Del chantaje y otras hierbas malas

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Con estos últimos posts sobre las tácticas del Poder (más que desmesurado e indigno) para guardarse cartas en sus mangas, con las cuales sorprender a personas de cierta importancia o puramente anónimas, he recordado algo que mi amante cubano (el primero y el último allí) me contó una vez, sacándolo él mismo de lo oscuro de su sombrero de copa que usaba como hermética memoria.

Yo tuve la (prácticamente) milagrosa suerte de no caer nunca preso (salvo retenciones, sustos y advertencias de final insospechable), pero otros amigos --y muchos conocidos-- no la tuvieron tan benévola.  Esta persona a la que me refiero cumplió cinco años por matar a otro joven en una reyerta callejera.  Como la mayor parte de los hombres pasados por la cárcel, nunca hablaba de ello.

Pero un día le salió el recuerdo de una de esas maniobras de chantaje de las autoridades carcelarias en busca de confidentes o Dios sabe qué.  Como supongo que todo el mundo sabrá, en la cárcel y penitenciarías abiertas (o "granjas" como se les llama en Cuba), el sexo entre hombres es bastante frecuente (incluso entre "custodios" y reclusos).  En aquella tarde, después de haber hecho el amor, le dio por contarme algunas cosas de las sucedidas allí dentro.  Una de ellas fue la anécdota de un recluso amigo suyo que tuvo contacto sexual con otro, y mientras aquello sucedía estaban siendo espiados y fotografiados.  El hombre en cuestión estaba casado y tenía descendencia.  Una hora antes de la siguiente visita reglamentaria, fue llevado a un habitáculo donde le mostraron las imágenes que él y el otro habían protagonizado.  Le ofrecieron el trato de tener la oportunidad revestida de orgullo patrio y revolucionario de servir de confidente, a cambio de que aquellas fotos no fueran mostradas a su familia, incluyendo, claro está, sus hijos.

Imagino que el hombre habrá acertado, pero no lo pregunté.  Mi amante ni confirmó ni desmintió mis dudas imaginarias.  Igual hasta se estaba refiriendo a sí mismo, quién sabe.

 

(C) David Lago González, 2010