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IMPRESIONES SOBRE EL ACUCHILLADO DEL PARQUET
(PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JACOBO MACHOVER, “El Terror ‘Humanista’”)
Quizás quería preguntar, o habría preguntado, si en el libro presentado, escrito por el amigo Jacobo Machover, sobre el bautismo de sangre con que se inició la Revolución Francesa --perdón, la Cubana --de alguna manera se hacía notar la (supuesta o probada) naturaleza criminal de los “ajusticiados” por aquel peculiar “humanismo” que convocaba la sangre para detener la sangre, verdadero galimatías. Pero la pregunta se me viene a aclarar ahora, al día siguiente de haber estado allí.
Adivinaba, olía, un divorcio entre lo expuesto por Jacobo y lo que muchos de los allí presentes procesaban en sus cabezas, como si en ese trayecto espacial aquellas palabras hubieran sufrido por sí solas una transformación. Me gusta Machover porque es objetivo y crítico con la intra-realidad política cubana. Él en sí no contribuye a la santificación de heroicidades verdaderas, relativas o debida a consecuencias secundarias, pero vuelvo a insistir que mucha gente allí me daba la impresión de que se quedaba con los que ellos querían oír y lo demás era reducido al nivel de “pecata minuta” o error pasional literario.
En el acicalado salón de la Fundación Hispano-Cubana, con el parquet recién acuchillado y barnizado y casi “impisable”, estábamos anoche tres personas que con un año o dos de diferencia pertenecemos a la misma quinta --la que se mueve alrededor de 1950 --pero que las circunstancias político-personales nos separaron en cuanto a vivencias y, por tanto, en cuanto a forma de mirar hacia atrás, por lo menos hacia tan atrás como el año en que se inició El Infortunio y los inmediatos anteriores y posteriores, que es a lo que me voy a ceñir.
Por una parte, el autor. Atrapado en el cambio radical a mitad de la infancia, sale de Cuba con sus padres para establecerse en Francia. Su condición de judío y su posterior educación francesa contribuyen a consolidar en su figura un intelectual de peso, y uno de los pocos intelectuales de origen cubano que atienden y responden con la debida seriedad a la profundidad de esa cualidad.
Una segunda persona era un amigo que he ido conociendo al coincidir con él en las tertulias de los miércoles y compartir posteriormente, con él y otros, la “after-session” en un bar cercano. Su historia personal en cuanto a la salida de Cuba debe ser más o menos semejante a la de Jacobo, pero –aunque desconozco en sí su trayectoria extra-insular –me atrevo a pensar que nunca ha encontrado verdadero acomodo en la integración a otro país y otra sociedad, a las que por cantidad de años vividos pertenece mucho más que a cualquier vestigio autóctono. Hay en él una terrible carencia por el desgarramiento socio-cultural que le lleva a asumir o incorporar a su proyección cualquier manifestación y actitud barriobajera y de argot o jerga marginal de reciente cuño en busca de una identidad “cubana” a la que se ha negado a renunciar, lo cual podría ser hasta genuino si no fuera porque él no ha vivido el proceso degenerativo galopante –y horrendamente doloroso y alarmante –que acompaña a la Revolución Cubana desde sus inicios con una posiblemente inconsciente vulgarización que lleva aparejado todo colectivismo. Este amigo está siempre mucho más dispuesto a ver santones de la Patria en cualquier camaleón que mude de color al saltar a una nueva planta.
La tercera persona era yo, que recibió el “advenimiento” a edades semejantes, pero que por innumerables razones que no vienen al caso detallar, permanecí en Cuba hasta 1982, viviendo in situ toda la debacle y siendo cobaya del experimento revolucionario-comunista.
En su alocución, Jacobo Machover hablaba de la memoria y el olvido. Para mí también son temas primordiales, en los que insisto una y otra vez, pero con el matiz de que me extiendo en el tiempo y llego hasta el momento actual y, pesimista o realísticamente, lo continúo hacia el futuro, o hacia la nada.
Mientras Jacobo recordaba las tres primeras Bohemias de la Libertad, las fotos de los cadáveres hallados en las cunetas, los cuerpos de la gente torturada, las uñas y los pelos y los dientes arrancados, y cómo todo aquello que pertenecía a los crímenes de los batistianos se confundía con las secuencias de los fusilamientos de los (posibles) causantes de todo lo mostrado una página antes --tal vez solamente separada por un anuncio de la cerveza Polar o del jabón Camay –paralizando en ambos contenidos el mismo salvajismo, la misma injusticia --desde el punto de vista de que ninguno de aquellos muertos tuvo juicios “civilizados” --y se preguntaba cómo era posible que la gente olvidara, yo pensaba que estas dos personas a las que me he referido han mantenido intactas en sus pupilas aquel horror captado por fotógrafos siempre mantenidos en el anonimato, pero yo continué repasando y viendo las mismas imágenes de las famosas Bohemias mientras cada día iba a cagar, así hasta posiblemente un par de días antes de que nos echaran de nuestra casa y cerraran la puerta con la misma llave con la que yo solía abrirla.
© 2010 David Lago González
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1 comentario:
y pensar que todas esas Bohemias, con esas fotos
-te juro que fui una lectora polilla en la biblioteca; en funcion de la tesis "La critica artistica y literaria en La Aurora de Matanzas", me fui hasta el fondo de los archivos y me lei los periodicos del siglo XIX donde Milanes anunciaba los negros que trabajaban en la construccion de la linea del ferrocarril y Del Monte organizaba lecturas en el palacete,
y , te juro David, nunca tuve acceso a esos ejemplares, como si estuvieran al corriente que apestaban a sangre.
Deja ver si consigo el libro de Manchover. gracias por la cronica.
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