Mostrando entradas con la etiqueta Photography. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Photography. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de agosto de 2011

El sutil exterminio de los muertos vivos

.

Paul Tremblay

.

(PROHIBIDA la reproducción de este texto salvo permiso escrito del autor.)

EL SUTIL EXTERMINIO DE LOS MUERTOS VIVOS

.

Cuando tratamos de repudiar el pasado, éste tiene,

como ya sabía Horacio, un modo disimulado de volver

sobre nosotros bajo una forma apenas disfrazada.

Arnold J. Toynbee

.

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Creo que cursaban todavía los años 80 del siglo pasado cuando una tarde, recorriendo la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que ocupaba la mayor parte del Paseo de Recoletos, en Madrid, hube de dar con un libro de tapa dura gris en cuyo lomo se leía “Literatura Rusa Clandestina”. Sin pensármelo mucho, decidí birlar a mis deberes la para algunos exigua cantidad de 500 pesetas (algo más de 3 euros de hoy) y hacerme con el libro de marras. Era una recopilación de relatos escritos por patronímicos desconocidos, que han seguido siéndolo a lo largo del tiempo transcurrido y a pesar de las sorpresas históricas acontecidas posteriormente. Habían sido editados artesanal e inicialmente en los célebres Samizdat,publicaciones clandestinas” que circularon en la Unión Soviética y cuyo nombre era una abreviatura de la Gosizdat, que correspondía a la Editora Estatal soviética.

Años después vendría la lectura de los demoledores testimonios de los “Archivos Literarios de la KGB”, compilados por el historiador ruso Vitali Shentalinski, pero esos relatos ya me habían impresionado lo suficiente como para sentirme reflejado en el espejo de esos artistas que prácticamente perdieron sus nombres, sus obras, y hasta sus vidas, y también el significado de las mismas bajo el anonimato impuesto por una ideología bestial y sutil a la vez y que me ha hecho hermanarme a sus destinos. En ellos pienso también cuando escribo este trabajo.

El Autor.

.

I (UNO)

.

Aprendes a moverte por el mundo de la censura sin perder el equilibrio, y tú, desdichado, lo tomas entonces por un juego divertido. A veces te dan palmadas en el hombro por tu “valentía”.

Aun así, no diría que emprendí abiertamente el camino de la rebelión, pues nunca había sido yo un espíritu rebelde; sólo aumento mi asco. Sí, el asco se encargó del resto. Quien no ha vivido en el mundo de las causas ininteligibles, quien no se ha despertado nunca con el sabor de este asco en la boca, quien no ha sentido nunca cómo se extiende por su organismo y lo domina, por último, esta epidemia de la impotencia universal, no sabe de qué estoy hablando.

Imre Kertesz

.

Matar no es la única forma de eliminar. Existen otras muchas artes para hacerlo, y una de ellas es anular a la persona. La Revolución Cubana (que llegó al poder en 1959 tras las sublevaciones iniciadas en 1952, ostentándolo hasta el día de hoy) ha sido un gran laboratorio en el que se han experimentado y aplicado numerosas técnicas de exterminio --insisto en que no me refiero a las que conllevan delitos de sangre--, que no solamente han afectado a las cobayas de laboratorio sino también a los químicos que, por ser los ejecutores del ensayo, han creído inocentemente haber quedado a salvo, o cuando menos al margen.

Me refiero a generaciones y al mismo tiempo hablo de grupos indistintos, de colectividades y de individuos. Establecer márgenes generacionales estrictos para lo que en este texto intento exponer es algo sumamente difícil. Los números (y acaso las estadísticas) ofrecen una perspectiva demasiado rígida, y esa rigidez se adapta mal a la evolución creativa, y también a la propia involución del creador cuando su vida y sus circunstancias, más allá de las generales y comunes a toda una nación, transcurren íntimamente ligadas a su posición y proyección éticas.

Vida y obra se encuentran relacionadas mutuamente, entrelazadas sobre todo en el caso de los poetas, pues la una y la otra se alimentan entre sí, se reflejan la una en la otra y casi llega a suceder esa simbiosis que se da caprichosamente entre los perros y sus amos cuando ambos terminan pareciéndose, si no fusionándose, sin poder determinar a posteriori quién fue el primero en semejarse al otro.

Tal vez por eso quizás sería mejor proponer una barrera, una línea divisoria que, aparte de la edad de las partes concurrentes, establezca esa aproximación a la diferenciación que se escapa a lo generacional cuando el creador —y especifico “el creador”— es un ente que, aún de manera inconsciente o subconsciente, trata siempre de superponer su albedrío a las reglas de mercado, a las normas de conducta y/o a los intereses políticos que lo rodean y de los que, a su pesar, forma parte.

Por ello, es aconsejable intentar proveer de un cierto orden a la improvisación vertiginosa, para poder expresarme con mayor claridad —y, espero, que con mejores resultados—. Partamos entonces la Revolución Cubana en dos. Obviemos esta cola última de dos o tres años que superan al medio siglo, quedémonos con la cifra redonda de cincuenta años (1959-2009), y hagamos dos mitades.

El año 1980 en Cuba constituye una buena y palpable referencia para establecer diferencias, definiciones y prolongaciones, ya sea de forma general o en el caso particular que nos ocupa: los artistas --incluyendo poetas y escritores, y cualquier otra disciplina artística-- y el poder. Hay un antes y un después del año 1980 que nos trajo una cascada de acontecimientos demarcatorios: trágicos en lo social y palpables físicamente; bochornosos en lo ético-social; ominosos en lo humano; y también, en cierta forma, compensatorios, o consoladores, en la medida que los actos oficiosos de rechazo y hostigamiento político populares totalmente planificados, generaron respuestas humanas de manera natural y espontánea; y ese breve y violento paréntesis en una vida que se desarrollaba bajo una abulia resignada se erigió en lindes absolutamente definitorias para unos bandos y otros respecto al porvenir a corto, medio y largo plazo, tanto en la proyección que protegiera una subsistencia como en lo referente al compromiso personal de cada cual consigo mismo. El periodo de mayor intensidad de estos sucesos se extiende desde últimos del mes de abril a casi los últimos días de del mes de mayo (unos treinta a grosso modo), como ya he dicho, durante el año 1980, y constituyen nuestra Noche de los Cristales Rotos. Por esa corta y a la vez larga noche, en medio del desorden que caracteriza a esas latitudes del mundo, desfilaron las más bajas pasiones. Institucional, legal o jurídicamente, hay allí en Cuba muchas cosas que antes de esa fecha eran tratadas de una forma y, después de mayo de 1980, pasaron a ser tratadas de otra; por ejemplo, la consideración de muchos correctivos políticos y la clasificación delictiva de numerosos actos que hasta entonces así se consideraban (por ejemplo, intentar escapar del país cruzando el Estrecho de La Florida, comprar carne de vacuno de contrabando, hablar “mal” de la Revolución o de alguno de sus dirigentes, etc.) pasaron a la categoría de delitos comunes. Otros simplemente se “institucionalizaron” bajo otras justificaciones rocambolescas y arbitrarias, así la pesada carga política que constituía la tenencia de dólares y de moneda anterior a la Revolución (sobre todo, los primeros), “delitos” que eran castigados con el paredón de fusilamiento o con largas condenas penitenciaras dependiendo del monto de las divisas, pasaron a ser admitidos y con posterioridad sometidos a un “caprichoso” baremo estatal de canje monetario imprimiéndose papeles-billetes que denominaron CUC, a semejanza de aquellos vales que los grandes latifundistas usaban con el personal que trabajaba en sus plantaciones de caña de azúcar o en las bananeras.

Una vez que ya hemos partido la Revolución a la mitad, debe apuntarse que en esos primeros 25 años se guillotinó a muchas maríaantonietas y los bucles quedaron a la deriva, rodando desordenadamente por el suelo. Más allá de limitarse a dos mitades, se fraccionaron en disímiles fragmentos muchos conceptos y formas de ser y estar, ideas y gestos en –y de-- los que habíamos nacido y crecido antes de la Revolución, y que conformaban en nosotros “el fuerte” de nuestra cultura social, en el que se apoyaba o se apoyaría lo que luego seríamos, el sustrato del que, de una forma u otra, floreceríamos, o del que floreceríamos en unas formas o en otras.

Para defender este propósito —incluso sin percatarnos de lo que hacíamos—, una vía era mantener nuestra esencia personal y nuestra individualidad, nuestra libertad para decidir cualquier cosa en cualquier aspecto de nuestra vida, nuestra innegable e irrefrenable necesidad de selección y nuestra exigencia por determinar, establecer, fijar, definir —es necesario que los mencione todos, aun cuando resulte cansino o repetitivo—, sentar, adoptar, optar, elegir, tomar e incluso, si podíamos, declarar el YO que había en nosotros, por encima de ese “TODOS” (compuesto por Cuba, Revolución, pueblo, José Martí, Camilo Cienfuegos, Che Guevara, Fidel Castro, unidad, antiimperialismo, espíritu internacionalista, militarización obligada, energía, dinamismo forzado y siempre manifiesto, disposición positiva a cualquier tema que se nos comunicara (que se nos comunicara simplemente como una orden más, no que se nos preguntara como opción), y un gran y casi infinito etcétera del colectivismo que nos tragaba, nos anulaba y quería sustituir lo natural (y orgánico) del ser humano con la imposición de unos excelsos valores de hojalata, plomo y manual para principiantes. El fenómeno histórico lo logró: nos tragó. Como la ballena a Jonás. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos: final de algo que nadie gusta de reconocer, o que alimenta y mantiene a algunos otros.

