a liquidar a sus opositores. Otros uniformados están luchando al lado del pueblo. Si los militares no se hubiesen dividido y todos hubiesen acatado las órdenes de Gadafi de "matar como ratas" a quienes protestan en las calles, el futuro del régimen libio no estaría en duda.

Como ya he escrito en otras columnas, al final los que definen cuándo y cómo muere una dictadura son los militares. ¿Y qué tiene que ver Internet con todo esto? Mucho menos de lo que estamos leyendo y oyendo en las noticias de estos días.

Reconocer esta realidad ayuda a vislumbrar mejor el futuro político de los países sacudidos por estas revueltas populares. En Egipto, por ejemplo, a menos que la presión popular continúe, obligando a las Fuerzas Armadas a aceptar reformas más profundas, la revolución solo habrá servido para reemplazar una pequeña élite corrupta por otra. Los militares egipcios son un importante factor económico y obtienen enormes beneficios de las malas políticas que tienen a miles de jóvenes egipcios sin empleo y sin futuro. Y quitar los privilegios al estamento castrense seguramente exigirá mucho más que montar una página en Facebook o denunciarlos en Twitter. mnaim@elpais.es

-o-

 

REPORTAJE: EL NEGOCIO DEL TIRANO

No era Saladino, era Nerón

Gadafi, por extraño que parezca ahora, fue un joven guapo y que se pretendía revolucionario

JAVIER VALENZUELA 27/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/era/Saladino/era/Neron/elpepusocdmg/20110227elpdmgrep_5/Tes

.

Este Nerón greñudo, de rostro acartonado y estrafalaria vestimenta que vocifera mientras acribilla a su pueblo quiso ser Saladino en su juventud. Lo fue, de hecho, por un tiempo en los más salvajes y húmedos sueños de algunos. Lo sé, resulta difícil de aceptar para los que no vivieron los años setenta y ochenta del pasado siglo, para los que tan solo lo han seguido en los últimos tres o cuatro lustros. Pero, créanme, Gadafi fue guapo en su juventud y no iba de tirano, sino de revolucionario. ¿Como Fidel Castro? Algo así.

"Vestía uniformes de jefe de pista de circo austrohúngaro y andaba protegido por una guardia de amazonas vírgenes..."

Beduino, hijo de un pastor de camellos, Gadafi fue uno de los jóvenes oficiales -tenía 27 años- que en 1969 derrocaron al reyezuelo Idris Senussi, para el que, tras la II Guerra Mundial, las potencias anglosajonas habían creado un país llamado Libia en un territorio que había sido colonia de Italia y, antes, tres provincias del imperio otomano. Como tantos árabes de la época, Gadafi estaba fascinado por el panarabismo del egipcio Nasser, quien, desde Radio El Cairo, predicaba la unidad sustancial de los pueblos que van del Atlántico al golfo Pérsico. Una unidad que proponía cimentar no solo en la lengua, la cultura y la historia comunes, sino en un modelo laicista, socializante y antiimperialista.

En 1969, Nasser ya era un caudillo avergonzado por su derrota militar frente a Israel dos años antes y que se moría a chorros de tristeza. Cuentan que cuando conoció en persona al nuevo caudillo libio, Nasser dijo que le había parecido "escandalosamente puro e inocente".

El rais egipcio falleció en 1970, los árabes fueron vencidos de nuevo por Israel en 1973 y Egipto terminó firmando la paz con el Estado judío. Ahí llegó el gran momento del militar beduino. En los setenta y ochenta, la Libia de Gadafi, siguiendo la senda de Nasser, firmó, sin materializar jamás, uniones con otros países árabes, incluido, pásmense, Marruecos. Se convirtió en portaestandarte de la idea de la aniquilación de Israel. Encabezó el embargo de petróleo a Occidente. Compró armas soviéticas. Acogió o financió a cualquier grupo guerrillero o terrorista que le presentara supuestas credenciales de izquierda: el palestino Abu Nidal, el venezolano Carlos, los irlandeses del IRA, el Frente Moro filipino, el Ejército Rojo japonés, la banda alemana Baader-Meinhof... Entretanto, los servicios secretos libios asesinaban por todo el mundo a cualquier opositor.

Gadafi se veía como un revolucionario con una visión cósmica. Se inventó el concepto de yamahiriya o república asamblearia de las masas. Y, cual Mao árabe, editó su Libro Verde, un revuelto indigerible de socialismo, panarabismo, populismo e islam, como base de una "tercera teoría mundial" alternativa al capitalismo y al comunismo. Todo pagado con el muchísimo dinero de los pozos de petróleo libios.

En 1986, por órdenes de Reagan, aviones estadounidenses bombardearon Libia con la intención de liquidar a Gadafi. No lo consiguieron, pero sí mataron a una hija adoptiva suya. En búsqueda de venganza, sus servicios secretos estuvieron detrás de los atentados contra un avión de Pan Am en Lockerbie, en 1988, y un avión francés de UTA sobre Níger, en 1989.

Vi a Gadafi a finales de los ochenta en Marraquech, Argel y Trípoli. Se tomaba por un nuevo Saladino capaz de reconquistar por las armas Palestina y alzar su estandarte en Jerusalén. Ya era un anacronismo incluso para la mayoría de los demás dirigentes árabes, incluido Arafat, que iban aceptando la imposibilidad de una victoria militar sobre un Israel protegido por Estados Unidos y el carácter inevitable del Estado judío. Gadafi cultivaba su estilo: llegaba tarde o no llegaba a las reuniones; levantaba el puño cada dos por tres; calzaba botas con tacones altísimos; vestía trajes seudobeduinos diseñados en Italia o uniformes de jefe de pista de circo austrohúngaro; transportaba camellas en su avión para beber su leche; andaba protegido por una guardia personal de amazonas vírgenes... Era un niño caprichoso, de reacciones imprevisibles. Una vez, se cubrió la mano derecha con un guante blanco para estrechar la de Hassan II sin que su carne tocara la de aquel monarca que había saludado a dirigentes israelíes.

El 2 de marzo de 1988, Gadafi habló ante una asamblea en Ras Lanuf: "Una pesadilla me acecha día y noche: no soy carcelero, me da pena que haya detenidos". El día siguiente, se subió a un bulldozer y embistió contra los muros del centro penitenciario de Trípoli. Por los agujeros así abiertos salieron decenas de estupefactos prisioneros. Muchos pensaron que solo hacía eso para seguir apareciendo en las televisiones occidentales.

