jueves, 28 de julio de 2011

HAROLD ALVARADO TENORIO - Cultura, despilfarro y exclusiones

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Wholesale fur dealer shop [Leipzig, 1862]

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Cultura, despilfarros y exclusiones.

Por Harold Alvarado Tenorio

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Se anuncia con cautela la celebración del cuarto de milla de Casa Silva, una de las plataformas donde hizo política María Mercedes Carranza, la única constituyente del 91 que votó a favor de la extradición de narcotraficantes, así departiera y recitara versos con Armando Holguín Sarria o Cornelio Reyes. Según Semana el 63% de los colombianos cree que el dinero, que es siempre público, va a parar a las arcas de los ladrones de cuello blanco. The Economist sitúa a Colombia de segunda en materia de fraude y los ejecutivos dicen que en 88% de los casos sus empresas serán víctimas de la rampante podredumbre inventada durante el Frente Nacional y lubricada por el narcotráfico, que ha pervertido desde la Suprema Corte de Justicia hasta las Fuerzas Armadas de la Revolución Colombiana FARC. Con recordar que el alcalde y el contralor del Distrito Capital han sido destituidos y el personero está hasta la corona de líos, basta.

En un país descompuesto, el sector cultural no sale indemne de los tiovivos de la contratación y malos manejos. Comenzando por los salarios descomunales de gestores culturales como Ramiro Osorio, 25 Millones [1] del Centro Cultural Julio Mario Santo Domingo, el mismo personaje que sacó, para gloria de los hermanos Rodríguez Orejuela [2], de la manga de Ernesto Samper Pizano el Ministerio de Cultura de Colombia; Catalina Ramírez, 18 Millones, de la Secretaría de Cultura del Distrito Capital; el “violinista” Santiago Trujillo, otros 18 Millones, electo a dedo por el honorabilísimo Yuri Chillán, sangrador de unos 16.000 Millones de pesos del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá; Gloria Zea, de Botero Angulo, Holguín Holguín, Uribe Campuzano y Antei Codazzi, 16 Millones y un apoyo anual del Ministerio de Cultura cercano de los 1000 Millones, del Museo de Arte Moderno; la “Doctora” Carmen Barvo Bárcenas, 16 Millones, de Fundalectura; Ángela María Pérez, 15 Millones, con un presupuesto descomunal ignorado por todo el mundo pero controlado sólo por ellos mismos en la Sub-Gerencia Cultural del Banco de la República; los 15 Millones del Ministerio de Cultura y Ana María Alzate, 10 Millones, de la Fundación Alzate Avendaño. La nota de Arcadia no dice cuánto gana el “Doctor” Pedro Alejo Gómez, de Casa Silva, hijo del ex ministro de Gobierno y Educación de Guillermo León Valencia, embajador de Colombia en Rusia y la Corte de España, etc.

La corrupción, según Manuel Carvajal Sinisterra, ha sido peor para los colombianos que la prolongada guerra contra las insurgencias políticas y delincuenciales. El Frente Nacional, con la paridad política y económica para dos partidos fue la sopa de cultivo donde la peste del narcotráfico transformó el todo “en cuanto voy yo allí”, sin mediar el trabajo o la creación. Decir que ahora vivimos sus peores momentos es una falacia. Hoy, por el contrario, puede hablarse abiertamente de ello porque la existencia y fortalecimiento de los partidos y sus organismos de prensa o los intereses de cada grupo en lucha por el poder, permiten la denuncia o la penalización. Corruptos han sido todos los gobiernos desde la misma caída del partido liberal y los que inaugurara Alfonso López Michelsen con su cuatrenio de marimba, coca y M-19 y así hasta llegar al horror de Belisario Betancur, los años de terror de Virgilio Barco y su ministro César Gaviria, y la apoteosis de corrupción, perversidad y crímenes de estado de Ernesto Samper Pizano.

Quienes creen que el incremento en los presupuestos culturales ha sido una conquista popular o del arte mismo, pecan por ingenuos y desinformados. Las instituciones culturales creadas o fomentadas por la clase política colombiana son otro instrumento para saquear el erario, con el Ministerio de Cultura a la cabeza. Una institución, que para referirse sólo a un tema, desde su creación en cuanto a la protección de las letras apenas ha servido en exclusivo a la ingesta despiadada de bienes literarios producidos por empresas españolas, que terminaron comprando El Tiempo o Caracol. La creación y dotación de cientos de bibliotecas públicas [PNLB: 1565 “bibliotecas”, 2200 libros, 5 maletas de cine, UN ordenador para administrar la “biblioteca”, un televisor, un VHS, un DVD y una grabadora], donde nadie lee un libro ni ve una película ni oye un disco, en los años de los ordenadores, Google Books, Wikipedia y la banda ancha, lo demuestra. La mediocridad, la ambición y la vida fácil de muchos de esos chicos y chicas que han pasado por las gerencias y mandos medios de esas instituciones ha sido el gancho para que prestaran depredadores servicios contra la cultura de un país que necesita mas y mas reformar su educación y enseñar a leer y escribir a los más pobres. Encarnaciones de ese prototipo pueden ser Darío Jaramillo Agudelo, Carmen Barvo Bárcenas, Ramiro Osorio, Catalina Ramírez o Pedro Alejo Gómez.

Darío Jaramillo Agudelo envejeció 25 años al frente de la Sub-Gerencia Cultural del Banco la República erigiéndose una estatua de poeta con favores a empresas e individuos que controlan el mundo cultural hispanoamericano como [Anna María Rodríguez de Casa de América; Antonio López Ortega de la Fundación Bigott; Daniel Samper Ospina de SoHo; Esperanza López Parada de la Universidad Complutense; Javier Rodriguez Marcos de Babelia; Juan Camilo Sierra del Centro Garcia Márquez; Juan Muñoz de la Residencia de Estudiantes; Luis Garcia Montero de Visor; Manuel de la Fuente de ABC; Maria Luisa Blanco de El Pais de Madrid; Marco Antonio Campos de la UNAM; Mario Jursich de El Mal pensante; Pilar Reyes de Alfaguara; Sergio Pitol del Fondo de Cultura Económica; Wiston Manrique Ardila de Babelia]. Cientos de miles de pesos costaron al pueblo de Colombia la decena de publicaciones en pro de una gloria literaria que ha desaparecido el mismo día que dejó su cargo. Porque aun cuando sea una figura de relleno en ferias y festivales, nadie cree que haya escrito algo meritorio. Manuel Borrás, el editor español que más aire ha respirado [11 libros en 10 años] en las bibliotecas públicas americanas de la mano del omnipotente gerente cultural cree que Jaramillo Agudelo ha logrado su más grande deseo: ser invisible. A él y al Banco de la República debemos la aparición de dos de sus réplicas: Piedad Bonet y Juan Manuel Roca.

Carmen Barvo, fullera corista del Grupo que Daniel Samper Pizano apodó Promasa [Maria Mercedes Carranza, Pilar Tafur, Aseneth Velásquez viuda de Ucrós y Marta Álvarez], es gestora de Fundalectura, posición heredada de Silvia Castrillón directora de Asolectura, empresas que han contribuido a la distorsión de nuestras tradiciones literarias a través de la venta de libros para niños producidos en países del primer mundo, traducidos e ilustrados con gramáticas y diseños anodinos. Más del ochenta por ciento de los libros que esas instituciones promueven, sirven para elevar a largo plazo las ventas de empresas como Norma y Prisa. Castrillón, Barvo y Ana Roda han dilapidado formidables sumas de dinero público editando obrillas que obsequian, a través de los ladrones de Transmilenio, a los libreros de lance de San Victorino.

Otro tanto podría decirse de Ramiro Osorio y Catalina Ramírez, curtidos alfiles de los comerciantes españoles de bienes culturales. Ramírez como Osorio han vendido a los colombianos la increíble idea de que más allá de la Banda Ancha hay que hacer más bibliotecas para colocar en sus estantes más libros españoles y hay que fomentar la importación de bienes y producciones culturales exclusivamente peninsulares. Catalina Ramírez colabora estrechamente con la institución neocolonial Casa de América y Osorio acaba de abandonar el cargo más fastuoso que colombiano alguno haya ocupado jamás en la capital del reino: director de la División de Asuntos Culturales de la Secretaría General Iberoamericana. Héctor Facio y Lince que les conoce sostiene que gracias a una decisión de la señora Ramírez recuperamos al competente gestor cultural: “Ramiro Osorio -dice el ilustre huérfano- está detrás de proyectos benéficos ¿? como el Ministerio de Cultura, el Festival Iberoamericano de Teatro y algunas de las becas y estímulos que el ministerio diseñó para artistas plásticos, músicos, escritores, cineastas y teatreros colombianos.” Lo que no dice es que esos proyectos son rimbombantes despilfarros para entretener grupos que luego pagaran con votos los buenos ratos recibidos con el dinero público. El grueso del dinero que el ministerio de cultura invierte en planes concertados se va en pagar las parrandas de los Carnavales de Barranquilla, De negros y blancos de Pasto, Feria del Libro, Festival de Poesía, de Teatro de Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Festival de Buenaventura, Festivales de Cine, Música y Hay de Cartagena, Festival de la Leyenda Vallenata de Sincelejo, de Música de Popayán, de Poesía de Medellín, Reinado Nacional del Bambuco, o el Torneo Internacional del Joropo, etc., cuyos auxilios oscilan entre los 200 y los 1000 millones de pesos anuales. Para el resto de las entidades populares los aportes no superan ni los 40 millones de que habla el manual del ministerio.

Pero la figura egregia, por excelencia, de este grupo de eminencias es el Doctor Pedro Alejo Gómez, insigne Encargado de Casa Silva. Hijo de Pedro Gómez Valderrama, ministro de gobierno y educación de Guillermo León Valencia cuando se implementaron en Colombia los planes decenales Atcon para la disolución de las humanidades, las ciencias sociales y todo aquello que hiciera recabar en las tradiciones de la lengua y la historia y el Lasso [Latin American Security Operation], que permitió la creación de las Farc.

