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(Solomon Joseph Solomon, Áyax y Casandra", 1886)
No confundas destino con maldición:
El mundo será uno e infeliz siempre,
El que has imaginado y mereces
A la medida de tu propio instinto.
No exhiben talento estos dioses
Sino iniquidad para dar el servicio
A una lenta pero perfecta ruina.
Dichoso el que escoge sin recato
Un decorado propio para morir.
No tengo sitio, un paisaje preciso
Que pueda considerar mi túmulo y
Al que me dirija la torpe ceguera.
Tu saliva tiene sabor de la mentira
Como el saber es origen del miedo:
¿Por qué llamarán locura a mi voz
Y por qué me da la espalda el reo?
Buscaba la reverencia como huída
Hollando en su propia carne sucia.
No tiene otra espera que sumisión
Ni otro proyecto que limpiar el eco.
En los vestidos anida obsesivo roce,
Un crepitar de arena seca subiendo
Para esconder tantas vergüenzas.
Lívida mi frente, oscuro paladeo
De un sistema preciso de muerte
En el que debo escoger los nombres
De quienes perecerán a mis pies.
Me escucho otra vez a mi misma,
Me aferro a una diosa indolente,
Grito repito el nombre sagrado
Y ni siquiera así cambias de eje.
Ahora estoy hundida frente a la luz
Que no viene de otro astro ignoto
Sino de la marca carne con carne,
En cada gesto surge otra víctima,
Un nuevo nombre que no conocía,
Alguien que debe pagar también
Por el aciago destino de los otros.
(Nápoles-Madrid, 2009-2010)
(de Diez Poemas Homéricos)
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© Roger Salas
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1 comentario:
Fino, hermoso.
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