La otra forma de comportarnos era capitular ante el aplastante poder de la fuerza, ante la subyugadora fuerza del poder, y ser brizna arrastrada por esa corriente, pero simulando ser esa misma corriente (nunca la brizna) y llevándonos a nuestro paso cualquier impedimento, ambición, afán, premio, caramelo o persona, que encontráramos en el camino. Y ambos, la Revolución y nosotros, lo logramos, cada cual en su medida: ella nos tragó, nosotros nos creímos que nos la habíamos tragado (simplemente porque pensamos erróneamente que la habíamos esquivado, y que, al hacerlo, nos dejaría en paz, y no exigiría más de nosotros). Y, como en el párrafo anterior, después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, y por mucho que nos reciclemos siempre vamos a ser lo que somos, que es decir “lo que ellos hicieron de nosotros.”

Quizás hay un punto intermedio entre las exposiciones de los dos párrafos anteriores: el que se lo creyó y/o el que quiso, ha querido y quiere dar la imagen de que se lo creyó. Esta proyección va acompañada de una entelequia: las ideas son puras y no traicionan, son las bocas y las manos las que tuercen estas ideas al ejecutarlas. Pero, no obstante, las ideas las genera el hombre, no son una suerte de milagro externo o ajeno a la condición humana. La Biblia fue escrita por los hombres, no la escribió Dios.

En un estado totalitario y represivo, sutil o brutal, lo anteriormente dicho se materializa, pues, en tres clases de individuos:

1) el consecuente consigo mismo,

2) el arribista, y

3) aquel otro

que, llevado por el humano y lógico afán de subsistir, accede íntimamente –presumiblemente, de manera dolorosa-- a ceder parte de sus convicciones a favor de una proyección pública que lo contradice, pero que le resulta tolerable porque puede sobrellevarla con una cierta asepsia. O eso cree él. El problema está en que el tiempo avanza, los años vuelan y las dictaduras —específicamente aquéllas que nos han sido reservadas para algunos escogidos para la gloria: las comunistas— exigen cada vez más terreno individual a favor suyo. Cuanto más avanzan en el tiempo, más viscosas y enrevesadas, e inteligentes y maquiavélicas, se hacen. Por supuesto, también se expanden casi infinita, insaciablemente, en el terreno colectivo, pero no es ése el tema de estas palabras tan malamente reunidas para dar forma a un desgarro tan, tan subjetivo que infiere el más profundo y paralizante dolor.

La Revolución Cubana lleva ya más de medio siglo de vida. Sin duda alguna, en su primera mitad los métodos de convencimiento y atracción fueron diseñados de manera más cruelmente sutil, angelicalmente diabólica, brutalmente refinada, porque tenían que vencer y convencer a un abanico de pensamiento mucho más amplio. Ya muchos de los “apresados” en aquella horquilla histórica, eran hombres hechos y derechos cuando triunfó la Revolución. La misión de convertir (o llevarlos a su redil ideológico) a estos era dura. La labor de convertir a aquellos otros cuyas ideas recién habían comenzado a brotar de entre su sustrato personal, individual y único, fue, sencillamente, criminal. Jugaban con la infancia. Torcían sus manifestaciones, encorsetaban sus libertades, incriminaban sus pensamientos espontáneos, y, por supuesto, velaban y observaban muy de cerca, y con cierto empeño policial (más que didáctico o pedagógico), sus gestos y ademanes naturales. Una buena parte de la población tuvo que buscar sus caminos sometida a estas coyunturas. Para algunos, estas particularidades se hicieron y fueron definitivas y los marcaron de por vida, inutilizándolos. En otros actuó como propulsión de una ola de oportunismo que barría todo lo que hallara a su paso. Entre ambos, están los del montón, los del “no pero sí”, los del aparentado, los del “hay que vivir”.

.

II (LA EXPRESIÓN OBVIADA)

.

Perteneció a esa generación de artistas que como gorriones de Mao, la Revolución obligó a volar lejos de su hábitat, hasta reventarlos. No tuvieron respiro, ni pudieron llegar. Cuando entraron a la universidad, los expulsaron. Y cuando salieron a la calle, los encarcelaron. Después los deportaron, y los mandaron a ese campo de concentración que es Miami. El Exilio se presentaba como un inmenso arrozal donde, ya por costumbre o por miedo, evitaron posarse. Muchos artistas desahuciados y desconocidos deambulan por las calles de la ciudad: son como muertos vivos.

Néstor Díaz de Villegas

(In Memoriam Carlos Victoria)

.

En el panorama cubano de la creación literaria y artística existen especialmente dos generaciones (grupos generacionales, grupos a secas, grupos circunstanciales) que han sufrido o experimentado, con mayor crudeza y consecuencias, el rigor represivo de La Revolución Castrista y su peculiar comunismo insular.

La primera “generación” fue el grupo identificado como EL PUENTE, que reunía espontáneamente a jóvenes artistas, mayormente literarios, que al triunfo de la Revolución habían alcanzado ya una definición en el primer paso de la evolución creativa. Es lógico y totalmente admisible que este conjunto de sensibilidades diversas, pero provistas todas del germen anárquico (y también contestatario) que todo acto creativo lleva implícito, se sintiera esperanzado y entusiasmado ante lo que les parecía —y aparecía— como “un cambio”, algo nuevo y fresco que política y socialmente estuviera más en la línea de su sentido de la irreverencia con respecto a los estrechos cánones de una sociedad burguesa, objetivamente obsoleta, que todos rechazaban. Muy pronto iban a saber cuán más estrechos aún eran y serían para siempre los parámetros de aquel cambio de dirección con que la Historia, y la terrible historia de las confusiones, comenzaba a cercenarles y a definir los destinos de sus vidas y carreras, y no solamente las suyas propias sino las de todo un pueblo, tanto para bien como para mal, a lo largo de los próximos 70 o 100 años futuros, por poner una cifra tentativa, ya fuera por contacto directo como por las consecuencias de por vida derivadas de una experiencia tan singular. Es de significar que esa “terrible historia de las confusiones” no iba a limitarse a las cotas jurisdiccionales de su pequeño e insignificante territorio nacional, sino que contagiaría a la mayor parte del mundo, sobre todo occidental, tanto desde lo más primario como hasta lo más intelectual y “biempensante” del momento e, incomprensible e irónicamente, de lo que entonces era futuro, y hoy es presente y continuamente pasado. Este absurdo serviría de muro de resonancias para la represión que ya comenzaban a experimentar en su propia casa. EL PUENTE simplemente no estaba previsto en el “stablishment revolucionario” (aún incluso no auto-declarado aún como comunista), y sucedía por iniciativa propia y personal de un conjunto de jóvenes que ese gran poder incipiente (pero excesivo y totalitario desde su cimiente) no había creado ni controlaba, y que, al intentar hacer (o imponer) lo segundo, dio al traste con el movimiento, dispersándolo y anulándolo a través de la represión y el terror, sirviendo de involuntarios e inocentes conejillos de Indias en los que experimentarían toda la amplia gama de los métodos posteriores de disuasión y control de la personalidad artística individual. La Revolución, lejos de ser un elemento aglutinador, es un monstruoso mecanismo de separación y anulación de la voluntad individual, así mismo como de manipulación colectiva, y de una tergiversación propagandística, amén de maquiavélica, convincente a los seguidores con una fe de base (irracional, como suelen ser todas las variantes de la fe). A los jóvenes de EL PUENTE les tocaría ser los primeros en estrenar toda los diferentes métodos de disuasión: exilio temprano, represión carcelaria, procesos por asociación con extranjeros y expulsión del país, métodos “correctivos” psiquiátricos (internamiento en clínicas, aplicación de electroshocks y provocación de shocks de insulina, aplicación de “curas” psicotrópicas contra la homosexualidad), sometimiento, auto-control, auto-censura, ostracismo, resignación acomodaticia y oportunismo voraz, pasando, claro, por todo tipo de traiciones y contradictorios lazos umbilicales mitigantes de la mezquindad que en ocasiones furtivas reúnen (todavía, aún a estas alturas) alrededor de una mesa (que no es precisamente “La Mesa de la Verdad”) situada en cualquier ciudad fuera del territorio insular a la que los “adaptados a representar al sistema comunista cubano puedan tener acceso, a comensales que la Historia y las decisiones personales convirtieron en antagonistas”. Todo un lamentable y tristísimo muestrario de lo que entonces se perfilaba como futuro inevitable.

La segunda generación a la que quiero referirme, y que es el objeto de este trabajo –o de este esbozo o proposición de una investigación futura más enjundiosa--, es la que atañe principalmente a personas que habíamos nacido alrededor del año 1950 y que al triunfo de la Revolución en Cuba estábamos entre la niñez y la pubertad, gente que en un momento vital de tránsito y formación del carácter, recibimos de lleno el impacto de un fenómeno político-histórico-social, único en sí mismo, que se permitió cambiar todo el orden establecido, con sus valores correspondientes, en apenas unas 24 horas que se hicieron eternas y dejaron desnudo —o al menos, sumamente confundido— al protagonista y receptor involuntario de tal transformación. Fue como hacernos hombres y mujeres en el transcurso de una noche, de una forma que de ninguna manera puede catalogarse como natural. Fue como una violación, en la que ni siquiera llegábamos a atinar del todo, no ya la comprensión, sino las formas borrosas, los contornos, de lo que había sucedido. Esta aceleración brusca de la historia nos ponía en la disyuntiva de aceptar o rechazar drásticamente lo que el paso natural de la vida anteriormente nos había ido enseñando, y abrupta -y puedo decir también que violentamente— debíamos dilucidar sobre lo bueno y lo malo, lo acertado y lo errado, que se escondía “malévolamente” en la educación, forma de vida, costumbres, tradiciones, que habíamos ido recibiendo desde nuestro nacimiento y en nuestros entornos particulares. Se nos forzaba a decidir cuando aún no teníamos la capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos, teniendo que asumir con la rapidez de un relámpago un acto que era una labor y un deber que mayormente correspondía a nuestros progenitores, a nuestros mayores.

