sábado, 26 de junio de 2010

Para-periodismo (periodismo paralelo) - A propósito de “Entre comunistas y católicos”, escrito por Rafael Rojas

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Arno Minkkinen - the hand(Arno Minkkinen - The Hand)

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Me he limitado a la búsqueda por internet, pero, al parecer, el término “paraperiodismo” no existe como tal. En la medida que ya se ha admitido el de “paramilitar”. Con este nombre no quiero referirme para nada al hecho del “periodismo independiente” que parece ser un emblema de la disidencia cubana y de hecho una declaración de posición anti-gubernamental por sí misma. Por supuesto, sé que las facultades universitarias de periodismo de esa ínsula carecen de la –precisamente—“facultad” reproductiva del curiel, por lo cual sospecho, tanto por número como por forma de expresión de quienes se definen así, que el de periodista ha devenido en un título que cualquiera se atribuye sin haber pasado por estudios superiores. Bien, si los demás se lo quieren creer, que hagan lo que quieran, pero más de una vez me he sorprendido con algunos nombres citados como periodistas, de personas que conozco y amigos que nunca jamás pisaron la universidad con ese fin. Otra cosa es quien, a fuerza del ejercicio práctico y del esfuerzo autodidacta de superación, llegue a señalarse con creces dentro de esa graduación.

Quiero referirme, pues, no a ése sino al que se ha generado a través de la creación y desarrollo de los blogs. Por ejemplo, Yoani Sánchez, la insospechada y sorprendente premio Ortega y Gasset de hace muy pocos años, es un caso flagrante de “paraperiodismo” --en el supuesto de que sea ella realmente la que escribe las crónicas que se le atribuyen--. No pretendo enredarme en tales enaguas --¡protéjame Dios!— sino llegar al porqué del término y explicar qué me conduce a él. O sea, si no existe como tal, yo me adjudico el derecho de patentar dicho término: “paraperiodismo”. Ahora bien, por qué.

Habiendo vivido la mitad de mi vida en la Cuba comunista y embravecidamente revolucionaria de los Hnos. Castro y sus acólitos, y continuar haciéndolo durante la otra mitad (actual) de mi existencia, ya que por desgracia es un cordón umbilical muy difícil de romper, tanto pasionalmente como por derivación del encantamiento que ha producido en una buena parte del mundo y que continuamente, de una forma u otra, recuerda y devuelve al punto de la partida ficticia, deseada y anhelada, y tanto allí como aquí, habiéndolo vivido y seguir viviéndolo como un ciudadano simple, anónimo, insignificante, lo cual me otorga un grado de libertad e independencia del que forzosamente tienen que carecer otras personas más comprometidas con la oficiosidad tanto pro como contra (perdón, anti), me rebelo ante las innumerables manipulaciones periodísticas en torno a la realidad cubana, tanto por desconocimiento (lo cual no les libra del delito, como en caso de “omitir” declaraciones al fisco español) como por premeditación, alevosía, nocturnidad y todo cuanto de segundas intenciones pueda atribuirse a la tergiversación de la realidad.

Es decir, digamos que en cierta forma practico una especie de paraperiodismo cuando me entrego a comentar un artículo periodístico o simplemente el texto de alguien que publica en un medio de comunicación impreso. Una vez más me repito a mí mismo diciendo que, conociendo todo lo que se escribe por debajo o por encima de la realidad cubana, tanto insular como global, dudo de que el único caso en que se realice esta, digamos, confusión sea el cubano, por lo cual siempre termino poniendo un tanto en duda el resto de la información periodística que se brinda al inocente lector. Por ejemplo, sé absolutamente, por mucha experiencia y conocimiento acumulado, que entre lo que pueda anunciarse mediáticamente como avances de la medicina –y específicamente, en la investigación del VIH— y la realidad objetiva y rotunda, se interpone un trecho tan ancho que a veces resulta abismal. No es que mientan los informadores, es que simple y llanamente no son científicos, ni siquiera especialistas en enfermedades infecciosas.

Todo este introito tipo “trash” me conduce a abordar el artículo escrito por nuestro insigne historiador insular y crepuscular, Rafael Rojas, que hoy viernes publica El País en su sección “Tribuna”, “intitulado” <Entre comunistas y católicos> (http://www.elpais.com/articulo/opinion/comunistas/catolicos/elpepuopi/20100625elpepiopi_4/Tes).

