martes, 24 de noviembre de 2009

DAVID LAGO GONZÁLEZ - LA PRIORIDAD

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Entre todas las cosas de las que estoy harto, una de ellas es LA PRIORIDAD.

Por lo general, la prioridad siempre va en contra de uno. Desde los tiempos remotos en que uno vivía en Cuba, la Revolución decidió priorizar el futuro de “nuestros hijos” (decía) en base a sacrificar en vida la existencia de generaciones enteras. Eso no es invención de Fidel ni de ninguna lumbrera cubana, sino que es harto conocido que procede del comunismo. No sé a qué hijos se refería, o si más bien estaba hablando de los hijos de los hijos de los hijos de los hijos porque llevan cincuenta años en ello y no es que el futuro sea más negro, sino que el futuro terminó convirtiéndose en pasado pretérito y pluscuamperfecto. En España se da prioridad a que la juventud en pareja (preferiblemente “convencional”) opte a una vivienda de protección oficial con mayor puntuación que cualquier otro conglomerado social. Desde hace mucho tiempo, laboralmente se da prioridad también a la juventud en detrimento de la experiencia de la madurez, y esto, que comenzó de cierta forma proletaria o administrativa, se ha ido extendiendo a cualquier otro aspecto de la vida, de manera que ya a los 30 se ingresa en el umbral de la tercera edad. Abarca así al arte, a la política, al periodismo. A todo.

Las fundaciones del llamado “exilio cubano” que, a pesar de todas las crisis económicas habidas y por haber, hacen ingentes esfuerzos de sacrificio, priorizan la edición de libros de poesía (o de recetas de cocina) que escriben los presos políticos en las cárceles cubanas, dando con ello una validación literaria a quien pueda ser un hombre o mujer valiente, un extraordinario luchador por la libertad de su país, pero que no es, en ningún caso, poeta ni escritor. ¿Es que esta cualidad u oficio no vale nada? De la misma forma que no se puede servir a dos señores a la vez (lo dice La Biblia), tampoco se puede ser muchas cosas al mismo tiempo. Quien es capaz de hacer una cosa tan poco útil como escribir un buen poema, es muy probable, prácticamente seguro, que nunca podrá ni convertirse siquiera en zapatero remendón. Como estas instituciones están, por lo general, presididas por personas con ínfulas intelectuales pero de escasísima enjundia creadora, el birlibirloque de convertir a un patriota en un genio de la literatura no hace más que redundar en el fiasco y en el globo que se desinfla solo porque no ha sido bien anudado. ¿Por qué ese afán de convertir a alguien con un valor determinado en un ente total? ¿Son también víctimas del “síndrome del hombre nuevo?

Hace mucho tiempo, cuando todavía se realizaban las tertulias dominicales del Comité de Derechos Humanos (off Cuba) en el salón trasero del Café Central, sufragadas por el millonario Víctor Batista, no sé quién ni por qué razón decidió priorizar la ocasión para leer fragmentos y comentar el infame libro de Eliseo Alberto, “Informe contra mí mismo”. Hube de comprar y leerme (dispararme) “aquello” que al autor abrió las puertas del mundo capitalista de una manera nada “migratoria”, y cuando terminé de hacerlo me puse a escribir una carta a la Sra. Martha Frayde, presidenta del comité. No guardo copia de la misma: se la tragó el éter. Pero en dicha carta venía a decir que no comprendía cómo El Exilio se hacía ecos y apoyaba a quienes se las habían agenciado para vivir dentro de la Revolución y también fuera de ella, y subrayaba mi opinión de que esos esfuerzos deberían mejor ir orientados hacia talentos más lastimados por las circunstancias, como el de Carlos Victoria (que, por entonces, todavía no había publicado La Travesía Secreta, pero que yo conocía desde su primer borrador supuestamente definitivo). La carta fue leída en público por Pío Serrano, y quien la había escrito, nunca jamás volvió a pisar el saloncito del Café Central ni siquiera por el café gratis que se tomaba allí.

Pasado el tiempo, muchos años también, Martha Frayde me recordó aquella carta y me dijo que ella la guardaba porque era una de las cosas que había que guardar. Había pasado demasiado tiempo, pero, de todas formas, se lo agradecí.

Cuando Carlos Victoria vino a España, habiendo ya publicado la novela, tuvo la prioridad de visitar a la Sra. Frayde en su piso cercano a la antigua estación del norte. Yo hube de acompañarle hasta la puerta, y hube de esperar en un café a que saliera, ya que había sido convenientemente apartado del encuentro. Me dio esa prioridad. Nunca me dio ninguna otra. No obstante, defendió el riesgo de su amistad con Abel Prieto en las página de (Des)Encuentro.

Eso: cuestión de prioridades...

© 2009 David Lago González

3 comentarios:

Zoé Valdés dijo...

Yo nunca entendí eso de Carlos Victoria, pero supongo que sus razones tenía. Yo creo que se ha hecho buena poesía en las cárceles castristas, pero también mucha mierda. Totalmente de acuerdo. El padrino de Lichy es Gabo, que es el padrino de la Quendi Guerra.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE
EL PENTHOUSE DE HERIBERTO




Jose
ramón...

Anónimo dijo...

David¡
Espero que al recibo de esta... (brevísimo comentario) estés sano, y aún más lúcido para tus próximos textos. Es un placer leerte¡
Feliz año nuevo¡ Feliz año exento de prioridades¡
Un abrazo¡