(Obra de Pilar Cossío perteneciente a su exposición "La leçon de danse")
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XV Festival Internacional de Ballet de Miami
El ballet: un arma cargada de futuro
Han sido tres lustros de trabajo en ballet. Pedro Pablo peña ha puesto en pie un festival de ballet que ya tiene un prestigio consolidado y una compañía que lucha por sobrevivir y se refunda a sí misma constantemente. Pero lo más importante es lo que hay detrás, el fundamento que anima a esas fiestas de la danza: es la pervivencia del ballet cubano en el exilio, sus galas son siempre las galas de la libertad, a la que acuden artistas de las mejores compañías del mundo.
Roger Salas
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La historia del ballet cubano es también la de sus artistas exiliados. La propaganda filocastrista internacional ha intentado hacer aparecer a los bailarines cubanos que habían huido de la isla o de las filas del Ballet Nacional de Cuba como simplemente emigrantes económicos. Esa es una mentira cruel que camufla muchas historias particulares, la mayoría con algún ingrediente trágico que supera en la realidad a los argumentos más descabellados de los ballets románticos.
Xiomara Reyes (ABT) y Rolando Sarabia (CCBM) en "Don Quijote" (pas de deux).
El aparato mediático desplegado por los servicios secretos (y no tan secretos) cubanos y la profusa y floreada red de acólitos de Alicia Alonso propagó que el festival miamense no existiría más allá de dos o tres intentos y que imitaba pálidamente al de La Habana. Nada de eso se ha cumplido. El Festival Internacional de Ballet de Miami tiene su propio estilo, su propia vida, y lucha por progresar en un ambiente nada propicio, de cruda y despiadada competencia y sin el apoyo y los recursos institucionales de que goza el festival cubano en “la isla cautiva”, verdadera arma de propaganda política desde sus orígenes (no debe olvidarse que en varias ocasiones lo inauguró el propio Castro o sus palabras leídas por algún otro dirigente de la dictadura). Nunca ha faltado en los programas y libros hagiográficos alicistas la histórica foto de Fidel Castro junto a Alicia Alonso tras una función de “Giselle”. Esa foto sigue apareciendo como un símbolo (¿maldito?) del compromiso, (más bien la pesada cadena ideológica y material) que une al Estado Cubano con la institución cultural de la danza clásica. Eso no es nuevo. Los soviéticos heredaron de los zares la institución de los Ballets Imperiales de San Petersburgo y Moscú, que (seamos serios) era un arma de propaganda política en toda regla, ya en los tiempos en que estaba en manos de Marius Petipa a fines del siglo XIX. La revolución bolchevique implemente le cambió el nombre a los teatros, convirtieron en espías a algunas bailarinas (a otras las tiraron al Río Neva en Leningrado) y crearon algunos ballets con los solidarios temas del realismo socialista. Es este caso, todo siguió igual para que nada cambiara dentro del muy jerarquizado mundo del ballet. Cuba y su compañía titular más su festival, es un reflejo tardío y calcado del caso soviético, pero con algo de caricatura tropicalizada. Todo lo que ha pasado en Miami es una respuesta digna, orgánica y hasta espontánea de los artistas cubanos en libertad.
El Festival Internacional de Ballet de Miami cumple 15 ediciones en 2010, un logro difícilmente imaginable y que forma parte de la realidad del ballet en la ciudad de Miami gestada alrededor de su animador principal, Pedro Pablo Peña, un hombre formado en la praxis de los teatros cubanos primero y norteamericanos después. También no es menos cierto que este festival forma parte de la historia real del ballet cubano en el exilio (una historia que sigue estando pendiente de ser escrita con honestidad ante los hechos y las personas), aunque su propósito de internacionalización y de verdadera actitud democrática ante el arte del ballet lo ha caracterizado desde un principio. Los enemigos de esta iniciativa han florecido como setas en el bosque, dentro y fuera de Norteamérica, dentro y fuera de Cuba.
