Y yo digo: "The beat goes on... uuhmm, the beat goes on."
Hace millones de años, como por la primera mitad de los 80, hube de mandarle a Carlos Victoria un cassette grabado de un disco de aquellos primeros éxitos de los Van Van (Yu-yu-yuya Martínez así se llamó, y esas cosas...) y él en venganza me contestó enviándome La Poesía Completa de Nicolás Guillén.
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Y más de lo mismo…: La simetría imposible e indeseada
(Respuesta a Miriam Leyva)
http://cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/11_O_1.html
Rolando D. H. Morelli, Ph. D
FILADELFIA, Pensilvania, febrero, (www.cubanet.org) -Cuando la señora Miriam Leyva en su reciente artículo titulado «Nuevas rutas» afirma que “la apertura de la Administración Obama ha dejado al gobierno cubano sin explicación lógica para impedir que el talento [de la Isla] busque reconocimiento en los escenarios de [los] Estados Unidos” reincide en el viejo supuesto de que, los que denomina “talentos” procedentes de Cuba “busquen” por sí mismos abrirse paso en el exterior sin el padrinazgo y aprobación previa del régimen de La Habana.
La articulista no puede ignorar que toda autorización para salir de Cuba, debe contar antes con la aprobación y visto bueno de las autoridades cubanas. (Léase Seguridad del Estado). Pregúntesele a Albita, por poner un caso, si podría volver a Cuba a cantar o incluso de visita. Tampoco podría ignorar la señora Leyva (o hacernos creer a quienes tenemos memoria y cabeza con que pensar) que Carlos Varela, los Van Van y otros “talentos” semejantes, vendrían a los Estados Unidos a “hacer arte”, siendo como han sido y siguen siendo por convicción u oportunismo voceros del régimen. ¿A quiénes están dirigidos una vez en los Estados Unidos los trenos de los dichos “talentos” de la tiranía? Ciertamente no a los cubanos que escapamos del régimen, y renunciamos a tener cárcel por patria, sino a los adeptos al castrismo que aquí residen, procedentes de cualquier parte, acogidos a los beneficios de la libertad y muchos otros que garantiza una sociedad como la norteamericana, pero sin apreciar verdaderamente lo que significa esta libertad.
Aún peor que tales despropósitos con que busca la articulista hacernos comulgar con ruedas de molino, es la insistencia implícita y rodada de contrabando como caballo de Troya, de que pueden homologarse una tiranía que ha demostrado hasta la saciedad su inescrupulosidad en medio siglo de existencia, y una democracia, que aún con sus fallas, es ética y políticamente superior, y para nada equiparable a dicho régimen. Al margen de que, según está más que demostrado, el régimen de La Habana no está dispuesto a intercambios libres de ninguna clase, ¿por qué y con qué propósitos había de practicarse un intercambio que por su propia naturaleza ha de tener la forma de un embudo: el extremo ancho para que la tiranía nos envíe una avalancha de “intérpretes” de “su salsa” ideológica, y el estrecho para que condicione con argucias ideológicas o de cualquier índole, quiénes podrían viajar en sentido contrario, y a qué público llegarían?
Es exactamente lo que ocurre en el ámbito académico. ¿Qué intercambio verdaderamente libre de estudiantes tiene lugar entre las universidades cubanas y las estadounidenses? Los de esta orilla que por despiste o cualquier otra razón desean participar de los programas que conjuntamente ofrecen los centros de educación superior americanos y los de Cuba, pueden hacerlo sin limitaciones o impedimentas de las autoridades de su país ¿Qué estudiante cubano podría igualmente decidir libremente y participar en dichos programas en universidades norteamericanas? No hace mucho se reportaba en este mismo espacio cibernético lo ocurrido en la capital cubana a unos jóvenes que se atrevieron a soñar con esta posibilidad.