Estuve en Trípoli en septiembre de 1989, en el vigésimo aniversario del derrocamiento del rey Idris. Ni tan siquiera en el Irak de Sadam me había sentido menos libre. Me "albergaron" en un viejo buque varado en los muelles y de donde solo podía salir escoltado para asistir a los actos de masas protagonizados por Gadafi: desfiles de hasta seis horas en los que sus amazonas ululaban al paso de las delegaciones y cuyo único interés eran los modelitos que lucía el caudillo. Solo puedo compartir lo escrito esta semana por el marroquí Tahar Ben Jelloun a propósito de una experiencia semejante en Trípoli: "Uno siente que ha llegado a un país imaginado por George Orwell y Franz Kafka juntos. Todo es fingido, absurdo y extraño".

En los noventa, decepcionado por sus "hermanos", Gadafi declaró que ya no se sentía árabe, sino africano. En 1999 celebró en Trípoli una cumbre extraordinaria de la Organización para la Unidad Africana (OUA), cuya principal novedad fue la presentación de un coche deportivo parecido al usado por Batman y fabricado en Libia, del que se afirmaba que no solo era el más rápido, sino también el más seguro del mundo. El propio Gadafi había dedicado muchas horas a colaborar en el diseño del llamado Cohete Libio.

El resto ya es más conocido: las sanciones económicas terminaron forzándole a entregar a agentes libios implicados en los atentados y a pagar indemnizaciones millonarias. A partir del 11-S comenzó su "rehabilitación" internacional. Se hizo socio en la "guerra contra el terror" de Bush, se abrazó con Blair, le regaló un caballo a Aznar, se hizo amigo de Berlusconi, plantó su jaima en Roma, Madrid y París, contrató a azafatas italianas para darles un curso sobre el Corán, denunció que enfermeras búlgaras al servicio del Mosad infectaban con el sida a los libios... Entretanto, bajo el manto del ominoso silencio impuesto por su régimen, crecía el descontento de una juventud libia que vivía en la estrechez económica y no podía ni respirar libremente. Esta semana, ante el estallido de la revolución popular, el narcisismo brutal y grotesco de Gadafi reveló su último personaje: Nerón.

viernes, 25 de febrero de 2011

CARLOS HERRERA - Desde Libia hasta Cuba

.

 

.

NOTA DEL BLOGGERDESDE LIBIA HASTA CUBA no es sólo espacio físico lo que media.  Es que, como bien dice Carlos Herrera hoy en ABC, no hay atisbo del más mínimo roce de parecido alguno.  Una cosa son los deseos y otra la realidad.

Por parte de los cubanos fuera de Las Islas Desafortunadas, verdaderamente me molesta que sólo invoquen las situaciones análogas o muy parecidas que se vienen sucediendo en las últimas semanas a lo largo del Mediterráneo árabe para extrapolarlas a la (I)rrealidad cubana.  Me parece, cuando menos, egoísta.

Y más cuento.  Otro cuento sobre otro cuento, tanto hablar de una disidencia –da igual que sea a través de Internet y con la santificación del Grupo Prisa y la progresía moderada, como la convencional y  (políticamente correcta) pacífica— cuando tanto la una como la otra tienen una proyección meramente externa, porque el 90% del cubano de a pie ni se entera ni le interesa, porque moralmente ese pueblo está tan enlodado y resignado y lobotomizado que a lo único que atisba es a conjugar el verbo “resoRveLLL” de mil maneras diferentes.

Y esto es lo que no quieren oír.  Todo parece indicar que La Disidencia Cubana lleva camino de convertirse en el primer renglón del Producto Exterior Bruto, pero bruto brutísimo.

Y quieran Dios y el el Diablo (en la Tierra del Sol) que me equivoque.

© 2011 David Lago González

 

Columnas / EL BURLADERO

Desde Libia hasta Cuba

Así como en Cuba sabemos qué podría haber después, en Libia no sabemos qué nos espera después del tipo con pinta de folclórico

CARLOS HERRERA

Día 25/02/2011

http://www.abc.es/20110225/opinion-colaboraciones/abcp-desde-libia-hasta-cuba-20110225.html

.

¿PUEDE, en un país como Cuba, sin ordenadores personales, sin Internet generalizado, sin redes sociales efectivas, extenderse una revuelta que ha afectado a dictaduras de trazo semejante, aunque menores, en el norte de África? Probablemente no. ¿Puede, no obstante, actuar como espoleta de la revuelta el hartazgo de una población depauperada, sin libertades esenciales, coincidiendo con el aniversario de la muerte en rebeldía de un disidente como Orlando Zapata? Ya tengo mis dudas. No debemos confundir deseos con realidad, ni pensar en lo que nosotros haríamos si estuviéramos allí: a nosotros no nos amenaza un sistema represivo casi perfecto ni nos acobarda la dureza probada de un régimen que tiene el suficiente número de mercenarios y policías como para aplacar al más pintado. Nosotros somos muy valientes porque vivimos en un sistema garantista en el que decir lo que se piensa no es objeto de cárcel. Ellos, los cubanos, saben muy bien cómo se las gasta el comunismo revolucionario de los hermanos Castro y cómo se paga la disidencia: con cárcel, con destierro o con la muerte. Sin embargo, algo se mueve en Cuba a la misma vez que el régimen va dando muestras de envejecimiento ideológico. Si Cuba no fuese una isla y estuviese rodeada de países en los que el ejemplo de la revuelta demostrara que se puede desalojar a un dictador del poder con la voluntad arriesgada de sus ciudadanos, no le arrendaba yo las ganancias a la artrósica nomenclatura cubana. El día en que esa dictadura muestre un solo signo de aparente debilidad, un germen de contestación invencible brotará en el seno de las calles, de las casas, de las oficinas, de las escuelas, de las universidades, y la población perderá el miedo, cuya ausencia es uno de los dos ingredientes imprescindibles para enfrentarse al poder (el otro es el hastío, la hartura, la agonía). En Libia, país al que defiende y admira el socialismo cubano, un nutrido grupo de súbditos irritados está a punto de acabar con cuarenta y dos años de dictadura de un sujeto a medio camino entre el vodevil cómico-folclórico y el patetismo propio de los discursos inflamados y justicieros. Gadafi caerá, antes o después, porque es imposible vencer la voluntad de la mayoría de la población si ésta ha perdido el pavor reverencial al poder. Así como en Cuba sabemos qué podría haber después, ya que las alternativas son combativas y visibles, en Libia no sabemos qué nos espera después del tipo con pinta de folclórico avejentado que se defiende a manotazos bárbaros y calientes. Gadafi nos venía muy bien porque nos daba petróleo, nos impedía avalanchas de inmigrantes hambrientos y nos controlaba a los malos de la muerte que soñaban con atentar en Europa así se torciese la luna. Una vez eliminado el líder beduino puede resultar que aparezca cualquier iluminado con el Corán bajo el brazo dispuesto a ajustar cuentas con un Occidente que ha consentido sin rechistar todas las tonterías del autor del Libro Verde. Problema de nuestras lumbreras en materia de exterior será embridar ese jaco, pero problema de todos será buscar suministros de energía alternativos que nos garanticen el agua caliente de la ducha de todas las mañanas si estos tíos cierran el grifo. Cuba, en cambio, no nos vende nada, está muy lejos y lleva muchos años con lo mismo. Cierto es que forma parte de la nostalgia familiar de España, pero, desgraciadamente, parece que nos hayamos acostumbrado a que sea la finca privada de una ideología criminaloide. ¡Qué sorpresa se llevarían algunos si mañana los cubanos salen a la calle a reclamar lo que les corresponde, la libertad, como consecuencia del latigazo contagioso del bajo vientre del mediterráneo! Deseandito estamos algunos.