Al mismo tiempo fuimos culpados abierta, y públicamente, de lastres de los que no éramos conscientes. No fuimos los primeros “niños (naturales) de la Revolución”, sino los niños que la Revolución había heredado de lo que se dio en llamar poco después “la pseudo-República”, en alusión a que todo lo que no había sucedido bajo el catalizador de la pureza “revolucionaria” era en lo absoluto válido en el largo período del siglo XX que va desde las Guerras de Independencia (1868-1898-1900) hasta el 31 de diciembre de 1958. De modo que, a partir de aquel momento, nuestra educación en cierta forma pasó a ser un “correctivo” de supuestas desviaciones que acarreábamos de la influencia pequeño-burguesa y acomodaticias de nuestros padres y familias. Creo que nuestros mayores intentaron protegernos físicamente, humanamente, ante esta avalancha de insultos vedados que propinaban a su papel de educadores a través de una posición conciliadora hacia la conveniencia de que sus hijos y descendientes aceptáramos los nuevos cánones, aun a costa de la posibilidad de perdernos como hijos (como sucedió en muchos casos, de ahí aquello de que los hijos denunciaran a sus padres, etc.) Puedo intuir perfectamente el (razonable) pánico que un hecho de tal calibre despertaría en ellos, y, por consiguiente, aquella primera estampida hacia cualquier nación exterior que les acogiera, de familias enteras con el propósito de “salvar” a sus hijos de algo que no sospechaban en toda su magnitud y que de cualquier forma sospechaban mal y entonces por debajo de toda realidad. Fue la explosión de la posible pérdida de la patria potestad, que dicho ahora suena ridículo y anticuado pero que para ellos debe haber parecido simplemente atroz.

Todo esto ocurrió de forma generalizada con todos “los niños del 59”, pero se intensificó especialmente con aquellos de nosotros que comenzamos a experimentar “inquietudes artísticas”, y lo pongo entre comillas porque ello sirvió como motivo de recelo y persecución sistemática por la potencialidad del ingrediente homosexual supuesto en el arte así como el germen de desviación de una conducta recta (y, en fin de cuentas, igualmente burguesa, aunque se le aplicaran las etiquetas propias de la dictadura del proletariado y la descabellada obcecación pre-fascista encabezada por el Comandante Ernesto “Che” Guevara hacia la construcción de un prototipo ideal de hombre, el llamado “hombre nuevo” solo concebido en los guiones estalinistas y los celuloides de los Estudios Mosfilm); asimismo, la ideología maoísta cultivó su visión particular del “hombre nuevo” y a principios de los años 60 también influyó en los ambientes más ortodoxos cubanos). Este sistema de sospecha generalizada hacia todo el mundo fue propiciatorio para dedicarnos un seguimiento personalizado y policial. Todo parecía indicar que, más bien lejos de precaver que nuestra generación degenerara en un atajo de inservibles viciosos nada dispuestos a seguir la senda del “hombre nuevo” perfecto únicamente posible en las mentes estrechas del Che Guevara y elementos afines, estuvieran, por el contrario, absolutamente deseosos e interesados en crearnos con todos los defectos posibles según este prisma, para así proceder a aplicar sobre esa parte de juventud “desviada” (a la fuerza o por decantación natural) más y más métodos de corrección en su afán de criba, perfeccionamiento y exquisitez del sistema represivo totalitario y la anulación total de la personalidad individual. No solamente querían crear “el hombre nuevo” sino también eliminar del todo cualquier vestigio que no nos permitiera convertirnos en robots y en modelos únicos de orfebrería exclusiva. ¿Era más importante la creación del “producto” Frankestein, o la eliminación total y definitiva del cuerpo que sirvió de base a un cerebro que finalmente fracasó en su propia mesa de operaciones? Incluso parecía planificado: éramos los que no íbamos a integrarnos de ninguna manera en la maquinaria del poder, ni siquiera como oportunistas y vividores a expensas de contribuir a la mentira con la propia mentira de nuestra falsa colaboración, que, por otra parte, siempre se entendía que debía ser lo suficientemente entusiasta y dinámica como para disfrazar convenientemente cualquier atisbo de razonamiento personal: debía, tenía que ser enérgica, en pie de lucha constante, única manera de aceptar y cubrir la apariencias de cuán bien se mentía, sin importar, u obviando, que El Poder siempre era tan omnipresente y todopoderoso para ser absoluto conocedor de la falsedad de tal simulación, reservándose el derecho de descubrirlo y aplicar el castigo que considera oportuno y ejemplificador cuando el oportunista de turno se sintiera lo suficientemente confiado como para creer que era más inteligente que La Revolución, lo cual siempre ha constituido uno de los pecados que menos clemencia han generado en jueces e inquisidores.

Al fin y al cabo, como todos esperábamos --y todos los puntos cardinales a los que miráramos así lo indicaban--, delinquimos. Si “delinquir” se entiende porque comenzamos a escribir, a pintar, a componer canciones, a existir, todo ello al margen de las organizaciones oficiales que se supone eran las encargadas, no solamente de enseñarnos a hacerlo, sino también de conducirnos por el camino correcto del reconocimiento y la aceptación; eludimos, despreciamos olímpicamente los talleres literarios, y eso no nos fue perdonado, ni por la Oficialidad ni por los que sí habían aceptado las reglas del juego, nuestros contemporáneos integrados en la maquinaria de aquella revolución cultural. Decidimos no auto-censurarnos, sino auto-marginarnos, intuyendo ya perfectamente la diferencia existente entre las dos acciones, y anticiparnos a la marginación que el stablishment nos aplicaría o, en su caso, al tratamiento que nos aplicaría en su labor de reconducir lo que escribíamos y producíamos a través de otros conceptos más acordes con la Revolución. No era en definitiva que hiciéramos nada abiertamente condenatorio del sistema, sino que lo que hacíamos no se ajustaba a lo establecido, ni en contenido argumental ni en proyección estética, ni siquiera en la forma de decirlo o darle forma. Había un divorcio total de formas y contenidos; y para ser “admitidos” (aun con reparos) en las sendas que nos condujeran a ser “alguien” (Brigada Hnos. Saínz, Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, u otras sindicaciones adyacentes al control político de los artistas), teníamos que renunciar a ser nosotros para convertirnos en ellos. En esta disyuntiva no éramos los únicos: había personas claramente pertenecientes a otras generaciones anteriores que también decidieron dejarse excluir por razones semejantes o parecidas (por cuestiones que, simple y llanamente, tienen que ver con la dignidad personal). Pienso específicamente en un poeta cuyo nombre prudentemente omito, con el peso específico suficiente como para ser tratado con un respeto especial y que está muy por encima de cualquier poetastro de ocasión que, valiéndose de su producción al servicio del Estado y su ideología, haya sido reconocido —y “reconocido”— como algo a tenerse en cuenta tanto dentro de sus fronteras como más allá de ellas (esto produciría un capítulo aparte).

De modo que lo que bautizo en este texto como LA GENERACIÓN OBVIADA viene siendo más bien “un grupo circunstancial” de personas que nos mantuvimos al margen de los cauces oficiales cubanos (haciendo especial hincapié en que no existían ni siquiera “cauces oficiosos” pues, como en el repetido slogan de principios del Estado Revolucionario Cubano, se mantenía en todo la premisa de que “Con la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada”). En ese estrecho margen –por momentos, casi imperceptible e imposible--, hemos desarrollado, sobre todo, la iniciación personal, individual y desconocidamente colectiva dentro de nuestra única razón de ser (el arte y la literatura), mantenida en todo tiempo a pesar y en contra de cualquier nula posibilidad de reconocimiento. Como he querido sugerir hace un momento, esa marginación también en cierta forma ha viajado con nosotros dondequiera que hayamos ido y nos sigue acompañando en el llamado “exilio” (en definitiva, otra manifestación de “oficialidad”, con sus propias reglas del juego y su particular gama de valores, reconocimientos y exclusiones, y, paradójicamente, continuador y valedor del escritor y el artista oficial comunista (no sé si por inercia, por auto-validarse o por pretender una ley no escrita ni siquiera susurrada de punto final que les exima de toda responsabilidad de colaboracionismo y representatividad de un régimen dictatorial y totalitario, absolutamente imposible de justificar). Existe, por otra parte, una gran confusión orgánica en los espacios fuera del alcance físico del largo brazo revolucionario; dado el prolongado tiempo de ese exilio y lo sutilmente preparado —por no decir “alerta”— que hay que estar para detectar precisamente la sutileza de una ratificación a la que el escritor o artista proveniente de los organismos oficiales insulares aspira y al que La Revolución le ha hecho creer merecedor de tal derecho.