No es que le pida contundencia ni energía ni dinamismo (cuidado: que por falta de él, yo fui expulsado por segunda vez de la Universidad de Camagüey) ni que el Sr. Rojas se salga de su compostura civilizada y académica que le permite citar a Fernando Savater y dar a promocionarse como un moderado y equilibrado –de lo cual puede deducirse que salomónico también— analizador del panorama político-social cubano (in other words, un verdadero intelectual), pero la parsimonia y la frialdad con que resalta ciertos hechos pasados (y que ya desde Mesa-Lago y la Santa Iglesia Católica veo que adquieren cada vez más la categoría de avales y referencias serias, “serias”, y de peso significativo para escribir la historia de la Historia), me llena, tal como la cuarta página de Mesa-Lago como lo que pueda venir en cualquier insospechado manotazo del futuro, de un paralizante estupor, y vuelvo otra vez –una y otra vez— a la pequeña historia que se cuenta en las cocinas cubanas, que es la parte más íntima de la casa, y que para mí representa la verdadera cara sin afeites ni maquillajes de personas y hechos.

Transcribo aquí el segundo párrafo de dicho artículo de opinión:

En octubre de 1978 se produjo el llamado “primer diálogo” entre un sector del exilio y el Gobierno de Fidel Castro, que logró, además del inicio de los viajes de emigrantes a la isla, la liberación de 3.600 presos de conciencia, casi todos arrestados 17 años atrás. Dos líderes del exilio involucrados en aquel proceso, la académica católica María Cristina Herrera y el banquero judío Bernardo Benes, han narrado el papel de la Iglesia en aquella negociación. Aquel entendimiento tuvo a su favor la distensión diplomática del presidente Jimmy Carter, su énfasis en los derechos humanos, pero también las aproximaciones entre católicos y comunistas cubanos y latinoamericanos, generados por el auge de la Teología de la Liberación.

Como dice mi amigo Rafael Zequeira --que también es amiguito de Rafelito Rojas, mira tú por dónde--: “Mi desgracia es mi memoria.” Y opino sobre la opinión (que eso es el “paraperiodismo”) pero desde la cocina de mi casa, que es la sustitución humana y muy cubana de la chaise longue y del confesionario eclesiástico.

“Primer diálogo” se refiere más bien a la conversación, no pública y transparente, sino simplemente conocida como tal de un larguísimo proceso de encadenamientos sucesivos, entre los que figuran los tenebrosos dobladillos de aquella institución que se llamaba inocentemente ICAP (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos); la manipulación del sector hippy principalmente norteamericano a través de lo que se bautizó como Brigada Venceremos, para mostrar a la flower generation las excelencias del comunismo sui generis cubano, suministrar abundantemente todo el pot que estaba en auge fumar (hierba que siempre ha crecido de forma casi silvestre por toda la geografía insular), y entre calada y calada convencerles más fácilmente de lo criminal e injusto que era el stablishment contra el que ellos se oponían en su país y, por el contrario, cuán justo y angelical era el stablishment al que nos oponíamos “degenerados” como quien escribe ahora estas líneas; el larguísimo camino y utilización que conduce a la manipulación de una parte de los antiguos niños Peter Pan convertidos y alentados en irracionales vengadores del “error” de sus progenitores, organizándolos en Areítos y Maceítos, y cuajando cinematográficamente en un lacrimógeno, patético y descarado documental propagandístico realizado por el maestro (en artes oscuras y tétricas) Jesús Díaz, del cual hasta “degenerados” como yo salimos llorando de las salas de cine; “comunidades representativas de la comunidad cubana residente en el exterior” –término completo que jamás he olvidado— y que ahora RR nombre como “un sector del exilio” e incluso da dos nombres que yo leo por primera vez, lo que no debe malinterpretarse como que pongo en duda nada sino como que, gracias a Dios y a todos los santos incluidos Marx, Lenin, Stalin y Fidel, jamás me moví por encima de mi nivel de “degenerado” --¡cuánta paz en mi alma!

Y opino. “El inicio de los viajes de emigrantes a la isla” fue en aquel momento uno de las mayores monstruosidades a las que pude asistir. De la noche al día, aquellos gusanos contrarrevolucionarios y apátridas que habían abandonado el país, como hartamente los denominaba el gobierno cubano, se convirtieron en “nuestros hermanos que viven en el extranjero”. Los militares y miembros (y miembrAs también, Bibiana) del Partido (PCC) y de la Juventud (UJC) recibieron desconcertantes órdenes tajantes de dar bienvenida a sus familiares con el máximo de honores cuando durante años se les había prohibido mantener ningún tipo de relación con ellos bajo amenaza de ser castigados al menos con la expulsión de tan insignes instituciones. Aquello resultó en una verdadera tragedia social, familiar y hasta laboral. Gusanos convertidos en Mariposas. Como el hombre depende de sus circunstancias, durante ese tiempo en que diferentes partes de una misma familia, habían seguido caminos diferentes, fueron variando según sus vidas, de modo que entre muchas de aquellas personas existía un verdadero abismo que intentaba rellenarse a fuerza de más y más cariño y muestras cada vez más imposibles de amor y hasta de arrobamiento. Las casas que recibían alguna de estas personas eran implacable y sin conmiseración atacadas de inmediato por un séquito de visitas, muchas de ellas desconocidas, que más que desear, casi reclamaban una explicación pormenorizada de la realidad en el mundo capitalismo que echara por tierra la que durante décadas nos había estado contando el comunismo cubano a toda la población y a “degenerados” como yo. Ya entonces en aquellos momentos muchas de aquellas personas sabían y se estaban preparando para el Éxodo Masivo del Mariel (¡años antes de que sucediera!). El absentismo laboral se elevó a cifras que quizás nunca se calcularon porque la gente se organizaba para ir a visitar al recién llegado, aun cuando en la vida se le hubiera visto. Creo, en mi pobre opinión también “degenerada”, que de continuar una semana o quince días más aquel estado de efervescencia, la Revolución hubiera terminando colapsando.