Kaleena Burkes (CCBM) y Carlos López (ABT) en "Pas D' Sclave" de "El Corsario". FOTO copyright: Karime Arabia
Por motivos totalmente ajenos al arte del ballet mismo, el Festival Internacional de Ballet de Miami ha sido atacado desde el aparato propagandístico oficial cubano y por sus múltiples servidores tanto en Norteamérica como en Europa, en la que se incluye a ex miembros del BNC, escépticos ante la iniciativa de Peña, o simplemente celosos de su éxito. Ha sido una guerra soterrada muy injusta.
Durante un tiempo, si un artista venía a bailar a las galas del Festival de Miami, luego no podría hacerlo en La Habana, pero nunca al contrario: en el Festival de Ballet de Miami siempre se ha recibido a todos, incluso a quienes siguen manteniendo una actitud colaboracionista con Alicia Alonso y su séquito o que se reconocen como ideológicamente de izquierdas. Mayor demostración de equidad, imposible, y esta es una de las armas y de los valores que avalan al Festival de Miami. Pero dentro del conocido inmovilismo represivo, en Cuba las cosas han cambiado ligeramente al menos en esto. Las fuerzas de las circunstancias les han hecho aceptar tanto al aparato oficialista como a los propios gestores del BNC, y de paso a los poderosos dirigentes de la cultura insular, que algunos artistas bailen primero en Miami y luego vayan a La Habana. Es obvio decir que ha ganado la libertad., la libertad misma que la danza representa como expresión artística. Los vetos, rumores y amenazas siempre vinieron de parte del aparato organizativo del festival habanero. Esto ha cambiado, pero cabría preguntarse porqué nunca nadie quiere hablar de este espinoso tema, ni los bailarines, ni los coreógrafos, ni los críticos, ni siquiera los editores de libros. ¿A quién se teme en realidad? ¿Qué larga sombra puede tenderse todavía sobre la carrera de un bailarín por ir a un sitio determinado, expresarse bailando y decir lo que piensa? La realidad del ballet cubano sigue siendo oscura, difícil, compleja y llena de pequeños intereses creados. Esa es la verdad mayor y a veces resulta desalentadora la ausencia de la más elemental cordura entre sus miembros dispersos, de un sentido de Escuela con mayúsculas en cuanto defensa de sus valores éticos. Recientemente un reputado analista político francés decía que con el exilio cubano no se podía hacer nada coherente por su inveterada desunión. Pues esta misma afirmación taxativa puede extrapolarse al estrecho y particular universo del ballet cubano.
Carlos López (ABT) en la variación de El Mercader (Pas D' Sclave). FOTO copyright: Karime Arabia
El Festival Internacional de Ballet de Miami es en este sentido un oasis de verdad y de democracia que el tiempo se encargará de demostrar en toda su validez e importancia, pues ya, por el peso de los tiempos, cada cual va apareciendo en el sitio que le corresponde. En tal sentido, la historia del arte de ballet no absuelve. Si antes hablábamos del festival de ballet más importante del sur de los Estados Unidos, hoy podemos decir que lo es de todo el gran país que es los Estados Unidos de América. No se hace otro festival de este tipo, enfocado sobre el ballet clásico y su desarrollo, con la participación desinteresada de cientos de personas. Es previsible que el festival crecerá y se institucionalizará alrededor de la compañía, el Cuban Classical Ballet of Miami. Juntos constituyen una fuerza cultural indiscutible y esencial para el arte cubano del futuro.
El bailarín español Carlos López (ABT) como El Mercader (Pas D' Sclave). FOTO copyright: Karime Arabia
El 15º festival ha discurrido con éxito y con presencias de todas partes, como tiene que ser, y a mayor gloria del ballet en sí mismo. La pareja cubana estelar estuvo formada por dos bailarines excepcionales y muy diferentes entre sí: Xiomara Reyes, primera bailarina del American Ballet Theatre y Rolando Sarabia, actualmente figura principal del Cuban Classical Ballet of Miami y reconocida estrella internacional. Xiomara Reyes es la única cubana, además de Alicia Alonso, que ha consolidado la plaza de bailarina principal en el ABT, un mérito incuestionable y que debe ser resaltado convenientemente. Reyes es una bailarina segura, armónica, madura, con estilo propio y con una seriedad vertical en su carrera. Recuerdo cuando hizo su primera “Coppelia” con el Ballet de Flandes en Bélgica. Ya apuntaba maneras y se veía en ella el germen de la sólida estrella que es hoy. Xiomara Reyes bailó en Miami y en estos días viaja a La Habana como Principal Dancer del ABT.
