viernes, 20 de noviembre de 2009

"EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES", entrevista a José Mario por Jacobo Machover (2000) e incluida en su más reciente publicación, "El Libro Negro del Castrismo"

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(C) Erwin Olaf

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La entrevista con José Mario es inédita en español. Se la había hecho en su buhardilla en el año 2000 y habíamos hablado del asunto en múltiples ocasiones. Había salido en francés en el libro "Le siècle des camps" de Joël Kotek y Pierre Rigoulot. Te la envío en attachment.

Jacobo Machover

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“EL TRABAJO OS HARÁ HOMBRES”

JOSÉ MARIO

“El objetivo de la UMAP era convertirnos a nosotros, a los que ellos pensaban que no servíamos para nada, en una fuerza de trabajo.”

El poeta José Mario era director de las ediciones El Puente, que publicaba libros considerados como marginales por las autoridades.

A mediados de los años 60, esas publicaciones fueron denunciadas públicamente por su contenido, que no correspondía a las normas dictadas por la moral del sistema. José Mario fue detenido en 1966. Pasó ocho meses en un campo llamado UMAP (Unidad militar de ayuda a la producción) en la provincia de Camagüey. Se exilió más tarde a Madrid, donde murió en 2002. El poeta tenía que contar su experiencia, compartida por numerosos jóvenes que fueron enviados a esos campos simplemente porque su apariencia y su actitud no cuajaban con el “hombre nuevo” definido por el régimen.

La UMAP constituyó una terrible experiencia concentracionaria, uno de los peores experimentos llevados a cabo por la revolución cubana.

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Estadios y autobuses

José Mario: “Me llamaron para el Servicio militar. Hubo una primera llamada donde se cometieron horrores todavía más grandes que en la segunda. Esa vez hubo muchísimos muertos. Durante la segunda llamada iban a hacer un experimento de colectivización para aplicárselo a más gente. Estaba planificada por Fidel. La gente estaba al corriente. Eso se corrió en La Habana. En Cuba no se publicó nada pero eso afectó a miles de personas. Eran citadas en los estadios y llamadas para el Servicio Militar. Donde yo estuve, era en el estadio de La Tropical. Allí había cuatro o cinco mil personas. Nos tuvieron allí desde las dos o tres de la tarde hasta la medianoche.

Luego nos metieron en unos autobuses Leyland. Precintaban las puertas traseras. En la puerta delantera estaban un militar armado con un rifle y un chofer. Los autobuses nos fueron a descargar en Ciego de Ávila, en la provincia de Camagüey. Amanecía cuando llegamos allí.

Íbamos de pie en el autobús, como cincuenta personas. Para orinar y cagar, teníamos que hacerlo en la puerta de atrás. Había gente que hacía sus necesidades porque fue toda una noche viajando en el autobús con las ventanas y las puertas cerradas. El agua yo no sé de dónde venía. La gente pedía agua por las rendijas de las ventanillas.

Después, cuando llegamos a Ciego de Ávila, no nos dieron nada de comer, ni desayuno ni almuerzo ni nada. Nos tuvieron en el estadio. Allí fue cuando me di cuenta de que había gente de muchos lugares, gente que yo conocía, alguna que había visto antes en La Habana.

En el estadio aparecieron cientos de mujeres, las madres que tenían hijos y que intentaban impedir, a gritos, que se los llevaran.

De allí nos mandaron a distintos campos.

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El campo

El campo tenía unos ciento cincuenta metros de largo por unos treinta de ancho. Eran unos barracones muy parecidos a los de los campos habituales. Entonces las camas eran de saco y tronco. Eran como camas dobles, una abajo y otra arriba. Ciento veinte personas había

en cada barracón de ésos. Y una especie de enfermería donde estaba el nido de ametralladoras. Tendrían como dos metros de alto las alambradas. Estaba todo cercado. Después de la entrada estaban los excusados y un comedor donde comíamos nosotros. Era una especie de nave también. Y a la punta de la nave estaban los baños, unas duchas de agua. Mientras unos se bañaban, otros tenían que darle a unas especies de palancas para subir el agua. Y en medio de las dos naves vivían los militares. Estábamos por comunidades militares.

Estaba militarizado todo. Estaban los cabos, el capitán del Ejército, que mandaba toda la compañía, y un sargento. Eso era el campo. Y allí llegamos nosotros. Tenía un cartel enorme que decía: “EL TRABAJO OS HARÁ HOMBRES”.

Eso me llamó mucho la atención porque era algo que había leído en Salvatore Quasimodo, el poeta, que había recibido el premio Nobel hacía unos años. Él tenía un poema en el que decía: “El trabajo os hará libres”, lo que ponían en la entrada de algunos campos de concentración.

