domingo, 29 de marzo de 2009

THE BIG TIMES - nuevo número

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Salió The Big Times nº 129. Las vivencias independientes y la calidad interpretativa, juegan su rol en esta edición literaria, que cuenta con  los nombres de: David Lago González, Kathya M. Rodríguez, Enrique Agramonte Robles, Thomas Fundora, Harmonie Botella, Ulises Varsovia, María Eleonor Prado Mödinger y Francisco Jesús Muñoz Soler.


www.thebigtimes.com

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Gracias.

Enrique Agramonte

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sábado, 28 de marzo de 2009

EMILIA SÁNCHEZ - Imaginar

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a David Lago

 

Fuimos así reales, soñadores

en un mundo que alzaba la utopía

de hacer crecer sus brazos retadores

hilvanando suspiro y melodía.

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Eran voces vestidas de un ropaje

hacedor de una regla diferente

creador, al par, de vida y de lenguaje

sorpresivo, sagaz, sutil, urgente.

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En especie de salto imaginario

dábamos luz al canto necesario

con focos al futuro y al presente.

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Tejíamos un manto con que luego

veríamos quebrarse por el fuego

el discurrir de un yesterday ausente.

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© Emilia Sánchez

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miércoles, 25 de marzo de 2009

David Lago González - Constante

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a Elpidio Huerta

 

Nelson Constante fue una constante en mi vida.

Coincidimos por primera vez en unos campos de entrenamiento a los que se nos convocaba los sábados o los domingos para hacer ejercicios militares, que iban desde interminables marchas y repetidas formaciones y alineaciones de pelotones hasta guardias imaginarias, pasando por cavar zanjas, recibir órdenes que incluían las clásicas y las insultantes (¿eran también clásicas?), y “merecer” castigos por cualquier falta que cometiéramos y que uno ni se daba cuenta, salvo después de que la voz de pito de uno de los mellizos nos lo hiciera saber. Nunca supimos cuál de los dos mellizos era cuál; sólo sé que ambos eran tenientes y al cabo de los años, uno de ellos ―nunca se supo cuál (volvió a suceder lo mismo): inconveniente para el que no, ventaja para el que sí― fue expulsado deshonrosamente del Ejército por maricón. Ese mismo, posterior comisario cultural, se me sentó al lado una tarde en la oscuridad del Casablanca, y suave, delicada y casi amorosamente (todo lo contrario de la forma en que impartía antes sus órdenes, cuando todo el mundo creía que éste era el otro y que ambos eran dos y a la vez uno) depositó su asquerosa manita sobre mi muslo izquierdo, yo me estremecí, volví la cabeza hacia él, él me miró, yo le sonreí, él me sonrió (pensando éste me lo como yo) y clavándole los ojos y el dardo de mi lengua en el culo de botella de sus lentes (los ojos no se le veían) le dije cómo no quites esa mano de mierda de mi muslo voy a armar un escándalo que vas a ir de nuevo para el Ejército, pero esta vez a un calabozo, hijodeputa que tanto me hiciste marchar y dar picoipala en aquel Pre-Servicio... Porque aquello, efectivamente, se llamaba Pre-Servicio Militar. Entonces todo en nosotros era pre, era como si todavía tuviéramos la mollera abierta, y ya que no habíamos sido alumbrados en el mismo momento de producirse el advenimiento de El Paraíso, se suponía o se daba por hecho que arrastrábamos ciertas taras burguesas de las que se nos debía despojar, limpiar, purificar, y El Paraíso era como La Letra en Inglaterra o en España, que con sangre entraba. Digamos que en ese sentido, nos hallábamos en el Purgatorio, o más bien en el Limbo porque en definitiva no éramos culpables de nuestros pecados: los verdaderos responsables eran los padres, jirones de otras épocas corruptas que sólo pensaban en sí mismos y para sí mismos.

Cuando recibí el primero de los innumerables telegramas llamándome a aquella cosa que confundí con el llamado definitivo, me cagué, no en los pantalones, sino en la hora del advenimiento del Paraíso y en Simbad y los Cuarenta Ladrones. Pero, ¿quién se negaba, amigo? Allí las cacerolas sólo se utilizaban para guisar y la palabra “insumisión” no se conocía, y “la conciencia” era de sobra manoseada pero nunca vinculada a “la objeción”, así que “¡camina o revienta!”, como El Lute.