Como fue un grupo que, salvo en cada núcleo (“o individualidad: islas dentro de la isla”), se desconoció a sí mismo en el sentido de su extensión a lo largo de Cuba, teniendo en cuenta que entre nosotros sólo existía el lazo de las circunstancias temporales o accidentales, nunca existimos como “movimiento”, y mucho menos estuvimos organizados (como, curiosamente, la Seguridad del Estado se obstinaba en “ver” a toda costa en mis visitas obligadas a sus villas de interrogatorios y otras oficinas de requerimiento). Es posible que ésta pudiera ser una tarea a completar a partir de los diferentes momentos más o menos simultáneos en que fuimos accediendo a un margen mayor de libertad (de toda índole) a través, sobre todo, del éxodo masivo de los que abandonaron Cuba por el puerto de El Mariel durante los meses de abril-mayo de 1980, así como al incesante goteo de los que habíamos precedido o sucedido a tal acontecimiento. Estoy seguro de muchos nombres, pero carezco del conocimiento documental suficiente del pasado como para incluir con justicia a todo los que mantuvieron actitudes semejantes y específicamente a los que comprende ese periodo.

.

III (TRES)

.

Pero en ese medio siglo hay una segunda mitad. Para los últimos 25 años la Revolución Cubana tenía algo ya ganado: no tenía que lidiar con generaciones que arrastraban reminiscencias propias de otros tiempos distintos. Ya tenía las suyas propias, nacidas después del año 1959, más puras o menos contaminadas que las anteriores y en la práctica más maleables, más moldeables. Aunque, por muchas revoluciones que sucedan al unísono, no es posible barrer del todo con una ética de naturaleza más humana, intrínsecamente histórica, tradicional, prácticamente genética, es lógicamente aceptable, y aceptado es, que nuevos significados éticos se vayan produciendo y sucediendo a lo largo del tiempo; o cuando menos, grandes o pequeñas variaciones de ese gran corpus ético y dialéctico. Las proporciones éticas están compuestas por una pequeña isla de objetividad flotando en un obscuro océano de subjetividades. Aunque miradas desde fuera, ciertas cosas y actitudes pudieran ser vistas desde una misma perspectiva, es absolutamente admisible que esa óptica no fuera aplicable, no al hacer un zoom sobre el punto, sino a nacer, crecer, vivir y morir en ese punto y desde allí proyectarse al exterior.

Me hago muchas preguntas sobre la naturaleza humana. Sobre la pureza, o sobre la consistencia de esa naturaleza. El condicionamiento existe en todo tiempo y lugar, y cuanto más cerrado y asfixiante es el espacio, más métodos se ingenian para obtener más oxígeno. Pero ¿todo es válido? ¿Todo es “ético”? ¿Dónde están los límites? Y ¿cómo probarlos, cómo medirlos? Dudo sobre cómo juzgar a la gente (o ni siquiera si deben ser juzgadas). Los valores del escrúpulo han variado, eso está claro. Pero ¿podemos afirmar categóricamente que todos los venidos después son oportunistas desalmados? Lo ignoramos; lo ignoro, verdaderamente. No sé acusar a todo el mundo por igual; además la parte más humana de mi ser me enfrenta a no cometer los mismos excesos de clasificación y condena que se hizo con nosotros. Y tampoco somos iguales, salvo en la categoría de la cobaya del experimento científico. Tal vez los primeros sufrimos más experimentos, mayor experimentación, mayores errores, y, sobre todo –y muy importante-- carecíamos de los anticuerpos que los segundos han ido ya generando sobre nuestra experiencia acumulada y sobre la suya propia.

Para unos, la vida en el laboratorio ha mermado definitivamente el interés por otra opción vital, cualquiera que ésta sea. Nos alimentamos de auto-engaños pero los resultados son letales. Si la Revolución cavó la fosa, el agotamiento que nos ha producido sella el agujero con su pesada losa.

Para otros, la vida comienza a partir de su egreso del recinto de los experimentos. Y están prestos a demostrar su capacidad y las habilidades ganadas durante el entrenamiento.

No obstante, debe existir un equilibrio en alguna parte. O, ¿habrá muerto del todo aquello que José Martí llamaba “mejoramiento humano” y en lo cual basaba su fe?

(Madrid, 2007-2010)

© 2010 David Lago González

(PROHIBIDA la reproducción de este texto salvo permiso escrito del autor.)

miércoles, 20 de julio de 2011

El presidente valenciano Camps plusmarquista en el Libro Guinness de los Records con su dimisión

¡Jolines!  ¡Ha roto marcas, aguas y telas!  En un país donde no dimite ni la Virgen, a ver si ahora empieza a extenderse una tímida fiebre de honestidad y vergüenza, y siguen dimitiendo.  De un bando o de otra, da la mismo. Por ejemplo, la segunda de Tomás López (PSM), a pesar de estar ya sancionado, sigue impasible en su mismo puesto de siempre.  Y por ahí, pa’llá…

.

Brian Latta, Rail Tunnel in Portland, OR 1-30-11

Brian Latta, Rail Tunnel in Portland, OR 1-30-11

.

El presidente valenciano dimite por el escándalo de trajes

ReutersReuters – Hace 33 minutos

MADRID (Reuters) - El Partido Popular, favorito para ganar las próximas elecciones generales, se libró el miércoles de una de las cuestiones más espinosas que podrían perjudicarle en una campaña electoral después de que el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, anunciara su dimisión para poder defenderse ante la Justicia de la acusación de haber recibido regalos de la trama de corrupción Gürtel.

Camps, que en los comicios autonómicos de mayo logró su tercera victoria por mayoría absoluta, había contado desde el principio con el apoyo público del presidente del partido de centroderecha, Mariano Rajoy, considerado el favorito para las elecciones generales previstas para marzo de 2012.

"Voluntariamente ofrezco este sacrificio personal para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente, para que el PP gobierne España y para que España sea esa gran nación que los españoles queremos", dijo Camps, de 48 años, en una comparecencia especial ante la prensa en el Palau de la Generalitat de la capital valenciana.

Rajoy cuenta con una gran ventaja en los sondeos sobre el candidato socialista, el ex vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, de cara a las elecciones previstas para marzo de 2012, pero que podrían adelantarse al otoño ante la crisis económica en España, mientras el Gobierno socialista trata de recuperar la confianza de los mercados y evitar un rescate como el que han recibido Grecia, Irlanda y Portugal.

La semana pasada, el Tribunal Superior de Justicia de Valencia ordenó la apertura de juicio oral contra Camps y otros tres dirigentes del PP en esta comunidad al apreciar indicios de que la red de corrupción conocida como Gürtel pagó varios miles de euros en prendas de vestir de confección cara para el presidente valenciano, que será juzgado por el delito de cohecho pasivo impropio.

"Dejo la presidencia de la Generalitat en este mismo instante, completamente inocente de las barbaridades que durante estos años se han dicho de mí, como las otras tres personas que están en un proceso absurdo brutal, que nadie entiende, que es falso, y que el día de mañana muchas personas tendrán que bajar la cabeza por las barbaridades que se han ido cosiendo", aseguró.

Poco después de su intervención, Rajoy alabó el gesto, calificándolo de "un ejercicio de responsabilidad y de ejemplaridad políticas que le ennoblecen".

"La decisión que ha adoptado Francisco Camps no prejuzga en absoluto su presunción de inocencia, ni menoscaba su ejecutoria intachable al frente de la Generalitat que los valencianos acaban de revalidar democráticamente", dijo el líder 'popular' en un breve comunicado enviado por el partido en el que reconoce el "ejercicio de generosidad y responsabilidad".

Desde el Gobierno la primera reacción vino del ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que señaló que la decisión de Camps "es un acto de responsabilidad congruente".

El conocido como "caso de los trajes" se enmarca dentro de la trama de corrupción Gürtel, que ha salpicado a altos cargos del PP por haber obtenido supuestamente dinero y regalos a cambio de adjudicar cuantiosos contratos a empresas dirigidas por el presunto cabecilla de la trama, Francisco Correa, que aún está en prisión provisional a la espera de juicio.

La investigación llevaba desde abril de 2009 en el TSJV después de que el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón traspasara a la justicia de esa comunidad la parte valenciana de una trama que se ha extendido por varias regiones, incluida Madrid.

.

DOS ACUSADOS SE DECLARAN CULPABLES

Junto con Camps iban a sentarse en el banquillo el ex vicepresidente Víctor Campos; el ex secretario general del PP valenciano Ricardo Costa y el ex jefe de gabinete de la consejería de Turismo Rafael Betoret.

Campos y Betoret se declararon el miércoles culpables del mismo delito, cohecho pasivo impropio, con lo que evitan ir a juicio y se conforman con la pena más alta a la que podían ser condenados, que podría rondar una multa de varias decenas de miles de euros para cada uno. Tras el anuncio de Francisco Camps de mantener su inocencia, queda por saber la decisión del cuarto acusado, Ricardo Costa.

"No han podido demostrar nada porque no hay nada, no podrán demostrar nada, porque no hay nada, y ya estoy a partir de este mismo instante liberado para poder defenderme donde corresponda de estas infamias y de estas insidias", insistió Camps, que compareció junto a la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, y el ex ministro del PP y responsable de cuestiones judiciales, Federico Trillo.

"Me voy con menos de lo que vine, con mucho menos, pero cargado de ilusiones".

Ahora se pone en marcha el proceso para relevarle al frente de la Comunidad Valenciana, que presidía desde 2003, y que comenzará con la convocatoria de la mesa de las Cortes por parte del presidente de la Cámara, Juan Cotino.

Este celebrará una ronda de consultas con los cuatro partidos de las Cortes para ver a quién proponen - aunque el candidato provendrá del PP, que tiene mayoría absoluta -, y luego se celebrará un pleno de investidura, que podría ser de carácter extraordinario, al haber concluido ya el periodo ordinario por el verano.