No hay dudas de que la señora Leyva lee la prensa extranjera (norteamericana) posiblemente al amparo de la Oficina de Intereses Americanos en La Habana, y de que se halla en consecuencia al corriente de cuanto reportan varias fuentes acerca de los “éxitos” que cosechan los “talentos” isleños por los que semejante fascinación expresa la articulista. Pero leer e informarse no equivale a estar informado, ni mucho menos a entender de qué se trata. Para muestras un botón:
“Juan Formell —nos dice Leyva— y los integrantes del grupo han evidenciado que la mentalidad en Cuba cambia y, con la anuencia del gobierno, o posiblemente más allá de lo que [éste] desee permitir, procuran beneficiarse del futuro hoy en ciernes. No sólo abogan porque los artistas exiliados y prohibidos en Cuba, actúen acá, sino que han compartido escenario con viajeros más recientes, como Isaac Delgado y Manolín, “el médico de la salsa”, entre otros”
¿Es que quien semejante cosas escribe no lee en Cubanet otros artículos que los suyos? La remito al que se transcribe del Blog La fábula del tiranicida: “Juan Formell: ¿Imbécil o Hijo de Puta? O la Verdadera Historia de un Empleado Doméstico”, de tanta claridad y elocuencia. Que me diga la señora Leyva, ¿de qué manera “evidencia” la presencia en los Estados Unidos de Formell y su orquesta que “la mentalidad en Cuba cambia”? ¿Y de qué modo “abogan” Formell y los otros “porque los artistas exiliados y prohibidos en Cuba actúen en [la Isla]” cuando sus palabras exactas al respecto condicionan que los posibles “visitantes” admitidos que serían a su propio país, lo serían (y se trata de una hipótesis de trabajo) sólo “siempre y cuando respeten la ideología”. Es decir, que podrían ser admitidos a condición de su anuencia tácita como un espaldarazo a la tiranía. ¿Se podría concebir más amañada e inescrupulosa patraña? Y a esto llama la articulista “Nuevas rutas”. No, señora, ni siquiera nuevas ratas, sino las mismas. Y el hecho de compartir escenario con “viajeros más recientes” como los que usted menciona, puede explicarse precisamente por el hecho de no ser estos otra cosa que “viajeros” o “compañeritos de viaje” en cualquier ruta aunque no sea nueva.
No siga tratando, señora articulista, de explicarnos lo que usted parece no entender. ¡Qué pena decírselo! No escriba crónicas de lo que no consigue abarcar. No insista en aquello de que somos dos pueblos separados por el mar. Lo somos por la tiranía y sus acólitos conscientes o, precisamente sin conciencia. El verdadero cisma existe al interior de la isla entre los que tiranizan y sirven a la tiranía, y el resto. La homogeneidad que se pregona es la expresión de un miedo cerval a las constataciones en contrario.
A Miami y otras partes, la tiranía envía sus “paquetes artísticos”, o se auto-envía los mismos, como en el caso del llamado “Concierto por la paz”. Conciertos para provocar desconciertos. De la misma manera que una tiranía donde comprobadamente se violan los derechos más elementales de las personas, puede formar parte del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. ¡Qué coro tan concertado éste y otros! No hace falta reconciliar dos pueblos que en realidad no están enfrentados, señora. Ésa es una falacia total. Una de las tantas del castrismo, siguiendo el dictum: “divide y vencerás”. La tiranía ha sobrevivido medio siglo y puede durar muchos años más, pero nunca sobrevivirá al pueblo digno que allá y acá entiende bien de lo que se trata, y no admite componendas, ni concertaciones.
Ni los conciertos de los oportunistas, ni las crónicas que los aúpan van a impedir que suceda lo que “ya viene llegando” aunque no tan rápidamente como quisiéramos los cubanos que en cualquier parte no nos dejamos confundir por un concierto de voces al servicio de la ignominiosa tiranía.
Rolando D. H. Morelli, Ph. D.
Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia,
es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.
1 comentario:
Este artículo revela la trama.
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