SHAME ON YOU, EUROPE!!!!!!!!!!!!!!!!

.

 

.

“SHAME ON YOU, EUROPE!  ¡AVERGÜENZATE, EUROPA!”

(Volveré sobre este tema más tarde, pero quiero colgar estás dos magníficas disecciones de la HIPOCRESÍA EUROPEA que he leído esta mañana en el diario El País.)

Está visto que para Europa, las grandes preocupaciones “humanitarias” son:

1) IMPEDIR, o al menos controlar, la ola migratoria que se puede echar sobre las costas de nuestro primer mundo.

2) EL PETRÓLEO.  Impedir un corte de suministro y controlar el alza de precios que tanto la situación actual como un futuro inmediato imprevisible puede provocar.

3) EL GAS.  Idem al anterior.

Y después de otras innumerables razones (como la pérdida de beneficios ante la imposibilidad de la venta de armas a los regímenes dictatoriales), el ser humano que habita esos parajes que nos quedan enfrente, a un par de horas de travesía marítima.

Las revueltas (efectivamente, de consecuencias impredecibles) por el mundo árabe no sólo está sacando a la superficie toda la basura que existe entre la máxima riqueza y la máxima pobreza, sino también la catadura moral del orden civilizado, en el que las puticas de Berlusconi y sus orgías no son más que un símbolo significativo de la doble moral.

Creo haber oído en el telediario de la tarde (TVE 1) que los tunecinos se están volcando en ayudas a los que huyen de Libia.  Pero Europa, para hacer eso, necesita pensárselo mucho, comentarlo hasta la extenuación –y también la extremaunción— detrás de las cortinas, gastar-gastar-gastar miles y miles de euros en comunicarse unos con otros y con Estados Unidos, para por fin convocar a una reunión extraordinaria, y gastar-gastar-gastar en faustos, coches blindados y banquetes, para que al final de todo, quizás, con muy buena suerte, lleguen a emitir un documento de condena, un embargo de armas, una amenaza de pau-pau y “severas” sanciones al régimen de Gaddafi  (o sea, que si piensan en aplicar sanciones es porque van a permitir que ese tal régimen continúe tal cual).

Suiza inmediatamente se apresura a decir que congela las cuentas de los dictadores.  Pero después nunca más se llega a saber si realmente lo hace.  Porque si así fuera, si Suiza devolviera todo el dinero robado y no sólo negro sino rojo bermellón del cual ha vivido toda su vida, los respetables ciudadanos suizos tendrían que desplazarse por todo el mundo como emigrantes económicos.

Cuento sobre el cuento.  Lodo sobre lodo.  Sangre sobre sangre.

© 2011 David Lago González

-O-

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA Ola de cambio en el mundo islámico - Revuelta popular en Libia

La Doctrina Zero

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 25/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Doctrina/Zero/elpepiopi/20110225elpepiint_4/Tes

 

Mientras los pueblos de la ribera sur luchan por recuperar su dignidad, nosotros dilapidamos la nuestra a espuertas. En política exterior, una doctrina representa el intento de situar bajo un mismo principio de actuación una serie de acontecimientos que plantean desafíos similares. Sobre los principios de no-intervención y no-colonización, el presidente Monroe anunció en 1823 que Estados Unidos consideraría un acto hostil el intento por parte de cualquier potencia europea de acrecentar sus posesiones en el continente americano. En 1947, más de un siglo después de la Doctrina Monroe, el presidente Truman anunciaba que su Gobierno apoyaría “a los pueblos libres que se están resistiendo a la subyugación por parte de minorías armadas o presiones exteriores”. Dada la vuelta, la Doctrina Truman se convirtió en 1968 en la Doctrina Brehznev, que permitía a la Unión Soviética intervenir militarmente para restaurar el orden socialista en los países de Europa Central y Oriental. Y el certificado de defunción de la guerra fría vino en 1989, también en forma de doctrina, cuando el portavoz de Gorbachov, preguntado por la vigencia de la Doctrina Brezhnev en relación a las reformas democráticas en Hungría y Polonia, contestó de modo inesperado que en adelante regiría la Doctrina Sinatra, en alusión a su canción A mi manera (I did it my way), lo que provocó un efecto dominó democratizador en la región.

clip_image002

Libia
A FONDO

Capital:

Trípoli.

Gobierno:

República Popular Socialista.

