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No soy una persona entusiasta. No soy una persona dinámica. Al menos, no suelo expresarlo físicamente. Vehementemente. Es posible que lo herede de mi padre, quien tenía una seria incapacidad para demostrar sus sentimientos, lo cual en sí es un síndrome sicológico o siquiátrico que tiene un nombre determinado. Esa limitación mía ha sido tan importante y crucial en mi vida que en Cuba me costó dos universidades y sendas carreras, ya que acentuaba sobremanera mi rechazo al stablishment que éste lo dejó plasmado verbalmente en las distintas sentencias aplicadas por “apatía política”.
At last, “nobody is perfect”. Qué se le va a hacer.
Algo semejante me sucede con los acontecimientos, sobre todo políticos, que acontecen por el mundo. No tengo por qué levitar de emoción ante cualquier posibilidad de algo que los medios de comunicación informen. No puedo tener una total y ciega confianza en lo que leo y en los comentarios y opiniones de los periodistas y demás personas con acceso (y absceso) a la divulgación noticiosa, porque tengo la experiencia propia, personal e intransferible, de conocer la realidad cubana y inevitablemente seguirla, y cada día me tropiezo con tergiversaciones, manipulaciones, magnificaciones y demonizaciones varias: eso, desgraciadamente, me hace sospechar de que ese tratamiento y/o confusión no es un caso aislado y único, ¿o es que los dioses también nos escogieron para ser malinterpretados hasta el Infinito?
De ahí que SÍ, PERO CON CUIDADO. Las cosas parecen indicar que los regímenes más corruptos del litoral africano de población árabe (and beyond…) corren serio peligro ante la ira popular, y por arriba las cosas parecen indicar que el islamismo fundamentalista no encabeza ninguna de estas revueltas. Los jóvenes y los mayores (como yo) se cansan de tener siempre un padre de la patria y del poder que te gobierne desde el nacimiento hasta la muerte, y si además de eso, roba, se enriquece, ostenta y pasea indecorosamente su superioridad delante de tus narices, mucho peor. Parece que los árabes, con esa misma capacidad suicida que llevan dentro, se hartaron de ello en Túnez y en Egipto. Parece ser que es otro “efecto dominó” que no se lo esperaba ni Al Qaeda. Tampoco se lo esperaban los máximos representantes de La Libertad y La Democracia del Primer Mundo, que rápido corren a retractarse de sus apoyos a los amigos o compinches caídos, y ahora que el horno está bien encendido saludan y promocionan ambientes de legalidad y justicia que antes obviaban en base a sus intereses nacionales correspondientes en cada uno de los calamitosos países más que deficientes en todos los aspectos que estos grandes mandatarios desean para sus propias naciones y sociedades (como en el caso de Cuba, por ejemplo; no desaprovecho la ocasión). Hasta la recién estrenada Presidenta de Brasil se ha desmarcado de las alianzas comprometidas entre Lula da Silva y el presidente (o lo que sea) iraní de nombre no apto para recordar y aprender de memoria.
No creo que la ola llegue a las grandes monarquías absolutistas y riquísimos países petro-árabes porque si bien puedan tener gobiernos despreciables –desde un punto de vista occidental –tienen también un altísimo nivel de renta per cápita y ni lejanamente existe la pobreza que si se cuece diariamente en otros lugares del entorno.
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EGIPTO
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Juan Goytisolo utiliza una cita de Catalina la Grande, zarina de Rusia, para encabezar su artículo que a continuación agrego al post ("La plebe no debe recibir educación. Pues si sabe tanto como yo, me desobedecerá en la misma medida en la que ahora me obedece".)
Indiscutiblemente, todo el mundo debe recibir educación. Pero la educación en sí no es un seguro anti-plebeyo ni una vacuna para ese virus, condición, bacteria o efecto secundario de los conflictos de clase. A estas alturas de la vida --y también de sus equivocaciones y primerizos apoyos entusiastas –el escritor español afincado en Argelia o Marruecos, debería saber bien que existe una “plebe moral”, una plebe ética, que está por encima de la educación y que es inherente al ser humano. O bueno, tal vez lo de la “plebe moral” es un mal extremadamente occidental…
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OPINIÓN - JUAN GOYTISOLO
TRIBUNA: JUAN GOYTISOLO
No creas en lo que ven tus ojos...
JUAN GOYTISOLO 30/01/2011
http://www.elpais.com/articulo/opinion/creas/ven/ojos/elpepuopi/20110130elpepiopi_4/Tes
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"La plebe no debe recibir educación. Pues si sabe tanto como yo, me desobedecerá en la misma medida en la que ahora me obedece". Catalina la Grande, zarina de Rusia.