De esa forma entró Constante en mi vida, bajo el sol impío. Tan implacables como el Astro Rey eran, no sólo los mellizos, sino los mismos compañeros de desgracia y divertimento, sobre todo un personaje al que le faltaban los dientes superiores, apodado “El Indio” por su color achocolatado y su pelo lacio, de evidentes ancestros indígenas, que aparecía espectacularmente enfundado en una capa negra como si de El Zorro se tratase. No sé a quién había que temer más, porque si El Indio te cogía la pluma estabas jodido para el resto de tu vida y allí basta con que no dijeras tacos para que eso fuera sinónimo de ―uuuhhhhmmm...― sospecha. Para infortunio suyo y suerte para los demás, el pobre Nelson acaparaba todo el plumaje, no de un simple pajarito insignificante, sino del ave de mayor tamaño jamás imaginable.

Lo más habitual era que el objetivo de todos los dardos emponzoñados terminara después de las tres de la tarde (hora en que se nos permitía marchar a casa, desde las seis de la mañana en aquellos campos humedecidos por el rocío ―¡cuán bucólico!, pensarán algunos: ¡la puta de su madre!―) cavando zanjas y fronteras y refugios para un enemigo que nunca, en más de cuarenta años, ha llegado.

Así lo dejé, y el tiempo se quebró, y el Pre-Servicio dejó de existir, tan abrupta e injustificadamente como había comenzado. Simplemente dejamos de ser citados y nuestros fines de semana volvieron a ser mínimamente humanos.

-o-

El siguiente punto de encuentro o coincidencia fue el segundo curso de educación secundaria, en el que compartimos la misma aula. El pobre Constante siguió siendo objeto de las bromas y burlas más despiadadas de nuestros compañeros, con esa crueldad que sólo la infancia y la adolescencia son capaces de generar. Fueron innumerables los chivatazos y cargos que ese angelical alumnado imputó al gordo (¿he dicho que, además de maricón orgánico, era casi obeso? Pues sí, lo era, y lo siguió siendo hasta que dejé de verlo.) Tantos, como infinitos los viajes del aula a la Dirección, las repetidas expulsiones pasajeras, los castigos y las llamadas para que sus padres se personaran, cosa que no sé si sucedería alguna vez, pues Nelson Constante parecía ser único en el mundo, tan único como si hubiese salido de cualquier otro sitio que nada tuviera que ver con el cuerpo de una madre.

El verdadero escándalo ―y sin duda, el verdadero escarnio y la bajeza mayor que hicieron con él― se produjo al año siguiente, en el tercer curso. La directora del Centro (que no era el centro de la tierra sino más bien el centro del infierno), de nombre Luisa y por apellido Ceballo, sita en la calle de San Ramón cuasi esquina a San José, era, además de dictadora con faz equina, madre de una connotada, patente y potente lesbiana de aspecto castrense en ciudad provinciana, desgracia materna y resignación de hija que no tuvo más remedio que apechugar con lo que las evidencias gritaban a los cuatro vientos. Unos jodedores (de esos que se dedicaban a poner cigarrillos encendidos a los batracios disecados del aula de Biología para desazón de Mamacusa, pobre profesora que enloquecía por el humo creyendo que su aula ardía) escribieron en el pizarrón “La hija de la Ceballo es un Caballo”, en clara alusión a su tortillerismo. La Mosca, a quien correspondía la clase de Química a la vuelta del receso, se encontró con aquella sentencia que, más que infame (al fin y al cabo, era verdad) era inflamable, y recabó inmediatamente la presencia de la doctora y madre de la susodicha aludida. Personase el personaje casi relinchando y exigió el nombre del responsable. Silencio inicial. Insistencia. Silencio. Insistencia amenazante. Silencio. Una manita que se levanta por allá atrás. La Ceballo se arregla la falda, como si llevara a la cintura un par de Colts 45. Arremete, pregunta. La manita habla. “Fue Constante, señora.” “¿Fuiste tú, Constante?” pregunta la directora, madre y señora, todo a un mismo tiempo. “No, señora, yo no fui.” Se alza otra manita. Se alza otra más. Otra más. Y otra. Y otra. Y otra. Se levanta un muchacho, y otro, y otro, y otro. Y todos acusan a Nelson Constante. El pobre maricón gordo patológico que lo niega y lo niega y lo vuelve a negar. La Ceballo que insiste e insiste e insiste, y amenaza con llamar a la policía. Exige que se borre ¡inmediatamente! aquella ofensa a su hija y a su pundonor materno (vil ensañamiento, es cierto, pero cuando alguien ejerce tal poder, y con tal poder, también debe atenerse a las consecuencias derivadas del caso). Coge entre sus manos el borrador y se lo tira a Nelson Constante, que lo recibe, resignado, sobre la frente, como una corona de espinas resbalando por su cuerpo al piso después de abrirle una pequeña brecha por la que manaba un líquido comúnmente llamado sangre (con lo cual se constató finalmente que Constante era, en definitiva, un simple mortal igual al resto), manchándole camisa, pantalón, zapato derecho y, lo que era peor, ¡el suelo!