Ex embajador en Holanda, delegado por Colombia ante la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya, conjuez del Consejo de Estado en las secciones Primera y Quinta y delegado ante la Organización para la Prohibición de la Producción de Armas Químicas, este hijo del autor de La otra raya del tigre, uno de los más cínicos cantos al fracaso de los nacionales socialismos inspirados en las aventuras germánicas en América, suerte de enciclopedia de las vergüenzas ideológicas de los liberales derrotados por Rafael Núñez en La Humareda, a la muerte, por suicidio de Maria Mercedes Carranza, optó, con el apeo de Ernesto Samper y Jacquie Strouss, por arrebatar a los herederos naturales o poéticos el lugar de la fundadora, tapando en la mano los motivos que le llevaron a quitarse la vida ante las ambiciones de la esposa venezolana de un ex presidente conservador, autor del Holocausto del Palacio de Justicia y otros hechos nada memorables. Desde entonces Casa Silva es una suerte de manicomio, donde como una vez dijo Ernesto Samper a Pedro Alejo: aquí debe estar todo el mundo, menos los poetas.

Como todo el mundo sabe, Pedro Alejo Gómez Villa, El poeta de las tirantas, como gusta hacerse llamar de su perro Ganda, único ser al que permite entrar y salir como pedro por su casa de Casa Silva, sólo ha favorecido a un vate y medio, a Juan Manuel Roca Vidales, y su discípulo, el castrista vergonzante Alberto Rodriguez Tosca, dilectos miembros del Club Trementina, quien siendo tan dipsómano como su jefe, ha logrado cubrirle las espaldas desde hace 25 años. Nadie sabe cuánto dinero público se han ingurgitado entre pecho y espalda este par de fanáticos de la metáfora y el anisado. Lo único que se sabe es que Don Pedro Alejo se atornilla cada mes unos 12 Millones de pesos, algo así como la media friolera de 200 Millones anuales con los cuales bien se podría dotar a las escuelas públicas del barrio de La Concordia,el más antiguo de Bogotá y vecino de Casa Silva, con unos 200 ordenadores con banda ancha para sus niños.

La cultura, como recordó una memorable nota Antonio Caballero, no puede ni debe depender del arbitrio de los empleados de los estados, sean democráticos y menos, totalitarios. Porque justamente La Cultura nada tiene que ver con los establecimientos o es el fundamento de la crítica a esos estados. Creer que Ramiro Osorio, Catalina Ramírez o Pedro Alejo Gómez pueden controlar la cultura de las ciudades colombianas o de la nación es delirio. Ni Franco, Goering, Jdanov, Fernández Retamar, Fernando Rendón, doña Guillermina Carvajal o alguno de sus Golem o ilustres huérfanos podrán impedir que cuestionemos y critiquemos sus despilfarros y exclusiones. También caerán, como ruedan en un mundo cada día mas libre, gracias a la Internet, aquellos que han hecho del fraude y la corrupción fundamento de sus poderes.

Producir espectáculos, shows, no es función de los intendentes de la cultura de un país. La Cultura y sus productos crean maneras de ser y pensar, son la identidad de un pueblo, cambian y corrigen los rumbos de las políticas y corrientes del pensar. Pero si la música, el baile, las narraciones, el poema, el cine, la radio y las televisiones son cultura, no pueden ser reducidas a un espectáculo, tienen que hacer pensar para vivir, para borrar de nuestras conciencias las perversas conjeturas de la vanidad y el dinero. Y eso es precisamente no hacen los señores y damitas de quienes he venido hablando.

¿Qué irá a hacer el violinista Santiago Trujillo, me pregunto, con esos 16.000 mil Millones que han puesto en su bolsillo?

Averígüelo Nadie, es decir Juan Manuel Roca.

 

http://www.arquitrave.com

http://lacomunidad.elpais.com/la-lengua-viperina/posts

http://www.haroldalvaradotenorio.com

http://www.antologiacriticadelapoesiacolombiana.com

 

(TEXTO enviado por su autor.  Si descubre su nombre en él o se siente aludido, póngase en contacto con el mismo, eu nao conoce a ninguém)

lunes, 25 de julio de 2011

jueves, 21 de julio de 2011

Sueños

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Elisa Joya (Fotoérase), 2011

© Elisa Gulminelli, 2011 (Fotoérase)

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Acabo de soñar con mi madre. No sé por qué razón no estábamos viviendo juntos. Se había consumido mucho, como le pasa a la gente en Cuba. Y no sé cómo yo había ido allí.

Estaba compartiendo el pisito de Pico Cejo, en Vallekas –donde pasamos tantos horrores, muchos más de los que se quejan Los Honorables Patriotas Desterrados— con una chica joven, bastante maja. La muchacha era puta y recibía sus clientes en una habitación contigua al salón, detrás de una cortina blanca de encaje plástico. Mientras yo estuve allí, recibió a dos clientes: un chico joven y un señor mayor. Mi madre parecía no enterarse o no importarle en lo absoluto. Bueno, ella siempre fue bastante “vieja dama indigna” pero con quién ella decidía otorgarle licencia; tal vez a esta muchacha se la había dado.

No sé por qué estábamos separados, y yo quería llevármela a mi casa. Ella accedió desde el primer momento, como un corderito. Pero el sueño se dilataba y se dilataba dando vueltas en torno a sí mismo, mientras yo repasaba que los muebles no eran los mismos y todas las (pocas y malas) fotos que colgaban de las paredes eran de la chica en posiciones ridículamente pornográficas.

Por fin, no sé cómo, nos decidimos. Yo le recogí sus pocas cosas en una pequeña maleta como de los años 40, y de pronto ya estábamos subidos a una especie de jeep cherokee, cruzamos un pequeño riachuelo que era el poblado en el que Carlos Alonso me ha recordado la memoria que cuando trabajábamos en la Presa Najasa y pasábamos por allí, los lugareños y los trabajadores que íbamos encima de la cama del Berliet, nos enzarzábamos a pedradas y escupitajos… Bueno, y ya después, no sé si nosotros o el sueño, desaparecíamos. Supongo que eso quiere decir que llegábamos aquí, pero al levantarme veo que mi madre no está. Otro sueño más.

Evidentemente, sigo con las fiebres.

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© 2011 David Lago González

(Madrid, 21 de julio de 2011)

miércoles, 20 de julio de 2011

El presidente valenciano Camps plusmarquista en el Libro Guinness de los Records con su dimisión

¡Jolines!  ¡Ha roto marcas, aguas y telas!  En un país donde no dimite ni la Virgen, a ver si ahora empieza a extenderse una tímida fiebre de honestidad y vergüenza, y siguen dimitiendo.  De un bando o de otra, da la mismo. Por ejemplo, la segunda de Tomás López (PSM), a pesar de estar ya sancionado, sigue impasible en su mismo puesto de siempre.  Y por ahí, pa’llá…

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Brian Latta, Rail Tunnel in Portland, OR 1-30-11

Brian Latta, Rail Tunnel in Portland, OR 1-30-11

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El presidente valenciano dimite por el escándalo de trajes

ReutersReuters – Hace 33 minutos

MADRID (Reuters) - El Partido Popular, favorito para ganar las próximas elecciones generales, se libró el miércoles de una de las cuestiones más espinosas que podrían perjudicarle en una campaña electoral después de que el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, anunciara su dimisión para poder defenderse ante la Justicia de la acusación de haber recibido regalos de la trama de corrupción Gürtel.

Camps, que en los comicios autonómicos de mayo logró su tercera victoria por mayoría absoluta, había contado desde el principio con el apoyo público del presidente del partido de centroderecha, Mariano Rajoy, considerado el favorito para las elecciones generales previstas para marzo de 2012.

"Voluntariamente ofrezco este sacrificio personal para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente, para que el PP gobierne España y para que España sea esa gran nación que los españoles queremos", dijo Camps, de 48 años, en una comparecencia especial ante la prensa en el Palau de la Generalitat de la capital valenciana.

Rajoy cuenta con una gran ventaja en los sondeos sobre el candidato socialista, el ex vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, de cara a las elecciones previstas para marzo de 2012, pero que podrían adelantarse al otoño ante la crisis económica en España, mientras el Gobierno socialista trata de recuperar la confianza de los mercados y evitar un rescate como el que han recibido Grecia, Irlanda y Portugal.

La semana pasada, el Tribunal Superior de Justicia de Valencia ordenó la apertura de juicio oral contra Camps y otros tres dirigentes del PP en esta comunidad al apreciar indicios de que la red de corrupción conocida como Gürtel pagó varios miles de euros en prendas de vestir de confección cara para el presidente valenciano, que será juzgado por el delito de cohecho pasivo impropio.

"Dejo la presidencia de la Generalitat en este mismo instante, completamente inocente de las barbaridades que durante estos años se han dicho de mí, como las otras tres personas que están en un proceso absurdo brutal, que nadie entiende, que es falso, y que el día de mañana muchas personas tendrán que bajar la cabeza por las barbaridades que se han ido cosiendo", aseguró.

Poco después de su intervención, Rajoy alabó el gesto, calificándolo de "un ejercicio de responsabilidad y de ejemplaridad políticas que le ennoblecen".

"La decisión que ha adoptado Francisco Camps no prejuzga en absoluto su presunción de inocencia, ni menoscaba su ejecutoria intachable al frente de la Generalitat que los valencianos acaban de revalidar democráticamente", dijo el líder 'popular' en un breve comunicado enviado por el partido en el que reconoce el "ejercicio de generosidad y responsabilidad".

Desde el Gobierno la primera reacción vino del ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que señaló que la decisión de Camps "es un acto de responsabilidad congruente".

El conocido como "caso de los trajes" se enmarca dentro de la trama de corrupción Gürtel, que ha salpicado a altos cargos del PP por haber obtenido supuestamente dinero y regalos a cambio de adjudicar cuantiosos contratos a empresas dirigidas por el presunto cabecilla de la trama, Francisco Correa, que aún está en prisión provisional a la espera de juicio.

