sábado, 18 de octubre de 2008

Esbozo para el estudio de una dama

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NOTA DEL BLOGGER:  En el intento de recuperación de los "manuscritos digitalizados" perdidos en el éter esta última vez, me llegó este intento de algo que comencé a escribir para el número dedicado a la mujer cubana de La Peregrina Magazine.  En aquel momento fui incapaz de terminarlo, ahora tampoco, igual pocos puedan entenderlo, las cosas han variado tanto...  pero recuerdo que estas mujeres nacidas en Cuba no tenían que esforzarse tanto para ser lo obvio como noto que les cuesta a tantos y tienen que hacer ahínco, ponerse agresivos, ofender a terceros o envolverse en un trozo de tela de varios colores.  Estas mujeres que tuve el gran honor de conocer y compartir parte de mi vida con ellas simplemente eran ellas mismas y no solían alzar la voz.  Hoy, hasta yo mismo hago lo contrario.  Esta mañana recordé que una de ellas partió un día como hoy, hace 13 años.  Pero éste un post alegre, aunque parezca que me comporto como Luisa Pérez de Zambrana.

 

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Imagen 175

© David Lago González, 2008.

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La mujer cubana que me acompaña, la que se sienta conmigo a compartir el café de las tres de la tarde –aun cuando no lo tome--, con la que comparto cada comida a la hora señalada –aun cuando no me siente a la mesa--, la que me recuerda cómo hemos sido y cómo no seremos nunca más, es una mujer dulce y fuerte a la vez pero nunca ácida, nunca sumida en un pozo de amarguras, crecida ante las adversidades, educada en una pobreza que afila una búsqueda innata del buen gusto y los modales adecuados sin llegar a la falsa sofisticación

AGF nació en la zona de Torrientes, Matanzas, en una finca de cuyo nombre siempre quiso olvidarse hasta que muchos años después le tocó renunciar a la ciudadanía cubana para recuperar la española que el matrimonio le había brindado y, toda nerviosa, exclamó con todo lujo de detalles delante del juez: “sí, señor, en la finca “Pica-Pica, en el año 1910”.

La extracción social siempre podía haber sido más humilde —nunca se tiene la suficiente imaginación como para determinar el último peldaño de la pobreza—, pero ya lo fue bastante. Como fondo general, el titubeante y difícil nacimiento de una nación que recién se liberara de la paternidad y comenzaba a gatear y andar por sí misma. Campesinado criollo, con una muy cercana impronta peninsular o insular de la metrópoli, continuaba el curso natural de una sociedad a la que se debía. En ese día tras día de la vida anónima, las palabras, los silencios, los gestos, los respetos, van formando un tejido por el que se desliza el tiempo en forma de costumbres, y en esa longitud los hábitos van cambiando con serenidad. AGF fue retirada de la escuela a los siete años, después de fallecer su madre en un hospital de La Habana, cuerpo que no se pudo devolver a su lugar de residencia por falta de posibles. Era la quinta de seis hermanos, la más chica de las hermanas; le sucedía un hermano, “tan pequeño que para alcanzar el mostrador tenía que subirse sobre una caja”. Dos hermanas ya habían casado. El padre, de salud delicada, no era alguien con el que se pudiera contar para continuar abriendo la brecha de la existencia. De modo que el peso de las tinieblas fue asumido entre el hermano mayor —que pronto también enamoró y casó—y las tres mujeres restantes: B. montó una escuelita “paga” para niños de los alrededores; J. tejió y destejió la lana para el invierno, bordó y orló manteles y cubrecamas primorosos; y A. comenzó a ocuparse de la cocina y los quehaceres de la casa. Terminó así para ella la mitificada escuela, su adorada maestra y su nunca olvidado “Niágara” bañando para siempre su vida.

© David Lago González, 2008.

(o 2007)

1 comentario:

Zoé Valdés dijo...

Muy hermoso, una pena que no lo hayas terminado, pero aún así está perfecto.