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Ya no hierve la sangre,
sólo el deseo.
Pero al verte
vuelven a mí
aquellos sentimientos
conocidos en la juventud
cuando un tibio ardor
me hacía saber que la vida
era el mismo amor.
Has dado entusiasmo
a mi ajado corazón.
En esta Selva Negra
tú, con tu belleza, tacto,
cariño y juventud
harás que muera en paz
con este mundo, el miserable
que espero no vuelvas nunca a ver.
Tu, bien mereces,
un sublime homenaje,
mis versos,
mi única fortuna.
© Harold Alvarado Tenorio
(Enviado por el autor)
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