***

viernes, 17 de junio de 2011

Un nuevo término comodín: “guerrilla urbana”

.

Jack Nicholson_The Joker

Jack Nicholson_The Joker

.

 

No sé si se deba realmente a La Concha –como la llaman finamente— o si es la prensa o esa pléyade de escribidores siempre prestos a echar mano de las “palabras hechas” para ahorrar, más allá de la utilización enriquecedora de nuestro amplio idioma, opiniones personales que puedan comprometerles más allá de lo “by default”.

Hoy he apreciado, en dos artículos, secciones o noticias distintas, en el diario El País (no he revisado los demás: “envejece mal, y además es pobre”, dijo de mí la loca parisina de Birán) el uso del término “guerrilla urbana” aplicado a los “indignados” calmados o furiosos como Orlando, del 15M o de lo que sea que sea el 15M.

Desde hace tiempo vengo advirtiendo signos del “neo-bolchevismo” (“Nu-Bolchevism”, vamos a llamarle en inglés). Por entonces, todavía no había leído a Todorov, cuya actualidad (específicamente en España, here and now) estremece.

Es tiempo de Anonymus y jokers, caretas de sonrisas burlonas que realmente no sé si se ríen del stablishment o del individuo en busca de no sé cuál pavoroso colectivismo.

Me paso todo el día cantando la canción de Chico Buarque de Hollanda: -Quem é você? -Adivinha, se gosta de mim!”o haciéndome la pregunta sustituta en castellano: ¿Quién eres tú, mascarita?, que no se canta.

© 2011 David Lago González

.

Caitlin Worthington_this_is_pressure__by_mumbojumbo89

Caitlin Worthington, ”this is pressure”

.

***

viernes, 20 de mayo de 2011

¡Indignados de España, uníos! (2)

.

© Tina Modotti, Workers Parade, 1926

© Tina Modotti, Workers Parade, 1926

.

Elecciones municipales y autonómicas - El Movimiento del 15-M

¿Qué quiere Sol?

Los variopintos perfiles que confluyen en la acampada de indignados empiezan a dar forma a una lista concreta de reclamaciones que exhibir ante la sociedad

PATRICIA ORTEGA DOLZ / INÉS SANTAEULALIA - Madrid - 20/05/2011

http://www.elpais.com/articulo/madrid/quiere/Sol/elpepiespmad/20110520elpmad_2/Tes

.

A escasos metros del Congreso de los Diputados ha surgido otro parlamento. Otra democracia nace de cero en el kilómetro cero y ha convertido la Puerta del Sol en una gran ágora. En vez de bancadas de diputados hay metros cuadrados de suelo; en lugar de presidente del Congreso hay un moderador que estudió Clásicas y que en la actualidad dice dedicarse a la interpretación.

La noticia en otros webs

A cambio de la mesa del Congreso hay un chaval que toma nota de lo que se dice y hace un resumen de cada tema antes de pasar al siguiente. No hay un orden del día sino una hoja con 24 puntos abiertos a aportaciones y propuestas que se suceden con solo levantar el brazo y que se aprueban agitando las manos como en el lenguaje de los sordomudos.

Existen comisiones por áreas (comunicación, asamblea, infraestructuras, alimentaria...), pero no en despachos sino debajo de tiendas de campaña, lonas o a la intemperie. Hay incluso corrillos, que no son en los pasillos sino en plena calle, en cualquier esquina. Acalorados y apasionados enfrentamientos dialécticos surgen como setas en la nueva ágora de la Puerta del Sol. Aguzando los oídos cualquiera puede ponerse al día de los temas más candentes de la actualidad. Los ciudadanos hablan.

"Consideramos leyes injustas la Ley de Extranjería, el Plan Bolonia, la Ley Sinde, la Ley electoral y la de Igualdad de género", suena por un megáfono que rula de mano en mano en la asamblea. "Hay que acabar con el apoyo estatal a la Iglesia", defiende una mujer de mediana edad. "Los rescates deben ir dirigidos a las familias desahuciadas y no a los bancos", vocea un joven. Una avalancha de propuestas de hora y media. "Estamos buscando un consenso de mínimos que nos aclare lo que estamos defendiendo", apunta el moderador.

Como en La autopista del sur de Cortázar, un hecho extraordinario ha creado una nueva realidad con una dinámica propia. La manifestación que el pasado 15 de mayo reunió a miles de personas indignadas por la situación sociopolítica y económica de España y la posterior acampada en el centro neurálgico de la capital, han dado lugar a un micromundo que se hace y gira al mismo tiempo, en sentido contrario al que venía siendo cotidiano.

Lo primero fue organizarse y garantizar las necesidades básicas. Lo segundo, ahora y ya, es articular un discurso que les permita explicar a la sociedad una queja global y generalizada contra las carencias del sistema democrático imperante

. Se trata de perfilar una protesta que ha sido capaz de aglutinar al amplísimo y heterogéneo número de personas que conforman este movimiento espontáneo.Un movimiento que, más allá de los presentes cada día en la Puerta del Sol, aúna todo un espíritu colectivo de desencanto y hartazgo que viene asolando a una parte de la población. El Movimiento 15-M se infla y se desinfla, sube y baja en función de las horas del día. Hay tres asambleas en cada jornada y una concentración.

En plena recta final de la campaña electoral, estas gentes, venidas de todas las partes de Madrid y ciudades limítrofes, guardan un as en la manga. Cierto es que ni ellos mismos saben aún cuál será la jugada. Ni si pintan espadas o pintan bastos, pero lo guardan como oro en paño y podrían ponerlo sobre la mesa en cualquier momento: "¿Qué haremos el domingo frente a las urnas?". La pregunta se la lanzaban entre ellos mismos, pero nadie daba una respuesta. De momento, lo que sí se ha votado masivamente en sentido favorable es la manifestación del sábado (día de reflexión), que ayer por la noche prohibió la Junta Electoral Central. En la asamblea de hoy Sol definirá cómo, cuándo y dónde.

Todo el trabajo y las reuniones de ayer se centraron, por tanto, en crear el germen de ese manifiesto de mínimos. Primero, los temas clave que les preocupan, luego las propuestas y después las votaciones. El resultado de ese proceso será una especie de programa marco que sustituirá al manifiesto original, que simplemente identificaba el movimiento, y que tratará de dar respuesta a la gran pregunta de los cuatro últimos días: los indignados no quieren las cosas como están, ¿pero qué quieren?

En las asambleas de ayer dieron su apoyo a una serie de propuestas que, sumadas a las que se han ido depositando en los buzones que tiene cada comisión, formarán la base sobre la que, después de someterse a votación, se tratará de elaborar el perseguido manifiesto de mínimos. He aquí algunas de esas reivindicaciones concretas:

- Abolición de leyes injustas. Suprimir y sustituir normas como la Ley Sinde, el Plan Bolonia, la Ley de Extranjería, la Ley de Partidos o la ley electoral. Y apoyan que las leyes clave que aprueben las Cortes vayan precedidas de un referéndum.

- Tercera República. Unos quieren un referéndum para votar monarquía o república, otros apuestan directamente por hacer desaparecer de la Constitución todo lo que tenga que ver con la Casa Real.

- Reformas fiscales. Abogan por "favorecer las rentas más bajas", por "que paguen más los que más tienen" y por "que el IVA sea un impuesto progresivo". Además, entre otras muchas cosas, quieren "que se establezca la tasa Tobin para gravar la especulación y el movimiento de capitales y que lo obtenido por esos impuestos revierta en políticas sociales". Se propugna asimismo "nacionalizar los bancos rescatados".

- Transporte y movilidad. Favorecer el transporte público y alternativo al coche, crear una red de carril bici, subvencionar el abono transporte a los parados.

- Reforma de las condiciones laborales de la clase política. Se aboga por la supresión de sueldos vitalicios, la formación reglada (que opositen), la revisión y balance de las políticas al concluir cada mandato, listas electorales limpias y libres de imputados por corrupción política.

- Desvinculación total de la Iglesia y el Estado y División de Poderes. La religión debe ser circunscrita solo a la intimidad y los jueces deben estar lejos de la política.

- Democracia participativa y directa. Apuestan por un funcionamiento asambleario en la base ciudadana (barrios, distritos...) apoyado en Internet y las nuevas tecnologías. Piden también participación en los asuntos relativos a la gestión de los presupuestos por las distintas administraciones. En general, descentralización del poder político.

- Mejora y regularización de las relaciones laborales. Básicamente se trata de acabar con la precariedad salarial y el "abuso" de los becarios, estableciendo un salario mínimo de 1.200 euros, con un Estado que garantice el empleo y la igualdad salarial.

- Ecología y Medio Ambiente. Cierre inmediato de las centrales nucleares y apoyo a las economías sostenibles.

- Recuperación de las empresas públicas privatizadas. La Administración debe de hacerse cargo de nuevo de la gestión.

- Fuerza del Estado. Reducción del gasto militar, cierre de las fábricas de armas y negativa a la intervención en cualquier escenario de guerra.

- Recuperación de la Memoria Histórica. Condena del franquismo.

.

El movimiento crece

La organización establecida comienza a dar sus frutos y amplía su ámbito:

- Baños: Instalados para su solo uso nocturno.

- Punto Limpio: Destinado a separar basuras.

- Guarderías: Se ha creado una comisión específica para actividades infantiles.

- Cada comisión dispone de un buzón en el que dejar propuestas.