Los jodedores se reían y el resto callábamos. Así, simplemente. Guardábamos silencio con el rabo entre las piernas, como los cobardes que éramos. ¿Quién defendía al mártir? ¿Quién era capaz de alzar su voz a favor del maricón? Por mucha pena que sintiéramos, todos colaborábamos en la humillación.

Pero el maricón se levantó de su silla. Sin decir palabra, recogió el borrador. Sin decir palabra, subió a la tarima de la pizarra. Sin decir palabra, borró la frase. Sin decir palabra, ni un solo minuto dejó de mirar fijamente a los ojos de Luisa Ceballo, que, como Doña Bárbara a lomos de un imaginario caballo, observaba triunfante el cumplimiento del castigo.

“Yo no lo hice, señora, y su hija no tiene la culpa de ser tortillera, pero usted sí la tiene de ser HIJADEPUTA.”

-o-

Tiempo después, no sé cuánto, un atardecer, un atardecer que tampoco sé por qué definiría como polvoriento, me senté por un momento en la plazoleta de los cubos, al lado de la puerta de Coppelia que da a la calle Independencia. Reparé entonces en que alguien, al fondo, esperpentaba unos pasos de ballet. Entre lo grotesco del espectáculo y el calor como fangoso me costó trabajo darme cuenta de quién era. “¡Nelson!”, le dije. “Ese nombre me suena de otro mundo”, me contestó. “Estudiamos juntos, ¿no te acuerdas?” “La gran Alicia no necesita estudiar: ¡ella lo sabe todo!” Y se marchó hacia el fondo hasta detenerse frente a las puertas, doblar las piernas y saludar al público.

Alguien me contó después que acababa de salir de la galera de los locos de la cárcel de Francisquito.

© 2002 David Lago González

domingo, 22 de marzo de 2009

Guillermo Cabrera Infante: En busca del yo perdido en La Habana, por Edgardo Cozarinsky

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La necromancia ha sido, siempre, uno de los impulsos primeros de toda literatura: se escribe para convocar a los muertos, a seres queridos que ya no nos quieren, a lugares donde alguna vez se fue feliz, sobre todo a ese muerto al mismo tiempo próximo e inasible que fue el autor en su juventud.

Las buscas del tiempo perdido que me interesan no ignoran necesariamente la proustiana, pero su objeto de deseo se encarna en la ciudad perdida. Joyce reinventó Dublín desde Trieste, una Dublín mitologizada en parodia homérica a partir de algunos nombres propios, de una topografía de la que había necesitado distanciarse para convertirse en europeo. En Berlín, en París, en Estados Unidos, Nabokov fue recuperando un San Petersburgo del que no podía sospechar que sólo durante algunas décadas iba a llamarse Leningrado. Cavafis, a partir de su erudición, convocó fantasmas helénicos y bizantinos de Alejandría en los intersticios de una ciudad amnésica, colonizada por las potencias mercantiles del siglo XIX.

Es ésta una necromancia que Guillermo Cabrera Infante practicó concienzudamente. A menudo citaba a Joyce: "Es peligroso dejar el país de uno, pero más peligroso aún es volver a él, porque entonces tus compatriotas, si pueden, te clavarán un cuchillo en el corazón"; en Mea Cuba reiteró la frase, suplantando "corazón" por "espalda". Sabía que no iba a vivir para volver a ver La Habana: aun si el régimen, ablandado, decrépito, lo hubiese invitado en un gesto de complaciente, interesado olvido, él no iba a encontrar el escenario de sus trasnochadas juveniles, menos aún la credulidad con que había dirigido Lunes de Revolución durante el breve período anterior a la imposición de una cultura dirigida según el modelo soviético.