La revuelta cívica tunecina es un faro esperanzador, ilumina el espacio que va del Atlántico al Golfo
Los pueblos han comprendido que pueden ser dueños de su destino
A fines de los setenta del pasado siglo mantenía una relación amistosa en París con un inmigrante magrebí a quien guié por el laberinto administrativo de la reunificación familiar con su segunda esposa y los hijos que tuvo de ella, objetivo alcanzado, si mal no recuerdo, en 1980. Sus tres vástagos de nacionalidad francesa son ahora: cuadro de una empresa multinacional (la hija mayor); otra licenciada en biología; y un joven estudiante de ingeniería industrial. Los dos hijos de la mujer de la que se divorció antes de emigrar siguen en Argelia pese a los esfuerzos de mi amigo por traerlos también a Francia. Ambos abandonaron sus estudios en la escuela pública. trataron de dar el salto a Europa pero fueron devueltos a su país y allí permanecen sin trabajo ni expectativas de cambio, como centenares de miles de hitistas (aguantaparedes) abandonados a su suerte.
Este caso resume de modo gráfico el resultado de las derivas sucesivas de un proyecto político que fue en sus orígenes laico y democrático hacia una dictadura militar y un régimen de partido único responsables del hundimiento de Argelia en la autocracia y el subdesarrollo. La eliminación cuidadosamente planeada de cuantos líderes sustentaban dicho plan en sus inicios abrió en efecto las puertas a una ideología retrógrada que desembocaría más tarde en el oscurantismo islamista y la guerra civil de los años 90.
Está a la vista de todos el despilfarro ocasionado por la fallida política de industrialización a la soviética, la ruina de la rica agricultura legada por los franceses, la compra disparatada de armamento que acentúa la dependencia de Argel con respecto a las potencias que lo suministran y favorece la corrupción de la nomenklatura militar a expensas de una economía sostenible y de un programa coherente de inserción de la juventud en el proyecto de reconstrucción nacional. Pero lo más grave es sin duda el desmantelamiento del sistema educativo heredado del poder colonial -sistema laico que convenía preservar, una vez purgado de sus resabios eurocentristas? y en la manipulación ocultativa de la compleja identidad argelina (árabo-bereber-francesa) en nombre de un araboislamismo excluyente que desterró o acalló las voces críticas de los intelectuales laicos (Mohamed Harbi, Kateb Yacine, etcétera).
En su busca de una legitimidad que su golpismo le vedaba, Bumedián protagonizó, bajo un discurso progresista de fachada, una política de arabización forzada que, sin mejorar el nivel de conocimiento de la lengua clásica, arruinó la enseñanza del francés y, por obra de los profesores reclutados en Egipto y otros países de Oriente Próximo, sembró las semillas del radicalismo ideológico del Frente Islámico de Salvación y del Grupo Islámico Armado. La legitimidad que buscaba se inscribía en verdad en la vieja tradición del recurso a la religión por los gobiernos autocráticos, esto es, la cultura de la sumisión a la autoridad, la rehabilitación de creencias y costumbres patriarcales anacrónicas, el retorno a un dogmatismo que inmoviliza las energías creadoras y la capacidad reflexiva de quienes lo soportan.
Como en pasadas épocas de nuestra historia, la educación fue reemplazada por el adoctrinamiento, el pensamiento crítico por la memorización de los textos sagrados. Filosofía, ciencias, lenguas extranjeras decayeron en las escuelas públicas hasta crear un yermo propicio a todos los extravíos doctrinales. Paralelamente a tan vertiginoso salto atrás, los miembros de la clase dirigente responsables de él, enviaban a sus hijos a estudiar a Francia o Norteamérica en un ejemplar ejercicio de cinismo que revelaba el propósito de perpetuar las diferencias entre la población sumida en la ignorancia y una casta hábil en el manejo de las técnicas y conocimientos destinados a perpetuar su dominio.
Obviamente, dicha evocación del hundimiento del sistema educativo argelino no se limita ni mucho menos a éste sino que vale para el de casi todos los países árabes y musulmanes, independientemente de las particularidades y rasgos específicos que distinguen a unos de otros. En los años setenta y ochenta del pasado siglo la arabización e islamización de la enseñanza destinadas a frenar la "amenaza marxista" rebajaron dramáticamente el nivel de humanidades tanto en Marruecos como en Túnez. En otros Estados la situación es peor: el índice de escolaridad es mucho más bajo. Los ejemplos de tal regresión son contundentes: en la nómina de las 200 mejores universidades del mundo publicada en 2010 por el U.S. News & World Report no figura ninguna del ámbito árabe. El resultado es desolador y exige una severa autocrítica. Como dijo el muftí bosnio Mustafá Ceric, a quien entrevisté en Sarajevo durante el asedio: "Los musulmanes han usado y abusado del islam para ocultar sus errores".
