miércoles, 27 de octubre de 2010

Miércoles

Me duele la cabeza.  Me duele la cabeza porque me bebí toda una botella de vino del Penedés.  Salí de casa después de un brief breakfast y ya a los diez minutos comencé a sentir hambre.  Me compré el libro de Todorov en El Corte Inglés y subí al restaurante.  Ensalada de salmón y langostinos, 1/2 botella de rosado del Penedés (el más barato) que se convirtió en una botella completa realmente bebida, y una tarta de queso.  Descubrí que las tartas de queso con frambuesa son más generosas en la cafetería del sótano que en el restaurante de la séptima.  Son cálculos que saca uno.  Tal vez los que vienen santiguados y apadrinados por el difunto Jesús Díaz o por el marido de la dueña del palacio de Santa Pau, no tienen que recorrer esas circunvalaciones cerebrales, pero no todo somos iguales.  Por suerte.  Tanto para esos sujetos de pacotilla como para mí, por lo que nos toca a cada cual.

Comencé a leer a Todorov.  ¡Cuánto quisiera volver al menos a mi estado inmediato anterior a La Gran Depresión!  Imagino que pudiendo leer, la vida me sería más fácil.  Pero, en fin, no sé si haya que seguir esperando.  Ya estoy cansado, muy cansado de esperar, como cantaba el ciego Tejedor, que no veía la luz y murió sin verla.

Me duele la cabeza y le regalé a Todd todas las cajas de paracetamol que almacenaba de consultas anteriores.  Decidí no tomarlas más.  También decidí no tomar más un calmante-antiinflamatorio para el dolor del aplastamiento de las vértebras.  Hay cosas que uno decide, y no sabe bien por qué.  No sé hasta qué punto todo es psicosomático.  Tengo una facilidad casi sobrenatural a somatizar los estados de ánimo.  Ya lo sé, está diagnosticado.

Con respecto a Todorov, estoy en la introducción.  Algunas veces me parece que o no se explica con la contundez suficiente o con respecto a lo vivido en Cuba comunista la represión era mucho más evidente.  También hay que tener en cuenta que a los 20 y pocos años se fue a París y no dice cómo, y su familia le visitaba en Francia y tampoco dice cómo.  En fin, habiendo vivido lo vivido, el escepticismo es un lastre insalvable.

Me llamó mi amigo.  Problemas de todo tipo, entre ellos familiares.  Todo apunta a tiempos peores.

Nada más que decir.

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1 comentario:

Fermina dijo...

Nada, que con una botella de vino en mano no se si pudiera leer yo...
Pues ahora ya se quien es el Todorov, y si yo fuera tu amigo tambien te llamaria...
Buen fin de semana!