También él, por lo tanto, debió reinventarse una Habana desaparecida en busca del difunto por excelencia: el joven que había sido. En su juego preferido con vocablos, idiomas y citas, buscó su propio fantasma: minucioso trabajo de montaje, durante el cual excavó y desenterró un escenario populoso, una Atlántida hundida, y lo recreó como ciudad de palabras. Y esa ciudad verbal debe mucho a la sintaxis y a la mitología del cinematógrafo.

"Recuerdo no sin estupor lo que le dijo un día un niño a Max Jacob: "El cine se hace con los muertos. Se les coge, se les hace caminar y eso es el cine." Cabrera Infante recuerda esta anécdota en Arcadia todas las noches, en el contexto de una celebración del más necrofílico de los films: Vértigo de Hitchcock, comentado en el contexto del mito de Orfeo y Eurídice y de la leyenda de Tristán e Isolda.

(Texto completo) 

 

jueves, 19 de marzo de 2009

David Lago González - El otro lado

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Los designios del poder quedaron del otro lado.

Mas ¿están realmente tan lejos como para sentirnos a salvo?

Como el sol, con su inclinación,

cual sombra unas veces se adelantan

y otras nos persiguen.

Cuando hablan de formas de gobierno, óyelos,

parece que les asiste una vasta sabiduría,

una longeva experiencia en equidades salomónicas:

habla la serenidad y la justicia

de los que no somos sino torcidos viejos retoños

de un injerto mal habido y obstinado

en la pupila de una visión

que, como la fantasía del corazón eternamente joven,

no quieren perder.

Los que osan expresar su desacuerdo,

quedan ahora del otro lado.

Y el otro lado es un laberinto,

tan sólo un laberinto del que ninguno salimos bien parado.

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© 2009 David Lago González

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martes, 17 de marzo de 2009

Enrique Agramonte en la Universidad de Cartagena de Indias

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De: enrique agramonte <...............>
Para: ...........@yahoo.com
Enviado: martes, 17 de marzo, 2009 22:25:00
Asunto: La Universidad de Cartagena y mis poemas


Amigas y amigos: Aquí les envío tres de mis fotos en La Universidad de Cartagena de Indias. Un lugar alegre donde he depositado mis conocimientos.


Ahora deseo que disfruten lo mismo que yo cuando recité mis poemas el viernes de la semana pasada.

Un abrazo, Enrique

Buscar las fotos en attach, este es mi blog donde hay poesía.
http://www.agramonterobles.blogspot.com/

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Me alegro mucho, amigo.

David

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viernes, 13 de marzo de 2009

Dave Loggins - Pieces of April

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Conocí la versión --grandiosa versión tanto en estudio como en vivo (grabada el Filmore West)--, que hiciera Three Dog Night de esta canción en Cuba.  Primeramente en Suitable for Framing, pero después nos hicimos con el disco de TDN Captured Lived at the the Filmore, que verdaderamente sigo considerando como una de las joyas del pop.  En Camagüey nos convertimos en los Reyes de la Música --los SuperPops-- y "el mando de cuadros" se repartía entre Carlos Alonso Victoria, Carlos Victoria Olivera (que se dedicaba mayormente a hacer los cambios de discos en La Habana) y yo.  En lo que concierne a esta canción, no creo que oyera el original (una primera grabación de su autor, Dave Loggins, en 1972) en Cuba, y muy posiblemente no es hasta estar en Madrid que la descubro.

A cada rato me vuelve a la cabeza.  Me parece maravillosa.

Los discos nos dieron un poder inusitado en Camagüey, reconocido por contemporáneos y edades posteriores.  También sirvieron, junto a lo que escribíamos y no publicábamos, para asegurarnos un lugar en los archivos de la Sècuritè de l'Etait.  Como decía Carlos (Victoria), la Revolución que nos interesaba a nosotros era la de los Jefferson Airplane.  Todo lo que especulen los intelectuales de pacotilla del exilio, del insilio, de la unión de escritores y artistas de Cuba y de su filial descafeinada en Madrid, es pura bazofia.

Espero que alguien disfrute de la canción.