Población:

6,173,579 (est. 2008)

La noticia en otros webs

La UE quiere influir sin injerir, protestar sin molestar, participar sin pagar

Ahora, la Unión Europea, en lugar de buscar una doctrina para responder a las revoluciones árabes, anda de puntillas sobre ellas. Esa doctrina no tiene nombre ni contenido. No tiene nombre debido a una clamorosa falta de liderazgo en todos los niveles: en las capitales, donde los mandatarios se miran de reojo para no ser el primero en equivocarse apostando por el cambio, y en Bruselas, donde Ashton tampoco ha querido arriesgar nada. Esta crisis podía haber sido la oportunidad de Ashton de inventarse a sí misma, pero la baronesa ha aceptado con total sumisión ser la mera portavoz de lo que los Veintisiete acuerden por unanimidad cuando buenamente puedan. Así que no habrá una Doctrina Ashton. Pero tampoco hay contenido para esa doctrina, pues nuestros líderes lo quieren todo a cambio de nada: protestar sin molestar, influir sin injerir, condenar sin sancionar, ayudar sin arriesgar, participar sin pagar. Y encima, como continuación de la hipocresía con la que se han conducido hasta ahora, ni siquiera se molestan en disimular que lo que verdaderamente les preocupa son los refugiados y los precios de la energía. Como el milagro de la coca-cola sin azúcar ni cafeína, Europa ha puesto en marcha la Doctrina Zero: cambios a cambio de nada.

Buscando armar una doctrina se podrían utilizar los principios expuestos por Saif el Islam, el siniestro hijo de Gadafi, en su tesis doctoral, defendida en 2007 en la London School of Economics bajo el increíble título El papel de la sociedad civil en la democratización de las instituciones de la gobernanza global. En la tesis, Saif recoge la distinción del teórico de la justicia John Rawls entre, por un lado, sociedades “bien ordenadas”, que aunque no sean plenamente democráticas, son pacíficas, sus líderes gozan de cierta legitimidad ante los ciudadanos y respetan los derechos humanos, y, por otro, los regímenes “proscritos” o sociedades “injustas” que violan sistemáticamente los derechos humanos y que, en consecuencia, deben ser sometidas a presión y sanción, negándoles la ayuda militar o de cualquier tipo y suspendiendo o congelando los vínculos económicos con ellas.

Concluye Saif el Islam en la página 236 de su tesis (pensando en el islamismo radical): “Esta tesis muestra su conformidad con el argumento de Rawls de que a los Estados proscritos no se les debe dejar campar a sus anchas”. Y continúa en la página 237: “El aislamiento y la eventual transformación de los Estados proscritos es de importancia vital para la estabilidad global”.

Apliquemos pues los principios de Rawls (recogidos ya por Naciones Unidas bajo el concepto de “Responsabilidad de Proteger”), y hagamos una clara distinción entre los que estos días usan la violencia contra la sociedad y los que dialogan con la oposición. Al parecer, los Veintisiete todavía no parecen haberse enterado, pero Libia ha supuesto un salto cualitativo que debe ser respondido desde el Consejo de Seguridad de la ONU con un duro régimen de sanciones, una zona de exclusión aérea, la apertura inmediata de un procedimiento ante la Corte Penal Internacional y la congelación de todos los activos de la familia Gadafi en el extranjero. Es un Estado proscrito, así que tratémoslo como tal.

jitorreblanca@ecfr.eu

-O-

ANÁLISIS: ANÁLISIS

Un nuevo panarabismo

JAVIER VALENZUELA 25/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/internacional/nuevo/panarabismo/elpepiint/20110225elpepiint_8/Tes

 

Gadafi ametralla y bombardea al pueblo para mantenerse en el poder. A diferencia de Ben Ali y Mubarak, a él solo lo sacarán con los pies por delante. No es esta, sin embargo, la principal diferencia del tirano libio con sus derrocados vecinos. Ben Ali y Mubarak eran dictadores domésticos, como lo fueron Franco o Salazar, sin pretensiones de universalidad. Gadafi, en cambio, se presentaba, sobre todo en sus primeros lustros, como sucesor de Nasser, adalid del panarabismo y líder revolucionario del Tercer Mundo.

clip_image004

Muamar el Gadafi
A FONDO

Nacimiento:

1942

Lugar:

Sirte

clip_image002[1]

Libia
A FONDO

Capital:

Trípoli.

Gobierno:

República Popular Socialista.

Población:

6,173,579 (est. 2008)

La noticia en otros webs

La revolución árabe barre con Gadafi al último y grotesco caudillo 'izquierdista'

Ben Ali y Mubarak eran vasallos de Estados Unidos y no molestaban a Israel. Gadafi le plantaba cara al imperio, quería destruir el Estado judío, apadrinaba toda suerte de guerrillas y terrorismos de ultraizquierda y se decía inventor de una visión cósmica: la yamahiriya o república asamblearia de las masas. En su pesadillesco discurso del martes, aún se presentó como un "revolucionario" que levantaba el puño.

Por esto es tan relevante que la revolución democrática árabe que ya ha barrido a Ben Ali y Mubarak intente ahora abatir a Gadafi. En la guerra de 1967, Israel le dio la estocada mortal al panarabismo laico, socialistoide y tercermundista, tanto en sus vertientes baazista como nasserista. Su cadáver -estrafalario, retórico y criminal en la figura de Gadafi- está siendo enterrado ahora por los luchadores libios. Y en contra de lo que se decía, su sucesor no va a ser el islamismo, o al menos, no el único.

En Libia, la primavera árabe confirma que está por encima de las diferencias que han escindido ese mundo: pro y antiamericanos, socios o enemigos jurados de Israel, de discurso derechista o izquierdista, de orden o "revolucionarios", pobres o ricos en petróleo. El panarabismo del siglo XX ha sido sustituido por uno nuevo: el de los ciudadanos que reclaman libertades y derechos, se vistan sus regímenes con los oropeles que se vistan; el de los ciudadanos que, a través de Al Yazira e Internet, han creado una umma, una comunidad que, desde el Atlántico al Golfo, desea pluralidad -incluido, por qué no, un lugar al sol para los islamistas- y democracia sin adjetivos.

Podemos fijarnos en el bosque o en las ramas. El bosque: Libia comparte con los países norteafricanos una población mayoritariamente juvenil, hastiada de cleptocracia y frustrada en sus ansias de libertad, trabajo y trato digno. Las ramas: una escasa identidad nacional, un gran tribalismo, una salida aún más difícil a esta crisis, que puede pasar por la muerte de Gadafi, la guerra civil y la balcanización del país.

Estos últimos, dice el analista libanés Rami Khouri, "son aspectos fascinantes pero secundarios de los cambios en marcha". Lo principal, añade, es que, tanto en Libia y Bahréin como en Túnez y Egipto, en Marruecos como en Argelia, "los hombres y las mujeres árabes quieren ser tratados como seres humanos y como ciudadanos". Sí, esta es la gran novedad.

sábado, 19 de febrero de 2011

De querencias y aversiones hacia las revoluciones, y del miedo a la basura

.

