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Cultura, despilfarros y exclusiones.
Por Harold Alvarado Tenorio
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Se anuncia con cautela la celebración del cuarto de milla de Casa Silva, una de las plataformas donde hizo política María Mercedes Carranza, la única constituyente del 91 que votó a favor de la extradición de narcotraficantes, así departiera y recitara versos con Armando Holguín Sarria o Cornelio Reyes. Según Semana el 63% de los colombianos cree que el dinero, que es siempre público, va a parar a las arcas de los ladrones de cuello blanco. The Economist sitúa a Colombia de segunda en materia de fraude y los ejecutivos dicen que en 88% de los casos sus empresas serán víctimas de la rampante podredumbre inventada durante el Frente Nacional y lubricada por el narcotráfico, que ha pervertido desde la Suprema Corte de Justicia hasta las Fuerzas Armadas de la Revolución Colombiana FARC. Con recordar que el alcalde y el contralor del Distrito Capital han sido destituidos y el personero está hasta la corona de líos, basta.
En un país descompuesto, el sector cultural no sale indemne de los tiovivos de la contratación y malos manejos. Comenzando por los salarios descomunales de gestores culturales como Ramiro Osorio, 25 Millones [1] del Centro Cultural Julio Mario Santo Domingo, el mismo personaje que sacó, para gloria de los hermanos Rodríguez Orejuela [2], de la manga de Ernesto Samper Pizano el Ministerio de Cultura de Colombia; Catalina Ramírez, 18 Millones, de la Secretaría de Cultura del Distrito Capital; el “violinista” Santiago Trujillo, otros 18 Millones, electo a dedo por el honorabilísimo Yuri Chillán, sangrador de unos 16.000 Millones de pesos del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá; Gloria Zea, de Botero Angulo, Holguín Holguín, Uribe Campuzano y Antei Codazzi, 16 Millones y un apoyo anual del Ministerio de Cultura cercano de los 1000 Millones, del Museo de Arte Moderno; la “Doctora” Carmen Barvo Bárcenas, 16 Millones, de Fundalectura; Ángela María Pérez, 15 Millones, con un presupuesto descomunal ignorado por todo el mundo pero controlado sólo por ellos mismos en la Sub-Gerencia Cultural del Banco de la República; los 15 Millones del Ministerio de Cultura y Ana María Alzate, 10 Millones, de la Fundación Alzate Avendaño. La nota de Arcadia no dice cuánto gana el “Doctor” Pedro Alejo Gómez, de Casa Silva, hijo del ex ministro de Gobierno y Educación de Guillermo León Valencia, embajador de Colombia en Rusia y la Corte de España, etc.
La corrupción, según Manuel Carvajal Sinisterra, ha sido peor para los colombianos que la prolongada guerra contra las insurgencias políticas y delincuenciales. El Frente Nacional, con la paridad política y económica para dos partidos fue la sopa de cultivo donde la peste del narcotráfico transformó el todo “en cuanto voy yo allí”, sin mediar el trabajo o la creación. Decir que ahora vivimos sus peores momentos es una falacia. Hoy, por el contrario, puede hablarse abiertamente de ello porque la existencia y fortalecimiento de los partidos y sus organismos de prensa o los intereses de cada grupo en lucha por el poder, permiten la denuncia o la penalización. Corruptos han sido todos los gobiernos desde la misma caída del partido liberal y los que inaugurara Alfonso López Michelsen con su cuatrenio de marimba, coca y M-19 y así hasta llegar al horror de Belisario Betancur, los años de terror de Virgilio Barco y su ministro César Gaviria, y la apoteosis de corrupción, perversidad y crímenes de estado de Ernesto Samper Pizano.
Quienes creen que el incremento en los presupuestos culturales ha sido una conquista popular o del arte mismo, pecan por ingenuos y desinformados. Las instituciones culturales creadas o fomentadas por la clase política colombiana son otro instrumento para saquear el erario, con el Ministerio de Cultura a la cabeza. Una institución, que para referirse sólo a un tema, desde su creación en cuanto a la protección de las letras apenas ha servido en exclusivo a la ingesta despiadada de bienes literarios producidos por empresas españolas, que terminaron comprando El Tiempo o Caracol. La creación y dotación de cientos de bibliotecas públicas [PNLB: 1565 “bibliotecas”, 2200 libros, 5 maletas de cine, UN ordenador para administrar la “biblioteca”, un televisor, un VHS, un DVD y una grabadora], donde nadie lee un libro ni ve una película ni oye un disco, en los años de los ordenadores, Google Books, Wikipedia y la banda ancha, lo demuestra. La mediocridad, la ambición y la vida fácil de muchos de esos chicos y chicas que han pasado por las gerencias y mandos medios de esas instituciones ha sido el gancho para que prestaran depredadores servicios contra la cultura de un país que necesita mas y mas reformar su educación y enseñar a leer y escribir a los más pobres. Encarnaciones de ese prototipo pueden ser Darío Jaramillo Agudelo, Carmen Barvo Bárcenas, Ramiro Osorio, Catalina Ramírez o Pedro Alejo Gómez.