David Lago González

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jueves, 12 de marzo de 2009

Desentierran una "vampiresa" en una antigua fosa de Venecia

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NOTA DEL BLOGGER:  Realmente esta noticia me parece mucho más importante que toda esa basura de si destronaron a Pérez Roque y a Lage.  ¿Qué son realmente toda esa "cochuza" (Nina Romero dixit), incluida la familia real "palestina", súbditos, bufones y visionarios, al lado de una vampiresa veneciana?  Ellos nunca pasarán a la historia, ellos nunca tendrán historia, sólo la línea constante de una tiniebla.

David Lago González

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Última Hora

Desentierran una "vampiresa" en una antigua fosa de Venecia 

hace 1 hora 5 mins

Reuters 

 

Los investigadores italianos creen que han encontrado los restos de una "vampiresa" en Venecia, enterrada con un ladrillo metido entre sus mandíbulas para evitar que se alimentara de las víctimas de una plaga que hubo en la ciudad en el siglo XVI. Seguir leyendo el arículo

Matteo Borrini, un antropólogo de la Universidad de Florencia, dijo que el descubrimiento en la pequeña isla de Lazzaretto Nuovo en la laguna de Venecia apoyaba la creencia medieval de que los vampiros eran responsables de la extensión de las plagas como la peste negra.

"Esta es la primera vez que la arqueología ha triunfado en la reconstrucción del ritual de exorcismo de un vampiro", explicó Borrini a Reuters por teléfono. "Esto ayuda (...) a explicar cómo nació el mito del vampiro", añadió.

El esqueleto fue exhumado de una fosa común de la plaga de 1576 en Venecia, en la que murió Tiziano, en Lazzaretto Nuovo, que está alrededor de tres kilómetros al noreste de Venecia y que se utilizó como sanatorio para los afectados por la plaga.

La sucesión de plagas que afectaron a Europa entre los años 1300 y 1700 incrementó la creencia en los vampiros, sobre todo porque no se entendía el proceso de descomposición de los cuerpos, explicó Borrini.

Los enterradores que reabrían las fosas comunes se encontraban a veces cuerpos hinchados con gas, con el pelo creciéndoles todavía y la sangre saliendo por la boca, lo que llevó a pensar que todavía estaban vivos.

Los paños utilizados para cubrir las caras de los muertos normalmente estaban podridos por las bacterias de la boca, dejando ver los dientes del cadáver, por lo que los vampiros fueron se ganaron el nombre de "come-paños".

Según textos medievales médicos y religiosos, se creía que los muertos vivientes extendían la pestilencia para chupar la vida que quedaba en los cuerpos hasta que conseguían la fuerza para volver a las calles.

"Para matar a un vampiro tenías que quitar el paño de su boca, que era su sustento como la leche lo es para un niño, y poner algo que no se pudiera comer ahí", dijo Borrini.

"Es posible que otros cadáveres hayan sido encontrados con ladrillos en la boca pero esta es la primera vez que se ha reconocido el ritual", agregó.

Mientras las leyendas sobre los bebedores de sangre se remontan a miles de años atrás, la figura moderna de vampiro se resumió en la novela de 1897 "Drácula", del autor irlandés Bram Stoker, basada en cuentos populares de Europa Oriental del siglo XVIII.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Suicidas

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a Carlos, a.k.a. Xenitis Rebel

 

DOS VECES he estado muy cerca del suicidio.

La primera fue en plena depresión, no la del 29 sino la mía propia, que comenzó a manifestarse muy seriamente en los últimos meses de 1994. Sería en algún momento del 95 o 96 y todavía no me atendía el siquiatra que hoy, aún, sigue llevándome. Regresaba a mi casa desde alguna parte y esperando el tren del suburbano en el andén, comencé a sentir cómo mi cuerpo, sin moverse, era atraído por una fuerza inaudita hacia el borde de la vía. No era que yo caminara en esa dirección, era que sentía que era llevado hacia ella mientras algo invisible tiraba de mi cuerpo. Fue una sensación vertiginosa. Lo más vertiginoso que he sentido en mi vida y que mi mente puede concebir. No significaba ello que yo quisiera hacerlo, sino simplemente que iba a hacerlo. Entonces comencé a pegarme literalmente como una lapa a la pared de azulejos blancos, tratando de encontrar asideros y accidentes en la cerámica. Hubiera querido entonces tener las uñas curvas y largas de una bruja, o las garras de un murciélago. A lo largo de la pared me fui desplazando hasta encontrar el borde de una salida y cuando llegó el tren y abrió sus puertas, salté dentro del vagón.