“We do not know how big the crowd is, and what opposition it is…until we get out of step with it.”

“We do not know how big the crowd is, and what opposition it is… until we get out of step with it.”

.

.

REPORTAJE: IDA Y VUELTA

La revolución y las basuras

ANTONIO MUÑOZ MOLINA 19/02/2011

http://www.elpais.com/articulo/portada/revolucion/basuras/elpepuculbab/20110219elpbabpor_6/Tes

  • Decía Mark Twain que algunas de las peores cosas de su vida no habían llegado a sucederle. Algunas de las revoluciones mejores de la mía les han sucedido a otros. La primera alegría política desbordada de la que tengo recuerdo me sucedió una tarde de finales de abril en Madrid, en 1974, cuando compré el diario Informaciones, que era el que leíamos los antifranquistas, y vi el titular que anunciaba la Revolución de los Claveles en Lisboa. La dictadura acababa de caer, pero había caído al otro lado de la frontera. Para muchos de nosotros la ebriedad de la liberación no era menos estimulante porque fuesen otros los que estaban viviéndola. Tenía un reverso de esperanza, y otro de melancolía. Igual que veía uno las películas queriendo imaginarse que era él quien abrazaba a Faye Dunaway y no Warren Beatty, así miraba las fotos de la gente que se lanzaba vestida a las fuentes de la plaza del Rossio o que trepaba a las orugas de los carros de combate para poner claveles en los fusiles de los soldados. El hábito fortalecido por la literatura y el cine de vivir vicariamente las vidas de otros y de imaginar que las cosas que nos importaban sucedían en lugares y tiempos ajenos a los nuestros se trasladaba intacto a la experiencia política. Aquella primavera del 74 yo me pasaba la vida en el reino encantado que fundó para siempre Víctor Erice en El espíritu de la colmena o en las manifestaciones italianas de las películas en blanco y negro de Bernardo Bertolucci que ponían en la Filmoteca. La cámara recorría morosamente la marcha de una multitud de puños cerrados y banderas con hoces y martillos y cuando la acción pasaba a otro asunto se levantaban en la oscuridad silbidos y gritos de protesta, porque suponíamos que las imágenes de la manifestación habían sido abreviadas por la censura, no por la decisión del director de no seguir recreándose en ellas.

Algunas formas radicales de alegría civil no hemos llegado a experimentarlas nunca. No me quejo. Las cosas son lo que son

Lo que vaya a pasar mañana o el mes que viene no se sabe. Lo que pasa hoy nadie lo vaticinaba hace sólo un mes

Salíamos aturdidos del cine a la borrosa realidad y comprábamos Informaciones o Triunfo para sumergirnos por delegación en las muchedumbres portuguesas, que lo inundaban jovialmente todo, las plazas y las avenidas de una Lisboa en la que no habíamos estado nunca, los balcones, los tejados, los parques públicos, los pedestales con elefantes o con reyes a caballo. La libertad era posible, aunque fuera en otra parte. Nosotros imaginábamos que una dictadura era como una fortaleza de muros de hormigón y troneras blindadas que sólo sería posible tomar por asalto o derribar a cañonazos: pero en Portugal el edificio entero de la dictadura se había desmoronado sin que los militares alzados contra ella dispararan sus fusiles, y sin que los carros de combate tuvieran otra misión que la de servir para que la gente feliz escalara sus torretas. En nuestro país los esbirros de la Brigada Político Social torturaban a los detenidos: en Portugal sus congéneres, los policías de la PIDE, huían como ratas de la ira incruenta de los revolucionarios, que asaltaban las comisarías y tiraban por los balcones los siniestros archivadores metálicos con las fichas de identidad de los perseguidos. Con mi Informaciones de cada día o mi Triunfo de cada miércoles recién comprados en un kiosco de la Puerta del Sol yo miraba los balcones de la Dirección General de Seguridad y me imaginaba entrando por su puerta principal entre un río de gente, corriendo escaleras arriba hacia los despachos de los torturadores, o descendiendo hacia los sótanos donde estaban las celdas, donde abriríamos los cerrojos para soltar a los presos.

Pero la misma Puerta del Sol era el escenario de otra revolución delegada, de la que nos separaban las fronteras del tiempo, más irrevocables todavía que las del espacio. Caminando por ella uno imaginaba la revolución posible que se parecería a la de Lisboa y la otra revolución verdadera que la había llenado de gente el 14 de abril de 1931. En las fotos de Santos Yubero que pudieron verse tan magníficamente ampliadas hace unos meses en Madrid la muchedumbre del 14 de abril se convertía en un conjunto asombroso de retratos individuales, de personas concretas que gritaban o sonreían o trepaban con alpargatas a las copas de los árboles o a los techos de los tranvías. Yo, que tantos hombres he sido, no haber sido nunca -dice el poema de Borges- aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach: ni yo ni ninguno de los que compartían aquella felicidad aplazada de 1974 en Lisboa alcanzamos nunca su cumplimiento en nuestro país, en nuestras propias vidas. Tampoco nos echamos a las calles de Teherán en enero de 1979, ni a las de Managua en el verano de aquel mismo año. En eso nos parecíamos a nuestros padres y a nuestros abuelos, que se tuvieron que conformar con ver en los noticiarios del cine el júbilo de París en el día de la Liberación en agosto de 1944. Algunas formas radicales de alegría civil no hemos llegado a experimentarlas nunca.

No me quejo. Las cosas son lo que son. El pasado es inmodificable, aunque tantas personas en España dediquen sus mejores esfuerzos a corregirlo, y la calidad de la democracia española no es inferior a la de la portuguesa, aunque su nacimiento fuera más vacilante, más confuso. En cuanto a las alegrías de Teherán y Managua, nuevos sátrapas con inclinaciones policiales se encargaron muy pronto de desbaratarlas. En noviembre de 1989 el hundimiento súbito de las tiranías comunistas y el gozoso delirio de quienes se encaramaban al muro de Berlín debieron de habernos traído alguna otra felicidad delegada, o al menos solidaria, pero al ensimismamiento español le quedaban lejos aquellos países del corazón de Europa, y una parte considerable de nuestra clase intelectual y periodística aún juzgaba de mal tono la resistencia contra dictaduras que no fueran fascistas. Por una casualidad de la vida me tocó ver en televisión las imágenes de la caída del muro de Berlín en una casa en la que estaban reunidos algunos escritores, editores y críticos de inclinación al parecer progresista. Miraban las imágenes de la gente abrazándose en Berlín como si asistieran lúgubremente a la transmisión de un entierro.

