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Leyendo en Wooster
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Yo simplemente fui educado en la religión católica. No soy creyente practicante, aunque tampoco soy agnóstico: algo así como eso que los anglosajones llaman “spiritual” y que yo quiero entender que es “algo” que llevo dentro y no me protege de nada, pero sirve como un cayado para incorporarme y seguir andando con el auxilio y la torpeza de mis pies, físicos, huesudos (y ahora de diabético), en fin, nada divinos ni celestiales. Mi padre era un gallego rotundamente anticlerical y más cercana a las meigas que a las sotanas; mi madre, con su ancestral confusión sefardita, vino a hacer la primera comunión después de tener 60 años. Pero, siendo yo niño, me inscribieron en un colegio católico porque era la mejor educación que se podía recibir en la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. Resumiendo, obedezco a una cultura y una civilización cristiana. Aunque no esté de acuerdo con muchas cosas, no hago de ello una cruzada, ni busco (para mí) estúpido refugio en el budismo, ni el taoísmo, ni el hinduismo, ni el islamismo, ni siquiera la iglesia ortodoxa rusa, o los coptos, porque considero que carezco del bagaje que cimentaría mejor esa creencia.
En mis tiempos escolares al lado de los curas nunca fui objeto de tocamientos ni me forzaron a aspirar nada con la boca ni me introdujeron absolutamente ni siquiera un alfiler por el órgano que se utiliza para ciertas funciones fisiológicas de primer y cotidiano uso. Tal vez debo haber sido el único niño en el mundo al que nunca le pasó nada así.
Pero si yo fuera tan siquiera mediana, comedidamente católico practicante, yo, como ciudadano español, protestaría enérgicamente --también inútilmente, hay que decirlo… --ante la Defensora del Lector del diario El País por el furibundo, avieso, mal intencionado e insinuante de maledicencias varias que da por hecho y generalizadas, escrito por Juan José Millás en el suplemento dominical y que vosotros podéis leer a continuación.
2010 David Lago González
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LA IMAGEN
Tenemos mucho mérito
JUAN JOSÉ MILLÁS 21/11/2010
(http://www.elpais.com/articulo/portada/Tenemos/mucho/merito/elpepusoceps/20101121elpepspor_3/Tes)
Talla de Cristo del maestro Gregorio Fernández
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Yacente y bello, un muerto casi sobrenatural. Cadáveres de mentira con los que convivían a diario los niños de antaño capaces de impresionar más que la realidad.
La talla de la fotografía, de madera policromada, obra del maestro Gregorio Fernández, fue expuesta hace meses (con gran éxito) en una muestra sobre el barroco español de la que se hizo eco EL PAÍS, de donde obtuvimos la imagen. Se trata, como ven, de un Cristo yacente hermosísimo, un muerto de una belleza sobrenatural, un cadáver que no desentonaría en la mesa de autopsias de un forense. En mi infancia, para contemplar imágenes de este tipo (aunque no siempre de su calidad) no era preciso acudir a un museo. Convivíamos con ellas de un modo natural. A veces las teníamos tan a mano que podíamos introducir el dedo en la llaga, para investigar. Aunque no nos dejaban ver muertos de verdad (ni jugar con muñecas), vivíamos rodeados de cadáveres de mentira convenientemente agujerados, asaeteados y sangrantes. Hay una parte de la imaginería religiosa que insiste en este registro truculento cuyo realismo impresiona a un crío más que la realidad.
Frente a estos cristos yacentes y agónicos aparecían, sin solución de continuidad, los serafines y arcángeles, de sexo ambiguo y muslos comestibles, vestidos con ligerísimos encajes de seda. Angelotes de pederastas, podríamos decir. De manera que si los curas no lograban excitarte con las heridas de Cristo, te ponían a cien con los querubines desnudos, a veces con las dos cosas. En otras palabras, que fuimos concienzudamente educados para la psicopatía. Sin embargo, muchos de nosotros no hemos matado todavía a nadie para practicar el canibalismo sexual. ¿Tenemos o no tenemos mérito?