La segunda vez fue quizás hace un par de años. Yo estaba sentado en el sofá del salón, me levanté y fui hacia otra estancia. No sé por cuántos minutos mi mente quedó en blanco. Entonces me vi a mí mismo en la cocina, abriendo el tercer frasco de lormotazepam.

© 2009 David Lago González

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domingo, 8 de marzo de 2009

27 años atrás...

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(C) Assef Al-Jundi

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Veintisiete años atrás y tres horas y media de la hora en que comienzo a escribir estas líneas, llegaba al aeropuerto de Barajas en compañía de mi madre, que había accedido, desde las terribles jornadas de un Mariel infructuoso, a acompañarme en mi destino extra-insular, condición sine qua nom para dar cualquier paso.

No pisamos la pista.  Desde la puerta del avión accedimos a algo que creo que llamaban "tobogán" por aquel entonces, y salimos a un pasillo interior del aeropuerto que nos llevaba hasta la sala de equipajes: teníamos que recoger nuestra única maleta, cuyo interior estaba ocupado mayormente por una manta (o "frazada" en el léxico popular cubano) que nunca había sido usada y formaba parte de su ajuar de boda, comprada en tan lejana fecha como 1947.

Siguiendo ese absurdo y anticuado concepto cubano de la elegancia, a mí me habían embutido en un incómodo traje que agregaba una gran carga de inseguridad a la que ya, por razones obvias, sentía.  Mi madre vestía un traje sastre, confeccionado por ella (era modista); entre la tela de forro y la de fuera había utilizado otra manta para hacerlo más resistente al frío.

Yo había avisado a dos personas para que nos fueran a esperar.  Una de ellas, un antiguo vecino de Camagüey que por cosas falsas inventadas por él y que dijo a mi familia gallega nos metió en una espiral de desagradables consecuencias, no se presentó.  La otra persona fue un amigo que posteriormente comenzó a desarrollar esquizofrenia y que lamentablemente hoy me resulta inaccesible, a pesar de todo cuanto le debo y le debimos por su generosidad sin fin.  Este amigo nos sacó de allí.

En el momento de dejar el aeropuerto recuerdo la preocupación de mi madre por una mujer con una maletica verde, que había hecho el viaje con nosotros y que quedaba allí mientras nosotros nos marchábamos hacia La Nueva Vida, evidentemente esperando por alguien pero también a punto de tener una crisis nerviosa por lo que era obvia que sospechaba.

La percepción de la llegada mientras nos acercábamos a la ciudad y a la calle donde íbamos, a dos pasos de Plaza de España, era como de verlo todo en cinemascope, límpida pantalla ancha, y un aroma extraordinario a limpieza.

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Dos meses después, cuando volvimos de nuestro viaje a Galicia, coincidimos en el comedor de refugiados de la calle de Canarias 5 con la mujer de la maletica verde.  Sin mediar palabra, sólo al mirarse e identificarse a través de ese destello mudo de los ojos, mi madre y ella se unieron en un abrazo de largos segundos que rompió en lágrimas.  La mujer había sido "sacada" por su antiguo novio que había salido por El Mariel, pero, en esos dos años que mediaron para la salida de todos los que viajábamos en aquel avión, el hombre se había enamorado de otra mujer y se había casado con ella sin haberle dicho nunca la verdad a su penélope cubana.

Y aquí estamos, 27 años después, unos muertos, otros vivos, según el curso natural de las cosas.  Pero por las razones antinaturales que nos llevaron a asumir con fingida y obligada y voluntaria naturalidad la gran, tenebrosa, reparadora o no y excitante aventura de lanzarte al mundo sin ser un aventurero, NO perdono ni siquiera a los visionarios que en el éxtasis de su inconsciencia y su egoísmo nos embarcaron en este viaje sin fin que comenzó allá por 1953, y mucho menos a los oportunistas y los aprovechados que con su poder nos marcaban tanto la senda a seguir como carneros como las huellas sobre la piel y la intangibilidad del alma y, como expertos torturadores, recubrían sus sucias razones con miles de justificaciones para no dejar marca en las largas sesiones cotidianas de tortura ni llegar al delito de sangre, y como la mayor parte de gentes de esta calaña en todo el mundo y bajo todos los colores políticos habidos y por haber, han continuado con sus vidas como angelicales ovejitas con cuya imagen saltando la cerca se concilia el sueño.

