A mí me resulta totalmente patética la imagen de algunos hombres que no se definen como homosexuales, sino exactamente al extremo opuesto, y no pueden ocultar su amaneramiento. En fin, lo que en Cuba se decía "tener cara de maricón". Por lo general, esa gente me produce verdadero asco.
Nunca se sabe si será el final, o el comienzo del final (que lleva medio siglo aconteciendo), pero parece que el futuro de Cuba en los últimos se converda entre dos de esos especímenes a los que hago referencia en el primer párrafo. El Primer Ministro actual, Raúl Castro, y el Arzobispo Cardenal Ortega. Siempre se ha hablado de Raúl en ese sentido, pero la carita (carona) sonrosada y regordeta del cardenal me recuerda el gesto impertinente de las Damas de la Acción Católica en el cursi Camagüey burgués anterior a la Revolución. Es más, me retrotraen (¿me retrollevan?) a la secuencia de una anécdota de hace muchos, muchos años, protagonizada por mi amigo Nikitín y un conocido psicólogo camagüeyano que el hecho del matrimonio y la descendencia nunca pudieron opacar un amaneramiento tan llamativo como vomitivo. Mi amigo --que no se proponía dejar de ser lo que era desde que nació-- acudió a su consulta por no sé qué ansiedades y malestares, y a este doctor no se le ocurrió mejor cosa que decirle que si quería dejar de ser homosexual, debería pararse todos los días frente al espejo y repetir no sé cuántas: "soy varón, soy varón". Lamentablemente no puedo reproducir en sonidos la escena, pero sí quiero subrayar que la palabra "varón" era enfáticamente pronunciada con una "uve" del tamaño de la morronga de un negro, lo que lo hacía doblemente ridículo y anti terapéutico, sonido que ni siquiera en España resulta ya común oirlo.
Vamos a ver cómo resulta de dolorosa --y para quién-- la terapia que trascienda del binomio estado-iglesia cubanos.
(C) 2010 David Lago González
Nunca se sabe si será el final, o el comienzo del final (que lleva medio siglo aconteciendo), pero parece que el futuro de Cuba en los últimos se converda entre dos de esos especímenes a los que hago referencia en el primer párrafo. El Primer Ministro actual, Raúl Castro, y el Arzobispo Cardenal Ortega. Siempre se ha hablado de Raúl en ese sentido, pero la carita (carona) sonrosada y regordeta del cardenal me recuerda el gesto impertinente de las Damas de la Acción Católica en el cursi Camagüey burgués anterior a la Revolución. Es más, me retrotraen (¿me retrollevan?) a la secuencia de una anécdota de hace muchos, muchos años, protagonizada por mi amigo Nikitín y un conocido psicólogo camagüeyano que el hecho del matrimonio y la descendencia nunca pudieron opacar un amaneramiento tan llamativo como vomitivo. Mi amigo --que no se proponía dejar de ser lo que era desde que nació-- acudió a su consulta por no sé qué ansiedades y malestares, y a este doctor no se le ocurrió mejor cosa que decirle que si quería dejar de ser homosexual, debería pararse todos los días frente al espejo y repetir no sé cuántas: "soy varón, soy varón". Lamentablemente no puedo reproducir en sonidos la escena, pero sí quiero subrayar que la palabra "varón" era enfáticamente pronunciada con una "uve" del tamaño de la morronga de un negro, lo que lo hacía doblemente ridículo y anti terapéutico, sonido que ni siquiera en España resulta ya común oirlo.
Vamos a ver cómo resulta de dolorosa --y para quién-- la terapia que trascienda del binomio estado-iglesia cubanos.
(C) 2010 David Lago González
2 comentarios:
La China y La Cardenala; nada que extrañar, ya sabemos de que van las iglesias (con el perdón de los pecados).
praticar, la homosexualida nunca te hara homosexual. Homosesual se nacce, se siente . aunque nunca tengas sexo con una persona de tu mismo sexo.
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