La investigación llevaba desde abril de 2009 en el TSJV después de que el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón traspasara a la justicia de esa comunidad la parte valenciana de una trama que se ha extendido por varias regiones, incluida Madrid.

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DOS ACUSADOS SE DECLARAN CULPABLES

Junto con Camps iban a sentarse en el banquillo el ex vicepresidente Víctor Campos; el ex secretario general del PP valenciano Ricardo Costa y el ex jefe de gabinete de la consejería de Turismo Rafael Betoret.

Campos y Betoret se declararon el miércoles culpables del mismo delito, cohecho pasivo impropio, con lo que evitan ir a juicio y se conforman con la pena más alta a la que podían ser condenados, que podría rondar una multa de varias decenas de miles de euros para cada uno. Tras el anuncio de Francisco Camps de mantener su inocencia, queda por saber la decisión del cuarto acusado, Ricardo Costa.

"No han podido demostrar nada porque no hay nada, no podrán demostrar nada, porque no hay nada, y ya estoy a partir de este mismo instante liberado para poder defenderme donde corresponda de estas infamias y de estas insidias", insistió Camps, que compareció junto a la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, y el ex ministro del PP y responsable de cuestiones judiciales, Federico Trillo.

"Me voy con menos de lo que vine, con mucho menos, pero cargado de ilusiones".

Ahora se pone en marcha el proceso para relevarle al frente de la Comunidad Valenciana, que presidía desde 2003, y que comenzará con la convocatoria de la mesa de las Cortes por parte del presidente de la Cámara, Juan Cotino.

Este celebrará una ronda de consultas con los cuatro partidos de las Cortes para ver a quién proponen - aunque el candidato provendrá del PP, que tiene mayoría absoluta -, y luego se celebrará un pleno de investidura, que podría ser de carácter extraordinario, al haber concluido ya el periodo ordinario por el verano.

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martes, 19 de julio de 2011

The Left Banke - Walk away, Renée

 

For all of us,

dead or dying,

wherever we are.

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DAVID LAGO GONZÁLEZ - Sonia la patinadora

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Sonia la patinadora

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a Enrique Agramonte Robles

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¡Como cada año, como cada noche del San Juan camagüeyano, fiel a su cita con su incondicional público, se la ve acercarse, deslizándose como un cisne! (Y eso que no es agua la superficie, sino adoquines del siglo XVIII, de nuestra legendaria y bravía ciudad que para honor de todos fue bastión de La Independencia y cuna de linajes sin par.) ¡La Avenida de los Mártires se viste de gala para recibir esta ráfaga de misterio y sabrosura que nos devuelve la magia de sus movimientos y el enigma de su identidad! ¡Señores y señoras, damas y caballeros, distinguidos todos, aquí la vemos llegar, aquí está con nosotros ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Sonia la patinadora!!!!!!!!!!!!!!!! ¡No tiene charangas, no tiene congas, pero todas las orquestas y todos los tambores suenan para ella! ¡Suenan por ella! Porque también el arte anónimo es arte mayúsculo, señores. No se equivoquen. Leal a su independencia, ha rehusado el patrocinio de la cerveza Polar, del jabón Candado, y hasta de la prestigiosa firma Crusellas y Compañía. Partagás no tiene nada que hacer con ella. Sonia es libre, imprevisible. Este misterio que año tras año nos regala su arte inconmensurable, grandioso, negro como el trópico misterioso y siempre sorprendente y como el color de su piel (al menos el que obviamente se observa desde aquí), no se casa con nadie. Porque, como la más pura de las artes, pertenece a su público, se debe a él, que, devotamente, cuando nos iluminan estas estrellas sin par del cielo agramontino en esta cita anual, vuelve a nosotros para regalarnos su luz, su simpatía, sus movimientos rápidos y fugaces como una de esas otras estrellas a las que pedimos un deseo. ¿Y qué podríamos pedirle a Sonia que no sea otra cosa que se quede para siempre? ¡Que cada año esperemos con ansiedad este momento único y agradecerle que forme parte de nuestros recuerdos, de nuestra historia rica y sandunguera de ritmos que se atropellan y se sobreponen de comparsa en comparsa, de carroza en carroza, y sea ella misma carroza y comparsa, representante genuina de nuestra cultura popular!

¡Sonia! ¡Sonia! ¡Gritemos todos para dar la bienvenida a esta gran mujer llena del más rico glamour! Y como las grandes estrellas no se prodigan, este acontecimiento sucede una sola vez, una sola noche, cada trescientos sesenta y cinco días. Además de engrandecer el acerbo cultural de tan noble ciudad como la nuestra, ha pasado a formar parte indisoluble del conjunto de nuestras leyendas. ¡Aupémosla con un gran aplauso que nos saque fuego de las manos! ¡Acojámosla con un “¡Viva!” ensordecedor, porque nadie mejor que ella, nada mejor que su arte, se lo merecen! ¡Y démosle las gracias por escoger este trozo de la Avenida de los Mártires para hacer el gran despliegue de su encanto sin par!

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Como cada año también, se escabulló tras unos matorrales a la altura de la Estación de Ferrocarril. Entre ellos y el ancho andén, los raíles y los trenes que llegaban y salían; los vapores de las locomotoras; algunos operarios, con enormes aceiteras de larguísimo pitón, revisando las enormes ruedas de esas viejas máquinas, negras y robustas como toros de acero. A su espalda, una ladera que servía de base a las tripas de un largo hotel español venido a menos: lleno de vocingleros vecinos y radios a todo volumen parecía más bien la parodia de una casa de muñecas tropical y barriobajera. Un pequeño foco de luz, suficiente para quitarse el maquillaje en la oscuridad, iluminaba el espejito de aumento de la marca Max Factor (“Hollywood, naturalmente...”) que servía al personaje para irse despojando del cuerpo y del alma de Sonia, la patinadora, ¡la única!, la eso del “acerbo” con lo que se había quedado un poco confundida. ¿Era bueno o era malo ser acerbo? El fru-frú almidonado del tutú fue tan áspero que un viejo gordo de la segunda planta miró hacia abajo, y a duras penas logró Sonia meter la prenda en la bolsa que dejaba escondida entre las matas. Luego se quitó el leotard y se puso la ropa que había llevado para dejar el mundo de la gloria y pasar de nuevo a la aburrida cotidianeidad. Le gustaba estrenar siempre algo, y para esta ocasión se había comprado unos pitusas americanos, un poco caros, pero qué caray, volvió a tocar la bolsa del dinero del cepillo y la sintió bien llena: en fin, la noche no sólo había sido diversión. Había pasado otro año.

Luisito tomó la línea del tren, pero no en dirección a La Habana ni a Santiago, sino la de vía estrecha que conducía al puerto de Nuevitas. En ese momento se dio cuenta, ¡qué extraño!, que todos los trenes que había visto transitar por allí eran los que regresaban, pero nunca había visto uno partir de la estación hacia el puerto. Debe ser pura coincidencia, pensó, porque no todos van a retornar como si vinieran de la nada. Nuevitas existe, no es imaginación mía.

Esta parte de la línea, aunque igual de peligrosa, no es tan inhóspita como la que lleva a La Habana, tan llena de marihuaneros y parejas de todos los sexos ―¡hasta el tercero! ¡habrase visto!―, singando discretamente bajo los árboles, como de salteadores, restos de brujería y gente solitaria y rara que de pronto sale de lo oscuro como si fueran fantasmas. Este lado es, digamos, más humano. Las casitas de madera están a unos metros de la vía, pero las mujeres que las habitan alivian la aspereza de la miseria cubriendo las cercas con enredaderas y plantas y arbustos olorosos, de modo que hacen de la soledad y la molestia de caminar sobre las traviesas un paseo bajo la luna llena y un muestrario de los más diversos perfumes: galán de noche, madreselva, jazmín, azahar, un limonero florecido, un guayabo parido. Y en definitiva, el trayecto desde la Estación hasta la Avenida de las Palmas no es muy largo, conque si se da prisa y anda ligero, él mismo asusta al miedo.

Con miedo o sin él, lo que no se le pasaría de momento era la vibración de todo su cuerpo, a pesar de calzar ahora esos tennis viejos que siempre reserva para la ocasión. Patinarse toda la zona adoquinada de la calle República, Avellaneda, hasta llegar a la Avenida de los Mártires, es un sacrificio que sólo se puede hacer una vez al año. Los adoquines “legendarios”, como les llamaría Raúl de la Torre cómodamente desde su micrófono de Radio Camagüey. ¡Comemierda! Y decir que había escogido para su Grand Finale ese área de la avenida que parecía ensancharse a causa de la superficie despejada de la gasolinera Esso como si se tratase de un reconocimiento a los mártires de la Independencia fusilados al terminar la calle... bueno, otra comemierdá. Cuando llegaba allí, simplemente ya la Sonia estaba medio muerta. Cuando llegaba allí, su odio hacia la humanidad era tal que en vez de una sombrilla habría querido tener una ametralladora; en vez de unos patines, ir montada sobre un tanque Shellman destruyendo todos los malditos adoquines a su paso y haciendo volar por los aires los balconies de los pudientes y las sillitas y los taburetes pequeños de la chusma de Florat. A medida que aquel imbécil hablaba entreteniendo a “su” público y a una señal pre-convenida con el bugarrón que manejaba la electricidad, las luces se apagaban por un segundo, tiempo suficiente para escabullirse por la calle de la gasolinera, soltar rápidamente esas ruedas de acero y salir lo más deprisa posible por La Vigía arriba en busca de los matorrales donde había dejado su ropita de Luisito. Sonia la patinadora desaparecía misteriosamente, así hasta el próximo año. Algo le unía a Greta Garbo.

Los músculos me tiemblan como una gelatina... de naranja, mami, que es la que más me gusta, acuérdate, me encanta cuando la haces mezclándola con zumo y le echas una latica de cotel de frutas DelMonte ―dijo Luisito en voz alta, y por una cerca de las graciosas casitas le contestó el hocico de un perro.