 

(C) 2009 David Lago González

viernes, 6 de marzo de 2009

Message in a bottle

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Sí, qué hacer para solazar mi espíritu, porque tengo uno.  Qué hacer con cincuenta años de fango en que por mucho que se huya, el lodo va pegado a la suela de los zapatos y por lejos que se camine uno va dejando las huellas por doquier.  Voy a reunir todos los comentarios que he dejado por ahí colgando de blogs que buscan un espejo o el ombligo, para responsabilizarme totalmente de ellos.  Voy también a recoger todos los insultos y mediocres torturas persecutorias que me han dejado a lo largo y ancho del mundo mundial cubano, que es vasto y cruel como un desierto alimentado por varios soles, vasto, cruel y aparentemente blanco pero rojo de sangre como la estepa siberiana.  Voy a reunir toda la rabia que alguien me niega derecho a poseer desde el otro lado del Atlántico.  Voy a grabar todas las voces que comparten conmigo las mismas opiniones y que por misteriosas razones callan cuando yo pronuncio sus palabras.  Y mientras escribo este sin sentido, escucho la danza turca de Kroke restallando sus violines en un ritmo frenético con el que quiero alejarme del horror de no ver más que una línea de horizonte en una playa sin mar ni arena que me persigue desde Madrid a New York, desde Kiev a Monterrey, desde Ulan Bathor a Piazza San Marco, desde Camagüey hasta mi muerte.

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(C) 2009 David Lago González

ROGER SALAS - Las nieves de Oblomov

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(C) 2009 Digital Art David Lago-Gonzalez

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(para D.L.G. Manifestación en Sol)

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Merecemos la nieve, no es ajena ni copiosa

como extraño podemos entender su silencio.

Al bajar en forma de telón abisal, su gesto

se transforma sobre nosotros en gran sudario.

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¿A quién conocerá cuando derretida, sucia

arrastre nuestras mejores ideas o recuerdos

que pueden contener banderas, otra bandera?

Cada enseña es un puñal, un torpe afeite.

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No podría levantar la voz ni tampoco escuchar.

Es tan simple como agitar un jirón de la mortaja.

Estamos rodeados de cientos de banderas

Como vestiduras de hielo, sangre, o cristal.

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Banderas a rayas azules y nieve espolvoreada.

Pero advierte que el distante triángulo rojo

es una lámina de sangre seca, húmeda

por mor de los copos que cayendo sentencian.

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La pintura es tan trágica como presumible:

cuando el dique teatral da paso a la escarcha

las sombras bajo abrigos anticuados corren

y abandonan el sendero de abedules desnudos.

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Respiran costosamente desdichados incautos

invocan la letanía de los mártires destronados,

recitan la hebra del fruto confitado en hiel,

la que se adorna con bayas de la cobardía.

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Ansia estúpida del orante al deseo de la nieve

que no cuaja bajo la tierra y se hace peor barro

en la torpe memoria de la isla cruzada a cuchillo.

Aves muertas se alzan, complacen como banderas.

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Migajas en la mesa del banquete de Oblomov

tan respetable entonces como ahora, mintiéndose;

hay triángulos rojos, trozos del pastel baratario

en aguanieve. Van trufados de sangre, hielo, cristal.

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© 2009 Roger Salas

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miércoles, 4 de marzo de 2009

Nihil sub sole novum (Panorámica actual de la ciudad de Camaguey, escrita por Carlos Peón-Casas y publicada en "Gaspar, el Lugareño")

http://joaquinestradamontalvan.blogspot.com/2009/03/nihil-sub-sole-novum.html

revista ARIADNA nº 42

n o v e d a d e s  INVIERNO 2009  a r i a d n a - r c
[ariadna rc número cuarenta y dos edición de invierno de dos mil nueve]

