domingo, 6 de marzo de 2011

Isis Wirth - El coraje de la huida

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La Reina de la Noche

marzo 5, 2011

El coraje de la huida

Archivado en: Uncategorized — isiswirth @ 4:01 pm

http://isiswirth.wordpress.com/2011/03/05/el-coraje-de-la-huida/

Recientemente, cinco bailarines del Ballet Nacional de Cuba decidieron quedarse en Canadá (ver el post anterior, que remite en link a lo publicado en “El País” por Roger Salas). Ya en 2008, tres bailarines de la misma compañía habían hecho lo mismo en similar gira en ese país, y hoy se encuentran en los Estados Unidos de América. En realidad, desde la sonada quedada de los “Diez de París” en 1966, la dispersión digamos “diaspòrica” de los bailarines clásicos cubanos ha sido constante, aunque debido a causas particulares han existido periodos de mayor calma en las denominadas deserciones.

Como bien recordaba Roger Salas, fue la estrella Jorge Esquivel, partenaire durante años de Alicia Alonso, quien, con una bravura similar a la que mostraba sobre las tablas, solicitó el asilo político en la embajada de Estados Unidos en Roma. Pero intentarle pedir a los bailarines que se expresen tan clara y rotundamente como Esquivel, es un contrasentido. Ya manifiestan un gran coraje cuando deciden “quedarse”, sabiendo que eso les corta los vínculos con la compañía que es definitivamente su alma mater, y que no podrán confrontar su arte con su público natural. No solicitaron permiso alguno para emprender nuevas carreras y una vida en libertad. Por lo tanto, tendrán que “atenerse a las consecuencias”. Huyeron, simplemente. Si en Cuba no se puede votar,y los cubanos votan con sus pies, yéndose, los bailarines, verbigracia, votan con sus preciados pies más que los otros.

La vox populi le atribuye a Nicolás Guillén lo de: “El bailarín que aquí ves/tiene una rara destreza/ deshace con la cabeza/lo que hace con los pies”. Paradójicamente, los que se “quedan”, poseyendo ya la destreza de sus pies, hacen todavía más con ello, con una cabeza bien plantada sobre sus hombros alineados.

Creo recordar que años atrás en una conferencia de prensa un periodista le preguntó a Alicia Alonso, la directora del Ballet Nacional de Cuba, sobre por qué sus bailarines huían. Alonso respondió porque les prometían la luna. Alguien, hasta tanto me acuerdo, luego escribió: no, no se van porque les prometen la luna, sino en busca de libertad.

Esa libertad incluye, desde luego, a la denominada “artística”, pero es más de lo mismo: en ningún régimen totalitario (pregúntesele sino a los bailarines entonces soviéticos que saltaron a Occidente) no existe ningún tipo de libertad.

Cuando un primer bailarín como Elier Bourzac (26 años), puntal de la compañía -que ahora tendrá que buscarle rápidamente un sustituto-, expresa que su decisión de quedarse obedeció a “razones artísticas”, acaso está diciendo desde este punto de vista mucho más que si se envolviera en la bandera política. Cualquier posible “crítica” que se le haga por ello, borra y menoscaba el intrínseco valor del acto de su huida, junto a la de Patricia González (24 años), Jorge Villazòn (32), Hugo Rodríguez (20) y Yadil Suárez (22), de quien se ha conocido que es una cierta promesa.

Dijo Bourzac: “En Cuba, que es exclusivamente danza clásica, llegué hasta donde quería en ballet clásico, y me gustaría seguir en ballet. Pero me gustaría explorar el baile contemporáneo y trabajar con coreógrafos internacionales”.

Está diciendo la verdad, su verdad.

Más allá de lo “artístico”, de la libertad a secas, los bailarines cubanos que desertan de la compañía o se deslizan fuera de ella, buscan también mejores condiciones de vida (entre éstas, voilà, la posibilidad de hacer una dieta adecuada que les permita mantenerse delgados al mismo tiempo que fuertes: un bailarín me decía en Miami en 2008: “Mira, al fin estoy flaco, ya puedo escoger lo que como y no alimentarme con arroz y frijoles”), el acceso a cosas materiales que son superfluas para cualquier bailarín del “mundo libre”, pero por lo mismo más necesarias dadas las exigencias físicas del arte del ballet. Y no se trata de lujo alguno, sino de artículos elementales como zapatillas de baile disponibles y tabloncillos en buenas condiciones, so pena de lesionarse.

Hasta tanto recuerdo, Rudolf Nureyev, el primer gran “quedado” en la historia del ballet en países comunistas, nunca hizo una declaración política – y si personaje mediático existía, ese fue él- referente a la Unión Soviética. Intentaba explicar su decisión en términos “artísticos”, que por otra parte eran ciertos, o una parte de la verdad cuando dio su grand-jeté para alcanzar a los policías franceses en el aeropuerto parisino de Le Borge, dejando al avión que lo devolvería a Petersburgo, mientras el Kírov continuaba la gira sin él hacia Londres. Y alguien le hizo más daño a la imagen de la URSS en ese tiempo que Nureyev? Si Nureyev evitaba expresarse sobre la política era porque tenía miedo, miedo por él y por su madre y sus hermanas que permanecían en Rusia, familia que le servía naturalmente a los apparatchiks como una pieza de chantaje. Cuando Nureyev murió de sida en París en 1993, todavía, y a pesar de que había regresado a Rusia tras el deshielo gorbachoviano, le tenía miedo a la KGB.

Del mismo modo que un bailarín cubano puede escoger lo que come si vive en un país “normal”, escogen cuando desertan (y el periódico francés Libération consignaba que los 5 de Canadá habían solicitado el refugio político) la libertad. Que es también la de conducir sus carreras, en la manera en que la entiendan.
Para huir, juntaron todo su coraje con las dos manos.

No todos logran hacerlo.

1 comentario:

Isis dijo...

Gracias, querido David.