Ahora me acuerdo de aquellas revoluciones siempre ajenas, triunfales o fracasadas, viendo imágenes de las multitudes en esa plaza que de pronto se ha agregado a la geografía de la libertad, la plaza Tahrir, escuchando voces de egipcios en la radio pública americana y en la BBC, leyendo los reportajes admirables de The New York Times, donde el periodismo se sigue ejerciendo como un oficio responsable de adultos. Las decepciones de tantos años, el cinismo instintivo español, no llegan a malograrme la alegría, la antigua alegría delegada por la libertad súbita de otros. Lo que vaya a pasar mañana o el mes que viene no se sabe. Lo que pasa hoy nadie lo vaticinaba hace sólo un mes. La economía, la politología, la sociología han demostrado tener el mismo rigor predictivo que la ufología. Pero esta mañana me ha alegrado el día ver en la portada de The New York Times a la gente joven de la plaza Tahrir recogiendo hacendosamente la basura acumulada en los últimos días. En mi país las grandes alegrías colectivas suelen tener un origen alcohólico o futbolístico, y dejan tras de sí un rastro de toneladas de basura que siempre recogen otros.

antoniomuñozmolina.es

-o-

La Reina de la Noche

febrero 18, 2011

“Odio las revoluciones”. Por Jacobo Machover
http://isiswirth.wordpress.com/2011/02/18/odio-las-revoluciones-por-jacobo-machover/#comment-847

Archivado en: Uncategorized — isiswirth @ 11:37 pm

(Agradezco a Jacobo Machover por este artículo.)


ODIO LAS REVOLUCIONES


Jacobo Machover

.

“Odio las revoluciones y a sus admiradores. Parafraseando a Claude Lévi-Strauss y su provocador “Odio los viajes y a los exploradores” (en “Tristes trópicos”), se podría llegar a una conclusión parecida: hay que acabar con las ilusiones, con esos sueños recurrentes, que acaban SIEMPRE por transformarse en pesadillas. Hablando de la revolución francesa, la madre de todas las rebeliones que acaban adquiriendo una significación mayúscula, el filósofo René Girard escribe: « La revolución es violencia, y la violencia no tiene orígenes, está allí desde siempre, nada la crea, y no produce nada.”


No hay nada que salvar de las revoluciones y, menos aún, de las actuales, las que han tenido lugar en dos países árabes y amenazan con extenderse por toda esa región, amenazando la paz, aunque fuera “fría”, con Israel, lo cual, confieso, es lo que más me importa.


Los regímenes comunistas nunca han tenido ni tienen nada que ver con esas autocracias ancladas en las tradiciones locales, como las de Ben Ali o la de Mubarak. Pero los sistemas implantados por ellos no eran totalitarios en lo más mínimo. Se basaban en una represión despiadada, en la corrupción a todos los niveles y en la utilización de la religión a su conveniencia, para aplacar a los islamistas que amenazaban sus propias prebendas. Los “pueblos” que salieron a la calle no son ni más ni menos valientes que otros. No tienen tampoco más espíritu de sacrificio. Parte del “pueblo” tunecino hoy día huye de ese “tunisami” (que podría desembocar en un islamismo puro y duro) para ir a buscar refugio en la isla de Lampedusa, en Italia, y de allí buscarse la vida y el sustento en la vieja Europa, tan aburridamente democrática, pero que aplaude a las “masas revolucionarias”, con una nostalgia trasnochada de los “sans-culottes” franceses, de los “bolcheviques” rusos y otros “republicanos” españoles. Esta vez, sin embargo, los aplausos no son tan nutridos como los que saludaron la victoria del castrismo, por ejemplo. Muchos intelectuales (entre los mejores) se quedan callados, o escépticos, recelosos ante lo que vendrá, sin duda, no un aire de “fiesta” tropical como antaño, sino un cambio brutal nada “sexy”, con la sharia por ley suprema y ejércitos de mujeres enlutadas, envueltas en trapos de la cabeza a los pies. Ay, sí, y la amenaza de una guerra (otra más) contra Israel. En Egipto, un viejo predicador islamista, otrora exilado, ha dado cita, en la Plaza de la Revolución (perdón, de la Liberación), a 2 millones de sus fieles (el doble de los “fieles” de los Castro), el año próximo en Jerusalén (pero en la suya, vista desde la mezquita Al-Aqsa). ¿Quién coño puede estar entusiasmado con esa perspectiva, sabiendo que algunos “hermanos” ya se han lanzado a la caza de las prostitutas en Túnez (como en nuestra “noche de las tres P”) y que todas las manifestaciones de masas tienen lugar los viernes, en esa mezquita al aire libre en que se ha vuelto la Plaza de cuyo nombre no me quiero acordar?


En otros tiempos, cuando los comunistas vietnamitas acabaron con el “imperialismo” americano y sus “fantoches” autóctonos, ya se produjo algo así: decenas de miles de hombres, mujeres y niños se tiraron al mar, prefiriendo enfrentar los peligros de una travesía sin rumbo, y a los piratas que los desvalijaban sin piedad, en lugar de esperar el futuro luminoso que supuestamente les iba a aportar la nueva sociedad. ¿Y los cubanos? ¡Cuántas veces se han lanzado en botes, en lanchas, en balsas, votando con sus pies y gritando: “No future”! Es exactamente lo que sucedería en Cuba en caso de que hubiera una rebelión del “pueblo”.


Todos ellos, así como los camboyanos, los albaneses y tantos más por el mundo no hacían más que ilustrar la sentencia de Francesco Guicciardini, amigo de Maquiavelo: “Para escaparle a un tirano bestial y cruel, no hay regla ni medicina que valga, excepto la que se aplica con la peste: huir lo más lejos y lo más rápido que se pueda.”