Si de los maleficios del petróleo del Magreb pasamos a los de Oriente Próximo, comprobaremos que si bien Argelia dispone hoy de 155.000 millones de dólares de reservas de divisas y de 48.000 millones de euros del Fondo regulador de ingresos ?datos conocidos por los jóvenes que expresaban su cólera contra el desempleo y la falta de viviendas?, dichos maleficios son con todo muy inferiores a los que acumulan en sus arcas las teocracias del Golfo. Sus delirantes presupuestos militares ?Estados Unidos vendió a Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos aviones, misiles balísticos y escudos de defensa antiaérea por valor de 90.000 millones de euros a lo largo de 2010? muestran a las claras sus prioridades políticas: "cortar la cabeza a la serpiente" antes de que Irán se haga con el arma nuclear. El contraste entre los gastos armamentísticos y suntuarios de los monarcas y jeques del área y el mediocre nivel educativo de los jóvenes es más que chocante. Los estudiantes de segundo grado obtienen resultados muy bajos en ciencias y matemáticas sin contar con su ignorancia de unas humanidades proscritas de las escuelas y campus universitarios. Pese al elevadísimo producto nacional bruto procedente del petróleo y sus derivados energéticos, los Estados de la Península Arábiga no disponen de un número suficiente de jóvenes cualificados y deben recurrir a millares de inmigrantes de India, Malasia y Singapur.
Una incentiva comparación histórica entre los actuales descendientes de los beduinos adeptos del wahabismo y nuestros cristianos viejos, entre la España del siglo XVI y las petromonarquías de hoy no está fuera de lugar. Como observó sir Richard Burton en la magnífica evocación de su peregrinaje a La Meca y Medina los menestrales y comerciantes de las ciudades santas del islam eran forasteros y ningún hijo de aquellas, escribía, aceptaría por nada del mundo oficios tan despreciables y bajos. Sus palabras se ajustan como vitola al habano a los prejuicios de nuestros hidalgos respecto al comercio y los trabajos manuales propios de los judeoconversos y de los moriscos. El orgullo castizo del linaje y la sangre limpia de toda mezcla o mancha se corresponde también con el prejuicio ancestral que veda al beduino contraer matrimonio con la hija de un artesano. "Como los castellanos ?prosigue Burton, que desde luego no había leído a Américo Castro?, los beduinos consideran que el trabajo humilla a cualquiera fuera de los esclavos".
Si saltamos del siglo XIX a comienzos del XXI, la comparación ?aproximativa como todas las comparaciones? contiene numerosos puntos de contacto que inducen a la reflexión. Sustituyamos el oro de Indias por el petróleo y al hidalgo por el beduino enriquecido de hoy y veremos que si el metal amarillo transitaba por la Península para acabar en gran parte en Génova y los Países Bajos, los maleficios del oro negro se acumulan en los bancos americanos, suizos o británicos: cuando Sadam Husein invadió Kuwait para adueñarse de sus depósitos de "monedas fuertes" sólo el 13% de los mismos se hallaba en el emirato. Si el oro servía en España a la construcción de iglesias y palacios, las ganancias procuradas por los hidrocarburos se destinan a la financiación de madrazas y mezquitas, no sólo en el mundo islámico sino también en Europa, y a la edificación de residencias suntuosas para los jeques y emires petroleros en Londres, París, Marbella o Casablanca. Ni en un caso ni en otro, el maná surgido del suelo se utilizó ni se utiliza en responder a las apremiantes necesidades de los pueblos en materia de educación. El 47% de los árabes son analfabetos y la mezcla explosiva de ignorancia, frustración y conciencia de la injusticia de la que son víctimas es el caldo de cultivo del actual terrorismo yihadista.