“La liberación de 3.600 presos de conciencia, casi todos arrestados 17 años atrás” consistió en el indulto de presos políticos de muy menor categoría. Me parece verdaderamente malicioso que este señor, Rafael Rojas, se declare “historiador” y no llame a las cosas por su nombre. En el año 78 y antes, el término “preso de conciencia” NO EXISTÍA en Cuba, y no hace falta estafar y burlarse de medio mundo intelectual para decir tal cosa. ¿De qué Historia habla este hombre que no es más que un fulero intectualoide? Antes del año 80 (Embajada del Perú/Mariel), cualquier cosa, cualquier nadería, cualquier negligencia, cualquier exclamación, podía ser considerada como política, como contrarrevolucionaria. A partir de junio/julio de 1980, todo aquello que antes se consideraba como delito político pasó a ser común. No me estoy refiriendo, claro está, a “luchar por la patria y morir”, a quemar un cañaveral, a atentar contra un militar de alta graduación, a envenenar a Fidel, a dejar caer una bomba sobre la casa donde entonces crecía inocente y feliz Marielita Castro. La mayor parte de esos 3.600 “presos de conciencia” --¡qué premeditadamente descarado suena utilizar ese término para aquel momento! Es la verdad, lectores. Es inadmisible que nos falseen la Historia de esa manera.-- era gente que había intentado salir clandestinamente del país, subidos a un bote o a una recámara de mototraílla. Aquella ley de indulto generó otra revolución interna: el matrimonio de conveniencia entre ex reclusos o ex reclusas con personas que no estaban presas en ese momento, a cambio de dinero principalmente, lo que trajo a su vez numerosos casos de chantaje e, incluso, chantaje con violación sistemática. Podría entrar de sobra en particularidades, pero he de mantener mi “paraperiodismo” con un mínimo de distancia.

“Aquel entendimiento tuvo a su favor la distensión diplomática del presidente Jimmy Carter, su énfasis en los derechos humanos…” ¿Qué, cuál entendimiento, Rafael Rojas? El “énfasis en los derechos humanos” de Jimmy Carter siempre ha estado más bien referido a los derechos humanos de los ángeles o los extraterrestres, o quizás hasta pudiera referirse a los derechos humanos de la inocencia supina de Rafael Rojas, pero no a ningún otro. Además, es obvio que, al coronarse todo este largo proceso en la embajada de Perú/Mariel, el gobierno comunista de Fidel Castro puso una losa funeraria sobre la posibilidad de reelección del presidente Carter y de cualquier otra posibilidad demócrata, haciendo girar el resultado de las urnas en los EE.UU. hacia el Partido Republicano, cuyas administraciones son las preferidas por Fidel/Raúl para continuar la never-ending story del “bloqueo” americano.

Ante tantas obviedades ni lejanamente mencionadas en su artículo, lamento en serio compartir con usted el mismo sitio de nacimiento, y cuelgo este artículo mío de “paraperiodismo” terminado de escribir hoy, sábado 26 de junio de 2010, en la cocina de mi casa, donde se cuece la verdadera y pequeña historia que usted pasa por alto.

© 2010 David Lago González

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4 comentarios:

Unknown dijo...

Comparto absolutamente tu apreciacion. Con tu permiso deseo enlazarla. Gracias.

David Lago González dijo...

Bien enlazada quede. Gracias.

Anónimo dijo...

ya me lei tu articulo a gonzalo rojas. heroico lo que haces, no se me ocurre otra palabras y con más razón que muchos santos

Anónimo dijo...

Algo tengo que escribir yo también sobre el asunto, pues ya pasa de llover sobre mojado y el "fanguito" es un corral de cerdos. Para que no todo vaya por ti, querido, a pesar de que has estado bien como acostumbras.
Seguramente Rojas se refería a un periodismo para lelos, que ya es otra cosa.
Rolando Morelli