domingo, 7 de febrero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - Versos en torno a un cuerpo desnudo que se aleja entre las ruinas de Port-au-Prince

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                                                          (basados en la foto “Desnudo en Haití”

                                                          realizada por Santiago Manuel,

                                                         fotógrafo del diario El País, España)

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CristobalManuel,ElPais_Desnudo en Haiti

© Santiago Manuel, El País

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La imagen desoladora de ese hombre

que desnudo se aleja sorteando los escombros de su ciudad

es el epílogo con que se cierran los grados del cataclismo

en los inútiles aparatos de medición

que de nada sirven cuando la tragedia viene desde tan lejos,

desde tan hondo, desde tanto olvido acumulado

del que todos los mercaderes se han aprovechado,

y ahora utilizan para sumar más mentiras y promesas

a un polvo sin destino, pero con memoria,

sólo que la memoria únicamente pesa para los desgraciados

mientras que para los que con gracia ofrecen su mano

pronto se esfumará, o se convertirá en el anillo de oro y amatista

que adorne el dedo de cualquier funcionario de estado.

Es un cuerpo desnudo, precioso y perfecto ébano restañado

entre la basura del fin del mundo,

y es la obra más depurada de ese arte exquisito de jugar con los deshechos.

No la ha esculpido el hombre, sino la vida, la tragedia.

La gran prensa civilizada ya la ha etiquetado

como la figura de un loco que escapó de su hospicio,

pero puede que sea un simple hombre que ya no cree en nada,

al que le da igual deambular vestido que desnudo,

porque a su puerto ya no arribará príncipe alguno

y la subsistencia del vasallo es solamente un acuerdo quebradizo

que cruza innumerables despachos, de boca en boca de infinitas palabras

al acecho de que la primera oportunidad del próximo desastre

les ofrezca la manera más oportuna para salir del compromiso

bajo el paraguas de una nueva buena (y falsa) intención.

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© David Lago González, 2010.

(Madrid, 7 de febrero de 2010)

2 comentarios:

El Tinajón dijo...

Hermoso David.

Anónimo dijo...

David:

La foto y el poema. Ambos. Como una unidad esencial e inseparable. La foto capta. El poema cala. El fotógrafo observa, y sin dudas toma la foto incapaz de sustraerse a la horrible belleza de ese hombre roto en su misma entereza; que desanda un camino que posiblemente nunca recorriera. El poema limpia la foto. Le sacude con su aliento los últimos vestigios de polvo y paja y sopla sobre esa imagen como Dios al comienzo del mundo sobre el cuerpo (cadáver ya antes de su muerte) del indefenso Adán, para que viva SU vida en el Jardín del Edén o en cualquier parte.

Rolando Morelli