Ya se divisan las palmas (esto parece una canción guajira), pero al que no veo por ningún lado es a Papo. Bueno, deja pararme aquí, debajo de la farola del bar, y que llegue rápido porque esta zona no es muy buena, no me gusta nada, muy ancha y muy todo pero más solitaria que el cementerio del Cristo por la noche. Y todavía de tierra... el bajareque donde vivimos, en La Guernica, ya tiene una alfombra de asfalto hasta su puerta.

¿Y ese pitusa tan apretado que te has puesto? Pareces una puta.

¡¡¡¡¡¡Ayyyyy!!!!!!!! cómo me das esos sustos, cabrón: yo aquí cagándome de miedo y tú vienes por atrás sin avisarme.

Es que parece que estés fleteando, ¿no te lo he dicho ya?

Papo, déjame en paz, que para fletear estoy yo; además, no soy una puta.

Pero éste es un país de bugarrones y maricones, no de hombres.

Bueno, son variantes... Anda, coge la bolsa y no hables; no, déjamela, que la pongo sobre la parrilla para amortiguar el efecto de los baches sobre mis adoloridas nalgas (ay, qué bien me quedó eso, ¿verdad?). En vez de venir en bicicleta, deberías haber traído la guagua: ¡luces tan bien sentado al volante! Oye, esta noche el ridículo de Raúl de la Torre dijo que yo pertenecía al “acerbo” cultural de la ciudad y eso me ha dejado muy preocupado, ¿tú sabes lo que quiere decir esa palabra?

Luisito, a mí me suena a nombre de planta, ¿no será una mata de santería?

Luisito, Sonia, se encaramó en la parrilla de la bicicleta Niágara a la manera de una dama victoriana acomodándose sobre la montura del caballo. Su brazo derecho rodeó la cintura de su macho.

“Arranca”, dijo.

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© 2002 David Lago González

(Madrid, 26 de julio de 2002)

ROLANDO D. H. MORELLI - De “chocolate”, de “fresa”, y hasta de “menta”, si hace falta (Lo que podemos esperar y más.)

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De `chocolate', de ‘fresa’, y hasta de `menta', si hace falta

Lo que podemos esperar y más

Rolando D. H. Morelli

 

Otra película hace furor en La Habana. Se trata de la cinta "Fresa y chocolate", del cineasta Tomás Gutiérrez Alea, con guión de Senel Paz, y basado en el muy traído y llevado cuento del propio autor, El hombre nuevo, el bosque y el lobo. Esta película, a diferencia de “Alicia en el pueblo maravilla”, que suscitara igual desafuero a su estreno en Cuba, (y que luego casi nadie ha podido ver), ha contado hasta con una buena acogida del periódico Granma, según afirma El País de España. Reseñas entusiastas de cierta prensa, que no podían faltar tampoco en esta ocasión, y exégesis de los sempiternos "amigos de Cuba" en el extranjero, dan por un hecho cierto que las cosas están cambiando. Ejemplo de ello, nos dicen, la película en cuestión. Si la acogida de Granma no constituyera en sí razón bastante para alertarnos, habría aún otras razones para tomar las cosas con un grano de sal, o dos.

            Recuerdo que hace unos años, cuando salió la película “Conducta Impropia”, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, (1984) uno de los impugnadores más tenaces de esta importante película que nunca se ha exhibido en Cuba, fue el propio Gutiérrez Alea. De unos cuantos plumazos Alea tachaba los testimonios de cuantos aparecen en la cinta, como "exageraciones", y se preguntaba —nada retóricamente— por qué al cabo de tanto tiempo de transcurridos aquellos hechos, (que él, naturalmente daba por cosa del pasado), es decir, muertos y enterrados, se hacía el documental. Las respuestas de Jiménez Leal y de Néstor Almendros a esta pieza vergonzosa de Alea titulada “Cuba sí, Almendros no” se hallan —para el que las quiera repasar— en el Village Voice (14 de agosto de 1984). No se trata del único intercambio de esta índole, pero bastaría a dar una idea aproximada del asunto y de los términos del debate iniciado por el cineasta del ICAIC. Con igual derecho al que le asistiera, y mejores razones, cabría preguntarle ahora al señor G. Alea, (casi una mermelada) por qué de repente se interesa en resucitar el tema, que según él había quedado resuelto.

            No esperaré por las respuestas del realizador cubano, o más bien sus excusas       — que cualquiera podría anticipar a la luz de sus presupuestos conocidos—, sino que señalaré aquí varias razones obvias. Hacer ahora esta película no sólo es conveniente para el régimen cubano, de ahí que sea posible hacerla y exhibirla a bombo y platillo, sino sobre todo rentable políticamente. Castro sigue aferrado al poder, y dice y redice que de éste no cederá a las buenas ni una uña. Su elocuencia es puro Castro: "Si das la uña te piden el dedo, si das el dedo te reclaman la mano, y si das la mano, te cortan la cabeza". (citado por Franqui no recuerdo ahora exactamente donde). La oposición interna y externa pide participación, y soluciones a la crisis cubana, y el poder la reprime y rechaza sistemáticamente, según estén o no a la mano los opositores, pero entre tanto, el poder juega a hacerse su propia oposición. El titular con que El País de España reseña la película, es revelador de hasta qué punto el engaño penetra porque está bien instalado: "Una película contra la hipocresía castrista, gana el festival de La Habana", reza el titular. Pero ¿quién auspicia, controla y autoriza dicho festival de cine? ¿No es más hipócrita hablar de "hipocresía castrista" cuando se hace el juego a los hipócritas, y se alarga de este modo, su vida política? Sin embargo, no hablaré aquí de “El País” que quiere ser España.

            Los aplausos de La Habana a la película de Alea son indicativos de varias cosas. Mencionaré dos: Primero, de la necesidad de espacios abiertos en la sociedad cubana, a la par que el régimen procura ocultar o reparar su desgaste, elementos ambos que obligan al régimen a “hacer el juego”, cosa que antes se permitía desdeñar y rechazar categóricamente como cuestión de principios. Segundo, de hasta qué punto puede el poder castrista, en un alarde de tozudez y determinación, estar dispuesto a jugar a la oposición consigo mismo, siempre y cuando se respeten sus reglas: "dentro de la Revolución, todo". La "Revolución", naturalmente, "soy yo", que diría su Máximo Líder.

            La película de G. Alea, como el cuento de Senel Paz en el que está basada, no pasa de ser una pieza más en el arsenal de trucos y embustes del castrismo. El ángel de Sodoma, relato de Alfonso Hernández Catá, publicado en 1929, o la novela Hombres sin mujer de Carlos Montenegro, de 1933, (nunca editadas, leídas o reconocidas en la Cuba de los Castros, Paces y Aleas), a pesar del paso del tiempo en que fueron concebidas tendrían mucho más que decir sobre los homosexuales y la homosexualidad, que todos los cuentos de camino del castrismo. Al cabo de treinta y tantos años de política oficial anti-homosexual, (defendida, justificada u ocultada por los Aleas del mundo, con sus consecuencias concretas sobre miles de seres humanos) se produce una película sobre el tema, y se pretende con ella hacer borrón y cuenta nueva. ¡No señores! Ni el argumento de la película, ni el cuento convencen. Y si aquí y allá se dicen verdades de perogrullo, a lo largo de la cinta, con muchísima tardanza además, no se trata de que las actitudes hayan cambiado. Lo que cambia, a pesar del poder y sus acólitos, son los tiempos. Pero estemos alertas, el poder nada puede respecto a la administración de la economía, o la producción de bienes de consumo —eso está más que demostrado—. El país del que se apoderaron los revolucionarios, y destruyeron con sistemática pasión marxista, se desmorona, no obstante, entre lo que sí pueden hacer quienes disponen de todos los medios para ello, están esos trucos, viejos como el poder mismo: producir la sensación de un sabor de helado que se añora, sea este chocolate, menta, o incluso fresa, si viene al caso. En fin, dar gato por liebre.

            Con muchísima penetración, señalaba Heberto Padilla en su novela En mi jardín pastan los héroes, que el castrismo había heredado del capitalismo anterior una maquinaria intacta, y soberanamente bien equipada —añado yo— de propaganda, de la que se sirvió para divulgar su propia imagen. Gente altamente entrenada en tales menesteres sigue cumpliendo esta función, en cuyo desempeño han adquirido una habilidad inigualable. Los medios se han refinado cada vez más, y no guardan relación con la involución sufrida por el país. Consiguen impedir todavía, con afeites y efectos de toda clase, disimular las grietas en las bases. Pero las grietas están, y empeñados como se hallan en ocultarlas, los Aleas y Paces las han perdido de vista. Cuando el tinglado acabe de caer, si es que no los aplasta en su caída, se verá claramente que se trató siempre de una aldea Potemkim, de un montaje con luces y espejos que habría hecho la envidia de Eisenstein o Buñuel.