- De momento rechazan las donaciones, pero se habla de crear una cuenta bancaria que solo se usaría para pagar las multas impuestas a los detenidos.

- El movimiento quiere propagarse y exportar las asambleas a las plazas populares de los barrios.

- Para evitar personalismos se han impartido cursos de portavoz destinados a crear turnos de representantes cada cuatro horas.

- Zona libre de redadas: han creado una comisión de inmigración para atender a extranjeros sin papeles y evitar su detención.

---O---

Y DIGO YO: “Somos apartidistas”. Yo también. Total, absoluto y profundo. Sin embargo, creo que los partidos deben existir, no impregnados con los dogmas estrictos de una religión, sino porque alguien, simplemente, debe gestionar la política de estado. Y bien.

Otra pancarta dice: “Políticos: somos vuestros jefes y os estamos haciendo un ERE” Perfecto. Un ERE, y un erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido corren los carros por la línea del ferrocarril.

El hijo de Cayo Lara, secretario de IU o del PCE (me da igual), está entre los manifestantes, según supe anoche por la televisión. ¿Forma parte de su rebelión generacional o está en representación del partido paterno?

El ítem de “el movimiento quiere exportar las asambleas a las plazas populares de los barrios” me suena con pavor a mi etapa cubana. ¿La guillotine?

Y por cierto, a los cubanos que me leen, yo lo siento, pero me parece mucho más importante actualmente opinar sobre lo que pasa aquí y ahora, que sobre un señor que se sube a una azotea en Marianao o a la ¿incomprensible? presencia multiplicada del pastor evangelista guiando la masa de la disidencia con proyección externa, simplemente porque yo vivo en Madrid y nunca jamás voy a volver a vivir a Camagüey (aunque sea mi ciudad de referencia) y porque, si en mi etapa cubana, ya no tenía nada que ver con aquella sociedad generada por el comunismo cubano, muchísimo menos tengo ahora puntos en común con ese país, o con lo que ha terminado siendo. Ojalá que los indignados nativos españoles no se indignen tanto como para confundirse al escoger y pierdan la inapreciable libertad de hacerlo.

© 2011 David Lago González

lunes, 9 de mayo de 2011

ROLANDO H. MORELLI - Algunas fronteras

.

Philippe Salaün

Philippe Salaün

.

 

Para José Joaquín, presente siempre.

.

Al entrar en el puente las ruedas del automóvil producen al rozar la superficie ese sonido de eje dislocado —un cimbreo de metal suelto o por soltarse— que contrasta con el otro sonido de las ruedas sobre el pavimento o la tierra pelada, siempre igual, ése que ha venido prodigándose hasta aquí. (El mismo, que volverá a escucharse más allá del puente).

—Éste debe ser el primer puente que pasamos, ¿no? —observo, desperezándome un poco en el asiento trasero. Naturalmente que éste no podría tratarse del primer puente desde que salimos, de manera que el hombre sentado detrás del volante se queda en silencio unos instantes, desconcertado.

—Éste es el puente del Jatibonico… —dice entonces

—¡Ah!  Entonces, ya estamos entrando en Camagüey.

Después de otro silencio no menos desconcertado, el conductor se anima a responder.

—Eso, claro, era antes. ¡Hace mucho tiempo! Ahora, estamos entrando en la provincia de Ciego de Ávila.

—¡Ah, sí! Se me olvidaba... Es que para mí Ciego sigue siendo Camagüey. Como sabe ése era antes el límite occidental de la provincia. A uno se lo enseñaban en las clases de Geografía de Cuba, y esas cosas, generalmente no se olvidan.

—¡Ya usted sabe que a esta gente le ha gustado siempre cambiarlo todo! ¡Cambiarlo por cambiarlo! ¡Ponerlo todo patas arriba!

Observo acaso una prudencia desmedida ante las palabras del chofer.

—¡Ahora el límite es Camagüey! ¿Su tierra, no?  Ahí, está la frontera.

Esta vez soy yo el desconcertado. Por unos instantes me quedo sin otras nociones que mi propio desconcierto.  El hombre debe haberse dado cuenta de esta turbación.

—Ahí se acaba Cuba, y empieza Oriente.  ¡Otra cosa!  ¡Otra gente!  De las Tunas pa’ allá, ya no hay más pueblo, como dicen.  ¡La tierra de nadie es eso!

Hemos salido del puente. Ahora el silencio se adueña de nosotros como si el individuo que está detrás del volante dispusiera arbitrariamente que así fuera. Todavía no hallo qué decir, aunque sea imperativo decir algo.

—Perdone. No comprendo lo que quiere decir. ¿¡Otra gente!?

—Usted… Digo, por causalidad no es oriental, ¿verdad? Digo, si… Disculpe si lo ofendí, no tenía la intención.

—No —digo—. No soy oriental…

—¡Ah, entonces será que usted seguramente lleva muchos años afuera! Mire, para que vaya sabiendo a lo que me refiero… Aquí los orientales se han hecho dueños de todo. ¡La Habana es puro Oriente!  ¿Y qué han hecho con La Habana?  ¿Usted vio como está La Habana? ¡Destruida que da miedo! Y donde quiera que van es lo mismo. En Cienfuegos también han acabado. ¿Y las fajazones? Porque a bravucones y engreídos no hay quien les ponga un pie delante. Ahora, que ellos no se pelean como los demás hombres, no señor. ¡A puñaladas y a machetazos! Peleas a machetazos ha habido entre ellos mismos, o entre ellos y los hombres de una zona, que han tenido que movilizar las Fuerzas Especiales para acabarlas. Ya oirá los cuentos. Y en su tierra también los encontrará por todas partes, como una plaga. Ya verá que no la reconoce cuando llegue allá. ¡La verdad es que son una fuerza de ocupación extranjera en todo el país! ¿Lleva mucho tiempo afuera?

—Veinte años.

—¿Y es la primera vez que vuelve? —inquiere, interrumpiendo de este modo el flujo de mis pensamientos. Hay en su voz un cúmulo de ansiedad reprimida de la que antes no me diera cuenta.

—Sí  —confirmo su cálculo o lo que aquello fuera—. Hasta ahora no había sido posible

Al decir posible intento restar a la palabra todo relieve, con lo cual logro tal vez conferirle una distinción contraria a mis propósitos.

—No se preocupe —dice él mientras los ojos buscan una expresión en la semipenumbra, a través del retrovisor— que no se perdió mucho.  Pa’ lo que hay que ver aquí… ¿Le queda aquí mucha familia?

—Casi toda la familia —digo—. Mis padres, seis hermanos, algunos sobrinos... ¡Amigos muy queridos!

—¿Vive en Mayami?

—No señor, en los Estados Unidos, pero al norte.  Mucho más al norte.

—¿Eso, queda cerca de Nuyersi?

—Sí, más cerca de New Jersey.  Al oeste de Jersey.  En un pueblito.

—Ah, porque mire qué casualidad, unas medio primas mías… Bueno, parientas de mi esposa que estuvieron aquí de visita, por esa zona de allá arriba es que viven. Pero en Miami es en donde parece que más cubanos hay.

—Tiene usted razón, Miami es una ciudad cubana en muchos sentidos.

—Yo desde que lo vi ahí parado, me di cuenta de que… Vamos, me dije que seguramente andaba buscando una máquina que lo llevara para alguna parte, y como uno se deja caer por el aeropuerto como quien no quiere la cosa a ver si se presenta alguna carrera de éstas precisamente…

—Sí, ya me habían dicho que así era como funcionaba el asunto.

—Eso, hasta que a esta gente le dé la gana. Ya sabe usted que son como el perro del hortelano, que si no pueden comer ellos, tampoco dejan que coman los demás.

—¿Y de qué otro modo iba a ser si no hay taxis o transporte público disponible con lo de la crisis?

—Aquí nunca salimos de una para entrar en otra. La crisis permanente es esto. Pero como le digo: ¡El perro del hortelano!… ¿Y qué le parece lo que ha podido ver? Digo, si con la oscuridad y el apagón éste

—Usted lo ha dicho, apenas he podido ver nada —evado la respuesta, si bien es cierto que en el tiempo transcurrido desde mi llegada al aeropuerto al momento de abordar el vehículo que me lleva a la casa de mis padres, apenas he tenido la oportunidad de observar nada.

—Deje que llegue a Camagüey para que vea a la luz del día. ¡Para que vea! Todo el que viene de allá afuera dice que no puede creer lo que ve aquí con sus propios ojos. Las parientas de que le hablaba antes hasta se enfermaron, y a una de ellas la tuvieron hasta que ingresar en cuanto llegó allá a su casa en Nuyersi. Parece ser que no era nada: los nervios, la impresión que se llevó cuando vio esto… Espero que usted no se vaya a enfermar. Usted, claro, es hombre, pero hasta a nosotros los hombres… Tiene que ser fuerte, como si se le hubiera muerto alguien muy querido, Dios no lo quiera así. Claro, eso es para ustedes los que se fueron de aquí hace ya algún tiempo, y se perdieron lo mejor del paseo éste. Nosotros los que nos hemos tenido que aguantar aquí, o los que se fueron hace menos tiempo estamos todos curados de espanto, como dicen. ¡El día tras día hace maravillas con eso de aguantarse uno! Yo creo que uno se acostumbra a todo, si no tiene manera de cambiar nada o de quitarse de encima lo que le cayó del cielo, o del infierno… No menos aguanta el burro, aunque se tranque a veces y no quiera caminar.