Darío Jaramillo Agudelo envejeció 25 años al frente de la Sub-Gerencia Cultural del Banco la República erigiéndose una estatua de poeta con favores a empresas e individuos que controlan el mundo cultural hispanoamericano como [Anna María Rodríguez de Casa de América; Antonio López Ortega de la Fundación Bigott; Daniel Samper Ospina de SoHo; Esperanza López Parada de la Universidad Complutense; Javier Rodriguez Marcos de Babelia; Juan Camilo Sierra del Centro Garcia Márquez; Juan Muñoz de la Residencia de Estudiantes; Luis Garcia Montero de Visor; Manuel de la Fuente de ABC; Maria Luisa Blanco de El Pais de Madrid; Marco Antonio Campos de la UNAM; Mario Jursich de El Mal pensante; Pilar Reyes de Alfaguara; Sergio Pitol del Fondo de Cultura Económica; Wiston Manrique Ardila de Babelia]. Cientos de miles de pesos costaron al pueblo de Colombia la decena de publicaciones en pro de una gloria literaria que ha desaparecido el mismo día que dejó su cargo. Porque aun cuando sea una figura de relleno en ferias y festivales, nadie cree que haya escrito algo meritorio. Manuel Borrás, el editor español que más aire ha respirado [11 libros en 10 años] en las bibliotecas públicas americanas de la mano del omnipotente gerente cultural cree que Jaramillo Agudelo ha logrado su más grande deseo: ser invisible. A él y al Banco de la República debemos la aparición de dos de sus réplicas: Piedad Bonet y Juan Manuel Roca.
Carmen Barvo, fullera corista del Grupo que Daniel Samper Pizano apodó Promasa [Maria Mercedes Carranza, Pilar Tafur, Aseneth Velásquez viuda de Ucrós y Marta Álvarez], es gestora de Fundalectura, posición heredada de Silvia Castrillón directora de Asolectura, empresas que han contribuido a la distorsión de nuestras tradiciones literarias a través de la venta de libros para niños producidos en países del primer mundo, traducidos e ilustrados con gramáticas y diseños anodinos. Más del ochenta por ciento de los libros que esas instituciones promueven, sirven para elevar a largo plazo las ventas de empresas como Norma y Prisa. Castrillón, Barvo y Ana Roda han dilapidado formidables sumas de dinero público editando obrillas que obsequian, a través de los ladrones de Transmilenio, a los libreros de lance de San Victorino.
Otro tanto podría decirse de Ramiro Osorio y Catalina Ramírez, curtidos alfiles de los comerciantes españoles de bienes culturales. Ramírez como Osorio han vendido a los colombianos la increíble idea de que más allá de la Banda Ancha hay que hacer más bibliotecas para colocar en sus estantes más libros españoles y hay que fomentar la importación de bienes y producciones culturales exclusivamente peninsulares. Catalina Ramírez colabora estrechamente con la institución neocolonial Casa de América y Osorio acaba de abandonar el cargo más fastuoso que colombiano alguno haya ocupado jamás en la capital del reino: director de la División de Asuntos Culturales de la Secretaría General Iberoamericana. Héctor Facio y Lince que les conoce sostiene que gracias a una decisión de la señora Ramírez recuperamos al competente gestor cultural: “Ramiro Osorio -dice el ilustre huérfano- está detrás de proyectos benéficos ¿? como el Ministerio de Cultura, el Festival Iberoamericano de Teatro y algunas de las becas y estímulos que el ministerio diseñó para artistas plásticos, músicos, escritores, cineastas y teatreros colombianos.” Lo que no dice es que esos proyectos son rimbombantes despilfarros para entretener grupos que luego pagaran con votos los buenos ratos recibidos con el dinero público. El grueso del dinero que el ministerio de cultura invierte en planes concertados se va en pagar las parrandas de los Carnavales de Barranquilla, De negros y blancos de Pasto, Feria del Libro, Festival de Poesía, de Teatro de Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Festival de Buenaventura, Festivales de Cine, Música y Hay de Cartagena, Festival de la Leyenda Vallenata de Sincelejo, de Música de Popayán, de Poesía de Medellín, Reinado Nacional del Bambuco, o el Torneo Internacional del Joropo, etc., cuyos auxilios oscilan entre los 200 y los 1000 millones de pesos anuales. Para el resto de las entidades populares los aportes no superan ni los 40 millones de que habla el manual del ministerio.