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Después de leer lo anterior, os invito a que leáis el artículo de Bernard-Henri Lévy, filósofo judío francés al que admiro mucho. Podréis calibrar la diferencia tonal del discurso.
DLG
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BERNARD-HENRI LÉVY OPINIÓN
En defensa de los cristianos
Mientras el antisemitismo es considerado un delito y los prejuicios antiárabes o antigitanos son estigmatizados, la violenta fobia anticristiana que recorre el mundo no parece tener ninguna respuesta
BERNARD-HENRI LÉVY 21/11/2010
Recientemente, durante una entrevista para la agencia EFE, declaré que los cristianos forman hoy, a escala planetaria, la comunidad más violenta e impunemente perseguida.
La Junta de Eritrea ha prometido una "purga" entre los evangélicos y asegura que se librará de ellos antes de Navidad
En Cuba, en Corea del Norte, o en China, los fieles son humillados o recluidos en campos de concentración
El comentario sorprendió.
Incluso provocó cierto revuelo aquí y allá.
Y sin embargo...
Fíjense en esos paquistaníes que, como Asia Bibi, son condenados a la horca en virtud de una ley antiblasfemia que nadie piensa seriamente en abolir.
Fíjense en los últimos católicos de Irán, que, pese a las negativas del régimen y a la acogida de la que ha sido objeto estos últimos días el cardenal Jean-Louis Tauran, en Teherán y Qom, en la práctica, tienen prohibido practicar su culto.
Gaza, por supuesto; y, por desgracia, también la Palestina de Mahmud Abbas, donde esta misma semana han encarcelado a un joven internauta, Waleed al-Husseini, hijo de un peluquero de Kalkilyia cuyo único crimen fue el de haberse permitido criticar el islam en su blog y evocar el cristianismo sin desacreditarlo.
Y Sudán. Aún oigo cómo John Garang me explicaba, cinco años antes de su muerte, en Juba, la interminable guerra de exterminio que libran los islamistas del Norte contra los cristianos del Sur. Hace algunos días, monseñor Gabriel Zubeir Wako, cardenal arzobispo de Jartum, estuvo a punto de ser asesinado durante una misa al aire libre que presidía en esa ciudad.
Esos cristianos evangélicos de Eritrea, pobres entre los pobres, pero a quienes la Junta ha acusado de preparar un golpe de Estado para, a continuación, prometer una "purga" y que el país se verá libre de ellos antes de Navidad.
Esos sacerdotes católicos que, como le sucediera este 8 de noviembre al padre Christian Bakulene, cura de la parroquia católica de Kanyabayonga, en la República Democrática del Congo, son abatidos a la puerta de sus iglesias por unos hombres de uniforme a los que el mismo fantasma conspiratorio volvió locos.
La fobia anticristiana orquestada en Delhi por los fundamentalistas hindúes del VHP. Y en todos los regímenes totalitarios que aún se mantienen en pie: en Cuba, en Corea del Norte, en China, los fieles humillados, recluidos o internados en campos de concentración.
La suerte de los cristianos de Argelia, que la hermosa película de Xavier Beauvois ha sabido devolver a la actualidad.
La de los coptos en un Egipto en el que, se diga lo que se diga, el islam sigue siendo una religión de Estado.
Por no hablar del atentado perpetrado el 31 de octubre en Bagdad por un comando de Al Qaeda que tomó al asalto la catedral de Nuestra Señora del Socorro -Sayida An Nayá- y mató a 44 fieles, la mayoría mujeres y niños.
Sé bien que, en la mayoría de los países que menciono, la suerte de los judíos se decidió hace mucho tiempo y que si los matan menos es porque ya no quedan.
