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Andrzej Wajda (tomado de Le Monde)
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Un cineasta que venero ha sido, desde muy joven, el polaco Andrzej Wajda. También otros directores de ese país así como checos y húngaros, y ese sólido batallón del cine anti-stablishment soviético, con nombres como Konchalovski, Nikita Mijalkov, Andrei Tarkovski, me han enseñado lo que es combinar el impacto de una imagen con la profundidad amarga del análisis de la realidad que nos toca vivir.
En Polonia, ese hermoso país con amigos fervientes que sigo queriendo a través del tiempo, se han sucedido en los últimos días dos tragedias. Una de ellas fue la rememoración de la masacre de Katyn, en la que se asesinó la élite intelectual, la cúpula militar y ciudadanos polacos hasta un número del orden de las 22.000 personas cuando la Unión Soviética y la Alemania Nazi se repartieron la nación ante la permisividad internacional y el “nadie escuchaba” de entonces. Eso fue en el año 1940, antes de comenzar la II Guerra Mundial. Tanto Stalin como todos los demás dirigentes soviéticos negaron, primero los hechos y luego la responsabilidad achacando la matanza a las tropas hitlerianas. 50 años después Mijail Gorbachov reconoció que la URSS había mentido. 20 años después de aquel reconocimiento, la Rusia devenida de ese negro manchón en el trágico y convulso siglo XX —tan tétrico como el nazismo, el fascismo, el maoísmo, los jemeres rojos, el castrismo con su vieja obsesión de tierra quemada, y otros innumerables momentos dispersos por todo el universo—, ha brindado una satisfacción al pueblo polaco.
Rememorar es volver a vivir, y no precisamente como dice la canción. Cuando Polonia se disponía a recibir esta satisfacción, otra tragedia se añade como colofón del pasaje histórico. El avión con toda la plana mayor del gobierno encuentra en la bruma de Svalensk el destino de sus antepasados. Los polacos, personas respetuosas y dignas donde las haya, han querido obviar las diferencias de opinión y concentrarse en el drama. Esta última vez los cadáveres han sido recuperados, identificados y serán sepultados dignamente. Todo el que sobrevive gusta de saber dónde están los que no lo hicieron: de ahí las exhumaciones en España, la obsesión por creer a toda costa que los desaparecidos en Chile y Argentina continúan vivos en alguna parte de los ojos o en las pupilas de sus hijos secuestrados; también a millones de judíos les gustaría recuperar el polvo de sus muertos, a los que sobrevivieron al gulap, y también a los familiares que han sobrevivido a los desaparecidos cubanos en el estrecho de La Florida huyendo del comunismo (ese mismo que mató en Katyn) les gustaría que el mar devolviera sus nombres pero a quién puede interesarle un huesesito de nada convertido ya en coral.
Naturalmente la decisión por parte de Rusia de compensar a Polonia por los excesos pasados tiene orígenes mucho más altos que la película de Wajda, pero me gustaría imaginar que esta vez la sensibilidad del arte ha tenido algo que ver en la incomprensión de la mentalidad política.
© 2010 David Lago González
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2 comentarios:
Qué bien David¡
La verdad que la ironía es terrible. Ya sea en la historia o en cualquier cosa cotidiana. Es como si fuese una rueda dónde un punto siempre pasa por el mismo lugar, siempre que no salga de su eje. Morir por ironía histórica (Polonia), sobrevivir nosotros por ironía comunista (Cuba), reconocer la verdad para bien o mal (Rusia), espero que no irónicamente.
Lo dicho. Buen cine independiente¡¡
Un abrazo¡
De: Janusz Kucharczyk <...>
Para: David Gonzalez
Enviado: mié,14 abril, 2010 22:22
Asunto: si
Si, Mi Querido David, dos tragedias enlazadas. Y no solo por el arte. Reales y autenticas. Y una tragifarsa por delante. Tambien real y autentica. No escribo mas porque me duele........J
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