Los que supongan que ese dicho lo inventó un cubano, están muy equivocados. Es un dicho netamente español y la pérdida se refiere a la Joya de La Corona (ya sabía yo que por algo me gustaban tanto los diamantes…) y se remonta a ese tiempo, cuando la metrópoli perdió la colonia (gracias a Dios y a los americanos).
Ahora lo traigo a colación porque, efectivamente, no sólo el imperialismo español perdió en Cuba, sino muchos otros también. Muestro constancia gráfica.
Muestro recibo del “depósito” del dinero que presentó mi padre al cambio cuando de un día para otro instauraron la nueva moneda en Cuba, que sustituía al valedero equiparado entonces al dólar estadounidense. Como sólo permitían cambiar fuera de cuenta, 200 pesos, ese otro resto (más de quince mil) mi padre lo entregó porque, recuerden, quedarse con billetes de la etapa pre-revolucionario era una sentencia segura de muerte al paredón (igualmente si descubrían dólares). Por el miedo y el no saber qué hacer ni cómo reaccionar ante tanta “romántica” revolución (Antonio Elorza dixit), mi padre perdió cantidades que yo verdaderamente ignoro.
El suelo de la última habitación de casa está lleno de aquellos frascos enormes de vidrio que existían en las “bodegas” cubanas. También había en un zulo que hizo en el trastero (o “cuarto de desahogo”), pero en los 70, un día mi padre llamó a mi madre y dijo: “dile al muchacho que venga acá”. El muchacho fue pa’llá y se encontró con aquello. Entonces lo sacamos y después él lo quemó en el patio.
Así que cualquier día ocurrirá como cuando yo estaba becado en los chalets de Siboney (antes y ahora, Biltmore), que cuando iban a hacer alguna obra (totalmente innecesaria por demás) encontraban sacas de dólares y joyas. Entonces llamaban a la policía, y obreros y estudiantes éramos desalojados del lugar.
Con aquella cantidad que permitían cambiar fuera de cuenta (y que eran, repito, sólo 200 pesos), también perdió no sé cuánto porque a mucha gente conocida que le daba para que le hicieran el favor de cambiarlo en ventanilla, se quedó con el cambio. Entre estos está su ahijado y queridísimo sobrino José Lago Patiño, que desde los años 60 vive en Miami y que para acelerar su salida de Camagüey, dejó a su padre en la calle y entregó el “precioso” duplex en el que vivían en el Reparto Boves (pero ésta es otra historia, que antes de morirme contaré.)
DLG
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