Pero la figura egregia, por excelencia, de este grupo de eminencias es el Doctor Pedro Alejo Gómez, insigne Encargado de Casa Silva. Hijo de Pedro Gómez Valderrama, ministro de gobierno y educación de Guillermo León Valencia cuando se implementaron en Colombia los planes decenales Atcon para la disolución de las humanidades, las ciencias sociales y todo aquello que hiciera recabar en las tradiciones de la lengua y la historia y el Lasso [Latin American Security Operation], que permitió la creación de las Farc.
Ex embajador en Holanda, delegado por Colombia ante la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya, conjuez del Consejo de Estado en las secciones Primera y Quinta y delegado ante la Organización para la Prohibición de la Producción de Armas Químicas, este hijo del autor de La otra raya del tigre, uno de los más cínicos cantos al fracaso de los nacionales socialismos inspirados en las aventuras germánicas en América, suerte de enciclopedia de las vergüenzas ideológicas de los liberales derrotados por Rafael Núñez en La Humareda, a la muerte, por suicidio de Maria Mercedes Carranza, optó, con el apeo de Ernesto Samper y Jacquie Strouss, por arrebatar a los herederos naturales o poéticos el lugar de la fundadora, tapando en la mano los motivos que le llevaron a quitarse la vida ante las ambiciones de la esposa venezolana de un ex presidente conservador, autor del Holocausto del Palacio de Justicia y otros hechos nada memorables. Desde entonces Casa Silva es una suerte de manicomio, donde como una vez dijo Ernesto Samper a Pedro Alejo: aquí debe estar todo el mundo, menos los poetas.
Como todo el mundo sabe, Pedro Alejo Gómez Villa, El poeta de las tirantas, como gusta hacerse llamar de su perro Ganda, único ser al que permite entrar y salir como pedro por su casa de Casa Silva, sólo ha favorecido a un vate y medio, a Juan Manuel Roca Vidales, y su discípulo, el castrista vergonzante Alberto Rodriguez Tosca, dilectos miembros del Club Trementina, quien siendo tan dipsómano como su jefe, ha logrado cubrirle las espaldas desde hace 25 años. Nadie sabe cuánto dinero público se han ingurgitado entre pecho y espalda este par de fanáticos de la metáfora y el anisado. Lo único que se sabe es que Don Pedro Alejo se atornilla cada mes unos 12 Millones de pesos, algo así como la media friolera de 200 Millones anuales con los cuales bien se podría dotar a las escuelas públicas del barrio de La Concordia,el más antiguo de Bogotá y vecino de Casa Silva, con unos 200 ordenadores con banda ancha para sus niños.
La cultura, como recordó una memorable nota Antonio Caballero, no puede ni debe depender del arbitrio de los empleados de los estados, sean democráticos y menos, totalitarios. Porque justamente La Cultura nada tiene que ver con los establecimientos o es el fundamento de la crítica a esos estados. Creer que Ramiro Osorio, Catalina Ramírez o Pedro Alejo Gómez pueden controlar la cultura de las ciudades colombianas o de la nación es delirio. Ni Franco, Goering, Jdanov, Fernández Retamar, Fernando Rendón, doña Guillermina Carvajal o alguno de sus Golem o ilustres huérfanos podrán impedir que cuestionemos y critiquemos sus despilfarros y exclusiones. También caerán, como ruedan en un mundo cada día mas libre, gracias a la Internet, aquellos que han hecho del fraude y la corrupción fundamento de sus poderes.
Producir espectáculos, shows, no es función de los intendentes de la cultura de un país. La Cultura y sus productos crean maneras de ser y pensar, son la identidad de un pueblo, cambian y corrigen los rumbos de las políticas y corrientes del pensar. Pero si la música, el baile, las narraciones, el poema, el cine, la radio y las televisiones son cultura, no pueden ser reducidas a un espectáculo, tienen que hacer pensar para vivir, para borrar de nuestras conciencias las perversas conjeturas de la vanidad y el dinero. Y eso es precisamente no hacen los señores y damitas de quienes he venido hablando.
¿Qué irá a hacer el violinista Santiago Trujillo, me pregunto, con esos 16.000 mil Millones que han puesto en su bolsillo?
Averígüelo Nadie, es decir Juan Manuel Roca.
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