            Relataré seguidamente una anécdota próxima en el tiempo y por su carácter mismo a lo ocurrido en La Habana con “Fresa y chocolate”. Hace poco menos de un par de semanas, asistí con varios amigos a la anunciada presentación en Nueva York de un documental hecho en Cuba para la televisión cubana por dos jóvenes cineastas que se presentarían en el Hunter College. (No sería necesario aquí entrar en explicaciones acerca del papel que juega desde quién sabe cuánto tiempo esta institución newyorquina penetrada por la Seguridad del Estado cubana y sus acólitos de toda índole, en el empeño de presentar “la verdad sobre Cuba”). La noche del estreno, después de prolongarse bastante la espera, se anunció impersonal y sucintamente que en lugar del “material anunciado” se presentaría otra película cubana, sobre los avances de los gays en la Cuba revolucionaria. La película en cuestión había sido exhibida en numerosas ocasiones y pocos de los presentes en realidad quería volver a verla. Las protestas no se hicieron esperar. El otro documental trataba del SIDA en Cuba, y se había anunciado como algo revelador y poderoso. A la consternación del público entre el que me encontraba, uno de los realizadores apareció con una declaración de principios bastante “ambigua” para explicar lo inexplicable. A las presiones del público este mismo individuo (ambos realizadores “se quedarían” posteriormente) se apartó del mamotreto que leía para explicar que los promotores del film —no ellos— habían decidido no mostrar su película porque éste no satisfacía la imagen sobre el asunto que buscaban representar ya que les parecía parcializado. Que el Hunter College censurara de esta manera desvergonzada la proyección de una película anunciada por la propia institución a bombo y platillo con anterioridad, porque de repente les parecía contraria a “la imagen” que buscaban dar no podía si no sorprendernos a quienes por más que estuviésemos acostumbrados a las falacias y truculencias del régimen cubano y del comunismo en general, nos aferrábamos a la creencia de estar en el país más libre del mundo. Aquello terminó como no podía ser menos, entre improperios y a golpes, que propinaron como siempre ocurre los sicarios del régimen cubano con la importante ayuda de un par de puertorriqueños que debían ser “macheteros” por lo menos. Los golpes los recibió especialmente un señor algo mayor, pero muy decidido a no dejarse tupir con argucias. “Tú lo que eres es tremendo maricón” Le gritaron y ahí se armó Troya. También yo recibí y devolví algún golpe. Al final, cuando se anunció que estaba por llegar la policía —cosa que nunca ocurrió— los agresores de marcharon juntos como a una consigna: “¡Fuerzas de choque, retirarse!”. Disciplinados los muchachos. No hubo denuncias que yo sepa de lo acaecido. El Hunter ha seguido patrocinando y aupando actividades de todo tipo en “apoyo” a quienes quieren divulgar “la verdad de Cuba”. Conservo una copia obtenida más tarde de la cinta que inicialmente debía exhibirse: “Al margen del margen”, y aunque se trata por varios motivos de un documento importante, tampoco es que se trate de nada como para semejante género de censura aún en tratándose de los aliados del régimen cubano. Pero éste no funciona de otra manera, y lo que puede parecer una pifia muchas veces no lo es, y viceversa. Saben muy bien dar y recoger cuerda. Han cultivado las apariencias y si a veces parece que les falla la pierna no siempre es porque verdaderamente ocurra así. Cuentan para ello con los medios, la dedicación profesional y confesional y todo el tiempo del mundo. Hoy dicen digo y mañana Diego, y pasado dicen que dijeron Dago donde digo Diego y pasan página como si tal cosa. Dentro de unos años —seguramente no muchos— se repetirá este incidente, u otro parecido y el régimen y sus alabarderos salvaran la cara con excusas parecidas a las que siempre han empeñado. Esto, si alguien les pidiera cuenta de sus actos.

            Conseguí más tarde hablar en Nueva York con uno de los realizadores —ya acogido a la condición de “quedado”— y me impuso de algunos detalles tal vez relevantes aquí. Aunque producida para la televisión cubana por ellos, estudiantes de cine, se las habrían arreglado para hacer al margen otra película de mayor duración que era la que intentaban exhibir dando gato por liebre, pero desde La Habana se habían movilizado varias voces de activistas norteamericanas, (sin dudas alertadas por las autoridades del régimen) que se dirigían a sus colegas y lazos en los Estados Unidos mediante faxes —desde Cuba, no se pierda el detalle— pidiéndoles literalmente “no exhibir la película” que tildaban de ser entre otras cosas demasiado “artsy”, además de constituir un intento de parte de los documentalistas de echar leña al fuego de los argumentos contrarrevolucionarios, habiéndose burlado de las autoridades que confiaron tan plenamente en ellos. El documental, me contó en la referida conversación el realizador, surgió de la frustración que sintieron cuando la televisión censuró de antemano algunas secuencias “muy críticas” en la que los enfermos recluidos en el sidosorio de “los Cocos” y algunos familiares de los mismos se manifiestan abiertamente contra la política de internamiento forzoso y la discriminación que sufren los homosexuales, pero de la que se exonera a un combatiente internacionalista cuya enfermedad seguramente fue consecuencia indirecta de su participación en la guerra de Angola y directamente de su conducta sexual allí. Los jóvenes “disidentes” decidieron entonces, aprovechando el viajecito al Hunter College (no averigüé de qué modo obtuvieron esta presea) restaurar la secuencia ‘maldita’ y exhibir la cinta tal y como había sido concebida inicialmente por ellos para que el público pudiera apreciarla por sí mismo. Al parecer, una prevista de la cinta, exigida por la anfitriona (profesora del Hunter) reveló el hecho y “la compañera” se apresuró a comunicarlo y a comunicarse con sus congéneres en Cuba, de lo que resultó la censura. Conservo en mis archivos copia de los mensajes cruzados entre “los compañeros” (los cuales procuré y conseguí por trasmano) entre los que priman los provenientes de La Habana con instrucciones precisas. Espero que los mismos algún día pasen a integrar una compilación oportuna acerca de la censura y la desinformación respecto a la realidad cubana por parte de quienes supuestamente no buscan otra cosa que “revelar la verdad”, y de paso, documentar el intervencionismo directo e indirecto de la izquierda norteamericana en Cuba y fuera de ella en lo concerniente a la represión.

            En fin, que bien puede tratarse de “Al margen del margen”, a cargo de unos estudiantes cubanos de cinematografía, o de “Fresa y chocolate”, consentida por el régimen. Éste no gasta en salvas a menos que se trate precisamente de eso, de deslumbrar con una fantasmagoría. Desde hace ya algún tiempo, el régimen cubano ha comenzado con mayor o menor vigor una campaña destinada a contrarrestar las denuncias que desde distintos ángulos se le hacen a propósito de su homofobia institucionalizada, especialmente a partir del documental “Conducta Impropia” y de los testimonios librescos de Reinaldo Arenas y muchos otros salidos en circunstancias particulares. Algunos homosexuales vinculados al régimen, entre los que se cuenta el propio presidente del ICAIC, Alfredo Guevara (amigo personal de Fidel Castro) han insistido en “la necesidad de rectificar” esa política oficial que hizo crisis precisamente en el año 80, de cara a la galería, siempre y cuando dichos “homosexuales” sepan darse su lugar y comportarse políticamente. “Fresa y chocolate” viene a ser esa película que “abre puertas” o simula hacerlo. Los “amigos de Cuba” en el exterior le dan la bienvenida con los brazos abiertos. No es para menos. ¡Al fin! Vean. Ahí está. La política de la Revolución puede cambiar. ¡Se superan errores! Advierto que no será el único ni el último de tales intentos. A pesar de la reticencia de los Castro, en particular del Maximísimo, ellos saben que el régimen necesita “refrescar” su imagen maltrecha. Siempre podrá culparse a otros, como siempre ha sucedido, de un rumbo equivocado si éste prueba serlo. ¡Soltar un poco la cuerda para que se crean libres! Un tironcito oportuno y bastará a recordarles quién es quién y porqué. Me repito. Recién comienzan. Rectificar no consiste de otra cosa que de blanquear el muro contra el que se fusiló. Con la desaparición de las evidencias, o en todo caso con el gesto de desagravio fingido y solemne, debe bastar. Los archivos del ICAIC conservan materiales valiosísimos que pueden ser “trabajados” a cualquier fin que se requiera, y cuenta con personal calificado y bien dispuesto. Al final, puede incluso acusarse de todo lo ocurrido “antes” a gente que se tomó muy en serio, o equivocadamente “las orientaciones dadas”. Dirán que muchos de ellos están hoy en “el exilio”, y mentirán a medias al decirlo, porque en efecto hay entre los “arrepentidos” de hoy mucho desvergonzado. Pero no dirán que muchos de esos mismos no son sino “sapos” a quienes se ha permitido vivir fuera de Cuba para que en “el exilio” continúen haciendo su trabajo para el régimen. Algunos por prebendas de cualquier clase, otros porque como sucede con el alacrán de la fábula, el veneno y la maldad “están en su naturaleza”. Aquí mismo, en Philadelphia, y en Nueva York, (que no son Miami) los conozco y he llegado a cruzarme con ellos incluso en la Universidad. Y puestos a mentir y a embaucar, caramba, podría ser que hasta el propio Fidel Castro llegase alguna vez a pedir disculpas, si creyera estrictamente vital para su supervivencia e imagen hacerlo. Advierto aquí, tal vez en vano: ¡más de lo mismo! ¡Más!

© Rolando D. H. Morelli (1993) (for “The Hispanic, Philadelphia, Penn.)

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domingo, 17 de julio de 2011

DAVID LAGO GONZÁLEZ - Una vida miserable

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Una vida miserable

a LaMarga

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Nunca fui amigo de personas socialmente importantes

que pudiera mencionar en los cogollitos de la hipocresía

y dejar a la empleomanía con las bocas abiertas.

Siempre fui demasiado tímido. También demasiado respetuoso.

Pude haberme acercado mucho más a Gastón Baquero, por ejemplo,

pero cuidaba demasiado que fuera a confundir mi admiración

con la babosería habitual de los bufones y los aprendices

que nunca aprenden nada por su propia incapacidad

salvo a repetir los nombres continuamente

hasta que alguien les pregunta con sorna

si no le tusó también el bigote a Marcel Proust…

Y así fue pasando el tiempo. Los festivales pasaban y pasaban

y solamente invitaban con honores a los que podían mencionar

como casi propios, los nombres de los muertos

(esos siempre permanecen callados).