Lo ocurrido en la pasada década desde el monstruoso atentado del 11-S abre un periodo de turbulencias inéditas en la historia reciente de los pueblos de Oriente Próximo. Si la respuesta a la política israelí en los Territorios Ocupados de Palestina, al genocidio de los musulmanes bosnios y al aplastamiento del pueblo checheno por las botas del Kremlin venía cantada, cuanto sucede hoy introduce un elemento nuevo y más nocivo en la barbarie que se extiende por la región. La multiplicación de atentados suicidas contra las comunidades chiíes de Irak y Pakistán y el acoso a los cristianos de Irak y Egipto establecidos allí antes de la llegada del islam revelan hasta qué punto el sectarismo doctrinal y la regresión de los valores cívicos y educativos en la mayoría de Estados arabomusulmanes se vuelve contra los principios religiosos que predican de puertas afuera y constituyen un poderoso obstáculo a la aceptación en su ámbito de la validez universal de la democracia y de los derechos humanos, incluidos en primer lugar los de la mujer.
El temor y pusilanimidad del núcleo identitario araboislámico y su anclaje en la evocación de un pasado glorioso le inducen a negar el valor de la diversidad, del interculturalismo y la ósmosis. La labor esclarecedora de los marroquíes Abdellah Laroui y Mohamed Ábed Yabrí, del egipcio Naser Abú Zaíd, del argelino Mohamed Arkoun o el tunecino Hichem Djait choca por desgracia con el muro de una tradición teológica ?en realidad de un discurso ideologizado? que ignora o rechaza los avances del pensamiento y las ciencias: "no creas en lo que ven tus ojos, cree en lo que te contamos". Los desastres acumulados a partir del inhumano régimen de apartheid israelí en Gaza y Cisjordanía y de la criminal destrucción de Irak sirven de coartada a un inmovilismo que perpetúa el estancamiento educativo y el desarrollo humano tanto en Oriente Próximo como en el Magreb.
La revuelta cívica tunecina que culminó en el derrocamiento de Ben Ali se ha convertido en el faro esperanzador que ilumina todo el espacio que se extiende del Atlántico al Golfo. Los pueblos han comprendido que pueden ser dueños de su destino gracias al modesto vendedor de frutas cuya inmolación galvaniza hoy las energías de millones de árabes que a través de Internet, teléfonos móviles y canales de televisión por satélite rompen su anterior aislamiento y expresan su cólera contra unas gerontocracias que les niegan la dignidad y el trabajo.
Juan Goytisolo es escritor.
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QUIÉNES HACEN LA REVOLUCIÓN
Ola de cambio en el mundo árabe - Los protagonistas de la revuelta
¿Quiénes hacen la revolución?
Yehi, Ramy, Moussa... los egipcios cuentan por qué han tomado las calles
NURIA TESÓN - El Cairo - 30/01/2011
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Son personas de todos los estamentos sociales, desde las clases más altas a las más bajas. Mujeres, niños, adolescentes, estudiantes de medicina o activistas de derechos humanos, camareros o farmacéuticos, también hay una gran mayoría de parados. Se han echado a la calle para pedir que les devuelvan su país. No tienen un perfil determinado y el Gobierno no es capaz de encasillarles.
- Egipto se pone en manos de los militares
- Mubarak apela a las Fuerzas Armadas para permanecer en el poder
Egipto
A FONDO
Capital:
El Cairo.
Gobierno:
República.
Población:
81,713,52 (est. 2008)
La noticia en otros webs
En las calles se ayudan sin tener en cuenta si son musulmanes o cristianos; se apoyan, se ofrecen agua o se invitan a comer. También se han limpiado las heridas o han corrido a buscar un médico cuando la policía ha disparado a uno o varios de ellos. Ahora se pintan unos a otros la cara con lemas contra el Gobierno y se amontonan, carteles en ristre, cantando y gritando contra la represión del régimen de Hosni Mubarak. Han salido a la calle en todos los puntos del país y no piensan volver a sus casas hasta que aquello que anhelan: libertad, seguridad, bienestar, pan y democracia, logre instalarse desde Asuán hasta Alejandría, pasando por El Cairo.
Ellos nos cuentan sus historias, sus esperanzas y sus miedos.
- Yehi, 56 años, trabajador de un gimnasio. "Basta, basta y basta". Le cuesta decidirse pero al fin arranca a hablar mientras camina arriba y abajo por el pasillo del gimnasio donde trabaja, en un hotel de lujo del centro de El Cairo. "No creo que Mubarak sea un mal hombre. Hizo cosas bien. Nos trajo la paz y acabaron los enfrentamientos con Israel", explica nervioso sin dejar de moverse. Aun le cuesta hablar, dice, son tantos años mordiéndose la lengua que la nueva situación de libertad en el limbo aún le supera. "Lleva demasiados años en el poder y hace mucho que se ha olvidado de nosotros, que tenemos una precaria educación para nuestros hijos y vivimos sin la esperanza de poder prosperar".
