sábado, 4 de octubre de 2008

Las tenidas teatrales de Camaguey (2)

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NOTA DEL BLOGGER:  Este texto lo tenía casi terminado cuando recibí el enviado por Antonio (Desquirón) y decidí colgar aquel primero.  Luego vendrán otros.

Hay algo aclarable en lo que se cuenta.  Como nunca se nos ocurrió escribir guión alguno sobre los textos, todo era improvisación total y absoluta, aunque se mantenía el tema elemental como referencia.  De ahí que en la rememoración de estas "locuras" se vayan alternando distintas versiones según aquélla o aquéllas que recuerde cada cual.

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Nikitin - Happenings, incorporaciones y conferencias

A veces es necesario hablar de los amigos, los que tenemos alguna ridícula y pobre manera material de hacerlo. En esa isla donde algunos nacimos, también los tiempos han cambiado, y eso no podían concebirlo los ejecutores del poder porque en su error mesiánico residía también la confianza de que “los tiempos” sólo pudieran alterarse fuera de su reino o de que ellos fueran capaces de manejarlos a su antojo como han hecho con las personas. Este cambio no los ha hecho mejores, ni más bondadosos ni más exigentes, ni más crueles. Simplemente son cosas que están fuera de su alcance y que son tan globales y universales que el paraguas anti-vida que cubre esa lengüeta de tierra en forma de caimán queda obsoleto e incapaz. Por eso hablar de amigos que quedan allí —“por decisión propia o fatal impedimento”— no les va a acarrear un proceso retroactivo de diversionismo ideológico.

Nikitín debe su apodo ruso al hecho de que en años tan remotos como 1963, 1964, 1965, por ejemplo, cuando apenas éramos unos críos (crecidos tan de prisa como los mismos hechos que, no a día, sino en el mismo día se sucedían continuamente, sin dejar tiempo al razonamiento, como un carrousel sin control), utilizaba un mamotreto del físico soviético y gloria de la U.R.S.S., para trasladar de un lado a otro sus manuscritos, que por aquel entonces solían ser poemas. Uno de los lugares en que por entonces nos reuníamos era la Sala de Música de la Biblioteca Provincial. Cuando no había más usuarios que nosotros, o usuarios de confianza, nos leíamos cosas, y las risas nunca se podían contener estando Nikitín presente. Recuerdo que solía meterse mucho con un personaje de apellido francés, un tanto estrambótico y ferviente megalómano, que esperaba partir hacia alguna parte del mundo (del mundo donde ocurrían cosas, según suponíamos nosotros) y que por aquellos días finalmente lo logró, o los dioses le fueron propicios.

El tiempo siguió añadiéndonos años y recursos (estos, sobre todo a Nikitín) para escapar del tedio y el enorme y hacinado closet que supone El Comunismo (¡Muchachitas vanguardistas de la Chueca prefabricada, tomad nota: el comunismo es el más grande de los closets imaginables!). No sé cuándo Nikitín comenzó con las “incorporaciones”. Las incorporaciones eran como muertos o espíritus que le bajaban en los momentos más insospechados: andando por la calle, haciendo una cola, en medio de un autobús repleto de gente, y en situaciones aún más serias. Uno de ellos era Libertad Lamarque. Otro era algo más difícil de explicar: consistía en unas cartas firmadas como “Tuya siempre, Belkis”, en las que el supuesto personaje que suspuestamente firmaba era natural y suspuestamente Belkis Cuza Malé —lo siento mucho, Belkis, blessings y sigue con Linden Lane hasta “más allá del límite del mundo”, como cantaba Monna Bell— y que nada tenían en común con la persona real; “el personaje” no era Belkis sino las cartas que supuestamente escribía Belkis, a las que se unía a veces otro “personaje” metafísico, o no sé cómo llamarlo, que era la frase “se me está yendo de entre las manos” en las mil variantes y combinaciones que se puedan imaginar. Otro gran personaje incorporado eran las interpretaciones de Ewa Demarczyk, cantante polaca que todos venerábamos, actuaciones a las que incluso mi madre asistía con deleite. Pero el más, lo más, el “no va más”, la consumación de todas las actuaciones, la más realizada de todas las improvisiones, era Luz Marina Romaguera, personaje femenino de “Aire Frío”, obra de teatro de Virgilio Piñera. No sé si Virgilio llegó a conocer algo de esto, me parece que Nikitín nunca se atrevió a tanto por el respeto y la admiración que profesaba a Virgilio. Luz Marina Romaguera se ponía a planchar en el Parque Agramonte y para nada importaba si había retreta ese jueves: así tenía música de fondo. O Luz Marina cocinando en la guagua de la línea 1, que pasaba por mi casa y nos acercaba a la suya. O Luz Marina lavando, con batea y tabla, y un cigarrillo “mojao” en la comisura de los labios. La gente se quedaba estupefacta, y discretamente comenzaba a alejarse y dejarnos solos.