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© 2011 David Lago González

(Madrid, 17 de julio de 2011)

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sábado, 16 de julio de 2011

DOLORES LAGO expone sus joyas en la galería Caroní, de Santiago de Compostela

La naturaleza a través de las joyas de Dolores Lago

15.07.2011  La artista ferrolana presentó sus trabajos en la galería Caroní de la Fundación Araguaney

ANA IGLESIAS SANTIAGO

http://www.elcorreogallego.es/santiago/ecg/naturaleza-traves-joyas-dolores-lago/idEdicion-2011-07-15/idNoticia-686641/

Dolores Lago en Caroní, Stgo. de Compostela (C) Antonio Hernández

© Antonio Hernández

 

 

Cobre, latón dorado, alpaca, plata, oro y los metales japoneses Shaku-do y Shibu-ichi con colores y texturas libres, a base de fuego, pátinas o esmaltes son la base del trabajo de la ferrolana Dolores Lago, que ayer presentó su nueva colección de joyería en la galería Caroní de la Fundación Araguaney, en la rúa do Vilar.

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En la muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 14 de agosto, no faltan piezas inspiradas en la naturaleza, realizadas utilizando principalmente el calado y el piercing, las técnicas "favoritas" de la joyera.

Así, una margarita, unas alas de mariposa, conchas de mar, un corazón irregular o un pájaro se transforman en objetos de arte de la mano de esta artista afincada en Estados Unidos que se inspira "en los paisajes y playas de Galicia, los otoños de Chicago o los múltiples recuerdos de mis viajes".

"En definitiva", dice Dolores Lago, "en mis vivencias y mis añoranzas, porque cada pieza encierra una historia", lo que además, las hace "exclusivas. Todas las joyas son únicas".

aiglesias@elcorreogallego.es

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AL TANTO

Estreno en España

•••Enamorada de su Galicia natal, Dolores Lago lleva más de dos décadas viviendo fuera de España. Actualmente reside en Estados Unidos y trabaja en el equipo de educación especial de una escuela de Naperville. Cuenta que descubrió la joyería por casualidad hace siete años y desde entonces toma clases en la Universidad de C.O.D (College Of DuPage) con Suzan Rezac. Confiesa que no le convence la simetría y que las pulseras son "lo que más me gusta hacer". Aunque ha expuesto sus piezas en Chicago en algunas ocasiones, la galería Caroní de la Fundación Araguaney es su primer escaparate en España, donde las piezas pueden contemplarse de lunes a viernes, en horario de 11.00 a 14.00 horas, y de 17.00 a 21.00 horas, y sábados por la mañana.

viernes, 15 de julio de 2011

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS en cuanto al arte o la bajeza de comentar (O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

EN CUANTO AL ARTE O LA BAJEZA DE COMENTAR

(O “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”)

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El Penthouse de Heriberto” lo concebí pensando en amigos valiosos que carecían de otra forma de que la gente supiera que otros estaban escribiendo cosas verdaderamente hermosas pero que las mismas estaban predestinadas a dormitar en el fondo de la gaveta de arriba o en la oscuridad tecnológica de los circuitos informáticos (más o menos, lo que ha pasado siempre a personas como nosotros, tan poco dadas a hacer lo oportunistamente correcto). Con el paso del tiempo, y debido a distintas razones, esto fue variando; y hoy es un lugar donde yo mismo escribo y expongo textos de opinión, reflexiones, memorias, asuntos personales, música, vídeos de música, y textos y poesía de otras personas, amigos, muy amigos y desconocidos, basta que me guste o que me interese aquello que dice. Es un reflejo de mi propio piso, en el que no logro poner nada en orden y a cada rato el desorden me ataca de forma violenta y entonces tengo que darme un respiro para desbrozar la maleza. Otras, simplemente, el follaje me traga como si fuera un dragón de hojarasca.

Pero a pesar de todo ese desorden que inevitablemente ya va conmigo dondequiera que me mueva, nunca ha dejado de existir un mínimo de preocupación por mantener un nivel de buen gusto y de concordancia con lo que yo pienso (desde siempre) y con la forma en que soy, tanto artística como políticamente. En este segundo aspecto la característica predominante se llama VERTICALIDAD. Comprendo las debilidades del ser humano, pero creo que todo tiene un precio, como también lo tiene esa misma verticalidad e independencia mía. Nunca me puse una chaqueta que tuviera que cambiarme. Por el contrario, con suma frecuencia y facilidad me he visto afectado por la impostación correspondiente que acompaña a cada chaqueta que otros muchos han usado y siguen alternándose entre ellos como si se tratara de un préstamo interminable.

Llámesele “síndrome de Estocolmo” o como se quiera, pero en gran parte debo agradecer al ostracismo y la anulación vivida social y políticamente bajo el comunismo cubano, el que nunca me haya visto expuesto ni tentado a escalar peldaños superiores. Siempre he tenido miedo de que me descubrieran. ¿Pero de que me descubrieran QUÉ? Que yo tenía vida propia, allá dentro, muy adentro, muy escondida, que en los arrebatos extremos de extroversión, se comunicaba por jeroglíficos. Pero si me expresaba de tal manera, entonces ¿qué quería decir aquel lenguaje de códigos? ¿Y por qué no podía manifestarme como el resto de las cuquitas koljosianas? ¿Por qué tenía que ser “especial” según ellos? Mi cuerpo se ha desarrollado dentro de un ceñido corsé de silencio, gestos y miradas veloces, que el otro –si había otro— debía aprehender en pleno vuelo, y luego, cuando estuviera lejos de las cuquitas koljosianas, volver a pensar en lo que había visto u oído, o en lo que le parecía haber entendido. No soy una persona normal, lo cual no me hace ni mejor ni peor, sino simplemente extraña, y esa extraña proyección se siguió manifestando aun a pesar de haber alcanzado otro margen de libertad. La libertad no cura las heridas ni los traumas ni las paranoias. Esa pudrición que nos dejó dentro la ideología y el totalitarismo se abren paso a través de los resquicios de luz y opacan su diafanidad: soy una persona enferma.

En mis escritos yo no suelo tratar magnificencias sublimes. No me interesa insultar, ni siquiera ridiculizar, a los dioses del Olimpo que han marcado esa enfermedad mía. Dudo de las causas nobles, de los aspavientos heroicos, de palabras altisonantes. Insisto una vez más que las ideas –acertadas o no- no las mueve el viento, sino el hombre. Y si de una idea aviesa se aprovecha un hombre para utilizar a su antojo, entonces vamos a tener unos cuantos afectados, o unos cuantos desafectos, o unos cuantos afectos. Además, ustedes no pueden valorar lo doloroso que es darse cuenta de que todos hablan en el mismo tono, utilizan los mismos modismos, se pasan los gestos y ademanes unos a otros como si fueran balones de rugby; y todos están contagiados de una pobreza infinita, que es “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”.

Allí, en ese lugar de donde parte esta enfermedad que padezco, todo está organizado e institucionalizado según monopolios de control. Por encima de todo está el Monopolio de la Represión, del que se ramifican todos los demás. Uno de ellos es el Monopolio del Intelecto y las Artes, ubicado en una bella mansión de El Vedado, barrio otrora y actualmente burgués con unas ciertas zonas deprimidas. El sitio se llama Unión de Escritores y Artistas de Cuba, conocido popularmente por sus siglas UNEAC. Es donde fabrican la literatura, la poesía, el baile, las artes plásticas, y hasta las ideas filosóficas. Y entre ellos se premian, se alaban, se besan socialmente, se soban unos a otros. Se tiran confeti y se ofrecen entre sí representaciones en el extranjero o becas (siempre en el extranjero, pero el extranjero para ellos es un universo que excluye a Corea del Norte, por ejemplo, porque eso sería como mandarlos al lado de atrás del espejo). Eso que hablan de EL CAMBIO lo comenzaron ellos, cuando se dieron cuenta de que no serían parte del efecto dominó y entonces supieron que era el momento en que debían aprovechar para hacerse con el poder. La política les siguió, ellos fueron más rápidos. Así se fueron esparciendo por el mundo con una pátina de disidencia intelectual, ligera, comedida, que no ofreciera bruscos cambios al cambio para que no los acusaran de extremistas, sino paulatinas y suaves, de nuevo otra vez con “la pobreza infinita de las cuquitas koljosianas”. Claro, a alguien tenían que poner de “malo” y escogieron a Abel Prieto (ya defenestrado “a lo dicremón” como decían las locas cursis de Camagüey tipo PacaGarza LaActiva), Nancy Morejón y Miguel Barnet (estos dos últimos, miembros iniciales del desaparecido ipsofacto Grupo de El Puente), pero, sobre todo, este último, con mucho mejor bagaje y más porte intelectual que el resto de ellos. Sea lo que sea, no es un ser indigno: hasta ahora sigue en su papel, defendiendo lo que representa y le da de comer. Los seres indignos son los cientos que han dejado el barco pero que consideran mucho más importante el curriculum repleto de insignias de la UNEAC que sus propias vidas, pues no tienen otras que aquellas que una vez disfrutaron durante diez minutos representando lo irrepresentable y que quieren perpetuar durante el resto de sus miserables vidas, que, claro está, consideran muy por encima del resto de los que por suerte nunca nos pusimos esa chaqueta. Y esos son, paradójicamente, los que reconocen los escritores e intelectuales del supuesto mundo libre, los Vargas Llosa, los Muñóz Molina, los Javier Marías, cualquiera. ¿Alguien arregla eso?

Nadie.

Si Cuba comunista hubiera caído en aquella fila de fichas de dominó, nadie los conocería. ¿Quiénes eran los homólogos de estos tristes y oscuros personajes en tierras eslavas y rusas? Ya nadie lo sabe. Se los tragó la rapidez del cambio. Y ese si fue un cambio, para bien, para mal, para todo.

En los últimos tiempos, el paripé del “intercambio cultural Cuba-USA” (que se produce solamente desde Cuba hacia Estados Unidos) ha tomado un cariz especial pues se ha introducido la figura de una poeta oficial del Monopolio del Intelecto y las Artes. Indiscutiblemente yo no tengo influencias para saber de dónde parte el dinero con que se sufraga ese viaje y las lecturas y presentaciones de la poeta, parece ser que muy bien acogida por el resto de sus antiguos compañeros con los que comparte curriculum y viejas representaciones de un régimen totalitario que, como el nazismo y el fascismo, no debía ya existir sobre la faz de la tierra. Y los que sí tienen, o forman parte de ese asqueroso entramado de influencias de no sé qué oscuras intenciones, han salido a defender a su poeta fetiche.

