viernes, 10 de julio de 2009

ERNESTO GONZÁLEZ (selección de poemas)

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wine_carafeLa poesía que he leído de Ernesto González son solamente aquellos poemas que él generosamente nos deja ver en su blog Ernesto’s Page. Y digo “generosamente” porque se agradece leer versos como estos, reposados y profundos, que denotan un saldo de cuentas con la vida y consigo mismo que parece haber llegado a la conciliación. Ernesto, como todo poeta —y máxime si es bueno— necesita ser leído para que la poesía cumpla su ciclo vital; eso, además de ser un derecho, debería también ser un deber, pero ya sabemos que el mundo siempre anda escaso de ambos.

No sé más del poeta, salvo que nació en Cuba y ahora vive en Estados Unidos. No sé si en el sitio donde nació, ganó premios o fue muy o poco, o nada, publicado. Realmente no me interesa saberlo, sobre todo lo de los premios, que, si no dan dinero, sólo sirven para alargar los curricula siempre petulantes. Por otra parte, y sin moverme del mismo terreno, desconozco cuándo en Cuba se comenzó a tener más en cuenta el talento que la adhesión a ciertos diezmos voluntarios, incluso ni siquiera estoy seguro de que se premie el talento.

Ernesto González parece haber abandonado la metáfora superflua por la concisión. En esta concisión, que no sólo afecta a las palabras y los versos, está también la sugerencia de una metáfora insinuada, recurso posiblemente natural que deja en ojos de quien le lee toda la libertad del mundo para acoplar, modificar o aceptar esa propuesta como una visión de la palabra.

De aquí en lo sucesivo no se realizará una antología de poesía cubana que se precie sin la presencia de este poeta. Y es que, como él mismo dice, “después de la cena”, después de la lectura, “algo ha quedado”: queda la pureza de la poesía.

© 2009 David Lago González

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Después de la cena

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Después de la cena,

algo ha quedado.

Ese olor a ciprés recién cortado,

las luces de colores,

la maravilla de esta tarde

de invierno.

Después de la cena,

algo ha quedado.

Ese olor a tinto ya seco

en el fondo de la copa,

la niebla y este casi silencio,

esa música que viaja suave,

como con miedo a importunar.

Después de la cena,

algo ha quedado.

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El filme donde nunca estuve

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Solfas dulces, curvas descubiertas,

sábanas que son manto de tu monte,

ojos que miran

culpables, con deseos satisfechos.

Tu piel ansiada, así dada a otros dedos.

Tus labios que se esconden

del indiscreto latido del lente.

Y yo que no estuve ahí.

Yo que soy sólo soy testigo

de la imagen que quedó después de la tormenta.

Yo que me detengo a observar esas formas

tan precisas, armo un argumento con final feliz,

edito las escenas, reemplazo a uno de los actores,

dirijo el filme donde nunca estuve.

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Abrías tu boca

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Abrías tu boca para esperar mi furia

y yo pensaba en las noches

en que no existías

y yo vagaba por aquella ciudad fantasma

mirando trenes que se detenían

para esperar a otros, pero no a mí.

Abrías tu boca para esperar mi furia

y yo recordaba el olvido de vivir entre sombras,

aquellas silabas estériles,

los ruidos incesantes, tan vacíos.

Abrías tu boca para esperar mi furia

y yo recordaba el frío de la otra ciudad

donde toqué la nieve y fui feliz,

ese mágica ciudad que regresa

a mí en el olor de este vino

que saboreo

mientras abres tu boca

para esperar mi furia.

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Los filos de la vida cotidiana

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La roca asentada que se desprende

como un salto de sombra en las tinieblas

cubre el paso que el creador amuebla,

alimenta a las bestias y sus duendes.

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Su quieto pacto de sombras destruye

el lento cauce de la vida plena,

la cuerda floja de su luz en vena,

el libro sabio donde todo fluye.

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La casa abriga mansas tempestades,

los filos de la vida cotidiana,

marcos y marcas de antiguas bondades.