Tan rápida y vertiginosamente como los acontecimientos cotidianos de la Revolución, se conocía más y más gente, y el grupo se ampliaba con personas incomparables y amigos imperecederos (“some have gone, and some remain”, cantaban John y Paul). Así se incorporaron Elio y Queta Pando. También estaba Carlos Alonso, pero ya el rol de este es mucho más importante en lo que podría bautizarse como “El Reino del Vinilo” y eso constituye un capítulo aparte, aunque son memorables su traducción de “Sisters of Mercy” (creo) de Leonard Cohen, y un facsímil de algo absolutamente genial, dibujado y escrito totalmente a mano, ejemplar único, y que se llamó La Gayzette, tomando como base el poster que acompañaba el álbum de Jethro Tull, “Thick as a brick”, que utilizábamos cuando queríamos que alguien se marchara de su casa , de la mía o de la de Elio.

Las “performances” en casa de Elio fueron únicas, absolutamente enloquecidas y geniales. Por darles algo vamos a darles cierto orden:

1) Las Altísimas.

Imaginad un escenario. A oscuras.

Las luces comenzaban lentamente a ascender desde el suelo e iban escalando trapos, sábanas viejas, vestidos de mamá, paños de cocina, trozos de plástico, fotos del Che prendidas con un imperdible, cualquier cosa ¿imaginable? hasta que llegaban a la cúspide de todo aquel obelisco humano, en el que asomaban las dos cabezas de Elio y Nikitín diciendo al unísono “Nosotras somos Las Altísimas y nadie nos puede alcanzar”.

2) Las Horripilantes.

Imaginad un escenario. A oscuras.

Dos “algos” de espaldas al público hablando entre ellas las cosas más desatinadas.

Las luces comienza a moverse lentamente hasta que por fin se detienen en la nuca de los personajes, momento en que estos se vuelven y descubren toda la fealdad que el maquillaje había podido darles.

3) Encuentro entre Romy Schneider y Greta Garbo.

Las dos estrellas se encuentran casualmente y todo es socialmente correcto hasta que comienzan a insultarse y a agredirse mutuamente.

4) Grand Finale : La Natividad

Escenario: cuarto de baño de la casa de Elio.

Personajes: San José — Nikitín

la virgen María — Elio

el niño Jesús — la muñeca de la sobrina de Elio, hija de Rosario.

Los tres, caracterizados según la época.

La acción gira en la fascinación y alegría por haber traído al mundo al Mesías pero de inmediato comienza la preocupación por una gran tormenta que se avecina con truenos, rayos y centellas.

El “happening” se cierra al ser lanzada por los aires la muñeca de la hija de Rosario, o sea, Jesús niño Nuestro Señor, a manos de Elio-Virgen María harta ya del destino aciago.

Las “imágenes transidas” eran instantáneas corporales y gesticulares que realizaban Nikitín y Queta Pando en público, imitando, por ejemplo, “La Pietá” o el abrazo de “La Conjura de los Boyardos” de Einstein. O cualquier otra cosa. “El beso” de Rodin, otro ejemplo. Por supuesto, los transeúntes se quedaban paralizados y los policías ni siquiera tenían tiempo de reaccionar.

Otra “performance” desternillante, inimitable, única, era la conferencia “Los cuatro pilares de la Historia de Cuba” basada (siempre totalmente improvisada) en cuatro dibujos que había hecho Elio sobre ese papel naranja con que entonces se cubrían las radiografías. Los dibujos representaban: a) un par de tetas, b) un coño, c) una pinga con sus huevos correspondientes, d) un culo. El conferencista era Nikitín, por supuesto. El tema abarcaba desde Colón, con una ligera introducción pre-colombina, hasta nuestros días (por “nuestros días” se comprende los días que nos tocaban en aquel momento, por la libreta o el mercado negro, da igual).

 

Y una performance que sólo representábamos en la cervecería de la Colonia Española, bajo unas folclóricas sombrillas con cubierta de henequén que quedaban al final de uno de los fondos que daba al reparto Vista Hermosa, puerta por la que muchas veces teníamos que huir. Los actores éramos Nikitín y yo. Los personajes eran dos francesitas —fue un tiempo en que todos queríamos ser franceses— porque siempre queríamos ser cualquier otra cosa que no fuera cubanos— porque ya la Revolución era cubana— y por eso nos parecía todo demasiado. Estas dos francesitas se encontraban, más bien sin encontrarse, cada una dando vueltas a su sombrilla correspondiente. El diálogo era más o menos éste:

Amelie: Bonjour, Sylvie.

Sylvie: Bonjour, Amelie. Comment ça va?

Amelie: Ça va bien, Sylvie. Et vous?

Sylvie: Oh tres bien, Amelie: je suis la noveulle philosophie

Amelie: Hip hip

Ambas: Ufa!

Una vez lo representamos para unos camioneros que conocimos cenando en el Picking Chicken, al otro extremo de la ciudad. Luego, tuvimos que salir huyendo por esa puerta que mencioné antes.

© David Lago González, 2008.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

David, me acuerdo muy bien de las instantáneas de Queta en la cola del Coppelia, ¿te imaginas?...
Besos
KUKA

David Lago González dijo...

Ah, las imágenes transidas... Me las puedo imaginar perfectamente. Eran como esas cosas que ahora hacen los mimos urbanos, al menos en Madrid, de convertirse en estatuas. Pero aquello era con un sentido del humor apabullante, lo de los mimos es más bien triste.
Besos.