En Cuba no se produciría nada semejante a lo que ocurrió en los países del Este. En la ex – Unión Soviética, todo vino de arriba, de la mano de Mijaíl Gorbachov, de Boris Yeltsin y de unos cuantos más, que realizaron, al cabo de más de 70 años, que Moscú “no aguantaba más”. En los demás satélites de la “hermana República”, fue más o menos lo mismo, incluso la caída del muro de Berlín, provocada por gente que huía, refugiándose en embajadas de la República Federal (como los cubanos en la embajada del Perú en 1980), para unirse a sus compatriotas del Oeste. En las llamadas “revoluciones”, tampoco hubo movimientos “heroicos”, ni durante la “revolución de terciopelo” en Checoslovaquia, ni en Rumanía, cuando los ex – comunistas liquidaron a los esposos Ceaucescu para que no hubiera juicio. En ninguno de esos países se hizo el proceso del sistema, ni, desgraciadamente, me lo temo, se hará.


Pero era son ellos con quienes los cubanos tenían verdaderos puntos en común, por haber vivido los mismos terrores, los mismos horrores, la misma vigilancia, la misma delación, la policía del pensamiento, la doble moral, el ateísmo militante, las colas, el caos económico, la felicidad impuesta por aclamación, el culto a la personalidad, al Jefe, al Partido, o el exilio eterno. En aquel entonces, los hermanos Castro acabaron con cualquier veleidad de cambio al fusilar a los militares que acaso tuvieron la tentación de introducir cualquier amago de “perestroika” en la isla. Poco antes, los chinos habían acabado sin contemplaciones con los estudiantes de Tiananmen.


En Cuba, las Brigadas de Respuesta Rápida y el contingente Blas Roca se encargarían de enviar a todo el mundo a casa o a la cárcel y, si no fueran suficientes, lo harían los cederistas y, si éstos tampoco fueran suficientes, intervendrían las “avispas negras” y otros cuerpos represivos especialmente entrenados para ello. No se trata sólo de “irresponsabilidad”, hay ignorancia de la realidad en los que convocan a un motín generalizado. Qué bonito espectáculo ¿verdad? Con cámaras de televisión por doquier, con “twits” y páginas Facebook retomados por toda la blogosfera. Pues no. Tan bello no sería. Tendríamos que tragarnos otra vez el mito de una nueva revolución, con nuevos líderes autoproclamados, con viejos y nuevos eslóganes repetidos a saciedad, sin la profundización democrática necesaria para no caer más en la utopía sangrienta que significó, un día ya lejano, la huida de un dictador para desembocar en una total ausencia de libertad durante medio siglo.


¡Que se vayan Fidel y Raúl! Claro que sí que nos gustaría a todos, pero con alguna esperanza que proponer, para que los presos de conciencia salgan todos, por fin, de las cárceles aún repletas, para acabar con las leyes absurdas de la revolución, con la organización deliberada de la escasez, para volver a un Estado democrático sin brillantez pero nuestro, del que los cubanos no tengan que huir por todos los medios para construir una vida más o menos decorosa en un exilio que, a pesar de las mejoras que significa, se vuelve cada día más insoportable y que, si el tan cacareado “levantamiento popular” se llegara a producir por obra y gracia del Espíritu Santo, se vería incrementado con la llegada a las costas de la Florida de cientos de miles de fugitivos para quienes la palabra “revolución” o cualquiera de sus sinónimos no significa nada más que destrucción de su familia y de la vida, de sus propias vidas.”

Comentarios (4)

4 comentarios »

  1. clip_image001

Qué se vayan Fidel y Raúl? Hay que estar alucinando.
Si mal no recuerdo en Chile el final del régimen de Allende comenzó con “La Revolución de las Cacerolas”

Comentario por Frida M — febrero 19, 2011 @ 12:26 am | Responder

  1. clip_image002

Yo también odio las revoluciones salvo… incluso si, como sabes, en este país no nos tienen permitido el odio a las revoluciones, ni el odio, tout court… Insisto, y me perdonas de nuevo, con mi comentario en el post anterior: No creo que lo que está ocurriendo en los países árabes sean revoluciones, creo que son fenómenos nuevos, expeditivos, sin los trámites habituales de las revoluciones… Es un fenómeno inédito, y claro que no debemos quedarnos callados, no sólo los intelectuales, que tienen como norma callarse, además y sobre todo los políticos, que son los que tienen que exigir un mínimo de seguridad internacional, y esa seguridad sólo se consigue presionando para que estos países entren en un sistema democrático lo más rápido posible. Pero claro, aquí los políticos se dedican a gozar de prebendas que le facilitan los dictadores.
En cuanto a las prostitutas perseguidas, que también leí hoy, es fatal, estoy de acuerdo contigo; pero en Cuba, como sí fue una revolución pura y dura a la manera estalinista, aunque con una guerrita de merengue de por medio, donde se fusiló más de lo que se batalló, esas persecuciones fueron maquilladas como una profilaxia social insoportable e imperdonable que todo el mundo aceptó y aplaudió. No es el caso en Túnez, no hasta ahora. Y la prueba es que la prensa ha hablado, y muchos tunecinos lo desaprueban.
En cuanto a lo de la página en Facebook, que es muy diferente de Twitter, creo que te refieres a lo de Por un levantamiento popular, yo estoy de acuerdo con el levantamiento, porque tú y yo nos hemos preguntado en algunas ocasiones qué podría pasar para que acabe la pesadilla, yo sí creo que sólo podría acabar si eso sucediera, me lo dicen todos los años vividos en Cuba, la propia historia de Cuba, y la historia de su exilio. Yo odio la palabra revolución por lo destructivo que el término conlleva cuando nos referimos a cambio político, pero revalorizo las revoluciones, por el contrario, que han conducido a algo positivo, creo que la revolución de Yeltsin fue más importante que la de Gorbachov, pero Gorbachov fue el impulso, y pienso que la caída del Muro fue una apoteósica revolución, y así…
Lo otro que nos quedaría es esperar a que siga la casta de los Castro, o que un grupito coja el mando cómodamente y el traspaso dure 50 años más. Pero la vida es una sola, igual no nos toca verlo, igual estoy equivocada… Veremos, si todavía nos quedan ganas…

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:00 am | Responder

  1. clip_image002[1]

Mira esto: http://twitter.com/#!/DirectorioCuba
Cuando golpean a una anciana, y la encierran en un calabozo, qué creen que pueden hacer los hijos? Plantarse en masa frente a la estación de policía, eso puede ser el inicio de algo nuevo, diferente, porque lo no que aceptaríamos ninguno de nosotros es esperar tranquilos dándonos sillón a que un familar nuestro caiga en las garras de los asesinos.

