jueves, 22 de octubre de 2009

ARS ATELIER - Lectura David Lago - LOS SONIDOS DEL SILENCIO

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(C) Gehard Demetz

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En Cuba, hemos sido niños y jóvenes; hemos sobrevivido en silencio; hemos sido vigilados; hemos sido heterosexuales y homosexuales mal vistos por no pensar solamente con el sexo; hemos sentido miedo y culpabilidad por ser distintos al resto del rebaño, a pesar de intentar no salirnos del redil y balar al son de las voces del pastor; unos hemos sido pioneros y “ujcs”, por carecer de la valentía para oponer una excusa sólida o por haber creído inicialmente; otros hemos podido evadirnos aduciendo no estar definidos totalmente como agnósticos lo suficientemente aptos como para tener el honor de considerarnos marxista-leninistas; hemos sido perseguidos por el largo de nuestros cabellos y por la forma de vestir y se nos ha negado el estudio o el trabajo por ello; hemos sido interrogados, expedientados, detenidos y apresados por no escribir dentro de los cauces institucionalizados, por visitarnos unos a otros en número superior a tres, por reunirnos en parques públicos a reírnos de nuestra juventud; hemos sido expulsados de universidades por “diversionismo ideológico”, por “apatía política”, o por estar en el lugar inadecuado en el momento inadecuado, o por despuntar creativamente lo mínimo suficiente como para levantar sospechas como potenciales pensadores; hemos tenido que esforzarnos más para compensar esas sospechas sobreviviendo en oscuros trabajos de picapedreros, repobladores forestales, administrativos o jefes de departamentos donde se preparaba la mentira de las estadísticas; hemos sido internados en los campos de concentración de la UMAP y nos han atado desnudos a postes clavados en medio de hormigueros, hemos copulado con nuestros guardianes cuando muchos éramos menores de edad; hemos sido sacados en mitad de la noche de nuestras casas por haber entrado con otra persona; se nos ha juzgado políticamente por lo que han hecho o han dejado de hacer nuestros padres; hemos tomado anfetaminas; hemos pretendido parecernos a los Beatles y los Rolling Stones; hemos sido apresados por el ilícito comercio del rock’n’roll al tiempo que cantábamos canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; nos hemos iniciado precozmente en el sexo y hemos fornicado con la satisfacción del miedo y el placer de cometer un acto delictivo; hemos marchado en absurdos batallones desde los nueve años, de una esquina a la otra de los cien metros donde vivíamos; hemos marchado y hemos sido vejados en fines de semana por caprichosos militares que nos preparaban para después seguir marchando en el Servicio Militar Obligatorio; hemos superado los tres años de reclutamiento o nos hemos suicidado o nos hemos escapado y terminado en la cárcel donde nos han violado, o hemos obviado el honor de pertenecer a las Fuerzas Armadas Revolucionarias esgrimiendo un trastorno de la personalidad que debía precisar una homosexualidad pasiva sin nombrarla y hemos sido enviados al Ejército Juvenil del Trabajo por ser ciudadanos y militares de quinta categoría; hemos participado en la guerra de Angola por miedo o por la esperanza de prebendas futuras, y hemos muerto sin creer en una razón para morir y hemos sobrevivido sin estar seguros de una razón para vivir; nos hemos negado a intervenir en otra batalla que no fuera la nuestra personal de cada día; hemos cumplido con las guardias nocturnas, las asambleas periódicas de conducta, las condenas de cada barbarie imperialista norteamericana, con ademanes y voces cansadas; o hemos llegado al punto de crucificarnos a nosotros mismos pasando de todo formalismo obligado; hemos descreído de la Revolución, no hemos confiado en líderes de ninguna clase, no somos valientes ni héroes, somos cobardes, hemos echado a correr huyendo de los Cascos Blancos y sus pastores alemanes; respetables médicos de batas impecablemente blancas nos han aplicado electroshocks en hospitales psiquiátricos para curarnos la homosexualidad, y nuestros expedientes clínicos han pasado al Ministerio del Interior y la Seguridad del Estado; hemos sido chantajeados, han intentado captarnos como informantes bajo amenazas, oscuros calabozos, golpes o la simple imaginación abstracta de lo que podía pasarnos a nosotros o a nuestros familiares si no... : hemos hablado y hemos callado; hemos comido del exiguo racionamiento y hemos delinquido comprando el resto en el mercado negro; hemos robado en cualquier lugar donde nos fuera fácil abastecernos de lo que carecíamos, terminando por hurtar lo potencial que algún día podríamos necesitar; hemos bebido como cosacos celebrando la triste victoria de abstraernos de cuanto nos rodeara y hemos visto cómo cada día nos arruinábamos moralmente hasta la total degradación.