Sarabia (“Sarabita”) es conocido por todos los públicos por su virtuosismo personal y su carismática personalidad escénica, un bailarín que cuando quiere, todo lo puede. Juntos, Reyes y Sarabia, forman una química especial que puede dar mucho de sí y traen as colación las esencias particulares que tanto se invocan de la manera particular que tienen los cubanos de hacer ballet. Desde hace más de tres o cuatro generaciones, la llamada escuela cubana de ballet trascendió la isla (empezó a suceder con la huída en París en 1966 de 11 artistas). También pasó con los rusos. Ambos han tenido su diáspora y eso también está sin historiar debidamente.
La pintora española Pilar Cossío. FOTO copyright: Pablo Hojas
España estuvo otra vez presente en el 15º festival por dos vertientes y dos sectores de la danza que se mantienen en liza y que puede servir metafóricamente para retratar la situación del la danza en Madrid. De una parte, Carlos López bailarín clásico con una carrera consolidada de solista en el ABT y la pareja formada por Francisco Lorenzo y Marina Jiménez, miembros de la Compañía Nacional de Danza que ahora dirige Hervé Palito en sustitución de Nacho Duato. Carlos López bailó el “Pas d’Sclave” del ballet “El Corsario” con la joven Kaleena Burks, de Cuban Classical Ballet of Miami; él es un bailarín que en su madurez saca mucho partido a los papeles que aúnan al virtuosismo el desarrollo del un personaje de carácter, de fuerte expansión actoral, y el papel del Mercader se lo permite en grado sumo. Otros elementos a destacar en esta edición, la buena forma de Silvina Perillo, del Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires, la exquisitez de Ana Sophia Schiller (NYCB) y Joseph Phillips (ABT) que con su “Tchaikovski Pas de deux” de la gala final ofertaron quizá el mejor momento de todo el festival tanto en estilo como en musicalidad interpretativa. En esa misma gala vimos a otro cubano de larga y exitosa carrera internacional, Yosvani Ramos, actualmente figura en el Australian Ballet, que hizo con particular brío “Don Quijote” junto a Leanne Stojmenov.
La plástica siempre ha estado presente en el festival de Miami y por primera vez, una artista española era la encargada de aportar su creación para el cartel del evento. La pintora santanderina Pilar Cossío trabaja desde hace años con el tema del ballet. Una de sus últimas exposiciones de éxito, “La leçon de danse”. Que se ha visto en Nápoles, París, Beirut y otras ciudades, fue llevada a Miami y una de sus piezas es la imagen del póster. En esa imagen conceptual, arriesgada y con un concentrado lirismo convergen los signos de su estilo y se evoca a la bailarina clásica como una figura misteriosa, inasible, llena de fragilidad a la vez que consciente de su pode icónico. Cossío estuvo presente en la galería de la calle 8 donde se expuso su obra y se desveló el cartel a los medios de comunicación.
Fue también muy emotivo haber traído hasta Miami al crítico e historiador danés Eric Aschengreen, una gran personalidad reconocida internacionalmente y con toda seguridad, el teórico vivo más importante en cuanto al estudio de la Escuela Danesa y de August Bournonville. Aschengreen, a quien le ha sido otorgado el Premio de la Crítica y de la Cultura del Ballet matizó en su intervención sobre un tema que siempre está presente cuando se habla del futuro del ballet: la necesidad de conservar los estilos y maneras a la vez que se sienta un compromiso con la innovación y la modernidad. La convivencia de ambas tendencias es lo que garantiza la salud y el futuro de la danza clásica, y ese propósito sabemos los que venimos hasta aquí, es uno de los que alientan al festival de Miami y constituye la base de su prestigio y es su metafórica mejor arma.
© Roger Salas
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Marina Jiménez y Francisco Lorenzo de la Compañía Nacional de Danza.
1 comentario:
El cartel es extraordinario. Gracias a Roger.
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