I N V I E R N O

Es tradición al comenzar el año mirarse las manos y el corazón, como nos recuerdan los versos del poeta argentino Carlos Sánchez ”…abrir las ventanas y ruborizarse ante la extrañeza de la tartamuda nostalgia del sol”. El año que comienza no habrá emprendido su camino hasta que no se disipen las nubes de la discordia, el olor a gasolina de la franja de Gaza, el rumor de los icebergs deshaciéndose sobre una bahía solitaria de la Antártida. Hubo años, acaso décadas, en los que sol marcaba las horas tan solo en el reloj de la guerra; Treinta Años para poner y quitar un rey, el dilúculo troyano de la panza de un caballo, la estación inacabable del Medioevo. Pero he aquí que este invierno con su rémora de ídolos caídos avanza tan lentamente que “la fuente de luz se intuye pero no se ve”, que hay que mirarse las manos, abrir el corazón y espantar los señuelos de la felicidad, sobreponiéndose al quebranto de moneda, revolviéndose ante el ardid de los mercados y sus falacias, y esperar que al final de aquellos versos se abra –como entonces- un nuevo año.

N O V E D A D E S  M A R Z O

—  P  O  E  S  Í  A   y   R E L A T O —

Poemas por Begoña Callejón
Ariadna por Alejandra Crespin Argañaraz

¿Deberían ser olvidados los viejos amigos? por Daniel Alejandro Gómez
Un otoño tan frío por Carlos Montuenga

—  R  E  S  E  Ñ  A  S    Y    A  R  T  Í  C  U  L  O  S —

El buscador de oro / Viaje a Rodrigues. J.M.G. Le Clézio
Eres bella y brutal. Rebeca Tabales
Ondulaciones. José Miguel Ullán
Kora Rogelio. Guedea
Todo sigue así. Poesía Completa. Julio César Navarro

IN   MEMORIAM

Julio César Navarro
(1970-2009)

Astronauta

Si fuera posible
quedarse para siempre a tres o cuatrocientos kilómetros
hacia arriba,
y mirar desde lejos el planeta,
sólo mirar
las nubes,
continentes sin mapa que se mueven,
océanos sin el coraje de los naufragios.

Si fuera posible
quedarse tan arriba que el tiempo no alcance las alarmas
y vigilar inadvertido
un mapamundi con sordina.

Desde aquí se difuminan las cumbres
en las que convertirse al instante en dos viejos
y mirarse;
no se distingue el lago de canoas de alquiler,
tú a los remos,
y yo caminando sobre las aguas.

Ya ni me asusta la noche
que avanza por ahí abajo
y suelta tu ropa a ritmo de Greenwich.

Y voy mirando
con tu permiso,
inmóvil en esta butaca,
la más violenta del universo,
última fila, tras el telón.

Poema extraido del libro
"Todo sigue así. Poesía completa"
Julio César Navarro. If ediciones. Béjar 2009

 

Y ADEMÁS

—  P  O  E  S  Í  A   y   R E L A T O —

Seis supuestos de topología por Álvaro Muñoz Robledano
Carbón vegetal por David Lago
Instantáneas / Fotosíntesis por Ramón Peralta
Tercera eternidad por Marisa González-Vigil
Semblanza de un vino mozárabe por Antonio Polo
Aportaciones para destiempos por Ana Patricia Moya Rodríguez
El hombre del saco de doble fondo por Juan Amancio Rodríguez
Un otoño tan frío por Carlos Montuenga
El tercer secreto por Mercedes Torija
Pie por Luis Emel Topogenario
El hueco por Raúl Ortega
Villa Borghese por Eduardo Proto
Marinero de La Vera por Antonio Polo
Del tiempo y otras luces por Luis Zarca
Oh Allá convergen por Antonio Preciado
Curazao por Eduardo Protto
El Panteón por Antonio Preciado

—  R  E  S  E  Ñ  A  S    Y    A  R  T  Í  C  U  L  O  S —

Tema de la mujer abismo y el poeta insurgente
(Una aproximación al poeta nicaragüense Anastasio) por Julio Pino Miyar
¿2008 merece un balance literario? por Leonardo Lobos
Howard Phillips Lovercraft. Un hereje de nuestro tiempo. por Fermín Castro
El informe de Brodeck. Philippe Claudel
Elegía para un americano. Siri Hustvedt
Las huellas del diablo John Burnside
Los huidos David Eloy Rodríguez
Consideraciones sobre el infierno en “La eneida” por Alejandra Crespín Argañaraz

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