Y, evidentemente, no hay que contar conmigo para bajar ni por un segundo la guardia ante cualquier manifestación de un antisemitismo que, pese a todo, siempre encuentra la manera de volver a levantar cabeza, de metamorfosearse alegremente y de cobrar la forma, principalmente, de un antisemitismo sin judíos, pero que reconoce en Israel al mismísimo diablo. Y tampoco seré yo quien encuentre circunstancias atenuantes (crisis, paro, búsqueda clásica de chivos expiatorios...) para el recrudecimiento de los brotes racistas que en las democracias europeas, e incluso en Estados Unidos, tienen como blanco aquí a las minorías de origen árabe, allá a los turcos y acullá a los gitanos.
Pero digo simplemente que, gracias al cielo, en nuestro entorno, el antisemitismo ha terminado siendo un crimen designado como tal, debidamente clasificado y castigado.
Digo que, afortunadamente, los prejuicios antiárabes, o antigitanos, son estigmatizados por organizaciones como SOS Racismo, que tengo el orgullo de haber contribuido a fundar hace 25 años, junto con Coluche, Simone Signoret y otros.
Y afirmo, en cambio, que, frente a estas persecuciones masivas de cristianos, frente al escándalo, por ejemplo, en Argelia, de las mujeres cabileñas y cristianas casadas por la fuerza o encarceladas, frente a la eliminación lenta, pero segura, de los últimos vestigios -Benedicto XVI ha dicho, tomando prestada la palabra de la Biblia judía, "los últimos restos"- de esas iglesias cristianas de Oriente que tanto aportaron a la riqueza espiritual de la humanidad, ya no hay nadie.
Así que una cosa o la otra.
O nos adherimos a la doctrina criminal y loca de la competición de víctimas (cada uno, sus muertos; cada uno, su memoria, y entre unos y otras, la guerra de los muertos y las memorias) y solo nos preocupamos de las "nuestras".
O nos negamos a creer en ella (sabemos que en un corazón hay bastante espacio para varias compasiones, varios duelos, solidaridades diversas y no menos fraternas) y denunciamos con la misma energía, iba a decir la misma fe, ese odio planetario, esa oleada de fondo asesino, del que los cristianos son víctimas; unos cristianos cuyo antiguo estatus de representantes de la religión dominante o, en todo caso, más poderosa impide, también, que nos percatemos de su persecución.
¿Permiso para matar cuando se trata de los fieles del Papa alemán? ¿Permiso, en nombre de otra guerra de civilizaciones no menos odiosa que la primera para oprimir, humillar, torturar? Pues no. Hoy, hay que defender a los cristianos.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva
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Pero continúo. Recientemente se han dado masacres de cristianos en Iraq, y evidentemente existe una cruzada contra los cristianos, que incluso ha sido ya asumida y declarada por Al Qaeda. También en Paquistán se ha querido linchar a una cristiana por “blasfemar” contra Mahoma (versión oficial).
Todos, el mundo entero, el globo terráqueo y los demás planetas que giramos alrededor del sol, sabemos de sobra la justicia imparcial que acompaña a La Izquierda mediática y socialmente declarada como tal, pero no he escuchado ni leído ningún atisbo de repulsa de la familia Bardem, o del hardcore Toledo, o etecé etecé etecé.
Simplemente no puedo entender la razón de ese silencio. Pero he aquí fotos de paquistaníes protestando públicamente contra la sentencia a muerta de esa cristiana paquistaní, y estas fotos son una vergüenza para Occidente cristina, confesional, aconfesional y laica.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/defensa/cristianos/elpepusocdgm/20101121elpdmgpan_1/Tes
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1 comentario:
Querido David: Muy interesante todo el post. Yo soy igual,creo a mi manera.Rezo y pido,por los quiero y a veces por los que no quiero,tambien, a mis Dioses y en especial al Universo,que con su fuerza nos da toda la energia de la vida.
Gracias David.
Luisa Mesa
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