lunes, 4 de enero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - ROY CIFUENTES, the boy with a moon and star on his head

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para Renecito, su hermano

Cuando ingresé en el primer curso de la escuela secundaria1 en Camagüey, y esto puede haber sido por el año 1962-1963, estudiaba el segundo curso un muchacho llamado Roy Cifuentes. Además de ser la época de los Beatles, era también la nefasta etapa de la cursilería amanerada del cantante español Raphael, extraño fenómeno de la dictadura franquista con la que Fidel se llevaba tan bien. Los primeros estaban cuasi-prohibidos, pero el segundo —nunca se vio una imagen2— sentó escuela —¡y qué escuela...!— entre locas que se volcaron de lleno a la canción melódica (en Camagüey, p.e., Gilbertico Fernández, Manolito Martínez y otros muchos). Aquello era Camagüey early 60’s, yo todavía seguía con los antiguos amigos del barrio y queríamos formar un grupo como los Beatles, ¡claro está! Yo controlaría las letras y la imagen, Silverio tocaba la batería (le enseñaba un personaje extrañísimo al que llamaban “Primitiva”), Chicho no sé qué (sería bajo) y Osvaldito “Molleja” la guitarra, que sería el único que verdaderamente terminaría haciendo carrera de músico.. Ensayábamos en casa de Molleja, que yo creo que quedaba por allá por la Planta Eléctrica, y su madre había sido cantante de ópera; cuando menos nos lo esperábamos, éramos interrumpidos por el chillido voraz de su frustración artística. Claro, perdimos el curso pues apenas íbamos a la Secundaria, o entrábamos por la puerta principal y salíamos por la de la piscina o el portón lateral, o en un descuido del profesor o profesora saltábamos por la ventana y nos largábamos corriendo.

Pero algunas veces íbamos. Y allí estaba Roy, the boy with a moon and star on his head3. Nunca jamás he visto histerias colectivas como las que desataba Roy Cifuentes. Simplemente con pasar por el corredor. Parado al borde la baranda, asistí a un aluvión espontáneo de chillidos de todos los que estábamos en el patio, tanto chicas como chicos. A la gente le daba igual: Roy era un dios... No, Roy era Dios. Y además, se iba del país, lo que le daba una cierta actitud de estar más allá de todo. Porque, efectivamente, estaba más allá de todo: era la belleza absoluta, y sus cabellos rubios eran el sol.

Recuerdo la fiesta de quince de Ivonne Loret de Mola —hija de mártir de la Revolución a cuya familia no dejaban salir del país—. Se realizó en los lujosos salones del todavía (creo) Centro Gallego de Camagüey. Yo detestaba este tipo de festejo, pero esto se auguraba como otra cosa. Fui acompañando a Maruchi, mi amiga del barrio, que luego terminaría esquizofrénica. La fiesta todavía no había empezado del todo cuando, de pronto, se empezó a escuchar un rumor, un balbuceo ya enorme, que iba aumentando de volumen hasta que se oyó el nombre, o, más bien, El Nombre: ¡ROY!!!!!!!!!!!!!!!! En lo alto del descanso de la escalera de mármol, enfundado en un jersey negro de cuello de tortuga, muy a la época, que resaltaba el brillo dorado de su pelo y su cara perfecta.

Nunca le llegué a hablar: tanto me paralizaba su belleza.

Y un día no volvió. Tal vez se fue como un ángel. Sé un poco de otra historia posterior, pero yo quiero recordar ésta y sólo ésta: la del muchacho con una luna y una estrella sobre su cabeza.

 

(Madrid, 4 de enero de 2010)

© 2010 David Lago González

1”Ana Josefa Betancourt de Mola”, antes colegio Los Maristas (donde también estudié la primaria)

2El primer comentario que oí sobre lo que era Raphael sobre un escenario provino de Silvio Rodríguez, que lo vio en la televisión en el barco pesquero “Playa Girón” cuando le impusieron una especie de castigo.

3Cat Stevens

1 comentario:

David Lago González dijo...

Acuso recibo de los mensajes de Mirta Palomeque (prima de los Cifuentes), de René Cifuentes (hermano de Roy) y de Valentín, un amigo de Camagüey al que más nunca había vuelto a ver ni siquiera en fotos.

Como ellos han preferido hacerlo de forma personal, respeto la privacidad.

David Lago