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(C) Gehard Demetz

Para salir de Cuba, hemos sido falsos turistas con visado español por una semana; hemos sido expulsados hacia Praga como Ginsberg y hemos tenido que buscar el beneplácito de otros países; hemos cruzado el Estrecho de la Florida en una orgía atolondrada de camaroneros; hemos secuestrado aviones y hemos sido fusilados; hemos burlado el campo minado de Guantánamo, cubiertos de chapapote para despistar a los tiburones, y nadado hasta la base norteamericana para refugiarnos; nos hemos asilado 11.000 personas en 5.000 m2; hemos saltado vallas de embajadas que nos han devuelto a las autoridades cubanas que nos han castigado con golpizas, focos implacables y cárcel. Hemos zarpado en neumáticos de camiones, tractores o bulldozers, a veces a cambio de 10.000 pesos; hemos sido ametrallados y hundidos en aguas cubanas o internacionales por los guardacostas cubanos; sus homólogos norteamericanos nos han recogido y otras veces nos han regado con fuertes chorros de agua de manguera para que no pisáramos suelo estadounidense y poder ser devueltos a la Isla; nos hemos ahogado y nos han devorado los tiburones. Hemos sido escupidos, insultados, vejados, humillados, apedreados, mutilados y muertos. Hemos sobrevivido al salto.

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(C) Gehard Demetz

Fuera de Cuba, hemos limpiado aseos; hemos fregado platos y calderos en cocinas de restaurantes inmundos; hemos vendido tabaco de contrabando en la calle; hemos cuidado enfermos terminales en sesiones nocturnas; nos hemos disfrazados de muñecones de Barrio Sésamo por unas pesetas y un sandwich, o de ridículos Muppets para fiestas infantiles; hemos hecho el turno de noche en alejados truckstops; hemos comido en comedores de refugiados y de indigentes; hemos comprado arroz para perros con tal de ahorrarnos unas pesetas; nos hemos prostituido a diez mil pesetas el polvo; hemos esnifado cocaína o el anzuelo del pico nos ha enganchado, o hemos seguido bebiendo porque la antigua excusa política se había convertido en adición; nos hemos muerto de SIDA o nos hemos suicidado; hemos iniciado y terminado amores y fornicado sin temor a ser espiados; nos hemos doctorado en universidades norteamericanas, pero muy contadamente en las españolas, a pesar de ser “nuestra Madre Patria”; hemos obtenido buenos trabajos y pésimos trabajos; hemos pagado nuestros impuestos; hemos permanecido largas horas haciendo colas para renovar nuestros permisos de trabajo y residencias soportando calladamente un tratamiento policial vejatorio, y nos los han denegado aun cuando nos halláramos trabajando legalmente; funcionarios de las instituciones competentes nos han extraviado los expedientes sin otra explicación que sobrepasara un leve encogimiento de hombros y la incertidumbre del futuro burocrático; los blancos hemos tenido mejor suerte que los negros y los negros somos frecuentemente parados en la calle con la obligación de identificarnos como hacían las rondas cederistas de la Revolución; los blancos hemos sido explotados por debajo del salario oficial o por encima del horario laboral; los negros, además, hemos visto cómo nos negaban un trabajo por nuestro color; hemos sobrevivido con el Walfare y hemos hecho lo imposible para mantener la dignidad de esquivar la oportunidad de subsistir a costa del Estado; nos han dado otras nacionalidades y hemos renunciado legalmente a la de origen; hemos violado el embargo norteamericano al ayudar económicamente a nuestros familiares en Cuba, hemos violado el embargo norteamericano al visitar a nuestros familiares en Cuba, contraviniendo las leyes de uno de los países que nos ha acogido; nos hemos casado y hemos tenido hijos; hemos ampliado nuestro margen de libertad y todo lo que hemos perdido no es compatible con lo que hemos ganado; hemos salido adelante y nuestra voluntad nos ha valido para protegernos de una utopía que nos seguirá persiguiendo hasta la muerte; nos hemos quedado en el camino; nuestra vieja familia ha ido desapareciendo como sucede en cualquier otro lugar; somos los mismos y al mismo tiempo somos los otros que la cotidianeidad moldea subrepticia y lentamente.