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Son las ruinas de esta vida urbana,

frío refugio para las mitades,

hilos oscuros que el desdén hilvana.

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Cosas de la lengua

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¿Para quién escribo estos versos

sobre esta mesa de madera que cruje?

Llueve acá dentro

y armo desacuerdos que no riman,

enciendo velas que no se derriten,

me dirijo a voces que no me escuchan,

existo por inercia,

más allá de la física,

más acá de la química.

Observo la danza del vino,

saboreo sus inicios,

veo la mano de quien arrancó el racimo,

veo la raíces del árbol que parió las frutas.

Sé que hay alguien que me lee.

Veo su rostro añejarse como estas uvas

que me llenan de placer.

Sé que hay alguien allá

afuera que está muy adentro.

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Soneto

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Parto entonces a esta harta tierra mía

sólo en mí solamente ensimismado;

salto sobre la luz que no ha pasado,

enmiendo el curso que me desvaría.

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Huelo la sal del océano hundido.

Reparto siluetas que se difunden.

Contemplo la manta que me ha traído.

Lo que quedaba del agua ya se hunde.

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Un libro, un salto, el verso, una caricia,

un viento de frutos tan bien paridos

en la arena, en el hielo, en el desierto.

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Todos en mi equipaje aquí han venido,

jinetes curados y sin malicia,

sanados de las vidas donde han muerto.

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Heberto

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A Belkis Cuza Malé

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Mis ojos amanecían en tus pechos

y yo miraba la luz afuera, tan pesada,

el eco de unas voces tan desordenadas,

el filo de la historia,

sus metrallas, un canto confuso, tan enardecido.

Era el final de unas manos,

y yo escuchaba esa furia que se posaba en mis dígitos,

la dulzura de tus labios

pidiendo calma en medio de la tormenta.

Nunca supe sumarme a la historia.

Nunca supe repetir consignas, memorizar

cánticos patrióticos, adorar filosofías,

caer en trance ante la voz del líder de la manada..

Yo solo amanecía en tus pechos

y escribía esta historia personal que no concluye..

Yo solo vivía cada día

esperando el paso de las horas,

leyendo libros prohibidos,

escribiéndolos,

hablando de ti contigo,

escribiendo versos que nadie se atrevía a leer,

manteniéndome fuera del juego inútil de las revoluciones.

Mis ojos amanecían en tus pechos

y la noche se alejaba.

Te veo ahora de nuevo acercándote a mí,

oigo a mis hijos sonriendo entre el humo de un habano.

Renazco por siempre en esta libertad.

-o-

NOTA DEL BLOGGER: Escribí el texto del principio sobre la poesía de Ernesto González para el último número de La Peregrina Magazine, pero no fue posible incluirlo. Hoy lo cuelgo en el Penthouse, independientemente de que La Peregrina lo edite posteriormente.

Todos los poemas son exclusivamente copyright de su autor, Ernesto González.

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5 comentarios:

Ernesto G. dijo...

David, ante todo mi mas sincero agradecimiento. He estado casi todo el dia fuera de la Internet. Acabo de llegar a la casa y al ponerme a leer los blogs, me ha dado mucha alegria encontrarme con este texto tuyo sobre mi poesia. Te quiero agradecer publicamente una vez mas (a ti y a Karen) que hayan publicado poemas mios en la Peregrina, una revista tan bien elaborada y con muy buenos colaboradores .

Estas palabras sobre mi poesia tienen un significado especial porque fueron escritas por alguien que admiro y respeto profundamente.

Gracias.

Un abrazo,

Ernesto Gonzalez

Laberintos dijo...

Es buenísimo, yo le he descubierto hace muy poco y realmente, me encanta.

Zoé Valdés dijo...

Un texto precioso, muy merecido, a esos bellos poemas, longue vie!

Margarita Garcia Alonso dijo...

Muy buena introduccion a esos poemas de Ernesto , y una poesia que vale y se aprecia de la primera lectura. Gracias.
abrazos a los dos

Ernesto G. dijo...

Gracias, Laberintos, Zoe, Chiquita. Un abrazo.