Todo eso venía de los soviéticos. Los cubanos habían copiado la frase de alguno de los libros, traducidos al español, que mandaban los soviéticos de la Academia de Ciencias de la URSS a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la UNEAC.

En el campo estaban el teniente, un sargento y los cabos, que eran extraídos de la primera experiencia y eran terribles por eso. Eran ellos los que tenían trato con nosotros, los que nos formaban, los que nos comandaban, los que nos llevaban a trabajar fuera del campo y nos volvían a traer al campo. Nosotros éramos ciento veinte hombres.

La culpabilidad que crearon en la UMAP tenía como objetivo el hacernos distintos unos de otros, para que no tuviéramos contactos entre nosotros, para que no hubiera solidaridad. Era para evitar cualquier tipo de levantamiento o de subversión, para evitar que nos organizáramos.

Así y todo, la gente se organizó.

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“Detritus de la sociedad”

Donde nosotros estuvimos había de todo: Testigos de Jehová, cristianos, sacerdotes, homosexuales, gente perteneciente a las sectas religiosas, católicos, afeminados. Muchísimos negros también. Delincuentes que habían sido reincidentes. Mucha gente de diferentes extracciones de la marginalidad, a la que no podían acusar de nada o que cometía delitos muy pequeños y a la que no podían llevar hasta ningún tribunal. Esa gente había sido denunciada por los Comités de Defensa de la Revolución, los CDR. Las denuncias eran secretas. Nadie sabía quién te denunciaba.

El origen era la ideología del hombre nuevo... Había que culpabilizarnos a nosotros, hacernos creer que éramos unos detritus de la sociedad, lo peor, y que el papel de ellos era una rehabilitación. El hacernos culpables. El crear culpables.

En el discurso de bienvenida que nos dio el teniente del Ejército, él dijo que era un plan de Fidel y de Raúl Castro y, también, de Efigenio Amejeiras. Ese proyecto se había llevado a cabo en distintos países socialistas. El capitán nos dijo que nos iban a hacer hombres, que nos iban a convertir en unas personas maravillosas, pero castigándonos, por supuesto, sometiéndonos a todo tipo de vejaciones, que fue lo que hicieron.”

Madrid, 1991 – 2000

 

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Como ya he apuntado en título del post, esta entrevista se incluye en "El Libro Negro del Castrismo", de Jacobo Machover, que se presenta en la Feria Internacional del Libro de Miami el día 24.  He aquí la invitación enviada por el PEN Club.

 

Ediciones Universal

y

El Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos

Les invitan a la presentación del libro

“EL LIBRO  NEGRO DEL CASTRISMO”

del escritor y profesor
Jacobo Machover

Testimonio, y  prueba, de los asesinatos, represión,  encarcelamiento, todos los medios de los que se ha valido el régimen totalitario cubano, durante cincuenta años, para quebrantar e intentar hacer desaparecer la resistencia y la lucha por la libertad y lo elemental del espíritu humano.  Estructurado en cinco partes ("Resistencias colectivas a la opresión"; "La prisión, territorio libre de Cuba"; "Los intelectuales fuera del juego"; "La huida sin fin"; "Disidentes y marginales: todos culpables"), recoge entrevistas, realizadas durante 25 años. Ilustración de la portada e interiores por la reconocida artista cubana, residente en París, Gina Pellón.

PRESENTACION:

Armando Álvarez Bravo, ex-Presidente del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio

Pedro Corzo, Presidente del Instituto de la Memoria Histórica Contra el Totalitarismo.

Isis Wirth, critica de arte y danza

Jacobo Machover nació en La Habana.  Vive en París desde 1963. Catedrático universitario en Francia, periodista, traductor, escribe indistintamente en español y en francés. Entre sus publicaciones se encuentran los libros siguientes: Memoria de siglos. Betania, Madrid. 1990.  La Habana 1952 – 1961. El final de un mundo, el principio de una ilusión (dir.). Madrid, Alianza, 1995; El heraldo de las malas noticias: Guillermo Cabrera Infante (Ensayo a dos voces), Universal, Miami, 1996; La memoria frente al poder. Escritores cubanos del exilio: Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas. Prensas Universitarias de Valencia, Valencia, 2001; La dinastía Castro. Los misterios y secretos de su poder. Áltera, Madrid, 2007; La cara oculta del Che. Desmitificación de un héroe romántico.Planeta, Barcelona , 2008.

Martes, 24 de noviembre, 2009, 7:00 p.m.

Casa Bacardi

Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos

Universidad de Miami

1531 Brescia Avenida, Coral Gables

RSVP: Para reservar llamar al Instituto al (305) 284-CUBA (2822).

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