(C) David Lago González

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BREVE HISTORIA DEL TEXTO "LOS SONIDOS DEL SILENCIO"

Para esta lectura de poesía mía en París yo no pensaba llevarme este texto puesto que no lo considero "poesía", ni siquiera había pensado en él como perteneciente a alguna de esas otras modalidades llamadas "prosa poética" o "prosa lírica". Ignoro, pues, por qué razón decidí imprimirlo y qué certeza o presentimiento me llevó a unirlo a los poemas seleccionados, pero la verdad es que me gusta responder a esos impulsos de coincidencias no previstas; en mi familia está muy presente lo espiritual, y yo no soy ajeno a ello sino, más bien, todo lo contrario.

Ésta es la segunda vez que lo leo. La primera fue durante unas Jornadas sobre Revolución y Homosexualidad celebradas en Madrid hace algunos años, y en las que hubimos de coincidir como ponentes Jacobo Machover, Zoé Valdés y quien escribe, además de otras personas, entre ellos amigos entrañables. Creo que ése fue el comienzo de lo que ahora puedo definir como "nuestra amistad". Luego, el texto se publicó en la Revista Hispano-Cubana y en la revista de la Fundación Colegas (que, dicho sea de paso, no tuvo nunca la deferencia de hacerme llegar ni un solo ejemplar del número). Era sabedor del efecto que la lectura de este texto alcanzó entre los asistentes y, muy particularmente, en Zoé y Jacobo, cosa que me han recordado en repetidas ocasiones. Resulta que, como así afirma Zoé Valdés en La Rueda Bohemia o en la introducción a mi lectura, ella lo tiene en gran estima por considerar que define "poéticamente" la realidad de nuestras vidas y experiencias en un variado y amplio abanico de circunstancias y caracteres.

No me sentí complacido de la lectura que hice del mismo en París, pero sí de la que había hecho en Madrid. Independientemente de que en toda la poesía que he escrito existe una gran carga descriptiva, plástica y de movimiento, para nada me es ajena la influencia del teatro al haberse desarrollado buena parte de mi juventud entre actores y directores en el Camagüey natal y siempre fue imposible de eludir la personalidad arrolladora de Nikitín, dramaturgo amigo, quien me ha permitido ver --y digo "VER"-- las mejores puestas en escena de toda mi vida, simplemente sentado frente a él, compartiendo sillones (balances) en la sala de su antigua casa de San Clemente 310. Con esa carga de magia dentro de mí, resulta difícil que en algunas ocasiones no logre una buena entonación.

Eso en lo que se refiere a la proyección oral de la escritura. En lo referente a ésta, el texto --como he explicado y dejado escrito otras veces-- iba a servir de prólogo a una antología de poesía y narrativa de autores no publicados en Cuba. La antología se convocó; algunas personas mandaron sus colaboraciones, pero algunas otras me sorprendieron con una respuesta furibunda y exagerada, además de injusta por ilógica. Al mismo tiempo convocaba una antología de poesía cubana, en la que naturalmente no podía obviar a todo aquel que yo consideraba debía ser antologado, independientemente de su camino político, y esto hizo que personas que consideraba de cierta amistad esgrimieran los correspondientes recelos ante lo que ellos consideraban como una nueva muestra de "las dos orillas" (no mucho tiempo después poemas de estos señores que habían protestado y se habían negado a participar, compartieron papel de biblia en la lujosa antología editada por Editorial Verbum).

El proyecto en sí no era un desvarío de mi mente sino que correspondía al lanzamiento de una nueva editorial, pequeña, humilde, pero respetuosa, de las pocas que he conocido que, al menos en un principio, no estaban basadas en la financiación (o co-financiación) por parte del autor, sino en la apuesta y riesgo de sus directores. Uno de sus directores era mi médico personal --y puedo decir que amigo, en la medida en que, después de muchos años, un médico puede ser amigo del paciente que de antemano sabe que nunca va a salvar--. La editorial era de divulgación y comercialización científica, pero pretendía diversificarse, y para lanzarse al mercado de la literatura escogió proponerme el proyecto de las antologías, además de la publicación de uno de mis libros ("Cosas de Hombres"), que llegó a galerada y cubierta diseñada, y la publicación de otros libros ajenos a mí.

Aquella antología se iba a llamar LOS SONIDOS DEL SILENCIO, como la canción de Paul Simon (Simon & Garfunkel), triste himno de mi generación.

