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ALENA COLLAR
Acerca de Vargas Llosa y su obra . Intento de Acercamiento
Posted on Octubre 7, 2010 by alenar
¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?… es la primera frase si no recuerdo mal porque cito de memoria, de Conversación en La Catedral.
Efectivamente, de esta manera tan desconcertante- porque entra “in media res” en la narratividad, empieza una de las mejores obras en lengua castellana que se han escrito el siglo pasado.
Y en una época en la que incluso el verbo “joder” en literatura era casi una blasfemia.
Vargas Llosa de heterodoxias sabe mucho, y de países jodidos también. En esta obra bajo el aspecto de una novela coral no cuenta cuándo se jodió el Perú, sino cuándo las ideologías y el afán de Poder joden a los ciudadanos normales de un país cualquiera. Y eso, por aquél entonces también era aplicable en España.
El ejemplo me sirve para destacar una de las principales características de su narrativa: que es generalizable. Es decir, que trasciende el ámbito peruano, y el hispanoamericano- cosa de la que no todos los escritores pueden presumir- para llegar a cualquier sociedad. A través del mundo peruano leemos a Guatemala, a Chile y su golpe de Estado inducido por la CIA, a España y sus caciques de pueblo, a Argentina y sus muertos-desaparecidos, y a una sociedad civil que vive alrededor de una “catedral” metafórica de silencio y resignación mientras ejerce su único derecho: conversar.
Y a veces ni eso. Porque ya desde niños (Los Cachorros) nos enseñan que vence el fuerte, no el razonante, a través de las más bien desventuras de una pandilla de adolescentes, que establecen las mismas relaciones que sus mayores, basadas en el imperio de la dominación por la fuerza bruta y la manipulación tanto física, como moral.
La segunda característica de su obra podría ser entonces enunciada como : la demolición narrativa del engaño de los sistemas de poder. La denuncia de sus métodos.
Pero Vargas Llosa además de estas dos obras, que a mí me parecen fundamentales aunque sean antiguas porque inauguran un estilo, ha sido y sigue siendo un desvelador de sueños. Y esto ocurre en una obra muy extraña, muy poco leída, muy poco criticada y muy poco comentada porque además es muy surrealista, es decir, muy no “realismo mágico” sino “surrealismo mágico”, como es La Señorita de Tacna.
Los críticos la definen como una obra menor; habrá que pensar que los críticos no entendieron ni papa –sin perdón- de los sueños encubiertos bajo un delirante lenguaje, de esta señorita presuntamente absurda en un mundo presuntamente real. Aquí el estilo de Llosa se bifurca hacia un lirismo de metáfora casi salvaje, de paroxismo asociativo, de demostración de que la palabra puede crear tanto como un mundo aparte, y de que, desafortunadamente, todo ello topa de frente con el muro de la gente muy civilizada, requetecivilizada, recontracivilizada.
La tercera característica sería pues, la capacidad de recreación lingüística de mundos imposibles.
Y naturalmente tenemos la faceta más controvertida de Vargas Llosa, que se desvela en ensayos y artículos periodísticos.
Las opiniones políticas o las ideologías personales de los escritores parecen estar sometidas a las críticas de los críticos, que, según corre el aire de la historia, así juzgan, olvidando por supuesto la literatura y dejando que las marcas de la opinión dominante se peguen al escritor porque “ es lo políticamente correcto”. De manera que a Galdós nunca le dieron el Nóbel porque los muy progres escritores de izquierdas de su tiempo pusieron el grito en el cielo, acusándolo poco menos que de servidor de la clase media y vendido al capital; eso sí, no se molestaron en leer Nazarín.
Y a Vargas Llosa se le acusó en su primera época de comunista tremebundo y en sus últimos años de fascista. Vaya por diox, o por Marx… Naturalmente se olvidaron de que a Dios lo mató la generación de Sartre y a Marx, el pobre, ya no le leen ni los marxistas, entre otras cosas porque es aburridísimo. Quiero decir con esto, que, basta que Vargas Llosa escriba que Cuba es una dictadura para que se alcen los bujujús correspondientes, olvidando que en su día apoyó- como casi todos- aquella Revolución.
Y por supuesto no leyendo- vaya a ser que se enteren de algo- libros como Lituma en Los Andes, que vienen a ser un ensayo novelado de los movimientos guerrilleros de la época y del terrorismo de Estado existente. Ni tampoco leerán – por si se les pegara algo de inteligencia- los ensayos sobre escritores, La Orgía Perpetua (sobre Flaubert), o el último, sobre Victor Hugo, La Tentación de lo Imposible, o sus ensayos, Contra Viento y Marea. En los que despliega un espíritu libre para analizar, sin importarle un ardite lo que los sacrosantos críticos decidan sobre el nuevo cliché en el que meterle.
Porque Vargas Llosa no tiene clichés. Es decir, es inclasificable. Dirá lo que le parezca que deba decir, guste o no. Expondrá juicios razonados, lo hará con un estilo que se distingue porque cualquiera puede entender lo que dice- otra característica de su escritura, la naturalidad- y finalmente nos dejará el solo testimonio de sus palabras para juzgarle.
Molesta que apoye a EEUU – visión maniquea naturalmente, como la de que García Márquez apoyaba a Cuba-, o que diga que los nacionalismos son un obstáculo para la democracia. Y entonces le agitan fanáticamente las banderas nacionalistas en la cara, demostrando que lleva razón. Y naturalmente, no le leen, demostrando que son mucho más antidemócratas que él.
No importa. Quienes le farfullan soflamas nunca escribirán La Guerra del Fin del Mundo; están muy ocupados en prepararla.
© Alena Collar
(Se publica este artículo por cortesía de su autora)
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1 comentario:
Excelente.
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