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© 2010 David Lago González, Fotografía
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Me encanta caminar por Madrid. Adoro passear pelas ruas das cidades novas que eu visito, sobre todo si voy solo; prefiero ser yo el descubridor antes que un mero visitante guiado. Madrid es siempre una ciudad nueva para mí. A veces planifico los recorridos, logro lanzarme a la calle más temprano y por lo menos empiezo a partir de un punto ya predeterminado. Pero otras veces no. Otras muchas veces no es así. Y en ocasiones resulta más provechoso. Siempre he tenido serios problemas con la disciplina y la rutina; por eso nunca me convertiré en un escritor profesional, independientemente de que ya es un poco tarde para intentar aupar tanto esfuerzo en mí. Yo trataba de convencer a mi amigo Oscar de los placeres de la soledad y él objetaba la estupidez de estar andando por ahí, sin nadie al lado, y lo patético de sentarse solo en un banco de un parque o en cualquier otra parte. Creo que eran pruritos suyos, ataques de arrogancia. Yo he encontrado la dicha de caminar y caminar hasta agotarme y observar las cosas a mi alrededor. Mi mejor acompañante es la máquina de fotos. Fotos que luego duermen el sueño eterno de Raymond Chandler en la Iomega que me regaló Cepp-cepp-cepp Selgas en NY, NY, al proponerme ponerles un watermark que se me resiste en el PhotoShop. I’m so lazy… Esos son mis contratiempos con la firmeza y el tesón.
Esta mañana disfruté enormemente. Saqué mis últimos diez euros del banco y me fui a deambular. Al desayunar en Wooster, coincidí con Luis Tosar, el actor, que suele ir bastante por ahí y su novia es vecina mía. El cine y la televisión engañan mucho. Chismorreé un poco con las muchachitas. Con la crisis, las magdalenas las hacen cada vez más pequeñas: una de ellas era casi como una pastilla de Alka Tzelser crecida un poco con polvos de hornear marca Royal. Y la otra se había rebelado y la mitad de la masa había salido fuera del contenedor de papel. Como todo era tan evidente, sólo me cobraron una. Y me fui.
A la vuelta vine por la calle de Arenal y me detuve un poco a escuchar al cuarteto de cuerdas, impecable, formado por inmigrantes, refugiados o la diáspora del Este. En fin, los grandes efectos colaterales del comunismo. Músicos de academia, es una vergüenza para España que esos hombres estén interpretando a Francz en una esquina de Madrid. Esos son los grandes perjudicados de las dictaduras y los totalitarismos. Pero el talento, el verdadero talento, por lo general es independiente, verdaderamente independiente, y para esos sí no hay subvenciones ni ayudas. Esos anti-héroes están entre los pocos héroes que reconozco.
© 2010 David Lago González
1 comentario:
hermosa cronica David de los heroes de Madrid, esa ciudad se hizo para perderse y recorrerla; besos
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