A pesar de la fatiga, y de la ansiedad que me dominan por igual, me esfuerzo por escuchar al hombre mientras intento sofrenar el cúmulo de emociones, miedos, cálculos y no sé cuántas otras cosas que me asaltan.

—Camagüey dicen que era muy bonito. (No, y todavía, con todo y la plaga que nos ha caído encima, se mantiene bastante). Yo diría que es de lo mejorcito que nos queda todavía… La vieja mía, que en paz descanse, tenía algunas amistades de ahí mismo. ¡Mucha carne y mucha leche!  ¡Y mucha prosperidad y señorío!  Oiga, y las mujeres más lindas de Cuba, sí señor. ¡Y mire que la cubana es bonita sea de donde sea!  Yo, soy natural de Niquero.  Pero me crié prácticamente en La Habana.  Mi familia toda es de esa zona. De Niquero. ¡Una familia larguísima! Tengo parientes en toda la provincia de Oriente.  Por eso sé muy bien lo que le digo. ¡Orientales buenos, muy pocos! Sobran los dedos de una mano para contarlos:  Maceo, y tres más.  Yo no sé si es la tierra que es mala, o qué cosa será.   Pero fíjese bien:  ¿qué nos ha da’o Oriente en los últimos cincuenta años a los cubanos?  ¡Fíjese bien!  —Las manos del chofer se liberan momentáneamente del timón para ilustrar lo que dicen las palabras—:  Primero Batista y sus canchanchanes, y después, para darnos el tiro de gracia, este hombre y su gente.  Los dos son hasta del mismo municipio, creo yo.  ¡Ahí sí que tiene que haber algo en el suelo, en el agua, o en el aire...! ¡Algo muy malo!  ¿No le parece?

Oyéndolo decir esto último, y a pesar de que ya he decidido dejarle a él toda la locuacidad que seguramente requiere para mantenerse despierto tras el timón, arriesgo algunas palabras.

—¡De ahí también es el Padre de la patria! —digo—. De la provincia de Oriente, quiero decir. ¡Y Guillermón Moncada!  ¡Y los Maceos todos!  Y Rosa, la bayamesa. Y José María Heredia. ¡De allí son Boti y Poveda! ¡Emilio Bacardí! ¡Los Matamoros! ¡Y el son de la loma, no?

El chofer, que ya antes ha buscado una expresión cualquiera en mi rostro en medio de la oscuridad, vuelve a escrutar mi rostro a través del retrovisor con los ojos fijos, seguramente aguzados, como prendidos al espejo. Esta vez soy yo quien logra imponerle un silencio ajeno a su natural locuacidad.

—Mi intención no era ofenderlo.  Discúlpeme si lo he ofendido en algo.  Fíjese que, después de todo, yo también soy oriental. Ya se lo dije: nacido allí en Niquero, y criado en La Habana. Lo que pasa es que hay mucha gente mala de allí que viene y va, y lo malea todo. ¡Óigame, usted tendría que verlo con sus propios ojos para creerlo! Y lo verá, sin dudas. ¡Cómo lo destruyen todo! Yo no exagero. ¡Usted lo verá y se lo oirá decir a cualquiera! (¡Hasta a ellos mismos!). Todo lo destruyen, y lo que no pueden llevarse para trapicharlo o Dios sabe qué, lo rompen y lo dejan que no se puede remediar. Esos no quieren a La Habana, ni a Camagüey, ni a Cienfuegos, ni a su propia madre. Si usted viaja para Oriente allí mismo lo podrá ver. ¡Esos no quieren a Cuba! Viven como los animales: ahí donde los coge la noche se guarecen, pero no se encariñan con nada ni tienen respeto por nada. Usted tendría que ver las casas que les han dado, o que se han cogido ellos por su linda cara, ahí en La Habana. ¡Mansiones! Mejor que ni las vea como las han dejado. Ah, pero eso sí, no hallará ninguno otro tan fidelista. ¡¿Y la policía?! Cualquier machacahuesos  de esos, que lo para a usted en la calle, sin ningún motivo, y que por quítame ahí esas pajas lo deja a usted lleno de verdugones, tenga la plena seguridad que es de Oriente. Aquí la policía toda está en manos de esa gente. Todos los cubanos somos sus rehenes. ¿Cómo no les vamos a tener mala voluntad? ¿A ver, dígame, usted?

El auto enfila ahora por una recta, a cuyos lados proyectan sus siluetas árboles corpulentos, que contrastan con la deforestación de la llanura que hemos venido atravesando. Furtivo, nos sale al encuentro un letrero con sus letras descascaradas.

—¿Ciego? —pregunto a mi interlocutor.

—No, señor, a Ciego ya lo dejamos atrás hace rato. Le pasamos por el lado. Ése era Florida. Ya ‘horita estamos en Camagüey.

—A Vertientes, ¿cuánto?

—Si nos vamos por la Vallita, menos. Así se ahorran un montón de kilómetros.

—Usted conoce bien todo esto.

—Oiga, desde que empezaron los viajes de la gente de afuera, no he hecho otra cosa que dar viajes pa’ to’as partes. Hasta a Baracoa he ido a dar a veces. Llevo en esto, como cinco años.  Si uno no tiene dólares en este país, se muere de hambre, créame bien que se lo digo yo.

—¿Y el que no los tiene?

—Al que no tiene dólares, le sobran dolores. De barriga, de pecho, de espaldas. ¡De barriga sobre todo! Aquí el que no tiene dólares no tiene ni donde caerse muerto, porque hasta pa’ que lo entierren a uno decentemente, hay que contar con los americanos.  ¿¡Quién nos lo iba a decir?!

El sonido del viento al batir contra la lona que llena el hueco de una ventanilla me distrae un instante de la conversación.

—Este carro,  ¿es ruso? —pregunto.

—¡Un Moscovich! —asiente el chofer—. Lo más parecido a un carro americano que fabricaron los soviéticos. Como imitación no es tan malo. Éste es de un compañero mío que no maneja. Yo no tengo carro. Con éste nos defendemos los dos. Usted sabe como dice el dicho que una mano lava la otra, y las dos lavan la cara.

—Ese refrán parece ser pura doctrina cristiana.

—¡Qué va!  Y perdóneme que lo contradiga.  Eso es puro sociolismo.  ¡Mah deh in Cuba! La necesidad hace parir mulato, créame. Yo, antes del Período Especial éste..., (¡Especial ya usted sabe!... Aquí, a lo malo, se le llama especial) era ingeniero especialista en locomotoras Diesel. ¡Vivía!  Más o menos, como casi todo el mundo. ¡Mejor que muchos; no tan bien como muchos otros! En fin, que se iba tirando. Era hasta militante del Partido. Me procesaron y tuve que aceptarlo. De lo contrario me señalo y no hubiera podido hacer mi trabajo. ¡Fíjese usted eso! Pa’ que una locomotora pudiera funcionar yo tenía que ser además de ingeniero, militante comunista. Ésas son las locomotoras socialistas, de tecnología capitalista. Pues en ésas estábamos, cuando se acabó la mamadera de los rusos y llegó el período especial éste. Eso, naturalmente, tenía que pasar. Más tarde o más temprano… Esa teta tenía que secarse algún día. ¿En qué cabeza podía caber que fuera de otro modo?

El hombre se interrumpe un instante que no se sabe cuánto habrá de durar, y no me atrevo a intervenir con una frase cualquiera, por temor a que desista de esta suerte de confesión que se me antoja la nota más alta de todo cuánto ha dicho durante el viaje.

—Yo lo que más quisiera es ver otra cosa. Irme de aquí, no, sino ver. Ver otra cosa, conocer otros países; viajar un poco. Usted seguramente conoce muchos países, ¿no es así?

—Para serle franco, ya casi no viajo. Prefiero mi casa. Creo que me cansé de los viajes, además de que todo se ha ido haciendo caro, el tiempo escasea y uno tiene muchos otros intereses. ¡Al menos en mi caso!

—Sí, pero al menos ha podido viajar. Allá afuera la vida debe ser muy distinta.  Uno puede hacer planes, ¿no es así? ¿Usted en qué trabaja?, y dispense la curiosidad.

Los faros del vehículo que circula en dirección contraria con las luces apagadas se encienden de repente e inundan el interior del auto, encegueciéndonos. Mi interlocutor hace entonces lo único que está a su alcance, lanzar un improperio dirigido al otro conductor en tanto se aferra al volante con ambas manos, los ojos, fijos en el borde de la carretera. El carro se detiene finalmente agotado su impulso primordial y el conductor aprovecha un último empuje para orillarlo cuanto es posible al borde de tierra, alejado de la carretera

—Hoy aquí, cualquier comemierda maneja, con las carreteras como están, que usted las ha visto, y no es cuento mío. Por eso es que hay tantos accidentes diariamente.  Aquí, carros no habrá muchos, pero accidentes, todos los que quiera. ¡Figúrese usted, sin buenos frenos ni nada por el estilo!

No siento deseos de decir nada, pero me parece que hace falta su buena dosis de palabras para llenar el vacío que se me ha hecho en el estómago. Por suerte, es nuevamente el chofer quien primero habla.

—Hay que cambiarle el agua a los pececitos —dice, pero se está aún un rato largo detrás del volante como si este acto requiriera de una determinación que a él le falta. Por último consigue desprenderse del timón y sale del automóvil.

Desde dentro, donde permanezco, se escucha prodigarse el chorro al golpear sobre el asfalto. Oyéndolo se despiertan también en mí las ganas de “cambiarle el agua a los pececitos”. A lo lejos ya ha comenzado a clarear. El hombre termina y espera por mí sin impaciencia, en el interior del auto al que ha regresado.