Tanto por su historia particular como por el destino de ese texto, como por la misma historia que hemos compartido durante 50 años y seguimos compartiendo, sigue llamándose LOS SONIDOS DEL SILENCIO. Y es justo el nombre que le va.

(Dedico este post o "entrada" a Zoé Valdés, Ricardo Vega y Jacobo Machover)

(Madrid, 22 de octubre de 2009)

(C) 2009 David Lago González

13 comentarios:

Zoé Valdés dijo...

Gracias, querido David, en repetidas ocasiones he hablado de los sonidos del silencio, o sea, que ya ves cómo estamos conectados. Este texto tuyo es fundamental, para mí es un texto lírico sin precedentes, con gran fuerza real y poética. Y de una rabia exquisita que se lee como latidos.

Anónimo dijo...

Gracias David por escribir y publicar esta "Vindicacion del exilado cubano".
Llegué a tu lectura en Paris justo cuando estabas terminando de leerlo. Ahora puedo tenerlo y darlo a leer a muchos: a amigos y a estudiantes que preguntan y se sorprenden claro, con mis respuestas sobre Cuba y nosotros.
De nuevo Gracias.
Armando Valdés-Zamora

Anónimo dijo...

Reinaldo Arenas dijo que las grandes obras son impulsadas por la furia, pero su texto es un ejemplo que a veces la melancolia tambien puede ser un motor literario, ya que ese sentimiento es lo que veo en este escrito.
Estare equivocado? Como es que despues de lo que has pasado y visto que su obra-preciosa por cierto-no sea el fruto cuya semilla es la rabia. Me confunde.
Te admiro mucho, David. CS

Adriana Stein dijo...

david, tu texto me ha tocado muy hondo, podríamos cambiar el nombre de cuba por el de cualquier otro país,y tus palabras seguirían siendo válidas.

DORY CRUZ dijo...

Se lee como un torbellino y lo mas triste es que no sabemos cunado vamos a parar de dar vueltas....

DORY CRUZ dijo...

Me encanto el escrito, gracias a Zoe por ponerlo en facebook.

Anónimo dijo...

Mi querido David,
Tu texto es algo asi como un testimonio poético, un escrito que llega desde la experiencia y desde las entrañas. Me habia deslumbrado ya en Madrid y me sigue resultando bellisimo en Paris, como el conjunto de tu obra. Un fuerte abrazo para ti y para tus grandes amigos, Rolando y Kurt, dispersos, como todos nosotros, por el mundo. Jacobo

David Lago González dijo...

GRACIAS A TODOS.

Carl Solomon, I'm with you in Rockland, pero no acabo de entender lo que te confunde. Furia, melancolía, rabia, impotencia, frustración y, al fin y al cabo, vida (y vida sobre la muerte física y/o anulación del ser humano como individuo pensante)... todo es inseparable.

Adriana, justamente si mucha gente estuviera dispuesta a cambiar el nombre de los lugares con experiencias que en definitiva sólo pueden variar en cuanto a su sutileza o brutalidad, creo que todos podríamos entendernos mejor.

Dory, me parece que ésa sería la definición exacta del texto: torbellino.

Anónimo dijo...

Lo que quiero decir es que hay una tranquilidad en sus lamentaciones. Un abrazo, CS

El Tinajón dijo...

David, éste texto nos toca a muchos, o mejor, a todos, y no creo exagerar o equivocarme. Cuantas páginas, libros, enciclopedias, pueden escribirse sobre nuestra realidad y nunca será un tema agotado. De una u otra forma todos llevamos esa carga dentro, y siempre habrá mil maneras de expresarlas. Gracias.

Belkis Cuza-Malé dijo...

Maravilloso texto, poético siempre, como todo lo que escribes, David. Y muy lúcido, muy tierno, muy tuyo. Un gran escritor, en fin.

Es una pena que no pudieras haberte llegado a Miami. Ojalá sea pronto.

Un abrazo de corazón, y muchas bendiciones,
Belkis
www.belkiscuzamale.blogspot.com

Anónimo dijo...

Acabo de leer la mejor biografia que se ha hecho de mi, cubano de a pie.

Teresa Dovalpage dijo...

Llevo varios días visitando el Penthouse y generalmente me quedo hasta altas horas leyéndolo.Este texto me ha llegado al alma. Gracias, David, aunque no lo conozco en persona, siento en usted a lo que aquí llaman un soulmate.