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:06 am | Responder

  1. clip_image002[2]

Perdonen, vuelvo, porque recordé: la Embajada de Perú, Mariel, la Crisis de los Balseros, fueron movimientos abortados a través del éxodo y exilio… Y es que nos ha caído el castigo de la errancia, antes que la justicia divina.

Comentario por Zoé Valdés — febrero 19, 2011 @ 2:16 am | Responder

  1. clip_image001[1]

Magnífico cuestionamiento de Jacobo, compartido por mí al 100%. Además, justamente me lo leo ahora, después de leerme un artículo de mi admirado Muñóz Molina en Babelia, también sobre “las revoluciones”, y ver en la calle los pasquines pegados de los grupos “revolucionarios” madrileños celebrando las revueltas en el mundo árabe (su ignorancia supina y adoctrinada por la CGT y sabrá Dios qué más) le hace celebrar cualquier tipo de revuelta de cualquier signo.

Con el permiso del autor y de la distinguida moderadora del blog, me lo subo al Penthouse –ay, esas escaleras… me van a matar…– Viene al pelo con el momento de incertidumbre.

Saludos “revolucionarios” a todos.

Comentario por David Lago González — febrero 19, 2011 @ 10:46 am | Responder

-o-

 

Dos escritores (y pensadores) que admiro coinciden hoy en torno al mágico –y elemental— conjuro del término “revolución”.  El primero, el español Antonio Muñóz Molina, comenta una cierta querencia de su generación por el febril entusiasmo popular que no ha podido nunca llegar a sentir del todo.  El segundo, el judío francocubano Jacobo Machover, hace relucir el rechazo a una trascendencia insospechable.  En ambos textos hay cosas cercanas y a la vez distantes.  Pero en ambos hay un cierto (o bastante) escepticismo.  Una mezcla de él y un cierto dejarme arrastrar por la alegría cívica experimenté durante los sucesos de la caída del imperio soviético en 1989, vistos desde Madrid.  Perplejidad, incertidumbre, incredulidad y pánico, viví en carne propia durante el casi mes y medio que duró ¿la revolución? de la Embajada del Perú y El Mariel en mi ciudad natal.  Alelamiento y sorpresa incomprendida e incomprensible me paralizaron casi cuando las tropas triunfantes de los que de inmediato se destaparían como brutales y sutiles asesinos (Castros y Guevaras, y otras malas compañías) atravesaban el viejo Camagüey, y mi madre sufría unos sofocos que calmaban unas jóvenes vecinas Nelsy (muy poco después abandonaría Cuba para siempre hacia Estados Unidos) y Nancy (que finalmente se casaría con su novio barbudo Alonso, que devendría en un déspota policía de alto grado y previsiblemente experimentado torturador) y la sala de casa se llenaba de olor a monte que traían unos alzados con collares de madrejuana, rosarios al cuello y luengas guedejas rizadas que provenían de la zona de Nuevitas y venían a saludar a mi padre, que alguna vez había sido patrón de sus trabajos.  Alegría, entusiasmo, estupefacción, admiración y preocupación he estado experimentando ante las revueltas de Túnez y Egipto, y ansiando silenciosamente que se defina por fin el rumbo del futuro egipcio para bien y para que sirva de guía a los demás pueblos encolerizados del mundo árabe.  Porque sobre todo estos escenarios --pasado, presente y futuro--, sobrevuelan dos aves: una paloma y un cuervo.  Yo también odio las revoluciones.  No me gusta que nadie más en el mundo se arrogue el derecho de quebrar up-side-down el destino de un niño, como hicieron conmigo en 1959 o como hicieron con Jacobo ese mismo año fatídico.

© 2011 David Lago González

¿Por qué no me uno a las campañas internáuticas que exhortan a un levantamiento popular en Cuba?

.

20101122256170

© Malleon Ma

.

¿Por qué no me uno a las campañas internáuticas que exhortan a un levantamiento popular en Cuba?

(Postura absolutamente personal, y no recomendable de secundar.)

 

Independientemente de que deseo que esto sucediera y, sobre todo, trajera un cambio total, radical y absolutamente nuevo (y no un acomodamiento a la lentísima y casi eterna y repetida sesión de maquillaje de la Revolución Cubana), no me manifiesto al respecto ni me uno al coro.

Es obvio y evidente de que mi posición física, social, económica y política, una vez asumidos todos y absolutamente todos los pormenores del significado y trascendencia de la terrible y gozosa experiencia de la migración, desde el inicio y el fondo de esa reconstrucción del ser humano, y careciendo –gracias a todos los dioses del Olimpo y al miserable reciclaje de los compatriotas— de prebendas, privilegios, facilidades, asilos políticos (que me negué a solicitar, aun teniendo mucho más derecho a ellos que muchas otras personas que vinieron antes y después, y muchas de las cuales ni siquiera lo agradecen y lo toman por humillación), favores y/o abrazos de fraternales hermanastros que provienen de los antiguos oficiales y oficiosos compañeros, me protege, digo me protege y pone a salvo que cualquier represalia directa de un régimen, un ejercito y un pueblo, cubanos, en los que lamentablemente no confío gran cosa.

Por tal razón, me cuido muy mucho de instigar a posibles acciones y reacciones cuyas consecuencias sobre terceras personas son impredecibles para mí, y que podrían acarrearme un añadido más a los distintos sentimientos de culpa que porto y transporto desde mi infancia.

Recuerdo que en los años 60, las emisoras radiofónicas (no se dice “radiales” aunque sea de uso común en el habla popular cubana) del exilio “radical” (EL EXILIO, PARA QUE SEA EXILIO, SIEMPRE TIENE QUE SER AL MENOS VERTICAL EN SUS PRINCIPIOS), arengaban a que los cubanos que estábamos o quedábamos en la Isla, saliéramos a la calle a protestar. Mi madre --que, por suerte, siempre fue más madre y ser humano y mujer que otras muchas cosas colaterales y fantocheras— se encaraba con la bocina del radio, exhortando a su vez a quien estuviera del otro lado a que fuera él quien volviera de su mísera o sublime vida fuera de El Horror y se pusiera a gritar por la calle en contra del gobierno.

Tuvo otras muchas formas de demostrar su valentía, que por suerte no estaba empobrecidamente limitada a una función patriótica que por lo general casi siempre termina en patriotera, o interesada y productiva individualmente.

.

© 2011 David Lago González