—¿Fuma? —me ofrece un cigarrillo cuando también yo he vuelto a acomodarme en el asiento trasero.

—No, gracias

—Yo tampoco —dice, devolviendo la cajetilla a ese espacio plano que hay entre el parabrisas y el volante—. Nunca en mi vida. Ni fumado, ni bebido. ¡Esos son dos vicios que no tengo! No es que sea virtuoso, si usted me entiende.

De la base del retrovisor cuelgan dos fotos plasticadas que a la media luz reinante no me es posible distinguir con claridad, y una estampita que por tratarse de una imagen archisabida reconozco como la de Santa Bárbara.  El hombre me sorprende mirándolas y no dice nada al comienzo, luego sí.

—Mi mujer y mi hija —dice—. Ahí era todavía una niñita de doce. ¡Que ahora ya me va para quince! En mes y medio los cumple. No vaya a creer que es de amigos eso. Y todavía hay que ir pensando en celebrarle los quince. No por ella, no crea. Ella está en eso más clara que su madre. Pero así es la cosa. Y que si el qué dirán y si patatín y si patatán.  Mi mujer sigue viviendo en otra época. Como mucha gente aquí. ¡En el siglo XIX! Aquí la gente se muere de hambre si no navega con suerte, pero los quince de las hijas se tienen que celebrar a como de lugar. (¡Morirse es poca cosa!) De todos modos, si no se los celebras te tienes que morir lo mismo. Y que te mueres, porque la mujer te hace la vida imposible, y a lo mejor hasta se divorcia. ¡O se te corre con otro, por aquello del despecho, y la vanidad herida!

El auto ha vuelto a ponerse en marcha y emboca ahora por un terraplén deslavado por las lluvias de mucho tiempo atrás, lleno de baches de todos los tamaños. Para sortearlos, el conductor se ha visto forzado a aminorar la velocidad.

—Seguramente ya estaremos muy cerca —comento.

—Por aquí, nos ahorramos un montón de kilómetros, aunque la carretera está peor —dice el chofer.

Un poco más adelante, surge de debajo del polvo un trecho de pavimento milagrosamente intacto, y el auto recobra su velocidad por lo que dura aquella franja negra, de un negro descolorido —observo— blanqueado.

—Ya estamos llegando. En nada estamos en Vertientes. Ahí está esperando su familia. ¡Ansiosos por verlo llegar!

Mi interlocutor comprueba por el retrovisor mi ademán de asentimiento. A lo lejos, creo divisar las torres del central por sobre los campos de caña muy rala y esmirriada que crecen en la lontananza.

—Estas cañas no deben dar mucho azúcar —observo en voz alta, un poco a mi pesar o contra mi intención de hacerlo.

—¡Ah! ¿Ya ve usted la caña de este año? Puro caguazo, si usted me entiende. ¿Qué azúcar ni qué nada va a dar eso? Ésas son las variedades de caña del Comandante.

De entre el campo sembrado de cañas, sale inesperadamente al medio de la vía una vaca asustada por su propia sombra. Ha saltado la cuneta que la separa del terraplén para caer en medio de éste, y se queda plantada delante del auto, como sembrada allí. Me da tiempo a ver los ojos desmesurados del animal, sus omóplatos vacíos. Es una vaca magra de carnes, pero rellena de su propio susto. El hombre maniobra para evitar la colisión, y el auto, sometido a la picadura de esta espuela inusitada se desboca, y embiste ese espacio que se abre por delante de nosotros, nos arrastra en su impulso hasta pegar contra una roca. El formidable golpe la arranca de cuajo, y la arroja por el aire. Fragmentos de roca, granos de arena y tierra golpean contra el cristal delantero, astillándolo, pero sin que las esquirlas lleguen a soltarse para herirnos.  El auto se ladea, primero hacia la izquierda —el lado que ocupa el conductor— y luego hacia la derecha. Una de las ruedas salta de su eje, se interna en el cañaveral a toda velocidad y desaparece entre el verde del follaje. Sin abandonar el volante, el chofer intenta evitar que el auto vuelque o se desplace del terraplén hacia la cuneta. Finalmente, el vehículo acaba por detenerse después de una espera infinita. El hombre y yo nos miramos para asegurarnos mutuamente de que aún estamos con vida. A lo lejos, sin moverse de su sitio en medio del terraplén, la vaca parece contemplar la escena con el vacuno desgano de su mirada infinita.

—¡Menos mal! —dice el hombre, observándola por el retrovisor—. Anduvimos con suerte, que si no… ¡Tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le rompe una pata! —añade ahora con una expresión conocida un tanto recompuesta por él—. Entre diez y quince años de cárcel.

Las manos parecen soldadas al timón y es preciso que lo ayude para que pueda soltarlas. Un temblor incontrolable se apodera de mis piernas, que en vano las manos tratan de someter. Entonces me percato del rasguño en el muslo izquierdo. Alguna cosa ha penetrado la tela del pantalón, rasgándolo allí y produciéndome este corte. No consigo saber qué puede haberlo producido, pero observo que el rasguño no es profundo. Todo lo contrario de la herida que el hombre tiene sobre una de las cejas.  Le paso un pañuelo para que restañe la sangre.

—Por mí no se preocupe —dice entonces, seguramente que tratando de darse valor a sí mismo—. ¡Estamos vivos, que es lo más importante! ¡Vivos de puro milagro! Y ya sabe usted lo que dicen, que “más, se perdió en la guerra”. Lo importante es que estemos vivos. ¡Vivitos y coleando!  —Dice todo esto con una suerte de vértigo en la voz, o con la urgencia de quien en medio de una gran pérdida irremediable pasa balance al haber de su alma. Luego, como si pudiera decir esto sin asomo de ironía, sonríe—: ¡Bienvenido a su tierra! ¡Ya estamos ahí mismo, como aquel que dice!

© Rolando H. Morelli

martes, 19 de abril de 2011

QUOTES TO REMEMBER - William Somerset Vaughan

.

tumblr_ld3cf8Vsj61qajhgvo1_500

.

Beauty is an ecstasy; it is as simple as hunger. There is really nothing to be said about it. It is like the perfume of a rose: you can smell it and that is all.

— W.S.M.

.

tumblr_lf9bhabNHk1qa9jx4o1_500

("La belleza es puro éxtasis, es tan simple como el hambre. No hay realmente nada que decir al respecto. Es como el perfume de una rosa: se puede oler y eso es todo".)

.

beauty is

Natalia Vodianova by Paolo Roversi

Natalia Vodianova by Paolo Roversi

sábado, 16 de abril de 2011

Conversación oída al pasar

.

Philippe Salaün

Philippe Salaün

.

Conversación oída al pasar por mi compañero y yo cuando bajábamos la calle de Embajadores a tomar un autobús.  Los “sujetos, individuos, ciudadanos, personas o cosas” es un matrimonio venido de Allá, que son vecinos del barrio y de los cuales yo me aparto al verlos venir.

Él le gritaba a ella:

--¡Por eso tienes el bollo podrío ese que tienes!

A lo que ella contestó, también chillando:

--¡Y por eso tú tienes el culo tan abierto, de tantas pingas [o pollas, no estoy seguro de si lo dijo en cubano o en madrileño vernáculo] que te metes!

Unos pasos más abajo volvimos las cabezas y vimos que la negrita salía corriendo y cruzaba la calle a la altura del Mercado de San Fernando.

(fin del sketch)

EL CAMBIO DEL CAMBIO

.

Edward Burtnysky

Edward Burtnysky

.

http://zoevaldes.net/2011/04/16/entrevista-a-oscar-elias-biscet/#comment-67619

 

He dejado este comentario en el blog de Zoe y lo paso al mío pues prefiero asumir las responsabilidades y no dar la imagen de que voy por ahí prendiendo la candelita y con el “por allá fumea…”  Éste es el comentario:

 

abril 16, 2011 2:48 pm

Por favor note: Su comentario está esperando ser moderado.

Mi opinión (que seguramente tendrá poco que ver con la del resto, y aunque halla otros que opinen lo mismo no la dirán o la disfrazarán por “si acaso”).

Deplorable la sustitución del “compañero” por el “hermano”. Suena más falso que lo primero.

Terrorífica la sustitución del manual de marxismo-leninismo y las obras completas de José Martí por las obras completas de José Martí y la Biblia (¿los evangelistas han ganado terreno?

Pasmante y alarmante la invocación continua de Dios.

No sé quiénes son todos esos que preguntan, pero dado que vienen de Diario de Cuba, asumo que comparten la mismo corriente intelectual neutralizadora de llamarle “amor” cuando todos quieren decir “sexo”.

CONCLUSIÓN: La mierda suma y sigue.

David Lago González

 

Ya escribiré sobre todo lo que pienso de los últimos movimientos (¿realmente se mueve algo?) en el deseado y utópico camino hacia la falacia de una libertad en Cuba, pero confieso que cada vez me cuesta más trabajo manifestarme.  No sé si soy yo quien se escapa de la objetividad y la subjetividad, la realidad y el deseo, o es la objetividad la que va suelta corriendo como una loca por caminos que me parecen demasiado trillados y obvios, insultantes y ofensivos, como para que me sienta mínimamente reconocidos en ellos, ni siquiera en el polvo que levantan los caballos.  Razón por la cual me he alejado lo más definitivamente posible de la Fundación Hispano-Cubano y quiero regresar al más profundo desarraigo, porque no entiendo nada, o lo poco que entiendo es demasiado feo como para secundarlo.

David Lago González