Debido a tales acontecimientos, tanto yo como otras personas, hemos publicado textos que no están de acuerdo con lo sucedido, y con lo que irremediablemente seguirá sucediendo porque forma parte de una trama política bien delineada por La Habana. No se trata de ser más facha o menos facha, se trata de ser consecuente. Y yo no puede tenderle la mano a esa señora porque yo nunca he escrito ni escribiré un solo verso loando a Fidel Castro, y ella sí lo ha hecho. Eso quiere decir que no somos iguales.

Producto de ello, al buzón del blog llegan bastantes comentarios sin autoría en términos ofensivos tanto hacia mi persona como hacia otros. Yo sé diferenciar entre un anónimo y un “anónimo”.

Simplemente quiero volver a señalarles que mantener un blog que, entre otras cosas, toca temas sobre Cuba, aunque por lo general de manera no convencional ni conservadora en lo patriótico-patriotero, con un mínimo de presencia, cuidando la relación texto-ilustración, es algo que a veces me lleva algunas horas. Y no voy a permitir que ningún desaprensivo lo estropee.

 

David Lago González

Madrid, 15 de julio de 2011.

miércoles, 13 de julio de 2011

LA MISERIA HUMANA

Ahora ya no se sabe de dónde vienen: si de Havana, MadriZZZ o Jaialiah (Healeah), que es el reducto de la cochambre cubana neo-UNEAC:  ME HAN ANULADO MI PÁGINA DE FACEBOOK.  Mucho Dios y mucha parafernalia sacerdotal pentecostal; mucho hermano y todos somos buenos; y Viva El Arte que todos somos Oh! transidas mariposas líricas incapaces de hacer el más mínimo daño.  Pero…

En fin, MUCHAS GRACIAS por cerrarme la cuartería, porque evidentemente una red social entre cubanos sólo puede convertirse en LO PEOR.

Si quieren, también pueden alquilar un sicario colombiano (que son bien baraticos) para que me clave una puñalada trapera.  Ya que supongo que no soy merecedor del veneno que le administraron a Jesús Díaz para sacárselo de encima cuando ya lo no les hacía más falta y estaba robando demasiado.

DLG

 

ACTUALIZACIÓN:  En cuanto colgué el post en el blog, se hizo la luz en Facebook.  ¿Casualidad?  ¿Paranoia? ¿Tos Ferina?

martes, 12 de julio de 2011

Los muertos, los vivos y los demasiado vivos del Mariel (& beyond)

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Mucha gente murió durante el éxodo masivo del Mariel (abril-mayo 1980) y sus preliminares. Recuerdo que un vecino llamó a su familia y les dijo: “Salgan como puedan porque yo no vuelvo más con ningún barco. Me llenaron la embarcación de locos y en alta mar aquellos locos se volvieron aún más locos y se tiraban al agua, no sé si para salvarse o para matarse. Y los demás nos volvíamos locos entonces tratando de rescatarlos.” Cosas como ésta sucedieron muchas veces y apenas se han contado. La mal llamada “Generación Mariel” prefiere referirse a los triunfos y a los ganadores, porque también eso forma parte de la tónica general del país de acogida: valen los triunfadores; los perdedores, en el mejor de los casos, al olvido o, a lo que es peor, a IGNORAR que una vez existieron. No hay acción más malévola ni más malintencionada que la de “ignorar” al otro, como si no existiera.

Mi amigo Rolando D. H. Morelli, que, a su llegada a uno de los campamentos, se prestó voluntario para asistir a recién llegados con problemas, guarda historias espeluznantes.

Solo sé que visto lo visto –y lo que voy a decir seguramente será tildado de “barbaridad” y seré enviado a la hoguera con tanta buena gente—, tal vez bastantes de los que llegaron a Key West o a donde fuera en territorio americano, deberían haberse quedado en el mar acompañando a los tiburones o en la propia Cuba haciendo frente a los tiburones humanos, comunistas o no, y al rechazo y al abandono de la familia y de viejas sólidas amistades.

Son indignos de haber tenido tal posibilidad de rehacer sus vidas para, en el caso de muchos “intelectuales” y “para-intelectuales”, servir ahora de puente de plata a los mismos que les despreciaron y les siguen despreciando y que por exigencias del maquiavélico guión, hoy se desnudan juntos y se lanzan todos a la misma piscina.

Si tuvieran vergüenza, no deberían dormir tranquilos.

© 2011 David Lago González

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lunes, 11 de julio de 2011

DAVID LAGO GONZÁLEZ - La hermana María

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..watch your shadow

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para Francisco León Morell

 

Yo no sé muy bien lo que pasaba en aquella isla que todo el mundo estaba desesperado por irse. Creo que era algo relacionado con un hombre que se creía dios, pero realmente no me parece que valga la pena hablar de ello: si no hubiera sido él, habría sido otra cosa. Quizás solamente era ese agobio que produce el comprobar que la única puerta que en tal caso puede cruzarse conduce al mar y que sobre el mar, salvo que se sea otro dios (creo que eso viene en un libro gordo que llaman “Nuevo Testamento”), no se puede caminar.

Daniel y Paco no eran una excepción. Un día alguien les recomendó un “espiritista muy bueno” y allá se marcharon por la mañanita temprano, pues fueron advertidos de que sus aciertos y fama eran tales que era necesario madrugar para poder ser atendidos, porque, además de bueno, el señor ya era muy mayor y no consultaba después de la una de la tarde.

Así que con el relente todavía fresco cruzaron toda La Vigía y llegaron a una modesta casa de Villa Mariana, cuya puerta, ya a esas horas, estaba abierta, su entrada franqueada por un gancho que permitía el acceso de los asiduos de confianza y de los posibles clientes. De cualquier forma, las reglas elementales del comportamiento exigían un ligero toquecito con los nudillos o un aparentemente tímido “¿se puede...?” que se mezclaba al acto inmediato de levantar el pestillo sin escuchar la respuesta y entrar como Pedro por su casa.

La salita era pequeña y casi todas las posibilidades de sentarse para esperar el momento de pasar a ver al Maestro estaban ocupadas por mujeres que, prácticamente al unísono ―como tratándose de un coro griego― exclamaron: “¡Ay, dos hombres!”

Paco y Daniel, o Daniel y Paco, da lo mismo, cruzaron sus miradas sorprendidos y dieron los buenos días reglamentarios. El coro de féminas correspondió como era debido, y la atmósfera de la espera, después de preguntar por la última, recobró una latente normalidad que pronto y sistemáticamente se vio alterada por la continua llegada de otras mujeres. Estas recién venidas se sorprendían todas por lo que evidentemente era la inoportuna presencia de dos hombres; unas decidían quedarse y otras se marchaban no sin antes cerrar su aparición con todas las variantes habidas y por haber de esta frase: “¡Ay, dos hombres: qué va, yo no espero!”. Algunas, en una suerte de consolación, preguntaban si era la primera vez... y entonces marcaban y como de todas formas “la cosa va para rato” se iban a hacer la cola del puré de tomate que había llegado a la bodega, siempre esperando, reglamentariamente, como era debido, a la siguiente que llegara y determinara quedarse, pues así lo exigían las normas de educación, y del orden, que, más que en el cerebro, llevaban metido en la sangre.

A tanto misterio y ya un poco molestos, los dos amigos no tuvieron otra opción que la de preguntar qué problema había con los hombres...

Como no se habían puesto de acuerdo para nombrar portavoz entre ellas, el coro, confundiéndose, o más bien fundiéndose, con un escarceo de gallinas, aclaró ―si aquello podía llamarse “aclaración”― que no se sabía por qué, qué era lo que pasaba, pero que cada vez que le tocaba entrar a un hombre la sesión se hacía eternizable, sobre todo a partir de la primera visita.

Daniel y Paco, aunque conturbados, pero teniendo en cuenta que se habían levantado temprano, habían andado media ciudad y, lo que sí era mejor para ellos en aquel momento preciso, no había ningún otro hombre esperando antes que ellos, en un rápido y tácito intercambio de miradas, concluyeron permanecer, con la esperanza de que aquel santo varón octogenario les confirmara la tal anhelada noticia de que algún día, quizás no muy lejano, abandonarían también aquella isla de la que todo el mundo quería salir como si formara parte del Apocalipsis siempre a la espera de desatarse.

Llegada la vez de entrar se percibieron que no habían determinado entre sí quién pasaría el primero, así que uno de los dos tomó la iniciativa y Paco se internó tras la primera cortina. Para unánime exclamación de las mujeres que aguardaban, no mucho después salía y volvía a sentarse, mientras le sustituía Daniel en la inmersión triunfante a la cueva del misterio.

Así atravesó la cortina número uno, de plástico transparente, y atravesó una puerta después de que, sin mediar llamada alguna, una voz desde su interior le invitara a pasar.

El escenario que se encontró fue el siguiente: una habitación mediana, con una puerta y una ventana grande que darían a un pasillo interior y que permanecían cerradas; en el centro, una cama, y a la derecha un armario antiguo, de tres puertas y luna central; a la izquierda, al lado de la cama y contra la pared, había un sillón grande ―lo que en aquella isla se definía como “butacón” ― y frente a éste una silla de cabilla.

En el sillón, entre cojines y almohadas, estaba sentado un señor, efectivamente octogenario, gordo y, además, ciego. Los ojos legañosos hacían un poco desagradable el acto de mirarle a la cara y sostener una mirada que, situándose en la atmósfera misteriosa del lugar, añadía la duda viscosa de ser visto, advertido o cegado. Vestido con pantalón y camisa de mangas cortas, estaba calzado por unas zapatillas de andar por casa y los pies cubiertos por unos calcetines.

La única luz de la habitación era la que provenía del pasillo al atravesar los cristales en lo alto de la puerta y la ventana. Y era suficiente.