- Ramy, 24 años, activista por los derechos de la mujer árabe. Las gafas le caen sobre la nariz como a un intelectual y con su mochila a la espalda y su gorra parece un estudiante de la facultad de Letras, pero Ramy trabaja en la Liga de Mujeres Árabes, "más veces como voluntario que con contrato", defendiendo los derechos de las féminas del país. No le preocupa demasiado el dinero porque dice, aun no está pensando en casarse. Sin embargo, no le gustan muchas de las cosas que el régimen de Mubarak ha hecho durante estos 30 años. Menciona la restricción de libertades: "La interrupción de Internet estos días es inconcebible en un país que no este gobernado por una dictadura". Y la seguridad: "La tortura en las cárceles es sistemática. Bajo el Gobierno del rais no se respetan los derechos humanos". Por eso cree que ha llegado el momento de que se vaya. "Nací en 1987 y no he visto otro presidente", añade. Mi familia es de una clase media que Mubarak ha hecho desaparecer. No es justo que nos mire desde lejos y no diga nada. No queremos ver la destrucción del país".
- Hanna, 51 años, Ministerio de Información. Es una egipcia guapa. Vestida con clase, musulmana si hiyab (pañuelo islámico) y oculta tras unas gafas de sol. Mientras hace fotos desde un coche que conduce su hija, una dentista de 25 años con la cabeza cubierta, explica que trabaja para el Ministerio de Información egipcio. No quiere dar muchos detalles sobre su vida, sólo que habla inglés y español y que no trabaja como periodista. "Durante años", dice, "han pasado de largo las oportunidades de cambiar las cosas". "No veo futuro para mis hijos. Tengo dinero pero no tengo un lugar por donde pasear. Y hay más de 40 millones de personas en mi país que no tienen ni para comer", apunta. "Ha llegado el fin y todos lo sentimos así".
- Maha, 30 años, farmacéutica. "Cobro 600 libras al mes (80 euros) y no puedo llevar una vida digna", explica Maha, una farmacéutica que milita en los Hermanos Musulmanes. "No puedo ahorrar dinero, ni pagar una casa digna. Me gustaría casarme pero los jóvenes ahora no encontramos trabajo con facilidad y el tiempo se pasa esperando a ver qué sucede mientras la frustración crece", lamenta. Maha asegura que aunque trabaja 10 horas en la farmacia a veces tiene que hacer horas en un laboratorio preparando inventarios para conseguir llegar a fin de mes. "Y lo peor es que no podemos decidir. Durante las elecciones no nos dejaron ir a votar, detuvieron a nuestros candidatos, nos pegaron", asegura. "Creo que no nos han dejado otra opción y que lo que ocurre es fruto de la represión que hemos vivido todo este tiempo. No hay derechos", explica entrecortada. "Necesitamos libertad y eso sólo vamos a poder conseguirlo si el presidente se va de este país. No nos sirve un nuevo Gobierno con él sobre la cabeza. Lo que hemos venido a exigir es que él y su estilo de gobernar salgan de nuestras vidas para siempre.
- Moussa, 42 años. En una solapa luce el escudo de los Estados Unidos y en la otra las banderas de Egipto y Francia entrelazadas. El primero se lo puso por las palabras de Obama. "Las banderas las llevo porque queremos lo mismo que Francia: liberté, egalité, fraternité", dice en un perfecto francés. Moussa es un cristiano de la escasa clase media que hay en Egipto. "Mubarak tiene 82 años, no puede mantenerse en pie, y no tiene poder para gobernar. ¿Y quiere dejarnos a su hijo? Cuando Gamal [Mubarak] se casó compró el anillo en Francia. Cuando tuvo un hijo se fue a Alemania a tenerlo. Eso es lo que hacen. Coger nuestro dinero y dejarnos en la estacada", afirma. No dice en lo que trabaja quizás porque no se ajusta a lo que debería ser. "Tengo dos masters, hablo seis idiomas y mi salario es de 220 euros. Mi madre tiene una pensión de 500 libras (65 euros) y su tratamiento médico cuesta 1.000. La familia de Mubarak tiene una riqueza que asciende a millones de dólares. No le pedimos nada. Sólo que nos deje vivir".
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INDIA
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En fin, que los dioses los iluminen.
© 2011 David Lago González
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2 comentarios:
Me encanta leer tus reflexiones. Y gracias por los links y los articulos.
Saludos.
si, que los iluminen porque aquello arde.
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