(Tomado del blog Gaspar, El Lugareño)
Por el contrario de España, en Cuba cortarse y arreglarse el pelo está claramente dividido según el género: para las mujeres se llama "peluquerías" y para los hombres "barberías". EL SALÓN MODELO, según narra brevemente en estas instantáneas Carlos Peón Casas, era, efectivamente, la mejor peluquería de Camagüey. Está en la calle Estrada Palma, casi frente a la de Lope Recio, donde queda el semáforo preferido por un chico que estaba loco y gustaba de bajarse los pantalones frente a los autobuses --independientemente de que la luz fuera roja o verde-- para detener el tráfico, sobre todo a raíz de la exhibición de una película francesa protagonizada por Ives Montand y titulada "Mi tío Benjamín". Este muchacho (no me viene ahora su nombre) luego fue violado por unos desalmados, y, si mal no recuerdo, tiempo después fue asesinado. En Camagüey había muchos locos callejeros, pero este chico era de una familia estructurada, simplemente estaba loco. Era bien popular y todo el mundo lo quería. Todo el mundo salvo, claro, los que terminaron haciéndole todo eso.
Pero EL SALÓN MODELO sigue allí, leo por esta pequeña crónica del nieto de mis entrañables Emilia y Nicolás.
Mi padre era uno de sus clientes habituales. Su barbero fijo se apedillaba Peláez, y cuando éste se retiró, pasó a ser cliente de su hijo. Le cortaban el pelo. Le cubrían el rostro con unos paños tibios que sacaban con unas tenazas de un vaporizador, le razuraban con navaja y luego le daban masajes con un aparato eléctrico que se colocaba en una mano y giraban la palma sobre la piel de su cara. Cuando Peláez terminaba me llamaba y me pasaba su mano vibrante por la cara para al final cogerme la nariz entre dos de sus dedos. Mientras los afeites de mi padre se sucedían, una señorita venía y se sentaba en una especie de banqueta con mesita incorporada y le hacía la manicura. Bueno...
Pues sí, la cosa era así.
Naturalmente, allí fue el primer lugar donde me cortaron el pelo, y yo también me convertí en cliente habitual de los Peláez. Unas veces iba con mi padre, otras me llevaba mi madre, y cuando fui creciendo fui yendo yo solo. Después me dio una especie de rebelión generacional y dejé de acudir al barbero durante años, incluso me juré no cortarme nunca más el pelo en una barbería pues se me antojaba que querían imponerme a toda costa la tarea de hacer de mi cabeza una imagen digna del joven revolucionario. Pero esos ya no eran los Peláez.
(C) 2009 David Lago González
3 comentarios:
Si mal no recuerdo, era en una peluquería aledaña al Salón Modelo donde más que deambular se deslizaba como sobre el hielo una estrella de la ciudad. Creo que le vociferaban más que llamarle Luisa -conjeturo que su patronímico debe haber sido Luis-. Se desempeñaba en la limpieza del local y de corre-ve-y-dile entre los diversos focos de malos servicios ceñidos en la médula citadina; por lo que era casi imposible deambular por esa calle sin tropezársela. Era negro, alto, delgado, malcarado, y lucía una corta melena de pasas estiradas como si estas fueran el resultado de ir encarando el desarraigador soplo revoluchista. Pienso que de no haber sido por el centrocastrismo facistoide hubiera desarrollado todo su talento de travestido. Una lástima, porque cuentan los fabuladores que hasta “menstruaba”. En cierta ocasión se le ofendió más de lo diariamente troskista con empellones incluidos. Entonces le dijo a su agresor «cómo te quieres fajar, como los hombres o como las mujeres». Casi seguro estoy que el provocador era un bisexual frustrado. Al final del cuento todos, machos y no tan machotes, afirman que le ganó la pelea.
En toute amitié,
Carlos.
Querido Carlos.
Debo corregirte en dos cosas. Una de ellas en nombre de y en honor a Luisa, que era un personaje único e irrepetible. Le llamas "negro, alto, delgado, malcarado..." todo en masculino. Tu corrección "político-social" primermundista ofende, sobre todo a Luisa que imagino que después de 30 años de haber dejado de verla, será más a su memoria a quien se pueda ofender. Sustituye todo eso por el género femenino y estarás hablando de Luisa.
Y no era al lado del Salón Modelo -a no ser que algo así sucediera después del 82--. Era en la Peluquería Abelardo, que estaba en República creo que llegando a San José. Luisa era protegee de las peluqueras y personal de la peluquería, que eran quienes le pagaban "ponina" mediante.
Lo de la bronca debe haber sido así pues sé que era de armas tomar. Y además, mi amigo, todo un "sex-symbol", gran éxito y mucha demanda.
A veces llevaba como una carterita-monedero en su mano derecha y la llevaba casi contra el pecho. Los pantalones muy ajustados y caminando muy de prisa. La estoy mirando ahora mismo.
David
(DLG)
Ah, la peluquería Abelardo era la de mi madre. Ya ves, todo quedaba en familia.
David
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