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En este mundo de Estados nacionales y de nacionalismos, un hombre sin nación está condenado a pasarlo mal, sólo le esperan contrariedades; los funcionarios del país de acogida lo tratan con desconfianza; sólo cosecha humillaciones. Tampoco se le ofrecen fácilmente posibilidades de ganar dinero, pues ¿quién acogerá al desterrado? ¿Qué instancia defiende sus derechos? Nada cubre sus espaldas. Quien no pertenezca a una comunidad está solo.
1 comentario:
Sí, así es; triste destino impuesto.
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