El hombre respondió a su saludo y le invitó a sentarse en la silla de cabilla, lo suficientemente inmediata a él como para que las rodillas de Daniel rozaran las suyas. Aparte del material utilizado para improvisar aquel asiento, la sensación de incomodidad aumentaba por la cercanía de los dos cuerpos, la imagen de sus ojos y un cierto olor a orine rancio que fue percibiendo a medida que su olfato se iba aclimatando a la escena.

Empezó preguntándole la razón por la que acudía a verle, cosa que, como es sabido en tales casos, nunca debe decirse claramente, de modo que Daniel le contestó con una vaguedad sobre el futuro y además, recalcó, “por las buenas recomendaciones que le habían dado sobre sus aciertos”. El hombre continuó haciéndole preguntas, preguntas que poco a poco y cada vez más se deslizaban hacia el aspecto sexual, y en particular hacia posibles problemas de erección que el espiritista insistía en achacarle y que Daniel sabía que no existían. Pero ni una palabra de largarse de aquella isla, cosa infinitamente más importante y obsesiva y traumatizante que cualquier trastorno eréctil, ya que, de no producirse tal posibilidad, la flacidez, la incapacidad para levantar presión se extendía a su mente y a toda su vida, mucho más allá del pene. Mas, de cualquier forma, allí, sobre la tortura de aquella silla, aguantó a que concluyera con el encargo de dejar al sereno, durante dos noches, una palangana llena de agua, a la que previamente debía añadir hojas de llantén y granos de pimienta; al amanecer del tercer día colar el agua, llenar dos botellas y acudir de nuevo a otra sesión.

Cuando volvió a la sala las mujeres se entusiasmaron y una de ellas le preguntó qué espíritu le había bajado al viejo. Como ni Daniel ni Paco supieron contestar, todas juntas ―voces nuevamente reunidas en coro griego de claro tono gallináceo― les pusieron al corriente. Eran dos las ánimas que recibía el espiritista: un ancestro congo, y una monja llamada “La Hermana María”. Llegados a este punto, ambos amigos hicieron acto de contrición y contracción de una fuerte carcajada, se despidieron, y salieron a la calle.

Nada más salir empezaron a intercambiar la experiencia de la consulta y comprobaron que a los dos les había hecho las mismas preguntas y los mismos encargos. Paco se había excusado para volver diciéndole que dentro de dos días no estaría en la ciudad pues esa tarde partía a trabajar fuera, pretexto que efectivamente se correspondía con la realidad y que, según el hombre le dijo, no llegaría a concretarse. Ambos convinieron en que el santo varón, a pesar de todos los elogios, era un fraude.

Pero algo sucedió, ya llegando a casa, que les dejó sorprendidos y les hizo dudar muy seriamente de sus últimas conclusiones. De pronto, a mitad de la calzada, un jeepy se detuvo. Un compañero de trabajo de Paco sacó la cabeza por la ventanilla para decirle que el viaje quedaba anulado hasta nuevo aviso, de arriba ―pues una característica más de aquella isla era su otro aspecto de la divinidad: todo “bajaba” de arriba, desde los espíritus hasta la más elemental orden, menos, claro está, el maná―. Paco miró a Daniel; Daniel miró a Paco, y los dos empezaron a reírse delante del otro hombre que no entendía nada y comenzaba a preguntar insistentemente. Como no satisficieron su curiosidad, el tío arrancó estrepitosamente el jeep en una violenta primera que dejó una hilera de humo a su paso. Y en aquel momento Daniel supo que volvería... a ver qué pasaba.

-o-

Al tercer día estaba de nuevo en la salita atestada de mujeres, portando un cartucho con sus dos botellas de agua serenada y colada. Llegó su turno y pasó a la habitación. Igual escenario, igual escenografía, salvo por la posición de la silla de cabilla, que esta vez estaba de espaldas al espiritista y casi encajada entre sus piernas. A los pies de ésta, una palangana grande, de zinc; y sobre la cama una toalla.

El hombre le indicó desnudarse ―”completo”, le dijo― y sentarse en la silla, colocando sus pies dentro de la palangana. El contacto frío del acero en el culo y en su lomo y el del zinc en la planta de los pies, le hizo estremecer y comenzó a temblar ligeramente, intentando contenerse. Así de espaldas, el hombre, sin levantarse de su butacón, anudó primeramente una venda alrededor de sus ojos, cubrió su cabeza con un paño, que presumió blanco por una cierta claridad percibida a través de un resquicio de la cinta, y encima colocó otro paño imaginadamente negro debido a la oscuridad en que todo se sumió.

Sin mediar aviso alguno, recibió de pronto un fino chorro de agua en pleno pecho que bajó rápidamente su curso natural hasta escurrirse por la entrepierna. La picha de inmediato se le encogió como un gusarapo, sintió, y percibió vergüenza, desazón que a su vez se añadía a la provocada por la desnudez. Por el grosor del hilo sobre su piel presumió que el agua era la que había traído embotellada. Este ritual, en el más absoluto de los silencios, fue repitiéndose, y agregándose a él nuevos componentes, pues a medida que corría el líquido por su cuerpo algo, que identificaba como la felpa de la toalla, la secaba, y así una y otra vez, una y otra vez, pequeños chorritos bajaban por sus músculos y sus nervios erizados, los pezones se le encabritaban y se le aletargaban con igual rapidez, los pensamientos volaban en una espiral de especulación y al mismo tiempo se detenían en la nada.

Repentinamente una débil voz femenina, con total acento castellano, le pidió ponerse en pie. Daniel acometió la orden, los brazos a ambos lados, el agua continuaba cayendo desde su cuello y su pecho, siguiendo esta vez de largo por sus piernas y bañando los pies. La toalla al mismo tiempo absorbía el líquido. Ya no podía quedar agua en las botellas, pensaba, de dónde salía toda aquella otra. Bajo la venda de los ojos y los dos paños reparaba en que ni un solo sonido había escuchado. La silla de hierro necesariamente producía un ruido chirriante al menor deslizamiento y él se había sentado en ella cuando estaba prácticamente incrustada entre las piernas del espiritista. Quién le echaba el agua por arriba, quién secaba sus piernas, quien le bañaba el pene. Cómo podía sentirse mojado y seco un segundo después, para volver otra vez a experimentar lo mismo. Si era aquel único hombre, cómo, siendo ciego, se había puesto de pie sin el menor ruido, cómo podía dirigir el surtidor del agua como si escogiera las partes del cuerpo. Cómo, cómo, cómo...

Bajo la venda de los ojos y los dos paños creyó sentir que su picha se ponía dura, tan dura como jamás la había sentido, pero tampoco estaba seguro, no estaba seguro de nada. El agua seguía corriendo. La toalla seguía secando. Tuvo la tentación de alzar los paños, quitarse la venda y comprobar lo que pasaba. Pero también tuvo miedo. Tuvo miedo de encontrarse con la hermana María, o con el espiritista de ojos legañosos, o sabe Dios con qué. Estaba aterrado y excitado, creía, no estaba seguro, pensaba que estaba aterrado y excitado.

Creyó que le succionaban, pero no sentía ni boca ni dientes ni labios, sólo sentía que se la chupaban. Pero tampoco estaba seguro. Era como que se la mamaban. El agua seguía corriendo, quizás como la leche, pero ambas también se secaban. ¿Se corrió? Pensó que sí, que algo le abandonaba, que algo profundo y casi doloroso, inmensamente placentero, le salía del infinito más recóndito. Pero tampoco estaba seguro. Sus brazos seguían a ambos lados del cuerpo, no se atrevía a moverlos.

Silencio. Silencio, silencio, silencio. Silencio y agua. Toalla de felpa suave. Oscuridad. Negro, negro, negro, todo negro. Cuánto tiempo. ¿Segundos, minutos, horas? Cuánto tiempo entre el suave espasmo que había sentido y la nueva erección que ahora le sucedía. Sin boca, sin dientes, sin labios, sin manos. Era como una brisa en sentido contrario, aspirando en vez de soplar. ¿Se corrió? ¿Se vino? ¿Qué pasó?

El agua se acabó. Y ya estaba seco, sintió.

El hombre le mandó sentar. Entonces quitó el paño presumiblemente negro, luego el presumiblemente blanco y le desató la banda de los ojos. De momento quedó cegado por la luz que atravesaba los cristales. Y permaneció sentado, desnudo, sobre la silla. Tiritaba; seguía tiritando; o comenzaba de nuevo a tiritar: tampoco podía asegurar si en algún momento había dejado de hacerlo.

La escenografía se fue restableciendo ante sus ojos. El viejo estaba detrás, con los ojos horribles y en la misma posición en que lo había dejado. Su ropa estaba correctamente doblada sobre la cama, cuidado que él no había tenido. Su cuerpo estaba seco. En la palangana de zinc no había una gota de agua. La toalla también estaba doblada y seca sobre el colchón, como si no hubiese sido utilizada. Y en el suelo, alrededor de su cuerpo, las losetas resplandecían brillosas y secas, secas. Estaban secas. Se-cas. Ese-e-ce-a-ese.

―Puede vestirse― dijo. Y añadió que ya estaba curado, de qué, pero que debía volver a una segunda consulta.

Daniel salió de la habitación, atravesó la cortina y cruzó rápidamente la sala con la cabeza gacha, sin responder las exclamaciones de alivio del coro griego. Desenganchó la puerta de la calle y la dejó abierta, ¡que la hermana María la cerrara!

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(Madrid, 22 de junio de 2001)

© 2001 David Lago González

NOTA:  Me he puesto a “desbrozar” el inbox de entrada donde se acumulan más de 15,000 mensajes.  Y estoy encontrando y recuperando cosas que creía perdidas.  Pertenece a un libro de relatos (o testimonios ficcionados) que se llama EL MUNDO SECRETO DE LA NIEVE, y que no sé si terminaré alguna vez pues la verdad es que nunca me he sentido escribiendo ficción.

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